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martes, 19 de septiembre de 2023

56. La casa del placer y la depravación 4

 

Aquel ejército llegó a las puertas del prostíbulo y exigieron verse conmigo. Salió el Amo Aníbal y yo detrás de él. “Soy el Comandante del Ejército Real Eldrian, exijo llevarme a Antonieta para ser ejecutada por sus crímenes. Quien decida oponerse será muerto bajo el filo de nuestras espadas” –dijo el soldado. “¿Por sus crímenes o por qué no te ha chupado suficientes veces la verga?” –le respondió el Amo. “No juegues conmigo, tengo un ejército que no dudaré en usar para matarte a ti y tus putas asquerosas, hazte a un lado o mejor reza tus plegarias a algún dios que quiera escucharte” –dijo Eldrian en tono de orden. El Amo apretaba su puño con fuerza, sus palabras le habían enfadado. Eldrian y el Amo se fulminaron con la mirada. Dos soldados fueron hacia él, pero los mató con gran facilidad. Ambos soldados sintieron el filo de la espada de mi Amo, con sus espadas en sus cuellos cayeron muertos. Los ánimos estaban al rojo, la batalla era inminente, soldados y esclavos estaban listos para tener una pelea a muerte. Lo que el ejército no contaba que mi padre había puesto al tanto a la Princesa Heredera al Trono  y ella salió a los pocos minutos detrás de las tropas.  Retrocedí un par de pasos y me topé con la Princesa. “¿Qué ocurre aquí?” –gritó Tinuviel. “Su Alteza, la justicia exige que nos llevemos a Antonieta” –responde Eldrian. “La justicia de Hizunia también dice, que sí el criminal es esclavo de alguien fuera de Hizunia, no se puede reclamar su presencia, posee inmunidad. ¿Te atreverás a cuestionar mis palabras?” –le dice la Princesa. “Pero, Majestad” –intenta decir Eldrian. “Pero nada. Si cuestionas mis palabras mi guardia personal te ejecutará con solo mover un dedo” –le dijo ella. Entonces su guardia desenvainó sus espadas y se pusieron frente a ella. “Su Alteza, pero sus crímenes siguen vigentes” –dijo intentando conseguir el beneplácito de la princesa para actuar. Había sed de sangre en su mirada, ya que mi Amo había matado a dos de sus hombres y eso no lo toleraría. “En nombre del Rey y de mis derechos de sucesión sobre la corona, perdono los crímenes de Antonieta y de todos los que viven en este lugar. ¿También vas a pasar sobre mí o esto te basta?” –dijo Tinuviel en tono enérgico. Con la Princesa no se atrevió a sacar la espada, se dio la vuelta con el rostro henchido de ira y se llevó a sus hombres. Me permití suspirar de alivio.

Me puse de rodillas  y le dije a Tinuviel: “Gracias, Su Alteza por perdonarnos la vida  y gracias Amo por protegerme. “No es necesario que te arrodilles ante mí Antonieta, somos amigas desde que tengo memoria y no iba a permitir que simplemente por un maldito capricho te hicieran daño. Tienes personas que te cuidan y eso basta me basta para saber que eres una buena persona” –me dijo tendiéndome la mano. “¿Él no era tu pretendiente? Hay muchos rumores que dicen que él maltrataba y acabó por asesinar a su esposa. También se dice que su único hijo desapareció sin dejar rastro, lo más probable es que huyera” –me dijo. “Todo eso lo sé, por eso tomé la decisión de huir tan lejos como fuera posible, pero el maldito es un sabueso y supo dónde encontrarme” –le respondí. “Es un desalmado, una bestia. Los dioses deberían encargarse de él y darle el castigo que merece” –dijo la Princesa. Pasamos un momento charlando con la princesa, en eso Eva me abrazó feliz porque todo quedase solucionado, se postró ante Tinuviel y le agradeció por la misericordia que mostró al perdonar nuestras vidas. “No tienes que agradecer preciosa, Antonieta es mi vieja amiga” –le respondió con bondad la Princesa. “Los demás esclavos están bien?” –preguntó Eva. “Sí, ellos estaban dispuestos a dar su vida por luchar al lado de Aníbal, pero todos están a salvo” –le respondió Tinuviel. Después de la conversación abracé a mi Amo por defenderme, ya que fácilmente podría haberme entregado a Eldrian para evitar problemas y también abracé a la Princesa por su bondad. Le abracé a él que me ayudó cuando fácilmente podría haberme entregado a las fuerzas de mi gente y también a la princesa.

 “Amo, me gustaría agradecerte esto de alguna forma, cual sea” –le dije. “Yo también quiero expresarle agradecimiento mi Amo” –le dijo Eva. “Vamos a mi estancia” –dijo él. Fuimos a su estancia de la mano, de alguna forma que solo sabemos tenemos que agradecer su protección. Su habitación  estaba vacía y no encontré a los guardaespaldas de Tinuviel por ningún lado. Cerró la puerta con llave, no quería ser molestado. No hubo tiempo para juegos previos, la prisa nos consumía. Nos desvestimos por completo y nos acercamos al Amo. Nos colocamos de rodillas frente a él y le quitamos el pantalón. Eva y yo nos repartimos su miembro, lo pasábamos por nuestras bocas. Su miembro tomó vigor con el roce de nuestras lenguas y labios que se confabulaban para despertar a ese hombre que tan bien sabe tomar lo que es suyo. La erección no tardó en aparecer, haciendo que nuestras bocas se deleitaran con la verga de nuestro Amo. Éramos sus putas esclavas y estábamos para complacerlo. Por un momento nos perdimos en el placer que nos brindaba su verga en nuestros labios, hasta que fuimos devueltas a la realidad por nuestro Amo. Él se fue hacia su cama, Eva presurosa se sentó sobre él y esa verga se clavó en su vagina de una sola estocada. Los sensuales movimientos de ella despertaban en mí la lujuria. Ver como el Amo acariciaba sus senos al ritmo en que su sexo bailaba en su verga, hacía que mi vagina se contrajera de placer y se humedeciera mucho más. El Amo la miró a los ojos y le dijo: “¿Y si te pido hacerlo anal?”.  Eva miró hacia otro lado y le respondió: “Amo, usted sabe que no puedo”. Él acarició el rostro de  Eva con paciencia y le dijo: “Hagamos una cosa, lo hacemos anal pero cuando quieras parar paramos. No dejes que el maldito que te hizo daño domine tu vida”. Eva me miró buscando aprobación, yo asentí, y besé sus labios. “Tú puedes, Eva. Vamos” –le dije tomando su mano y apoyándola en la mesa. Se veía sensual esperando a ser embestida, aunque en sus ojos se percibía miedo y en su respiración había desesperación.

El Amo se levantó de la cama y antes que la penetrase metí mi cara en sus glúteos, le lamí el ano y se lo relajé, dejándoselo lleno de mi saliva. Además, el Amo trajo un aceite lubricante que le unté a Eva. Besé su mejilla y me quedé observando en la silla del Amo, con las piernas abiertas y masturbándome por el espectáculo que tendría ante mis ojos. Él entró lentamente en su culo, ella gimió pues habíamos preparado su culo para le entrada de nuestro Amo. La penetró lentamente. Viendo que ella no se quejaba siguió dentro de ella. “¿Te gusta Eva?” –pregunté mientras ésta era sodomizada. “Sí, me encanta. Es delicioso ser follada por el culo” –decía entre gemidos. El Amo agarró los pechos de Eva, que eran casi tan grandes como los míos y la penetró más fuerte. Ella gemía sin parar, desde luego no parecía sentirse obligada, sino que parecía disfrutarlo con lujuria.  El Amo le estaba dando una buena follada y yo me masturbaba con perversión viendo como el culo de Eva era abierto por esa verga. “Me hace sentir lo que soy, una esclava. ¡Amo, por favor siga follándome!” –le decía. El miembro del Amo Aníbal entraba y salía del culo de Eva ya sin esfuerzo. Me encontraba cerca del orgasmo masturbándome como una cerda, disfrutando de esos deliciosos momentos. Ella tuvo un orgasmo salvaje, se retorcía de placer y jadeaba. A los pocos segundos yo estaba explotando de placer. El Amo siguió penetrándola hasta que él también acabó, dejándole el culo rebosando de semen, la imagen era demasiado excitante. Eva se derrumbó sobre la mesa y me sonrió satisfecha. Luego de reponerse Eva se arrodilló ante el Amo Aníbal y le dijo con sumisión: “Amo, tome usted  a mi amada ahora, por favor”. “En la tierra del norte, donde aún no llegan los ejércitos reales, combaten entre sí para decidirse por el liderazgo del clan. Al follarle el culo a Eva, ella ha reconocido su sumisión. Sobre todo al hacerlo voluntariamente” –me explicó el Amo mientras yo me ponía también en posición, “Eva, ¿me equivoco?” –preguntó. “No, Amo. A diferencia del que me hizo daño, usted lo has hecho de una forma justa y yo soy tuya. Desde que llegué aquí” –le respondió. “Sois mías, eso no deben olvidarlo” –dijo él.

Mi culo no necesitó lubricación. Entró tan fácil como siempre entraban en mi culo.  “Mi culito es suyo Amo, tome mi culito sumiso” –le dije con una sonrisa. Añadí: “Todos los generales que me follaron erraron en creer que sería su zorrita por haberles chupado la verga. Mi corazón pertenece a Eva, pero mi cuerpo le pertenece a usted y puede usarlo cuanto guste y cuando lo disponga”. Eva se masturbaba mientras el Amo se saciaba con mi culo de manera perversa, su verga entraba completa y la sacaba hasta dejar su glande dentro y después volver a empujar con fuerza. Yo lo disfrutaba y gemía con vehemencia. Disfrutaba tanto de su verga como del agarre de sus manos en mis caderas, se movía con tanta violencia que mi concha sentía el golpe de sus testículos, era perverso, tanto que le pedía que me lo metiera con más fuerza, ya que estaba al borde del orgasmo. Sentía como la madera de la mesa raspaba mis tetas, produciéndome un delicioso dolor que me sumado a la verga del Amo entrando y saliendo de mi culo, lo hacía satisfactorio.  Tuve un intenso orgasmo y él acabó en mi culo, Me gustaba que Eva siguiera tocándose hasta tener otro delicioso orgasmo. El Amo nos pidió que nos pusiéramos de rodillas frente a él y que esperásemos a que recuperase el vigor. Cuando se repuso, nos dio permiso de hacer lo que quisiéramos. Eva se puso en cuatro y me enseñó su culo, tenía rastros del semen de nuestro Amo, pasé mi lengua por él y lo limpié, ella hizo lo mismo con el mío.

Nos encendimos de la misma que lo hace un trozo de leña seca en el fuego y empezamos a jugar en presencia de nuestro Amo. Él nos miraba atento sentado en un sofá y se masturbaba al ver como Eva lamia mis tetas. Bajó lentamente hasta encontrar mi húmeda vagina, abrió mis vaginales y masajeó mi clítoris, haciendo que me estremezca de placer. “¡Oh, querida, que rico!” –le decía con mi respiración más que agitada. Adoraba la forma en que su lengua jugueteaba con mi clítoris, le hundía la cabeza entre mis piernas para sentir con más fuerza el despliegue de tan suculenta lengua. Después nos besamos de nuevo en el sillón, nuestros cuerpos se juntaron, y rozamos nuestros pechos. Por la puerta entraron las zorras que trajo Tinuviel y Aníbal decidió despedirnos. Nos fuimos a nuestra cama, y terminamos de saciar nuestra calentura. Después nos dormimos.

Al llegar la mañana las labores empezaron temprano, ya que se nos avisó que vendría una delegación de mercaderes que estarían parte del día y la noche, ya que harían negocios en el Reino y buscaban posada. Estábamos afanadas haciendo los preparativos para recibirles, incluso ayudaban en la faena las zorras guardaespaldas de la Princesa. Me había pedido Tinuviel que fuera a su habitación cuando tuviera tiempo; por lo que el pasar el mediodía me dirigí hasta su cuarto; ahí estaba Sanza devorándose un plátano con la vagina ante la atenta mirada de la princesa. La cara de placer que había en la esclava era alucinante, sus gemidos sonaban esplendorosos. Al verme, la Princesa me dijo: “Antonieta, ¿qué te parece esta zorrita?”. “Apetecible, Su Alteza” –le respondí. “Sin duda lo es. Sigue Sanza penetrando tu vagina” –dijo Tinuviel. Sanza seguía con su frenética faena, deleitando los ojos y oídos de ambas. “¿En qué te puedo servir Tinuviel?” –le pregunto. “Para muchas cosas Antonieta, para muchas cosas” –respondió ella. Sonreí y pregunté: “¿Cómo cuáles?”. “A estas alturas me preguntas cuales” –me respondió. Se levantó el vestido y separó las piernas, ver su vagina húmeda me calentó tanto como ver a Sanza follándose con el plátano. Enseguida me puse de rodillas y empecé a lamer su clítoris, Tinuviel gimió deliciosamente al sentir como mi lengua la recorría. “¡Oh, por los dioses! ¡Me gusta!” –decía ella. Mientras estaba entretenida con su clítoris le empecé a meter los dedos en su conchita para penetrarla. Estaba tan mojada que le entraban casi cuatro dedos; Tinuviel se retorcía de placer, sus ojos estaban inyectados de lujuria. Igual me encontraba caliente, asi que la empecé a desnudar lentamente. Ella hizo lo propio conmigo e invitó a Sanza a que se uniera a la fiesta. Ella acudió gateando con el plátano en la boca, lo dejó en el piso como una buena perra que trae su juguete.

Las tres estábamos tiradas en el piso de la habitación, me deleitaba lamiendo la vagina Tinuviel y Sanza le chupaba las tetas, la Princesa solo gemía de placer. Nuestra lujuria estaba encendida, nos dejábamos llevar por esas placenteras sensaciones. Sanza se acomodó detrás de mí yo me puse en cuatro y levante mi culo; ella me lamía el ano y la vagina de forma exquisita, mis gemidos estaban ahogados ya que mi boca estaba disfrutando de los fluidos de Tinuviel. Sanza abrió mis nalgas para tener mejor acceso a mi culo y lamerlo de manera siniestra. La Princesa anunciaba su orgasmo a los gritos, estaba descontrolada; se retorcía como loca al ser invadida por aquel orgasmo invasor que la azotaba, haciéndola jadear de placer. Tinuviel pasó sus piernas por encima de mí y salió, veía a Sanza que lamia mi culo con lujuria y me pregunta: “¿Acaso no es una buena perra?”. “Si Princesa, lo es. Me tiene al borde de la locura con su lengua” –le respondí.

Tinuviel nos mira sonriendo, no se perdida detalles; yo estaba enloquecida, perdida por las lamidas que la puta de Sanza me daba, suplicaba porque me penetraran, quería sentir algo tieso entrando en mi vagina o en mi culo. La princesa fue hasta donde estaba el plátano y lo pateó hacia nosotras, con esa candente voz que la caracteriza nos dice: “Fóllense como las putas que son”. La obediencia nuestra no se hizo esperar, Sanza tomó el plátano y lo ensartó en mi culo, grité por la mezcla de dolor y placer. “¡Eso, así. Hazlo más rápido!” –le decía. Sentía que entraba casi completo, era tan placentera la sensación que recorria mi cuerpo, que fueron cosas de minutos para que me dejara atrapar por un orgasmo. Caí rendida al piso, pero Sanza no se detenía, seguía dándome por el culo a gran velocidad. En el piso sudada y jadeando me retorcía como la puta que soy disfrutando al máximo cada letal embestida. Cuando se detuvo mi culo palpitaba salvajemente, yo estaba tirada en el piso, jadeando y babeando, el orgasmo había sido intenso. Sanza chupó el plátano casi por completo, era tan sucia y pervertida; creo que eso fue lo que le gustó a Tinuviel de ella, aparte de su cuerpo su piel como el ébano que brillaba por el sudor de cuerpo.

Cuando me pude recuperar le dije a Sanza que compartiéramos el plátano, ya que sus dimensiones eran perfectas para tener un juego perverso mutuo. Nos acomodamos en el piso casi vagina con vagina y nos penetramos a la vez. Era tan excitante ver sus ojos cuando se pusieron en blanco y su boca abierta que no aguantaba las ganas de meter mi lengua hasta su garganta. Empezamos a movernos armoniosamente disfrutando de la fruta que invadía nuestras vaginas. Ella frotaba sus tetas y apretaba sus oscuros pezones. Tinuviel parada al lado de la mesa se empieza a masturbar, ya que la calentura la invadió tanto como a nosotras. Los gemidos de las tres se podían escuchar en el pasillo, vernos disfrutar siniestramente del placer para mí era un estímulo a mi perversión. Arqueaba mi espalda y gemía sin control, mi cuerpo no reaccionaba, era como si estuviera bajo un exquisito hechizo de los dioses del placer, no sé en qué momento tuve un orgasmo pero si reconocí esa sensación, por su parte Sanza, estaba cegada por el placer, tanto que su cuerpo se retorció violentamente, evidenciando que el orgasmo era parte de su cuerpo. Tinuviel disfrutaba mirándonos y masajeando su clítoris. “¡Son unas buenas putas!” –nos dijo y al cabo de minutos estaba en el piso retorciéndose de placer. Cuando me recuperé no perdí la oportunidad de besar a Sanza con esa lujuria que me consumía, ella al igual que yo también respondió al beso de la misma forma. Después de unos minutos la Princesa decidió que compartiéramos el plátano entre las tres, lo peló y nos dio un trozo a cada una y lo devoramos pero de forma candente. No sé cuánto tiempo pasó pero sin duda había sido demasiado, nos vestimos y en eso se abrió la puerta. Era Haiye, que traía comida y bebidas. Dejó lo que traía para nosotras  y se quedó mirando, sonrió como si supiera lo que había sucedido, bueno era evidente, las tres estábamos sudadas, jadeantes y con el rostro lleno de polvo que se nos había pegado por el sudor. “Su alteza, le traigo la comida. Antonieta, el Amo preguntaba por ti” –dijo Haiye.

Salimos con Haiye y fui hasta donde estaba el Amo, él estaba en las caballerizas, tenía una vara en las manos. “¿Dónde estuviste todo este tiempo?” –me preguntó. “Perdón Amo, estaba con la Princesa” –le respondí. “¿Le avisaste a alguien?” –volvió a preguntar. “No mi Amo, por favor, perdóneme” –le dije. Me miró ofuscado y con la vara en la mano, me dice: “Claro que puedo perdonarte, pero toda falta merece un castigo”. Sabía que el Amo era un hombre justo y en este caso tenía razón de castigarme por no estar a su servicio. Entramos a las caballerizas y el Amo me desnuda por completo, mi cuerpo temblaba por el miedo y la excitación, estaba mojada por estar cogiendo con Tinuviel y con Sanza, pero saber que el Amo requería ajusticiarme me hizo chorrear. Me colocó en el centro, donde habían dos cadenas que colgaban, me aprisionó a ellas con los grilletes y dijo: “Hoy, por primera vez has cometido una falta. ¿Cuántos azotes crees que debo darte?”. “Los que usted considere que sean suficientes mi Señor” –le respondí suspirando. “Muy bien, entonces me detendré cuando así lo desee” –dijo él. El primer azote llegó directo en mis nalgas, grité de dolor, ya que no tuvo compasión de mí, entendía que mi falta debía ser castigada con dureza. Luego dos azotes que se cruzaron cayeron otra vez mis nalgas, esta vez el dolor se hizo más intenso y otro grito salió de mis labios, no sabía por cuanto tiempo el Amo estaría cobrándose mi imprudencia, solo sabía que debía soportarlo de la mejor manera.

Sentía como los golpes de la vara hacían arder mi cuerpo, mis nalgas, mis muslos, mi espalda eran los sitios en los que el Amo me azotaba. Mis piernas temblaban, apenas resistía, si no fuera porque estaba encadenada estaría en el piso, ya que luego de los cincuenta azotes ya no pude seguir contando por causa del flagelo al que estaba siendo sometida. Cuando el Amo sintió que fue suficiente, me soltó de los grilletes que me tenían prisionera, como no había fuerzas en mí no pude mantenerme en pie. Caí al piso como un trapo viejo, pero él se preocupó, ya que me cargó en sus brazos y me llevó a su habitación, le dijo a una esclava que prepara un baño y que  se dedicara a curar las heridas que los azotes habían dejado. Estuvo a mi lado sosteniendo mi mano cuando la esclava limpiaba mis heridas, me dejó descansar por unas horas y cuando me sintiera mejor me dijo que ayudara a atender a los mercaderes que vendrían, que solo me dedicara a servirles y que dejara la labor de puta a las otras esclavas.

Pasaron las horas y el séquito llegó, caballos y sus mercaderías fueron guardas en el establo, mientras se les invitó a sentarse a la mesa para compartir la comida junto al Amo. Los mercaderes se deleitaron con la comida que se les había servido y con el vino que bebían a destajo. Cuando estaba retirando los platos que habían comido me pareció reconocer a uno de ellos; me sentí un tanto inquieta ya que no podia recordar de donde lo conocía, entonces acudí donde Tinuviel, quien detrás de la puerta observó. Me miró y dijo: “Busca a las putas que vinieron conmigo y que se coloquen la armadura, estos imbéciles no son mercaderes, sino soldados mercenarios que mandó Eldrian para tomar el lugar y eliminarte”. Mi corazón empezó a latir con fuerza, corrí buscando a las guardaespaldas de la Princesa, al encontrarlas les entregué el comunicado de Tinuviel, ellas enseguida corrieron para vestirse con sus armaduras. Le pedí a la Princesa que no actuara aún, ya que el Amo debía ser alertado; también hice que se lo comunicaran a Jana, Eva, Haiye y a los esclavos varones ya que estábamos en peligro inminente.

Con el temor en el rostro me acerqué a la mesa y le digo al Amo: “Mi Señor, disculpe que lo interrumpa, pero debo decirle algo urgente”. Me miró y vio mi rostro, entendió que algo pasaba, así que pidiendo disculpas a los hombres se levantó de la mesa y fuimos a la cocina. Le dije lo que Tinuviel había dicho y pidió su espada para defender la casa, también le dije que los esclavos estaban premunidos con armas para hacerle frente y que la Princesa con sus guardaespaldas también respaldarían las acciones. La idea del Amo era atacarlos por sorpresa pero Tinuviel le dijo que ellos eran hombres que no se dejaban  sorprender, ya que su misión era tomar a cualquier costo el lugar que se les encargaba sitiar; no sería fácil, ya que ellos eran los encargados de dar las sorpresas. Entonces, le sugirió: “Aníbal, ellos van a pelear hasta sus últimas fuerzas, por eso hay que atacarlos de frente”. El Amo aceptó el consejo de la Princesa, ya que ella era una guerrera que había participado en muchas batallas y siempre obtenía el éxito en sus misiones.  Los hombres al ver que el Amo no regresaba se impacientaron y sacaron sus espadas, al verse descubiertos el líder de ellos gritó: “Entregad a la puta de Antonieta para que pague por sus crímenes”. Entonces salió la princesa y sus guardaespaldas, el Amo y los esclavos para rodearlos. “Al parecer estáis en un error señores, Antonieta ha recibido un indulto real de mi parte. ¿Acaso no sabéis quién soy?” –dijo Tinuviel. “Sabemos muy bien que sois su Alteza, pero nosotros no servimos a vuestra corona, nuestro Señor es el dinero y quien pueda pagar nuestro precio es quien da las ordenes” –dijo el líder. “Intenté dialogar pero vosotros no quisisteis, entonces será por las malas. Dejad vuestras espadas y largaos de aquí ya” –dijo Tinuviel. “Su Alteza, vos sabéis que no nos rendimos hasta alcanzar lo que nos proponemos, así que no penséis que obtendréis nuestras espadas sin luchar”.

Se formó una lucha campal en medio del salón, los esclavos provistos de dagas y palo, las espaldas del Amo, Tinuviel y sus guardaespaldas eran blandidas con vigor, la sangre corría por el piso como un afluente de agua, muchos de los esclavos cayeron por la falta de expertica en la batalla, los cuerpos sangrantes y sin vida de muchos caían ante las espadas de los hombres. La lucha era cruel y sin cuartel, uno a uno los hombres que habían venido caían, pero no era suficiente, ya que al ver a alguno de sus compañeros caídos luchaban con más vigor. Incluso el Amo fue herido en el combate pero él siguió peleando con gran habilidad. Al fin la batalla cesó, el líder de los hombres mal herido les ordena rendirse. Entregaron sus espadas, pero eran culpables de un crimen que se castigaba con la muerte, blandir su espada contra alguien de la Casa Real. Los cuatro que habían quedado, fueron atados y llevados al establo, fueron torturados por las guardaespaldas de la Princesa con crueldad y sin compasión. Incluso sus anos fueron penetrados por gruesos palos que al entrar los hacia sangrar de su orificio, presos del dolor insoportable, la princesa tomó su daga y uno a uno les cortó su virilidad, la que fue lanzada a los cerdos. Los puso de rodillas atados de las manos y les dijo: “Habéis osado levantar vuestras espadas en contra de la Heredera al trono. Mi sentencia es la muerte”. Ellos no suplicaron por su vida, tampoco mostraron un sesgo de arrepentimiento. Tinuviel les indicó a las guardaespaldas que los pusieran en un viejo tronco donde se cortaba madera, entonces tomando el hacha afilada, les cercenó la mano con la que blandieron su espada y después uno a uno los decapitó con frialdad. “¡Vayan a ayudar a los heridos!” –les ordenó a sus guardaespaldas, ellas obedecieron y entre todas intentamos ayudar a los que estaban gravemente heridos pero fue inútil, el brillo de sus ojos se apagaba y se iban siguiendo el camino que los dioses les trazaron. Nuestro Amo estaba sobre la mesa, con un corte profundo en su brazo derecho, al vernos dijo: “Yo estoy bien, no necesito ayuda de nadie, preocúpense de los que están peor”. Entonces Jana le dijo: “Mi Señor, deje que esta zorra se encargue de atender sus heridas, ha perdido mucha sangre. Al menos permítame ponerle un vendaje para frenar el sangrado. Él accedió y fue llevado a su habitación mientras nosotras limpiábamos la sangre de las paredes. Los trabajos duraron toda la noche, me sentía culpable por lo que pasó, ya que a mí era a quien buscaban.

La casa del placer y la depravación estuvo cerrada por días, ya que el hecho de enterrar los cuerpos de los esclavos caídos en batalla había sido agobiante. Los cuerpos de los hombres junto con los de sus caballos fueron llevados hasta el bosque para ser quemados hasta las cenizas, ya que ellos y sus pertenencias debían ser borrados de la faz de la tierra por su crimen. Tinuviel se quedó un tiempo más para ayudar al Amo en lo que se requiriera y obviamente también para pasar tiempo con Sanza. Una noche conversando con Eva le dije que me sentía agradecida por con el Amo, ya que bien pudo haberme entregado o simplemente quitarme la vida, pero él había preferido arriesgar su vida y la de los esclavos por el solo hecho de protegerme sin tener la obligación de hacerlo. “El Amo te quiere, por eso lo hizo” –respondió. Recuerdo que cuando llegué aquí él dijo que ahora me hace pensar en lo cierto de las palabras de Eva, que si era su esclava sería una de sus posesiones más preciadas y que él cuidaría de mí y me defendería de cualquiera que quisiera hacerme daño. Me sentí tan aliviada al saberlo que era un hombre que cumplía su palabra,

En una de esas conversaciones que tuve con Tinuviel los días posteriores me dijo que deseaba comprar a Sanza y llevarla al castillo como una de sus consortes, ya que en cierta forma la piel oscura de ella le había llamado la atención y que estaba dispuesta a pagar el precio que el Amo pusiera. “No pierdes nada con negociar, sé que el Amo Aníbal te dará un precio justo por ella” –le dije. Además, me contó que sus guardaespaldas se estaban acostumbrando al papel de esclavas con el Amo y lo más probable que quisieran quedarse aquí pero que eso estaba en la decisión de ellas, ya que no tenía intención en forzarlas a volver a una vida que no les satisfacía.

Tinuviel se reunió con el Amo para poner un precio por Sanza, después de una larga negociación el Amo puso precio a la esclava, el que la Princesa estuvo dispuesta a pagar. También accedió a que como parte del precio de Sanza sus guardaespaldas serian cedidas para que las pudiera tomar como putas en la Casa del placer y la depravación, solo pidió que cuando volviera ellas la acompañaran hasta el palacio, que después de esa tarea volverían para ser parte del harem del Amo. Por lo que él se encargó de mandar dos esclavos varones para traerlas de vuelta terminada la faena. Les comunicó a sus guardaespaldas que  cuando volviera al palacio, ellas le acompañarían en el retorno pero después debían regresar para así cumplir con su palabra y convertirse en esclavas del Amo. También le dijo a Sanza que ya sus labores como puta habían terminado y que ella seria consorte en el palacio para ella, Sanza se puso contenta, ya que su corazón se había prendado a la Princesa y le juró por los dioses que haría todo lo que estuviera a su alcance para complacer sus deseos. Pasaron dos días y al ver que las cosas ya estaban en calma, Tinuviel decidió volver al palacio, prepararon los caballos, pagó el precio de su estadía y el precio acordado por Sanza y se dispusieron a marchar. El viaje no tardaría más de dos días, por lo que antes de irse el Amo organizó una fiesta en honor a Tinuviel.

Con los arreglos hechos, se dio comienzo a la festividad; el vino y la cerveza corrían a destajo, la comida y las orgias. El Amo puso a disposición de Tinuviel un sequito de esclavos para agasajarlas a ellas y a sus guardaespaldas, que ya eran propiedad del Amo Aníbal. La música encendía el ambiente, la armonía de los instrumentos de cuerdas nos hacían danzar como si estuviéramos danzando cerca de una hoguera, como esas fiestas en el pueblo en que todo es alegría y jolgorio. Los gemidos de las putas que eran cogidas por aquellos esclavos que el Amo había cedido para el desenfreno se mezclaban con la música y las risas. Fue un momento bastante lujurioso y festivo. Exhaustas, sudadas y llenas de semen por todos nuestros orificios disfrutamos de ese épico momento que nos fue regalado por mi Señor.

Ya casi al caer la noche, la Princesa dice: “Estoy complacida por la hospitalidad que me habéis brindado; por este mágico placer de ser parte de ustedes y vivir todo lo que los dioses nos han regalado. Gracias Aníbal por ser un gran anfitrión y un hombre valiente a la hora de defender lo que es tuyo”. El Amo se puso de pie y brindó por la alianza que se había formado con Tinuviel y porque los momentos como este se vuelvan a repetir. A lo que Tinuviel responde: “Ahora para retribuir la grandeza y nobleza que me habéis mostrado. Aníbal venid aquí y posad vuestra rodilla en el piso”. El Amo acude y se coloca en la posición indicada. “Por la autoridad que el Rey Stuardo me ha entregado como heredera al Trono. Yo la Princesa Tinuviel os nombre Sir Aníbal” –dijo mientras golpeaba los hombros del Amo con su espalda. Como buenos camaradas, se tendieron la mano y la Princesa dijo: “Llegando al Palacio haré que escriban tus Títulos de Nobleza y sean sellados con el anillo de mi padre para enviarlos con tus nuevas zorras”. Emprendieron el viaje de vuelta al palacio en medio de la noche, sin ningún inconveniente en el camino.

 

Ahora podíamos estar tranquilos, en el ambiente se respiraba la paz y sin enemigos que nos acediaran. Entonces el Amo decidió que era tiempo de abrir el negocio y así empezar otra vez a retomar el ritmo de atención a los clientes que habían quedado huérfanos de placer y depravación. Las nuevas esclavas habían vuelto como lo había prometido Tinuviel trayendo los Titulos de Nobleza sellados por el anillo del Rey. Lo primero que hizo el Amo con ellas, fue hacer que desnudaran, para después llevarlas al patio y marcarlas con hierro caliente. Ambas cedieron los derechos de su voluntad al Amo Aníbal y estaban dispuestas hacer todo lo que él les ordenara hacer. Las puso apoyando sus manos sobre una mesa y dejó por varios minutos que el hierro se calentara hasta ponerse al rojo. La primera fue marcada y rebautizada con el nombre de “Arvid”, porque él dijo que era una guerra valiente y la otra al ser marcada fue rebautizada con el nombre de “Ebbe”, por ser una mujer valiente. Las dejó por algunas horas descansar por el viaje y por el dolor que había al sentir su carne quemarse con el hierro incandescente.  Con el correr de las horas le encargó a Jana que instruyera a las nuevas putas en cuanto a la atención de los clientes y que les pusieran las ropas de putas, ya que esa sería la labor que desempeñarían y obviamente atender las necesidades del Amo como lo hacemos todas cuando él quiere usar nuestros cuerpos. Eva y yo seguimos con nuestro romance, sabiendo que contábamos con el permiso del Amo.

 

Ya han pasado varios años de que somos esclavas del Amo Aníbal, siempre contamos con su comprensión, con su cariño y también cuando tiene que corregirnos lo hace de la manera más perversa que encuentra. Les puedo decir que no han sido malos años para ninguna. Al contrario, nos hemos aprendido a amar como una familia perversa, ya que en nuestra casa hay placer y depravación a toda hora.

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®


5 comentarios:

  1. Ufff exquisito relato lleno de batallas,guerras,sangre,sed de venganza lujuria pasión ser tratada como una puta al deseo de los demás fue algo iconico y digno de leer cada letra.
    Como siempre Caballero felicidades 👏

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  2. Excelente relato, la acción de la pelea y lo excitante de los encuentros con el amo y la princesa fueron simplemente espectacular. Muchas gracias 😊

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  3. Excelente relato Mr. P. Excitante y con muy buena trama 🥰

    Que lindo que es cuando una persona congenia con otra en sus emociones y perversidades, saber que no con cualquiera va a tener esa conexión.

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  4. 😈🔥🔥🤗🤗😘 Bien sabes como hacerme humedecer siempre.
    Esperaré ansiosa por más ricas charlas y mas relatos..
    Besos Mr. P😘

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  5. Un relato histórico lleno se imaginación lujuria placer que lleva; al disfrute de cada párrafo.

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