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miércoles, 26 de junio de 2024

148. Sara y la penitencia 2


Sara pasó  unos meses de castidad total, pensaba que el rito sexual realizado por el padre Miguel había funcionado., pero el tiempo es tiempo y con la llegada de la primavera, del calor, de las terracitas y las salidas, se encontró sin quererlo, arrodillada chupando una verga en un baño asqueroso de un bar. Esa verga la devoró, se la metía hasta la garganta, la tragaba, la escupía, la volvía a tragar hasta tener arcadas, la llenó de babas, el rímel de sus ojos se fue a la mierda y la eyaculación de aquel extraño se la restregó por toda la cara, y luego cuidadosamente con la ayuda de sus dedos dirigió todo ese semen hasta sus labios y se lo tragó todo. Sara se sintió satisfecha, salió de aquel baño y bailó. Bailando se le volvió a acercar un extraño y a aquel extraño le restregó el culo por toda la verga. La calentura de Sara era demasiada, su sexualidad estaba otra vez desbordada, aunque le gustaba sentirse puta después terminaba con culpa. Aquel extraño la sacó del bar y en el primer callejón que encontraron se la cogió como a una puta. Se la metió de un solo empujón, sin resistencia alguna, estaba empapada, estaba abierta y le hubieran entrado dos vergas a la vez sin problema. Que era lo que realmente deseaba. Pero en ese momento, esa verga del montón le supo a gloria. Sus agujeros fueron usados sin ninguna delicadeza, para luego terminar recibiendo semen en la boca de ese extraño, quien no contento le orinó en la boca.

 

Después de ese polvo se marchó sola a casa, abrió el cajón de los juguetes y se metió un enorme consolador en la concha, se metió otro por el culo, tomó el móvil y abrió aquel vídeo que le había enviado el padre Miguel. Se vio a ella misma follada y usada por esos hombres, acabó como la perra que era. Era una perra, una puta, una insaciable y nada de este mundo lo iba a impedir. Volvió a caer en una espiral de sexo salvaje. En ese periodo de celo conoció a Juan y se enamoraron. El sexo estaba bien, pero sobre todo ella se sentía querida, cuidada, protegida y mimada. Con el tiempo la relación se estabilizó y el deseo de Sara desapareció casi por completo. Por un lado  le daba mucha pena el pobre Juan que recibía demasiados “hoy no tengo ganas” pero por otro se sentía enormemente  aliviada de no tener esa necesidad de ser follada como una auténtica puta.

Pasaron los meses y el tiempo es tiempo. Sara empezó a sentir la necesidad de ser tratada como una puta, pero no por Juan, al que quería mucho. Necesitaba ser follada por desconocidos, pero se contenía, ante todo era una mujer fiel y aprovechaba las ausencias de Juan para sacar los consoladores y cogerse, se llenaba sus agujeros y acababa a chorros. Así contenía su necesidad de sexo duro. Las pocas veces que follaba con Juan (una vez al mes o cada dos meses) este le decía al oído lo mucho que le calentaría verla follar con otro, que fuera un poco puta, que si quería él la dejaba  follar con otros. Sara ante esas palabras sentía excitación y a la vez lo negaba. No quería que Juan supiera lo puta que quería ser, pero en el fondo a Juan le calentaba la idea de que su novia fuera más puta. Después de la calentura, todo volvía a una aparente calma. Un día que Juan había salido de viaje, saltó una notificación en el teléfono de Sara. Era un antiguo tipo con el que apagó sus ganas alguna vez. Un “hola ¿qué tal?”, rápidamente se convirtió en un “quiero verte comerme tu verga sin manos”. Sara pensó que un poco de sexting, no era un gran pecado y se dejó llevar, cogida por los consoladores y con una videollamada, tuvo un gran orgasmo en que se le escapó un “ven a follarme” del que no se dio ni cuenta el haberlo pronunciado. Sara, se quedó muy relajada, habló por teléfono con Juan, se dijeron cosas intrascendentes, se dijeron lo mucho que se querían, que se echaban de menos, Juan le dijo un comentario caliente y Sara le cortó de manera seca, no como si acabara de tener un orgasmo increíble. Se despidieron con un hasta mañana cariñoso.

Sara empezó a ojear una revista, el calentón ya se le había pasado y hasta se le había olvidado. Sonó el timbre de la puerta, abrió esperando encontrarse con el repartidor de Uber Eats y sorpresa. Era el tipo de la videollamada. Sara se quedó de piedra, no se esperaba que viniera, no tenia ganas y tampoco quería que ese cerdo pasara. “Disculpa, creo que aquí hay un malentendido” –le dijo. Sara intentó cerrar la puerta, pero el hombre se lo impidió poniendo el pie. “Déjame pasar y si en 5 minutos quieres que me vaya me voy. Vine pensando que querías verga y sinceramente ahora mismo me tienes que dejar pasar porque me estoy meando” –dijo el hombre. “Pasa, vas al baño y te vas. No quiero problemas” –le dijo. “Mil gracias Sara” –respondió el hombre. Se fue al baño, Sara estaba confusa, muy muy confusa, pero dispuesta a despachar a ese hombre en 2 minutos. Al salir del baño el hombre fue directo a la puerta de salida, como si no esperara nada a cambio. “Lo siento, es que tengo novio. Lo de antes fue un calentón. Lo siento de verdad” –dijo Sara dando las excusas del caso. “No te preocupes, pero si algún día quieres, avísame porque no recuerdo mejores polvos que los tuyos” –le dice aquel tipo. “Cuenta con ello. Que también tengo un buen recuerdo de ti” –le dice ella. “Bueno, no te molesto más” –dijo él con una sonrisa. Se despidieron con un beso en la mejilla, la mano de ese hombre rozó las nalgas de Sara, Sara se estremeció. El roce se convirtió en un apretón de culo, un beso, le metió 3 dedos de golpe en la vagina, Sara se corrió como una perra. Apenas terminó su orgasmo se fueron a la cocina, la puso con el culo en pompa apoyada en la encimera.

Sara estaba muerta de placer con las embestidas de aquel hombre. Le estaba abriendo la vagina cómo hacía tiempo que no se la abrían. Mientras se la follaba, le empezó a meter un dedo por el culo, luego dos y finalmente le metió la verga. Estaba cerradito, pero poco a poco se fue abriendo hasta que esa enorme verga entró hasta el fondo. Sara acabó y recuperó algo de cordura. “Para por favor, no quiero seguir” –le dice al hombre. “¿Eso me dices ahora? Ahora que has acabado dos veces Mira, tengo mi verga en lo más profundo de tu culo, y eso lo único que quiere decir es que eres una zorra” –le dice él. “¡Lo siento!” –dice ella. “Vamos a hacer una cosa, te la voy a sacar despacito y voy a dejar la punta de mi verga a la entrada de tu culito y a contar hasta 10 y ahí me dices que quieres” –dice el hombre con tono lujurioso. “Quiero que me la saques” –le dice Sara. “Hacemos eso o te parto el culo sin importarme una mierda tu opinión de puta” –dice él. El hombre se la sacaba poco a poco hasta tenerla totalmente fuera, pero con la punta de su verga en la entrada de ese culo apretado. Sara empezó la cuenta lentamente, al llegar a diez empujó su culo con todas sus fuerzas, la invadía un placer inmenso; se sentía viva, se sentía puta, se sentía sucia. “¡Ves cómo eres una zorra, una puta! Aquí tienes verga, la verga que te mereces” –le dijo. Al cabo de unos minutos de sodomizarla, aquel hombre tomó a Sara por el pelo, la arrastró por el salón hasta ponerse delante de un espejo, la puso de rodillas y empezó a follarle la boca de una manera salvaje, como bien recordaba que le gustaba a ella. Tomó el móvil de Sara y la filmó. El resultado fue un vídeo excelente, se veía perfectamente a Sara atragantada con esa verga, llorando, babeando, disfrutando. Acabó en su cara, dejándola llena de semen como a ella le gustaba. Sonrió a la cámara mientras se restregaba todo el semen por su cara, cuerpo y mente, soltó un “necesito más” desde lo más profundo de su calentura. “Vas a tener que esperar a que me recupere, me has dejado seco” –le dijo una sonrisa malvada. “Llama a algún amigo” –le dice ella. “Bueno, pero luego no te eches para atrás” –dice el hombre. “Ahora mismo soy tu puta. Haz conmigo lo que quieras” –dice Sara con su lujuria exacerbada. “Ponte un vestido” –le ordenó el hombre, “Pero…” –quiso decir ella cuando fue callada. “No me lleves la contraria y ponte un vestido y nada más” –le dice el tipo.

Salieron del departamento, el hombre la llevó a su auto, ella no preguntó nada solo se subió. Manejo por un tiempo. Al cabo de veinte minutos estaban en un oscuro estacionamiento sentados en el asiento de atrás con las luces encendidas y las ventanillas abiertas. Aquel hombre le estaba sobándole el clítoris, cuando una verga apareció por la ventanilla, Sara no se lo pensó y empezó a chuparla como una salvaje. Recibió semen en su boca en seguida. Estaba degustando el sabor de ese semen cuando otra verga invadió su boca. A Sara le encantaba chupar, pero necesitaba algo más que unos dedos en su clítoris. Sin pensarlo salió del auto, vislumbró muchos cuerpos en la oscuridad. Le quitaron el vestido y empezaron a follarla por todos sus agujeros, No sabía quiénes eran pero lo estaba disfrutando perdida en el placer. Había semen por todos lados, estaba en medio de un parking, desnuda, follada por unos desconocidos. No sabía cuánto más iba a resistir, ya que al menos había seis hombres dándole por todos lados. Cuando no pudo más pidió que pararan, pero aquel hombre que la había follado en su casa, le mando callar. “Solo sigue haciendo lo que estás haciendo zorra, quiero ver cómo dejas a toda esta gente satisfecha” –le dijo. “Pero quiero parar” –dice ella. Él le dio una bofetada que le hizo dar vueltas la cabeza, eso tuvo un efecto. “Si, haré lo que me pidas” –responde ella ante estimulo físico. “Pues, a chupar verga zorra” –le ordena. El impulso de obedecer hacia crecer más la calentura de Sara, que no dudo en atender a esos hombres que la rodearon. Ella se metía una verga y con sus manos masturbaba dos. Sentirse rodeada en todos sus flancos por esos hombres la calentaba y cumplía su labor con dedicación. Siguieron usándola durante dos horas, hasta que tragó la última gota de semen. Sara estaba desnuda, su vestido estaba tirado por ahí.

El hombre que la había llevado, se subió al auto y le dijo: “Ahora como buena puta te las vas a arreglar para volver a tu casa. Aunque he sido bueno y te he pedido un taxi”. Se marchó sin mediar palabra. Sara se puso el vestido como pudo, no tenía muchas fuerzas. Estaba asquerosa, llena de semen, de babas; pero eso la hacía sentir sensual. Pasaron algunos minutos y un taxi llegó, se subió y la llevó a su casa. A la hora de pagar, se dio cuenta que no tenía dinero. “Disculpe, no tengo dinero. Espéreme aquí y le bajo el dinero” –le dice Sara con congoja. “No, no creo esas cosas. Si no tienes dinero, me la chupas, que se ve de lejos que eres una zorra” –le dice el taxista. Ella se sentía cansada, pero no desperdiciaría esa oportunidad. Le dice al taxista que se pase al asiento trasero, él sin pensarlo dos veces se cambia de asiento. Sara de una le baja el cierre del pantalón y le saca la verga para meterla en su boca y pagarle la deuda. Se la chupó como su la vida se le fuera en ello. Los sonidos que su boca emitían al estar comiéndose esa verga eran más que excitantes, pervertidos y lujuriosos.  “¡Eso puta, chupa!” –le decía el taxista, ella chupaba, mordía y lamia como toda una zorra, hasta qu sintió como el semen de ese hombre inundaba su boca, no dejando rastros de la profusa eyaculación recibida. “Bájate de mí taxi puta” –le dice el taxista, ella entra a su edificio con la calentura desbordada. Así termino la noche de Sara, chupando la verga de un taxista para pagar la carrera. Extenuada subió a su departamento, se tumbó en el sofá y durmió casi todo el día.

Tuvo un despertar extraño, le dolía la vagina y el culo, pero no le molestó. Estaba confusa y atormentada por ponerle los cuernos de esa manera a Juan, pero a la vez le gustaba mucho lo que acababa de hacer. Le llegó un mensaje y luego otro, y otro. Eran los vídeos de la noche anterior. Sara los guardo como archivos ocultos. Se tomó un café, se duchó, hizo los quehaceres, tiró la basura con las pruebas del delito y esperó la vuelta de Juan. Cuando llego Juan, se contaron cosas, Juan notaba a Sara diferente, se besaron, se tocaron y empezaron a follar. “¡Como me gusta follarte! ¡Me gusta tu concha! ¡Me encantaría ver cómo te follan!” –le decía Juan mientras se la metía como endemoniado. “¿Quieres verme follar con otros?” –le preguntaba Sara entre gemidos. “Sí, quiero ver cómo te revientan la concha, como te abren el culo, como te usan como a una puta” –le decía Juan. “¿Podrías soportar ver cómo me follan la boca a lo bestia?” –le pregunta Sara. “¡Lo disfrutaria mucho! ¡Verte llena de semen me calentaría mucho” –le responde él. “¿Quieres ver cómo me follan el culo y cómo me meten la verga en la boca? ¿Quieres que sea así de puta?” –le preguntaba Sara al borde del orgasmo. “Sí, quiero que seas la más puta y que te hagan gozar, quiero verte follada por varios hombre a la vez” –le responde. Sara ya no pudo contenerse más y tuvo un orgasmo de proporciones apocalípticas. Su cuerpo se retorcía sin control y su vagina expulsaba fluidos como una cascada. En su calentura Sara tomó el móvil para ponerle el vídeo donde era follada por los hombres en el estacionamiento, pero justo cuando iba a abrir la carpeta adecuada Juan eyaculó y ella recapacitó. “¿Te ha gustado imaginarme follada por otros?” –le pregunta. “Me encanta la idea, la fantasía, pero no creo que ese día llegue. Ni tampoco sé si en el fondo quiero que llegue, pero cuando te estoy follando es lo que más me gustaría en el mundo” –le responde Juan. Sara quiso contarle todo y decirle que era la mayor puta del mundo, pero no podía revelarle su secreto, en verdad quería que las cosas con Juan resultaran de la mejor manera. “No sé, no me veo yo con dos hombres a la vez, parece algo complicado. Llámame anticuada si quieres” –le dice con la hipocresía a flor de labios. “Estarías preciosa empalada por delante y por atrás” –dice Juan sonriendo. “¡Qué bruto eres! ¡Siempre pensando en cochinadas!” –le dice Sara, aunque por dentro sabía que era capaz de eso y más.

Al mes siguiente Juan le dio una sorpresa a Sara, se la llevó de puente a un pueblito precioso. Un pueblo que sabía que a Sara le encantaría, había fotos suyas en Instagram y parecía feliz. Al ver del  pueblo del que se trataba, Sara se quedó de piedra. Al día siguiente, entró a la iglesia y fue directa a confesarse. “Padre  he pecado y vengo a ser castigada como merezco” –le dice al cura, que reconoció esa voz de congoja. “Cuéntame tus pecados y serás castigada como mereces” –le dice el cura con solemne calma. Quedando ambos en el confesionario planeando lo que sería el castigo que dignamente ella debería soportar.

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®

1 comentario:

  1. Wao exquisito relato lleno de lujuria,pasión ser llevada a los más alto que rico como siempre exquisito Caballero

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