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viernes, 15 de marzo de 2024

112. Mi vecina Hellen

 

Esta es una historia que comenzó hace unos cuantos años pero que todavía continúa hasta que el cuerpo aguante. Soy un hombre divorciado de 42 años, con un buen trabajo 1,79 de estatura,  complexión fuerte y con muchas ganas de follar. Desde que me divorcié me convertí en un “cazador”, o sea, en un hombre que le gusta buscar aventuras y vivir cada momento al máximo. Nunca ha faltado una mujer en mi cama con quien saciar mis deseos de sexo, frecuento bares en donde puedo buscar con detenimiento la “presa” para una noche de pasión desenfrenada.

Todo comenzó cuando en el ascensor del edificio me topé con Hellen, ella es una mujer de 46 años, mirada sensual, ojos grises y misteriosos, cabello rojizo; no pasa inadvertida ya que sus pechos son abundantes, grandes, a pesar de los años se mantenían firmes y un buen culo que no pasa desapercibido, sobretodo cuando se pone jeans ajustados. Una mujer que siempre llamó mi atención, pero siempre mantenía cierta distancia no por miedo a lo que pudiera pasar sino que como dicen: “No se caga en el lugar que comes”. Aunque alguna paja ya me había dado pensando en ella, pero nuestra relación era solamente de buenos vecinos. Después de ese encuentro en el ascensor, nuestra relación cambió un poco, ya no estaba presente ese: “Buenos días” apático e impersonal, sino que hasta con beso en la mejilla nos saludábamos. A los pocos días, tuvo un problema con las cañerías de su departamento y el agua pasaba hasta el mío, así que subí para ver cuál era el problema. Hellen estaba nerviosa porque no sabía qué hacer y se lamentaba de los problemas que me estaba causando, iba con una bata con un buen escote y enseguida mis ojos se fueron a sus exuberantes tetas, casi no escuchaba sus lamentos, solo me imaginaba en comerme esas tetas una y otra vez, cuando volví en sí la abracé tiernamente y le dije que no se preocupara que yo me encargaba de todo. Ahí mismo llamé al seguro de los departamentos y ellos se encargarían de todo. Me lo agradeció mucho.

Ya más tranquila me invitó a tomar un refresco y comenzó a contarme su vida, que si sus hijas no la visitaban, que se había acostumbrado a estar sola y que era poco lo que salía, ya que su trayecto era del trabajo al departamento y viceversa. A lo que a veces la vida solía ser un poco injusta pero todo lo que vivimos nos sirve de experiencia y aprendemos grandes lecciones. También le dije que  siempre que me necesitara que solo tenía que llamarme, cosa que le hizo que se le iluminara la cara y que me diera un buen abrazo y noté como sus pezones de habían puesto duros y mi verga se comenzaba a poner dura, pero por ese día ya tuvimos bastante. Fue un momento intenso que ambos notamos pero no quisimos avanzar más, porque varias emociones juntas en un rato pudieran no terminar bien. Me despedí con un beso en la mejilla y le dije: “Bueno Hellen, ya sabes, cualquier cosa que necesitara sabía dónde encontrarme. Nada más bajar a mi departamento comencé a idear que esa hembra debía ser mía. Cambié mis horarios para encontrarme con ella y compartir el viaje en ascensor, así deleitarme con sus tetas que apenas eran cubiertos por el brasier y la blusa que usaba para ir a su trabajo. Cada día la notaba más contenta, me llamaba con frecuencia con cualquier excusa y cada vez con más familiaridad, y yo más efusivo. Le encantaba que le dijera lo bonita que estaba. Incluso le regalaba flores para halagarla y así ir tendiendo la red de la que no podría escapar.

Llegó su cumpleaños que me había anunciado con antelación y me invitó a subir, allí estaban sus hijas, ellas me agradecieron las atenciones que tenía con su madre. Obviamente, como un caballero les dije que no debían darlas, que para mí era todo un placer ayudarla. Hellen estaba preciosa con vestido ajustado que le resaltaba sus lindas tetas y su hermoso culo, estaba más pendiente de ella que de sus hijas, intentaba controlar mis instintos ya que sentía como la sangre bombeaba hacía mi verga poniéndomela dura, estaba para comérsela aguanté como pude. Cuando ya se hizo tarde bajé a mi departamento caliente y con la verga a punto de explotar. Desde mi ventana vi que se iban las visitas, entonces puse en marcha todo mi plan. Le había comprado un ramo de rosas rojas que sabía le gustaban y subí de nuevo. Hellen se llevó una sorpresa cuando me vio de nuevo y más aún cuando vio el ramo de rosas, no sabía qué hacer ni que decir, yo aproveché para abrazarla bien fuerte e intentar darle un beso en la boca, cosa que rechazo nerviosa, “Lo siento, hace un tiempo me uní a la Iglesia Mormona y el sexo entre personas que no son legalmente casadas no está permitido” –me dijo suavemente. A lo que le contesté: “Eres una mujer bien linda y te estás perdiendo lo mejor de la vida. Tienes derecho de disfrutar de la vida plena”. Hasta ahí llegaron mis avances, no me quedó más que despedirme con un beso en la mejilla y me fui a mi departamento caliente y decepcionado, cosa que ella notó.

Para aliviarme un poco me puse una película porno de mujeres maduras cuando suena el timbre, abro y allí estaba Hellen, ahora el sorprendido era yo, casi no me salían las palabras, hasta que la invité a entrar, la película seguía corriendo así que los gemidos se oían desde la puerta. Me preguntó: “¿Estás con alguien?”. “No, no, perdón, es solo una película” –balbucee. La hice pasar, seguía con el vestido que tanto me había calentado. Fui a mi cuarto y saqué la película, nos sentamos en el sofá. Me empezó a pedir perdón por la brusca que había sido, que así la habían educado. También me que solo había tenido sexo con su marido y de vez en cuando. Le pregunté: “¿Has tenido algún orgasmo?”. Se puso colorada pero moviendo la cabeza él no era la respuesta. La abracé cariñosamente y hablar de sexo de sus placeres, y lo bueno que es para la salud, ella me confeso que no sabía nada, solo abrir las piernas y que su marido se la metiera. Cuando él acababa se acomodaba para dormir. Además, que entre el trabajo y la Iglesia era poco el tiempo que le quedaba para si quiera pensar en sexo. Entonces mi curiosidad me llevó a hacerle otra pregunta: “¿Alguna vez te masturbaste al quedar insatisfecha?”. Me miró y puso una mirada que me cautivó, me respondió: “La masturbación fue mi compañera por muchos años y mi marido ni siquiera se daba cuenta que lo hacía a su lado”. “¿Qué pasó con él?” –le preguntó. Después de un suspiro contestó: “Un día al llegar del trabajo noté que sus cosas no estaban, el lado del closet estaba vacío, supuse que se fue, pero el desgraciado no tuvo la decencia al menos de hablar antes de la decisión que había tomado. Desde ese día no he sabido de él”.

Seguimos la charla, como sabía que no iba a aceptarme una copa de vino le preparé un jugo de frutas y yo descorché una botella y me serví una copa. La miré a los ojos y le pregunté: “Hellen, ¿por qué estás aquí?”. Sonrió y bajó la mirada. “Vamos mujer, responde” –le dije. “La verdad, no sé, pero si te molesto me puedo ir” –respondió ella. “No para nada, no me molestas en absoluto. Al contrario, me gusta que estés aquí” –le dije. Nuestra conversación se colocaba más íntima a medida que le daba un sorbo a mi copa. “¿Qué sientes por mí?” –le pregunté. “Siendo sincera, contigo siento algo que pasa por mi cuerpo” –respondió. “No valen las respuestas a medias, somos personas adultas capaces de hacernos cargo de lo que decimos y pensamos” –le dije. Después de mirarme a los ojos y dar una pequeña sonrisa, dijo: “He notado como mi vagina se humedece solo con tenerte cerca, cuando me abrazas, cuando me dices cosas lindas. Ahora está así, húmeda solo por tenerte a mi lado”. Tomé mi celular y puse la página en que estaba la película y trasmití el video a la televisión, solo para hacer que viera lo que mujeres de su edad eran capaces de hacer cuando querían sentir placer entre sus piernas. Acariciaba su rostro y sus labios mientras ella no perdía detalles de la película. Cuando mis dedos pasaban por esos carnosos labios ella sacaba la punta de su lengua para seguir el recorrido, incluso se escuchaban unos delicados gemidos. “No sabía que se hacían esas cosas” –me susurró. “No solo eso se puede hacer, hay mucho más” –le contesté. “No sabía que el sexo podía ser tan bello y tan perverso cuando se hace de esa forma” –dijo con asombro al ver como una de las mujeres que salían en la película era penetrada por el culo y gemía de placer. Esta vez sí pude besar sus labios, primero de manera suave y respondió de la misma forma, mis manos ya acariciaban sus deliciosas tetas por encima del vestido, pude notar como sus pezones se pusieron duros. Bajé mi lengua por su cuello y los gemidos fueron aumentando, le puse sus manos en mi entrepierna para que notara como se había puesto mi verga. Al principio con miedo pero ya no la soltaba, nos levantamos del sofá y a apreté con fuerza hacia mí para que su vagina notara mi verga rozándola. Nuestras bocas se fundían cada vez más en besos apasionados, llenos de lujuria, mis manos se aferraron a sus nalgas y ella bien abrazada casi ni me dejaba respirar. Desabroché el cierre del vestido en su espalda y empecé a bajarlo lentamente, no llevaba brasier, solo sus bragas húmedas e innegables muestras de su excitación. No hablaba solo gemía, me intentó quitar la camisa y me quite los pantalones, mi boca hizo un viaje perverso a sus tetas y mi mano derecha se metió entre sus bragas para sentir esa deliciosa vagina empapada por sus tibios fluidos. Hellen intentaba agarrar mi verga pero no la dejaba, jugaba con su desesperación y con su deseo, hasta que la dejé hacer lo que tanto deseaba, la tomó en sus manos dura y lista para hacerla gemir.

La llevé a la habitación y la tumbé sobre la cama, le quité sus húmedas bragas, me quité el bóxer tuvo intención de taparse su vagina, le sonreí. Ahí estaba la bella Hellen desnuda como si fuera la primera vez, así que la traté de esa forma, con mucha delicadeza. Primero lamí sus tetas y sus pezones, estaban tan duros que me calentaba sentirlos como mi lengua los movía al tenerlos en la boca. Le acariciaba su vagina, ella solo gemía y gemía. “¡Ahora vas a saber lo que siente una mujer!” –le dije con lujuria mientras le abría sus labios vaginales y comencé a lamer con delicadeza, tenía un clítoris duro por la excitación, sin pensarlo ataqué sin piedad  su clítoris, los gemidos ya eran gritos. “¡Oh, me gusta! ¡Mierda, se siente tan rico! ¡Sigue, sigue así! ¡Oh, Dios mío!” –decía mientras se retorcía en la cama y apretaba sus tetas. Su vagina se empapaba, me embriagaban sus fluidos deliciosos y su cuerpo se arqueaba de placer. “¡Oh, sí, qué rico!” –decía ella entre gemidos y arqueando su cuerpo. Yo sabía lo que vendría pero ella solo se dejaba por esas nuevas sensaciones que estaba experimentando. “¡Fóllame! ¡Métemela toda!” –gritaba como una loca. Yo seguí pegado a su clítoris, quería que su primer orgasmo llegara pronto, seguía moviendo mi lengua con un ritmo lujurioso, hasta que gritó: “¡Ya no aguanto más!”. Se retorció y su vagina empezó a derramar esos fluidos que quedaron impregnados sobre la cama. Cerró los ojos y se quedó inmóvil, fue demasiado intensa la experiencia que la dejó sin fuerzas. Me acosté a su lado y me miró complacida. “Lo que me he perdido” –dijo. Le contesté: “Esto solo acaba de empezar, es el inicio del camino del placer”.  

Tomó mi verga y empezó a pajearme, ya había aprendido que hacer con su mano, pero le faltaba aprender lo que puede hacer con su boca. Por lo que me contó en la conversación previa, supuse que no había chupado una verga en su vida, le dije: “Ahora, chúpamela”. Al principio me dijo que no porque le daba asco, entonces le pregunté: “¿Cómo sabes que te da asco si nunca lo has hecho?”. Me miró con algo de duda pero intentó, primero empezó posando sus labios para besarla con delicadeza. “¡Eso, vas bien, sigue!” –le dije. Luego le pasó la lengua, me tenía tan caliente con esa forma delicada de hacerlo, como explorando un terreno desconocido para ella. Hasta que la tragó completa de una vez quedando atragantada. Empezó a chupar lento, para ir aumentando hasta llegar a un ritmo demencial. La muy zorra me la estaba chupando deliciosamente, sus ojos buscaban los míos y su cara de placer era adorable y perversa. Ya no podía aguantar las ganas de metérsela y le dije que se pusiera en cuatro, obediente se puso como le indiqué separando sus piernas. Estado detrás de ella el paisaje que mis ojos veían era alucinante, su concha mojada y su culo palpitando. Apunté a esa vagina tan rica que seguía empapada y de un solo golpe se la metí hasta testículos, el alarido que dio se debió escuchar por todo el edificio, pero no me importó, yo solo quería disfrutar de su rica concha. Intentaba seguir mis movimientos, subía su culo para que entrara mejor. “¡Dale fuerte! ¡Dale fuerte! ¡Cógeme como a las putas de la película!” –decía.  Aferrado a sus caderas se la metía con desesperación, quería que gritara, que sintiera en verdad lo que era coger y perderse en el placer. Ahogada entre los gemidos y sus gritos Hellen tuvo otro orgasmo intenso. “¡Ah, Dios mío! ¡Qué rico es coger así!” –decía mientras jadeaba. Seguí moviéndome con fuerza, hasta que mi verga se descargó, llenando su vagina con mi semen, eso la hizo temblar, ya que mi verga palpitaba soltando el semen en su interior. “¡Oh, es exquisito!” –dijo cayendo rendida en la cama. Nos quedamos tendidos un rato para recobrar fuerzas y seguir cogiendo como pervertidos. Estuvimos toda la noche cogiendo y disfrutando el uno del otro. Creo que no dejamos dormir a nadie en el edificio, porque Hellen gritaba y gemía cada vez con más intensidad.

Desde aquel día, siempre que subía a su departamento, me esperaba desnuda y lista para chupármela y comenzar así una larga sesión de sexo hasta altas horas de la madrugada. Poco a poco fue conociendo más cosas que podía hacer, ya se había vuelto una puta con todas sus letras. Sin dudarlo, le gustaba que acabara en su boca cada vez que me la chupaba. Ya han pasado varios años hasta la actualidad, ya que nuestras edades son las que al principio les comenté, pero cada segundo se hace más intenso en el sexo.

Un día cuando estábamos en unos de nuestros encuentros sin avisar apareció una de sus hijas, Renata, la mayor, de 23 años. Estábamos en su cuarto, le estaba perforando el culo cuando apareció. Tiene un cuerpo semejante al de su madre. Renata estaba en la puerta de la habitación viendo como su madre cogía como una loca, ninguno de los dos supimos cómo reaccionar, Hellen ni cuenta se había dado.  Renata llevó sus manos a la cara con asombro y se fue. Como pueden imaginar mi verga sintió el golpe y empezó a bajarse, cosa que Hellen solucionó casi al instante, ya que como una buena puta empezó a chupármela hasta tragarse mi semen como a ella le gusta. Estuve unos días pensativo puesto que ya nuestro secreto se había descubierto y le preguntaba a Hellen si sabía algo de sus hijas, ella al principio se extrañó de ese interés pero nuestras vidas y nuestra relación siguieron siendo esplendidas pues mi alumna era muy aplicada.

Una tarde estaba leyendo a El Marqués de Sade cuando sonó el timbre, sabía que no era Hellen, pues se había ido de viaje a ver unos familiares, cuando abro era Renata, la hija que nos había sorprendido mientras le rompía el culo a su madre. “¿Podemos conversar?” –me preguntó. La verdad que no quedaba otra, sino afrontar la situación. La hice pasar y le preparé un café para intentar romper el hielo. Cuando estuvimos sentados empezó a llorar y no sabía cómo dar pie a la conversación. Después del café, le ofrecí una copa de vino, la que aceptó y así se tranquilizó un poco. “Quiero agradecerte las atenciones que has tenido con mi madre, ha cambiado mucho. Se arregla todos los días, supongo que para ti. También sale más seguido, ya no solo al trabajo, se muestra cariñosa, se ve feliz. Ahora entiendo ese cambio” –me dijo. Me dejó muy sorprendido al darme las gracias. No sabía que decirle, la miraba y escuchaba en silencio. De nuevo comenzó a llorar y me comenzó a contar su vida, que era ella quien ahora lo estaba pasando muy mal, su novio la había dejado por otra chica más joven. “Después de lo que vi ese día empecé a sentir envidia de mi madre” –me dijo. Me recordó la escena que presenció y al principio se enfadó, pero que después por la noche en su cama se imaginaba que era ella y no su madre la que estaba siendo penetrada era ella y se masturbó como nunca. La mire a los ojos y la besé en la frente, pero ella buscó mis labios. Como les dije desde que estoy divorciado nunca ha faltado una mujer en mi cama. Nos besamos con lujuria, Su lengua si que sabía actuar y uno que estaba siempre listo para el sexo, estaba bien caliente con ganas de coger. Continuamos acariciándonos como locos, que hambre tenía Renata. “¡Quiero que me comas toda! ¡Qué me folles de manera salvaje!” –dijo. Se quitó la blusa y aparecieron sus tetas al aire con unos pezones desafiantes, los cuales ataqué con toda mi ansiedad, los pezones duros me vuelven loco, ella apretaba su cabeza contra sus tetas mientras mis manos entraban entre sus bragas para encontrar una vagina bien mojada.

Nos quitamos la ropa, la cara de Renata era como de fiera en celo, no había tiempo de ir a la habitación, la tumbé en el sofá y se fue directo a mi verga, no hubo que darle indicaciones, ella sabía lo que debía hacer, era igual de zorra que su madre, se la tragaba toda. En un instante estábamos unidos en un 69 brutal. Después de darnos placer oral mutuo, se puso encima de mí y se clavó mi verga en su concha, empezando a moverse de manera excitante. Yo le chupaba las tetas con lujuria, ella gemía tan rico que me calentaba más de lo que ya me tenía. “¿Así te coges a mi mami?” –me preguntaba. “Así y como la viste el otro día. Le gusta que se la meta por el culo” –le respondí. “¡Oh, qué sucia y puta!” –decía ella entre gemidos. “Sí, ha aprendido bien, tú tampoco eres una blanca paloma” –le dije. Siguió moviéndose hasta llegar al orgasmo, sentía como sus fluidos corrían por mi ingle y mis muslos, en verdad Renata era una puta que disfrutaba del sexo. Cayó sobre mi pecho y me besaba entre esos jadeos de placer. Aun seguía moviéndose despacio encima de mi verga hasta que me dijo: “Quiero que me rompas el culo como a mi madre”.

La llevé a la habitación y ella se tumbó en la cama, no tuve que decirle como ponerse, sola se puso en cuatro. Metí mis dedos en su vagina para mojarlos y le metí un dedo por su culo, estaba muy apretado. Me dijo: “Hazlo suave, mi culo es virgen”. Le comencé a acariciar el clítoris mientras lamia su espalda, poco a poco fue entrando ese dedo, ella decía que le dolía un poco. Le respondí metiéndole la verga de una en su vagina, agradeciendo con un intenso gemido. Mientras me la cogía  ya entraba un segundo dedo mojado con sus fluidos. Ya había espacio para que entrara mi glande en ese ano virginal. Lo empecé a meter y gritó: “¡Me duele mucho!”. Esperé a que se acomodara y poco a poco lo metía, paré para que lo sintiera y se relajara. Cuando noté que era ella quien apretaba, que ya no le dolía y que estaba sintiendo un placer especial, eso me animó para seguir empujando, ya entraba con más suavidad, cosa que le encantó. Comenzó a gemir a gritar: “¡Sigue, métela toda hasta los testículos”. Seguí aumentando el ritmo, mis testículos golpeaban su entrepierna y agarrado de su diminuta cintura se la metía con fuerza. Sentía que eyacularía en cualquier momento. Renata gritaba: “¡Quiero que llenes de semen mi culo! ¡Dámelo todo! ¡No pares! ¡Ah, ahora entiendo porque le gusta que le rompan el culo a mi madre!” –decía gimiendo y gritando. Ya no me pude resistir y acabé deliciosamente en el culo de Renata, sin dejar de pensar en Hellen y en lo rico que sería tenerla a las dos en la cama. Ella tuvo otro orgasmo que la dejó desplomada. Saqué la verga de su culo y la chupó hasta no dejar rastro de semen. Tenía la misma cara de Hellen, esa cara de zorra satisfecha y llena de lujuria. “No puedes decirle a mi madre lo que hicimos” –me dijo. Obviamente le dije que mis labios estaban sellados y que ella al menos de mi parte no lo sabría. “A contar de ahora vendré a visitarla más seguido, pero que antes pasaré por aquí para que me mandes con cogida al departamento de mi madre” –me dijo.  “Cuando quieras, aquí estaré esperándote” –le respondí. Se dio una ducha antes de salir y me dejó sus bragas de regalo. Ahora tengo que planificar para atenderlas a las dos y obviamente intentar descubrir cuál de las dos putas me daría más placer.

Hellen ya había vuelto de su viaje y esos días que no estuvo Renata supo muy bien como satisfacerme. Las dos cada día eran más putas y atendían todos mis deseos. Después de unos cuantos meses de sexo con las dos, me preocupaba que se convirtiera ya en rutina, unos días con Hellen, otros días con Renata. Un día después de una gran follada con Hellen le propuse hacer un trio con otra mujer, como me imaginaba se sorprendió mucho y por la cara que puso para nada estaba convencida, pues, solo había tenido sexo intenso conmigo y nunca ni se le paso por la cabeza el tenerlo con una mujer, comencé a mentalizarla, siempre que podía ponía películas porno donde había tríos y la tranquilizaba, que sería de una forma natural, sin saber ella mis verdaderas intenciones de la propuesta. A Renata le hice la misma proposición y esta lo tomó de mejor manera, pero tenía cierto reparo con la “otra” mujer, por supuesto que ninguna de las dos se imaginaba que serían ellas.

La ocasión llego el día de mi cumpleaños, las invité a cenar.  Las dos llegaron bien elegantes y un poco sorprendidas al encontrarse, pero unas copas de vino bastaron para que la buena armonía volviera. Después de la cena y con unas copitas de vino el ambiente ya era otro y las dos con ganas con darme su regalo particular, entre risas y vino les pedí que me sorprendieran. La primera fue Hellen, se empezó a quitar el vestido para quedarse con su ropa interior que se había puesto para tan memorable acontecimiento. Un brasier transparente y una tanga que apenas cubrían lo que debían. Mi verga comenzó a ponerse dura, Isabel se dio cuenta enseguida de mi erección y de la situación, comenzó a tocarla por encima del pantalón, se acercó Hellen y comenzamos a besarnos mientras que Renata sacó mi verga y comenzó a chuparla suavemente, le quité el brasier a Hellen y comencé a lamer tus tetas y mordisquear tus pezones, mis manos a frotaban su vagina que enseguida se puso húmeda, los primeros gemidos brotaron, mientras Renata seguía mamando cada vez con más intensidad, hasta que le dije: “Ahora te toca a ti Renata”. Se levantó del sofá obediente y comenzó a quitarse poco a poco la ropa mientras no dejaba de jugar con el clítoris de su madre, cuando se desnudó se acercó y nuestras lenguas se juntaron con furia, mientras Hellen se pellizcaba los pezones. Entre las dos me desnudaron y empecé a jugar con las tetas de Renata. Hellen ahora estaba chupándome la verga mientras estaba recostado en el sofá. Renata se levantó y puso su vagina en mi boca, embriago por el sabor de sus fluidos metí mi lengua por todos los rincones. Así es como quería ver a mis dos putas, bien calientes y dispuestas a complacerme. Nos fuimos a la cama, ya se habían olvidado que era madre e hija, era mis zorras y tenía ganas de cogérmelas a las dos.

Ya en la cama el espectáculo era maravilloso dos mujeres divinas esperando desnudas que las follara. Comenzó Hellen, enseguida se subió a horcajadas sobre mí y se clavó mi verga de un solo golpe mientras Renata de nuevo me puso su vagina en la boca para que se lo volviera a comer, dándome la espalda. Ambas se tocaban las tetas de la otra, apretaban sus pezones y se besaban de manera lujuriosa, La cara de placer de ambas era algo que muchos pagarían por ver pero solo yo era el privilegiado espectador de ese desborde de perversión.  Después de un rato Renata le dice a Hellen: “Mami, yo también quiero que me la meta”. Hellen sonrió y le respondió: “No sabía que mi hija era tan puta”. “No sabes cuánto” –le dijo Renata. Se bajó para darle lugar a su hija y le dijo: “No te olvides que soy amiga de la mamá de tu ex y me contó que varias veces los vio cogiendo”. La besó en los labios y le dijo otra vez: “Ahora muévete como la puta que eres”. “No se te olvide que yo vi cómo te partían el culo” –respondió Renata. “Tranquilas mis putitas que hay verga para las dos” –les dije. Mientras Renata se movía como enferma encima de mi verga, Hellen pasaba sus tetas en mi cara para que le mordiera los pezones, cosa que me encanta y a ella más. Cuando ya estuve a punto de acabar, les avisé y me bajé de la cama, ellas como sedientas de semen se tiraron al piso de rodillas y abrieron sus bocas esperando a recibir lo que les gustaba tanto. El primer chorro lo recibió Hellen en su boca y el segundo Renata en sus tetas, después empezó una batalla campal entre esas lujuriosas lenguas para recibir más semen y también esas bocas estaban dispuestas a llenarse hasta la última gota. Se veían hermosas compartiendo como niñas buenas el semen de boca en boca y con besos apasionados lo engullían. Nos recostamos en la cama, yo estaba al medio acariciando sus tetas y sus conchas húmedas. Empezaron a pajearme hasta que mi verga agarró fuerzas. Cuando Renata se dio cuenta se puso en cuatro y dijo: “Este culo quiere su ración de verga”. “Tú qué opinas Hellen. ¿Se merece verga la zorrita?” –le dije. Ella con una sonrisa contestó: “Sí, se la merece. Mi culo también ganas de verga”. Renata se puso en cuatro y Hellen me la chupó para dejarme la verga llena de saliva. En un par de embestidas ya estaba disfrutando del culo de Renata mientras Hellen se masturbaba y se apretaba las tetas con perversión. “Anda Renata, ayuda a tu mami para que disfrute más” –le dije mientras seguía dándole verga a su culito.

Se acercó a la vagina de su madre le comenzó a lamerla, al principio Hellen se sorprendió un poco, pero enseguida comenzó a gemir, el placer en ambas me calentaba demasiado, era una imagen que había visto en mi mente, pero presenciarla era más que morboso, una oleada de placer que me consumía. Ver como Renata le lamia la vagina a su madre y como ella gemía al sentir como esa lengua la recorría por completo, me hacía aumentar el ritmo de mis embestidas en el culo de a chica hasta que su culo empezó a contraerse y ella a gemir como posesa. Renata estaba a punto de llegar al orgasmo y su respiración era más que agitada, hasta que al fin pudo sentir que su alma se separaba del cuerpo y era transportada al infierno de placer. No dejó de lamer el clítoris de Hellen, quería que la acompañara a ese lugar de perversión y lujuria; Hellen se retorcía en la cama y al fin acabó deliciosamente dejando empapada la boca de su adorada hija con sus fluidos. Ambas gemían como dos putitas con sus caras llenas de placer. Renata cayó sobre su madre y con las pocas fuerzas que le quedaban se recostó a su lado. No hizo falta decirle nada a Hellen que sola se acomodó en cuatro frente a la vagina de su hija y le separó las piernas para empezar a lamer esa mojada concha. Metí mis dedos en la vagina de Hellen para humedecer su culo y de paso metí mi verga para que saliera empapada. “Espera, hay que lubricar más ese agujero” –dijo Renata y metió su lengua en el culo de si madre, lamiendo y escupiéndolo para dejarlo preparado para lo que vendría. Acomodé mi verga en el culo de Hellen y le dije: “Ahora, si prueba los fluidos de tu hija putita y disfrútalo”.

Los gemidos de Hellen por mis embestidas la acercaban más a la vagina de su hija y cuando ya estaba su boca rosándola, le dije: “Lámeselo zorrita, ella lo hizo contigo y ahora lo harás tú”. Lo hizo de una manera delirante, perversa y llena de lujuria, Renata gemía como buena puta y disfrutaba de la lengua de su madre. El momento era épico, el culo de Hellen era sacudido por mis fuertes embestidas y la vagina de Renata invadida por la morbosa lengua de su madre. Los gemidos y gritos de placer de madre e hija llenaban el ambiente, haciéndolo más excitante. Renata bajó más para dejar que Hellen le chupara las tetas y ella masturbarla haciendo más intenso el placer en su madre. Hellen se sacudía de forma violenta como preludio al orgasmo, era un espectáculo maravilloso y lleno de morbo. Renata se acomoda debajo de Hellen quedando con su boca en la vagina de su madre que sin pedírselo empezó a lamer y así otra vez embriagarse de sus tibios fluidos. El orgasmo no tardó en llegar y Hellen derramó abundantes fluidos en la boca de Renata quien con lujuria los bebía y los saboreaba.

Yo estaba tan caliente dándole verga a ese culo y grité: “¡Voy a acabar!”. Mis testículos chocaban con fuerza en la vagina de Hellen y ella gritó: “¡Llena mi culo con semen!”. Fue casi inmediato que mi verga empezó a expulsar abundantes chorros de semen que le llenó las entrañas. Después de beber los fluidos de su madre, Renata fue por mi semen, le limpió el culo a Hellen con su lengua sin dejar ni un rastro. Enseguida se lanzó en mi verga y la chupó hasta que la dejó limpia. Como buenas niñas compartieron mi semen en un perverso beso, quedando las dos satisfechas. Ya tumbados en la cama Hellen y Renata siguieron besando como dos zorras llenas de lujuria, sin duda eran unas buenas putas. Me acosté en medio de ellas y apoyaron sus cabezas en mi pecho y les dije: “Me han dado el mejor regalo de cumpleaños que he recibo en la vida. Son unas putas divinas”.

Ahora sin los temores de ser descubiertos Hellen y Renata se convirtieron en mis putas, cogemos los tres a la vez o por separado siempre pensando en lo que haremos en cada encuentro, ya que las ganas y la imaginación es amplia.

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®

2 comentarios:

  1. Wao que exquisito relato me encantó cada línea cada detalle hace volar la imaginación de cualquiera felicitaciones 👏 Caballero como siempre excelente

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