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viernes, 19 de abril de 2024

123. El emprendimiento


Vivo cerca del Puente Lo Curro, en las inmediaciones del supermercado que hay por ahí, generalmente salía a correr por los alrededores, Avenida Santa María y todo ese sector de frondosos árboles. Tengo 19 años y soy la típica cuica, cara linda, rubia, delgada y que no tiene nada que hacer, ni siquiera había dado las pruebas para entrar a la universidad; muchos pensarán que soy la princesita de sus padres, con plata, con nana que cruza todo Santiago para llegar y atenderme, la cuica que no tiene preocupaciones, déjenme decirles que tienen toda la razón, esa es mi vida.

Un día me encontré de frente con un muchacho que tenía cinco perros con sus respectivas correas y bozales, como soy de carácter sociable y amigable, me presenté: ¡Hola!  ¡Soy Evelyn! Veo que andas ‘aperrado’!” –le dije, en alusión a la cantidad de perros. Se dibujó una cálida sonrisa en su joven rostro: “¡Sí! ¡Hola, soy Marco!  ¡Este es mi trabajo!”  –me responde. “¿Trabajo ¿Cómo así!” –le pregunto con curiosidad. “Bueno, me dedico a pasear perros. Los dueños no disponen del tiempo y me pagan a mí para sacarlos a hacer ejercicios y también sus necesidades” –responde amablemente. “¿Y te pagan por eso?” –pregunté con más curiosidad. “¡Pero por supuesto! No es nada fácil encargarse de cinco perros a la vez” –respondió Marco sonriendo. “¡Ya veo! Perdona si soy un poco indiscreta, ¿Cuánto te pagan?” –le pregunté esperando que me mandará a la mierda. “Entre siete y diez mil por perro” –contestó. “¿Semanal?” –indagué. “¡Estás loca!  ¡Diarios!” –dijo él sonriendo.

Mi alma matemática inmediatamente comenzó a sacar cuentas (7 x 5 = 35). Son 140 lucas al mes por los cinco perros, no me pareció nada de mal, salir a trotar y aprovechar de pasear algunos perros, era para mí ganar/ganar, ya que supuse que no era los únicos clientes que tenía. Conversamos bastante y él galantemente me dio los pormenores de su “negocio”. Apenas regresé a casa puse en mi Instagram y Facebook mi disponibilidad para pasear perros, tarifa a concordar según el tamaño del animal.

El primer día no sucedió nada, pero al tercer día Sonia se contactó conmigo para pasear su Yorkshire al menos tres veces a la semana, nos pusimos de acuerdo en la tarifa y calendario, ese fue mi primer perrito, al cabo de unos diez días, había logrado concordar el paseo de cinco perros, todos de raza mediana a pequeña, después de casi un mes de estar en el “negocio”, que yo lo tomaba un poco a la ligera, paseaba doce perros, en diferentes días en horario matinal, tenía mi agenda copada y seguían llamando personas interesadas a contratar mis servicios, así que amplié mi actividad a las tardes y completé con ocho perros más, pero estos eran más grandes, había un Pastor Alemán, un Schnauzer, dos Golden Retriever, dos Labradores, dos boyeros de Berna, y un Rottweiller, afortunadamente soy de talla media a grande, aunque si soy flaca, cómo deportista tengo bastante fuerza en mis brazos y piernas, pero había uno que me sobrepasaba, el Rottweiller, un maravilloso can de indudable estirpe, con sus certificados al día, todas sus vacunas al día, lo llevaban a la peluquería todas las semanas para su baño y cepillado, así que era de una prestancia única con su pelaje suave y brillante, además, bastante perfumado para ser un perro, era el más vivaz de mi manada, difícil de controlar, me aprendí todos los trucos del “Encantador de Perros” y eso me ayudó bastante para controlarlo.

De nombre Goliat, un hermoso animal que llamaba mi atención por su fuerza y energía, una bella especie de macho dentro de su especie, en mis días de ciclo menstrual me encontré mirando su funda bajo su vientre, creí estar enloqueciendo, ¿Cómo podía siquiera tomar en consideración una cosa tan depravada?, pasaba mi ciclo y pasaba mi fijación. Rápidamente mi reputación se expandió, soy muy enérgica en mi trato con los animales, esto sin llegar a ser cruel, pero los hago correr largos tramos y siempre estoy en busca de métodos de hacerlos consumir sus energías, en modo que cuando regresan a sus respectivos hogares, se comportan bien y no dan molestias a sus amos, algunos de estos métodos no son del todo ortodoxos, pero cumplen con el fin de hacerlos consumir sus energías.

Con el tiempo todo se transformó en una rutina más, en la tarde iba a recoger a los perros y me los llevaba a casa, como tenemos un amplio patio, papá tiene una especie de taller al fondo, soltaba a los animales a su libre albedrio y yo me ponía en una silla de playa a vigilarlos, mamá no quería que anduvieran haciendo hoyos o destruyendo cosas del patio, por ningún motivo quería enemistarme con mis padres que habían accedido sin objeciones a dejarme utilizar el patio, en cuanto a la presencia de ellos no tenía ningún problema ya que ambos trabajan y regresan a casa al atardecer muy cerca del ocaso del día. La mayoría de los perros están castrados, así que no representan mayores problemas, no son agresivos, pero el Rottweiller no era uno de ellos, tampoco el Schnauzer, uno de los dos Golden y un labrador negro.

Estando acostada al fresco del árbol, sentí a Goliat venirme a olfatear mis piernas, rápidamente lo alejé, yo estaba en el final de mi ciclo, casi no tenía sangrado, pero esa sensación de hormigueo en mi sexo me perturbaba mucho, irreflexivamente me saqué las bragas y se las tiré, pensando que me dejaría en paz, lo vi que se revolcaba encima de la prenda, la mordía y volvía a revolcarse, cómo queriendo impregnarse del olor de mis bragas, se sumaron a Goliat los otros perros que estaba enteros, es decir los que no estaban castrados, miré al Rottweiller con su  lengua afuera, una expresión de goce y me miraba animosamente embriagado con el olor de mis calzones, los otros machos estaban tratando de participar al jugueteo de Goliat,  finalmente terminaron todos con un pedazo de mis bragas, tal furia por tener algo que estaba en contacto con mi intimidad por estos briosos machos.

La verga del Rottweiller había salido de su funda, los otros machos también estaban calientes y con vigorosas erecciones, respiré profundamente mirando la verga de Goliat que palpitaba, él sin dejar de mirarme como haciéndome saber su intenciones, se hizo de un pedazo de mi braga en el hocico y vino directamente hacía mí, su mirada decisiva me calentó, solo con esos ojos vidriosos y fijos me dominaba, me hacía entender lo que quería de mí. Sumisa y subyugada por su porte impetuoso abrí mis piernas, él dejó caer mi destrozada braga y su cabeza empujó mis muslos para abrirlos más. Se tomó su tiempo a oler mi concha y luego sentí su gruesa y resbaladiza lengua introducirse en ella. ¡Oh, mi Dios!” –gemí tratando de alejarme de ese placer que empezaba a sentir en mi vagina, no podía pensar claramente, las maravillosas sensaciones me sobrepasaban, no sabía qué hacer ni cómo recuperar el control de la situación, la lengua del Rottweiller barría de mi mente cualquier signo de oposición, mis tetas llegaban a dolerme, como pude me deshice de mi sujetador, había plegado mis piernas hacia arriba y me gozaba la lengua de Goliat en mi vagina y culo, me parecía estar muy expuesta aquí en el jardín, aun cuando tenemos altas paredes que cubren la visual desde las propiedades colindantes, no quería que alguien me sorprendiera dando rienda suelta a mis instintos más salvajes.

Me levanté luchando con el Rottweiller que me daba empellones tratando de hacerme caer, los otros perros también querían participar, pero la impetuosidad de Goliat se los impedía, hubo algunos gruñidos amenazadores entre ellos, pero ninguno se atrevía a desafiarlo, dando saltitos logré adentrarme en el taller de papá, el cuarto estaba sin luz, excepto por un tragaluz desde donde se filtraba la luz externa e iluminaba en forma tenue el  interior del taller, encontré una reposera vieja y la acomodé al centro del taller, luego había unas mantas viejas y la puse sobre el piso, me quité mi faldita y quede solo con la blusa abierta, le hice un nudo a la altura de mi ombligo y me senté en la reposera. Volví a gemir al sentir la penetración de la lengua del Goliat en mi vagina, no me estaba lamiendo, me estaba follando con su lengua puntuda, gruesa, invasiva y escurridiza. “¡Oh, Dios mío! ¡Ah, que rico lo haces!” –decía mientras el placer se apoderaba de mi cuerpo. Gemía y sollozaba soportando esa tortura de placer y lascivia que me procuraba este perro, en mi interior sentía crecer mi orgasmo y tratando de cerrar mis muslos acabé con su lengua aún dentro de mí, fue un largo y agónico orgasmo, el Rottweiller al parecer entendía que me había hecho acabar y por un momento se detuvo y lamía mis muslos, luego trataba de subirse a la reposera, los otros perros también se acercaban a lamer mi brazos y piernas, pero Goliat ocupaba su puesto frente a mí y yo hice lo que él en algún modo me inducía a hacer. Me levanté y me arrodillé frente a la reposera, me parecía lo natural para dejarme coger por el Rottweiller, porque a este punto mi deseo era copular con este poderoso animal que me subyugaba, no tenía ninguna duda al respecto, quería que él me enterrara un pedazo gigante de verga y me hiciera su perrita, mi vagina ya temblaba de deseos y se llenaba de fluidos donde bañar esa verga exquisita de este amante poderoso, los otros perros respetando la jerarquía natural de los animales, se mantenían al acecho esperando.

Goliat se paró en sus patas traseras y me montó, su habilidad comprobada hizo que me ensartara fácilmente en su verga, metiendo de un solo golpe todo lo que le permitía mi estrecha vagina, lo sentía jadear cerca de mi lóbulo izquierdo y gotas de su baba quemaban mi espalda, se detuvo por unos instantes, dio unos saltitos para acomodarse y luego me dio una embestida que me hizo gritar, mis venas se marcaron en mi cuello mientras chillaba de placer, su bola había entrado en mi conchita y él me penetraba vigorosamente. ¡Perro concha de tu madre! ¡Mierda! ¡Ah, delicioso!” –decía. Mi vagina estaba siendo estirada enormemente, arquee mi espalda cuando los chorros de su semen se abrieron como un grifo y mi sexo comenzó a llenarse de esperma canino caliente, denso, sus embestidas eran menos potentes, pero las dimensiones de su nudo me tenían atada a él sin ninguna posibilidad de escape, la presión que su verga ejercía en mi interior me hizo explotar en un orgasmo espasmódico haciendo que mis brazos, mis piernas temblaran sin control y la piel entera se me pusiera como carne de gallina, los otros perros giraban en torno a mí y veía sus erecciones obvias, Goliat autoritariamente paso una pata sobre mis nalgas y quedamos pegados culo con culo, mi vagina elástica y maravillosa lo atrapaba todo, lo envolvía todo, su bola luchaba por salir de mi vagina y ese roce monstruoso me hacía bramar, me arrastró a dos metros de la reposera, comencé a recibir lengüetazos de los otros perros por todo mi cuerpo, el Golden que estaba más cerca de mi tenía una vistosa verga rosada pendiendo de su funda, lo atrapé de su frondoso pelaje y lo atraje hacia mí y le tome su verga, me incliné y me lo metí a la boca.

Parecíamos una perfecta máquina de coger, yo atada a la pija del Rottweiller, con la hermosa verga del Golden en lo profundo de mi boca, el Schnauzer vino a lengüetear mi cara, lo atrapé inmediatamente y con la mano libre tomé su funda y lo comencé a pajear, con tantas vergas en contacto con mi cuerpo, otra oleada de orgasmos me golpeó violentamente, los espasmos y contracciones de mi vagina expulsaron la verga de Goliat, rápidamente sentí otro par de patas en mi espalda, era el Labrador negro, estaba todavía sintiendo el chorro de esperma y fluidos que escurrían por mis muslos, cuando el Labrador metió su verga en mi conchita, no sentí ningún dolor, sus dimensiones eran inferiores a la de Goliat. Placida y calmadamente el Labrador comenzó a follarme y su bola se deslizo dentro y fuera de mi concha en varias oportunidades casándome un inmenso placer, me folló por unos cinco minutos y se corrió dentro de mí, era el segundo orgasmo con su delicada pija en mí, me baño entera con su esperma y su pene rápidamente se deslizo fuera de mi ensanchada vagina, los otros perros se peleaban por lamer el fluido que salía a borbotones de mi conchita, se volvieron locos por el gustillo canino y no cesaban de lamer y lamer, haciéndome gozar y gozar, acomodada en mis codos y con mi culito en alto, me corrí una vez más y casi me desmaye de lujuria, mi cuerpo entero se estremecía en temblores y casi no me salía el habla solo gemidos y quejidos con algunos agudos grititos de desesperación, me volvían loca.

Miré hacia atrás y vi la majestuosa imagen del Golden, con su divertida carita listo para montarme, no me podía rehusar a él, me tomó de las caderas con sus patas tocando mi vientre y su verga encontró mi orificio anal, automáticamente puse mis manos en mis nalgas y las abrí cuanto pude, no era virgen de ninguno de mis orificios, pero la verga del Golden me parecía extremadamente grande para mi diminuto hoyito, su verga disparaba chorritos que lubricaron mi abertura y me penetró, y me anudó, todo en un enérgico tirón de sus patas a mis caderas y un empujón de su verga tiesa, estaba relajando mis músculos con las piernas bien separadas, el Golden me estrechaba a su pelaje, me dominaba como macho, gemí y grité de placer cuando inundo mis vísceras con el denso semen que se derramaba en mi recto, su esperma caliente me llenaba hasta mi estómago, otro orgasmo se acumuló y explotó desde mi bajo vientre al resto de mi cuerpo, empujé mi culito con frenesí hacia atrás para que me la metiera más rico, movía mis nalgas rotándolas y sintiendo su verga que abría mi orificio anal, estaba fascinada con esa bella verga en mi culo, cuando levanté la cabeza me encontré casi nariz con nariz con el Rottweiller que me miraba ansioso, su verga estaba dura y colgando bajo su vientre. Su larga lengua me acarició la frente, lo acomodé frente a mí y me hice cargo de su verga caliente, el Golden se había girado y estaba anudada culo con culo a él, la verga de Goliat palpitaba en mis manos, delicadamente pasé mi lengua y puse la punta en mi boca, mi vagina se contraía de placer al envolver con mis labios esa verga caliente, mi lengua trazaba dibujos en ella saboreando los fluidos que la cubrían, puse todo el resto que pude en mi boca y chupé, lamí, el calor de su miembro erecto que latía y vibraba con mis caricias encendieron mi vagina, el Rottweiller permanecía tranquilamente disfrutando como se la chupaba, su verga no cesaba de emitir semen y yo lo degustaba como un deleite en mi paladar, pero mi vagina me reclamaba que quería su parte, así que apenas el Golden me libero de su verga, volví a arrodillarme frente a la reposera e hice señas a Goliat con unos golpecitos en mis nalgas para que viniera a montarme.

Él impetuoso, saltó sobre mí y se aferró con sus patas, me tironeaba y su verga no encontraba mi concha, estaba demasiado ansioso y esto lo hacía equivocarse una y otra vez, gemía desencantado al no poder cogerme, así que puse mi mano entre mis piernas y cuando sentí su verga cerca la encaminé a mi concha. “¡Chucha! ¡Sí, métemela! ¡Así, rico!” –le decía.

Sin lugar a dudas las dimensiones de Goliat eran considerablemente mayores que la de los otros perros, pero su nudo todavía no estaba dentro de mí, lo sentí como desesperadamente me daba embestidas salvajes que me estremecían toda, después su bola gigantesca empezó a forzar mi vagina, creí que me partiría en dos, su verga comenzó a crecer y a crecer dentro de mí, perdí la noción del tiempo, quizás también mis sentidos, una vorágine de placer se apoderó de mi ser, mi sangre hervía en mis venas, mi concha vibraba y contraía procurándome múltiples orgasmos, era tan frenético como inverosímil el placer que me invadía, un orgasmo sideral, celestial y demencial y perverso se apoderó de mí, no sé en qué momento me arrastró, estaba en mis manos y rodillas sobre el césped del jardín, las sombras alargadas de los árboles, presagiaban el ocaso, tenía que vestirme para ir a entregar a los perros a sus dueños, no tenía mucho más tiempo, pacientemente me acomodé y esperé a que su verga saliera de mi conchita que seguía palpitando de forma desquiciada.

Chorros de semen y mis fluidos bañaban muslos y piernas, mis zapatillas estaban hechas un desastre, mi ropa también, mis bragas ya no existían, pero me sentía contenta, un poquito resentida en mi coñito después de haber cogido con cuatro perros, pero al parecer también ellos estaban saciados, pues nos miraban a Goliat y a mí como un espectáculo intrascendental, ellos se están gustando del fresco de la tarde, finalmente el Rottweiller me liberó, no lo dejé que me lamiera por falta de tiempo. Corrí a la casa, me di una corta ducha, me puse bragas limpias, también un apósito para retener la cantidad de fluidos que emanaba de mi vagina y nuevamente salí airosa a la calle trotando con mis cinco machos, el castrado durmió todo el rato, pero los otros estaban llenos de energías, trotando por la rotonda, crucé el puente y comencé a entregar los perros a sus dueños, todos los animales contentos de regresar a sus hogares con sus apetitos apagados y a no causar molestias a sus propietarios.

Recolecté el dinero del día y regresé trotando a casa, me sentía liviana, dichosa, satisfecha y orgullosa de mi emprendimiento, la jornada había sido placentera, al oeste se vislumbraban los últimos rayitos de sol, el rojo del cielo presagiaba prematuramente el retorno de un bellísimo día de primavera, yo indudablemente estaba segura de que así sería. Me acosté esa noche pensando lo que había pasado, lo mucho que disfruté de esos machos y la forma en que descargaría sus energías. Me dormí pensando en lo que mañana pasará y sin lugar a dudas será tan placentero como hoy.

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®

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