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lunes, 25 de diciembre de 2023

83. Cogiendo con una lectora


Conocí a una hermosa mujer por medio redes sociales, una mujer muy atractiva, con personalidad fuerte, ojos grades con un brillo especial, una piel tersa, suave que hacía juego perfecto con el color de su cabello y el rojo de sus labios. Su nombre es Jennifer, cercana a los cuarenta. Hablamos de mi afición por escribir relatos eróticos, incluso le compartí algunos. Se dio el tiempo de leer a diario lo que le mandaba. Una noche de conversación por Messenger, me dice que cada relato la hacía alucinar con ser la protagonista, que le calentaba la idea de ser cogida de manera salvaje y quedar rendida por el placer. Las conversaciones tomaron un tenor más caliente y a diario nos veíamos por cámara para “jugar” de manera perversa. Desnuda era un poema hecho mujer, ver como se masturbaba y escuchar el sonido de sus gemidos era tan placentero como si me la estuviera cogiendo. “¡Como me gustaría que estuviera acá!” –me decía mientras sus dedos entraban y salían de su húmeda vagina. “¡Me gustaría que me cogieras de la forma en que describes en tus relatos y me saques de mi lo puta que puedo llegar a ser” –decía retorciéndose de placer. Podía darme cuenta que era una mujer caliente y dispuesta a complacer, lo que me calentaba demasiado.

Cuando nos sentíamos satisfechos volvíamos a retomar la conversación de manera más normal, hablábamos de la vida, de nuestras aficiones más allá del sexo y lo mucho que nos gustaría conocernos pero ninguno se atrevía a proponer algo. Aunque la conocía más desnuda que con ropa pensaba en lo que sería ese encuentro, las cosas que haríamos y si era verdad que ella estaba dispuesta a coger como una zorra como me lo decía en esos juegos perversos. Después de conocernos un poco, generar confianza, saber un poco de ambos se dieron las condiciones para poder vernos. Finalmente llegó el día esperado, ella lucía espectacular, como siempre una hermosa sonrisa, llevaba puesto un vestido largo color negro sin mangas con escote en pecho y espalda, abierto de un lado hasta el muslo que dejaba ver su torneada y firme pierna, zapatos con tacón mediano, yo ansioso no veía la hora de recorrer su hermoso cuerpo, en ésta o en otra ocasión.

Durante la cena pregunté si estaba segura, me contestó con seguridad que sí, me preguntó si yo lo estaba, besé su mano tersa, suave, le dije que estaba más que seguro, que le tenía un par de obsequios, en el transcurso de nuestra cena, los acercamientos aumentaron al igual que las caricias, cuando besé sus labios nuestras lenguas se entregaron por completo a un sensual juego, mi mano bajaba ocasionalmente a su desnudo, muslo, ella correspondía sobre mis piernas y un poco más arriba de vez en cuando. Al terminar los cuatro tiempos de la cena con su respectivo maridaje la música cambió, nos levantamos a bailar, gracias a la poca iluminación las caricias, los besos, los acercamientos continuaron, la tomaba por la cintura para acercarla a mi cuerpo, sentía sus curvas firmes pegadas a mi pene que empezaba a crecer, ella lo notó, no pareció molestarle, se pegaba aún más, bailamos algunas piezas más, bebimos otras copas más, el vino, la música, la plática, todo en conjunto favoreció a que incrementaran las caricias, la temperatura y la excitación, así que decidimos ir a un lugar más íntimo.

Nos dirigimos a un hotel de la ciudad, durante el trayecto reímos, nos besamos y acariciamos en cada semáforo en rojo, me preguntó sobre la sorpresa que le tenía, contesté que esperara un poco, intercambiamos algunos besos y caricias más, sentía la calidez de su piel, nuestras manos se aventuraron más, mis dedos sintieron la humedad de su vagina, sus pezones estaban duros, ella acarició mi pene erecto, lo frotaba con delicadeza.

Llegando al hotel me pidió que no baje del auto aún, deslizó el cierre de mi pantalón, para mi sorpresa sacó mi miembro erecto, lo empezó a besar, a lamer, lo metió todo dentro de su boca, subía y bajaba de una forma deliciosa, mis manos pasaban de su espalda a sus nalgas. Cuando estaba casi por eyacular le dije que se detuviera, aun no era el tiempo, ya que había reservado una noche de pasión digna de la mejor película porno. Bajamos nos seguimos besando, Al pasar por la recepción la calentura era evidente, hicimos el check in con prisa, nos metimos en el ascensor y nuestras caricias se hicieron más perversas, tocaba sus exquisitas tetas y podía sentir esos ricos pezones duros, listos para ser chupados, mordidos y lamidos. Al llegar a la habitación nos dirigimos a la cama, la ropa estorbaba, ambos estábamos presos de la lujuria y queríamos aprovechar el tiempo al máximo.  Detuve mi avance, ella me miró con ese brillo especial de sus ojos mezcla inocencia y perversidad, le dije que le entregaría las sorpresas, así lo hice, al verlas sonrió, se dirigió al baño, entretanto yo esperaba ansioso, puse un poco de música, bebí un poco de vino.

Cuando salió del baño en verdad me sorprendió, se había puesto el bodystocking negro con aperturas vaginal y anal, así como el plug con cola de zorra que le había regalado, se veía muy sensual, excitante, su tersa piel resaltaba entre los encajes negros, la cola en medio de sus nalgas le daba un toque especial y muy perverso. Caminaba hacia mi moviendo todo su delicioso cuerpo de una manera sensual y excitante, se detuvo bailando rítmica y sensualmente frente a mí, abrió sus piernas mostrándome los rosados labios de su vagina, en seguida subió una de sus esculturales y curvilíneas piernas a la cama, después la otra, jaló mi cabeza hacia su vagina, la tomé de las duras nalgas, la atraje aún más, empecé a recorrer sus carnosos labios con mi lengua, a lamer toda su hermosa vulva mojada y caliente, ella gemía al tiempo que se acariciaba sus tetas, mi boca se detuvo en su clítoris, ese hermoso botón rosado, empecé a succionarlo, a morderlo, los gemidos aumentaron con sus manos jalaba mi cabeza hacia ella, su cuerpo entero se tensó, de su vagina salió ese néctar caliente que mojó mi cara, mi barba.

Con sus piernas aun temblando, se giró dándome la espalda, se agachó, separó con sus manos esas duras y redondas nalgas para mostrarme su apretado culo adornado con la colita del plug. ¡Era sensacional! Así, de espaldas abrió sus sensuales piernas, separó con una mano sus nalgas, con la otra metía y sacaba el plug de su apretado ano, era muy excitante, se agachó, colocó sus rodillas sobre la cama, su vagina que tenía todavía gotas calientes de fluidos, quedó nuevamente frente a mí, también podía ver la colita de zorra, sentí como su boca devoraba mi verga, su lengua y labios la recorrían lento, suave, delicioso, por mi parte recorría nuevamente toda su húmeda vagina con mi lengua, recogiendo las gotas que aún quedaban, dando especial atención a su crecido clítoris succionando y estimulando con mi lengua, con un mano separé sus nalgas, con mi otra mano sacaba y metía el plug en su dilatado culo, de pronto apretó mis dos cabezas, una entre sus piernas mojando toda mi cara, otra dentro de su boca, bebiéndose todo el semen que mi verga expulsó.

Después de un respiro bajó de la cama, se hincó frente a mí, tomó mi flácido pene, lo empezó a estimular con la mano primero y después con su boca y con sus redondas tetas, no tardó mucho en ponerlo duro nuevamente, me dijo “quiero tenerlo dentro, cógeme”, la subí a la cama, la puse en cuatro sus nalgas con la colita en medio saliendo por la apertura del bodystocking lucía muy excitante, besé y mordí sus nalgas encima de la tela, pasé mi lengua por los pliegues que rodean su ano, limpié también las gotas que escurrían de su vagina a sus muslos, acerqué mi verga a su vagina para sentir como era engullida por esa concha caliente y mojada, se escuchaban entre sus gemidos el choque de nuestros cuerpos, sus nalgas rebotaban en mis muslos cada vez más rápido, ella pedía que no parara, yo apretaba sus nalgas y la jalaba hacia mí, de nuevo sus nalgas y piernas se tensaron, su vagina apretó mi verga, sentir ese chorro caliente de fluidos en mi verga. Seguí dándole duro por esa conchita, ella gemía y se retorcía. “¡Eso, cógeme, hazme sentir más puta de lo que ya soy ahora!” –decía sin parar de gemir. Jennifer jadeaba, se aferraba de las sabanas en cada embestida. Saber que estaba disfrutando de mi verga me calentaba más. Seguí penetrándola de manera salvaje hasta que tuvo otro orgasmo. Se derrumbó sobre la cama y sin darle respiro la tomé para que siguiera en cuatro, le saqué el plug de su culo dilatado y le clavé la verga de una certera estocada. “¡Oh, mi culo! ¡Cógeme, úsalo y disfrútalo!” –me dijo. Me aferre a sus deliciosas nalgas y se la metía con un vaivén siniestro haciendo que gritara de placer. Su culo estaba amoldado a mi verga que se perdía en el fondo, lo sacaba hasta la mitad y se lo ensartaba de una para seguir penetrándola hasta que ya no pudiera más. Los intensos gemidos de Jennifer resonaban en toda la habitación, sentía como su culo palpitaba y ella se entregó a otro intenso orgasmo. No me pude contener y mi verga explotó en su agujero, dejándoselo lleno de semen. Le puse el plug para retener la eyaculación en su culo.

Con un esfuerzo me incorporé para voltearla, podía ver como su vagina se contraía aún, me agaché, con una mano tomé el plug para meterlo y sacarlo de su culo, con otra mano daba masaje a su vagina, ella acariciaba sus tetas, me gritaba que continuara, mis dedos apretaban y jalaban su clítoris, el plug entraba y salía, logrando que tuviera otro orgasmo. “¡Me vas a matar!” –decía entregada por completo al placer. Una vez más, sus piernas se contraían cuando salían sus tibios fluidos. Su espalda formaba un arco, finalmente dejó caer todo su peso sobre la cama, las piernas aún le temblaban, con el plug insertado en el culo, y su vagina goteando, exhausta y agitada respiraba, pero la perversión en mí no era solo de una simple cogida, había más y haría que esa noche fuese inolvidable.

Fui a mi pantalón, saqué un pañuelo y unas esposas. Hice que se pusiera de pie y le dije: “Jennifer, la noche aún no ha terminado”. Me miró con lujuria y me dijo: “Estoy dispuesta a todo”. Puse el pañuelo en su boca y la llevé a la pared. La esposé con las manos atrás y la puse contra la pared. Recorrí su cuerpo con lujuria, mis dedos la exploraban con libertad. Ella gemía y pegaba su cara al frio muro, mi mente empezó a tejer las ideas más perversas que pudiera imaginar, había miles de posibilidades de cogerla o hacer todo lo que mi mente dictara hacer. Cuando mis manos llegaron a sus nalgas le di una palmada con fuerza y le dije: “Has sido una zorrita mala”. Ella rio de manera lujuriosa y me dijo: “Desde que te conocí me he vuelto en una zorrita muy mala”. Le di otra nalgada con más fuerza, ella gimió. Entonces una tras otra las nalgadas empezaron a caer de manera sistemática en su culo, el rojo de su piel contrastaba con el blanco de su piel, lo que hacía una postal imposible de no mirar. Le puse el pañuelo en los ojos e hice que se arrodillara. Le froté la verga por la cara, ella seguía mis movimientos con su boca con la intensión de que se la diera para que me la chupara, pero no estaba en mis planes por el momento. Me vestí y la saqué así al estacionamiento del hotel, sin importar si alguien subía al ascensor. Cuando llegamos a mi auto abrí el maletero y saqué un flogger de nueve colas, trenzado, hice que apoyara en el auto y empecé a recorrer su espalda, sus nalgas y muslos con el flogger. El eco del lugar hacía que sus gemidos resonaran más lejos. “¡Eres tan perverso!” –me decía. Le di otra nalgada y le dije: “No tienes permiso para hablar, lo harás cuando yo te lo permita”. Terminado de decir esto, empecé a flagelar su cuerpo. Uno a uno los azotes caían, ella se retorcía gimiendo y jadeando, la sensación del cuero era excitante para ella.

La tenue luz del estacionamiento era un plus para desatar mi lujuria, cuando su cuerpo temblaba a causa de los azotes, Jennifer me dice: “Desde que empecé a leer tus relatos quería sentirme así”. Le di una nalgada con fuerza y le dije: “Creo que no tenías permiso para hablar a menos que yo lo solicitara, ahora vas a aprender lo que es mantener la boca cerrada y a usarla cuando se te requiera hacerlo. La jalé del cabello y la llevé al piso. Desabroché mi pantalón y saqué mi verga, se la restregué en la cara, ella jadeaba deseosa de tenerla en la boca. “Me la vas a chupar como si la vida se te fuera en ello” –le dije. Abrió su boca y se la metí hasta la garganta, empecé a moverme para follarle la boca, ella babeaba, eso la hacía verse sensual e incluso hasta como una sucia puta. Se la dejaba dentro y se la sacaba cuando sentía que casi no podía respirar, tomaba grandes bocanadas de aire y seguía follándole la boca como si no hubiera mañana, Le daba un pequeño respiro para que me la chupara a su ritmo y la lamiera completa, Como sus manos estaban inmovilizadas todo el movimiento lo hacia su cuello. La coloqué de pie e hice que su cuerpo se recargara en el maletero del auto, tenía ganas de cogerme ese culo otra vez, acomodé mi verga y se la metí de una embestida, su cuerpo se retorció y salió un exquisito gemido de sus labios. Tomado de la pequeña cadena de las esposas la embestía con fuerza, sus gemidos eran llevados por el eco del lugar a todos sus rincones. Cada vez con más violencia le daba verga a ese delicioso culo. Entre sus gemidos Jennifer pidió permiso para decir algo, se lo concedí, me dice: “¡No pensé que disfrutaría así, me tienes al borde de la locura! ¡Sigue dándole a mi culo, no te detengas por favor!”.

No podía resistirse más, jadeaba, gemía, me suplicaba que la dejara acabar, pero era indiferente a su petición, solo seguía cogiéndome ese rico culo como un pervertido. Jennifer se retorcía, sus piernas le temblaban a causa de la excitación, casi no podía mantenerse en pie, entonces la tomé del cabello haciendo que se arquera y le dije: “¡Acaba sucia puta!”. Ella suspiró y el placer se intensificó al punto de orinarse y quedar sin fuerzas. Era un espectáculo digno de admirar. Seguí por unos minutos más bombeando mi verga en su culo hasta que eyaculé dejándola llena de semen. Sin darle respiro, la tomé y la llevé de vuelta al ascensor, cuando entramos a la habitación le quité las esposas y cayó desplomada sobre la alfombra. La tomé en  brazos y la dejé en la cama. Besé sus labios y salí al bar a beber un whisky. Cuando volví ella estaba dormida profundamente, por lo que me puse a lado y me masturbé, su cara quedó llena de semen, se veía hermosa. Cuando llegó la mañana se dio una ducha y se puso ese hermoso vestido que resaltaba su figura. Me di una ducha y salimos. En el auto me dijo: “No sé si ha sido un sueño, pero cada momento fue exquisito”. Sonreí y le dije: “No todas mis lectoras tienen el privilegio que tú. Me alegra que lo hayas disfrutado”. La llevé hasta su casa, en la noche nos conectamos para hablar lo vivido, en su rostro solo había satisfacción por haber cumplido su mayor fantasía.

 

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®

6 comentarios:

  1. Ufff exquisito cada línea, cada rasgo cada detalle hacen volar la imaginación y sentirse la protagonista de la historia y ser una puta.
    Como siempre Caballero exquisito relato

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  2. Empezar la semana con este exquisito relato es fascinante. Me encantó Mr. P.

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  3. Excelente relato caballero 🔥😈💧

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  4. Woooo que exquisito leer este relato y orgullosa de que usarás mi foto y mi nombre para inspirarte a escribirlo me llevaste a sentir cada letra gracias Mr.P siempre dándome placer con tus líneas y haciéndome desear seguir siendo la protagonista de tus relatos lo húmedo de mi cosita son muestra que causas un rico efecto en mi besos 😘

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  5. Excelente relato. gracias por compartir JOL

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