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viernes, 24 de noviembre de 2023

73. La bailarina exótica

 


En cierta ocasión un amigo de la compañía para la que trabajábamos me extiende la invitación para la fiesta de retiro de uno de los trabajadores. Regularmente no me invitan, pues siendo el jefe de ellos como que se sienten amedrantados cuando divisan mi presencia. Regularmente hay licor envuelto y para esta ocasión habían contratado a dos bailarinas exóticas para despedir a Sam, quien había postergado su retiro pues ya rondaba sus 70 años.

No sé qué pasaría, pero los pasillos de la recepción pueden ser intimidantes y para alguien quien no conoce las instalaciones, un verdadero reto incluso con la cantidad de rótulos que tenemos como guía. Es de esta manera que me encuentro a la simpática y bella Louise caminando por uno de los pasillos de la oficina, sabía quién era por la forma de vestir, pero era raro que estuviera sola dando vueltas y que nadie la acompañara. “¡Buenas tardes! ¿Podría indicarme como llegar al salón de conferencias?” –me dijo con un tono de voz amable. “Claro, yo voy para allá. Si me das unos minutos nos vamos juntos, ya que debo hacer una corta llamada. “Es usted muy amable señor. Claro que lo espero” –me dijo regalándome una sonrisa. “Soy el Sr. Martínez. Es un gusto. Por favor espérame que ya vengo” –le dije.

La dulce chica me sonrió, iba muy bien maquillada, con un vestido por sobre la rodilla, mejor dicho hasta los muslos de color rojo. Tenía una sonrisa encantadora y su cuerpo naturalmente era uno de medidas perfectas y se notaban unas tetas medianas y redondas, que parcialmente se apreciaban de un sugerente escote. Ya cuando terminé la llamada salgo de la oficina y la encuentro esperándome un poco preocupada, pues según ella estaba a minutos de llegar tarde. Intuí que era la bailarina exótica y llevaba una de esas maletas con ruedas.

Sentí que había química en el ambiente en esos cinco minutos que nos tomó llegar al salón. Me dio las gracias y buscó a mi amigo quien era el que la había contratado para esta faena. Yo siempre me mantengo alejado de estas fiestas y me retiro siempre en los primeros minutos y de esa manera todos los demás se sienten libres de actuar como se les venga en gana. Me acerqué a despedirme de Sam y desearle un feliz retiro y obviamente siendo el centro de atracción, estas dos chicas estaban a la par de él. La que había acompañado hasta el salón me dijo de una manera coqueta: “¡No se vaya! Yo que pensaba darle un trato especial por lo cortes que ha sido conmigo”. Obviamente estas chicas son una tentación y no sé cómo se me ocurrió decirle al oído: “¿Recuerdas dónde queda mi oficina? Ahí te espero cuando termines”.

Sabía que regularmente solo duraban una hora en aquel baile, después se irían todos a un bar cerca de la empresa para seguir disfrutando, pues también se trataba de una noche de viernes. Del salón de conferencias la puerta principal queda cerca y verdaderamente nunca imaginé que esta chica llegaría a tocarme la puerta. Escuché la algarabía de la gente caminando cuando todos se alejaban cuando escuché como golpearon la puerta, era ella, pero en esta ocasión iba con unos pantalones de licra bien ceñidos a su esbelto y sensual cuerpo. Los pantalones eran negros y llevaba una blusa blanca. Vestía zapatos de tacón que le hacían ver más alargadas las piernas. Ella que se recordaba aun de mi nombre me dice de esta manera: “Aquí me tiene Sr. Martínez, ¿para que soy buena?”. Realmente me sentí un tanto ansioso, pero también acorralado con su pregunta pues esta chica que luego supe solo tenía 20 años estaba ahí dispuesta a todo, tomando muchos riesgos y haciéndome sentir un tanto inseguro de mi mismo. Retomando el control le pregunté: “¿Qué es lo que está disponible? ¿A qué estás dispuesta?”. “¡Usted que sí es directo! Pues le diría que estoy dispuesta a casi todo si es que vale la pena” –me contestó sin rodeos. “Pues tu dime, ¿qué valdría la pena?” –le dije.  “Bueno, si usted quiere una baile privado de media hora son $70.000 pesos. Es un baile de piel a piel, usted se puede desnudar si usted gusta; pero si usted desea que pase algo más, pues son $200.000 por una hora” –dijo ella. “¿Y que implican los $200.000 por una hora?” –le pregunté. “Todo, creo que basta decir que no le diré “No” a algo que usted desee” –me respondió.

La hice pasar a mi oficina, pues estábamos en la antesala y vio que mi oficina era todo un apartamento de soltero, que incluso tengo una cama en una pequeña habitación con baño adyacente con las dimensiones de una habitación de hotel. Le dije que pasara, le puse en sus manos $250.000, con $50.000 de propina adelantada, los tomó dándome una serena mirada, los guardó en su cartera, me dio las gracias, le dije que pasáramos a darnos una ducha, pues había sido un día largo para mí.

Ella quiso quitarme la ropa, me removió el traje, la corbata, la camisa y luego me desabrochó el pantalón, bajó mi bóxer. Me tocó el miembro dándome el primer cumplido: “¡Tienes una verga exquisita! No sé cómo me cabera, pero sé que la voy a disfrutar” –dijo con tono de admiración. Ella se quitó su blusa blanca con su sostén. Esta mujer que no había podido ver en su rutina de baile minutos antes, verdaderamente tiene unos pechos perfectos que parecen que se los ha mandado a hacer. Una areola rojiza, pezones con un tamaño acorde a las medidas de su pecho, hubiese querido lanzarme a chuparlos como endemoniado. Tenía unas caderas perfectas, unos glúteos redondos y sólidos, sus piernas lucían divinas con un par de tatuajes al nivel de su rodilla y otro llegando a su glúteos. Su conchita era perfecta, sin ningún vello, con un clítoris que se le podía ver cuando se excitaba, estaba depilada en toda su intimidad, un abdomen perfecto, plano; con cara de niña buena pero con un toque de perversión que la hacía divina. Nos bañamos por unos diez minutos, donde esta chica que decía llamarse Louise me enjabonaba los testículos y masajeaba mi verga.

Nos secamos y pasamos a la cama, la cual no es matrimonial, pero sí de buen tamaño y ella me tomaba la verga con la intensión de chupármela, pero antes me dice: “Sr. Martínez, ¿le podría hacer una pregunta? Espero no se moleste”. “Dime, ¿cuál es tu pregunta?” –le dije. Ella preguntó: “¿Está usted casado?”. “No, soy un hombre soltero. ¿Por qué lo de tu pregunta?” –le respondí. “Es que en verdad usted es un hombre atractivo, nunca imaginé que un hombre como usted tuviera que pagar por tener sexo” –me dijo. “¿Quieres hacerme sentir culpable?” –le pregunté. “No, no es eso. Solo que es difícil creer que sea soltero. No solo que me parezca atractivo, sino que parece que usted es un hombre de muchas influencias” –respondió. “¿De veras te parezco atractivo? Louise, soy un hombre que quizá te doblo más que tu edad, lo dices por hacerme sentir bien” –le dije. “No, para nada. Créame que creo que usted es el hombre más guapo con quien he estado y si, con el hombre más mayor, pero no creo que pase de los 40” –dijo. “Tengo 45 años” –le dije.

Al fin se acabó la conversación. Se llevó mi glande a su boca, le pasaba la lengua y lo mordía suavemente, mientras lo hacía me miraba a los ojos, se veía dulce pero a la vez perversa; metió mi verga a la boca lentamente, delicada, pero poco a poco se convertía en agresiva. Intentaba metérsela  toda a la boca,  pero por su grosor y tamaño vio que era misión imposible, pero si que era divina para chuparla. La invité a que hiciéramos un 69, me dijo que me pusiera encima de ella, así podía intentar metérsela a la boca completa, ya que quería hacerme disfrutar el tiempo que pasáramos juntos. Pude ver que su conchita estaba más que lubricada. Comencé con su clítoris lamiéndolo lentamente hasta invadir toda esa rica vagina impregnada de fluidos. Comenzó a mover su pelvis de una manera única, pues parecía que la hacía chocar violentamente contra mi boca, pude sentir como sus jugos fluían con ese sabor salado. Ella luchaba con meterse toda mi verga en la boca, se ahogaba, pero seguía con su labor. Hasta que al fin sentí como mi verga se hundió completa en esa endemoniada boca. Ambos estábamos como endemoniados dándonos placer de forma lujuriosa, las caderas de Louise seguían moviéndose infernalmente siguiendo el movimiento de mi lengua que no le daba tregua. Ella se acercaba peligrosamente al orgasmo, su vagina escurría fluidos tibios que me enloquecían. “¡Por Dios, me estás haciendo acabar!” –decía mientras su cuerpo se retorcía de placer. Se mantuvo gimiendo hasta que su respiración se normalizaba.  Me dijo que me quería montar y se subió por encima de mí a la inversa. Se acomodó, le apunté mi glande a su concha y vi como mi verga se hundió en esa vagina de ensueño de esta linda mujer. Solo me dijo cuando sintió que mi pelvis llegó a sus nalgas: “¡Que rica se siente su verga!”.

Louise monta rico, definitivamente sabe coger esta chica, tiene unos movimientos pélvicos que fascinan al verlos desde esta posición donde ella me montaba a la inversa. Ver ese culo rosadito como lo contrae cuando me estoy cogiendo su concha es un paisaje aparte que a cualquiera manda a ver el cielo. Louise además tiene una habilidad que creo todas las mujeres la tienen y que algunas usan más que otras: La manera de cómo aprieta con su vulva, pero es un apretar desde el interior, lo cual descubriría que también lo hace con el culo. Es de esta manera que me provoca la primera eyaculación. Ella había parado de hacer esos movimientos pélvicos y se dedicó a contraer su vagina y me apretaba tan rico y esa sensación me hizo explotar y fruncir los testículos. Como tenía una semana de no coger, su conchita quedó llena de mi semen, sentir mi verga descargándose en su interior era un infinito placer y como se escurría mi semen, escapándose de esa juvenil y experta vagina de una mujer que se dedica a ser puta valía cada peso que había pagado. Luego se me vino a la mente y le dije: “No sé si te percataste, pero no usé condón”. “No te preocupes, yo me cuido; uso la píldora. Además, quería disfrutar de tu verga al natural” –me dijo. “¿Tu culito está disponible?” –le pregunté. “Te dije que no le diría No a nada que desearas hacer. Claro que está disponible para ti todo está disponible. ¿Cómo me quieres?” –me dijo. “En cuatro” –le dije. “¡De perrito! Me encanta que me la metan así” –me dijo con voz sensual. “¿Cuántos han disfrutado de este rico culo Louise?” –le pregunté con algo de curiosidad. “La verdad, que tú eres el tercero” –respondió ella. “¿Tienes novio?” –indagué. “Si y mira que a él nunca se lo he dado. ¡Nunca me lo ha pedido!” –me dijo. Yo quedé sorprendido por esa respuesta, qué hombre en su sano juicio no querría comerse un culo así como el de Louise.

Ya había entrado en confianza y antes de asumir esa posición de perrito me volvió a dar una rica mamada y en esta ocasión se había concentrado en estimular mis testículos. Tiene buen tacto, pues nunca me quejé de cómo me los apretaba con sus labios. Se puso de perrito sobre la cama y le devolví el favor en esa posición y le lamí el culo por unos cinco minutos. Fue cuando ella me lo dijo: “Sabes, en eso si eres el primero, nunca nadie me había lamido el culo. ¡Qué rico placer me causaste! Tu sí eres un hombre de experiencia” – me dijo jadeando. Me eché saliva en el glande, le escupí su ano  y comencé con la tarea de perforar el rico culo de esta bella mujer. Como siempre, lo quise llevar con tacto y aunque le dolía, poco a poco se la metí hasta que su ano me atrapó completamente el glande. Sí qué lo tiene apretado esta chica que hasta yo sentí la diferencia entre cientos de experiencias. Solo escuchaba sus gemidos sin poder ver su rostro y le pregunté: “¿Te duele mucho? ¿Quieres que te la saque?”. “No, creo que te voy a dar una respuesta un tanto confusa; me duele, pero me gusta. ¡Qué rica siento tu verga en mi culo!” –dice jadeando. Si quieres podemos cambiar de posición para que te sientas más cómoda” –le dije. “No, déjame disfrutarla así. Puedo sentir como pulsa adentro de mi culo y es una delicia que no recuerdo haber sentido antes. Déjala ahí, muévete así suavecito” – me dijo.

Qué delicia es ver ese rico culo, cómo se había tragado cada centímetro de mi verga y así sin mucho movimiento ella comenzó apretarme la verga, su agujero parecía como si fuera labios apretando deliciosamente. Ella solo decía: “¡No te muevas, solo contrae tu verga así! ¡Así como lo has hecho que se siente delicioso! Aquello fue suficiente para que con los minutos le provocara a Louise un potente orgasmo que parecía que lloraba y fue entonces que le di una embestida que me llevó otra vez a la gloria. Mi verga solo salió cuando se puso pasiva de nuevo y un chorro de semen recorrió el culo de esta linda mujer. Su culito parecía sangrar, más la mezcla de mi semen hacían que la vista fuera más excitante: ya habíamos pasado diez minutos sobre el tiempo acordado,

Me había gustado tanto la follada que le estaba dando que le ofrecí el doble de dinero por otra hora junto a ella, pero me dijo que debía estar en casa, qué regularmente aquello no era parte de la rutina y que lo había hecho porque simplemente yo le había gustado Se dio una corta ducha y se maquilló, de su maleta sacó un vestido más conservador y casual pero igual se veía exquisita, sensual. Ella me dijo: “Le voy a dejar mis bragas de recuerdo, para que cuando las huela me recuerde”. La fui Al estacionamiento donde estaba su auto, pues ya era de noche y el estacionamiento estaba semi vacío. Me dio un beso de lengua apasionado y me dijo: “Estuvo rica la cogida, pero me temo que esto no volverá a pasar. Adiós Sr. Martínez”. Se fue y yo me quedé con la satisfacción de haber cogido con una hermosa mujer, pero también con la amarga sensación de no saber más de ella.

Louise es de los rostros más bellos y cuerpos perfectos que he visto. Es muy difícil de olvidarlos y yo que me encuentro con mucha gente a diario, es fácil para mi olvidarlos y después de ocho meses ni me recordaba de la hermosa y sensual chica de 20 años. Pero una tarde de verano en el restaurante de mi hermana veo que ella anda mostrándoles las instalaciones a unos potenciales clientes. Es un grupo de unos seis, pero luego a mi hermana la llaman los de la gerencia y me involucra a mí con este grupo. Vaya a ser la coincidencia que se trata de Louise y su prometido con unos familiares considerando las instalaciones de mi hermana para su recepción de bodas. Ese día me doy cuenta de que su verdadero nombre es Patricia, cuyo padre es un pastor de una iglesia local y que su madre Es una ex clienta de mi hermana. Todo se llevó con toda la naturalidad, aunque sé que esta chica estaba sorprendida y nerviosa. Finalmente llegamos a un acuerdo en el precio de las instalaciones, pues mi hermana les daba un buen precio, pues además la madre de Patricia o Louise había comprado un departamento a mi hermana para los novios. Quedamos que llegarían con un cheque más tarde. Fue Patricia quien llegó a solas y le dio el cheque a mi hermana y luego me buscó en el restaurante y me dijo: “¡Verdaderamente es pequeño el mundo Sr. Martínez! Nunca me imaginé conocer a su bella esposa”  -me dice en forma irónica. “Sí que lo es. Nunca imaginé que tu padre fuera el pastor de la iglesia más grande del lugar y nuestro cliente. Aunque te equivocas con lo de mi esposa, ella es mi hermana” –le dije. “¿Imagino que usted estará aquí para mi recepción?” –me pregunta. “Podría, a menos que tú me pidas a que no venga a mi restaurante” –le respondo. “¿Podría ser eso posible?” –preguntó seria. “Sí, si tú me lo pides. Aunque hay una condición” –le respondí. “¿Qué condición?” –preguntó curiosa. “Me gustaría darte una despedida de soltera en el tiempo que a ti te parezca más prudente” –le respondí. “Me suena a chantaje, pero créeme que a mí también se me antoja. ¿Qué le parece el lunes en el Hotel Marriot después del mediodía? Haré la reservación hoy” –me dice con su exquisita cara llena de lujuria. “¡Me parece perfecto!” –le dije. “Ahí lo espero, aunque me temo que no será la única despedida de soltera que me dará” –me dijo mientras caminaba para salir de la oficina. Se fue con una sonrisa difusa, la vi salir del restaurante.

Cuando llegó el lunes, estaba ahí en el lobby del hotel, nos dirigimos al ascensor para ir a la suite que seria el lugar en donde podría saciar mi deseo por ella. Cuando puso la tarjeta en la puerta, apenas entramos nos estábamos besando como dos locos desenfrenados. Nos quitamos la ropa casi de inmediato. “No sabe cuántas ganas he tenido de sentir su verga otra vez Sr. Martínez” –me dice con esa voz sensual. “No he podido sacarte de mi mente Patricia” –le digo. Sin decirle nada se puso de rodillas y se metió mi verga en la boca. Sentir otra vez sus labios ejerciendo esa dulce presión y usando esa lengua perversa para estimular mi glande. Cuando ya tenía la verga a punto de reventar, hice que se levantara, la llevé a la cama y abrí sus piernas para deleitarme en su tibia vagina y recorrerla con mi lengua. Sus gemidos no hacían más que aumentar mi lujuria. Seguí con mi frenético recorrido para seguir escuchando sus candentes gemidos. “¡Quiero que me la meta Sr. Martínez!” –me decía sin parar de gemir. Ya estaba casi al borde del orgasmo, gimiendo y pidiendo verga casi a los gritos, en ese momento decidí como el buen cristiano que soy apiadarme de su calentura y se la metí sin contemplación. Me empecé a mover como un endemoniado, embistiéndola con fuerza, haciendo que su lujuria se exacerbara más. “¡Eso, así! ¡No se detenga y cójame duro! ¡Recuerde que soy una puta para usted!” –me decía con excitación. Seguí mis frenéticos movimientos haciendo que acabara de forma exquisita. No dudo en ponerse en cuatro para que siguiera dándole. “¡Haga lo que usted quiera conmigo! ¡Recuerde que soy la puta que se cogió en su oficina!” –me decía mientras separaba las nalgas. No vacilé en meterle al verga por ese exquisito culo. “¡Hijo de puta me encanta!” –me dijo mientras sus labios dejaban escapar un exótico grito de placer. Me tomé firmemente de sus caderas y la embestía con fuerza, ella gemía y jadeaba, pedía que se la diera más duro, que no tuviera compasión de su agujero. “¡Soy una sucia pecadora Sra. Martínez!” –decía siguiendo el ritmo de mis embestidas.

Escucharla hablar sucio me calentaba mucho más, me hacía pensar en lo hipócrita que debía ser en la iglesia, con sus padres y con el idiota que sería su esposo. En realidad eso no importa mucho cuando se está cogiendo, ya que en la cama aflora nuestra verdadera personalidad. Su delicioso culo estaba abierto ante mi verga, ella solo gemía y decía lo mucho que le gustaba, Otra vez su cuerpo fue azotado por un delicioso orgasmo. “¡Vaya sí que te gusta la verga!” –le dije. Ella sonrió de manera perversa y me dijo: “¡La suya Sr. Martínez!”. Me tumbé sobre la cama y le dije: “¡Móntame putita!”. “¡Uy, sí Sr. Martínez, qué delicia!” –me dijo. Empezó a moverse lento, suave, sin prisa. Yo disfrutaba de esos eróticos movimientos. Poco a poco aumento la intensidad, su cara de puta era exquisita, así como sus movimientos y sus gemidos, apretaba sus tetas mientras seguía meneándose como enferma. Se recostó sobre mí moviendo solo su exquisita concha y con palabras sucias me decía que le gustaba la forma en que la cogía. Besé sus labios con lujuria, y ella hacia lo mismo. “¡Acabe Sr. Martínez! ¡Llene mi concha con su semen!” –me decía. Me sentía en la gloria. “No he podido dejar de pensar en usted, es un maldito demonio que me hechizó” –decía entre gemidos. Aferrado a sus caderas aprovechaba para nalguearla, ella me decía: “¡Sí, castigue el culo de esta puta! ¡Deje sus dedos marcados!”. “¡Voy a acabar puta!” –le dije. Ella aceleró sus movimientos y me decía: “¡Sí, llene mi vagina con su semen! ¡Extraño sentir como escurre cuando acaba!”. “¡Oh, mierda!” –dije mientras mi verga expulsaba chorros de semen en el interior de Patricia o Louise. Ella al instante también tuvo un exquisito orgasmo que la dejó rendida encima de mí. Sudados, nos besamos con delirante lujuria. Le dije que me encantaba la forma en que cogía, que era una mujer exquisita y que su futuro marido tenía suerte. “No será la última vez Sr. Martínez, para usted seré Louise la puta, para él seré la dulce y conservadora Patricia” –me dice.

Nos dimos una deliciosa y perversa ducha, para vestirnos y volver a la rutina, para el check out teníamos hasta el mediodía de mañana, así que volvimos a la tranquilidad de nuestra vida para reencontrarnos en la noche y seguir con la despedida de soltera. Solo les puedo decir que fue una noche increíble, rodeada de perversión y lujuria. Aprovechamos de coger casi todos los días antes de su matrimonio, como le prometí no estuve el dia de la ceremonia, pero si estuve antes mandándola al altar cogida y llena de semen. Ahora lleva un año de casada, el mismo tiempo que llevamos siendo amantes, el mismo tiempo en que disfruto de la hija del pastor, la esposa de otro pero mí puta al fin de cuentas.


Pasiones Prohibidas ®

6 comentarios:

  1. Que rico ser cogida así en toda la expresión me encanta ya que cada línea te hacen sentir como la protagonista de la historia y te hace delilar y mojarse con cada línea.
    Como siempre exquisito relato Caballero

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  2. Exquisito relato caballero🔥🔥😈

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  3. Excitante poder disfrutar de este relato.
    Una parte donde es esposa que se tiene sexo "normal" y otra parte donde es amante que se siente como una puta, disfrutando y que no importe nada.
    Exquisito, Mr.P.

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  4. Siempre saves complacer mi gusto y le agradezco tan exquisita lectura

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  5. Que placer encontrar esa lujuria y esa pasión desenfrenada de ser cogida. Excelente relato. JOL

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  6. Maravillozo relato demasiado excitante.

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