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viernes, 10 de mayo de 2024

130. Si eres puta que no te extrañe que te traten como a una


Desde antes de convivir con mi actual mujer, sabía lo coqueta que era ella y si tan solo fuera eso, no me hubiera molestado en darle una lección, pero aparte de coqueta, es algo atrevida y bastante desvergonzada, no tan solo en su manera de vestir, sino que también por su forma de actuar. Sé de sobra que eso me pasa por vivir con una mujer muchísimo más joven que yo, ya que todavía no ha llegado a cumplir los veinticinco, mientras que yo fácilmente le llevó cuarenta años, pero a sabiendas a lo que me exponía, lo hice y como no me chupo el dedo, estoy bien consciente de que seguramente, me ha llegado a ser infiel, en más de una ocasión, pero sin mayores consecuencias.

Con el pasar del tiempo, ella en lugar de ir adquiriendo un poco de más madures, ha pasado todo lo contrario, ya que a las últimas salidas a fiestas o bares a los que hemos asistido, se comportaba de manera más coqueta, por no decir que de la manera más puta. Al punto que me vi en la necesidad de llamarle la atención de manera discreta, al principio nada más me bastaba con decírselo calladamente, luego pasé a darle un pequeño pellizco en una de sus bien formadas nalgas, lo que hacía que ella se diera cuenta de lo que estaba haciendo, y entrase en razón rápidamente. Al parecer, los pellizcos perdieron su efectividad y ella coqueteaba con todo aquel que se le atravesaba, además, dejaba ver sus muslos y algo más sin vergüenza alguna. Si no era que sus senos prácticamente brotaban mágicamente de su ropa o gracias a las muy pequeñas y cortas minifaldas que acostumbraba a usar en todo momento. Cuando ella por alguna razón se inclinaba claramente se le podía ver sin mucho esfuerzo gran parte de su apretado culito, y en ocasiones incluso hasta su vagina, apenas cubierta por una de esas costosas prendas íntimas que no son más que un hilo dental. No niego que es una chica sensual, tampoco me voy a hacer el tonto y no asumir que despierta más de algún pensamiento morboso, pero como dicen: “De tanto llevar el cántaro al agua, se rompe”.

Por lo que llegó el día, en que me cansé de su exceso de coquetería y desvergüenza, fue cuando decidí darle una lección, le dije que pasaríamos el siguiente fin de semana en mi hacienda y después de llegar, bañarnos y cambiarnos de ropa, y comer algo. Cuando llegó la noche le dije que tenía una pequeña reunión, con el personal de la hacienda, esa noche, invité a varios peones personalmente, todos ellos bastante jóvenes y fuertes. Mi mujer por su parte al escucharme decir que habría una reunión, sin tener la menor idea de que se trataba, volvió a cambiarse de ropa, poniéndose seguramente lo más provocativo que encontró. A medida que los peones fueron llegando, nos reunimos en el patio frente a la casa de la hacienda, donde había preparado un par de mesas con bebida y algo de comida. Les indiqué que se podían servir lo que gustasen y después de un buen rato apareció ella, haciendo su espectacular entrada, apenas vestida como de costumbre, con una muy corta minifalda de color rojo. Estando yo de pie en la base de la escalera, así como varios de los peones, sin mucho esfuerzo podíamos ver su vagina, apenas cubierta por la fina tela de sus bragas y una corta blusa semitransparente que, para completar, dejaba ver tanto su lindo ombligo como su plano y llamativo vientre, así como gran parte de sus parados senos. La muy puta además tenía puestos unos zapatos de tacos extra altos, con finas medias negras, seguramente sujetas por un liguero, lo que, junto a sus zapatos, hacía que sus largas y bien torneadas piernas resaltasen aún más y se vieran más llamativas. Eso sin contar que dejó su larga cabellera castaña clara completamente suelta, la cual caía sobre sus descubiertos hombros, y ocasionalmente ocultaba de manera bien seductora parte de su rostro. En fin, en pocas palabras parecía una puta cara, claro que ella misma, no veía que andaba vestida como toda una puta.

Desde que bajó las escaleras, que da a unos pocos pasos de donde nos encontrábamos bebiendo los peones y yo, de inmediato llamó la atención de todos, pero apenas abrió la boca y dijo. “Señores, espero que mi marido los esté tratando bien”. Seguidamente se me acercó para plantarme un provocativo y seductor beso en la boca, para luego voltearse a ver a todos los presentes, de manera sensual. Los peones, seguramente por respeto de inmediato dejaron de verla como si fuera una presa de caza. De manera discreta, siguieron bebiendo, tratando de ignorar a la tremenda hembra que había llegado. Yo me di cuenta de que por respeto a mi persona, ellos apenas e intercambiaban algunas palabras con ella y de inmediato se retiraban. Lo que bien podía dañar mi plan, de darle una lección a mi mujer, así que, en cierto momento, mientras le servía un fuerte trago, sabiendo la poca tolerancia que le tiene al alcohol, le pedí que subiera a la casa y pusiera algo de música. Si cuando llegó llamó toda la atención de los presentes, cuando se retiró a poner algo de música, más de uno se quedó babeando a medida que ella moviendo provocativa y cadenciosamente su hermoso y parado culo cuando subía las escaleras. En esos momentos aproveché para aclararles a los muchachos, que realmente no era del todo mi mujer, que ella dice eso tan solo porque llevamos viviendo juntos, apenas un par de semanas. Les dije, que se dieran cuenta que apenas yo me retirase a dormir, en lugar de seguirme, ella se quedaría con ellos para continuar coqueteándoles y que probablemente no descansaría hasta coger con todos ellos. En los rostros de todos ellos, vi algo de incredulidad, es más algunos lo tomaron como una broma de parte mía hacía ellos, pero a los pocos minutos después de que comenzó a sonar la música, ella regresó aún más maquillada y perfumada, que cuando se marchó a poner la música. Por aquello de asegurarme y de no levantar sospechas, me quedé un rato bebiendo y compartiendo con todos, mientras que ella no tan solo les coqueteaba a todos abiertamente, sino que continuó bebiendo. Así que después de que le di unos cuantos pellizcos en sus paradas nalgas, ella continuaba actuando como si nada pasara, o peor aún, como si yo no existiera. Decidí dejar que lo que iba a suceder sucediera, así que, al principio, discretamente le dije que nos retirábamos a nuestro dormitorio, pero ella pareció no haberme escuchado, así que, levantando un poco la voz, se lo volví a decir y ella continuó actuando coquetamente, como si no me hubiera escuchado, hasta que uno de los peones le indicó que yo le hablaba. Ella se dio vuelta, me vio de pies a cabeza, se sonrió y me dijo frente a todos los invitados: “No te preocupes mi amor, que te alcanzo en un rato”. Tras decir eso, se dio la vuelta, continuó hablando y coqueteándole abiertamente a los que se encontraban a su lado, como si yo hubiera dejado de existir.

Yo como si ese no fuera problema mío, me retiré y a medida que subía las escaleras, comencé a sentir un raro morboso sentimiento, ya que el solo pensar que seguramente terminaría cogiendo con alguno de los peones y aunque me costó trabajo aceptarlo, me comencé a sentir algo excitado, pero diciéndome a mí mismo que eso se me pasaría. Entré a la casa, en lugar de irme a dormir, me quedé en la sala observando a mi mujer por uno de los ventanales sin que ella o cualquiera de los peones, se diera cuenta de mí presencia. Ya que dejé apagadas las luces de la sala y no se podía ver mi figura, mientras que yo si podía ver claramente todo lo que sucedía fuera. A medida que mi mujer continuaba bebiendo y coqueteándoles a todos, yo comencé a imaginarme lo que iba a ir sucediendo. Podía ver como ella se insinuaba, como jugaba con la perversión de los trabajadores para que perdieran ese respeto que sentían y la desearan como un objeto de placer. Poco a poco los muchachos comenzaron a ganar confianza y varios de ellos la invitaron a bailar, a medida que fue bailando con uno y otro, el atrevimiento de ellos fue creciendo. Ya que ella en esa lujuria que transmitía los invitaba a ir más allá.

Desde mi punto de observación, noté claramente como alguno de los que bailaban con ella empezaron a acariciar su cuerpo sin que ella pusiera la menor resistencia. Es más, se reía de manera bien indiscreta, lo que en cierta manera contrario a lo que yo pensaba, continué sintiéndome más excitado, pero también pensando en lo puta que era, sabiendo que yo estaba en la casa. Apenas alguno de los peones le hacía algún comentario al oído, ella reía y se contoneaba sensual al ritmo de la música, sin siquiera sospechar que yo era un mudo espectador de sus acciones. La cosa se fue poniendo más y más caliente, de manera desvergonzada, seguía bebiendo e incitándolos a caer en su red de seducción, sensual y provocativa, era como si los retase a que actuasen, lo que por un buen rato no parecieron entender. No sé si se sentían amedrentados frente a tal mujer o estaban demasiado ebrios para notar sus intenciones. Yo observaba sintiendo como mi miembro empezaba a cobrar vida bajo mi pantalón, si estuviera ahí ya me la estaría cogiendo hasta que me pidiera que me detenga. En un momento, tomó una de las salchichas que había en uno de los mesas, no con la intención de comerla, jugueteaba con ella entre sus besos y después se la metió en la boca, pero sin llegar a morderla. La chupaba como si fuera una verga, ya no podía más con mis demonios, sentía cada vez más dura la verga, viendo ese morboso espectáculo. Fue en esos momentos en que algunos de ellos, se dieron cuenta de cuáles eran las reales intenciones de mi mujer.

Uno de los peones más jóvenes, mientras bailaba bien pegado al cuerpo de ella le agarraba el culo, yo sentía que mi verga me explotaría debajo del pantalón, el joven peón le levantó el frente de la falda descaradamente y metió su mano dentro de las bragas de mi mujer y por lo que observé, él debió haber agarrado su depilada vagina y sé que no me equivoco al pensar que estaba húmeda. Por un instante hasta llegué a pensar que ella le daría una cachetada o por lo menos un empujón, o algo parecido, pero no, lo dejó que siguiera recorriendo su vagina sin ningún pudor, ella lo besó desesperada, hasta que ante la vista del resto de los presentes lo tomó de la mano y lo condujo a uno de los bancos de madera que se encuentran en ese lugar, en el que obligó a sentar al joven peón. Después descaradamente ella misma se quitó las bragas ofreciendo un candente espectáculo frente a todos los presentes. La puta de mi mujer con sus manos sacó la tiesa verga del trabajador y como si no le importase que el resto de los presentes la viera, se subió la falda y abrió las piernas para montarse encima de él dejando que su verga la penetrase.

Al tiempo que ella lenta y sensualmente comenzaba a mover sus caderas, en ese momento en lugar de darme rabia o incomodarme por lo que mi mujer hacía y de la manera en que lo estaba haciendo, sin vergüenza alguna, me calenté tanto que empecé a masturbarme viendo como mi mujer cogía con el joven trabajador. Ante el asombro de todos, mientras ella movía su cuerpo, también se despojó de la pequeña blusa que tenía puesta, de momento él le debió decir algo, ya que se detuvo y comenzó a moverse manera sensual al ritmo de la música, se subía la falda y se nalgueaba frente a los trabajadores que silbaban, aplaudían y la manoseaban con descaro. Luego de calentarlos con su sensual baile recostó ligeramente su cuerpo sobre uno de los mesones de madera, llenos de comida y bebida, seguidamente el mismo joven continuó penetrándola, mientras que el resto del grupo se masturbaba como cerdos a su alrededor viéndola como se la cogían y la muy puta gemía disfrutando del momento. Después de un rato, evidentemente el joven debió acabar y tras separarse, mi mujer tomó una manguera en una mano y un trago en la otra, bebió de un solo sorbo y pidió que abrieran la llave del agua, colocó la punta manguera dentro de su vagina para lavarse el semen de su interior, pero la calentura la tenía dominada y se empezó a follar con la manguera como una loca mientras el agua escurría de su vagina. Sin el menor ápice de vergüenza, después de eso, terminó por arrancarse la pequeña minifalda roja, quedando desnuda frente al resto de los presentes, únicamente se había quedado con las medias negras puestas, y el liguero rojo y negro que las sujetaban.

Hubo en un momento una pequeña discusión entre los trabajadores por quien sería el próximo en cogerse a la esposa puta del jefe. Debido a que todos estaban aglomerados alrededor de ella, muerto de curiosidad por lo que mi mujer podía seguir haciendo, decidí bajar al patio, sin llamar la atención. Mientras que sugestivamente ella caminaba entre ellos, hasta que uno de los peones, sin perder tiempo en discusiones, la tomó por la cintura y atrayéndola contra su cuerpo, hizo que ella se separase del grupo. Casi de inmediato se bajó los pantalones, y mostrándole su verga, mientras él permanecía de pie en medio del patio, ella con sus brazos se le colgó del cuello, lo sujetó con ambas piernas quedando prácticamente comenzó a penetrarla, ante la sorprendida vista del resto de los presentes. La muy puta gemía con locura a sentir como su vagina era invadida, ella se movía mientras el peón la sujetaba de las nalgas. Por un buen rato la puta infiel se mantuvo de pie con su improvisado amante, hasta que finalmente ambos fueron a dar al piso, de manera lenta, donde él continuó metiendo y sacando su verga de su hambrienta vagina, mientras que continuaba moviendo sus caderas hasta que seguramente ella alcanzó un orgasmo y él retiró su verga aun chorreando semen.

Casi de inmediato, nuevamente ella tomó otro trago y meter la manguera en su vagina para lavarla de los restos de semen que le habían quedado dentro, esta vez se penetró salvajemente frente a los trabajadores. Hasta que un par de ellos se le acercaron y tras quitarse los pantalones, al mismo tiempo se le fueron encima deseosos de probar tan exquisita y caliente hembra que tenían en frente. Sin importar nada la tiraron sobre la tierra mojada, haciendo que se revuelque como una cerda encima del barro. Luego de que la muy puta se revolcara en el barro, uno de los trabajadores la subió a horcajadas sobre él y se la ensartó en la concha, el otro con algo de dificultad se la enterró en el culo, no pensé nunca llegar a verla teniendo sexo con dos hombres a la vez, pero más me sorprendí cuando ella misma le hizo señas a un tercero, que se babeaba por ella y apenas se acercó al grupo ella agarró la verga de ese tipo y se la metió en la boca. Podía ver a lo lejos como mi esposa era cogida sin piedad, seguía con mi verga afuera pajeándome viendo su espectáculo perverso. Ya no pude contenerme más y acabé deliciosamente espiando entre las sombras como mi esposa era tratada como una puta que estaba a disposición de todos.

Los peones el resto de la noche se la pasaron clavándosela por todos lados, mientras que ella estaba tan caliente que claramente la escuchaba decir que le dieran más y más duro, ya fuera por la vagina o por el culo, solo quería satisfacerlos a costa de quedar desecha. Estaba tan borracha que apenas se movia, cosa que los peones supieron aprovechar al máximo, incluso cortaron un pedazo de la manguera para cogerle el culo y la concha. Se la cogieron como una cerda en el barro, hasta que ella por la borrachera se durmió. La bañaron en alcohol y desgarraron su ropa. Cuando comenzó a amanecer, los peones abandonaron a mi mujer, no sin antes dejarle un par de recuerdos, uno sacó un lápiz de marcar permanente y le escribió: “Puta” en las tetas. Después la rodearon y la orinaron, quedando ella inconsciente por el exceso de alcohol y las tremendas cogidas que había recibido. La zorra dormía plácidamente en el centro del patio, completamente desnuda, sin sentido y llena de semen por todas partes. Cuando la muy puta se despertó de la gran borrachera que había agarrado, eran cerca de las tres de la tarde, yo estaba de pie frente a ella al momento en que se despertó.

Al darse cuenta de su estado y seguramente recordar todo lo que había hecho, se puso a llorar, pero la detuve de inmediato diciéndole: “¡No te extrañe que, si actúas y te comportas como una puta, te traten como a una!”. Mi mujer se quedó en silencio, por lo que le seguí diciendo: “Si quieres regresar a la ciudad, conmigo, anda y date un buen baño que me iré en un par de horas”. Después de que se bañó, por espacio de casi una hora, aun desnuda me buscó conversación, pidiéndome perdón, y diciéndome que ella entendía si yo no la quería ver más. Yo la dejé que siguiera pidiendo disculpas y confesándose. Le pregunté: “¿Cómo te sentiste al estar rodeada por todos esos hombres?”. Aunque en principio casi no dijo nada, finalmente cuando insistí en que hablase de cómo se había sentido, poco a poco no tan solo me comenzó a decir como se había sentido, sino que también comenzó a describirme desde su punto de vista todo lo sucedido. A medida que la fui escuchando, no les niego que me fui excitando, al punto que cuando ella con mucha más confianza continuó narrándome todo, yo me le fui encima y sobre la cama separé sus hermosas piernas, y sin quitarme la ropa ni perder tiempo, apenas saqué mi verga del pantalón se la clave por el culo. Era mi turno de coger con la puta de turno y darle verga hasta que me hartara de hacerlo. Al principio se quejó ligeramente diciendo que le dolía. “No tienes derecho a quejarte después que te dejaron el culo abierto por tanta verga que te dieron. No me vengas con el papel de señora ahora, sabiendo que eres toda una puta” –le dije. Ella sonrió y dijo: “Sí, soy toda una puta. ¿Crees que no sabía que mirabas? Por eso me comporté como la más puta de todas, para que me vieras y disfrutaras de los cuernos que te estaba poniendo” –me dijo gimiendo de placer y seguía diciéndome lo mucho que disfrutó de todas esas vergas que se comió en la noche. Me la cogí como un loco, disfrutando de su culo hasta acabar dentro de él, regando sus entrañas con los tibios fluidos de mi verga. Después hice que se pusiera las bragas y terminara de vestirse, quería que se fuera con mi semen para que sus bragas quedaran impregnadas por él. Cuando ya estuvo lista nos subimos al auto y regresamos a casa.

 

Hasta la fecha aún seguimos viviendo juntos, pero estoy más que convencido que lo que nos mantiene juntos es su manera de ser tan puta. Siempre que podemos salimos y vamos para que ella tenga algún encuentro ocasional con algún afortunado o algunos. Sabe cómo seducir a los hombres y hacerlos caer en su trampa para complacerme, y seguir deleitándome con esos candentes espectáculos que monta en algún sucio callejón, revolcándose en la basura como la sucia cerda y puta que es. Me encanta escucharla, cuando me cuenta como se la metieron y como lo disfrutó, mientras en la casa me estoy cogiendo ya sea por el culo o por deliciosa concha.

 

 

 

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