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jueves, 23 de mayo de 2024

134. Las cosas que he hecho borracha


Lamentablemente cuando bebo de más, me atrevo hacer cualquier cosa sin medir las consecuencias. La primera vez que me sucedió estudiaba en la Universidad y en una fiesta de celebración de no sé qué cosa, bebí de más por primera vez en mi vida.

Esa noche terminé haciendo un montón de locuras, entre ellas acostándome con la mayoría de los chicos que estaban aún al finalizar la fiesta. Todo porque uno de ellos, cuando me quejé de que tenía mucho calor, estando yo ya bien borracha en ese momento uno de los chicos me propuso que me quitara la ropa. Cosa que yo hice sin llegar a pensar en nada, de eso a que varios de ellos me comenzaran a agarrar por todas partes no pasó mucho tiempo. Luego cuando comencé a decir en juego, que me iba acostar con todos ellos, él me retó, diciéndome que no me atrevía hacerlo. Casi de inmediato me terminé de quitar las bragas y el sostén, de igual manera es decir casi de inmediato varios de los chicos me saltaron encima. Esa noche, mientras uno me enterraba salvajemente su verga por la vagina, otro hacía lo mismo, pero por el culo, mientras que un tercero me hizo chupársela. En esos momentos era alrededor de unos nueve chicos y con todos cogí, terminado bañada en semen. Debido a eso gané una fama de puta en la universidad, que aun hoy en día muchos de mis ex compañeros y compañeras de clase no olvidan.

Eso no es lo peor de todo, en ocasiones me he despertado en una habitación, quien sabe dónde y acostada con quien sabe quién, pero eso con la excusa de que no me acuerdo de nada, o de que me habían violado, aprovechándose de mi condición, no quedaba tan mal parada. Aunque la realidad es que, si me acuerdo de todo, pero en esos momentos no pienso en las consecuencias, sencillamente hago lo que se me antoja. Cosas que, desde luego, buena y sana no me atrevería hacer por nada en el mundo, pero ya cuando comienzo a beber, no hay quien me detenga. Traté de sencillamente beber poco, pero el resultado era siempre el mismo, traté de no beber nada y mientras no lo hacía estaba bien aburrida, pero bien. Apenas probaba un poco, ya no había quien me detuviera y volvía a caer en las mismas situaciones de siempre. Bailando sola, quitándome la ropa sin importarme quien me esté viendo y dejando que los que las personas que se encontrasen conmigo hicieran lo que se les antoje conmigo. No puedo decir que es por el placer del sexo, si no que el alcohol me desinhibe hasta el punto de perder el control de mi cuerpo y voluntad. Es como si una personalidad oculta aflorara.

Recientemente me mudé fuera de la ciudad, ya que la cara se me caía de vergüenza constantemente, en el condominio donde vivía me enteré que me decían la puta de la casa blanca. Es más, en una ocasión hasta la policía llegó a allanar mi casa, por los desórdenes que ahí se formaban, pero gracias a Dios, ese día aún no había comenzado a beber. Al mudarme compré una pequeña finca, más que todo por no tener vecinos cercas, y el primer viernes que pasé en la casa sola, para celebrar abrí una cerveza y comencé a beber, pero estando sola, cosa que rara vez había hecho. Así que luego de la primera, me tomé la segunda y la tercera, y continúe sin llevar la cuenta, serían como las doce de la noche, que me dio por salir a caminar por los alrededores de la casa, llevándome varias latas de cerveza. Al poco rato sentí un calor inmenso, pensé que se debía a que estábamos en verano y sin pensarlo mucho me quité el vestido. A los pocos minutos, terminé por quitarme las bragas y el sostén, quedando completamente desnuda bajo la luz de la luna, mientras continuaba bebiendo cerveza y caminando por mi finca. Como estaba bien clara de que me encontraba sola, no me preocupé porque alguien me fuera a ver desnuda y si alguien me hubiera estado viendo, la verdad era que en ese momento no me importaba. Tal y como me encontraba me dieron ganas de orinar por lo que me agaché para hacerlo y una vez que terminé me senté sobre piedra grande que se encuentra detrás de la casa. Tras terminar de beber una de las latas de cerveza que tenía, me recosté sobre la piedra mientras mis piernas quedaron abiertas y colgando hasta el suelo. No sé si estaba dormida, cuando de momento comencé a sentir que alguien me estaba lamiendo mi vagina divinamente y al abrir los ojos esperando ver a un hombre que deseaba aprovecharse de mí, lo que me encontré fue con un perro grande que por lo visto minutos antes había estado olisqueando y lamiendo mi vagina. El animal al sentir que yo me senté de inmediato reaccionó retirándose de mí con la cola entre las piernas, mientras que yo también me llevé tremendo susto al verlo. Pero aun así me le quedé viéndolo a la luz de la luna, casi de manera automática me abrí otra lata de cerveza que tenía a mi lado y tras darme un largo trago, seguí viendo al perro.

Fue en ese mismo instante que se me ocurrió preguntarme a mí misma, cómo sería hacerlo con un perro. De momento, como que recordé el sin número de veces, que me había acostado con hombres y mujeres que ni conocía y que en ocasiones lo había hecho con más de una persona a la vez. A medida que iba recordando algunas de las locuras que he hecho, comencé a acariciar mi vagina, con la yema de los dedos de mi mano izquierda. Quizás por lo borracha que estaba, seguí preguntándome mentalmente como sería hacerlo con un perro, al fin y al cabo, después de todas las locuras que había hecho, esa era una que hasta ese momento aún no probaba. Así que saqué mi mano de mi vagina, me la llevé hasta mi nariz y sentí el penetrante aroma de mis propios jugos vaginales. Lo que a pesar de mi borrachera, me excitó mucho y alargando mi mano en dirección hacia el perro, comencé a llamarlo, diciéndole. “Amigo acercarte, ven aquí”. El perro lentamente comenzó a acercarse a mí, mientras que yo mantenía mi mano extendida hacia su hocico, y mis piernas bien abiertas. Al poco rato el perrote, ya estaba no tan solo oliéndome los dedos, sino que al tiempo que movía su cola intensamente, había comenzado a lamerlos. Al tiempo que yo seguía llamándolo amigo, comencé a acercar mis dedos nuevamente a mi abierta vagina y de estar oliendo y lamiendo mis dedos pasó rápidamente a oler y lamer mi vulva. Sentí su áspera lengua lamiendo y acariciando, una y otra vez mi clítoris, cosa que me causó un inmenso placer. Yo no tenía ni la menor idea de que hacer, por lo que simplemente permanecí sentada sobre la piedra, mientras el perro continuaba lamiendo toda mi vagina profundamente. Pensé de momento ponerme en cuatro, tal cual si fuera una perra y dejar que él continuase, así que lentamente mientras él continuaba lame que lame, me bajé y me deslicé hasta quedar con mis rodillas y mis tetas pegadas al césped. Casi de inmediato el perro dejó de lamer mi vagina para tratar de subirse sobre mí, cosa que hizo con suma facilidad como si antes él y yo lo hubiéramos hecho.

Sentí su caliente y puntiaguda verga penetrando mi concha y el placer que me produjo fue algo tremendo, sus patas delanteras me sujetaban con fuerza contra su cuerpo. Hasta sentí que me dio algunos arañazos en mis costillas y muslos con sus patas, pero no les puse la menor atención en ese instante. Era tan y tan rico lo que estaba sintiendo, que sin darme cuenta estaba gimiendo por ese placer que por primera vez experimentaba. Mi amigo de cuatro patas me tenía bien agarrada y moviéndose con mucha energía, con fuerza y rapidez. De momento en medio del gran placer que sentía, comencé a sentir algo mucho más rico, era como si de momento su verga se hubiera agrandado. Al sentir ese placer tan intenso, me puse a gritar de alegría como una loca, mi amante de cuatro patas, sin dejar de meter y sacar su tremenda verga de mí vagina me produjo un sin número de orgasmos como nunca antes había disfrutado. No piensen que soy exagerada, pero a medida que fue derramando todo su caliente semen dentro de mi vagina, sentí como me iba llenando toda por dentro. Yo estaba súper agotada y el perro estando sobre mi se volteó, por lo que prácticamente quedamos culo con culo.

Fue en ese instante que me di cuenta de que olía, o mejor dicho apestaba a perra, ambos nos quedamos quietos, ya me había quedado prácticamente dormida cuando después de casi media u hora o más tiempo. Luego sentí que su verga salió de mi vagina y casi de inmediato estaba lamiendo nuevamente toda mi vulva y gran parte de mis muslos con su áspera lengua, lamiendo el semen que de mi vagina chorreaba. Yo que estaba acostada sobre el césped, vi que su verga oculta dentro de su piel y de momento que me provocó tenerla dentro de mi boca, así que comencé a acariciar su barriga. Él se quedó tirado a mi lado patas arribas, así que a medida que le seguía haciendo cosquillas, fui agarrando y acariciando su oculto miembro, hasta que comenzó a asomar su rosada punta de carne. Lentamente comencé a pasar mi lengua sobre su verga y al poco rato ya se la estaba mamando, cuando sentí entre mis dedos que se había formado un inmenso y grueso bulto bajo la piel de su miembro. Seguí chupándosela, al parecer le gustaba, porque estaba quieto sintiendo como mi boca subía y bajaba por su verga. Para mí era la primera vez que estaba haciendo algo así, pero me gustaba como se sentía en mi boca y como palpitaba. Al poco rato un gran chorro de semen me dio en la cara. Por un largo rato me quedé recostada en el césped, dejando que mi nuevo amigo me lamiera por todas partes.

Cuando recobré las fuerzas para levantarme, recogí mi ropa, y con ella me medio limpie, continué dando traspiés, mientras me dirigía a la casa y tal como me encontraba me quedé recostada sobre el sofá de la sala. Al despertar ya cerca de las tres de la tarde, la peste a perro la tenía impregnada por todo mi cuerpo, me di una buen baño, enjabonándome un sin número de veces, lavando mi vagina de la mejor forma posible. Al salir de la casa, lo primero que encontré fue al perro moviendo su cola alegremente. Supuse que no había comido y le di algo de carne cruda, luego fui al supermercado y compré jabón para lavarlo, al regresar a la casa le había traído comida para perro, un champú, y hasta unas gotas contra las pulgas y garrapatas. Ya a eso de las seis de la tarde, aproveché y comencé a darle un buen baño, le saqué cuanto animalito tenía encima, lo volví alimentar. Posteriormente mientras lo bañaba y limpiaba me preguntaba a mí misma como era posible que hubiera dejado que ese animal me hubiera hecho todo lo que me hizo y que para colmo yo terminase chupando su verga, y como de costumbre me dije a mi misma que eso fue culpa de mi mala bebida.

Después de eso comencé nuevamente a beber cerveza, ya a eso de las nueve o diez de la noche, nada más de verlo y recordar todo lo que me hizo disfrutar la noche anterior, sin tan siquiera pensarlo, me volví a desnudar completamente. Apenas lo llamé corriendo se montó en mi cama, mientras que yo permanecía con mis piernas bien abiertas dejando que me comenzara a lamer toda mi vagina. Eso lo fui repitiendo casi todas las noches y al siguiente día me volvía a decir a mí misma que todo era culpa de lo mucho que yo bebía, hasta que el martes, ya era algo tarde para salir a comprar, me di cuenta de que no tenía nada que beber en casa. Para bajar un poco la ansiedad que sentía, salí a caminar por los alrededores de la casa, mientras el perro que se había vuelto mi compañero en todo momento me seguía a pocos pasos, moviendo su cola.

Ya el beber como que no me estaba haciendo falta, pero me di cuenta de que no dejaba de pensar en dejar que mi nuevo compañero me volviera a dar una buena lamida de concha, pero ya no tenía la excusa de que estaba borracha, así que, sin darle mucha cabeza, simplemente me quité la bata casera que estaba usando y me quedé completamente desnuda. El perro al verme comenzó a mover su cola con mayor fuerza, ambos comenzamos a juguetear y mientras que yo le comencé a hacer cosquillas en la barriga, él se tiró sobre la tierra y en cosa de pocos momentos era yo quien le estaba chupándole la verga al perro. Luego me las arreglé para que, en lugar de montarme, yo deje que su verga me penetrase montándome sobre ella. Así es que me acepté que no me hacía falta estar borracha para disfrutar de mi amigo de cuatro patas.

El placer que me hacia sentir era infinito, no pensé en lo puta que podía llegar a ser solo por querer experimentar aquel lujurioso placer que me daba. Me gustaba como mi vagina se deslizaba por esa verga grande y gruesa, deliraba de placer y me retorcía cada vez que un orgasmo me visitaba. Cada instante moviéndome sobre su deliciosa verga era intenso, incluso me agarra las tetas y le decía: “Cógeme, soy una perrita caliente”. Él jadeaba como complacido por la manera en su verga me penetraba. Sentí como su verga se descargó y acabé en un intenso orgasmo que me dejó rendida, mi vagina derramaba semen de mi amante canino y mi cuerpo temblaba a causa del placer. Entendí que no era cuestión de beber o no, era solo cuestión de que era una puta adicta a la verga que intentaba esconderse en una excusa. Dejé de beber por completo, no lo necesitaba, porque mi amante peludo a punta de verga se encargó de hacerme adicta al placer de coger como una perra para él.

 

Pasiones Prohibidas ®

2 comentarios:

  1. Excelente relato como siempre lleno de lujuria y perversión como siempre te caracteriza. Me gustó mucho. Gracias por compartir JOL

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  2. Wao tremendo relato Caballero me encanto como.siempre increíble

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