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miércoles, 31 de julio de 2024

159. Vacaciones en la casa de la abuela


Todo comenzó en las vacaciones de verano, no soy muy afecto de salir, soy más un chico reservado. Mi nombre es Marcos tengo 22 años, mi estatura es de 1.75 m, tengo cuerpo atlético ya que practico fútbol y hago algo de ejercicio aparte. Entre el trabajo y los estudios, quería pasar un tiempo de relajo total. Por eso la mejor opción era ir al rancho de la abuela y estar entre la naturaleza, ya que la playa, aunque me gusta, no era algo que me mataba por ir.

Llegaron las vacaciones y llamé a mi abuela para ver si podría pasar las vacaciones en su casa, ella accedió y dijo que no había problema ya que ella pasaba sola, mi abuela Olga es una mujer de 72 años algo arrugada por la edad, tetas grandes pero ya caídas, en su juventud por lo que se ve en fotos las tenía muy bien, tiene nalgas y piernas normales.

Llegó el sábado por la mañana y como mi madre sabia  mis planes, le dije que me iria al rancho, asi también podía ayudarle con los quehaceres y que al terminar las vacaciones estaría de vuelta. Obviamente mi madre no tuvo inconvenientes, y dijo que no había problemas, que en unos días se daría una para ver como estábamos. Tomé el auto y salí rumbo a casa de mi abuela. Llegué a la hora de almuerzo, mi abuela había preparado un excelente caldo de pollo con arroz, comimos juntos y pasé a instalarme en uno de los cuartos.

Así pasó el día, entre acomodar mis cosas y ayudar a preparar la comida. A la mañana siguiente me desperté temprano y mi abuela tenía ya listo el desayuno, huevos con tocino y pan amasado, un manjar de los dioses. Después del desayuno mi abuela dijo que se metería a bañar para ver si la podía llevar un rato más a dejar algunas cosas que había vendido e ir de compras. Obvio le dije que sí. “¿Marcos puedes venir ayudarme con esto? ¡Por favor!” –dijo. “Claro, voy a tu cuarto abuela” –contesté. Ahí estaba mi abuela, parada frente al espejo solamente en calzones y tratándose de poner el sostén. “Marcos ayúdame a colocarme este sostén” –me dijo. Mi abuela sin morbo hay estaba parada, luchando con el sujetador, pero al verla con esos calzones blancos y el sostén aún sin poner me llamo mucho la atención, no podía dejar de mirar sus tetas grandes y caídas, para que no viera que se me había parado, le puse el sostén rápido y sali del cuarto.

Me metí al baño y no me sacaba a mi abuela de la cabeza, me imaginaba mi verga entre sus tetas, ella apretándola y pajeandome con ellas, era una visión morbosa que me atormentaba y me ponía demasiado caliente. Tuve que recurrir a mi mano para darme placer y asi calmar un poco la calentura que me tenia embobado. Incluso la veía pasando la lengua en mi glande. Hasta que pude acabar con las imágenes calientes que mi mente me mostraba de mi abuela cogiendo. Salimos a dejar las cosas y a las compras, yo no dejaba de mirar a mi abuela con cierto morbo y ganas de mamarle las tetas y por qué no tener un buen revolcón. No entendía porque estaba pensando en esas cosas, entiendo lo de las hormonas pero nunca se me había pasado por la mente hacerlo con mi abuela y mucho menos que me calentaba la idea.

Llegó el día lunes y al momento de bañarme me di cuenta que en el baño estaban unos calzones de mi abuela, dirán que estoy enfermo pero los tomé y comencé a olerlos, y acariciar mi verga con los calzones, hasta vaciarme en ellos y dejarle un viscoso regalo. Estaba decidido en cogerme a mi abuela, pero no sabía cómo llevar mi visita a esa instancia. Así que ese día después de la cena, cuando estábamos en la sala, comenzamos a platicar. “Abuela, en sus tiempos de joven, ¿usted bailaba con mi abuelo?” –le pregunté. “Claro que sí marquitos, no más escuchábamos a Elvis Presley sonar y nos parábamos a bailar” –me respondió. “Ay, abuela, ¿en serio? No le creo” –le dije. “No sabes lo que dices, muchachito” –dijo ella. “¡A ver muéstreme!” –le dije. Puse algo de música en mi celular y comenzamos a bailar, se movía bien para su edad pero como la tenía pegadas a mi sus tetas, me empecé a calentar. La agarré de las caderas y me pegué más a cuerpo, quería que notara mi erección, Mi verga parecía como si tuviera vida propia, quería que la sintiera hinchándose entre sus nalgas. Después de varias canciones y de tenerla pegada a mí, nos sentamos. “¿Qué te pareció? Para mi edad, ¿no está nada mal?” –me dijo. “La verdad que baila muy bien” –le dije. “Bailo y hago otras cosas muy bien” –dijo riendo. “Se comenzó a reír, ¿quién sabe que está pensando?” –le dije mirándola a los ojos. “Dígame, ¿qué cosas?” –le pregunté. “Olvídalo yo sola me entiendo. Bueno,  ¿qué quieres cenar mijito?” –dijo aun con una sonrisa en los labios. “A usted, perdón, lo que usted quiera hacer” –le respondí. “¿Qué dices? Pues yo sé hacer muchas cosas, ¿qué quieres que te haga?” –dijo. “No sé usted dígame qué quiere hacerme” sugerí. “Yo te hago lo que me pidas” –contestó. Sentía que nuestra conversión estaba tomando otro giro, me estaba calentando al escucharla hablarme de esa manera. “Te haré algo rápido para que no te duermas con la panza llena” –me dijo. “Pues, puedo cenar algo contundente y con algo de ejercicio se me baja” –le dije clavando mi mirada en sus tetas. “¿Te pondrás hacer ejercicio?” –me preguntó. Mi respuesta fue instintiva más que pensada: “Yo decía otro tipo de ejercicio”. “¿A cuál te refieres?” –preguntó. Ahora no tenía nada para decir, mis intenciones eran claras, pero no quería cagarla, así que desvié la conversación. “Vamos abuela, hay que preparar la cena” –le dije. “Voy a preparar puré de papas con huevos, algo rápido” –dijo. Cenamos casi en silencio, pero nuestras miradas hablaban. Nos dimos las buenas noches y cada quien a su cuarto.

Me metí al cuarto pero de la calentura que llevaba no le puse seguro a la puerta, y estaba masturbándome cuando mi abuela abre la puerta, pero me alcanzo a tapar con la colcha. “Disculpa hijo no podía dormir, pero ¿estás ocupado?” –dijo ella. “No, pasa abuela, ¿te pasó algo?” –le pregunté. “Se me fue el sueño, pero, ¿qué es eso que vi mi niño?” –dijo sabiendo perfectamente lo que había visto. “Nada abuela, me pongo algo y platicamos” –le respondí. Sin decir nada se sentó en la cama y comenzó a tocarme mis pies y subió hasta que me dijo que me destapara que podía ayudarme a terminar lo que estaba haciendo. “Mijito, es grande tu pene” –dijo. En ese momento, la vergüenza y el pudor se esfumaron, ahora éramos un hombre y una mujer a solas. Lo agarró y empezó a masturbarme con suavidad. Yo tenía los ojos cerrados y la cabeza hacia atrás disfrutando lo que hacía con sus manos. “Esto le gustaba que le hiciera a tu abuelo” –dijo ella. Se agachó y se metió mi verga a la boca para chupármela. La agarré de su cabeza y comencé a disfrutar de esa lenta y caliente chupada que me daba. “¿Qué más le gustaba a mi abuelo?” –le pregunté. “Le gustaba que me tragara su semen caliente” –respondió. “¿Quieres probar mi semen?” –le pregunté. “Sí, quiero sentirlo en mi boca y degustarlo” –me respondió. Eso me calentó más y le dije que no se detuviera hasta sacar la última gota y que se lo tragara. Siguió haciendo lo suyo, chupándomela y masturbándome, la verdad que si lo hacía muy bien. Ver esa deliciosa boca tragándose mi verga era todo un deleite para mis lujuriosos ojos, ese ritmo despiadado, esa lengua recorriendo hasta mis testículos era un panorama lleno de perversión. Ya no podía resistirme más y le dije que estaba por eyacular y ella aumentó el ritmo con su incestuosa boca. Mi verga explotó y soltó abundantes chorros de semen caliente, no dejó escapar ni una sola gota, lo tragó todo tal como había dicho. Incluso siguió unos minutos más, haciéndome temblar de placer. “¿Qué te pareció mi semen abuela?” –le pregunté. “¡Delicioso! Hace tiempo que no tragaba semen como hoy” –me respondió sin soltar mi verga. “A tu abuelo le gustaba comerse mi concha, sabía llevarme al orgasmo con solo rozar mi clítoris. Ahora quiero ver si tú lo superas” –me dijo. “Recuéstate en la cama y abre las piernas abuela” –le dije. “No me digas abuela, llámame por mi nombre o como tu gustes decirme, esta noche somos amantes” –dijo ella.

Se acostó, le subí su bata que usa para dormir y le bajé sus pantaletas, mostró su vagina peluda, pero sin pensarla me lancé a esa añosa concha que estaba húmeda y dispuesta a recibir mi lengua. Estaba tan caliente que mi lengua se fue directo a la entrada y la metí para saborear sus tibios fluidos. Olga soltó un alarido de placer, seguido de gemidos intensos, se agarraba de las sabanas mientras mi lengua entraba y salía con perversión de su concha. Ahí estaba la vieja Olga con las piernas abiertas y disfrutando como loca de mi lengua. Fueron dos orgasmos intensos los que tuvo al sentir mi lengua recorriendo su sensible clítoris. Gemía feliz al revivir esa parte caliente de su vida y con su nieto que ardía de deseo por ella. “Creo que has superado a tu abuelo. ¿Ya cobró vida tu verga?” –dijo jadeando. “Sí, ya está dura y lista para la acción” –le respondí. “Me gustaba cuando tu abuelo me cogía y ponía mis piernas en sus hombros, y me la metía con fuerza hasta hacerme gritar. Veamos que tan bueno eres para coger Marquitos” –me dijo. Le agarré las piernas y acomodé mi verga en la entrada de su vagina. “Despacio, recuerda que hace tiempo no me cogen. Si me la metes muy brusco me va a doler demasiado” –dijo ella. La agarré con delicadeza como si fuera su primera vez, lentamente se la metí, su cara de sufrimiento cambiaba a una cara llena de placer, en ese momento la delicadeza se fue a la mierda. Me la empecé a coger con fuerza, haciéndola gemir con lujuria. “¡Eso, dame! ¡Sí, qué rico! ¡Métemela con fuerza!” –me decía. Estaba como loca, se notaba que hace tiempo no cogía, porque su concha estaba apretada, lo que aumentaba la fricción en mi verga y me daba un delicioso placer. ¡Ay, Marcos! ¡Ay Dios mío, que rico! ¡Sigue mi cielo, no te detengas!” –me decía. Sus ojos se ponían en blanco, era tan excitante mirarla que aumentaba más en mí la calentura y se la metía con más fuerza. “¡Voy a acabar Marcos! ¡Sigue por favor!” –decía. Pude sentir como su vagina palpita de manera frenética y ella se entregó a ese “primer orgasmo”, después de tantos años. “Ahora Olga, te toca subirte encima de mí, así que móntame y quítate esa bata que quiero ver tus tetas que me tienen loco” –le die. Obediente me montó a horcajadas y se quitó la bata. Acomodó mi verga y se la metió de un solo sentón. Su cara de lujuria fue excitante. Se empezó a mover y sus tetas se balanceaban perversamente. Las agarró y de tan grandes que eran podía pasar su lengua en los pezones, y chuparlos. Tomado de sus muslos, los apretaba y ella Olga gemía con su cara llena de placer, no pude resistirme al bamboleo siniestro de sus tetas y me incorporé un poco para chupar sus pezones grandes y duros, se los mordí con perversión. Los fluidos de mi abuela mojaban nuestros cuerpos que eran poseídos por el placer en cada instante. “¡Oh, mi cielo, si que sabes coger rico!” –me decía entre gemidos. Hice que se pusiera en cuatro, a lo que ella enseguida obedeció, acomodé mi verga en la entrada de su húmeda concha, me pedía a gritos que se la metiera. Quería torturarla un poco recorriéndola con mi verga antes de penetrarla. Ya no podía más, suplicaba para que la embistiera, pero mi juego era demasiado perverso.

En medio de ese morboso juego y escuchando sus ruegos, mi verga entró en su vagina, sacándolo de sus labios un intenso gemido. Agarré con fuerza de sus caderas y la empecé a embestir con fuerza, nuestros cuerpos chocaban a un ritmo vertiginoso que nos hacía delirar a ambos, con la calentura consumiendo nuestra cordura cogíamos como enfermos. “¡Ay, Marcos! ¡Me tienes loca!” –me decía mientras yo seguía dándole duro a esa concha exquisita. Fue cosa de segundos y ambos estábamos acabando a la vez, le estaba llenando de semen la vagina a mi abuela y ella gimiendo de placer por mi verga, fue un momento intenso y lleno de lujuria. Caímos rendidos sobre la cama exhaustos pero con el placer de una intensa cogida. “Eres toda una hembra” –le dije. “Tú despertaste eso en mí. ¿Crees que no me di cuenta que me mirabas las tetas?” –dijo aun jadeando. “Seguro que si te diste cuenta, pero ha sido una gran noche” –le dije. “Esto apenas empieza, no sabes cómo me gusta coger. Tampoco sabes todas las cosas sucias que soy capaz de hacer solo por complacerte” –dijo ella llena de perversión. “¿Ah sí? Yo encantado” –le dije. Olga sonrió y dijo: “Vamos a mi cuarto, como eres mi hombre tienes que dormir con tu mujer” –dijo poniéndose de pie. Nos fuimos a su cuarto y nos quedamos tendidos sobre la cama, desnudos como dos amantes.

Se estaban convirtiendo en mis mejores vacaciones que había tenido. No había momento del día en que no me la estuviera cogiendo, habíamos perdido tanto el pudor que andábamos desnudos en la casa y yo siempre con la verga lista para metérsela en cualquier momento. Pasaron los días y llamó mi madre para saber cómo estábamos, mi abuela le dijo que la estaba pasando de mil maravillas conmigo, que siempre hacíamos algo entretenido. Mamá estaba contenta al saber que nos llevábamos tan bien con mi abuela. “En un par de días estaré por allá, así me cuentan sus aventuras” –dijo mamá. “Claro hija, te estaremos esperando” –le contesta mi abuela. Cortó la llamada y Olguita enseguida se puso a chuparme la verga, ya la tenía dura porque ella entre líneas le estaba diciendo a mi madre que me la estaba cogiendo. Sus años de experiencia se notaban, ya que se la comía de una forma tan exquisita que me hacía gemir disfrutando de como su puta boca me daba placer.

Nos fuimos a la sala y sobre la alfombra nos pusimos a coger como condenados, presos de la lujuria y el morbo de tan perversa relación incestuosa. Olga gemía y me pedía que se la metiera con fuerza. “Soy una hembra que sabe satisfacer a su macho” –me decía entre gemidos. Atrapó mi cintura con sus piernas para que pudiera metérsela como ella estaba pidiendo. “¡Oh, Marcos, me gusta cómo me coges!” –decía mientras gemía como loca tirada en el piso. “Olga, me encanta cogerte y hacer que revivas esas cogidas de antaño” –le decía, mientras seguía metiéndosela con fuerza. “Sí, dale verga a esta vieja caliente” –me decía, apretándome más hacia ella. Sus tetas bailaban al ritmo en que me la cogía, era tan excitante escucharla gemir, ya que lo hacía de manera intensa. “Ponte en cuatro” –le dije. “Sí mi cielo, cógeme como tú quieras” –dijo. Se acomodó y se puso como le había indicado. Hambriento de morbo me metí entre sus nalgas para lamer su agujero. “¡Ah, qué rico! Hace tiempo que no sentía una lengua ahí” –dijo empezando a gemir salvajemente. Sonreí con perversión y cuando tuve su culo lubricado por mi saliva, sin decirle nada se la metí por ese apretado agujero que había estado cerrado al placer. “¡Hijo de puta! ¡Mi culo!” –dice ella en un grito agónico. “No te quejes Olga, sé que te gusta” –le respondí. “Sí, mi cielo, me encanta” –dijo con lujuria. Me tomé de sus caderas y le empecé a dar verga a ese culo como un macho en celo. “¡Oh, Dios mío!” –decía entre gemidos, me pedía que se la metiera entera con fuerza, ya el dolor de su culo había desaparecido y dejado a placer en su lugar. “¿Qué piensas que diría mamá si nos encuentra así?” –le pregunté. “Diría que soy una vieja puta y tú un pervertido” –respondió. “¿Lo eres?” –pregunté. “Lo soy para ti ahora” –respondió gimiendo más intensamente. “Coges tan rico Olga” –le decía mientras seguía dándole duro a ese culo. “¡Oh, papito, por ti estoy así!” –dijo. Ambos sudábamos pero disfrutábamos del sexo prohibido y fantaseábamos con la idea de ser descubiertos por mi madre y pensar en lo que diría al ver a mi abuela dejándose perforar el culo por su nieto.

El placer era tan intenso que Olga pronto estaba siendo golpeada por un intenso orgasmo que la hacía temblar y gemir como loca. Minutos después la tenia de rodillas en la sala chupándome la verga para recibir mi semen, su cara quedó llena de semen que le escurría, a pesar de su edad la veía de manera sensual pasando su lengua para tragarlo, era toda una puta. Ya al atardecer fuimos a dar una vuelta al campo, le dije que no usara ropa interior, que se pusiera solo un vestido para cubrirse. En eso nos encontramos con una vecina que le pidió de favor sacar a pasear a su perro, aprovechando que andábamos en eso. “Claro, no hay problema, tráelo” –le dijo. La señora fue a buscar a su mascota, un pastor alemán que no tenía cara de ser muy tierno. Como yo era el de la fuerza, la vecina me entregó la correa y dijo: “Se llama Bobby”. “Al rato lo traemos, no te preocupes” –le dice Olga. Seguimos caminando y tomamos un camino que nos llevaba a un frondoso bosque, saber que no había nadie cerca me ponía caliente y a medida que nos adentrábamos en el bosque mi verga se ponía más dura. Cuando ya estuvimos alejados del camino le dije que se detuviera, saqué mi verga y la puse de rodillas ella entendió bien lo que debía hacer, abrió el cierre de mi pantalón y empezó a chupármela sin decirle nada. “¡Oh, que rico la chupas!” –le dije. Ella no dijo nada solo siguió tragándose mi verga. Me olvidé que tenia al puto perro de la vecina y solté la correa para entregarme por completo a la boca de Olga que me estaba dando placer. De pronto miro a un lado y estaba sentado mirando como el mejor de los voyeristas, no perdía detalle de como Olga me la chupaba. No le di mayor importancia, ya que su presencia para mí era indiferente en ese exquisito momento.

Pasaron unos minutos, Olga seguía con su boca pegada en mi verga y miro hacia donde estaba el estúpido perro ese, no estaba por ningún lado, tampoco me importó mucho donde se había metido, ya que mi preocupación era eyacular en la boca de Olga. De pronto, mis ojos se abrieron por el asombro y el perro estaba olfateando la entrepierna de Olga por encima del vestido. Me pareció una escena caliente, ver al perro queriendo hurgar en la entrepierna de Olga, ella levantó los ojos y sonrió porque se dio cuenta de que sabía en lo que estaba ese animal. Con esa misma sonrisa descarada levantó su vestido un poco más, entonces el perro de la vecina pudo meter su nariz entre las nalgas de Olga. No podía más con la calentura, entre la mamada que estaba recibiendo, más lo que mis ojos veían era como si el infierno ardiera en mí. No podía decir nada, estaba estático, perdido al ver como ahora la lengua del perro se perdía en el culo de Olga, era excitante y morboso, tanto como cogernos.

El morbo, la excitación y la perversión se apoderó de mí, saqué mi verga de su boca y la miré a los ojos, no hubo necesidad de decirle nada, sola se quitó el vestido y se puso en cuatro, como si Bobby supiera lo que debía hacer metió su hocico en la vagina de mi abuela y empezó a lamer, ella de inmediato comenzó a gemir descontrolada y decía: “¿Ves de lo que soy capaz de hacer para complacerte?”. No le dije nada, solo agarré mi verga y me empecé a masturbar viendo su espectáculo. Los instintos del animal se hicieron presentes y se puso en dos patas, atrapando las calderas de Olga y empezó con esos movimientos bruscos buscando acertar su verga en algunos de los orificios destinados al placer. Fue un minuto de intentos fallidos hasta que al fin pudo metérsela en la concha. Olga dio un alarido de placer al sentir como la embistió con fuerza. De golpe la verga entró y él se movía con fuerza, hasta que se quedó quieto y pasando una de patas por encima de mi abuela se giró y quedaron pegados. “¡Por ti mi cielo soy una perra!” –me decía con su voz llena de placer. Estaba tan caliente que no aguanté y me puse de rodillas frente a su boca, la que recibió mi verga de manera lujuriosa y la empezó a chupar perversamente. Con el morbo en ebullición empecé a moverme para cogerle la boca, no tenía compasión con ella, haciendo que se ahogara y que babeara por ser tan caliente. Olga respiraba agitada por su nariz porque mi verga no le daba descanso. En un momento, le saqué la verga y me dice: “No sé cuántos orgasmos he tenido, me gusta que seas pervertido”. Escucharla hablar me calentaba más, ya que su voz se mezclaba con gemidos placenteros, me masturbé y llené su boca de semen, la que agradecida tragó. En eso, Bobby sacó su verga y de la vagina de Olga chorreaba semen, el perro se tiró en el piso y empezó a lamerse, le dije a mi abuela: “Míralo, pobre, necesita que lo ayudes”. Sin pensarlo dos veces se puso entre las piernas del perro, empezó a lamérsela y a chupársela tal como lo hace conmigo, el perro estaba quieto tal vez disfrutándolo pero se veía que le gustaba. Un poco más de chorros de semen salieron expulsados que se fueron directo a la boca de Olga.

Ya se estaba haciendo tarde y volvimos a dejar al perro, nos fuimos a la casa satisfechos y listos para seguir cogiendo esa noche. No cenamos, nos fuimos directo a su cuarto presos de la calentura, cogimos como posesos hasta la madrugada y nos dormimos, para mañana empezar un nuevo día. Al levantarme Olga estaba en la cocina, casi me cai de espanto cuando vi a mi madre, la saludé algo nervioso. “¿Lo has pasado bien?” –preguntó. “Sí, de maravilla. La abuela me ha atendido como príncipe” –le respondí. “¡Qué bueno! Es que mamá es tan linda” –dijo ella. Las ganas de coger con Olga debían esperar hasta que se fuera mamá y obviamente también tendría que quedarme en el cuarto que había estado antes. Desayunamos y yo no desaprovechaba la oportunidad de meter mi mano entre las piernas de mi abuela, para jugar un rato con su clítoris y ver si sabía comportarse o mejor dicho contenerse. Miraba su cara y ella miraba a mi madre intentando esbozar alguna palabra para quitar su atención a lo que estaba haciendo, pero era inevitable que abriera sus piernas para dejarme tocarla mejor. No sé si mamá se daba cuenta por las expresiones de Olga, ya que intentaba mantener la conversación como si nada estaba pasando. Le contaba que habíamos ido a caminar y fuimos al bosque, obviamente no le dije que pasó pero sí que nos habíamos divertido. “Mamá, ¿te pasa algo? Estás colorada. ¿Estás bien?” –le pregunta. “Si hija, debe ser el calor, sabes que en esta época hay más de 35 grados” –le responde. “Sí, es verdad. El calor es sofocante” –le dice mi madre. “No sabes cuánto hija, ni te imaginas” –responde Olga. El desayuno fue devastador para mi abuela, contenerse de tener un orgasmo en frente de su hija fue una tortura, no podía evidenciar el juego perverso que había debajo de la mesa.

El día pasaba y yo estaba caliente, quería coger, pero me tuve que conformar con masturbarme en el baño. No sabía cuánto tiempo se iba a quedar mi madre, pero si se quedaba hasta el final de las vacaciones, se irían a la mierda mis días lujuriosos con Olga; ahora solo me quedaba la paja o buscar la forma de quedarme a solas con mi abuela y tener una buena acogida. Con la calentura emanando en cada uno de mis poros era imposible no tener la osadía de manosear a Olga cuando estábamos a la mesa. Ver su cara intentando de contenerse para no evidenciar lo que le hacía era todo un deleite para mi perversión; mi madre la observaba y siempre le preguntaba si se encontraba bien, la respuesta era la misma: “Estoy bien, no me pasa nada”. Pienso que no le convencía mucho esa respuesta, aunque no decía nada abiertamente, creo que si se daba cuenta de que había algo que hacía que mi abuela se pusiera así cada vez que nos sentábamos a la mesa.

En una de esas ocasiones, estaba tan caliente y empecé a jugar con la vagina de Olga debajo de la mesa, entonces ella por alguna razón no se pudo contener y dejó salir un gemido involuntario, los ojos de mi madre se abrieron pero guardó silencio y siguió observando. Los pezones grandes de mi abuela se notaban bajo la tela del vestido. El morbo era inmenso, quería pararme y que Olga me la chupara, pero solo la presencia de mi madre me detenía. Estaba con la verga a punto de reventar por la erección que tenía y quería desahogarme de alguna forma. Siempre que ya estaba a punto de delatarme, me levantaba y me iba al baño a hacerme una buena paja para calmar mi ímpetu, ese día no fue la excepción, me fui al baño para descargar mi calentura que era infernal. Cuando volví estaban las dos en la sala charlando. “¿Qué más han hecho? Se ve que se la han pasado bien” –dice mi madre. “Pues, no mucho” –le respondo. “Pero se entretienen” –dice mamá. “Sí, mucho, Marcos es un amor” –le dice mi abuela. Las miradas de mi madre eran inquisitivas, buscaba respuestas, pero Olga entrelineas le insinuaba cosas, no sé si mi madre no las entendía o quería que fuéramos claros, pero algo intuía. En eso se levantó para ir a la cocina a buscar un vaso con agua, Olga se acercó a mí y tocó mi verga que ya estaba tiesa, me susurra: “No sabes como la extraño”. Ninguno de los dos se dio cuenta que mi madre nos estaba mirando y dice de la cocina: “Ahora entiendo todo”. Me quedé petrificado, era como su hubiese mirado a Medusa a los ojos. “¿Qué entiendes? Marcos no es un niño y yo sigo siendo mujer” –le dice Olga. “¿Cómo me dices eso? ¡Es tu nieto de quien hablas!” –le dice mi madre. “Sé perfectamente lo que dices, pero no voy a aguantar que me vengas a dar sermones en mi casa” –le dice Olga.

Sin decir nada más, me bajó el pantalón, dejando mi verga en libertad y la aprisionó con su mano. “Ahora, si no te molesta, tengo que satisfacer a este macho” –dice masturbándome lentamente. Olga había perdido el pudor y el respeto por su hija y empezó a chupármela como sabe hacerlo. Mamá no podía creerlo, solo me dejé llevar por la calentura y mi razonamiento se fue a la mierda. Ya no importaba nada, nos habían descubierto y no teníamos que escondernos, pero el golpe para mi madre fue como un balde de agua fría al saber que ambos nos cogíamos y lo estábamos haciendo delante de ella. Se quedó mirando por unos minutos y caminó hacia nosotros con la intención de increpar a Olga, pero ella le había dicho que no quería sermones. “Veo que te la pasas muy bien con mi hijo. No les puedo decir nada, tampoco puedo hacerme la indiferente, habiendo tantos hombres jóvenes con quien podrias coger, tuvo que ser mi hijo” –le dice mi madre sin despegar sus ojos de lo que veía. Olga se detuvo y le dijo: “Nadie nos obligó, lo hacemos porque queremos. Además, es imposible resistirse a esta deliciosa verga”. “¡Mamá, por Dios!” –le dice mi madre. “Dime si no es cierto. ¿Seguro no te dan ganas? Si no fuera así ya te hubieses ido” –le dice Olga. Mamá se sentó al otro lado y pasó sus manos por mi pecho. “Eres todo un hombre” –me dijo con un tono morboso. En ese instante mi mente voló, no lo podía creer. Olga la miró con lujuria y le cedió el lugar. Algo dubitativa mi madre se quedó pensando unos segundos, después de un suspiro intenso se decidió, empezó a jugar con mi verga tomándola en su mano, masturbándome deliciosamente. Olga se quitó el vestido y se empezó a masturbar, era una escena llena de perversión, me iba a coger a mi madre y a mi abuela. Mamá me la empezó a chupar lentamente, aumentando poco a poco su ritmo; lo hacía tan exquisito como su madre, los gemidos de Olga le daban ese matiz morboso al ambiente. Mi madre se quitó el vestido que tenía puesto, su cuerpo era hermoso, adornado solo por una diminuta tanga y un brasier que apenas ocultaba esas deliciosas tetas. Se quitó la ropa interior y se recostó en el sofá con las piernas abiertas, su vagina estaba perversamente mojada, entonces Olga hizo algo que no pensé haría, se metió entre las piernas de mi madre para dar un recorrido incestuoso por su vagina, pensé que en ese momento ella le diría que parara pero solo dejó que la lujuria hiciera su trabajo, empezó a gemir deliciosamente. Ahora tenía la oportunidad, sin decir nada le clavé la verga a mi abuela y me empecé a mover violentamente.

No sabía si estaba en un sueño o era realidad pero sé que también para ustedes es difícil de creer, pero lo estaba disfrutando como un loco. “Esto no es normal, pero lo estoy gozando” –decía mi madre entre gemidos. Se agarraba las tetas y las apretaba, tenía la misma habilidad de Olga de chuparse las tetas ella misma, era tan perverso verla haciéndolo que mi calentura aumentaba en cada segundo. “Ahora Marcos, cógete a tu madre” –dijo Olga. Obviamente era algo que deseaba hacer y que mi madre esperó con las piernas abiertas. Sentir como mi verga entraba lentamente en su vagina, fue un delicioso placer, ver esa cara de deseo, los ojos llenos de lujuria y su voz diciendo: “¡Cógeme hijo!” –se convirtió en un detonante a mi perversión. Empecé a moverme con fuerza, haciendo que nuestros cuerpos chocaran en un ritmo desenfrenado de morbo, los gemidos de Olga que se masturbaba viéndonos eran envolventes, eróticos, sensuales; me motivaban a embestir con más fuerza. Con toda la perversión que corría por mis venas me cogía a mi madre, mirándola a los ojos, sus ojos de puta caliente pidiendo más en cada embestida. Ya no podía resistirse más, sus gemidos la estaban delatando, estaba cercana a un delicioso orgasmo provocado por la verga de su hijo. “¡Ay, Marcos, no te detengas! ¡Sigue, por favor! ¡Dame duro!” –decía aferrándose a mi cuello y gimiendo como poseída. Totalmente desaforado la embestía con una fuerza que la hacía estremecer, también estaba a punto de acabar y me ponía caliente en la vagina de mi madre.

Al fin ambos al unísono acabamos, regalándonos un pervertido orgasmo lleno de placer y de morbo. Envueltos en sudor y con la lujuria en los ojos nos dimos un tierno beso. Olga se lanzó embelesada a lamer la vagina de mi madre para sacar el semen que había dejado y beberlo junto a los fluidos de su hija, sin dudarlo para mí fue un momento sublime. Arreglamos nuestra ropa y nos quedamos sentados en el sofá, yo estaba en medio y una a cada lado mío. Debo decirles que fueron más que unas vacaciones para desconectarme del mundo, sino un momento en que sucedieron cosas que no esperaba, descubrir que mi abuela y mi madre son unas excelentes amantes, que me complacen con ese especial morbo entre lo correcto y lo prohibido; eso lo hace más interesante. También deben saber que todos los fines de semana nos vamos el domingo con mi madre a visitar a la abuela y así seguir siendo los mismos calientes y pervertidos incestuosos que se disfrutan en la soledad y desconectados del mundo.

 

 

Pasiones Prohibidas ®

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