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martes, 30 de enero de 2024

97. Por andar de puta

 


Mi nombre es Xiomara, tengo 24 años. Me considero una chica normal en todo aspecto. Mi vida no ha sido de muchos excesos ni tampoco una vida aburrida o monótona, simplemente disfruto el momento y la oportunidad que tengo para hacerlo. Trabajo en una empresa de aseo, soy la encargada de limpiar algunas oficinas en un edificio, no gano mucho pero sí lo suficiente para darme algunos gustos. Como toda persona que ya está cercana a los treinta y soltera, me debatía si quedarme en la casa de mis padres o buscar un lugar para independizarme, pero los arriendos no son del todo baratos y no quería pedirle ayuda a mis viejos con el pago del alquiler. Sin recursos y con unas ganas feroces de independizarme decidí buscar algo que estuviera a mi alcance.

Hablé con un caballero, que tiene una pequeña casa interior en su jardín, aunque el precio era como suponía, alto. Obviamente por el dinero limitado que contaba no podía tomarlo, pero el caballero siendo amable conmigo me dijo que podía cobrarme un alquiler más barato a cambio de cuidar a su perro, ya que él trabajaba de noche en una empresa como guardia y no tenía quien cuidase a su pequeño por las noches. Me explicó que el perro todo el cuidado que necesitaba era que le pusieran un plato con comida y otro con agua, así el estaría tranquilo. Le dije que no tenía problemas en cuidarlo y que me ayudaba mucho que bajara considerablemente la renta. Entonces convenidos en el precio y en el trato, cerramos el arrendamiento. Me cambié con toda la alegría del mundo, me llevé mi cama y algunas cosas que había comprado para cuando este momento llegara, estaba emocionada y algo ansiosa, ya que sería mi pequeño espacio, con la privacidad necesaria que se necesita cuando te das cuenta que eres solo un lastre. En eso, apareció el caballero para ayudarme a entrar las cosas y acomodarlas. Él es una persona no mayor que mi padre, tal vez unos cincuenta y pocos años. En eso conocí al que sería mi compañero por las noches, un Pastor Alemán llamado Max, era todo un pilluelo pero con ojos de yo no fui. Me acerqué para acariciarlo e ir ganando su confianza, muy querendón y dócil, al instante nos hicimos amigos. “Yo te cuidaré por las noches, pero tú también tienes que cuidarme” –le dije. Me miraba con sus ojos tiernos como entendiendo lo que le decía.

La primera noche que pasamos juntos jugamos, corrimos hasta cansarnos. “Ya chiquito, es hora que comas, porque se está haciendo tarde” –le dije. Fui hasta la pequeña bodega que hay en el patio y saqué su alimento, llené su plato y lo dejé en el piso, después llené el del agua, parecía que Max estaba contento con mis atenciones. Acaricié su cabeza y le dije: “Bueno chiquito, esta bella señorita se va a dormir. Hasta mañana”. Entré a mi casita, me di un baño y me metí en la cama, ya que debía despertar temprano para salir a trabajar. La rutina empezó temprano. A las 6 de la madrugada estaba en la ducha, al salir empecé a buscar lo que me pondría para enfrentar el dia laboral. Me puse un jeans y una polera, total en el trabajo tengo que ponerme uniforme. Cuando iba saliendo al trabajo me despedí de Max acariciando su cabeza y me dirigí a la parada para tomar el transporte. En eso me topo con mi vecino y le dije que Max tenía suficiente comida pero había que rellenar el plato con agua. Me agradeció de manera cortés y seguimos caminando en direcciones opuestas.

Las noches siguientes eran casi iguales, jugábamos con Max y después me preocupaba que tuviera sus platos con todo lo necesario para pasar la noche. En una noche de viernes, regresé de una pequeña reunión con unas amigas y ya me sentía algo mareada debido a las copas que me tomé. Además, me sentía muy caliente ya que, al irme a dejar a mi casa, una de mis amigas se entretuvo conmigo besándome, acariciándome las tetas y metiéndome la mano bajo la falda, esto duró hasta que llegamos a mi casa, pero ella no quiso entrar porque al otro día tenía un viaje temprano con su novio a la playa, me frustré pero entendí, aunque mi calentura fuera más fuerte. Me despedí y me metí a la casa, ya el dueño había dejado al perro en el pequeño patio. Abrí la puerta y le puse agua en su plato y le di algo de comer. “Esta noche estoy caliente pequeño, así que no podremos correr ni jugar como ayer” –le dije. Yo me dispuse a darme una tocadita antes de dormir. Me desnudé, me recosté y me empecé a tocar mi vagina que era un manantial y acariciarme los pezones. Sentí como mi amiga me había puesto de mojada, así que suspirando me di gusto metiéndome los dedos. Mi mente fantaseaba en todo lo que podríamos estar haciendo y disfrutaba de la velocidad que mis dedos me penetraban; gemía como una loca al recordar su mano metida bajo mi tanga y de la manera perversa en que me masturbaba. Fueron solo minutos en los que estuve dándome placer hasta que el orgasmo me recorrió por cada espacio del cuerpo. Empecé a temblar y a gemir como nunca, había tenido orgasmos intensos pero este era demasiado, mi cuerpo se sacudía mientras mis fluidos emanaban a chorros de mi vagina, mojando incluso las sabanas. Me sentía tan caliente que no quería que se detuviera, seguí metiéndome los dedos con frenesí hasta que otro orgasmo llegó y me hizo perder la cabeza por completo, era tan deliciosa la sensación que no podía más que gozar ese idílico instante.

Me quedé dormida sin darme cuenta, hasta que me despertó un ruido extraño, pensé quizá alguien se metió en la casa, no quería abrir los ojos pero una sensación de intenso placer se apoderó de mí, empecé a gemir y mis manos se iban a mis tetas, los pezones estaban duros; los apretaba y retorcía, entonces la curiosidad me ganó, abrí los ojos y me sorprendí al ver que el enorme perro me lamia la vagina. ¿Cómo mierda se metió? Tal vez no cerré la puerta pero no iba a buscar resolver el misterio. Tan caliente debo haber estado que hasta Max se dio cuenta. Todavía estaba medio adormilada, con mucho sueño, así que empujé al perro y le dije que se largara, que quería seguir durmiendo. Él se hizo el tonto, como que se iba, pero regresó por más y así le hice unas tres veces hasta que la última vez sentí como se hinchaba mi clítoris y se me podía muy duro, en ese momento me di cuenta de lo caliente que estaba y más sorprendida de que el perro fuera el causante.

Sin poner más resistencia me abrí de piernas y le ofrecí mi vagina como una verdadera puta. El perro agradecido me siguió lamiendo con una habilidad alucinante, yo solo me dedicaba a gemir y a decir lo rico que sentía cuando esa lengua recorría mi vagina y mi culo. Las sensaciones que mi cuerpo experimentaba eran sublimes, tanto que tuve varios orgasmos seguidos que me dejaban sin aliento. De repente, miré y vi como la verga de Max había salido, se veía deliciosa, roja con venas, goteando, esa celestial imagen hizo que un calor intenso recorriera mi vagina. Quería que me cogiera y sabía que él quería hacerlo también. Sin saber bien lo que hacía, solo se me ocurrió ponerme en cuatro y parar el culo ofreciéndole mi vagina. Apenas me puse en cuatro, el enorme animal se apodero de mis caderas con sus patas delanteras y se aferró con fuerza, sin decir agua va me metió toda su enorme verga en la vagina. “¡Ah, que rico Max!” –dije con lujuria y deseo prohibido. Nunca me hubiera imaginado que así de fácil me haya entregado al instinto de ese animal. Jamás lo hubiese creído si alguien me contara una historia así, pero estaba experimentándolo de la mejor manera posible, viviendo en la realidad y me la metía como loco, haciendo que grite de placer.

De pronto, sentí como si algo grueso entrara en mi vagina, se abria paso, haciéndome delirar, era como si una bola de carne estuviera metiéndose en mi vagina, la sensación fue intensa, incluso un poco dolorosa, hasta que entró por completo. Max se giró y quedamos pegados. “¡Qué rico Max! ¡Ahora soy tu perra!” –le decía sintiendo incontables orgasmos a la vez.  Estaba tirada en la cama unida a esa deliciosa verga que me llenaba por completo. Me le entregué como una verdadera puta. Sentí como su semen empezó a salir expulsado, llenando cada espacio de mi sexo, era tibio pero me gustaba porque salía con fuerza, con la misma que él había usado para poseerme. En ese momento mágico lleno de placer sentí como su verga salió de mi vagina y su semen abundante también corrió por mi vagina. Había quedado prendada de esa deliciosa verga que desde ese día me sería imposible resistirme a los encantos de Max. Me sentí la más puta de las putas y eso me encantó.

Las noches fueron totalmente distintas, ya no habían jueguitos infantiles, sino perversos, juegos en donde yo lo complacía y el complacía, sin que nadie nos molestara. Incluso llegando a coger en el patio a la luz de la luna. Siempre estaba dispuesta y él siempre quería más. Ya era la puta del perro de mi vecino. No había nadie que conociera que cogiera tan rico como Max. Además, era insaciable, me la metía tres o cuatro veces en la noche, así que nuestros juegos duraban hasta casi el amanecer. Cada vez que me la metía, era una sensación diferente me sentía tan caliente; incluso fue tan placentero cuando me la metió por el culo la primera vez, aunque no niego que al principio dolió pero ahora mi culo está amoldado a la verga de ese precioso animal.  Su lengua me daba tanto placer y cuando me cogía me hacía que me mojara como loca y me hacía acabar como el buen macho que era y yo su puta. Eran momentos mágicos y llenos de erotismo, de perversión y lujuria. Todo iba bien hasta que una noche en el fragor del momento perdí la noción del tiempo, yo estaba pegada a Max siendo presa de intensos orgasmos nos descubrió mi vecino.

Después de algunos días de esa penosa situación, el vecino me llamó para solicitarme la renta, la cual, por supuesto, que no tenía el dinero porque en mi trabajo aun no hacían los depósitos. El vecino, amable y comprensivo como siempre, me dijo que no me preocupara, pero que solo por esta ocasión le pagara igual que como había hecho yo con su perro. Eso me agarró desprevenida, totalmente por sorpresa, nunca me lo hubiera esperado. Me puse toda colorada, nerviosa y empecé a balbucear: “Pero vecino, usted podría ser mi padre” –le dije con voz temblorosa. “No te preocupes Xiomara, no soy tu padre y tampoco pretendo serlo. Tengo poco más de cincuenta años, pero también un vigor como el de mi perro” –dijo intentando calmarme al principio, aunque después habló en tono burlón. Yo me quedé pensativa, mirándolo con discreción. Pensé: “Un vigor igual al de su perro”. En mis adentros decía: “Así me desharía él y ya no le pagaría la renta, es un costo con beneficio, tal vez pueda funcionar”.

Quedamos de vernos en la tardecita, cuando él se encontrara solo, me vestí coqueta, por decir puta, muy sexi, con faldita corta y escote, con el que deslumbro a la mayoría de los hombres. Llegó la hora y me presenté en su casa, estaba frente al mío. No hubo palabras. Me atrapó por la cintura acercándome a él, me empezó a besar el cuello y a manosear las tetas, me tomó una de mis manos y me la puso en su entrepierna, yo me quedé verdaderamente sorprendida al notar ese tremendo bulto que tenía entre las piernas y que al contacto con mi mano se empezaba a poner duro. Eso y las lamidas que le estaba dando a mis pezones, me empezaron a poner caliente, él notó como se ponían duros, dándoles salvajes mordidas que hacían chillar de placer, como anticipando lo que se venía. Él se dio cuenta al instante y bajó sus pantalones, me puso la mano en su verga desnuda, lo empecé a masturbar no por obligación, sino por deseo, un enorme deseo. Me fascinaba como se sentía su enorme verga entre mis manos, cada vez más grande, cada vez más gruesa, cada vez más caliente. No pude aguantarme más, mi boca quería engullir su verga y sin decir palabra me arrodillé frente a él, y se la empecé a chupar. Él se mostró complacido de mi indulgencia y tomando mi cabeza la movía haciendo que su verga se me metiera hasta la garganta, la sacaba y la metía de manera perversa, sin dudas él y yo lo estábamos disfrutando. Eso me puso más caliente de lo que ya estaba.

Estaba perdida chupándole la verga al ritmo que él ponía, babeaba de placer al sentir su deliciosa verga entrando y saliendo. Me puso de pie y metió su mano debajo de mi falda, sintió mis braguitas mojadas ya que no podían contener que mis fluidos se desbordaran por mis muslos. Sin decirme nada me apoyó sobre el sofá y levantó mi falda, empezó a deslizar su verga por mis bragas húmedas, sentí como mi vagina se marcaba sobre la tela, me tenía al borde de la desesperación pero no quería demostrarle lo mucho que deseaba que me la metiera, aunque él se daba cuenta. Él, motivado por mi calentura, no espero más e hizo mis bragas a un lado y sin previo aviso me la metió de una sola estocada. Me empecé a mover como una loca, me estaba dando un placer exquisito, era el humano que me ha cogido más exquisitamente, digo humano, porque Max me había hecho perder la cabeza. Me volvía loca con el ímpetu que me penetraba, en verdad mi vecino tenía el mismo vigor que su perro a la hora de coger. Perdida en su perversa forma de cogerme, no tardó en llegar un intenso orgasmo, mordía el sofá y gritaba eufórica por ese maldito orgasmo que me tenía atada. Mis fluidos corrían por mis muslos como un río que se desbordaba. Mi vecino sonreía complacido, pero él no había terminado conmigo, me quitó la falda y las bragas, quería que estuviera completamente desnuda, en sus ojos percibía la lujuria, lo que me ponía a hervir.

Me tumbó sobre el sofá y su lengua invadió mi vagina. ¡Oh, sí que sabía hacerlo bien! Me tenía vuelta loca gimiendo, había despertado mi lujuria al máximo, solo quería que siguiera bebiendo los fluidos que mi sexo le daba para su deleite. Esas estimulantes sensaciones que recorrían mi cuerpo me hacían tomarlo de la cabeza y hundirlo en mi vagina suplicándole que no se detuviera. ¡Oh, mierda! ¡Otro orgasmo más! Era imposible resistirme, dejé que se apoderara de mí como el primero. Me retorcia sobre el sofá, casi sin aire, no entendía como ese hombre me estaba enloqueciendo de esa forma. Me volvió a poner en cuatro en sofá y esta vez el objeto de su obsceno placer fue mi culo, no sé como lo hizo pero entró su verga completa de una embestida. “¡Ah, vecino, qué rico me coge!” –le dije con lujuria. Me dio unas nalgadas que quemaban mi piel y se movia con un ritmo vertiginoso que era una delicia. Al cabo de unos buenos minutos taladrando mi culo, sentí como su semen caliente llenaba mi agujero. No le di descanso, seguí moviéndome hasta que tuve otro delicioso orgasmo, jadeando, suspirando y gimiendo de placer. Cuando sacó su verga me deslicé por el sofá con el culo lleno de semen y mi vagina mojada, solo tratando de recuperarme. “Ya es hora que te vayas Xiomara. Será hasta el próximo fin de mes”. Obediente, salí con mi ropa en la mano y me fui a mi casa con la sensación de esa exquisita cogida.

Pasaron los días, el vecino no volvió a molestarme ni a pedirme nada, pero claro, tampoco me dejó cuidar a Max, me imagino que pensaba mantenerme en abstinencia hasta que llegara la fecha de la próxima renta, pensé. Efectivamente, no estaba equivocada, quería que me sintiera deseosa por coger, intentaba calmar mis deseos masturbándome pero me hacía falta la verga de Max o la de mi vecino para calmar mis ansias. Me citó el día de la renta, ya había pasado un mes desde la vez que me obligó a coger con él. Ya iba preparada a lo que sabía perfectamente que iba a suceder, y la verdad iba algo entusiasmada, no había cogido con nadie durante un mes y eso era desesperante. Además, la verdad, no era desagradable pensar en volver a coger con él. De hecho, reconocí que efectivamente me había dado una buena dosis de verga y ahora de nuevo, pues no era tan malo.

Al entrar a la casa de mi vecino, vi con cierta sorpresa que se encontraba con dos amigos de él, que yo ya conocía de anteriores ocasiones, aunque de eso ya había pasado un tiempo. Extrañada por la situación, porque pensé que iba a estar solo, me acerqué a saludar a los señores, que emocionados, me saludaron alegremente besándome la mejilla y dando miradas descaradas a mis tetas que amenazaban con salirse del brasier. Mi vecino, me tomó por la cintura y me acercó a él, al tiempo que conversaba con sus amigos. Se notaba que ya estaban un poco tomados, sin decir palabra, mi vecino me empezó a sobarme las nalgas delante de ellos, pero me tomó fuertemente del brazo para impedir que yo me separara y lo dejara continuar con su juego perverso. De repente, sentí que ya su mano estaba entre mi tanga y me empezó a masturbar. Me hizo sentir un poco de vergüenza, estaba nerviosa y solo reía como una boba tratando de seguir la conversación. Al poco yo ya estaba mojada por la rica manoseada que me estaba dando mi vecino y solo podía cerrar los muslos, y apretarle la mano tratando de contenerme. En eso, mi vecino me dijo: “Pues ya ves Xiomara, les platiqué de tu problema a mis amigos y ellos accedieron de muy buena gana a ayudarte”. Yo estaba más atenta a disfrutar la manera perversa que me estaba masturbando y no atinaba a comprender lo que mi vecino acababa de decir. “¿Cómo? ¿Problema? ¿Qué problema? ¿Ayudar? ¿A qué?” –le pregunté. “Pues que ellos están dispuestos a ayudarte a costear tus gastos, cada uno de ellos te dará una mensualidad completa para que ya no tengas esa clase de problemas. A cambio yo les prometí que tu sabrías mostrarte agradecida con ellos, tal como la hiciste conmigo” –concluyo el vecino. “¿Aceptas?” –preguntaron con voz lujuriosa los amigos de mi vecino. Yo no pude pronunciar palabra alguna y tuve orgasmo tremendamente placentero con los dedos de mi vecino que causaron estragos en mi vagina. Me desplomé de rodillas en el piso jadeando de placer y con mis fluidos corriendo por mis muslos. De inmediato, los dos amigos dijeron al mismo tiempo, bueno tomaremos eso como un sí, y como yo estaba de rodillas frente a ellos, únicamente se sacaron las vergas del pantalón y me las pusieron frente a mi boca. Yo todavía no estaba totalmente al tanto de lo que estaba pasando, mi cabeza daba vueltas por el placer pero al ver sus vergas frente a mí no lo pensé dos veces y se las empecé a chuparlas con perversión.

Mi vecino se recostó sobre el sofá boca arriba y me llevó hacia él para que ahora chupara su verga, así que me incline un poco doblando las piernas y parando el culo, ahí fue donde los señores se aprovecharon y me empezaron a coger entre los dos, turnándose para poder metérmela cada uno. Luego, mi vecino me acomodó sobre el para cogerme, dejando mi culo expuesto, por lo que sus amigos se aprovecharon para metérmela por el culo, primero uno y luego el otro. En tanto que se alternaban el uso de mi culo, también lo hacían con mi boca. No sé pero me sentía tan plena, tan puta, con todos mis orificios ocupados por esos hombres calientes. Me cogían desesperados, me gustaba ser el objeto de su placer y su desesperación. No podía resistirme por más tiempo, estaba al borde del orgasmo pero quería retrasarlo para que vieran lo mucho que disfrutaba de lo que me estaban haciendo. Hasta que caí presa de ese mágico orgasmo que me hizo delirar, pero ellos siguieron usándome a su placer más perverso, en una perversa armonía sentí como los tres a la vez acabaron, dejando mis agujeros llenos de su semen y tal como habíamos acordado, los amigos de mi vecino me dieron el dinero que prometieron y la deuda del mes quedó saldada con mi vecino. Me fui desnuda, sonriente y esperando a que llegue el siguiente fin de mes para recibir esa exquisita ración de vergas.

Pasaron los meses, los tres me daban verga y me daban la mensualidad como siempre los amigos de mi vecino. En una de las conversaciones con mi vecino me dijo: Xiomara, porque no dejas de trabajar, te va bastante bien con mis amigos, no gastas dinero en renta y te dedicas mejor a cobrar por los servicios como lo haces con mis amigos”. “¿Usted cree que habría alguien más interesado en coger conmigo a cambio de dinero?” –le pregunté. “Te sorprendería” –me respondió. Cuando llegaba el dia del “pago de la renta” ya no iba vestida, para que perder el tiempo en quitarme la ropa, si los cuatro sabíamos a lo íbamos. Uno de esos días, llegué como siempre dispuesta a satisfacerlos cuando para mi sorpresa mi vecino había invitado a cuatro amigos más. Para que les voy a describir lo que pasó, solo les diré que no me pude mover en varios días. Como dijo mi vecino decidí dejar de trabajar y con los que los amigos de mi vecino me daban me alcanzaba no solo para los gastos sino también para vivir como una puta. Lo mejor, no era solo por el dinero, también porque me gustaba que me cogieran.

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®

3 comentarios:

  1. Que delicioso mmmm hace delirar de placer eh imaginar muchas cosas
    Como siempre Caballero exquisito relato

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  2. Como me encantaría tener un vecino así, exquisito caballero como siempre😈🔥

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  3. Excelente relato lleno de lujuria y perversión en cada una de las palabras. Gracias por compartir JOL

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