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martes, 26 de septiembre de 2023

57. Perdido en la noche

 

¡Hola a todos! Soy Natasha, una chica proveniente de Rusia. Tengo 24 años, 1.78 de estatura, pelo negro largo que alcanza el inicio de los hoyuelos de mi cadera, ojos negros y varios tatuajes repartidos en mi cuerpo. Mis medidas son 95-61-98. El gimnasio es parte de mi vida desde los 17 años, por lo que me enorgullezco de mi vientre plano, mis nalgas redondas y mis piernas bien torneadas: Vaya, mis medidas son mejor que el promedio de mis compatriotas rusas; tanto que mis amigos suelen bromear que debo tener sangre latina corriendo en las venas y tal vez sí y  si supieran lo caliente que soy, más lo pensarían.

 

Mi padre fue comisionado por el gobierno a trabajar en la embajada que está en Chile. Lo que significó dejar todo y trasladarnos a este país que ni siquiera sabía que existía. Es raro, me gusta como es la ciudad, se ve hermosa de noche, lo digo porque vivimos en el sector Oriente de Santiago y tengo una vista privilegiada de la cuidad iluminada en la noche. Aunque no hay mucho que hacer, me la paso en la piscina casi todos los días, algunas veces voy al Costanera Center a mal gastar dinero y otras tantas hago algunas travesuras con las que mato el tiempo. Mi madre también pertenece a los Cuerpos Diplomáticos de mi país, por lo que me la paso todo el día sola. Entre la custodia que tenemos de policías chilenos y guardaespaldas proporcionados por la embajada se me va el día, que me hace pasar encerrada, ya que a donde voy me siguen para cuidarme.

Una noche en que mis padres estaban invitados a una cena con otros embajadores y el Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, decidí quedarme en casa y disfrutar de mi aburrida vida de hija de diplomáticos. Tendida en la cama, sin mucho que hacer, tomé mi celular y entré a ver el mejor inventó que el hombre pudo haber hecho en varios años, el porno. Presa de las imagines que ese proyectaban a mis ojos, decidí jugar con mi cuerpo de esa forma perversa que me gusta tocarme. Sentada en la cama, miraba con detenimiento el video y me tocaba suavemente, sintiendo como mis pezones se colocaban duros, los apretaba con mis dedos y respiraba agitada sintiendo esa exquisita presión. Cuando mis dedos se deslizaron a mi vagina no pude aguantar las ganas de dar un gemido intenso, seguí jugando con mis dedos hasta que sentí un sonido un tanto particular. Decidí dejar mi jueguito de lado y me asomé por la ventana para ver qué pasaba. Andaba un perro enorme corriendo por la calle, sin duda estaba perdido, ya que traía una cadena gruesa de un metro y medio aproximado atada al collar. Era un Gran Danés, negro y raspaba la calle y producía ese sonido característico cuando hace fricción con el suelo. “Se le habrá escapado a alguien y el pobre anda buscando regresar” –pensé.

 Seguí mirando por la ventana pero no se veía nada, así que decidí mirar que deparaba Twitter, ya que el endemoniado calor causaba estragos, me llamó la atención la publicación de una amiga que vive en Ekaterimburgo, sobre el “Coconut challenge”. El que consiste en cabalgar el miembro de tu pareja y 'deletrear' la palabra “Coconut” con la cadera (Si, ya se imaginarán una faena legendaria) y había algunos enlaces  de videos XXX amateur de chicas haciendo el challenge, qué me prendieron al mil y me dieron ganar de jugar e intentarlo para pasar el rato y aprovechar la calentura de la temporada, en pleno verano y sin un tiempo considerable sin coger.  Así que saque mi dildo que escondo muy bien bajo uno de mis cajones, lo pegué en el piso y me hice a un lado la diminuta tanga al tiempo que dejaba caer al suelo mi brasier. Me metí a la boca dos dedos y me lubriqué un poco mi vagina depilada, lista para comenzar cuando escuché un sonido metálico proveniente de la calle, no le presté atención al inicio pues mi calentura estaba al borde así que mordiéndome el labio inferior me ensarte a mi venoso dildo poco a poco; se me salió un gemido ahogado mientras mis nalgas llegaban al piso señalando que había devorado por completo el falo artificial. Comencé a moverme de arriba a abajo lentamente para lubricar un poco más y entonces comencé a mover mi cadera para formar la letra “C”, lo hice lentamente mientras se me escapaba otro gemido involuntario. ¡Oh Dios! Sentía el dildo tocar toda mi cavidad, enseguida moví nuevamente mi cadera para formar la letra “O”, masajeando un poco mis redondas tetas y apretando mis pezones con los dedos “¡Ah, esto es delicioso!” –decía entre jadeos mientras de mi vagina se escapaba un sonido húmedo como un chupón producto de la fricción húmeda con el dildo, nuevamente moví la cadera para formar la letra “C”, estaba tan caliente que en ese poco tiempo estaba jadeando y a punto de tener un orgasmo cuando escuché nuevamente aquel sonido metálico que me sacó de mi trance.

Me detuve entre jadeos con el dildo aún dentro de mí para identificar de dónde provenía ese sonido. Nuevamente se escuchó pero está vez más prolongado por lo que tuve que detener por completo mi faena y levantarme. Me asomé por la ventana pues parecía provenir de la calle y fue entonces que vi al hermoso perro perdido. Era el sonido de su cadena arrastrando que se escuchaba ya que la calle estaba desierta. Parecía estar buscando algo o a alguien pues se detenía cada tanto a olfatear y voltear en varias direcciones. Yo estaba aún extasiada por los breves momentos de lujuria que acababa de tener pero una de mis debilidades son los animalitos y en especial los perros pues tenía bellos recuerdos de mi adolescencia con mis canes en Rusia. “Pobrecillo, pensé, quizá no ha comido” –pensé. Pues lo observé olfateando y mordisqueando algo en un árbol a unos metros de la barda del patio de mi casa. Saqué un poco más mi sudado cuerpo desnudo por la ventana para ver si encontraba a su dueño, pero la calle estaba desierta.

En ese momento se me ocurrió salir a darle algo de comida y agua ya que el clima seguramente lo tenía agotado y sediento. “Tendré que dejar para más tarde el challenge” –pensé mientras me acomodaba mi tanga y se me dibujaba una sonrisa en el rostro. Tuve que ponerme de vuelta mi short ajustado de mezclilla que dejaba al descubierto un poco de mis nalgas y una playera de manga corta con el logotipo de Metallica que solo me tapaba el pecho. Fui al refrigerador y saqué un par de salchichas y en un recipiente serví agua fría. La noche estaba muy calurosa, salí de casa y sentía como escurría un poco del sudor entre mis pechos proveniente de mi cuello. Había olvidado ponerme tenis pero no me importó: Traía calcetas largas deportivas y acolchonaban un poco mi caminar por el pasto que cubría el patio que rodeaba mi casa.

Abrí la puerta del patio y no vi al perro, así que salí para mirar a ambos lados de la calle cuando alcancé a escuchar nuevamente el sonido de la cadena: El perro se había acercado a un carro y estaba olfateando un llanta para posteriormente levantar una de sus patas traseras y orinar sobre la misma. Lo seguí y comencé a llamarlo: “Ven perrito, toma tengo algo para ti” –le dije mientras le mostraba las salchichas para que se acercará. El perro volteo pero era evidente que no entendía mi idioma, sin embargo al acercarme más percibió el aroma de la comida y comenzó a caminar hacía a mi cautelosamente.

El perro se acercó mostrando un poco los dientes y gruñendo levemente, lo cual me asustó pues no sabía si era agresivo y de pronto la idea de salir a darle de comer no me pareció tan buena. Sin embargo, ya que se acercó a mi lado comenzó a olfatear las salchichas y se engulló una. “Vaya que si tenías hambre” –le dije mientras me agachaba para acariciarlo y ver su placa de identificación. En ese momento no entendía que decía (Después supe que se llamaba Rino). Mientras el perro comía la segunda salchicha me levanté y camine un poco para buscar a la persona que se le escapó pero la calle seguía desierta. De hecho no pasaba tampoco ningún carro. Eran aproximadamente las 9 de la noche y era normal que en ese barrio, la calle estuviera así. El perro había terminado de comer y se acercó por detrás lamiéndome el dorso de la mano buscando más comida. “Ven, te daré un poco más” –le dije. El perro no entendió mi lenguaje pero aún así me siguió a la casa. Pensé en darle de comer y esperar con el en la puerta un rato con la finalidad de que su dueño o dueña apareciera buscándolo. Así que lo metí al patio y le acerqué el recipiente con agua: “Bebe esto, iré por más salchichas” –le dije acariciando su lomo. Sin embargo, no tomo agua y en su lugar comenzó a olerme la entrepierna. “¡Ey, detente! ¡Bebe tu agua mientras voy por comida!” –le grité. Esto me trajo una ola de recuerdos que habían quedado en el olvido o al menos eso creía hasta ese momento. El perro al escuchar el grito y sentir mis manos empujarlo bruscamente se detuvo y se quedó quieto viendo como me alejaba. Me metí a la cocina y sentí un cosquilleo en mis piernas y recordé lo mojada que había estado hace unos momentos antes de salir por el can. De hecho, fueron mis jugos embarrados en mi ropa interior lo que habían invitado al perro a olfatearme. Para él olía a una perra en celo lista para ser montada.

Empecé a recordar aquellos encuentros de mi adolescencia con mis mascotas lo cual hizo que me prendiera más de lo que ya estaba así saqué las salchichas del refrigerador, me desabroché el short y comencé a acariciar mi conchita con las salchichas: La frialdad de los embutidos hicieron que la sensación fuera más placentera, mis piernas me temblaban con cada roce e instintivamente me metí una mano bajo mi playera para acariciar mi tetas sedosas. En ese momento escuché un chillido y un rasguño en la puerta de cristal que da al patio. Había olvidado por un momento al perro, pero comenzaba a dejar a un lado la idea de esperar a su dueño y mejor dejarlo conmigo por esa noche. Le abrí la puerta y comenzó a saltar alrededor de mi juguetonamente.

“Ven conmigo” –le dije tímidamente, tomándolo de la gruesa cadena y subiéndolo por las escaleras a mi habitación. Parecía que se imaginaba que iba a pasar pues iba muy quieto y olfateando fuertemente: Estaba aspirando mis feromonas de perra en brama. Al entrar a mi cuarto puse seguro en la puerta mientras el gran danés se me quedaba viendo plácidamente detrás de mí. El dildo seguía en el piso lleno de mis jugos por lo que enseguida se acercó a olerlo para después comenzar a lamerlo como loco. “¿Te gustan mis juguitos? ¡Tengo más para ti!” –le dije mientras dejaba caer mi short al piso. Me acerqué hacia él, seguía hipnotizado pasando toda su enorme lengua por el juguete sexual. Lo hice a un lado y le dije: “Tu perrita te va a dar un espectáculo especial para que te prepares mejor”. El perro no entendía de lenguajes pero comprendía de la naturaleza de hembras pues comenzaba a asomarse su gran verga roja brillante. Se veía gorda pero no podía ver su largo real pues aún no salía por completo. “Quiero que me enseñes que me voy a devorar está noche” –le susurré en su oreja, mientras él lamía el sudor de mi cuello. Cómo pude lo hice a un lado, el can parecía bien adiestrado pues hizo caso mientras me veía ensartándome nuevamente el dildo. Estaba nuevamente a deletrear el estúpido reto del “Coconut” mientras el cuarto se llenaba del aroma de mis fluidos y el gran danés chillaba mientras me observaba. Estaba yo vuelta loca, estaba deletreando con mi cadera letra por letra mientras el can daba vueltas y chillaba. “¡Ah, quiero ver tu verga, no seas tímido” –le decía entre gemidos. El perro se quedó un minuto viéndome mientras me percataba que su verga estaba en todo su esplendor colgando: Era descomunal, por su raza era algo normal pero yo no estaba acostumbrada a ver algo así todos los días, yo seguía cabalgando el dildo frenéticamente. “¡Oh Dios, no! ¡Ah, no aguanto más!' y estaba a punto de terminar nuevamente cuando el perro se acercó y comenzó a gruñir, quería a su perra, quería follarme inmediatamente y a mí me asustó un poco pues se acercó por atrás y me mordió levemente el cuello: Quería tenerme a su disposición de forma inmediata.

Levanté mi cadera para sacarme el dildo y dejé escapar un gemido fuerte que debió escucharse en toda la casa. Avance sobre mis rodillas y quedé en posición de perra a lado de mi macho jadeando y con mi cuerpo empapado de sudor. De mi vagina escurrían mis fluidos blanquecinos, el dildo estaba igual y en el piso había más de mi líquido. El perro me tomó con sus patas delanteras por mi cadera, mi tanga estaba a un lado hecha una sopa. “¡Hazme tu hembra! ¡Quiero sentir tu verga adentro!” –le dije con la respiración cortada y entre jadeos. En ese momento me percaté de lo descomunal que era el tamaño de mi macho: En 4 patas era mucho más grande que yo, debía medir cerca de 1.80 y pesaba muchísimo. Sentía como empujaba su cadera tratando de atinar su verga a mi vagina, la tomé con mi mano derecha y lo dirigí; estaba salpicando líquido preseminal a chorros. Mis nalgas estaban completamente empapadas de los chorros recibidos. Un par de estocadas después el perro entró por completo: Dejé escapar un grito de dolor que cualquier vecino que haya escuchado debió pensar que me estaban matando. Se quedó quieto un segundo y comenzó su vaivén de caderas frenético. Se debió escuchar por toda la casa el típico sonido de aplausos producto del choque de su cadera con mis nalgas. Estaba como loca, mi respiración estaba muy agitada apenas podía articular gemido alguno. “¡Ah, así así amor! ¡Ay, no dejes de metérmela!” –balbuceaba. Mis gemidos eran ruidosos, mi ventana estaba abierta y debían escucharse hasta la calle que aún se mantenía silenciosa.

Por el peso del perro mis brazos estaban cansándose, así que cómo pude los apoyé sobre la cama. Mi macho no dejaba de taladrarme mi conchita que ya me ardía pero era más el placer que sentía que lo aguantaba. Las embestidas frenéticas del animal continuaban, se escuchaba por toda mi habitación por el choque de cuerpos y ahora por apoyarme sobre la cama se escuchaba el golpeteo de la cabecera en la pared de forma rápida y violenta, al mismo tiempo que el sonido de su verga al entrar a mi vagina llena de fluidos hacia ese sonido húmedo peculiar del sexo. “Así amor. Ah, así. Hazme tu perrita” –decía mientras le acariciaba el cuello con mi mano izquierda. El perro continuaba dándome verga con violencia, cuando de pronto comencé a sentir la presión que hacía mucho no sentía, su nudo comenzaba a entrar mi vagina para asegurar que su perra quedará llena de su semen. Fue demasiado tarde, el nudo comenzó a entrar mientras yo bufaba de dolor; sentía como se abría paso por mis estrechas paredes expandiéndolas lentamente a su paso. Una lágrima salía de mis ojos y el sollozo fue involuntario. “Esto me pasa por puta caliente” –pensé.

El perro quedó quieto sobre mí, con sus patas sobre mi espalda mostrando dominación sobre su hembra conquistada y a punto de ser llenada con su delicioso esperma. “¡Ah, mi amor. Me estás haciendo gemir como una perra!” –le decía; sabía que mis gemidos se debían escuchar deliciosos para sus oídos, pues sentí como su verga palpitaba dentro de mi conchita, lo que significaba que estaba eyaculando; mis gemidos parecían aullidos perrunos de dolor. Me quedé quieta gimiendo y jadeando con los ojos entrecerrados y mi cara sobre la cama: Debo verme como una puta en su máxima expresión, pensé. Mi pelo negro enmarañado y húmedo de sudor caía sobre mi cara. Llevaba abotonada cerca de 35 minutos cuando escuché la puerta de la entrada abrir. ¡Eran mis papás! No me había percatado del alboroto que significaba su llegada, por la escolta policial, los guardaespaldas y todo lo que significaba. Me asusté mucho pero me intenté tranquilizar pensando en que mi puerta estaba cerrada con seguro y no podrían entrar. Para mí mala suerte mi macho empezaba a jalar para desabotonar me, el muy hijo de puta había terminado y quería dejarme ahí así. Lo intente agarrar de las patas traseras pero fue inútil pues con un movimiento muy doloroso para mí, quitó sus patas delanteras de mi espalda y se comenzó a colocar cola con cola para destrabarse de mi vagina.

El dolor y el placer se combinaban pero mis papás estaban subiendo. “Natasha, ya llegamos. ¿Sigues despierta?” –preguntaron en voz alta. Me quedé quieta y callada, el Gran Danés comenzó a gruñir un poco. Lo intenté calmar pero seguía, se escuchaba los pasos de mi padre acercándose. Mis gemidos los silencié mordiendo la sábana de mi cama con fuerza por los tirones que me daba el perro. Se escuchaba con cada tirón como si saliera mucho aire de mi vagina ultrajada, combinado con un sonido pegajoso por los fluidos de ambos. “Quédate quieto mi amor, que si nos pillan tendremos problemas” –le susurré al mismo tiempo que se me ocurrió apretar mis paredes vaginales para aprisionarlo más. Yo no sé si los perros tengan orgasmos pero estoy segura que debió sentir más placer pues se quedó callado y quieto mientras yo sentía nuevamente su verga palpitar provocándome un orgasmo más. Tocaron la puerta de mi habitación, mi corazón se aceleró, tenía miedo, pero el placer era más intenso. “Hija sigues despierta?” –preguntó mi padre; yo no dije nada pues estaba haciendo un esfuerzo descomunal mientras seguía mordiendo con más fuerza la sábana y mi macho estaba estático sintiendo su verga aprisionada y chorreándome más semen caliente.

Sentí un gran alivio al escuchar los pasos alejarse a su habitación. En ese momento deje de hacer presión y mi macho comenzó a avanzar hacia la puerta arrastrándome con él, el muy cabrán quería ya destrabarme pero yo me alcancé a aferrar de una de las patas de la cama para evitar que siguiera arrastrándome pues me dolía mucho. Ahora estaba aferrada con mis manos a las patas de la cama y mi boca a la sábana para aguantar mis gritos, no podía más cuando de pronto sentí mi vagina vacía y húmeda, soltando un gemido intenso que pensé escucharían mis padres. No fue así. Me quedé tirada boca abajo mientras mi macho se ponía a lado mío con su verga palpitando. Yo me quedé ahí tirada, con las nalgas arriba esperando que saliera el río de semen, pero nada, mi útero debió tragarse todo el semen. “Al menos no tendré que limpiar” –fue mi último pensamiento mientras mis ojos se cerraban y una sonrisa se dibujaba en mi rostro.

Me quedé dormida sin darme cuenta. A la mañana siguiente desperté con una exquisita sensación en mi vagina, mi amante peludo estaba dándose un festín con su lengua, bebiendo mis fluidos que salían de mi inerte cuerpo. ¡Oh, eres un maldito caliente!” –le dije. Él seguía entretenido y yo aguantando las ganas de gritar, porque ya había gente en la casa; los empleados de la embajada, la policía que montaba guardia en las afueras de la residencia y mis padres. Me regaló con su lengua un delicioso orgasmo que me dejó sin fuerzas en la cama. Como pude me levanté y me fui al baño para darme una ducha, me arreglé y salí con el perro de mi habitación, al verlo mi papá me preguntó: “¿Ese animal de dónde salió?”. “Estaba perdido anoche y lo entré. Durmió en mi habitación pero se portó como un caballero” –le respondí. “Bueno, veamos si alguien lo reclama” –dijo él no muy convencido. Pasaron las horas y el perro estaba ansioso, quería seguir jugando con mi conchita, yo estaba caliente pero no podía más que aguantarme las ganas de que me cogiera como su perra una vez más.

Nadie lo reclamó, me sentí contenta por eso, ya que estaría otra noche más conmigo. Papá dijo que se podía quedar esta noche, pero mañana tendría que irse a algún refugio de animales. Le dije: “Dejémoslo, al menos me sirve de compañía cuando ustedes salen a sus cenas protocolares”. “¿Te vas a encargar de él Natasha o será como las otras veces?” –me preguntó. “Me preocuparé de él, incluso limpiaré sus gracias” –le respondí. “Si es así, está bien, que se quedé” –dijo él. “Mañana lo llevaré al veterinario, para ver si está sano y que le hagan los chequeos necesarios” –le dije. Lo llevé a mi habitación, ya se había hecho de noche, me desnudé y me tendí en la cama con las piernas abiertas, en seguida entendió el mensaje, se puso en mi entrepierna y con su lengua empezó a escarbar mi vagina; la temperatura de mi cuerpo empezó a subir y rápidamente mis gemidos empezaron a brotar despacio, a media que se hacían intensos, tapaba mi boca para que no escucharan pero era casi imposible, por lo que tomé una de mis almohadas y la mordía para así intentar apagarlos. Esa placentera sensación recorría mi cuerpo con vehemencia, mis piernas temblaban y yo acariciaba mis tetas con lujuria. El orgasmo estaba a la puerta y golpeaba mi cuerpo para envolverme, torturada de placer dejé que la lujuria se apoderara de cada centímetro de mi piel. En el éxtasis del orgasmo trataba de abrir mis ojos pero no podía porque el placer era tan intenso que mi cuerpo no respondía. Sin darme cuenta estaba en cuatro con el culo al aire y mi amante peludo tomándose de mis caderas. Empezó con sus movimientos endemoniados, con el peso de cuerpo y sus embestidas me hizo caer con el pecho sobre la cama, mi culo quedó en el camino de su verga y como si nada se metió la punta de su verga, en un par de movimientos más mi culo disfrutaba de su miembro grande y grueso. “¡Mierda, mi culo!”-grité mordiendo la almohada.

Me quedé inmóvil, esperando a que mi culo se amoldara a su poderosa verga que se estaba posicionando perversamente; cuando estaba ya acostumbrada, la bola se abría espacio entre mis nalgas en invadía mi culo; me empecé a retorcer con lujuria sintiendo como se abría paso. Cuando entró por completo, sentía como su verga palpitaba y soltaba esos exquisitos chorros de semen que llenaban mi culito. “¡Perro de mierda, me destrozas el culo!” –decía sin dejar de morder la almohada. Yo babeaba y jadeaba, esa deliciosa sensación me tenía presa con la misma fuerza con que las patas delanteras del perro me aprisionaban. De un maldito tirón sacó su verga, lo que hizo que me perdiera en un intenso orgasmo. Mi culo quedó abierto, palpitando y chorreando semen. Había sido una feroz cogida la que recibí, el animal se quedó tendido en la cama lamiendo su verga, se veía apetitosa; por lo que no resistí las ganas de tenerla en la boca. Parece que él sabía lo que quería, ya que se echó dejando su brillante verga a mi disposición, me acomodé y la tomé, la metí en boca y la empecé a chupar hambrienta, deseosa; metía cada centímetro hasta mi garganta. Su verga empezó a palpitar frenética, expulsando semen el cual me deleité bebiendo delirante, eran interminables chorros que tragaba y me ahogaba con su eyaculación. “¡Ha estado exquisito tesoro!” –le dije y me tiré en la cama cansada. Me dormí y desperté pasado del mediodía. Me arreglé y salí con el perro para llevarlo al veterinario como había prometido. Estuvo toda nuestra instancia en Chile, hasta que volvimos a Rusia. Fue un amante perfecto que calmaba mis deseos lujuriosos de sexo. A pesar del tiempo que ha pasado lo extraño, ya que las noches de pasión fueron interminables, placenteras y con toda la lujuria que salía de mi entrepierna.

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®

6 comentarios:

  1. Uffff q exquisito relato cada línea cada expresión,momentos frenéticos de lujuria para ser apagada con un amante así delicioso.
    Como siempre un excelente relato Caballero

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  2. Que delicia
    Dejarse llevar por el deseo y disfrutar con quien te hace ser tan puta y tan libre
    Que rico placer... Besos Mr. P😘

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  3. Excelente relato, que descripción tan excitante de cada instante con el animal adueñándose de cada rincón. Gracias por compartir JOL

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  4. Que exquisito relato.
    Cada persona con sus demonios y que se pueda disfrutar, es genial y placentero a la vez.

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  5. Excelente relato. Muy rico muy lujurioso

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