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martes, 21 de noviembre de 2023

72. Natalia

 


Mi nombre es Jorge, soy un hombre que ya ha pasado la barrera de los cuarenta, separado hace algún tiempo. Soy dueño de una exitosa empresa de bienes raíces, pero por razones de problemas personales que no viene al caso especificar no había concurrido a la oficina por varios días. Por asuntos laborales entrevisté a una chica que venía del sur, una localidad llamada Valdivia, de 24 años, de nombre Natalia el día de ayer en mi domicilio. La labor a realizar, era ser la chica de servicio en mi oficina. No me gusta contratar empresas externas, porque generalmente tienen mucha rotación de personal y siempre había problemas con el pago de sueldos hacia sus trabajadores. Por eso le dije a mi secretaria que cuando llegara esta chica, le diera mi dirección y dinero para un taxi que la trajera acá.

Natalia tiene ojos color miel, labios carnosos cubiertos con un labial carmesí, me cautivaron y me calentaron en cuanto la vi, un cuerpo bien formado con pechos y nalgas grandes. Intentaba disimular mi excitación mientras la entrevistaba. Intenté comportarme lo más profesional que pude y centré la plática en lo referente al trabajo. Conforme le explicaba los pormenores de las responsabilidades del puesto fui lo más correcto que pude, pero los nervios me empezaron a traicionar cada vez que la miraba a los ojos y veía como ella me sonreía coqueta. Al final de mi verbo la giré, miré una vez más sus hermosos ojos y le pregunté: "¿Dudas? ¿Preguntas?". Ella, traviesa y divertida, hizo una mueca coqueta y traviesa con sus hermosos labios y sonriéndome me dijo "No, todo claro don Jorge".

La dejé sola llenando unos formularios y salí de la oficina y me dirigí hacia el cuarto de huéspedes, justo al lado de la oficina. Llegado allí me bajé los pantalones y calzones de golpe hasta los tobillos, me senté en la orilla de la cama, llené de abundante saliva mi mano y comencé a masturbarme frenéticamente pensando en ella. Guau, voltee a verme al espejo y allí yacía la imagen de un hombre maduro en solitario con los pantalones en los tobillos y con el falo más tieso que un roble en primavera jalándosela a dos manos con cara descompuesta de orgasmo. Los sonidos encharcados de saliva de mi mano pecadora deslizándose por sobre el tronco y glande de mi hermosa verga comenzaron a parecer demasiado obvios y el volumen era suficiente para que, con atención, Natalia se diera cuenta de lo que su posible empleador hacia a unos pasos de ella. Me pasó por la mente que Natalia supiera a esta altura lo que hacía y el temor de ser descubierto y la posibilidad de ver a Natalia asomarse por la puerta abierta y verme en esas fachas pensando en ella en solitario soliloquio muy íntimo, me provocaron una adrenalina tal que de un espasmo poderoso empezaron a salir borbotones de espeso esperma que se alojaron en suelo, pantalón, cama, testículos y mano y que me arrancaron varios gemidos que renuncie temerariamente a callar y que dejé salir al natural para que mi posible nueva empleada tuviera la seguridad de lo que acontecía a unos metros de ella.

Tardé en sobreponerme a tan intenso orgasmo unos minutos que usé en limpiar el desastre que había ocasionado, mi semen estaba regado por todos lados, salí a revisar que Natalia hubiera ya terminado de llenar los formularios. Al entrar en la oficina Natalia estaba sentada sin hacer nada y los formularios estaban listos y ordenados a un costado suyo. “¿Terminaste?” –le pregunté con tono despreocupado. “Terminé hace mucho Don Jorge, lo estaba esperando” –me contestó con un tono sospechoso que no pude interpretar al momento. Después de una plática casual me ofrecí a conducirla al metro mientras platicábamos de cosas sin importancia. Al llegar a la estación me bajé a abrirle la puerta y nos despedimos con un beso, como si fuéramos amigos. Se encaminó hacia la estación y, de repente, se giró para mirarme con cara radiante y traviesa y me dijo: “Sé lo que hiciste en el cuarto de al lado”. Y se marchó moviendo el culo sensualmente.

Su frase: “Sé lo que hiciste en el cuarto de al lado” me dejó boquiabierto y con la verga en trance, en ese extraño estado que aunque no está en esplendoroso estado de todos modos mantiene una dureza estática y constante que comienza a salivar inminente placer autónomamente. Me subí a mi auto y regresé a casa rápidamente para masturbarme con furia en la misma silla donde ella había posado su hermoso y sensual culo. Me pasó por la mente una locura: Saqué el celular y me tomé una foto con la verga bien tiesa cuidando que pudiera apreciarse perfectamente la silla y la oficina donde ella había estado hacia unos momentos. Tomé la foto, le di a compartir, busqué a Natalia y coloqué el dedo en el botón de Enviar. Un chispazo de adrenalina recorrió mi cuerpo y pulse Enviar, de inmediato la imagen de mi verga en pie de guerra apareció como imagen enviada debajo de nuestros chats de trabajo. Estaba hecho. Un minuto después aparecieron signos de interrogación en la conversación. “Traviesa muchacha” –me dije. Seguí en mi pensamiento: “Se hace la que no entiende y tiene cara de ser buena para coger, apuesto que se le antojó mi verga”. Eyaculé de forma deliciosa imaginando que me la cogía en la silla y que ella gemía como descontrolada. Me quedé desnudo el resto de la tarde masturbándome compulsivamente pensando en Natalia. En la noche tomé el celular y le marqué sin pensarlo. Su voz contestó cachonda: “Estoy con mi novio Don Jorge, ahora no puedo hablar”. “¿Te lo vas a coger pensando en mi cariño?” –le pregunté sin tapujos. “Claro que si don Jorge y bien rico” –me contestó con voz de caliente. “Dime que te lo vas a coger pensando en mi” –le dije. “Don Jorge, me voy a coger a mi novio pensando en usted” –me dijo obediente. “¿Es una promesa?” –le pregunté. “Si, prometido. He estado pensando en usted toda la tarde y tengo ganas de coger” –me respondió. Me escupí la verga con exceso de saliva y puse mi celular al lado de mi verga mientras me pajeaba con fiereza. Quería que escuchara cómo me estaba pajeando pensando en ella. “Los mismos sonidos que hoy en la tarde hacia en la otra habitación don Jorge” –dijo caliente. “¿Está usted en su oficina masturbándose en la silla donde me sentó?” –preguntó con voz cachonda, entrecortada. Yo seguía pajeándome pensando en su culo, cuando dijo: “Me está usted poniendo bien cachonda don Jorge”. “Si cariño, estoy pajeándome en el mismo lugar donde te sentaste hace unas horas” –le dije. “¿Su esposa don Jorge? ¿Qué va a decir de esto?” –me preguntó entre suspiros. “No va a decir nada, estoy divorciado y nadie me ha hecho eyacular en un año, más que mi mano derecha” –le dije. “¿Un año don Jorge? Por lo que pude oír pensé que en su casa siempre había acción. Le faltó confianza, pudo habérmelo pedido hoy en la tarde. En la siguiente entrevista puedo hacerlo acabar muy rico si es que usted me lo ordena, para eso seré su empleada y también puedo ser su puta” –me dijo. Me encantaba la forma que estaba tomando la plática. “Me tengo que ir don Jorge, no puedo seguir hablando, mi novio anda por aquí rondando” –me dijo. “Está bien cariño, sólo repíteme lo que le vas a hacer a tu novio ahorita” –le dije. “¡Qué travieso, me encanta. Está bien. Me voy a coger a mi novio pensando en usted” –me dijo con voz sensual. “¿Ahora?” –le pregunté insistente. “Si, ya casi, me tiene usted muy húmeda don Jorge” –me respondió casi jadeando. Besos cariño” –le dije. Me despedí feliz sabiendo que en algún lugar de la ciudad una hermosa sureña se estaba cogiendo a su novio pensando en mí y en mi verga humeante.

Después de acabar, anoté en el calendario del móvil la siguiente cita: “Jueves 14 de septiembre: Cogerme a Natalia”. Estaba tan caliente que no podía dejar en las cosas que haría con el estúpido de su novio, y seguí masturbándome como en los años de juventud. Por alguna razón entre más eyaculaba más dura se me ponía la verga, necesitaba cogerme a una zorra que fuera complaciente. Tomé mi móvil y llamé a Tatiana, mi secretaria. “Don Jorge, ¿en qué puedo ayudarle?” –me dice de manera cordial. “Perdona la hora, pero necesito que vengas a mi casa” –le digo. “¿Le ocurre algo?” –preguntó preocupada. “No es nada grave, te voy a pagar el tiempo extra y toma un taxi, aquí lo pago yo” –le dije. “Está bien, aunque si necesita algo dígamelo, no tenga vergüenza” –me dice. “Solo necesito que vengas” –le dije. “Estaré en media hora allá” –me dice. La calentura no me dejaba pensar bien, nunca se me había ocurrido ocupar a Tatiana como desahogo, no porque no fuera atractiva sino porque lleva años trabajando conmigo. ¿Qué le iba a decir? No podía aventarme y decirle: “Desnúdate puta que te voy a coger”. Debía buscar una excusa, pero no se me ocurría nada, la puta de Natalia me tenía tan caliente que no podía ser cuerdo a la hora de pensar.

Abrí una botella de vino y puse dos copas, pedí sushi y la esperé. Llegó unos minutos más tarde de lo que me había dicho, cuando abrí la puerta quedé sorprendido. Detrás de la ropa de oficina había una mujer sensual que yo no había visto. “Pasa Tatiana, toma asiento” –le dije. “Gracias don Jorge, ya estoy aquí, dígame, ¿en qué puedo ayudarle?” –me dijo. “Para serte honesto, en nada. Solo quería tener una atención contigo, invitarte a comer y a beber algo” –le dije. Ella sonrió y me dijo: “Pero don Jorge, eso no es necesario, pero agradezco su gesto”. “Déjame servirte una copa de vino y charlamos mientras comemos, ¿te parece?” –le dije con caballerosidad. “Por supuesto” –dijo ella. Charlamos de la vida y de cosas triviales, pero no podía dejar de pensar en las cosas que estaría haciendo Natalia, mi verga reaccionó y se puso tiesa. “¿Quieres más vino?” –le pregunté, mientras intentaba disimular mi erección. “Bueno, pero esta vez yo sirvo” –me dijo. Sonreí y le dije: “Eres mi invitada, no es necesario”. Serví dos copas más pero ya mi calentura era evidente. Entre el sushi y el vino, más la sensualidad de Tatiana mi verga estaba a punto de explotar en mi pantalón. No sabía si arriesgarme y dar el paso o esperar a que las cosas siguieran su curso, si bien es sabido que quien no se arriesga no cruza el río pero también hay que ser cauto. Decidí dejar que las cosas pasaran a su ritmo, aunque no tardó mucho para que las cosas cambiaran. Tatiana me dice: “Don Jorge usted ha dicho siempre que la honestidad es la base de una buena comunicación. Somos personas adultas, tanto usted como yo sabemos que no estoy aquí  solo por una invitación a cenar”. ¡Mierda! Me había descubierto. “Tienes razón, la honestidad es fundamental. Siendo honesto no estás aquí solo por la cena y la conversación” –le dije. “Entonces, ¿por qué estoy aquí?” –me preguntó con curiosidad. “Por qué quiero conocer a la mujer que se sienta en el escritorio, la secretaria sé que es alguien competente, pero a ti no te conozco fuera de la oficina” –respondí. Sonrió y dijo: “No sea mentiroso, le va a crecer la nariz”. Me quedé en silencio y ella lo interpretó como algo más, sin duda era inteligente y estaba tanteando el terreno. “Su silencio dice muchas cosas don Jorge” –me dijo. “¿Cómo cuáles?” –pregunté. “Bueno, yo seré honesta, usted me hizo venir a su casa porque tiene otras intenciones y no la de precisamente conocerme. Lo veo en sus ojos” –dijo seria. “¿Crees saber que intensiones tengo?” –le pregunté. “Claro que sí, soy adulta, no una niña que se deja envolver por palabras” –respondió. Me sorprendió su respuesta, pero sí tenía razón, mis intensiones eran más que evidentes, aunque no quería delatarme, de lo contrario, tal vez se iría. Bebí un sorbo de vino mirándola a los ojos, le dije: “Según tú, mis ojos dicen otra cosa. ¿Qué cosas te dicen?”. Me miró fijamente y sonrió. Tomó su copa de vino y respondió: “Bueno, dicen muchas cosas, pero lo principal es que usted quiere hacer otra cosa. Lo conozco desde hace tiempo para no darme. Además, se supone que somos adultos y usted don Jorge se está comportando como un niño”. Su respuesta me sorprendió, no sabía si era demasiado evidente o ella ya entendía que quería cogérmela, así que quise tantear el terreno y dar un paso fuera de mi zona de confort. “Bueno, buscas honestidad y la mereces. Me gustas, por eso te dije que vinieras” –le dije. Me miró y dijo: “Hay algo de verdad en sus palabras, aunque hay un trasfondo diferente en la interpretación. Como le dije antes, lo conozco hace años y una verdad a medias es una mentira a medias”.

¡Mierda! Era un hueso duro de roer. “Tatiana, quiero coger contigo aquí y ahora. ¿Es suficiente honestidad o necesitas más?” –le dije. Con asombro me respondió: “Don Jorge, es suficiente honestidad. Tal vez demasiada, pero entiendo que no quisiera decir por miedo a mi reacción”. Ya con valentía me acerqué a ella y besé sus labios, ella no opuso resistencia. Al contrario, dejo que mi lengua invadiera su boca, uniéndonos en un acalorado beso. Mis dedos empezaron a desabrochar los botones de su blusa y de apoco recorrer sus pechos, andaba con un diminuto brasier que cubría apenas la mitad de sus senos. Le quité la blusa y desabroché su brasier, sus senos quedaron liberados y a mi disposición. Tatiana estaba entregada a mis deseos perversos y solo gimió cuando mis dedos se apoderaron de mis pezones y los apretaron. Ella desabrochó mi camisa y pasó su mano por mi pecho. Ahora ninguno de los dos hablaba, ya que no hacían falta las palabras. La lujuria había tomado el control de la situación y dado paso al más morboso de los placeres. Le quité el jeans y ella hizo lo propio con mi pantalón. Estábamos ambos en ropa interior en la sala. No había vuelta a atrás y Tatiana lo sabía perfectamente bien. Le dije que se me quitara las bragas y me sacara el bóxer; ella inmediatamente obedeció y estando frente a mi verga se preparó para meterla en su tibia boca. Empezó a chuparla con suavidad, envolviendo el glande con sus labios y poco a poco la metió por completo. Siguió lentamente sacándola de la boca y empezó con un ritmo frenético que me enloqueció. Agarrado de sus cabellos disfrutaba de ese perverso vaivén que me provocaba gemir con lujuria. “¡Eso, sigue así!” –le decía cada vez que su boca engullía entera mi verga.

La tomé y coloqué en el sofá, ella abrió sus piernas para mostrarme esa exquisita vagina húmeda y depilada, mi lengua la invadió con lujuria, haciendo que se retorciera de placer, los gemidos de Tatiana aumentaban frenéticos, candentes y perversos. La penetraba con mi lengua y ella se estremecía; luego mis dedos fueron los encargados de hacer con ella cuanto quisiera, penetrándola frenéticamente. Ella apretaba sus grandes tetas y se retorcía, no hacía más que gemir y balbucear lo mucho que lo disfrutaba. Sin proponérmelo ya estaba lista para ser acariciada por un intenso orgasmo. Era exquisito mirar su rostro desfigurado de placer, gimiendo y jadeando. No había terminado aún, era solo el comienzo, ya que mi calentura aún  no había sido saciada a cabalidad. Nos fuimos a la habitación para seguir con el juego perverso.

Con la lujuria a flor de piel me tumbé en la cama, Tatiana se puso entre mis piernas y empezó a chupármela ya sin ninguna delicadeza. Se veía perversamente hermosa comiéndose mi miembro por completo. “¡Me gusta como la chupas!” –le dije. Ella sonrió de manera perversa y dijo: “¡Me alegra don Jorge! Es tan delicioso estar a su servicio”. Siguió con su despiadada tarea. Yo cerré mis ojos y me dejé por las exquisitas sensaciones que su boca lujuriosa me hacía experimentar. Le dije que subiera encima de mí y montara mi verga, quería ver como se mecían esas deliciosas tetas con el ritmo de sus movimientos. Obediente se montó y de una mi verga se clavó en su vagina. Empezó con movimientos suaves, paulatinamente sus movimientos fueron cambiando de intensidad  y sus tetas se movían perversamente al ritmo descontrolado de sus caderas. Mis manos se aferraron con fuerza a sus muslos, ella gimió con una lujuria que emanaba del placer. “¡Apriéteme con más fuerza don Jorge!” –decía sin parar de gemir como posesa. Yo estaba tan caliente que seguí su sugerencia, haciendo que su cuerpo se estremeciera. Mis manos se fueron a sus tetas y capturé sus pezones duros, los apreté con fuerza y dijo: “¡Oh, mierda, qué rico!”. Sus putos movimientos se hacían más intensos. Tatiana estaba al borde del orgasmo. “¿Le gusta don Jorge?” –me pregunta gimiendo. “¡Sí, me gusta! ¡Me calientas!” –le decía mientras retorcía sus pezones. Ya no pudo contenerse, su cuerpo comenzó a temblar, sus gemidos se transformaron en alaridos y cayó sobre mi pecho. Nos besamos apasionadamente, mis manos estaban aferradas a sus nalgas, las recorría lentamente mientras ella recuperaba el aliento.

Cuando su cuerpo tomó cierta normalidad Tatiana se puso en cuatro y dijo: “¡Cójame!”. Ante tal invitación no me pude resistir. Me coloqué detrás y ella abrió sus nalgas. “¡Métamela por el culo! Hace tiempo que no me cogen el culo” –me dice. Sin dudarlo, acomodé mi glande en la entrada de su culo y empujé con fuerza. Ella gritó con lujuria, me aferré de sus caderas y empecé a moverme como un demonio, follándole el culo, escuchaba sus deliciosos gemidos y veía como se esforzaba por seguir mis frenéticos movimientos. El sudor cubría nuestros cuerpos lujuriosos, era tan excitante descubrir esa puta que por años estuvo a mi alcance y que ahora estaba disfrutando. La sensación de eyacular me recorrió como un escalofrío por cada espacio de mi cuerpo, por lo que aumenté mis movimientos. Ella lo percibió y empezó a gritar: “¡Así, deme duro don Jorge, deje mi culo lleno de semen! ¡Déjeme sentir como acaba en mi culito, por favor!”.  Con el frenesí de mis movimientos, mi verga se vació en su culo. Tatiana genia y gritaba al sentir como mi verga palpitaba en su agujero, y como se iba llenando de semen. “¡Qué delicia don Jorge!” –me dice. Mi perversión creció cuando mi verga salió de su culo y ella se llevó los dedos atrás y sacó parte del semen para lamerlo, era una puta lujuriosa. Ya era tarde, pasamos la noche juntos.

En la mañana despierto de la mejor forma en que se puede despertar, con la boca de mi secretaria chupándome la verga. “¡Tenía hambre!” –me dice, yo solo me dejé llevar por el fragor de esa exquisita mamada. Cada vez que su boca subía y bajaba por mi verga era una sensación exquisita. No sé cuánto tiempo tuvo mi verga en su boca, pero si lo estaba disfrutando, no quería irse sin antes tener una ración de semen matutino para saciar su “hambre”. Cuando sintió que ya estaba por acabar, la engulló entera y explotó en su boca, la muy zorra no dejó rastro de semen, su boca se encargó de llevarse hasta la última gota.  Cuando terminó con su perverso juego, se levantó y se dio una ducha. Cuando se vistió me dijo: “¡Me lo he pasado de maravilla con usted!”. Sonreí y le dije: “¡Puedes venir cuando quieras!” –me dio una sonrisa perversa y nos despedimos con un delicioso beso.

Llamé a Natalia para recordarle de su cita para realizar "exámenes psicométricos".  “Señorita Natalia, felicidades por una exitosa primera entrevista. Haga el favor de presentarse el día de hoy para exámenes psicométricos al mediodia" –le dije. “Muy bien don Jorge, ¿será en su casa?” –me dijo. “Claro, tome un taxi, aquí se lo pago para que pueda llegar a tiempo” –dije. “Ahí estaré” –responde ella.

No sabía cómo recibirla, si de traje o más casual, a medida que pasaban decidí recibirla desnudo sólo con mi bata de baño puesta y todavía mojado saliendo de la ducha. El timbre sonó alegremente y yo me encaminé silencioso hacia la puerta. Quería verla por el pestillo de la puerta sin ser visto. Quería desearla y abrirle la puerta con una erección oculta detrás de mí bata. Se veía radiante, sus espectaculares ojos miel eran como una luz interior y sus labios amplios y carnosos invitaban una deliciosa mamada. “Adelante señorita Natalia” –dije cuando abrí la puerta. “Gracias don Jorge” –me dijo mientras pasaba a mi lado dirigiéndose hacia la oficina un poco tímida. “Siéntese señorita” –le dije mientras le señalaba la misma silla donde ella había puesto su culo y donde yo me había tomado la foto que le envié masturbándome. “Llene estos exámenes. No hay respuestas correctas ni incorrectas, sólo conteste lo primero que le venga a la mente” –dije muy profesionalmente.

Acto seguido ella tomó lápiz y empezó a contestar los exámenes con cara de no saber por dónde se estaban desenvolviendo los asuntos. La dejé concentrarse en los exámenes por un rato y entonces me senté en el escritorio, justo al lado de su cabeza cruzando una pierna sobre la otra y asomando uno de mis muslos desnudos bajo la bata. Se puso nerviosa pero intentó reconcentrarse por un momento y continuó. Un par de minutos más tarde abrí un poco la bata, lo suficiente para asomar mi miembro erecto. Cuando la erección se notó esplendorosa no resistí y comencé a pajearme frente a ella, lenta y delicadamente, cuidando que ella pudiera apreciar a muy corta distancia lo que pronto se comería y tendría en sus entrañas. “Continúe trabajando señorita, no se desconcentre. Estoy viendo si es susceptible de trabajar bajo presión” –le dije.

Me puse de pie y dejé caer la bata al suelo quedando totalmente expuesto a ella. Con movimientos lentos caminé rodeándola, frotando delicadamente mi glande  ya babeante sobre su cuello, mejillas y ojos dejando gotitas de semen en su rostro angelical. “¿Hizo usted su tarea señorita?” –le pregunté. Me miró dubitativa y dijo: “¿Cuál tarea?”. “¿Se cogió usted a su novio pensando en mí? –le pregunté mientras me la pajeaba ya de manera vulgar enfrente de sus ojazos de miel. “Sí, don Jorge” –contestó abriendo un poco sus labios acercándose instintivamente a mi verga inflamada. La retiré, para torturarla un poco,  pero después con un movimiento rápido pegue mi glande en sus carnosos labios dejando un hilo de semen colgando entre la punta de mi verga y sus labios ya vencidos. Su respiración era ya apresurada y por la boca, señal de que estaba más que lista para chuparla, el solo imaginar lo que podría hacer con esos exquisitos labios me calentaba demasiado. “¡Cójame ya don Jorge, ya no aguanto! ¡He querido que lo haga desde que abrió la puerta!” –me dice con tono suplicante. “¡Póngase de pie señorita y desnúdese completamente!” –le ordené tajante. Natalia se desnudó sin timidez y me obsequió una vista privilegiada de su desnudez. “Ahora siga trabajando en sus exámenes señorita Natalia” –le dije. Intentó sentarse nuevamente pero se lo prohibí con un no rotundo. “¡Quédese de pie e inclínese mientras sigue contestando sus exámenes!” -le ordené.

Con ella desnuda y reclinada sobre el escritorio intentando llenar los exámenes, me acomodé detrás y le restregué el glande sobre sus esplendorosos glúteos. Cuidé bien de dejarle la mayor parte de ellos húmedos con los fluidos que mi verga emanaba y de repente le puse la verga entre las piernas. “¡Así don Jorge!” –dijo con voz que se deshacía de deseo. “¡Así, cójame, por favor!” –decía con lujuria. La incliné un poco más, coloqué mi verga en la entrada de su vagina, empujé despacio para meterle solo el glande, haciendo que ruegue que me la cogiera. De repente y sin avisarse la clavé entera hasta el fondo dejando mis testículos golpeando sus nalgas. Su alarido de placer de escuchó por todos lados, era tan excitante sentirla gemir al ser invadida que me calentaba mucho más. “¿Tú novio te coge igual de rico putita?” –le pregunté. Solo con preguntarle eso, acabó deliciosamente apoyando su cabeza en el escritorio, gimiendo y jadeando. “¡Dios, no! ¡Él no me coge así!” –respondió caliente. La jalé del cabello para levantarla, mientras seguía dándole verga, me tomé de sus tetas que se balanceaban perversamente y se las apreté con fuerza. Ella gimió perversamente. La llevé en un vaivén pervertido, parecíamos dos animales salvajes apareándose, dándose placer en una orgia de infidelidad por parte de Natalia.

Al cabo de unos minutos la voltee, la recosté sobre el escritorio, le abrí las piernas y dejé que mi lengua la recorriera por completo. Escuchar sus gemidos era tan excitante. Notaba como se apretaba las tetas y se retorcia de placer. En medio de la lujuria jugaba con un dedo en su culo. Ella gemía más y me pedia que no me detuviera. Estaba al borde de acabar otra vez y no me detendría hasta que acabara en mi boca para saborear sus tibios fluidos y embriagarme con ellos. No pasó mucho tiempo para que acabara y sus fluidos salieron despedidos, fue una delicia beberlos, tanto que no aguanté las ganas de metérsela otra vez. La levanté un poco y se la metí en su culo. “¡Oh, Dios, qué rico!” –gritó. Su cara de dolor y placer era un poema erotico que me provocaba a ser perverso. “Ya ves Natalia, así cogemos los divorciados” –le dije. “¡Sí, señor divorciado! ¡Cójame como mi novio no me coge ni nunca me cojera!” –decia entre gemidos. “¡Ay Natalia, qué delicia de cuerpo tienes! ¡Eres una sucia, caliente!. ¿Tu novio sabe lo que están cogiendo?” –le dije. “No, no sabe nada don Jorge” –dijo ella con perversión”. “Háblale putita, háblale por teléfono mientras te cojo” –le dije mientras tomaba su celular y se lo puse en la mano. “Háblale, prometo no hacer ruido” –dije. “¿Qué?” –preguntó sorprendida. “Llámalo y que te escuche gemir” –le respondí. Ya casi sin cordura tomó el teléfono y marcó. “Ponlo en altavoz” –le dije. Obediente a mis deseos lo hizo sin mayor protesta. Al otro lado se escuchó la voz del pobre cornudo. “¡Hola mi amor!” –le dice. Casi sin poder hablar le dice: “¡Hola!”. “¿Qué tal te va con los exámenes?” –le pregunta. “Bien, pero se han alargado un poco” –le responde tratando de no gemir. Natalia me miraba con cara de lujuria mientras seguía metiéndole la verga en su culo. “¡Oh, qué mal!” –le dice él. “¡No bien, todo indica que voy a pasar!” –le dice ella mientras me mira con ojos suplicantes, ya que no resistía las ganas de gemir. “¡Oh, mierda!” –dice Natalia seguido de un placentero gemido al sentir como su culo palpitaba. Sus ojos se abrieron y cortó la llamada. La di vuelta y seguí metiéndosela por el ano, hasta que ella gimió de forma endemoniada. Estaba tan caliente que se dejó abrazar por otro delicioso orgasmo.

Nos tiramos al piso, ella se subió encima de mí y se empezó a mover presa de la calentura que la había vuelto toda una sucia puta. “¡Quiero que me deje bien follada don Jorge!” –me decía gimiendo. “¡Hágame adicta a su verga, por favor!” –suplicaba.  Se empezó a mover con vigor sobre mi verga, era delirante, exquisita, perversa, esos movimientos me tenían al borde del éxtasis. “¡Oh, qué rico! Imaginaba todo lo que usted podría hacerme, pero nunca pensé que sería así de intenso” –me decía con gemidos a flor de labios. El placer era el ingrediente perfecto para ese delicioso momento que vivíamos. Estallamos al mismo tiempo en lujurioso orgasmos que me hizo perder la cabeza por unos segundos, expulsando abundantes chorros de semen que se metieron hasta el fondo de su vagina. Una sonrisa cómplice nos acompañó y cayó en mi pecho. Minutos más tarde nos levantamos adoloridos del suelo por tanto coger. Bajamos a la cocina desnudos para prepararle algo de comer y nos tomáramos una botella de un buen vino tinto. Su cara de satisfacción sexual adornada con gotas de semen saliendo de su vagina sucia agasajó mi vista durante la comida. Terminando de comer y la follé otra vez sobre la mesa del comedor, haciendo que tuviera otro orgasmo y yo dejándole la concha de semen. Nos dieron las cinco de la tarde. Le dije que no se limpiara, quería que se fuera con mi semen resbalando por su vagina, dejando manchada su tanga. “Es usted un pervertido, pero me gusta” –me dijo de manera sensual. Me ofrecí llevarla a la estación del metro. Antes de bajarse le dije: "¿Te puedo pedir un favor?". “Claro, todos los que quiera” –dijo sensual. “Quiero que esta noche te cojas a tu novio, pero antes de hacerlo, llámame, quiero oir como ese imbécil te coge. Yo estaré escuchando en silencio al otro lado de la línea”. “¡Por supuesto que lo haré!” –dijo con una sonrisa. “A propósito, no trabajarás en la oficina, lo harás en mi casa, serás mi puta y además te pagaré por serlo” –le dije. “Por usted lo seria gratis don Jorge” –dijo ella.

Cuando se bajó, fui hasta un sexshop y compré el traje de sirvienta más puto que tenían ya que mañana era su primer día. Al llegar a casa, Tatiana me llamó y me preguntó si la chica había pasado la entrevista, le dije que sí y que no trabajaría allá sino en casa. “¿Se la cogió?” –preguntó. “Obvio, como un demonio” –le respondí. “¡Qué ganas de haber estado allí!” –dijo ella. “Puedes venir mañana, si quieres” –le dije. “Eso será exquisito don Jorge” –dijo Tatiana. Pasaron las horas y claro que la puta lo hizo, podía escuchar como calentaba al tipo al otro lado de la línea. Me masturbé perversamente escuchando como él cornudo se la cogía.

 

 

 Pasiones Prohibidas ®

10 comentarios:

  1. Me encanta cuando la mujer toma el control en el sexo y disfruta sin importar nada. Que rico ser cogida como lo que uno quiere y ser la puta de alguien.

    Excelente, rico y perverso relato Mr. P.

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    1. Eso es lo mas placentero de todo, poder ver cómo ella se deja llevar y explota de placer al sentirse usada y al mismo tiempo disfrutarlo

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  2. Excelente relato caballero, otro de mis favoritos. Que gustaso sería encontrar un jefe así 💦🔥🔥🔥🔥😈

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    1. Y a mí una secretaria así
      Que se deje usar

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    2. Más que dispuesta a dejarme usar toda 🔥💦😈

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  3. Que delicioso relato Caballero en donde expulsa cada detalle de como ser cogida así de rico me encantó..
    Como siempre Caballero excelente relato

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  4. El escrito es el placer de la imaginación una imaginación donde los labios vaginales se humedezcan haciendo que el clitoris explote gracias por su escrito Señor

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  5. Que traviesa; el gozo le gana a la cordura. Excelente relato

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  6. Excelente relato, lleno de lujuria y de mucha excitación en cada una de las líneas. Que rico ese nivel de perversión. JOL

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