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miércoles, 6 de diciembre de 2023

77. La sirvienta


 

El verano pasado, fue uno de los más calurosos, como era costumbre fuimos con mi familia a la casa de la costa para pasar una cortas pero reconfortantes vacaciones. Iba con nosotros Estela, la empleada doméstica, quien ya era por costumbre que nos acompañara.

Ahora tengo 25 años de edad, trabajo en una empresa de distribución de alimentos, pero lo que tengo que contarles me sucedió cuando yo tenía dieciocho años de edad. En ese entonces yo comenzaba con mis primeros intentos de masturbaciones, para lo cual hacia uso de algunas revistas antiguas de bikinis de mi padre. No sé porque empecé tarde con eso, ya que mis compañeros en el colegio lo hacían seguido, pero a mí no me llamaba la atención. Estela la empleada tenía en ese entonces unos 41 años, su cuerpo acorde a su edad, buenas tetas, rubia pero tenía un trasero formidable, el cual me excitaba mucho y muchas veces era motivo de mis fantasías masturbadoras.

En cierta ocasión mis padres viajaron a provincia por motivos de trabajo pues tenían una ferretería en casa, me dijeron que me portara bien, que volverían en tres días, encargaron a Estela el cuidado de la casa y que mantuviera constante contacto con ellos. Una vez se retiraron me fui muy temprano a jugar fútbol con mis amigos, al cabo de una hora volví, y muy acalorado me dispuse a tomarme una ducha. Me acerqué a la puerta que daba a la ducha y escuché el ruido del agua caer, obviamente adiviné que Estela se estaba tomando un baño, mi intención fue la de esperar hasta que salga, pero mi curiosidad me empujó a abrir la puerta lentamente, hasta distinguir entre el vapor del agua caliente y la cortina transparente, la silueta desnuda de Estela, el ver su cuerpo delgado y su formidable trasero hizo que mi verga se pusiera muy dura, la forma como se pasaba jabón a sus pechos y a su trasero me excitó enormemente y acto seguido me dirigí a mi cuarto y intenté pajearme de manera formidable, pero apenas solo pude sentir unos cosquilleos y fin (la calentura me había jugado en contra). Esa noche cuando Estela se retiró a descansar, muy despacio entre en el cuarto de mi papa y prendí el cable a bajo volumen, y busqué ese canal en el que solo pasan películas pornográficas, yo sabía eso pues varias veces vi como mis padres se quedaban viéndolo.

Cuando entré al canal, me quedé con la boca abierta con esas escenas, era la primera vez que veía una película porno y también vi como un muchachito que apenas tendría unos cuantos años más que yo se tiraba una mujer vieja y gorda. En mi mente se formó algo siniestro, si un muchacho escuálido y flaco se tiraba una vieja gorda, yo podía tirarme también a otra vieja, Estela, pensé que si en la película la vieja gozaba, Estela también gozaría y accedería a mis peticiones, me fui a dormir y de paso a tramar como haría las cosas.

Al día siguiente, traté de llamar la atención de Estela, hablándole y contándole unas cuantas bromas, ella sonreía y nada más, entonces aburrido me dirigí a la ducha a refrescarme, Salí de la ducha desnudo, total, Estela me vio así desde que nací, además solo era un niño de trece años, cruce la sala y pase por la puerta de la cocina, llame a Estela y ella al verme desnudo se sobresaltó y tímidamente me dijo: “Niño no debería andar a si en la casa”. “¿Por qué? No te gusta” –le respondí. “¡Qué cosas dice niño, váyase a poner su ropa!” –me dijo con una sonrisa.

Satisfecho me dirigí a mi cuarto y me masturbé pensando en todas las cosas sucias y perversas que podría hacerle. Esta vez sí fue formidable, logrando acabar profusamente imaginado que lo hacia en su boca. Esa noche trate de concretar mi plan, a eso de la una de la mañana me acerqué a su puerta, grande fue mi sorpresa cuando escuché jadeos de mujer y de un hombre. Extrañado abrí cuidadosamente la puerta y vi con mis ojos enormes de sorpresa como Estela estaba montando a un hombre el cual echado exclamaba sordos sonidos de su garganta, Estela se movía muy rápido y podía ver como su trasero temblaba por cada sacudida, la muy bandida abra metido a su novio o marido por la noche, aprovechando la ausencia de mis padres. Me quedé como seguían follando, después de un rato el hombre ese, le puso como un perrito y empezó a arremeter contra su hermoso trasero, que delicia debe de sentir ese tipo al ver como chocaba sus testículos contra ese trasero prominente, luego de media hora, el tipo se puso de pie y Estela le dio una gran mamada, que sobrevino en una eyaculada atroz que empapó toda su cara, rápidamente me fui a mi cuarto, y excitado por esas escenas me pajee como un enfermo.

Al día siguiente Estela se portaba de una manera natural, faltaba un día para que mis padres volvieran y decidí que esa noche me cogía sí o sí. El tipo de la noche anterior vino puntual, yo escondido observaba como follaban, haciendo así que mi excitación aumente. Al cabo de dos horas el tipo se retiró y acto seguido, con la mente enferma de sexo, me metí a su cuarto, y al instante a su cama, ella estaba desnuda, y dio un grito al verme, trato de sacarme de su cama empujándome, diciéndome “que me vaya”, “que me acusaría con mis padres, tomé sus dos tetas y las sobaba con fuerza lo mismo que su trasero. Como ella no quería acceder la tomé de su rostro y le amenace qué le contaría sobre el tipo que ella había metido en casa a mis padres, ella me miró largamente y me preguntó: “¿Qué quieres niño?”. “Quiero hacer lo mismo que le hiciste a tu novio o tu marido o lo que sea” –le respondí. “Pero usted es un muchacho. De seguro debe haber un montón de chicas de su edad dispuestas a complacerlo. ¿Cómo cree que podamos tener sexo? Yo tengo 41 años” –me dijo. “A mí se me para igual que ese tipo, no veo ningún problema, no la hagas larga sino ya sabes que haré” –le dije amenazante. “¿Qué quieres?” –me preguntó. “¡Metértela por el culo!” –le respondí. “¡Qué!” –dijo Estela con asombro. “Sí, quiero sentirlo, quiero que sientas mi verga dentro tuyo” –le dije. Ella se quedó pensativa, luego de un rato se puso de espaldas a mí, así echada sobre la cama y me dijo: “Acércate, yo te guiaré”. Muy nervioso, respirando profundamente me acerqué a su espalda, mi verga estaba tiesa y sentí como su mano me lo tomó y suavemente lo colocó entre sus nalgas, y me dijo: “Empuja despacio”. “¿Hasta dónde debo empujar?” –le pregunté como todo un inexperto, ya que era mi primera vez. “Hasta que sientas que tienes la mitad adentro” –me dijo.

Lo hice tal como ella me lo dijo, estaba en eso de empujar y empujar, hasta que pude sentirla verdaderamente, sentía como estaba entrando en ese delicioso culo víctima de mis pajas. Sentí ese exquisito calor corporal que me recorría. El adolescente pajero estaba quedando atrás, sentir como su apretado culo se amoldaba a mi verga era un placentero deleite para mi inexperiencia. Ella soltó mi verga y me dijo: “¡Eso! Ahora empieza a moverte despacio y de a poco aumentas esos movimientos y me coges”. “¿Hasta cuándo? –le pregunté. “Hasta que sientas que tu verga explota niño”.

Caliente a más no poder, estuve moviéndome despacio y como ella dijo poco a poco aumenté el ritmo, hasta lograr un mete y saca frenético. Levantó sus caderas y empezó a seguir mi ritmo, gimiendo deliciosamente; estábamos solos por lo que ella casi gritaba al sentir como me la cogía. “¡Eso niño, así, sigue!” –me decía. Escuchar sus alaridos me ponían más caliente, solo quería que ella disfrutara tanto como yo, aunque momentos antes ya se la habían cogido. Estuve en un mete y saca intenso por varios minutos, sentía que su culo era mío. Estaba con la excitación por las nubes cuando sentí que mi verga explotaría, pero me detuve y la saqué de su culo. La giré para ver sus deliciosas tetas con esos bellos pezones duros. “¿Qué hace niño?” –me preguntó. “Mirarte y ver qué más puedo hacer contigo” –le respondí. “Es usted un jovencito pervertido” –me dijo. Sonreí y le dije: “No sabes cuánto Estela. Me tienes caliente desde hace días y me he masturbado pensando en este momento”. “Con razón se paseaba desnudo” –me dijo. Acomodé mi verga en la entrada de su vagina y le dije: “¡Ya basta de palabras! ¡Te voy a coger hasta que te salga semen por la nariz!”. “¡Métemela niño! ¡Quiero sentir tu verga en mi concha!” –me dijo. Me sorprendió su actitud y eso me calentó más. Se la metí con fuerza y la embestía  incansablemente, me sorprendió como mi verga estaba de dura, más que cuando me pajeaba pensando en ella. “¡Oh, Estela, me tienes tan caliente!” –le decía mientras no paraba de moverme. “¡Cójame niño, aproveche de darme verga esta noche” –me decía gimiendo y con sus ojos llenos de perversión. La besaba con lujuria, metiendo mi lengua en su boca, la manera en que se la tragaba era delirante, me calentaba esa forma pervertida de besar, pero que me encendió más fue cuando ella tomó mis nalgas y las apretó, las arañaba, estaba tan caliente como yo, sus ojos la delataban, sus gemidos y la humedad de su vagina. Ella subió las piernas a mis hombros y me dijo que me moviera más rápido, era evidente que estaba a punto del orgasmo. En ese frenesí de lujuria, ella se dejó llevar por el placer y tuvo un delicioso orgasmo, yo seguí con mis embestidas, hasta que sentí como mi verga explotó en su conchita que aun palpitaba. Sentía como si verga se derramaba dentro de ella, era exquisito. Si lo pudiera comparar con algo, pero estar cogiendo con Estela era algo que no tenía nada con que compararse. Caí rendido encima de ella y nos fundimos en un lujurioso beso.

Me acosté a su costado respirando fatigosamente, ella me miró y tomó mi verga, aún estaba erecta y me dijo: “Ha sido exquisita la manera en que me cogiste niño. ¿Alguna vez te han chupado?”.  “No, nunca. Es mi primera vez” –le respondí. “Entonces te va a gustar, pues esto no acaba” –me dijo acomodándose entre mis piernas. “Hazlo de una puta vez” –le dije. Estela se metió la verga en la boca y lo chupaba, lo succionaba con gran fuerza. Era increíble sentir el calor de su boca en mi verga, se la tragaba toda hasta que su nariz chocara contra mi pelvis. Estaba maravillado por esa forma endemoniada que tenia de chupar, acariciaba mis testículos mientras la recorría del glande a la base con su lengua y se la volvía a tragar. “¡Eres deliciosa, me gusta cómo me la chupas!” –le decía con gemidos ahogados. Ella sabía que ahora tenía el control y que yo no me negaría a lo que quisiera hacer, me miraba de forma lasciva mientras devoraba mi verga con hambre. Su perversa boca había hecho que me entregara por completo a lo que saliera de su sucia mente.  Se colocó encima de mí y me dijo: “¡Ahora te voy a coger a ti!”. Con un movimiento de sus hábiles caderas mi verga entró en su concha caliente y se puso a cabalgarme, igual como lo vi hacerlo con ese tipo, ella me saltaba encima y era delicioso sentir como su peso hacia que mi verga entrara más. Gemía descontrolada se agarra las tetas que bailan al ritmo frenético de sus movimientos. “¡Oh, que rica verga tienes!” –me decía con su voz sensual llena de gemidos. En esos candentes movimientos me atrapó y me sedujo, al punto de hacerme acabar, al sentir como mi verga se vaciaba nuevamente en su interior dio un sensual gritó de placer. “¡Oh, mierda! ¡Qué rico!” –dijo.

Luego de unos minutos, me vine y lance un grito de gozo, había eyaculado una cantidad increíble de semen esa concha lujuriosa. Estela no se detuvo, seguía cabalgándome rápidamente hasta que mi verga perdía fuerza, pero ella se encargaba de hacer que se pusiera dura otra vez con esos movimientos. Me tomó el rostro y seguía saltando encima de mí, me miraba con lujuria y me decía: “¿Te gusta? ¿Te gusta coger con tu sirvienta? ¡Dime!”. “¡Me encanta, me tienes loco!” –le decía. Entonces ella puso sus manos en mi pecho y deslizó sus uñas, dejándome unos maravillosos surcos que mostraban su calentura. Al final lanzo un grito y me cayó encima, había tenido un gran orgasmo, me besó con esa delirante lujuria y me dijo que me fuera a mi cuarto. Estaba amaneciendo y podían llegar mis padres en cualquier momento.

Era mediodía cuando mis padres llegaron, yo estaba aún dormido después de mi debut sexual. Estaba algo contrariado ya que después no tuvimos muchas oportunidades de coger, pero siempre que habían algunos minutos Estela se dedicaba a chupármela hasta dejarme vacío. Esa madura sabia muy bien como darme placer aunque fuera de manera furtiva. Fueron días de mamadas intensas y placenteras. Antes de volver a casa, mamá se encontró con una de las vecinas y ésta le contó de las apariciones del personaje que había estado en casa cuando no estaban y salía a altas horas de la madrugada. Vieja chismosa, que le interesaba a ella lo que pasaba en casa y quedarse despierta a ver a qué hora se iba el tipo. Por esa razón la despidieron. Esa fue mi primera vez y vaya que fue placentero. Después que la echaron de la casa no supe de ella por varios años.

Hace un tiempo, iba caminando cuando de pronto la vi, la mujer a la que había entregado mi virginidad y que me había enseñado el morbo del sexo. “Hola niño. Tanto tiempo sin verlo” –me dice y me da un beso en la mejilla. “Demasiado. Pero cuéntame, ¿cómo has estado?” –le dije de manera cordial. “Muy bien, con algunas cosas que hacer” –me respondió. “Eso es bueno Estela. Lamento lo que pasó en mi casa, pero la vieja chismosa tendría que haberse quedado callada” –le dije. “No te preocupes niño, las cosas pasan por algo” –me dijo con una sonrisa. “¿Te parece si vamos a beber algo? Así conversamos un rato” –le dije. “Suena interesante, vamos” –me dijo. Caminamos por algunos minutos hasta que llegamos a un pequeño bar que conocía gracias a unos amigos, no muy concurrido, especial para tener una grata conversación. Pedí un whisky y ella pidió una copa de vino. Estela no había cambiado mucho, seguía siendo la sensual mujer que me desvirgó hace siete años atrás. Además, tenía un jeans de color azul que resaltaba su culo delicioso y una blusa con algunos botones desabrochados que mostraba su escote, era imposible no mirarla. Mientras bebíamos, me dice: “No cambias niño, sigues siendo el mismo pervertido de antaño”. “Perdona, pero es imposible no mirarte. Después de lo que pasó entre nosotros, el hecho de que te mire no debe ser problema, ¿o sí?” –le dije con una sonrisa en los labios. “No, claro que no. Solo que pensé que tus gustos cambiaron” –respondió ella. “¿En qué sentido?” –le pregunté. “No sé, ya han pasado años, estás más grande y es normal que te sientas atraído por alguna chica de tu edad o cercana” –respondió. “Claro, ha habido varias pero ninguna se compara a ti” –le dije. “Es porque fue tu primera vez niño, recuerda” –me dijo después de dar un sorbo a su copa. “Puede ser, pero eso no se olvida” –le dije. Desabrochó uno de los botones de su blusa y la abrió un poco dejándome ver su brasier y la redondez de sus tetas, estaba maravillado, seguía siendo la misma puta caliente que me había desvirgado en esas perversas vacaciones. “¡No juegues con fuego niño, si no te quieres quemar!” –me dijo con voz sensual. Sentía que mi verga iba a romper mi pantalón, ya estaba caliente y quería cogérmela. “Espérame, vuelvo enseguida” –me dijo. Se levantó y caminó hacia la barra, no dejaba de ver ese delicioso culo, le apuntó el barman un lugar, iba al baño. No pasó mucho tiempo y volvió, me dijo: “Toma, guarda esto”. Eran sus bragas, rápidamente me las metí al bolsillo y le dije: “Creo que nos debemos ir”. Estaba esperando que lo dijeras” –dijo con una sonrisa. Pagué la cuenta y salimos.

“¿Tu casa o la mía?” –me preguntó. “La mía, no hay vecinos chismosos ni padres, vivo solo” –le dije. Caminamos, no estábamos lejos. Al cerrar la puerta nos besamos con la misma pasión que nos había consumido años atrás, nuestras lenguas frenéticas se enfrascaban en una lucha sin tregua, aumentando la excitación entre nosotros. Poco a poco le quité la ropa, quería disfrutar de ese placer y notar como su cuerpo se estremecía con cada caricia. “¡Ay niño, has cambiado demasiado!” –me dice. No le respondí nada, seguí con la tarea de acariciar cada espacio de su cuerpo y en besar su cuello, arrancándole lujuriosos gemidos. Mi mano se metió en su sexo, volviéndolo a explorar, pero esta vez ya sabiendo perfectamente que hacer, no necesitaba que me guiara para hacerla gemir con locura. Estela separó sus piernas y mi mano la empezó a recorrer con libertad, mis dedos hurgaban su vagina y se perdían en el interior, haciéndola temblar de placer. La apoyé de espaldas contra la pared, levantó los brazos y susurró: “¡Haga lo que le plazca niño!”. Mientras mis dedos se encargaban de estimular su clítoris mi lengua recorría sus pezones, estaba embobado, me volví a sentir ese adolescente que le entregó su virginidad pero ahora con mayor experiencia.

La tomé de la mano y la llevé a mi habitación, hay haría con ella todo lo que mi mente perversa quisiera, aquello que quedó pendiente después de su despido. Le dije que me desnudara, que no perdiera tiempo en decir nada, solo que hiciera lo que se le pedía con rapidez. No perdió tiempo, al estar desnudo la hice que se pusiera en cuclillas y que me la chupara. Obediente a mi requerimiento se la metió en la boca despacio, volver a sentir esos labios envolviendo mi verga me hizo gemir de satisfacción. Se la tragó vorazmente haciendo que me estremeciera, la tomé de su pelo y le marqué el ritmo con el que quería que me la mamara, ella empezó con frenesí a chupar y tragar con esa experiencia que había conseguido quien sabe con cuantas vergas, pero eso importaba, solo me interesaba que su boca siguiera dando placer.

La lleve a la cama, ahí siguió con su boca adosada a mi verga, chupando como posesa. Le dije que se detuviera y sin decir nada más se subió en horcajadas encima de mí y la metió en su mojada vagina. Esta vez no hubo movimientos lentos, sino que empezó a moverse despiadadamente, ver danzar esas ricas tetas era un deleite para mis ojos, mirar los ojos de Estela encendidos en lujuria era algo que me enloquecía, sus intensos gemidos sonaban como una lujuriosa sinfonía acompañada por acordes de placer y perversión. Apoyó sus manos en mi pecho y dijo: “Recuerdo cuando dejé mis uñas marcadas”. “Hazlo otra vez” –le dije. Sin dudarlo ella deslizó sus uñas, dejando esos surcos tal como la primera vez. No pasó mucho tiempo para que cayera presa de un orgasmo intenso que la hacía temblar y gemir desenfrenada. Cayó sobre mi pecho. No habíamos terminado aún, mis ganas por seguir cogiéndomela eran mucho más, la puse de lado y levanté su pierna, acomodé mi verga en la entrada de su vagina y se la metí de una embestida. “¡Oh, niño, qué rico!” –dijo con un dulce gemido. Se la metía con fuerza, con secas embestidas, hasta que empecé a moverme rápido como si me fuera la vida ello. Poco a poco desaceleraba, hasta detenerme por completo, pero con la malvada intención de aumentar otra vez mis movimientos. Sus gemidos eran ensordecedores, verdaderos alaridos de placer.

Hice que se pusiera encima de mí para que pudiéramos darnos placer con nuestras bocas. Su exquisita vagina estaba a mi completa disposición, así como su culo, Mi lengua se clavó en su conchita caliente y la empezó a recorrer, ella lamía mi glande y se metía la verga en la boca. Después me la chupaba como endemoniada cuando sintió que mi lengua se pegaba a su clítoris. Empecé a moverme, follándole la boca y a la vez le metía los dedos en su húmeda vagina y en su culo. El placer era frenético, incluso morboso, ya que nos habíamos entregado por completo a la lujuria. No pude resistirme más y acabé, le llené la boca con semen y ella se lo tragó por completo, no dejó escurrir ni una gota. Seguí con mi lengua y mis dedos asaltando su intimidad hasta hacerla acabar. Gimió, tembló y se estremeció. “¡Eres un pervertido!” –me dijo. “Aprendí de la mejor” –le respondí. Vio la hora y me dijo que se debía ir, ya que tenía unos compromisos y se le estaba haciendo tarde. Le dije que se duchara si quería, pero dijo que no, prefería ir oliendo a sexo, ese sexo perverso que tanto le encantó cuando se llevó mi virginidad. Fuimos a la sala donde estaba su ropa tirada, me dijo que guardara sus bragas, ya que eran un regalo especial por todo lo que hemos vivido juntos. Intercambiamos nuestros números telefónicos y le dije: “Sabes donde vivo, puedes venir cuando quieras”. “De eso no tengas dudas” –me respondió. No la perdí de vista cuando salió, ya que se iba la mujer que me había enseñado a como tener sexo y sabía que más temprano que tarde estaría aquí para seguir disfrutando del placer de cogérmela hasta el cansancio.

 

 

Pasiones Prohibidas ®

5 comentarios:

  1. Deliciosa experiencia del sexo y mucho más cuando es la primera vez y te ayuda en tu crecimiento sexual exquisitas líneas de cada detalle perverso.
    Como siempre Caballero exquisito relato

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  2. Excelente escrito, me encanta leer este tipo de experiencias, delicioso. Gracias 🥵🔥.

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  3. Unas ganas que me hubiesen enseñado como tener sexo o que me guiarán la primera vez.
    Excelente y excitante relato.

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  4. Exquisito relato, lleno de lujuria y perversión. Gracias por compartir JOL

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