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lunes, 22 de enero de 2024

93. Cuando las buenas intenciones no son suficientes

 


Hace como un mes, por la mañana de un día miércoles, Rebeca sale de su casa para dirigirse a la Universidad. Se topó en el camino con un invidente (ciego), ya de avanzada edad, ella estaba esperando en la acera el cambio de luz del semáforo, se percató de la condición de este hombre, el cual se veía a lo lejos muy vulnerable, así que decidió acercarse a él para ofrecerle mi ayuda.  “¿Quiere que le ayude a cruzar la calle?” –le preguntó. “Si señorita” –le responde.  Le tomó la mano a este para ayudarlo a cruzar la calle, la cual es muy transitada. “Listo señor, ya cruzamos la calle, aquí lo dejo en una banca de esta acera” –le dice. “Muchas gracias señorita, no sé cómo pagárselo” –dice el hombre con amabilidad sin soltarme la mano. “Bueno señor, me tengo que ir, a la Universidad, que tenga un bonito día” –le dice ella despidiéndome. “Que le vaya muy bien en sus estudios, señorita” –dice él con cordialidad. “Gracias, bye” –contesta Rebeca. Se despide del Invidente y se dirige a la Universidad, la mañana transcurre para Rebeca de una manera normal, en su break (Descanso), recuerda lo sucedido por la mañana, cómo ayudó a un Invidente a cruzar la calle, en sí Rebeca, le gusta practicar la labor altruista cada vez que tiene tiempo y para muestra lo sucedido con este hombre.

Al otro día por la mañana (jueves), Rebeca sigue el mismo camino que la lleva a la Universidad, pero tiene más tiempo para llegar a la Universidad, ya que entra un poco más tarde. De pronto, en el mismo lugar, vuelve a ver al mismo hombre. Rebeca, se vuelve a imaginar de que este hombre no puede cruzar la calle solo, así que decide por segunda vez, ayudarlo, Rebeca, se acerca a él y le dice: “Buenos días, déjeme ayudarle otra vez a cruzar la calle”. “De nuevo, muchas gracias señorita” –le dice el hombre. Rebeca, vuelve a realizar su segunda labor altruista con este pobre hombre; ya cuando cruzan la calle, Rebeca le dice: “Listo ya cruzamos la calle, aquí lo dejo solito en esta banca”.  “No se vaya señorita” –le dice el hombre suplicando. “Discúlpeme, pero me tengo que ir a la Universidad” –le dice ella con congoja. El ciego empieza a llorar. Rebeca se apiada de este pobre y vulnerable hombre. “No llore por favor” –le dice ella con ternura. El Indigente, sigue en un mar de lágrimas, la quiere chantajear, con su llanto para que se quede con él. “Ok, me voy a quedar con usted sentada solamente 5 minutos” –le dice ella. “Muchas gracias señorita por apiadarse de este viejo hombre, usted si es de buen corazón” –dice secándose las lágrimas. Rebeca, se siente muy bien, al escuchar estas palabras, saliendo de la boca de este pobre ciego. “¿Vive por aquí?” –le pregunta Rebeca. “Sí, vivo solo, a 2 cuadras, en una pequeña y humilde fábrica abandonada” –le responde el hombre. “¿Vive solo?” –indaga la muchacha. “Sí, vivo solo desde hace 25 años, ya que enviudé” –responde con melancolía el ciego. “Como lo siento. ¿Tiene hijos? –pregunta la conmovida chica. “Nunca tuve hijos con mi Mujer, ya que ella no podía embarazarse” –le responde cabizbajo. Rebeca, más se compadeció de este pobre hombre. “La vida ha sido muy injusta conmigo” –dice el hombre. “No diga eso, la vida es un regalo” –le dice ella tratando de consolarlo. “Señorita, tiene usted razón. Si es un regalo, para muestra usted ya en dos ocasiones me ha brindado ayuda” –dice el ciego esbozando una sonrisa. “¡Muchas gracias!” –dice Rebeca sintiéndose halagada. “Le digo que la vida ha sido muy injusta conmigo, ya que nunca pude tener hijos con mi mujer. Mi mujer, muere muy joven de una enfermedad devastadora a los 45 años y todos mis ahorros se fueron en su tratamiento; después yo pierdo mi trabajo en la empresa en donde me desempeñe por 25 años y hace 20 años me diagnosticaron diabetes y fui perdiendo la vista gradualmente, hasta que quede, totalmente ciego, así como hoy, usted me ve. Aparte tengo que pedir limosna en esta esquina para sobrevivir, todo esto me lleva a decirle a usted, que la vida ha sido muy injusta conmigo, pero usted, ayer apareció, como un pequeño rayito de luz, una nueva esperanza para mí” –dice él. “Gracias por compartirme toda su vida, la verdad como lo siento, pero tengo que decirle, gracias por su halago hacia mi persona, pero yo no me considero ese rayito de luz que usted menciona, simplemente le he querido ayudar libremente” –responde Rebeca. “Le agradezco de todo corazón y como le comenté el día de ayer no sé cómo pagarle” –dice él con tristeza. “Hoy por usted, mañana por mí” –responde la muchacha. “Señorita, ya no le quiero quitar más su tiempo, ¿cómo se llama y cuántos años tiene?” –le pregunta el ciego.  “Me llamo Rebeca, tengo 20 años y soy Universitaria” –le responde con cortesía.

Hubo un momento de silencio, el Indigente, vuelve a llorar. “¿Por qué llora? –le pregunta. “Es que usted se llama igual que mi difunta esposa, se llamaba Rebeca” –dice el hombre. “Discúlpeme, usted me pregunto mi nombre y yo con gusto se lo mencione, nunca pensé que le fuera hacer daño” –dice la chica con tristeza. No se preocupe señorita, usted se ha portado muy bien conmigo, la verdad ando muy sensible” –dice el indigente entre suspiros. “Ok, lo entiendo, pero usted no me ha dicho su nombre, ni su edad” –dice la muchacha con curiosidad. “Me llamo Manuel y tengo 70 años de edad” –le dice él indigente. “¡Don Manuel! Usted tiene 70 años, discúlpeme pero pensé que tenía más edad” –dice con inocencia la muchacha. “Sí, ya estoy viejo, srta. Rebeca” –dice él. Aunque por dentro Manuel se siente como un gato viejo para ratón nuevo y eso que él no ve, si sus ojos vieran a esta despampanante universitaria le daría un infarto. Rebeca está de película. “Bueno don Manuel, ya pasaron los 5 minutos, ya me tengo que ir a la Universidad” –le dice ella. “Señorita Rebeca, ¿volverá a venir?” –le pregunta Manuel. “Claro que sí, mañana tengo que pasar por aquí, ya que es el camino a la universidad. Mañana lo veo, a ver si le regalo una ropa de mi papá que él ya no utiliza, para que usted se la ponga e igualmente a ver si le traigo algo para que desayune” –le dice ella contenta. “¡Qué amable señorita Rebeca! Vaya a su Universidad y mañana la estaré esperando aquí” –le dice Manuel esbozando una sonrisa.

Manuel, empieza a imaginar un plan, que involucre a esta bella universitaria. Él cree, que, si el día de mañana le miente Rebeca, de que se siente enfermo, ella se apiade de él y lo acompañe a su roñoso cuarto, para que pueda descansar y así él pueda sacar el máximo provecho de ella. Al día siguiente, misma calle, misma hora, se va acercando la víctima de Manuel. Rebeca venía con una falda corta muy ajustada, andaba muy provocativa. “Bueno días don Manuel, ¿cómo amaneció?” –le pregunta con alegría. El viejo empieza a quejarse de dolores fuertes en el estómago, era parte de su plan. “¡Muy mal señorita Rebeca!” –le dice el hombre mintiendo. “Pobrecito don Manuel, déjeme ayudarle” –le dice la chica con preocupación. Manuel, que es un viejo mentiroso, hace como que quiere vomitar. “Mejor vaya a Descansar, si quiere lo acompaño al lugar donde vive” –le dice ella con cordialidad. Al escuchar estas palabras, Manuel, da rienda suelta a su imaginación, sabe que eso de ir a su ese lugar, es parte del plan que había diseñado en su mente. “No señorita Rebeca, usted tiene que ir a la Universidad” –le dice el indigente mentiroso. “No se preocupe don Manuel, cancelaron las 2 primeras clases de la mañana” –le responde ella. “¿Y porque vino tan temprano si le cancelaron las clases?” –le pregunta Manuel. “Le había prometido que vendría antes de ir a la universidad y aquí estoy” –le responde Rebeca de manera amable. “¡Qué alma tan caritativa tiene usted señorita Rebeca! Bueno le tomó la Palabra, lléveme hasta el lugar que vivo por favor, le estaré agradecido por toda la vida” –le dice el mentiroso compulsivo. Entonces Rebeca agarra de la mano al viejo y cochino invidente, este “sin querer”, le agarra una nalga a la muchacha, la cual la siente muy carnosa y firme en el tacto que tuvo “involuntariamente”. Ambos se dirigen a la fabrica abandonada donde vive Manuel para que descanse de su falso malestar. “Perdone don Manuel, como usted no ve y yo no conozco su casa, sé que está a dos cuadras de aquí, dígame por donde sigo” –dice Rebeca tratando de orientarse. “Señorita Rebeca, siga caminando y cuando vea una pequeña farmacia, voltee a su derecha y justo en la esquina, ahí está la fábrica abandonada donde vivo, no le va a costar llegar, ya que ahí va a ver a un perrito pitbull que es mi compañero” –le dice el hombre. “Muy bien Don Manuel, ya entendí” –le dice ella. Ambos caminaron las dos cuadras y llegan a su destino final, cuando de pronto el perro de don Manuel, empieza a ladrar. “Tranquilo Rufino, tranquilo, hoy nos acompaña una bella universitaria” –le dice al airado can para calmarlo con el tono de su voz. Rebeca, se sonroja por este otro cumplido del viejo mentiroso, Rebeca muy cariñosamente saluda a Rufino, mientras Manuel, como puede abre la precaria puerta e invita a Rebeca a pasar. Rufino también entra. “Ya llegamos señorita Rebeca, póngase cómoda. Aunque no tengo muchas comodidades” –dice el viejo Manuel. “Don Manuel, no haga usted ningún esfuerzo, ya que se encuentra el día de hoy delicado de salud” –le dice ella. “¡Ay, ya no me acordaba!” –le dice el hombre. “¿De qué don Manuel?” –le pregunta. “De nada señorita Rebeca, de nada” –le dice el indigente cambiando la conversación. La muchacha ni siquiera se imagina lo que se trae entre manos el pervertido ese.

En ese momento, Rebeca ayuda a Don Manuel a acosarse en un pequeño sucio y viejo colchón que tiene. “¿Ya está más cómodo don Manuel?” –le pregunta ella. “Sí señorita Rebeca, es usted muy amable” –le responde el indigente. “¿Quiere que le traiga una medicina para su dolor estomacal? Digo, aprovechando que hay una farmacia cerca” –le dice ella intentando ayudar. “No gracias, no es necesario; creo que descansando se me pasará” –le dice el hábil mentiroso. “¿Quiere que le traiga agua?” –pregunta Rebeca. “Si por favor, en la parte trasera hay un pequeño patio, ahí verá una llave de agua e igualmente verá unos vasos. Si no es mucha molestia puede servirme agua ahí” –le dice casi con un tono agonico. “Ahorita vuelvo Don Manuel” –le dice Rebeca.

Rebeca, se dirige al patio trasero y Rufino, la sigue, de pronto cuando Rebeca agarra un vaso, siente un lengüetazo en su muslo derecho, ella se estremece, pero siente una placentera sensación que la recorre y lo deja pasar, cuando empieza a llenar el vaso, siente una serie descontrolada de lengüetazos en su entrepierna y dramáticamente cae al suelo. Rebeca vuelve en sí y se da cuenta que era Rufino el que con su lengua muy áspera le seguía regalando cariño. “No Rufino, está muy mal lo que haces, no lo hagas” –le decía al animal, que ni caso le hizo y le siguió lamiendo la entrepierna. Él seguía empecinado en lamer y saborear los tibios fluidos que estaba recibiendo. “No Rufino, no. ¡o lo hagas! ¡Por favor, para! ¡Para Rufino!” –le decía suplicando. En la parte de al frente Manuel se empezó a dormir, ni cuenta se ha dado de lo que está pasando atrás de su patio con Rebeca y Rufino. Rebeca dejó que esas sensaciones que la invadían hicieran efecto y se empezó a calentar sintiendo la lengua del amoroso perro. “¡Oh, Rufino! ¡Perro de mierda me tienes caliente le decía. Ella hizo a un lado la diminuta tanga empapada y dejó que el animal siguiera haciendo lo que tan deliciosamente le estaba haciendo.

Rebeca, nunca en su vida había experimentado algo así, ya que solamente a tenido un novio, pero ese novio, nunca le brindo la atención necesaria a ella, ya que era un nerd de laboratorio y de parte de Rufino estaba recibiendo toda la atención del mundo. De repente Rebeca, ve de reojo la puntita rosada de la verga de Rufino salir de su funda y ella entra en un estado de shock,  no da crédito a lo visto, ella sabía por los relatos de sus amigas universitarias, que existen perros que se cogen a las mujeres y que hay mujeres que prefieren a los perros como amantes que a un hombre que es de su misma especie. Todo esto en su mente la perturbó, mientras tanto ella sentía un orgasmo único de los tremendos lengüetazos que le estaba propinando Rufino. Rebeca, se dejó llevar, ella se había masturbado antes pero lo que estaba sintiendo era más intenso que los orgasmos que tenía en su cama. Rebeca, estaba sintiendo un placer e indescriptible. Entre gemidos llenos de placer le dice al perro: “Ya no puedo más Rufino, ya no puedo más”.

Rufino, entendió la súplica de esta bella universitaria y la dejó descansar solamente un minuto, cuando de pronto, se abalanza de Rebeca y como puede le empieza a lamer ahora sus tetas las cuales no están al descubierto, por el escote del conjunto que trae puesto, Rebeca siente la humedad en sus tetas y sus pezones se poner duros por lo caliente que estaba. Así que Rebeca, se despoja del ESCOTE y deja libre sus tetas y Rufino se las empieza a lamer frenéticamente. Totalmente presa de la calentura le dice al animal: “¡Que rico se siente Rufino, eres un buen perrito! ¡Qué rico, me tienes tan caliente!”.

Rufino, siguió lamiendo esas deliciosas tetas de Rebeca, hasta que ella sintió otro orgasmo que la invadió. Su cuerpo temblaba, pero le encantaba lo que estaba viviendo. Cuando Rufino termina, Rebeca que ya anda muy cachonda, intenta ponerse de pie, pero el perro quería seguir con la inocente universitaria. Siente como por detrás la quiere montar. “¿Cómo Rufino, me quieres Coger? No, yo no quiero” –le dice. Rufino, empieza a ladrar como señal de que él quiere. “Entiende que no quiero ser tu perrita, eso está mal” –le dice al perro intentando razonar, pero sigue ladrando muy fuerte. Rebeca se asusta, ella no quiere que don Manuel se dé cuenta lo que ella hizo con su perrito. Sabe que no puede ver, pero como quiera ella no se quiere arriesgar. “¡Cállate Rufino, cállate por favor!” –le decía. Rufino, sigue en su plan de montar a Rebeca y no cede, él sigue ladrando, no le importa nada, solamente quiere cogerse a esa sensual perrita que tenía en el patio. Sabiendo que el perro no la dejaría hasta tener lo que quería, le dice: “Ok Rufino, como no te puedes callar, haré lo que tú quieres, sin mí consentimiento. Tómalo como tu día de suerte, yo nunca he tenido sexo con nadie, pero estoy de acuerdo con tal de que dejes de ladrar, el de revolcarme contigo y que tú seas el primero que me coja. Sé que esto no se va a divulgar, ya que tú eres un perrito, será un secreto perruno entre tú y yo. Dejaré que me cojas pero despacito”.

Rufino, no tiene nada de tonto, es un perrito muy inteligente, se sube arriba de Rebeca y como puede se la mete completa, pero no por la vagina sino por su culito. Rebeca da un grito de dolor y le dice: “¡Oh, Rufino! ¡Te dije que despacio! ¡Es mi primera vez!”. Rufino, se la estaba metiendo con fuerza, Rebeca, está con los ojitos en blanco, Rufino, hace con esta joven mujer lo que quiere. La muchacha empieza a gemir como una perra loca por el placer. Su culo estaba siendo devorado por la verga de animal despiadado. “¡Ah, eso, dámela así!” –le decía con su cara llena de lujuria. Rufino, se la estuvo cogiendo por largo rato hasta que quedaron pegados. Rebeca, después de esto, sintió un mar de agua recorrer su culo, el animal había eyaculado en su culo, dejándoselo inundado de semen. Fue algo tan placentero que tuvo otro despiadado orgasmo. “Rufino, me regalaste el mayor de los placeres que he tenido. ¡Qué rica cogida me diste, perro degenerado!” –le decía sin salir de ese hipnótico trance.

Rebeca, rápidamente medio se arregla, para ir con don Manuel, lo bueno es que no puede ver si se viste o no, por su ceguera, tampoco puede ver si a esta bella universitaria le escurre por sus piernas semen de Rufino. “¡Ya llegué Don Manuel!” –le dice ella aun jadeando. “¿Por qué tardo tanto señorita Rebeca? ¿No la estuvo molestado Rufino?” –le pregunta el ciego. “Es que no encontraba los vasos e igualmente no salía agua de la llave. Rufino se portó muy bien” –le responde ella. “¿Segura que Rufino se portó muy bien con usted?” –indagó Manuel. “Sí, más que bien, Rufino es un perro maravilloso” –le contesta. “Pues todas las mujeres dicen que es maravilloso, la verdad yo no entiendo que tiene de maravilloso Rufino, si esta todo pulguiento” –le dice algo molesto. “¿Como don Manuel?” –le pregunta ella con curiosidad. “Olvídelo, solamente le falta un baño a Rufino” –le contesta él. “Bueno, con un buen baño a Rufino, se le quitan esas Pulguitas, que usted menciona” –le dice Rebeca. “¡Ay! ¡Me duele mucho!” –dice Manuel fingiendo dolor, para tratar de llamar la atención de Rebeca. “¿Qué le pasa don Manuel? ¿Volvió el dolor?” –le pregunta ella preocupada. “Me duele mucho aquí” –le dice él, indicándole a Rebeca su estómago. “¿Que quiere que haga por usted don Manuel, para que deje de quejarse?” –le pregunta Rebeca con desesperación. “Es mucho pedirle Señorita Rebeca, ¿pero si me puede sobar mi barriga a lo mejor cede el dolor’” –le pide el viejo degenerado. “No se preocupe don Manuel, déjeme, lo haré con gusto” –dice la chica. Rebeca, aunque hace unos minutos perdió el pudor por ser cogida por Rufino, no imagina que este hombre de 70 años la está manipulando para saciar sus bajos instintos. “¿No le molesta que le presione un poco su barriga?” –le pregunta para saber cuánto era el dolor. “No señorita Rebeca, usted lo está haciendo muy bien, pero siento que el dolor que me está dando en este momento es un poquito más abajo de mi ombligo” –le dice Manuel. “Déjeme sobarle en esa parte don Manuel” –le dice con bondad. Manuel, no ve, pero se siente caliente, él está su sueño, su fantasía con esta joven universitaria. “¡Ay, me duele más abajito!” –le dice el viejo calentón. “¿Dónde, dónde Don Manuel?” –le pregunta ella. “Abajito de mi cintura” –le responde. “Pues, si quiere que le ayude don Manuel, quítese el cinturón del pantalón y así más fácilmente le puedo sobar” –le sugiere ella sin percatarse de nada. Manuel, no lo piensa dos veces, se quita el cinturón. Rebeca, le empieza a sobar y el viejo cochino le agarra la mano a Rebeca y le dice: “Señorita Rebeca, présteme su manito, para guiarla, al lugar en donde me duele y me duele mucho”. Manuel, lleva la mano de Rebeca a su verga. “Aquí es donde me duele mi reina” –le dice. “Viejo Cochino, lo odio y lo odio mucho, ¿qué se cree al agarrarme así la mano y llevarla a su arrugada y flácida verga?” –le dice enojada Rebeca. “¿Seguro no te gusta? Anímate” –le dice el viejo con depravación. “De ciego no tiene nada, viejo degenerado. ¡Ya me voy!” –le dice ella con demasiado enojo. “Si te vas y no me pajeas, voy a gritar que me estás violando y que te cogiste a Rufino” –le dice en tono intimidante. “¿Qué le pasa? ¿Está enfermo?” –le pregunta ella con rabia. “No te hagas la tonta, escuché cuando te estabas cogiendo a Rufino, bueno cuando Rufino te la estaba metiendo. Escuché como gemías, estoy ciego, pero no sordo, escuché como lo disfrutaste. Aparte Rufino tiene fama con todas las mujeres que se coge que después que las llena de semen se tranquiliza y ahora escucho que ya no ladra, eso es una buena señal de lo que estoy diciendo” –le dice el viejo Manuel. “¡Usted se equivoca viejo asqueroso! ¡Ya me voy!” –dice ella con rabia. “¡Auxilio! ¡Hay una pervertida que me quiere violar! ¡Por favor ayuda!” –grita Manuel queriendo ser escuchado por los vecinos. “¡Por favor cállate viejo cochino!” –le dice ella asustada. “¡Por favor! ¡Alguien ayúdeme! ¡Me quiere violar!” –gritaba con fuerza. “Está bien, no me voy a ir, pero por favor cállate” –le dice Rebeca. “Ven para acá zorrita y pajéame” –le dice Manuel. “Ni loca lo haré” –le dice Rebeca. El viejo pervertido hace el intento de volver a gritar y Rebeca le dice: “Ya, cállate, pareces loco gritando”. “Zorrita, haz lo que te diga si no quieres que siga gritando”. “¡Viejo de mierda! ¡Abusivo y pervertido!” –le dice Rebeca. Entonces Manuel empieza a gritar otra vez que lo quieren violar. “Está bien, te voy a pajear si tanto lo quieres, pero prométeme que ya no vas a gritar” –le dice ella. “Te lo prometo, pero tienes que pajearme hasta que acabe” –le dice el viejo.

A Rebeca, no le quedó otra que masturbar a este degenerado y bastardo viejo verde. Empezó despacio pero Manuel le dijo que lo hiciera rápido. “¡Agárrame los testículos!” –le dijo. Viejo caliente, te los voy a agarrar a mi manera” –le dice. Rebeca, le agarra los testículos a este VIEJO COCHINO y ella se desquita y se los aprieta con fuerza. Manuel da un grito descomunal de dolor. “¡Ay, puta de mierda!” –le dice entre los alaridos. Rebeca, le sigue apretujando las huevas al viejo cochino que se retorcía. “¡Ah, perra desgraciada!” –le dice. “Esto es para que aprendas maldito degenerado” –le dice ella. Manuel se enoja y empieza a gritar como loco que se lo iban a violar, que lo ayudaran. “Déjate de gritar, ¿eres una niña acaso? ¡Por favor ya no grites!” –le dice Rebeca. “Puta, me vas a chupar la verga hasta que te ahogues, ven acércate, si no quieres que empiece a gritar otra vez” –le dice Manuel con enojo.

Rebeca, sabe lo que le espera, pero a la vez sabe que, si se porta algo bien con este sucio viejo, puede salir algo airosa. “Ahora sí, vas a chuparme la verga, puta, chúpala toda” –le ordenó, ya que la tomó de la cabeza con violencia y se la metió en la boca. Rebeca, no le quedo de otra, empezó a chupar esa vieja y arrugada verga. Al principio no le gustó, pero la fuerza del viejo cochino la hizo ceder. A Rebeca le empiezan a lagrimear los ojos, ya que la verga de ese viejo le llegaba hasta la garganta. “¡Qué bien chupas puta! ¿Dónde aprendiste? ¿Seguro en la universidad te enseñan a chuparle la verga a los profesores?” –le pregunta el viejo con lujuria en su voz. “No maldito degenerado, me enseñan a ser alguien en la vida y no una puta” –le responde ella. “Cállate y sigue chupando” –le dice el viejo dándole una cachetada. Rebeca, estuvo chupándole la verga, hasta que el viejo acabó en su boca. “Trágate todo mi semen putita, te va a gustar, lo vas a encontrar rico” –le dijo el degenerado. “¡Está hedionda!” –le dijo ella. “Eso significa que está rico. Lo hediondo es igual a rico” –le dijo él. “Claro, como la hediondez que expeles viejo sucio” –le dijo ella. “Ahora te vas a Montar encima de mí para cogerte y al mismo tiempo chuparte las tetas” –le dice Manuel. “Ni loca, ya te la chupé, date por servido viejo hediendo.

Manuel, como puede agarra de la mano a Rebeca y forcejea con ella, es más la fuerza de éste hombre ciego que la de Rebeca, al final de cuentas Rebeca sucumbe a la fuerza del indigente, no tiene más remedio que despojarse de sus bragas y montarse encima de él. Como nunca había tenido sexo vaginal, un dolor intenso la recorrió, le dolia hasta el alma pero aguantó todo para que se ese viejo inmundo no gritara más. Sintió como su himen se rompió y la verga entró con un poco de dificultad, sentía que la vagina le ardía, empezó a moverse despacio para disipar el dolor y que su vagina se adaptara al tamaño de la verga de Manuel. Después empezó a moverse con más con más ritmo, meneando sus nalgas con lujuria. “¡Perra que nalgotas tienes! No te puedo ver, pero al agarrarlas se quedan cortas. ¡Qué tetas más exquisitas tienes putita!” –le decía el viejo pervertido. “¡Gracias don Manuel!” –le dice ella, en cierta forma le gustaba la forma en que el hombre la trataba, a pesar de no poder verla, él la hacia sentir linda y deseada. “Ya ves zorrita, no te costaba nada pórtate bien conmigo, ya ves que si te hibieras portado bien desde el principio no tendría que haberte obligado” –le dice el ciego buscando justificación. “Ya cállate y cógeme como el pervertido que eres” –le dice Rebeca. “Así me gusta, que me lo pidas a gritos” –dice el indigente. “¡Qué ricura de verga tienes!” –le dice la chica gimiendo, totalmente entregada.

Manuel, se la estaba cogiendo con desesperación, la hace que se ponga en cuatro y se la mete por la vagina, se tomó de las caderas y como un animal salvaje la empieza a embestir. Rebeca solo gemia de placer y de sus dulces labios solo salía: “¡Dame más fuerte!”.  El viejo indigente obediente a los pedidos de la muchacha, se la metía con más fuerza. El viejo indigente se sentía renovado, era como si estuviera reviviendo viejas glorias, estaba tan eufórico dándole verga a la jovencita que no había nada más en su mente. “Hace 25 años que no cogía” –le dice Manuel a Rebeca. “Ahora me estás cogiendo a mí, por eso se nota que eres un animal, haciéndome delirar de placer” –le dice la muchacha. “La ultima vez que cogí fue con mi esposa” –le dice Manuel. Rebeca le responde: “Debes haberla hecho gemir como una puta, ya que me tienes así ahora”. Manuel ya no podía resistirse más, estaba a punto de acabar en la conchita de la chica y le dice: “Estoy a punto de acabar putita”. “Oh, sí, lléname con tu semen viejo pervertido” –le dice ella. Rebeca, está fascinada  con ese viejo que en un momento maldijo. La chica al sentir como el semen del indigente llenaba su interior y presa de un orgasmo, le dice: “¡Oh, que rico y tibio se siente tu semen. ¡Quiero más!”. “Rebeca, te voy a dar más semen, te la voy a meter por tu culo. Ayúdame a acomodarme y levanta tus caderas para cogerte ese culo de puta” –le dice.

Rebeca, lo ayuda a pararse y ella sigue en cuatro para ser embestida por el viejo indigente. “¡Ay me duele! Me duele Manuel, ¡Despacito por favor! No me rompas el culo” –le dice ella. “No aguantas nada. Aguantaste la verga de Rufino, así que aguanta mi verga puta” –le dice el viejo. “¡Ah, se siente rico, pero duele! ¡Despacito, por favor Manuel!” –dice la muchacha. “Aguanta, ya te estás dilatando, aunque a mí me gusta así como estas, bien apretadita. Le falta que le des más uso” –dice el caliente Manuel. “¡Me coges igual de rico que Rufino! ¡Me encanta tu verga!” –le decía gimiendo de dolor y placer. Rebeca sintió como la verga de Manuel explotó de lleno en su culo, lanzándole borbotones de semen tibio y viscoso, suspiró de placer, sus ojos estaban llenos de lujuria; aunque de principio fue un momento de tortura, ahora era un instante en los que se sentía en la puerta de la gloria más placentera que pudiera existir. Recibió ese día su bautismo sexual y su confirmación de puta chupa vergas, dejando esa experiencia grabada a fuego en su piel. Fue un día inolvidable e inigualable para Rebeca.

Cuando ya se pudo recuperar, se dio cuenta que el tiempo había pasado y no había ido a la universidad, pero eso no le importó, ya que para ella lo vivido en esas horas fue más significativo que unas estúpidas clases. Se arregla su ropa e intenta retocar su maquillaje, estaba feliz primero con lo que vivió con Rufino y después con Manuel. Cuando ya estaba lista se despide de los dos y les promete volver. Rebeca sale de ese sucio depósito que se había vuelto en el idílico lugar en donde se entregó por primera vez a dos machos deseosos por poseerla. Se va a su casa riendo como una niña que recibió una paleta por haberse portado bien. Ahora todos los días antes de irse a la universidad se iba al viejo deposito donde vive Manuel con Rufino, para recibir su dosis de semen para emprender el día, los dos son sus amantes y disfruta siendo cogida como toda una puta.

 

 

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®

 

2 comentarios:

  1. Waoo que historia cada letra,cada detalle hace que una sea la protagonista.
    Como siempre exquisito relato Caballero

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  2. Excelente relato. Gracias por compartir JOL

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