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lunes, 13 de mayo de 2024

131. Ideas con mi hijo


Me llamo Carolina, tengo cuarenta y cinco años, soy delgada y rubia, pero mi color natural es castaño claro. Tengo ojos verdes y tez muy clara, mis senos siempre han sido grandes y como di a luz un niño, mis caderas se desarrollaron bastante, soy curvilínea. Mi esposo dice que me mantengo muy bien y él sabe cómo tratarme, por lo menos eso es lo que yo pensaba hasta cuando mi hijo llegó a la edad de dieciocho años.

Comencé a tener ideas con él, todas de carácter sexual. Deseaba a mi hijo y era mi secreto más recóndito, no se da cuenta de cuanto lo deseo. Se llama Luis, es mucho más alto que yo, tiene cabellos oscuros como su padre y obtuvo de mí el color de sus ojos y su piel clara como la leche. Estos deseos incestuosos se me declararon cuando descubrí que mi esposo me engañaba. No quiero a otro hombre, pero tengo que pagarle con la misma moneda pensé, en eso entró mi hijo a casa que venía de su partido de futbol, un poco chascón y sudado, mis bragas se comenzaron a mojar en ese preciso momento, supe que tenía que ser él.

Un sábado que mi esposo me dijo que debía trabajar, cosa que no le creí. Me quedé sola en casa con mi hijo y decidí hacer algunos movimientos. Me fui a la cocina con mi bata negra trasparente a preparar el desayuno para él y para mí. Bajo mi delgado camisón de noche, portaba solo una tanga minúscula. Mis senos bamboleaban libres de lado a lado mientras me movía por la cocina, en eso entró Luis y me sentí un poco defraudada cuando casi ni me miró, por un momento pensé que era muy joven y ciertos impulsos todavía no los tenía. Alegremente me saludó: “¡Hola, mamá! ¿Cómo estás?”. “Bien. ¿Qué vas a desayunar, hijo?” –le contesté. “Mami cualquier cosa tu hagas, será exquisita para mí” –dijo con una amplia sonrisa. Sin decir nada más se sentó a la mesa frente al mostrador donde yo me encontraba a preparar algunos panecillos de jamón y queso derretido, más algunos dulces del día anterior. Cómo necesitaba sacar una bandeja, inconscientemente levanté mis manos para alcanzar el estante más alto, mis blancas nalgas quedaron expuestas a los ojos de mi niño, al parecer esta vez él reaccionó a la vista de mis posaderas desnudas, lo vi moverse inquieto en su silla y sus mejillas se ruborizaron vistosamente, me acerqué hacia él haciendo que mis tetas se mecieran en mi pecho y sus ojos se abrieron sorpresivamente observando mis tetas a centímetros de su rostro. “Ten, hijo. Come todo lo que quieras, te amo” –le dije sirviéndole el desayuno. Estaba silente pero sus ojos no dejaban de mirar mis pezones que se habían endurecido sintiendo su insistente mirada.  “Gracias, mami. Yo también te amo” –me dijo moviendo sus manos torpemente para acercar el tazón de café.

“¿Tienes algo que hacer el día de hoy? Voy a necesitar algo de ayuda” –le dije sentándome frente a él con mi taza de aromático café caliente. “Bueno, teníamos que jugar un partido, pero con este aguacero creo que tendremos que suspenderlo” –me respondió. “¡Genial! Tengo una tarea para ti, luego te diré de que se trata, come tranquilo” –le dije. “¿Tomará mucho tiempo?” –me preguntó curioso. “Sí, puede ser, pero confía en mí, estoy segura de que te gustará” –le respondí mordiéndome el labio inferior y dándole una significativa mirada. Sus ojos no perdían ocasión de mirar mis tetas. Después del desayuno, me vestí y bajé al almacén de la esquina a comprar algunas cosas. Cuando regresé le encontré jugando con su consola, me acerqué a él y girando frente a él le pregunté: “Hijo, estás en la edad que comienzas a interesarte en las chicas, de seguro has visto muchas muy jóvenes y bien formaditas, comparándome con ellas ¿puedes decirme cómo me veo?”. Su joven rostro denotaba confusión, no sabía que responderme, pero me miró de pies a cabeza y luego expresó: “Mami eres muy linda, creo que muchas de ellas envidiarían tu cuerpo y tu porte” –me dijo centrando sus ojos en mis muslos y mi trasero. Aprovechando su interés en mi figura le pregunté en forma inaudita: “¿Te gusto? Pero no cómo madre, quiero decir como mujer. ¿Me encuentras atractiva?”. Inmediatamente me pareció una locura estar preguntándole a mi hijo algo así, pero él con un tono confiado me respondió: “Eres hermosa. ¡Me gustas mucho! Papá es muy afortunado de tenerte”. Me emocionó su respuesta, me acerqué a él y lo abracé con fuerza diciéndole: “¿Puedo contarte un secreto?”. “Por supuesto, soy tu hijo, puedes confiar en mí” –respondió. “Es relacionado con tu padre” –le dije. “¿Sí? ¿Qué sucede con él?” –con él. “Tu padre, bueno, él me está engañando con una compañera de su trabajo”.

No pude retener mis lágrimas al confesarle el engaño de mi esposo. Luis me abrazó con fuerza y comenzó a acariciar mis cabellos, mientras me decía: “¡Cálmate! No llores. Probablemente es solo un cuento que alguien mal intencionado te vino a contar”. “No hijo, encontré los mensajes en su celular y lo seguí un par de veces. Lo vi salir con ella y también los vi entrar en un motel. Nadie me ha contado nada, yo lo he visto con mis propios ojos” –le dije. “¡Oh, mami! ¡Qué estúpido! No sabes cuánto lo siento” –me dice Luis con tristeza. “Pero eso no es todo, hijo” –dije. “¿Has descubierto algo más?” –preguntó. “No, pero tu padre ya no me quiere, no me hace nada. ¿Entiendes? No me toca, me siento desesperada y yo pensé a ti. Perdóname hijo, pero te necesito. Quiero que tú seas mi hombre” –respondí sin esconder nada. Se separó de mi sorprendido, me miraba a los ojos y me dijo: “¡Mami, pero soy tu hijo!”. “Y yo soy tú madre, y te necesito a ti, no quiero otro hombre más que tú” –le dije con sinceridad. “¿Y si papá se entera?” –me preguntó. “Tu padre me está engañando, no creo que le interese más nada de mí” –le respondí. Luis trató de secar algunas lágrimas de mis ojos con su dedo, pero luego me acercó y comenzó a lamer mis mejillas, y limpiar mis lágrimas con besos, creo que esa fue su respuesta evidente, me abracé a él y llevé mis manos a su pecho, la segunda respuesta era la de su verga que comenzaba a crecer y a ponerse dura.

Cuando llevé mis manos a la hebilla de su cinturón no protestó, me dejó quitarle sus pantalones y bóxer, una verga de agradables dimensiones comenzaba a estirarse entre sus velludas piernas. No lo pensé siquiera y me lo metí a la boca, hacía algunos meses que no probaba el sabor exquisito de una verga. La de mi hijo era especial, era mía, yo lo había concebido dentro de mí. Él era mío por completo. Luis se retorcía de placer, yo seguí moviendo mi cabeza más y más rápido lamiendo y chupando su gruesa verga. Mi lengua se enrolló y la lamió por buenos tres minutos. Entonces él comenzó a dar señales de que estaba a punto de acabar, me agarró del pelo y trató de sacar su verga de mi boca, pero yo tomé sus manos y él entendió que quería su semen en mi boca. Seguidamente, puso sus piernas tiesas y temblorosas, su vientre se hundió, espesos y cálidos borbotones de semen brotaron de su verga palpitante, las ráfagas fueron muchas, ya no recordaba de haber recibido una descarga tan copiosa de esperma en mi boca alguna vez. Mientras eyaculaba lo miraba moverse y estremecerse con el movimiento de mis labios, estrujé su pene hasta la última gota, cuando estaba a punto de hablarle sobre lo acontecido. Sentí el carro de mi marido que llegaba a casa, rápidamente saqué su pene de mi boca y moví mi lengua para tragar los restos de semen. Le dije a mi hijo que se fuera a su cuarto a vestirse, yo corrí a la puerta a recibir a mi marido. Lo recibí fingiéndome complacida y luego le di un jugoso beso en la boca. Jamás adivinaría que segundos antes había mamado la verga de mi propio hijo. Me dio una sensación de empoderamiento, fue increíble, me sentí bien por primera vez en meses. Lo había engañado y lo había hecho saborear el esperma fresco de mi amante, mi hijo. Esto era solo el inicio de mi estrategia y mi vendetta.

Ese mismo día, mi cerebro giraba en torno a ideas con mi hijo, quería hacer algo más pervertido. No sabía que cosa ni de qué tipo, pero me sentía especial y este iba a ser un día muy especial. Como si nada hubiera sucedido, volví a mis asuntos hogareños. Me puse un par de pantalones de gimnasia anchos, sin bragas. Preparé la cena, mi cabeza continuaba a tramar posibilidades de venganza. Cenamos casi en silencio, pocos comentarios deportivos entre mi marido y mi hijo, alguna referencia a su trabajo en la oficina, cosas rutinarias. Cuando terminamos, me puse a lavar los platos, mi hijo se fue a jugar y como de costumbre mi marido se fue a darse una ducha. ¡Ahora! Como un resplandor fugaz, algo se iluminó en mi mente. Llamé a mi hijo, él sin saber nada vino inmediatamente, me lo llevé fuera de la puerta del baño donde mi marido estaba duchándose, se sentía claramente el ruido del agua. Me bajé lo pantalones y me subí la remera dejando mis nalgas desnudas. Mi hijo capto inmediatamente la intención y se colocó detrás de mí, su verga reaccionó en forma instantánea, no hizo falta de explicarle nada, mientras se escuchaba fuertemente el chorro de agua, mi hijo empujó su verga tiesa dentro de mi vagina mojada, solo emití un silente gemido gozando de su verga llenando por completo mi vagina.

Abrí bien mis piernas y me apoyé en la puerta del baño, mi hijo me follaba con energía de adolescente ahí a metros del cornudo de mi marido que se bañaba ignorando de todo lo que estaba pasando. El deleite fue increíble. Me folló rápido y agresivamente, sus bolas golpeaban la parte interna de mis muslos y yo estaba en el séptimo cielo. El solo hecho de saber que mi marido estaba a pocos metros de mí, me sobre excitaba al máximo, tanto que mi orgasmo llegó rápidamente, nunca había sentido unas contracciones tan fuertes en mi vagina, casi al mismo tiempo Luis volvió a descargar una copiosa cantidad de semen, esta vez en mi concha caliente. Mientras trataba de acallar mis gemidos y gruñidos, mi esposo cerró el agua corriente de la ducha, le faltaba solo tomar la toalla y secarse. Luis me daba las últimas embestidas feroces y descargaba todo dentro de mí, su verga resbaló fuera de mi sexo y su joven semen comenzó a rebosar mi vagina y a escurrirse por mis muslos. Le dije que se fuera a su cuarto, yo corrí al mío a coger unas bragas para limpiarme. Cuando volví a la sala, mi esposo estaba en bata mirando la televisión. Me senté a su lado con mi panocha rebosante del esperma de mi hijo. Cuando Luis entró a la sala le recibí con una coqueta sonrisa, me acurruqué a mi marido y le permití abrazarme, esperaba oler mucho a semen, me sentía como una putita, pero dentro de mí yo sabía que el bastardo se merecía esto y más.

Esa noche dormí al lado de mi marido con mi conchita llena del espeso semen de Luis. A pesar de todo, esto no era suficiente para mí. Por la mañana, le pedí a mi esposo que fuera al supermercado por mí, ya que no me sentía tan bien y tenía necesidad de algunas provisiones. Se sorprendió un poco, pero accedió. Apenas salió de casa llamé a mi hijo, obedientemente vino y escuchó todas mis órdenes, me quité las bragas y me senté en una silla con las piernas abiertas. Luis diligentemente comenzó a lamer y chupar mi vagina, al principio suavemente, acariciaba ligeramente mis rizados vellos púbicos, cerré los ojos y disfruté el momento. Me sentí extremadamente bien, Luis sabía hacerlo en modo natural y sensacional procurándome mucho placer. Me excitó sobre manera cuando su lengua comenzó a moverse muy rápido y más profundo, comencé a contorsionar mi cuerpo de placer.

Entonces se me ocurrió otra idea a experimentar con mi hijo, me puse de rodillas sobre la silla y le pedí que me lo metiera por el culo. No tuve necesidad de repetirlo, se bajó los pantalones, le chupé un poco la verga hasta dejársela bañada en saliva y me volteé, mientras el forzaba su pene dentro de mi esfínter, agarré el celular y llame a mi marido. Rápidamente me respondió y quiso saber el motivo de mi llamada, le dije que necesitaba algunos artículos más que me comprara. Estaba tratando de no gemir ni quejarme, nunca nadie me la había metido por el culo y la verga de Luis es de mediana a grande, por lo tanto, mi ano se anduvo resistiendo a la penetración, pero con la impetuosidad de su juventud, mi hijo venció a mi anillo anal y perforó mi trasero hasta que sus bolas se estrellaron contra mis nalgas. Mientras trataba de dictar las compras a mi marido, también intentaba acallar mis quejidos, a un cierto punto mi marido me preguntó: “Carolina. ¿Estás bien?”. “Sí, estoy bien, pero de repente me atraviesa un dolorcillo creo que tomaré algún “analgésico”, a ver si se me pasa” le respondí. “¿Quieres que te los lleve de acá de la farmacia? –me preguntó. “No querido, no te preocupes, yo tengo uno al alcance de mi mano. Lo tomaré enseguida” –le respondí intentando no gemir.

Esa fue la conversación con mi consorte, después de colgar, gemí, chillé y sollocé disfrutando la verga de mi hijo en lo profundo de mi ano. Mi hijo continuó a follándome hasta llenar mi recto con su denso semen. Repentinamente sentí deseos de ir al baño y lo llevé conmigo para que nos laváramos. Después de vaciar mi recto, me metí a la ducha con mi hijo, le hice una paja con mis tetas y volví a tragarme todo su semen. No me enjuagué la boca, estaba esperando a mi marido para recibirlo con un beso de su esposa puta. Puta por su hijo que lo hace un cornudo todas las veces que se me ocurren estas locas ideas mías. Cuando llegó lo besé con lujuria, él quedó sorprendido por la intensidad de ese beso blanco que estaba recibiendo. Ahora ya más empoderada y olvidado su engaño haría la jugada maestra para que él supiera que yo también puedo jugar su mismo juego de infidelidad.

Otro sábado que mi esposo saldría con la excusa del trabajo, aunque yo sabía que su trabajo sería ir a coger con la zorra que tenía por amante, le dije a Luis que tendríamos todo el día para coger como locos, obvio que a él le gustó la idea y al ver su cara de entusiasmo me calenté, ya que deseaba que me metiera su verga y me hiciera gemir como enferma. No tardamos mucho en estar en la cama, estaba disfrutando de su exquisita verga en mi culo, gimiendo y retorciéndome de placer; Luis se había convertido no solo en el medio de consumar mi venganza, también era el hombre que me daba placer cuando lo requería. Lejos de sentir remordimiento, lo que me provocaba era un intenso placer. La verga de mi hijo se ensartaba hasta el fondo en mi culito; deliraba de placer al sentir sus fuertes manos aferradas a mis caderas mientras me la metía con el ímpetu de un caliente adolescente. Mi culo palpitaba y mi respiración se agitaba más, sabía que el orgasmo llegaría y no tardó. Acabé como nunca antes lo había hecho, temblaba y gemía, incluso babeaba; era como si hubiese perdido el control de mi cuerpo y el placer lo hubiera poseído. Quedé tendida en la cama con mi culo en pompa, mi ano palpitando y mi cuerpo temblando. ¡Benditos espasmos! Me sentía tan sucia, tan complacida, no había elegido mal a mi amante.

La calentura por Luis era demasiada, recobrando fuerzas lo tumbé en la cama y empecé a chuparle la verga, él gemía al sentir como mis labios aprisionaban su miembro y me lo tragaba entero. Mi perversión era tal que no me importaban las arcadas cuando llegaba a mi garganta, cada centímetro era engullido completo. ¡Me encantaba! Me sentía caliente devorando su verga. Tomé mi teléfono que estaba sobre la mesa de noche y empecé a grabarme comiéndole la verga a mi hijo. Le preguntaba: “¿Te gusta cómo te la chupa mami?”. “¡Si, me gusta! ¡Eres más puta que algunas de mis compañeras de clase!” –me respondía casi gimiendo. “¡Sí hijo, mami es tu puta!” –le decía. Seguía comiéndome su verga de la manera más perversa que podía, delirando cuando sentía que se ponía más dura y se hinchaba en mi boca. Seguía grabándome mostrando mi mejor cara de puta. Luis me dice: “Esto es lo que se pierde papá por estúpido”. “Sí, pero yo no lo necesito para darme lo que tú me das hijo” –le contesté. La verga de Luis empezó a palpitar, ya venía el momento en que descargaría su semen en mi boca. Estaba ansiosa por tragar hasta la última gota. “Puedes quedarte con la zorra de tu amante, aquí en casa hay un verdadero hombre” –dije mirando la cámara. El semen de Luis se desparramó en mi boca, haciendo que casi me ahogue pero igual me lo tragué todo sin desperdiciar una sola gota. Lamí hasta mi propia saliva que se había mezclado con semen y sonreí a la cámara mostrando el semen de mi hijo, lo enfoqué a él con esa cara de macho complacido.

Le mandé el video a mi marido, quien supongo se debe haber sorprendido cuando lo vio. Seguimos cogiendo todo el día, ya que no tuvimos interrupción, ya que mi marido no se atrevió a dar la cara y aunque hubiera venido, no tenía nada que reclamar. Luis ya no es mi amante, es mi hombre, mi marido vino el lunes cuando estaba en el trabajo y se llevó su ropa, supongo para irse a vivir con la zorra de su trabajo. Ha sido un tiempo delicioso de sexo a diario con Luis, nos cogemos sin remordimientos y solo pensamos en disfrutar esto hasta que dure.

 


Pasiones Prohibidas ®

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