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lunes, 24 de junio de 2024

147. Por una estúpida apuesta


Estaba estudiando mi primer año de Educación Superior y para la carrera que quise no me alcanzó el puntaje para la Universidad que aspiraba, por lo que tuve que hacerlo en otra ciudad. Alquiler compartido, fue la modalidad que me permitió obtener el alojamiento más económico, cuyo dato obtuve en la misma Universidad y apenas pude me mudé del hospedaje en donde estaba para allá.

Era una casa de 4 dormitorios y 2 baños que dividíamos su arriendo entre 6 estudiantes. Siendo el más pudiente Juan el arrendatario titular y a vista del contrato se dividían todos los gastos por igual entre cada uno, teniendo todos los mismos derechos y obligaciones. Juan que era el titular del arriendo llevaba viviendo más de dos años ahí y estaba en su tercer año de estudios, teniendo con él un simpático Golden que le hacía de compañía y a la vez de guardián de la casa cuando no había ninguno de nosotros en ella.

Al terminar el primer semestre de ese año, dos de nuestros coarrendadores desertaron de sus estudios y tuvimos que dividir el alquiler solamente entre cuatro mientras no llegara nadie más, por lo que me vi afectada en mi presupuesto, ya que mis padres no podían enviarme más dinero. Siempre apostábamos por cualquier estupidez con Juan y como yo no me mermaba casi ante nada, por lo general resultaba como vencedora. Primero era por cosas pequeñas como por quien pagaba la cena que habitualmente era pizza u otra comida chatarra y cosas así, pero después hubo involucrado dinero de por medio como por ejemplo que al ganar yo él me compraba algún libro que necesitara para mis estudios o algún set de apuntes. Pero obviamente subiendo el calibre de las apuestas mismas, llegando a ser lo más atrevido que me pidió y yo por ganar lo hice, fue que pusiera mis senos desnudos apoyados en el vidrio de la ventana que da a la calle por diez minutos continuos, en lo que claramente me tape el rostro con mi misma camiseta, pues si bien en ese barrio no conocía a nadie no era de naturaleza exhibicionista.

Luego se eso me apostó insistentemente a que no me atrevía a salir a pasear a su perro totalmente desnuda una vuelta a la manzana y luego quedarme todo el resto del día encerrada con el animal en el cuarto que ahora estaba vacío hasta la mañana siguiente. Apuesta que me negué a aceptar pese a lo tentador de la ganancia, hasta que me ofreció cubrirme tres meses de alquiler que más que caerme como anillo al dedo me dejaba al día con todo lo retrasada que estaba de mi presupuesto y haciendo de tripas corazón me comencé a preparar para ganar en aquella estúpida apuesta. Tomé prestados unos tacones rojos de otra chica que vivía en esa casa con nosotros, que yo nunca uso pero se caminar con ellos, me solté y ondulé el cabello que por lo general lo uso tomado, luego pintándome muy rojos los labios y depilándome el vello púbico, aproveché que no había nadie más en casa y poniéndole su correa al Golden lo saqué a dar la apostada vuelta a la manzana, que era la parte más difícil del desafío pues quedarme todo el resto del día encerrada con él y pasar la noche en esa habitación vacía no le veía ninguna complejidad.

La cuadra estaba compuesta por siete u ocho casas como la nuestra, más menos una cantidad similar de edificaciones de entre tres y cinco pisos, pero en el costado que daba a la avenida principal que pasaba por ahí solo había edificios de cuatro pisos y más habiendo en la mayoría de ellos locales comerciales en la planta baja, lo que implicaba mucha gente que me vería pasar desnuda con el Golden y ya cuando estuve ahí me di cuenta que Juan no me había impuesto un horario, y que pude haberlo hecho incluso de madrugada cuando prácticamente no anda nadie en la calle, pero ya estaba ahí y tenía que terminar de pasar. Casi todos los hombres se me quedaban mirando violándome con sus miradas, los más atrevidos me piropeaban y no faltó el par de enajenados mentales que me ofrecían sexo, sin tener idea del porqué de mi desnudez. De todos modos me sentí muy bien y muy femenina por haber cautivado la mirada de todos los hombres que me vieron pasar pues entre ellos había unos muy guapos y caballeros que trataban de disimular de algún modo, aunque de todas maneras traté de ocultar mi rostro dejando caer mi pelo sobre él, no siendo tan terrible dicha experiencia. Había hecho cuerpos pintados anteriormente en una protesta estudiantil con mi torso desnudo saliendo a la calle ya con mis senos pintados con acuarela, pero créanme que no es lo mismo.

Llegué a la casa y me tapé con la misma bata que salí que había dejado en el antejardín para que Juan no me viera, pero después que entré a la habitación desocupada encerrándome en ella, él golpeó pidiéndome la bata reiterándome que era totalmente desnuda sino perdía la apuesta y como ya había hecho lo más difícil se la tuve que entregar. Estando ya un rato ahí adentro no sabía qué hacer, me saqué los tacos y luego de pasearme un poco me senté en una alfombra que era lo único que había quedado ahí, hasta la cama se llevaron como para haber tenido donde dormir. Apoyé mi espalda en una pared y el perro se echó a un costado mío, por lo que aproveché de acariciarlo un poco, luego le hablé a Juan preguntándole si estaba ahí, a lo que me respondió “Obvio, si tengo que verificar que cumplas la apuesta”, y aproveché de solicitarle que no le contara a los demás de la apuesta ni que les mencionara que estaba desnuda, “No te preocupes, si les diré que te dije que esa habitación está embrujada y que por ahí iba la apuesta” me respondió ya que sabían lo de las tontas apuestas y a veces también participaban con él.

Llegó la noche y pese a estar bien cerrada la ventana, el ambiente estaba algo fresco, por lo que me recosté de lado en la pequeña alfombra y abracé al Golden para quedarme dormida, pero en mi cabeza quedó dando vueltas las miradas de los hombres sobre mi cuerpo desnudo y lo que podían haber estado pensando en ese momento, motivo por el cual creo que tuve sueños eróticos durante la noche despertándome por mis propios gemidos y una enorme cosquilla en mi vagina. Estaba de espaldas a piernas abiertas y el perro lamiéndome con muchas ganas, la intensidad del roce de su lengua me dejó perpleja y no reaccioné en el acto, solo seguí gimiendo por algunos segundo para luego incorporándome suavemente retirar su cabeza hacia atrás mientras no podía dejar de respirar agitadamente. Entendí que obviamente el perro no tenía la culpa y sentándome nuevamente con la espalda apoyada en la pared lo quedé viendo pero con la mirada perdida, él se acercó y me lamió el rostro continuando con el sudor de detrás de mis orejas y el cuello, lo que hizo que los pezones se me pusieran duros y humedeciera más de lo que ya estaba. El Golden agachó su cabeza y nuevamente se dirigió a mi vagina, no atreviéndome yo a detenerlo y dejándolo hacer, es más eché mi trasero para adelante curvando mi espala entre mis hombros y caderas, abriendo otro poco mis piernas y dedicándome a disfrutar de su hábil lengua que me hizo entrar en orgasmo en pocos minutos haciéndome ondular el vientre y temblar mis piernas. No recuerdo qué es lo que estaba soñando, pero sí que me estaban penetrando, pues el hurguetear de su lengua al interior de mi vagina eso simulaba y mis intensas ganas eso demandaban.

El Golden se retiró un poco y comencé a meterme un par de dedos, pero este animal puso su pecho sobre una de mis rodillas y abrazando mi pantorrilla con una de sus manos hizo un leve movimiento de coito, con lo que abrí grandes mis ojos y fui a mirar bajo su vientre, pero su pene se veía relativamente normal solo con una pequeña protuberancia atrás cerca de sus testículos. Me puse a gatas a su costado y apoyándome solo en mi mano izquierda, con la derecha le fui a tomar su verga, la que apenas se la tuve rodeada empujó para adelante desenfundando su rosada y delgada punta, pero dicha maniobra me asustó y se lo solté casi de inmediato, lo que el perro aprovechó para darme la vuelta y tratar de montarme, lo que también me asustó y bajé mi trasero al piso sentándome de costado quedándose el Golden con todas las ganas, pero no se impacientó y moviéndome la cola me volvió a lamer el rostro, demostrándome que era más cariñoso que ansioso. “Venga para abrazarlo” –le dije extendiendo mis brazos y él me puso sus codos sobre mis hombros permitiéndome rodearle su espalda con nuestros cuellos entrelazados así como estaba sentada en el piso, pero noté que instintivamente de todos modos movía su pelvis en actitud de apareamiento, por lo que saqué mi derecha de su espalda y fui a buscar su pene a tientas por debajo de su abdomen, el cual tanteé sin atraparlo ni rodearlo notando que su punta estaba húmeda y desenfundada, pero solo la puntita y esa protuberancia la palpé algo más grande de como la había visto, no pudiendo evitar el masturbarlo un poco para devolverle el favor por haberme lamido  tan bien la vagina hace poco. Se bajó para un costado sacudiendo sus caderas con su pene atrapado en mi mano y como mi izquierda me quedó libre aproveché de continuar masturbándome a mí misma.

Observé lo estúpido de la escena, pensando en que rehuí a su intento de montarme y ahora lo único que deseaba en ese momento era ser penetrada, vi que el diámetro de su verga había aumentado y esa protuberancia estaba enorme aún dentro de su funda pudiendo hacer de tope para que no me lo metiera tan profundo. No lo pensé más poniéndome en cuatro patas ofreciéndole mi culo, lo entendió de inmediato y se me subió por atrás, yo en mi calentura me apoyé en mi codo izquierdo y con la derecha por entre mis piernas fui a buscar su miembro para orientarlo a mi vagina, sintiendo muy rico cuando entró esa caliente verga y el perro pese a ya estar eyaculando ayudó a empujarlo más adentro, me apretó fuerte la cintura encajándome sus uñas y empujó aún más dando violentas embestidas que hacían sonar nuestros humedecidos sexos, hasta que tanto moverse esa descomunal bola se salió de la piel que la cubría y se fue para adentro de mi vagina haciéndome dar un corto y contenido chillido, pues estaba consciente que los demás dormían a esa hora.

Ya con su nudo adentro, continuó dándome verga por algunos segundos más, diría que casi un minuto y no sé si incrementó su eyaculación o fue mi percepción en ese momento en que estaba inyectándola directamente dentro de mi vagina que palpitaba a causa del placer, pues el conjunto completo de su verga repletaba toda mi conchita  sintiéndose fenomenal el latir de su bola en pleno contacto con mi punto G, pero fue muy poco lo que estuvo así acabando dentro de mí pues pronto se bajó para un costado y pasando la pata contraria a ese lado por sobre mi trasero, en la acción de darse vuelta su nudo estiró y expandió mis labios vaginales haciéndome doler tanto o más que cuando había entrado, quitándome el placer de esa caliente y latiente verga, el que se salió de una al instante que esa protuberancia traspasó el umbral de la entrada de mi vagina. “¡Maldito perro!” –le dije en voz baja y haciéndolo tumbarse de costado me volví a encajar su pene cargándome insistentemente en él hasta que entró su nudo. A horcajadas pasé a sentada de medio lado apegada a sus testículos, moviendo mi pelvis para seguir gozando de aquella verga que todavía escupía de su semen, quedándose él muy tranquilo y también disfrutando de lo que quedaba, más que molestarse creo que me lo agradeció y ni hablar de cómo jadeaba después cuando se la chupé para beber ese tibio semen que seguía brotando de su verga. Pese a lo adolorida, lo pasamos muy bien esa noche. Claro que ambas veces que su verga salió de mí vagina, el exceso de su semen escurrió hasta la pequeña alfombra que cobijó nuestro apareamiento o dicho de otra forma "fue nuestro nidito de amor”, bueno siendo lo relevante que esta quedó toda empapada, pero ya estaba comenzando a aclarar y ya luego podría salir de ahí, no necesitando dormir más en ese tapete, por lo que para borrar evidencias lo tiré por la ventana al patio trasero. Pero cuando me asomé por la puerta de aquella habitación, ahí estaba Juan despierto en un sillón y me esperaba con ropas mía para que me pusiera, las que le recibí con la puerta entreabierta por detrás de ella y él miró directamente al piso como buscando la alfombrita esa. Luego que me vestí le abrí la puerta, él entró acarició al perro y al cerciorarse que no estaba el tapete en el cuarto vio por la ventana que estaba tirado afuera, se agachó a acariciar al perro nuevamente pero esta vez lo abrazó con la mano izquierda por la cintura, pareciéndome que le tocó la punta de su funda y dejándomelo claro cuando se olió esa mano y se sonrió mirándome a la entrepierna, me dio la mano y me dijo: “Apuesta ganada, cuenta con los tres meses de alquiler gratis”.

Un rato después lo vi en el patio oliendo el tapete y con una evidente erección bajo sus pantalones, estaba segura que algo había escuchado tras la puerta de la cogida que nos dimos con su perro, que el olor de mi vagina en la funda del pene del animal, las manchas en el piso y los abundantes restos de semen en aquella pequeña alfombra le eran evidencia suficiente para estar seguro de que lo había hecho con el Golden y para ponerle la cereza al pastel, el perro no despegaba su nariz de mi entrepierna cuando andaba cerca de él, con lo que Juan comenzó a hacerme insinuaciones respecto a eso, no tardando en hacerme apuestas referentes a su perro hasta que directamente me ofreció dinero por verme teniendo sexo con él, siendo tal la oferta que sumada a mi necesidad de querer repetir la experiencia acepté. Para lo cual esperamos un par de fines de semana más, hasta uno en que todos los demás viajaron a sus respectivos hogares. Estábamos los tres solos ahí, así que decidimos hacerlo en la cocina para poder limpiar más fácilmente el piso, me desnudé y Juan también lo hizo, ante lo cual reaccioné frunciéndole el ceño y él me replicó que por qué no si estaba en todo su derecho, lo cual terminé aceptando. Luego tomó al Golden por su collar supuestamente para ayudarlo, pero el perro sabía lo que tenía que hacer y se me subió prácticamente solo cuando me puse en cuatro, obviamente dándome las correspondientes lamidas previas, pero Juan lo guió para que me penetrara a la primera y su nudo entró muy pequeño sin producirme dolor alguno, pudiendo yo percibir el proceso completo de su hinchazón al interior de mi vagina a  medida que me bombeaba brutalmente ese animal. Debiendo yo luego reconocer lo beneficioso de la presencia de Juan, pues sujetó a su mascota para que no se bajara y me permitió disfrutar de gran parte de su eyaculación con ese gran nudo latiendo en mi interior antes de colocarse por delante de mí ofreciéndome su verga, el cual no dudé en chupárselo en agradecimiento del placer que me estaba dando su perro. El muy estúpido sí, acabó en mi boca haciéndome tragar algo de su semen, lo que le hice notar que me molestó dándole un apretón con mis dientes, pero al muy depravado eso le gustó y me pidió más de aquello, dándome a entender su gusto por el masoquismo. Me permitió que clavara mis dientes en su glande en varias oportunidades mientras su perro seguía dándome verga hasta hacer que me pierda en el placer. Se colocó detrás sujetando al perro y disfruté extendidamente de su larga eyaculación, para luego permitirle a Juan hacer lo suyo y terminé siendo su prostituta privada y esclava sexual de su mascota.

 

  

Pasiones Prohibidas ®

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