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jueves, 16 de mayo de 2024

132. Mi hermana se coge a mi hijo


Me llamo Lucrecia, tengo 49 años, casada y con dos hijos. Una niña y un niño. Nuestra hija aunque suene raro en estos momentos ya se emancipó, queda en casa mi hijo Daniel, que tiene 20 años y está estudiando en la Universidad. Me considero una mujer normal, vivo en Santiago de Chile. No estoy gorda, pero tampoco flaca. Tengo buenas tetas, caderas anchas y un culo que ha visto mejores días. Mi vida matrimonial, supongo que después de más de 30 años de casados, está como todos los matrimonios con más de 30 años de casados, aburridos el uno del otro, manteniendo sexo una vez cada dos o tres semanas y poco más. Mi hijo, es un chico tímido, de pocos amigos, no es para nada un jovencito por el que una madre estaría enferma de los nervios, o eso pensaba yo.

Tengo una hermana mayor, tiene 55 años, se llama Ana, casada y con dos hijas. Supongo que su vida debe ser igual que la mía, solemos contarnos pocas intimidades. Nos parecemos bastante, aunque ella está algo más rellenita que yo, sus tetas son más grandes y más caídas, tiene algo de panza pero igual se ve bien.

El verano pasado por motivo de la dichosa crisis nos vimos obligado a pasar las vacaciones en casa de mis padres. Ellos viven en una pequeña localidad del Litoral Central, tienen una casa tipo colonial, grande, con un patio inmenso y suficientes habitaciones como para acoger a mi familia y la familia de mi hermana. Aunque la verdad es que no fuimos todos, ni mi marido, ni mi cuñado, ni mi hija, ni una sobrina fueron. Solo mi hermana, una de sus hijas y su novio, mi hijo y yo. Había tantas habitaciones como para que cada uno ocupara una sin problemas. El que mejor parado salió fue mi hijo, que se quedó con una habitación que había en el patio, estaba retirada de la casa, estaba totalmente aislado de la casa, tendría la anhelada privacidad. Hacía calor y era normal que las mujeres estuviéramos con muy poca ropa, yo casi siempre llevaba solo un vestido y braga, lo mismo que mi hermana, a mi sobrina y al novio era raro verlos, solo aparecían para dormir, y siempre bien entrada la mañana. Mi hijo tenía lo necesario en su cuarto, así que tampoco lo veíamos mucho aparecer por la casa. Por lo menos esos primeros días, sirvió para que mi hermana y yo, volviéramos a retomar un poco nuestra relación, estábamos con nuestra madre y reíamos, y charlábamos las tres.

Almorzábamos temprano, y luego cada una nos íbamos a dormir un rato la siesta, ya que el calor era bastante insoportable. El dormitorio de mi hermana y el mío estaban en la planta de arriba y los dos tenían ventanas al patio. Podía ver la puerta del cuarto de mi hijo desde mi ventana. Una tarde, mi hermana se había quedado a recoger los platos de la mesa y lavarlos, se había ofrecido ella misma, lo normal es que lo hiciera mi madre. Yo había subido a mi dormitorio, me había echado en la cama y me había quedado adormilada, cuando desperté había pasado más de una hora, me asomé a la ventana y vi como mi hermana Ana salía del cuarto de mi hijo. Me sorprendió, no es que mi hermana y su sobrino se llevaran mal, pero nunca le había visto un gesto así a mi hermana para con él. Tampoco le di más importancia. Al día siguiente mi hermana volvió a ofrecerse para recoger la mesa después de almorzar, me sorprendió que no quisiera que mi madre se quedara para ayudarla, dijo que nos fuéramos a descansar que ella se encargaba. Apenas había subido al dormitorio y estando cerca de la ventana, vi como mi hermana se dirigía al cuarto de mi hijo, entraba y cerraba la puerta. Aquello me parecía raro, pero en ningún momento pensé que algo raro pudiera pasar dentro, me eché en la cama y volví a quedarme dormida, más de una hora después y ya con un poco de curiosidad me asomé de nuevo y vi como mi hermana volvía a salir. Dos días seguidos y había estado más de una hora con mi hijo. Había sido un jueves y un viernes, el sábado llegaron nuestros respectivos maridos y durante el fin de semana nada ocurrió, pero sin saber porque, no dejaba de darle vuelta en mi cabeza a que demonio haría mí hermana con mi hijo en su cuarto.

Cuando llegó el lunes, estaba impaciente porque llegara la hora de la siesta, me parecía todo raro, porque durante el tiempo que mi hermana estaba con su sobrino, no notaba ningún tipo de complicidad, actuaban los dos como siempre. Me las ingenié para entrar en el cuarto de mi hijo por la mañana cuando él no estaba y preparar la ventana para dejar un hueco por donde mirar, esperaba que no se diera cuenta y no lo tapara. Llegó el almuerzo y como los días anteriores, aunque ya se había convertido en una rutina, mi hermana se quedó sola recogiendo los platos. Me quedé espiándola en el salón, no me había visto. Apenas diez minutos después la vi salir al patio, se giró y estuvo a punto de verme, tanto sigilo me estaba sacando de quicio. Desapareció en el patio, esperé a que llegara a la puerta del dormitorio de mi hijo para aventurarme a entrar yo. Entró sin siquiera mirar para atrás, me acerqué despacio y casi sin respirar, cuando llegué a la ventana, me asomé por el hueco que había dejado y me encontré a mi hijo sentado en la cama, mi hermana debía seguir cerca de la puerta ya que aún no la veía. Daniel sin duda la miraba, tenía los brazos estirados y las manos apoyadas en la cama por detrás de su cuerpo, no llevaba camiseta, y no me había dado cuenta, hasta que no apartó un cojín que llevaba sobre su regazo, estaba desnudo, su verga quedó a mi vista, me quedé sin respiración, lo tenía duro, tieso, apuntando hacia arriba. La verdad es que hacía mucho que no veía a mi hijo desnudo, ya no sabía cómo lo tenía. De pronto mi hermana apareció, se quedó justo delante de él y se agachó, estaba en cuclillas, no tardé en ver como se llevaba la verga de mi hijo a la boca y comenzaba a hacerle una mamada. Creo que estuve a punto de dar un grito, no sé cómo me contuve, me retiré un momento de la ventana para recobrar la respiración. No sabía qué hacer, estaba a punto de entrar y decirle un par de cosas a mi hermana, pero un ruido en el interior me hizo volver a mirar. Mi hermana se había levantado y se estaba sacando el vestido por la cabeza, su cuerpo solo cubierto solo por la braga quedó ante mí, sus grandes tetas le colgaban, estaba a punto de entrar cuando me fijé en la cara de mi hijo, era de puro gozo, tenía su verga en la mano, se pajeaba despacio mientras miraba embelesado a su tía. Esta contoneando su cuerpo se bajó la braga y se la tiró a la cara, ambos rieron y de pronto vi como mi hermana se subía a horcajadas sobre mi hijo, y con la guía de su mano se incrustaba la verga en su gorda y negra vagina .Los dos soltaron un gemido de verdadero placer, creo que ese gemido me desarmó por completo. Tenía la visión de las piernas de mi hijo colgando casi de la cama y el culazo y la vagina poblada de mi hermana devorando la verga de Daniel, podía ver como la verga de mi hijo salía y entraba a un ritmo vertiginoso de su interior, mientras él se afanaba por morder, apretar y chupar las grande tetas que le colgaban a mi hermana delante de la cara, esta no paraba de gemir, verla así hizo que mi cuerpo temblara. Sentí como mi interior se movía por completo y sentí una bocanada de calor que recorría mi bajo vientre. Me sorprendía la agilidad de mi hermana para moverse sobre mi hijo, no se cansaba, se movía sin parar hundiéndose hasta los testículos de mi hijo en su gorda concha. Más de diez minutos, cambiaron de postura, mi hermana se tendió y mi hijo se colocó encima, le había cogido las piernas por los tobillos y se las tenía completamente levantadas. Podía ver como la verga de mi hijo le entraba completa, no podía creer que mi hermana aguantara de esa manera, verle la cara me estaba llevando a mí también a desear recibir lo que estaba recibiendo ella, aunque fuera mi hijo quien se lo estuviera brindando, podía ver el gozo de mi hijo. Gemía, y chupaba los dedos de los pies de su tía, algo así nunca me lo habían hecho y tenía que ser algo placentero por los gemidos que daba mi hermana. Además, de la rudeza con la que le incrustaba la verga, mi hermana cerró los ojos y levantando la cabeza sentí como acababa, la cara de placer de mi hermana hizo que tuviera un orgasmo a la misma vez que ella. No me había dado cuenta pero tenía dos dedos en el interior de mi dilatada vagina, sentía mis vellos en la palma de mi mano y como me afanaba en meterme los dedos todo lo que podía a la vez que rozaba con ellos mi clítoris.

Mi hijo no aminoró, la embestía con fuerza, le había soltado las piernas y casi tendido sobre ella, mordía literalmente sus tetas que ella misma le mantenía al alcance con sus manos, las piernas de mi hermana se habían doblado alrededor de la espalda de mi hijo, eso hacía que las embestidas fueran muy profundas, lo notaba por cómo se hundía la verga de mi hijo y por la cara de placer de mi hermana. Por los gemidos de mi hijo que parecía a punto de acabar. Por los gritos que daba le estaba soltando todo el semen en su interior, ella intentaba apagar esos gritos con sus tetas, podía ver cómo incluso se las mordía con fuerza, la manera en que acabó mi hijo debió ser bestial, porque incluso mi hermana no dejaba de pedirle más y más. Recién acabó, pero ni siquiera se la había sacado, seguía moviéndose primero despacio y poco a poco acelerando sus embestidas. Volvieron a cambiar de postura, mi hermana se la chupó un rato, podía ver la cara de zorra de mi hermana, lo estaba gozando, podía ver como intentaba meterse esa verga por completo en la boca, pero era casi en vano, dicen que los esfuerzos traen sus recompensas y no fue la excepción, logró tragársela completa. No sé cómo se las ingenió pero la calentura logra que hagas cosas impensadas. Pensaba en lo difícil que sería para mí comerme una verga así, pero sola babeaba imaginando.

No me podía creer lo que estaba viendo. Mi hijo volvió a tenderse en la cama y mi hermana volvió a subirse a horcajadas sobre él, ahora tenía de cara a ella, podía ver cómo le bailaban las tetas y como la verga de mi hijo se perdía en su interior, podía ver la abundante mata de vellos de mi hermana y como a mi hijo le gustaba tirar de ellos y apretar esas grandes tetas que se movían sin parar delante de su cara. Podía ver la cara de felicidad de mi hermana, me estaba volviendo a excitar de solo ver como gozaba mi hermana. Gemían y reían, algo le dijo mi hermana y esta paró un momento encima de él, se movía en círculos sobre la verga de Daniel, mientras lo miraba poniendo cara de verdadera puta. Se levantó y se giró dándole la espalda, volvió a incrustarse la verga mientras mi hijo abría sus gordas nalgas, podía ver como la verga de mi hijo desaparecía y como a él le gustaba ver el agujero negro del culo de mi hermana, Ana paró y con su mano se sacó la verga, apuntó al agujero de su culo y vi como poco a poco se iba sentando sobre él, en ese momento volví a acabar. Yo misma sentía como apretaba mi esfínter, lo apretaba y aflojaba como si estuviera intentando tragarme yo misma ese miembro imponente en mi interior, no dejó de bajar hasta que la verga de mi Daniel desapareció por completo. Luego, subidas y bajadas con fuerza, y rapidez, a la puta de Ana le gustaba que le dieran por el culo. Nunca lo hubiera imaginado. Mi hijo no tardó en acabar y mi hermana no dejó de subir y bajar hasta que la verga de mi hijo se salió por si sola de su gordo culo. Por un momento pude ver el dilatado agujero, abierto y palpitando. Sin duda algo así debía dar placer y dolor de verdad.

Ana se giró y como si le fuera la vida en ello comenzó a chuparle la verga mientras podía ver su gorda y pegajosa vagina, y el culo rojo de tanto abrirse, tenía las nalgas rojas que sin duda debía habérselos hecho mi hijo con la fuerza con la que la embestía. La verga de Daniel había perdido su dureza. Mi hermana parecía satisfecha. Se levantó de la cama no sin antes dejar que mi hijo volviera a exprimir literalmente sus dos grandes tetas. Se colocó la braga y antes de que se colocara el vestido salí disparada para mi cuarto, nada más tumbarme en la cama tuve que meterme dos dedos y sentir como acababa con espasmos incluso imaginando la verga de mi hijo incrustada en mi trasero. Luego de recobrar la cordura, me quedé exhausta en la cama, sudada y con ganas de que mi hijo me cogiera como lo hace con la puta de su tía.

Ya cuando la hora de la cena me acerqué a Ana y le dije: “Sé lo que haces con Daniel en la hora de la siesta, por eso te haces la servicial, así tienes tiempo para que no te veamos entrar a su cuarto”. Me miró con ojos de desconcierto, no podía esconder la verdad. “Lucrecia, entiendo tu enojo, pero es algo que viene pasando de hace un tiempo. ¿Por qué crees que le gusta ir a casa y quedarse?” –me dice. “Ah, claro, ¿y tú aprovechas para cogértelo?” –le dije. “¿Quieres que te mienta o te digo la verdad?” –me preguntó. “Obvio que quiero la verdad” –le contesté. “Una vez que se quedó en casa lo encontré masturbándose con mi ropa interior y eso me calentó mucho, una cosa llevó a la otra y terminamos cogiendo. Además, me coge riquísimo, que se solo pensarlo se me moja la entrepierna” –dijo ella. “¡No seas cerda! ¡Estás hablando de mi hijo!” –le dije. “No he dicho lo contrario, tienes que asumir que Daniel es un hombre y me deja satisfecha cuando me coge” –dijo ella. “¡Eres una puta!” –le dije con rabia. “¿Ser puta es un crimen? Además, si no te gustó lo que veías te podrías haber ido o entrado a detenerlo pero te quedaste viendo. ¿Crees que no te vi?” –dijo Ana. Ahora la que estaba desconcertada era yo, se había dado cuenta que los espiaba. No supe que decir, solo respiré profundo. “¿Te gustó ver como Daniel me la metía?” –me preguntó. Pude haber mentido, pude haber cortado la conversación pero respondí: “¡Sí, me gustó! ¡Me gustó la cara de zorra que ponías al tener la verga de mi hijo dentro”. Sonrió y dijo: “Las ponía para ti, a ver si te animabas a entrar y unirte pero preferiste quedarte mirando”. No sabía que decirle, ahora que la estaba sentada en la silla del acusado era yo. “¿Te propongo algo? Vamos esta noche las dos a su cuarto, solo con un vestido puesto y veamos qué pasa” –me dijo. La idea me pareció excitante y morbosa, ver que haría Daniel al estar yo ahí, ¿cuál sería su reacción? “Está bien, pero si no quiere nada no lo vamos a forzar” –le dije. “Tranquila, se sorprenderá un poco pero después verás cómo entra en confianza” –dijo con seguridad.

Llegó la noche y todos se habían ido a su cuarto, menos mi sobrina y su novio que andaban de fiesta quien sabe dónde. Amparadas por la oscuridad de la noche salimos al patio. Mi corazón palpitaba como nunca antes, mi vagina se estaba mojando de forma profusa, mi excitación crecía a cada paso que dábamos. Ana abrió la puerta como si nada, Daniel estaba tendido en la cama solo con bóxer puestos. “¿Me extrañaste?” –le preguntó Ana. “Sabes que sí, pero me sorprende que estés a esta hora aquí” –le contesta. “Todos duermen, así que tenemos tiempo para jugar un rato” –le dice Ana. “Entra de una vez” –le dice él. “Antes que nada, te traje una sorpresa” –le responde mi hermana con una sonrisa. “¡A ver! ¿Qué será?” –dice él con entusiasmo. Entré, la sorpresa de Daniel fue tal como dijo Ana. “Mamá, ¿qué haces aquí?” –me preguntó. “Vengo a ver como se divierten tú y tu tía” –le respondí. “No entiendo lo que dices” –me respondió. “No te hagas el desentendido, sabes muy bien a que me refiero” –le dije. “Lucrecia sabe que cogemos, nos vio en la tarde pero no hizo nada por detenernos, se quedó parada mirando cómo me hacías gemir” –le dice Ana. “¡Pero, pero, mamá! Sigo sin entender por qué estás aquí” –me dice él. Yo estaba demasiado mojada, me parecía excitante estar ahí con Ana y mi hijo. “¿Qué es tan difícil de entender? ¡Quiero que me cojas como lo haces con la puta de mi hermana!” –le dije cobrando algo de valentía. Ambas nos quitamos el vestido quedando desnudas ante sus ojos. Ana tomó la iniciativa y se acercó a mi hijo, le quitó el bóxer, su verga estaba tiesa, se había calentado tanto como yo lo estaba. Ana la empezó a chupar mientras yo estaba apoyada en la puerta tocándome viendo como se la intentaba tragar completa. En mi excitación salieron gemidos que eran provocados por la calentura de saber lo que iba a pasar.

Ana se comportaba como toda una puta, me gustaba ver la manera perversa en que se la estaba chupando, mi deseo era tal que me acerqué y tomé la verga tiesa de mi hijo y sin dudarlo le pasé la lengua por el glande y por todo el tronco, poco a poco me la metí en la boca, era gruesa y larga, me ahogaba de solo tenerla la mitad dentro. Era tan exquisito chupársela que mi vagina palpitaba descontrolada. Daniel gemía al sentir como mi boca engullía su verga. Otra vez fue el turno de Ana en comerse la deliciosa verga de Daniel, me calentaba ver esos ojos de puta desesperada haciendo todo cuanto estaba a su alcance para darle placer a mi hijo. Mientras Ana se deleitaba en seguir chupándosela, yo me acerqué a Daniel quien no perdió tiempo en meter sus dedos en mi entrepierna y jugar con mi clítoris. Me enloquecía, me hacía gemir de forma descarada, ya que no solo tocaba mi clítoris, también metía algunos de sus dedos dentro, yo deliraba y gemía mientras apretaba mis tetas con lujuria. “¿Así que quieres que te coja?” –me preguntaba. No podía responde a causa de mis gemidos, solo podía asentir, era como si no supiera hablar, solo gemir como puta ante su pregunta. “¡Sí, quiero que me cojas! ¡Quiero que me hagas gritar de placer!” –le decía entre gemidos. Me tumbó sobre la cama y le dijo a mi hermana que se comportara de manera sucia y perversa conmigo, me estremecí pensando en lo que me haría, hubo un momento en que quise detener todo y salir corriendo, pero estaba demasiado caliente como para perderme ese placer que experimentaría por primera vez con una mujer aunque fuera mi hermana. “Ahora vamos a ver quién es más puta” –me dice Ana. Sus palabras me hicieron gemir y morder mi labio. Pasó su lengua por mi rostro para luego meterla en mi boca, nos besamos con lujuria, con ese morbo de estar haciendo que es prohibido pero te hace disfrutarlo. Siguió bajando con la punta de su lengua por mi cuello y se posó en mis tetas. Ana hacia que su lengua jugara en mis pezones, los mordía, la verdad, yo estaba disfrutando como loca al sentir esa mezcla de dolor y placer que me provocaba. De pronto Daniel se acercó al lado mío y metió su verga en mi boca, sin dudarlo se la empecé a chupar con toda la perversión que recorría mis venas. La lengua de Ana siguió bajando por mi vientre hasta llegar a mi vagina, de forma instintiva abrí mis piernas, su boca se posó en mi vagina, hizo que una corriente eléctrica me recorriera por completo, mis gemidos sonaban ahogados al tener la verga en la boca pero estaba disfrutándolo de manera salvaje. Me sentía perversamente sucia, toda una puta, no quería parar de chuparle la verga a Daniel. De pronto, Ana metió su lengua en mi concha, ¡oh, qué sensación más caliente! Ella sabía muy bien como despertar mis demonios y hacerme gemir.

Me encontraba al borde del orgasmo, estaba delirando al sentir como esa lengua endemoniada de Ana entraba y salía de mi vagina, en medio del placer mis piernas comenzaron a temblar, de mi concha salían chorros de tibios fluidos y mis gemidos ya no pudieron ser contenidos por la verga de Daniel, el orgasmo había llegado para causar estragos en mi cuerpo, esos estragos placenteros, perversos que hacen que tu mente se pierda en el éxtasis, los que logran que tu respiración se acorte y se te dificulte llenar tus pulmones de aire. Estaba entregada a esas diabólicas sensaciones de placer. Daniel y Ana se miraban con complicidad, estaban disfrutando de verme retorcerme y gimiendo hasta el punto de casi perder la razón por esos minutos que a mí se me hicieron eternos. “¡Cógeme!” –le decía a Daniel en tono suplicante. “Ten compasión de esta zorra y méteme la verga” –decía con vehemencia. Le dijo a Ana que se pusiera en cuatro en la cabecera de la cama y que yo lo hiciera detrás de ella. Mi instinto perverso me hizo hundir mi cara en la vagina de mi hermana y empezar a lamerla, era primera vez que lo hacía y me fascinó sentir lo húmeda que estaba, mi lengua la recorría por completo, en se instante sentí como el glande de Daniel se abría paso entre mis nalgas, estaba abriéndome el culo lentamente. Un doloroso placer me invadió, lo disfruté y le dije que me la metiera de una vez, para así disfrutar de su verga completa. Una estocada certera abrió mi culo haciendo que de un grito de dolor que poco a poco se transformó en placer, sentir como su verga se abrió espacio en mi culo con esa forma tan exquisita me hizo tener otro orgasmo casi al instante.

Seguí jugando con mi lengua en toda la intimidad de Ana, nuestros gemidos eran perversos, ambas estábamos disfrutando de un momento que al menos yo describiría como mágico, lleno de lujuria y de morbo. Daniel estaba tomado de mis caderas metiéndome su verga con violencia, mi culo ya se había adaptado a ella y yo lo estaba disfrutando, fue casi instantáneo, ambas estábamos al borde del orgasmo como si nuestros cuerpos estuvieran conectados. Ambas estábamos gimiendo como putas y entregándonos al orgasmo. La sensación era exquisita, ahora entiendo a Ana en su afición de coger con Daniel, era todo un macho. La noche aún no había terminado había que cerrarla con broche de oro. Estábamos tendidas en la cama rendidas por el placer y Daniel se empieza a masturbar frente a nosotras, en sus ojos se notaba el deseo y la lascivia combinados, lo hacía más rápido y bufaba como toro en celo, nos pusimos de rodillas y juntamos nuestras tetas en un acto instintivo, nuestros pezones se tocaban, era exquisito sentirlos tan duros como los míos. La verga de Daniel empezó a derramar su tibio semen en nuestras tetas, cayendo de forma abundante. Cuando ya dejó de expulsar esos candentes chorros de esperma entre Ana y yo nos lamimos las tetas la una a la otra para degustar al menos yo primera vez ese delicioso semen. La escena era tan morbosa como sucia, a la vez sensual, ver como las dos hermanas se transformaban en la puta de un muchacho que las había hecho conocer el cielo y el infierno. Después entre las dos chupamos la verga de mi hijo para tragar el último rastro de semen que quedaba.

Daniel se tumbó en la cama quedando en medio nuestro. Ambas lo abrazamos embelesadas por aquel placentero momento que nos había hecho vivir. “No es necesario que se vayan” –nos dijo. “Quiero que pasen la noche conmigo” –añadió. Ana y yo accedimos, nos quedamos a dormir a su lado. La mañana llegó y los primeros rayos del sol nos sorprendieron a ambas chupándole la verga a mi hijo. Hasta que él se despertó y se quedó disfrutando de la mamada que le estábamos regalando en la mañana, degustamos otra vez su semen directo de su verga. Salimos como si nada de su cuarto, nos fuimos a la casa y cada quien se metió en uno de los baños para darse una ducha. Después de esa noche éramos las que íbamos a la hora de la siesta al cuarto de Daniel para obtener ese lujurioso placer.  Ahora Daniel tenía dos perversas zorras que lo complacerían en casa o cuando fuera de visita donde su tía, también a las dos a la vez cuando se daba la oportunidad.

 

 

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