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martes, 23 de julio de 2024

156. Castigada por insolente


De rodillas, con la cabeza agachada, esperando a mi Amo, es el momento que más he ansiado durante 3 semanas que se me han hecho eternas. No hay nada peor para una perra que estar lejos de su Amo, es insoportable. Cualquier dolor o suplicio que su Amo pueda infligirle no es comparable al dolor que una perra siente cuando no puede estar a los pies de su Amo. Por fin oigo sus pasos, se me acelera la respiración y siento cómo oleadas de placer llegan a mi vagina. Su sola presencia hace que me empape, que me sienta vulnerable, sometida, su esclava y al mismo tiempo me siento segura y protegida; es la mejor sensación del mundo.

Me pone mi collar y me acaricia la cabeza, la bajo todavía más y hago fuerza contra su mano en señal de sumisión y entrega. Soy suya, él lo sabe, pero quiero demostrárselo a cada momento. Con ese  tono suave, dulce y a la vez autoritario que me vuelve loca me dice que me va a castigar porque estas tres semanas me he portado fatal. He ido apuntando las faltas cometidas en una lista y la verdad es que es bastante larga. Se pone delante de mí y me levanta, me agarra el cuello y con el pulgar empuja mi barbilla haciendo que levante la cabeza hasta mirarle. Casi prefiero tener la cabeza agachada, enfrentarme a esos ojos me desarma, lo que veo en ellos me gusta demasiado y me cuesta mucho controlarme. Veo poder, deseo, control, cariño, dureza...me mira como el que mira a su posesión más preciada y hace que me estremezca. “¡Perra sabes que te has portado muy mal! ¿Verdad?” –me dice en tono enérgico. “Si mi Amo, lo sé” –es lo único que voy a poder decir a partir de ahora, pero es que además tiene razón. “¿Sabes que tengo que castigarte por ello, verdad?” –preguntó con esa voz enojada. “Si mi Amo” –le respondí. “¿Sabes por qué te castigo?” –pregunta. “Si mi Amo” –le respondo. “¿Si? Entonces dilo, dime por qué tengo que castigarte” –me dice tomándome de la barbilla para que lo mire a los ojos. Luego de soltarme me quedo en silencio, lo observo con detenimiento y pienso en cuando odio y me encanta en partes iguales, lo humillante que es reconocer que me merezco el castigo y el por qué, y más teniendo en cuenta que ahora tiene su mano en mi vagina comprobando cómo estoy de mojada. “He provocado a mi Amo aprovechando la distancia, le he contestado mal y no le he tratado con el respeto que le debo, he sido insolente y arrogante, y he cuestionado a mi Amo” –le decía buscando un poco de piedad en su mirada, pero él no es de tener piedad. Al contrario, es un ser oscuro y sin alma. La verdad es que según voy diciendo mis faltas en voz alta me voy sintiendo fatal y hace que desee cada vez más mi castigo, como sumisa necesito que mi Amo me castigue si me porto mal, que me corrija y discipline, que sea severo conmigo. Aun así y sabiendo que merezco ser castigada enumero mis faltas poniendo cara de cachorrita arrepentida y con el tono de voz más dulce que puedo poner e intentando no jadear de placer por tener la mano de mi Amo acariciándome la vagina. “Bien perra” –me habla con esa voz tan dulce que me acaricia, me habla sabiendo que su voz me excita y me calma a partes iguales, es como una droga, una caricia que marca mi mente y las marcas en la mente son la forma más poderosa de posesión, mi Amo sabe que posee mi cuerpo y mi mente. Continúa acariciándome con su voz: “Tu castigo por haberte portado tan mal va a ser que hoy no voy a permitir ni que acabes ni que me toques”. Le miro horrorizada, si hubiese dicho que me iba a dar 50 azotes no le hubiese mirado igual. Tres semanas sin verle, tres semanas deseando lamer su cuerpo, deseando estar de rodillas comiendo su verga mientras me agarro a sus piernas que son como columnas, tres semanas soñando con el momento en el que su verga se clave en mí. Abro la boca para decir algo, pero la mirada que me lanza hace que la cierre al momento. La vuelvo a abrir para decir “Si mi Amo, como ordene” y bajo la cabeza inmediatamente.

Este es uno de los peores castigos que mi Amo puede imponerme, se  preguntarán ¿cómo es posible que sea peor que la vara? Ya saben el terror produce, aunque es excitante, también es algo que he aprendido a manejar por el tema del dolor y las marcas, o que me marque con el látigo mientras estoy atada en la cruz de San Andrés completamente expuesta. La razón es muy sencilla, en este castigo yo soy parte activa y responsable 100% de obedecer, en otros es más fácil, sólo tengo que dejarme hacer. Mi Amo me tortura haciendo todo lo que sabe que yo adoro para que acabe y soy yo la que tendré que hacer esfuerzos sobrehumanos para no tener un orgasmo, para controlar mi cuerpo, un cuerpo que en lo que concierne a lo que mi Amo me hace, va libre y reacciona a sus órdenes, no a las mías para intentar controlarlo, en definitiva tendré que concentrarme para no desobedecer y para no decepcionar a mi Amo. Si antes les he dicho que el estar separada de mi Amo me produce un dolor inmenso, el desobedecerle y decepcionarle es incluso peor.

Me dice que ponga las manos a la espalda. Me habla despacio, tranquilo, con un tono suave, no le hace falta nada más, sabe que le voy a obedecer con total sumisión. Pongo mis manos a la espalda y le oigo tomar las muñequeras y las cuerdas. ¡Va a atarme! Es como un premio, ese ritual de sentir las cuerdas alrededor de mi cuerpo, inmovilizándome, recordándome a cada momento que soy suya y solo suya, que le pertenezco y que me he entregado a él. Pero lo que habitualmente me parece un premio hoy no, porque sabe cuánto me gusta y cuánto me excita, por lo que intuyo que va a sacar todo su arsenal y que el combate va a ser duro. A pesar de eso estoy muy contenta de que mi Amo me ate, así la parte del castigo de no tocarle no me tiene que preocupar y me puedo concentrar en la otra, que por un momento se me olvida mi castigo, pero muy pronto volveré a recordarlo. Me ata las muñecas. Me ata los codos, pasa las cuerdas por mi cintura y llega el momento de mis pechos. Los rodea con las cuerdas, las pasa por mi cuello y los vuelve a rodear, los toma con sus manos para poder atarlos bien y apretarlos, de manera que se concentre la sangre y la sensibilidad aumente. Los sopesa, me encanta sentir su mano alrededor del pecho. Cuando termina me ordena que me tumbe sobre el brazo del sofá, pero no tengo ningún punto de apoyo por lo que tengo dificultad y la única opción es dejarme caer. Le miro suplicante, se da cuenta y me ayuda a tumbarme. Cuando estoy tumbada tomo conciencia de mi situación, no puedo moverme, no puedo levantarme, aunque quisiera, no tengo ningún punto de apoyo. La única opción sería hacer fuerza con el pecho en el sofá para incorporarme, pero según tengo las tetas y el dolor que empiezo a sentir no es una opción viable. Así que me encuentro con el culo y vagina completamente expuestos, sin poder moverme porque mis pechos no toleran el más mínimo roce. Esto no ha hecho más que empezar.

Comienza a azotarme, siento su mano en mi culo, caen los azotes, cada vez más fuerte y con más frecuencia; me está calentando, preparándome para lo que viene después, cuando acaba cada serie de azotes “mide” el resultado, tengo un indicador perfecto entre las piernas y a medida que me va calentando el culo me estoy mojando más y más. Es muy humillante, cuanto más me somete más me mojo, me da una rabia tremenda no poder controlarme. Adoro que me azote, pero en este caso con cada azote mis pechos presionan contra el cojín del sofá, la mezcla de placer y dolor se acentúa. Empiezo a gemir suavecito, quiero más; de todo. A cada azote intento levantar el culo, lo que busco es que me abra la vagina con sus dedos y calme el ardor que empiezo a sentir. Necesito que me clave su verga pero sé que voy a tener que esperar, es cuando me doy cuenta de que no podré acabar, estoy a punto de llorar.

No sé si se pueden imaginar cuán grande es el deseo de una sumisa por su Amo y por todo lo que hace, y en este momento haría literalmente cualquier cosa porque mi Amo me follase, pero por otro lado si lo hace iba a ser terrible porque me sería casi imposible no correrme, por lo que en esos momentos una sumisa se ve tan sobrepasada por su deseo por su Amo, por la adoración que siente por su Señor, por su necesidad por obedecerle y complacerle, por la necesidad vital de que le perdone todas sus faltas, que lo único que se puede hacer, al menos en mi caso, es llorar. Y ahora mismo estoy a punto de hacerlo. Mi Amo se detiene un momento, toca mi culo, lo aprieta con sus fuertes manos e incluso pellizca mis nalga. “¡Ya es hora!” –dice con su potente voz y saca el cinturón de sus pantalones. Tengo el pecho hinchado, los pezones cada vez más duros y sensibles, mi Amo reanuda los azotes con el cinturón, sabe que me encanta y que adoro la piel flexible de su cinturón impactando contra mí ya adolorido culo, pero como era previsible mis gemidos son más fuertes, el roce de los pezones contra el sofá se está volviendo insoportable y sólo puedo pensar en que no podré acabar. Sacudo la cabeza como si quiera ahuyentar el deseo de acabar y la giro de manera que veo a mi Amo a mi lado, gran error, ver a mi Amo con el cinturón, la fusta, el flogger o la vara en la mano es una de más imágenes que más me excita, le veo tan poderoso que literalmente mi vagina empieza a chorrear, de hecho tiene que haber ya un pequeño charco en el suelo. Cierro los ojos, justo hoy no los ha vendado y estoy segura de que no se le  ha olvidado, a mi Amo no se le pasa ni un detalle, siempre lo controla todo. Los jadeos aumentan, más que jadeos son gemidos de súplica, me estoy volviendo loca, lo cierto es que es mi Amo el que me está haciendo enloquecer de placer, estoy al borde del llanto porque a duras penas consigo controlarme. Él lo sabe, sabe que cuando jadeo así y me tenso es porque estoy a punto del orgasmo, sin darme cuenta empiezo a decir: “¡Por favor!”, y no dejo de repetirlo, estoy al límite, los azotes transmiten energía hasta mi vagina, los pezones hipersensibles hacen que me estremezca cada vez que cae el cinturón, noto las contracciones previas y sé que no voy a poder aguantar. Yo sigo diciendo: “¡Por favor!”. Es como una letanía. Entonces para empeorarlo todo y torturarme más mi Amo me dice: “¡Perra, recuérdame por qué te estoy castigando!”. En mis adentros pienso: “¡No, por favor! ¡Qué no me haga esto!”. Sabe cómo me humilla tener que someterme así, pero también sabe cómo me excitan estos “interrogatorios”. Sus azotes y el juego mental que ejerce en mí me hacen imposible si quiera articular una palabra coherente. Él tiene claro que cada vez que me interroga suelo balbucear y tartamudear porque no soy digna de dirigirle la palabra.  

Cae un azote mucho más fuerte que el resto que hace blanco en mis muslos y en mi vagina expuesta. El dolor aplaca por un momento mi deseo irrefrenable de acabar, pero luego se acentúa. No es momento de retarle así que contesto entre jadeos. “¡Su perra se ha portado mal mi Amo y ha sido muy contestadora!”. “¡Muy bien! ¿Por qué más perra?” –dice mientras deja caer otro azote. “He sido insolente mi Amo. ¡Muchas gracias por castigar a su perra mi Señor, así aprenderé a ser respetuosa con usted siempre mi Amo!”. Castígueme pero perdóneme ¡por favor se lo suplico!” –le decía con intentando apelar a la bondad en su corazón, pero cuando me está castigando no hay bondad en ´´el, solo el deseo de saciar su sed de justicia. Otro azote, resoplo y gimo, no puedo más. Aunque he cerrado los ojos y me he jurado no volver a abrirlos, veo en mi mente a mi Amo, poderoso a mi lado, con su perra atada y sometida en el sofá, reconociendo humillada sus faltas, agradeciendo su castigo, con su culo y vagina expuestos, viendo cómo con cada azote se revuelve y se excita más y más, viendo cómo se tensa, cómo lucha por no tener un orgasmo y no desobedecerle. Sabe que si no para de azotarla va a acabar porque no va a ser capaz de controlarse, y también sabe lo que le duele a su perra desobedecerle. Así que detiene la azotaina, en el momento en el que se detiene su perra lanza un gemido de frustración pero también de alivio, y la oye decir: “¡Muchas gracias mi Amo! ¡Muchas gracias por castigarme severamente! ¡Le adoro mi Señor!”. Menos mal que se detuvo, porque ya no podía más y hubiese acabado. Tengo la vagina ardiendo, el culo ardiendo, las tetas me arden y punzan, pero necesito más, necesito a mi Amo.

Oigo que se aleja, toma algo y vuelve. No tengo ni idea de lo que es y eso todavía me excita más. Ha parado para volver a empezar, me deja descansar un poco para seguir con mi merecido castigo y así alargar mi tormento. Me da una palmada en el culo, lo toma y lo aprieta. Gimo de puro placer, no hay nada que me guste más que sentir ese dolor que me produce mi Amo al apretar mi culo después de ser azotado, es increíble. Me suelta el culo y lo acaricia, pasa su mano por mi vagina para ver cómo estoy, y noto que sonríe porque estoy chorreando. Vuelvo a gemir más fuerte, le necesito dentro de mí. “Veo que no estoy siendo demasiado duro contigo perra, por cómo está tu concha, estás disfrutando mucho de tu castigo y esa no es la idea” –me dice con un tono calmado pero firme. Me hago la muerta, en estas ocasiones es lo mejor... pero me toma del pelo, tira de me cabeza hacia atrás a la vez que se inclina sobre mí. Nuestras cabezas quedan a la misma altura e inmediatamente bajo la mirada, no puedo mirarle sin su permiso y menos en un castigo, no quiero empeorar las cosas. “¡Contesta perra! ¿Estás disfrutando de tu castigo?” –me dice ahora con severidad. Lo odio, lo odio mucho en este momento, atada, con los pechos doloridos, los pezones duros como piedras, el culo ardiendo y dolorido, humillada, sometida, chorreando y a punto del orgasmo y me humilla más haciéndome esa pregunta. Cuando lo único que me gustaría decir es: “¡Cláveme la verga por favor se lo suplico, mi Amo!”. Le respondo muy bajito: “Sí mi Amo, estoy disfrutando mucho con el castigo”. “¡Mírame perra y repítelo!” –me ordena.  Levanto la mirada y por un segundo ambos contenemos el aliento, para el que no haya vivido una situación así es difícil de explicar, pero ese momento es tan íntimo, tan hermoso, tan dulce, que literalmente podría haber un cataclismo y ninguno de los dos nos daríamos cuenta. “¡Repítelo perra!” –dice con ese tono autoritario que me encanta, él sabe que al responderle le hago saber que le pertenezco, es la mayor muestra de entrega incondicional. Se repito clavando mis ojos en los suyos: “Mi Señor, estoy disfrutando mucho de este merecido castigo. Soy completamente suya, en cuerpo y mente, castígueme cómo considere adecuado para que su perra le sirva como usted quiere mi Amo, confío ciegamente en usted”. Sin soltar mi pelo me besa, es uno de esos besos de mi Amo en los que te posee, más que un beso es una violación, la fuerza de su lengua, sus labios en mi boca. Es un macho reclamando a su hembra como suya y una hembra rindiéndose al alfa. Por supuesto que no le odio, le adoro de tal manera que hasta esos breves momentos en los que le “odio” me lo comería a besos.

Me suelta y me ayuda a colocarme de nuevo en apoyabrazos del sofá. La pequeña tregua ya ha durado demasiado. Mi Amo mete dos dedos en mi vagina y los lubrica bien, lo que provoca un gemido profundo y casi animal, después los mete en mi culo, repite la operación varías veces y yo he comenzado de nuevo a jadear, coge un dilatador lo lubrica bien y lo mete en mi culo. Ahogo un grito, después de un primer momento de dolor me invade un profundo placer y otra vez vuelvo a gemir. Está jugando conmigo, mete y saca el dilatador como si estuviese follándome el culo y yo no puedo parar de jadear, me concentro con todas mis fuerzas en no acabar y otra vez empiezo con mis suplicas. Deja de jugar con el dilatador y me lo deja metido en el culo, parte de mí educación es preparar mi culo para que mi Amo me lo pueda follar cuando quiera y estoy deseando que llegue ese momento. Así que ahora tengo que preocuparme de algo más, del dilatador de mi culo que produce un intenso placer y que me hace pensar en lo maravilloso que sería que mi Amo me llenase con su verga mi otro agujero.

Mi Amo me toma por lo hombros y me ayuda a ponerme en pie, me sostiene frente a él y me pregunta si estoy bien, adoro esas comprobaciones de “seguridad” me parecen de lo más tiernas. Le contesto: “¡Sí mi Amo, su perra está muy bien, mucho más que bien!”. “Bien, ponte de rodillas, ¡quiero que me chupes la verga!” –me dice sabiendo que no me podría resistir a esa orden. Me arrodillo y abro la boca, estoy deseando lamer la verga de mi Amo, lástima que tenga las manos atadas porque no puedo acariciarle los testículos, ni agarrarme a sus piernas que parecen dos columnas. Comienzo a lamerle pero mi Amo se da cuenta de que cada vez que mis pechos rosan con sus piernas gimo y doy un respingo. Saca su verga de mi boca, lo que conlleva que suelte un bufido de protesta, lo que a su vez conlleva que me lleve una sonora bofetada y a su vez que se incremente la humedad entre mis piernas. Acción reacción que provoca una reacción en cadena. Lo normal. Mi Amo se agacha y toca mis tetas, llevan rato atados por lo que están ligeramente hinchados y duros, a pesar de que no los ha atado muy fuerte ya habían cambiado de color, poniéndose amoratados. Me encanta la forma en los toca, me pellizca los pezones, tengo la cabeza hacia abajo, como corresponde a mi situación. Por lo que puedo disfrutar del espectáculo, me encantan las manos de mi Amo y ver como manipula mis tetas me excita muchísimo. Me toma de la barbilla y me levanta la cabeza haciendo que le mire, otra vez esos ojos que me desarman, tienen un brillo precioso de deseo y de orgullo, me encantan. Mi Amo me dice: “¡Están lista perra!”. Seguiremos el castigo en el sótano. Recuerda que no tienes permiso para correrte. “¡Si mi Amo!” –contesto con un ligero temblor en mi voz, no tengo ni idea de lo que me va a hacer pero lo intuyo. Al garaje sólo me lleva para atarme de una viga y azotarme. Al estar así, casi colgada de la viga todo mi cuerpo queda expuesto a mi Amo, incluyendo mis tetas.

Me hace bajar las escaleras al oscuro y húmedo sótano, enciende la luz y veo aquellos elementos de tortura, mi cuerpo se estremece por completo. Hace tiempo que no bajaba ahí. Desata las cuerdas con las que me había inmovilizado, veo las cadenas que salen de la viga y terminan adornadas por esos gruesos grilletes, la Cruz de San Andrés luce imponente. Sé lo que viene, sé que su sed de justicia no se ha calmado aun. Sobre la mesa hay pinzas, látigos, varas, un flogger trenzado de cuero y otras cosas con la que cuerpo será sometido, pero sé que mi Amo cuidará de mí como en otras ocasiones. Me llevará a los limites pero también estará preocupado por mi integridad “¡Ven aquí perra!” –me ordena. Al instante caí de rodillas a su lado. Me levantó del pelo y colocó mis muñecas en los grilletes, los apretó y fue a levantar mi cuerpo para enganchar las cadenas. Estaba colgada de mis muñecas apenas haciendo equilibrio con los dedos de mis pies. “¿Por qué estamos aquí, perra?” –me pregunta. “Por mi insolencia mi Amo” –le respondo. “¿Qué debo hacer entonces contigo?” –vuelve a preguntarme. “¡Castigarme mi Amo! ¡Por favor hágalo, así aprenderé mi lección!” –respondí. Tomó una delgada vara y blandió al aire, mi cuerpo se estremeció y por alguna razón empecé a babear, estaba ansiosa porque descargara el primer azote. Sin esperar mucho, llegó el primero que cruzó mis nalgas, el ardor que me provocó fue inmenso, gemí y seguí esperando a que se decidiera por darme otro. Uno a uno fueron cubriendo mi cuerpo, incluso mi cuerpo, cuando se detuvo pude contar veinte certeros azotes que dejaron marcas en mi piel.

Obviamente no había terminado, había más preparado para mi dulce tortura. Tomó el flogger y se puso frente a mí. “¡Por favor mi Amo, permítame acabar!” –le decía suplicando, mi cuerpo ya no resistiría por más tiempo. Él sonrió de manera perversa y dijo: “¡Es hora de castigar tus tetas!”. Cada azote con el flogger quemaba mis tetas con intensidad, eran como si tiras con llamas golpearan mi pecho, los pezones me dolían no por los golpes sino por lo duros que estaban. Pude contar veinte más. Mi vagina palpitaba de manera perversa, mis fluidos corrían por mis muslos como un rio desbordado de placer. Después que terminó de martirizar mis tetas, adornó mis pezones con un par de pinzas, las que mordieron con la misma fuerza que lo hace un animal hambriento para desgarrar a su presa, la sensación de dolor y placer era demasiado exquisita que no pude contenerme de gemir con lujuria. Por un momento perdí de vista a mi Amo, cuando siento que mis pies ya pueden tocar el suelo por completo. Me toma del pelo y me lleva hasta la mesa, saca cuidadosamente las cosas que ahí están y me coloca con el pecho sobre ella, abre mis piernas, yo babeaba de placer, al fin de había decido a cogerme duro y salvaje como le gusta. Siento como baja el cierre de su pantalón y como su glande recorre mis orificios como eligiendo a cual follar. Sin ninguno atisbo de compasión me la mete por el culo, haciendo que un grito desgarrador se escape de mis labios.

Tomado firmemente de mis caderas empieza a embestirme con brutalidad, mi culo estaba rendido a su perversión, mi cuerpo se había entregado por completo a ese hombre que me tenía presa de sus deseos. Entre más salvajes eran sus embestidas más fuertes eran mi alaridos. Él sabía que me estaba conteniendo demasiado, me toma del pelo y me susurra al oído: “¿Quieres acabar?”. “¡Sí, mi Amo! ¡Solo si usted así lo desea! Ya no resisto más.” –le respondí. Siento como una de sus manos me nalguea sin parar de embestirme con fuerza. Mis pinzados pezones se deslizaban por la mesa, lo que hacía más agonica mi tortura de placer. El cumulo de sensaciones que estaba experimentando me tenían en extasis. Le suplicaba me permitiera acabar, pero no decía nada, seguía con su macabra faena de abrir mi culo hasta que las pinzas se salieron de mis pezones por el contacto con la madera de la mesa. Me volvió a tomar del pelo pero no detenía sus embistes demoniacos, mi culo y mi concha no soportarían más tiempo, hasta que en un acto de benevolencia me dice: “¡Acaba sucia perra!”. Ahora con su permiso, mi vagina reaccionó inmediatamente, empezó a palpitar de manera delirante, el orgasmo contenido al fin me abrazo y acabé como una cerda que se revuelca en el lodo, cada momento era un instante lleno de lujuria, mi cuerpo se erizaba, mi respiración se entrecortaba, era como si estuviera muriendo pero de la forma más placentera en que se puede perder la vida.

Tendida inerte sobre la mesa mi Amo seguía taladrando mi culo de manera brutal, era como si mi orgasmo lo motivara a dejarme sin fuerzas para sostenerme, las piernas me temblaban y el corazón parecía que se quisiera escapar de mi pecho. Sentí una profunda estocada y su verga explotó dentro de mi culo, su semen me inundó por completo, era una sensación placentera y morbosa que me llevó al éxtasis, sin darme cuenta tuve otro orgasmo que me hizo sucumbir al placer. Caí al piso y me ordenó: “¡Chúpala y déjala limpia!”. Obediente a su orden, la lamí y la tragué, la escupía y la chupaba hasta el fondo. Me sentía tan puta pero a él le encanta que lo sea. Cuando ya estuvo limpia, la metió a su pantalón y caminó a las escaleras, sus pasos se alejaban y yo estaba tirada en el piso con el cuerpo magullado, el culo abierto y rebozando semen. Apagó la luz y cerró la puerta. Aprendí que no debía ser insolente, aprendí que a pesar de su rudeza, mi educación como sumisa es importante, ya que le debo respeto y obediencia.



Pasiones Prohibidas ®

2 comentarios:

  1. Que delirante relato,me encantó la manera como fue sometida y castigada cada línea cada párrafo increíble esa sensación el.describir cada vivencia deliciosa y más aún siendo una perra obediente y educada como.siempre Caballero exquisito relato.

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  2. Increíble y delicioso 😋🔥💜

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