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martes, 26 de marzo de 2024

115. Conociendo a la maestra de mis hijos


En alguna época de mi vida, comencé a fantasear con otras mujeres, sin importar que fueran de mi edad, o a veces mucho más grandes que yo, tampoco me importaba el parentesco; mientras más femeninas eran, más me excitaban. Casi sin darme cuenta, comencé a consumir pornografía lésbica, pero me confundía cada vez que veía a un muchacho lindo y fornido; mi madre engañaba a mi padre con la vecina y de esta forma justifique mis deseos por mucho tiempo; mi carrera y el matrimonio me hicieron madurar, y la madurez me hizo experimentar con mi cuerpo. Mi nombre es María Sofía, tengo 35 años, soy psicóloga, casada y madre de dos niños. Soy de tez blanca, alta, cabello castaño, mi cuerpo es voluptuoso; tengo tetas grandes, caderas anchas, aunque poco culo; mi vagina es adornada con una pequeña línea de vello púbico y mi nalgas son tersas como las de un bebé.

Todo comenzó el primer día de escuela de mi hijo, fuimos muy temprano a dejar a los dos niños. Ya conocíamos a la maestra de mi hija, pero me sentía preocupada y ansiosa por conocer a la de mi hijo, debido a que se trataba de la primera maestra de su vida. Llegamos al establecimiento, nos despedimos de mi hija y luego fuimos al salón de mi hijo, inmediatamente apareció una maestra joven y cariñosa, hermosa, que instintivamente se agachó para hablar con mi hijo y animarlo, lo que me agradó mucho. Luego se colocó de pie y se presentó. Su nombre era Isabel, 26 años, bajita, delgada, cabello rubio ondulado, a la altura de los hombros, rostro fino, abundantes cejas y labios gruesos, senos pequeños y culo levantado; mi esposo no tardó en, estirar la mano para saludar, pero Isabel sostuvo su mano y con la profundidad de su mirada me sonrió, a lo que correspondí con nerviosismo. La nueva maestra de mi hijo hablaba y hablaba, y yo no dejaba de contemplar la belleza de su rostro, mientras mi corazón se aceleraba como el de una quinceañera. Me sentía algo mojada, lo que me vuelve desinhibida, así qué de forma atrevida, rocé su mano con la mía y la subí, recorriendo así su brazo, me acerqué a ella y le di un beso muy cerca de la comisura de sus labios, simulando un accidente sin importar la presencia de mi esposo. Isabel clavó sus ojos en mi boca y sonrió de forma pícara, pero la voz de mi esposo, nos trajo de vuelta a la realidad, y pronto nos despedimos.

Los días pasaron, nosotras nos comunicábamos por medio de WhatsApp, exclusivamente por cosas de mi hijo. Hasta que llegó el día de la familia, una celebración en donde los niños llegan con sus padres y participan en juegos y esas cosas. Me sentía entusiasmada, pero a la vez nerviosa; me coloqué un vestido corto hasta el muslo, blanco, recto, de manga corta con rayas horizontales azules, combinado con tenis blancos, lentes de sol, un bolso grande, y cabello alisado; debajo del vestido llevaba una tanga blanca, para evitar que se marcara, y decidí no llevar sostén. Después de un tiempo de estar en la escuela y participar en ciertas actividades fuimos a buscar comida, y en el camino nos encontramos con Isabel, la maestra de mi hijo; mi esposo trató de coquetear como siempre, pero ella lo ignoró; Isabel saludó a los niños y luego, cruzamos miradas, lo que al verme provocó la dilatación de sus pupilas de forma instantánea; yo le sonreí mientras ella me miraba de forma nerviosa, nos congelamos unos 8 segundos, hasta que otra maestra le habló a Isabel para que bajará una mesa y otras sillas; Isabel hizo una cara hermosa de puchero, se despidió de los niños, me abrazó fuerte y olió mi perfume, me vio a los ojos con su hermosa sonrisa, como si quisiera decir algo y se marchó ignorando de nuevo a mi marido.

Nosotros caminamos unos metros, mientras trataba de analizar, rápidamente encontré la manera de apartarme de mi marido y le pedí que me llevara a los niños a otros juegos, que yo le iría a ayudar a la maestra. Sabía que era la excusa perfecta, así que camine rápido detrás de ella. La verdad sabía lo que buscaba, pero me sentía insegura. Rápidamente vi que Isabel entró a una sala, en el solitario segundo nivel, así que subí rápido las escaleras y entré al salón de preescolar. Isabel volteó y cuando me vio sonrió de forma pícara, yo cerré la puerta y de inmediato me acerqué a Isabel. “Señora Sofía, ¿En qué le puedo ayudar?” –me preguntó un tanto sorprendida. “En realidad, yo soy la que he vendido a ayudarte” –le dije de forma pícara. “Muchas gracias señora Sofía” –dijo casi susurrando, mientras yo me quitaba los lentes. Me acerqué, lo suficiente como para poner un dedo en sus carnosos labios y pedir que se mantuviera en silencio, clavé mi mirada en sus ojos claros, mientras ella se paralizaba. “Calla y por favor dime solo Sofía” –le dije mientras Isabel saboreaba mi dedo con su lengua y lo succionaba con mucha lascivia, como si de una verga se trataba.

Esa fue la pauta que impulsó mi deseo, saqué mis dedos de su boca y comencé a besar sus carnosos labios rojos, mientras ella sostenía mi rostro con mucha dulzura y apartaba mi cabello del rostro, rápidamente pude sentir su lengua encontrarse con la mía y su boca me devoraba. Mi vagina no tardó en reaccionar y comenzó a mojarse, mis labios disfrutaban la suavidad de sus labios, mientras su mano subía por debajo de mi vestido. Su mano suave tocó mi vulva mojada y con sus dedos rozo mis labios, lo que provocó en mí un gran suspiro e hizo que botara mi cartera. Yo la despojé de su blusa, nos separamos y como pudo se quitó su sostén de encajé, me quedé observándola por unos segundos y de inmediato noté un hermoso lunar en la parte inferior de su teta derecha, cerca de la curva de su seno. Inmediatamente me acerqué hasta ella y mi boca fue directo a su lunar, besé su lunar y poco a poco subí por sus tetas, hasta que llegué a sus erectos pezones rosados, los cuales chupé con mucho placer, como si quisiera sacar leche de sus tetas. Isabel inclinó su torso y trató de besar mi cuello, lo que me puso más caliente y tan solo me dejé llevar, me acostó en una mesa bajita, de esas que usan los niños y desabrochó su pantalón de jeans, el cual bajó de un tirón y dejó atorado en una de sus piernas con todo y su braga húmeda, sin pensarlo me quitó mi tanga con los dientes. Yo no tardé en levantar mi culo para subir mi vestido hasta la cintura. Isabel se acercó a mi brillante vulva por los fluidos que emanaban de mi excitación y después de oler mi tanga, beso mis labios con una profundidad que me hacía temblar de tensión. Yo amarré mi cabello y de un tirón en su brazo hice que Isabel subiera hasta a mí, al verla con toda su boca chorreada de mis fluidos traté de volver a besarla con mucha lujuria.

Pronto dejé caer todo mi cuerpo en la mesa de preescolar, Isabel se colocó gateando al contrario de mi cuerpo, abrió sus piernas y se sentó sobre mi cara, no tardé en comenzar a devorar su vagina, mientras ella se regocijaba sobre mí pellizcando sus pezones y amasando sus tetas; su cuerpo trataba de moverse de forma intensa, casi como si intentará restregar su vagina contra mi cara, sus gemidos podían oírse y se fueron intensificando, estaba al borde del orgasmo, era tan excitante escucharla; lamí su clítoris con mayor amplitud, incluso la penetraba con la lengua, sus gemidos se hicieron agudos y pronto su vagina se inundó sobre mi rostro, con mucha delicadeza su cuerpo se cesó con esos exquisitos espasmos de placer. El sabor de su vagina me parecía delicioso y provocaba tensión entré mis piernas, lo que hacía que me apoyara con las plantas de los pies sobre la mesita para tratar que mis labios vaginales se rozaran con el movimiento de su cuerpo. Poco tiempo tardó Isabel en notarlo e inclinó su torso hacía adelante, frotó por unos segundos mi clítoris con sus dedos, lo que hizo aferrarme al placer que me estaba provocando, mientras formábamos un delicioso 69. La lengua de Isabel invadió mi clítoris mientras me tragaba sus fluidos, Isabel trataba de beber el néctar tibio que fluía de mi sexo. No tardé ni un minuto cuando comencé a sentir que mi respiración colapsaba, y la lengua de Isabel se hacía más rica que nunca, recorriendo cada rincón de mi vagina. Mi vulva se dilató y sin controlar la tensión de mi vagina comencé a emanar fluidos de placer, acompañado de fuertes gemidos. Mis ojos se cerraron y yo suplicaba porque no lo detuviera, mi respiración fue inestable y la sensación de placer inundó mi cuerpo, tanto que dejé de lamerla la vagina para disfrutar mi soportar mi orgasmo.

De a poco mi cuerpo iba recobrando fuerzas, abrí mis ojos y salí del frenético éxtasis que me había poseído; Isabel cayó a la par mía y con gran esfuerzo me levanté para colocarme sobre ella y volver a besarla cómo agradecimiento. Isabel me rodeó con sus piernas y sin querer nuestros cuerpos rodaron cayendo de la mesa hacía las alfombras de esponja. Entre risas traté de ponerme de pie para quitarme el vestido, pero cuando saqué mis mangas y logré liberar mis tetas, un tirón de pelo me hizo hacía atrás. Casi de forma automática sentí las tetas de Isabel en mi espalda, mientras con una mano rodeaba mi cuello y colocaba sus dedos en mi boca, con la otra frotaba mi vagina lubricada. Nuestros cuerpos se perdían en lujuria, y lo estábamos disfrutando, para mejorar el placer subí una de mis piernas sobre la mesa y dejé que Isabel metiera dos de sus dedos hasta mi útero mientras, doblaba mi cuello para encontrar su boca y besarla con mucho placer. Estaba cerca de un nuevo orgasmo cuando Isabel sacó sus dedos solo para lamerlos. Acto seguido se agachó, abrió mi culo y cuando esperaba sus dedos en mi ano, me sorprendió introduciendo su lengua, y devorando con gran esfuerzo mi recto; era la primera vez que alguien me hacía esto y la verdad se sentía de maravilla, era una nueva zona erógena sin indagar que está jovencita perversa había conquistado y con mis manos le ayudaba a abrir más mis nalgas para que su lengua llegará más profundo. Isabel con sus manos me frotaba la vagina, lo que hizo que tuviera un leve orgasmo que pronto tensó mi cuerpo, haciendo que gimiera cómo una gata en celo.

Como pude empujé la cabeza de Isabel hacía afuera, luchando para que se separara de mi culo y sin pensarlo comencé a besarla con desatada lujuria, conociendo así el sabor tan excitante de mi ano. Isabel se separó de mí, mi vestido estaba atrapado en lo ancho de mis caderas y la maestra de mi hijo metió mis tetas a su boca como si las quisiera devorar, a lo que no le negué. Al contrario, permití que hiciera lo que quisiera conmigo, que saciara su lujuria con mi cuerpo y lo disfrutara a su antojo. Estuvimos así por unos segundos y mi mano comenzó a acariciar su depilada vagina y poco a poco nuestros cuerpos cayeron a las alfombras sin dejar de abrazarnos. Isabel ya en el suelo volvió a besarme de forma intensa y con su mano hizo que sus pezones se rozaran con los míos mientras trataba de frotar su vulva con mi cuerpo. Era tan morboso sentir como su vagina recorría mi cuerpo, impregnándolo con su humedad. Noté su desesperación y como pude empujé su cuerpo hacía adelante, haciendo que su culo se asentará en las alfombras, abrí mis piernas y con mis manos abrí las de Isabel y de forma paralela frotamos nuestras vaginas en unas inolvidables tijeras, que al chocar nuestras vulvas nos sacó un agradable suspiro a ambas que no pudimos prevenir, lo que despues se transformaron en gemidos enloquecidos de placer. Un tanto temerosas nos sostuvimos con los codos y comenzamos a mover nuestras caderas a un ritmo que nuestros sexos se frotaran intensamente. De inmediato, pude notar los fluidos de Isabel juntarse con los míos, ambas comenzamos a transpirar y nuestras vulvas se comenzaron a palpitar. Cada movimiento provocaba el regocijo de nuestros cuerpos y con gran afán movimos nuestros cuerpos, no tardé en escuchar la respiración profunda de Isabel que pronto convirtió en gemidos como el de una perra copulando y los movimientos se hicieron más rápidos lo que provocó en mi un sentimiento de placer por liberar la tensión de mi vagina, las palpitaciones en la vagina de Isabel eran demasiado intensas y sentía que se sobresaltaba en mi vagina, mis caderas se movieron con mayor amplitud, lo que provocó el fuerte orgasmo de Isabel dejando caer su cuerpo hacia atrás y perder el control del silencio, su vagina succionaba mi clítoris lo que provocó en mí una sensación como de querer orinar, junto con mucho libido que solamente dejé liberar, mis pupilas se dilataron hasta cerrarse mis ojos por completo, mis gemidos se extendieron y mi vagina se derritió en un gran chorro de fluidos que prolongó el orgasmo de Isabel de una forma radical, y que hizo que en mí perder los sentidos por cierto tiempo, hasta hacernos temblar del maravilloso placer que extasió nuestras deliciosas vulvas.

Poco a poco, recobrábamos nuestras fuerzas, yo me acerqué a Isabel quien parecía dormida, quizá hasta inconsciente, observé la carnosidad de sus labios y la besé tiernamente, a lo que no tardó en corresponder y probablemente por la dopamina comenzamos a reír de forma nerviosa al ver nuestros cuerpos desnudos. Mientras nos seguíamos besando y riendo, escuchamos pasos subiendo las escaleras lentamente y voces conocidas. Isabel no tardó en ponerse de pie e hizo que me levantará de inmediato; yo me coloqué los tirantes muy rápido, acomodé mi vestido desenrollando la orilla mientras veía a Isabel colocarse la ropa de forma acelerada; las voces se fueron acercando, yo no encontraba mi tanga por ningún lado, cuando escuchamos que tocaron la puerta del salón de clases, al mismo tiempo que Isabel se terminaba de colocar la blusa. Tuve que olvidarme de la tanga y fui a abrir la puerta, mientras Isabel se hacía una cola y de limpiaba el sudor, pero las maestras que tocaban la puerta por suerte se concentraron en una estantería rota del salón de al lado, lo que nos dio tiempo suficiente para que Isabel colocará desodorante ambiental para intentar enmascarar el olor a sexo que se había apoderado del salón y yo pudiera levantar las alfombras mojadas por nuestros fluidos. Cuando la directora y la otra maestra salió del otro salón se dirigieron al salón donde estábamos y antes de que entrarán pise mi tanga por pura coincidencia y rápidamente me agaché a levantarla y la coloque dentro de mi bolso, al mismo tiempo que las superiores de Isabel entraran al salón para preguntar qué hacíamos allí, rápidamente Isabel respondió que bajaríamos una mesa, a lo que le dieron poca importancia y volvieron a bajar.

Al bajar no dijimos una sola palabra, nos sentimos nerviosas, y nos separamos de inmediato, yo llamé a mi marido para saber dónde andaba y al llegar al lugar mis hijos me dijeron lo mucho que me extrañaron durante media hora o más. Un momento después cuando íbamos de regreso, mi marido vio la tanga en mi bolso y preguntó queriendo indagar con su propia mano mi vagina, de inmediato le aparté la mano y le dije que me iba a bajar el periodo, que se me había manchado un poco la tanga y que tenía otro par por cualquier accidente. Mi marido ingenuamente creyó mi mentira y no se habló más del tema.

Cuando llegamos, recibí un mensaje de Isabel que decía: “Lo pasé increíble contigo, debemos repetirlo, pero esta vez será en mi casa”. “Cuando quieras” –le respondí. “Este fin de semana, inventa una excusa y te quedas conmigo para seguir nuestro juego perverso” –escribió. Demás está decirles que pasó ese fin de semana; solo les diré que no estuvimos vestidas y que disfrutamos cada minuto de ese lujurioso encuentro. Mi marido no se da ni por enterado que es un cornudo, lo que golpearía fuertemente su orgullo de macho, pero bueno, no es mi culpa que se sienta macho y que solo sea un tontito que cree en cada palabra de lo que le digo.

 

 

 

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