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viernes, 10 de noviembre de 2023

69. Mamá Ejecutiva

 

Deben saber que mi madre, Carolina Méndez, de bien llevados cuarenta años, es una ejecutiva, directora de ventas de una importante cadena de supermercados en la ciudad de Concepción, donde vivimos en la periferia solos ella y yo. Mi padre se marchó después del divorcio. Alegó como causal que su esposa nunca estaba en casa, anteponiendo su trabajo a la familia, particularmente a él como marido. Objetivamente, mamá está casi siempre fuera de casa, o mejor dicho, está siempre en la oficina, en su trabajo, siempre ha sido así. A decir verdad, a mí no me molesta, durante la mañana estoy ocupado en el colegio, de hecho, estoy cursando el cuarto año de la enseñanza media. Por las tardes practico deporte, futbol para ser exacto, me estoy probando en el equipo de mis amores, Arturo Fernández Vial, pero por las noches cuando vuelvo a casa a cenar, generalmente no hay nadie, la casa está oscura y vacía.

Con resignación, después de desvestirme, me doy una ducha tonificante. Luego pongo la mesa para adelantar algo, después me boto sobre el sofá a ver tele por una hora y a veces hasta dos. A menudo me levanto a buscar algo para picar, a mi edad tengo mucha hambre casi siempre. Una cierta noche hice lo mismo de siempre, solo que esta vez me quedé con mi manta, me tiré sobre el sillón, pero en vez de ver la tele, puse un DVD porno que había arrendado mientras regresaba a casa, suponiendo que mamá iba a regresar tarde como todos los días y comencé a pajearme a voluntad, pero como siempre sucede, estaba ensimismado mirando la rubia que chupaba una verga mientras otro se la metía por el culo, cuando mamá entró en la sala de estar y me pilló con las manos en la masa, por decirlo dignamente.

“¡Ricardo! ¿A tu edad sigues pajeándote?” – me dijo con cierta displicencia, mientras yo trataba de cubrir mi erección. “¡Mamá! ¡Yo!” –dije tratando de buscar algo sensato para excusarme, estaba ruborizado por la vergüenza de ser descubierto. “¿Es esto lo que miras cuando no estoy en casa?” –me preguntó, mientras sus ojos se fijaban la pantalla donde la rubia estaba siendo follada con una verga en la vagina y otra en el culo. “No, mami, No. Te lo aseguro, no te preocupes” –le respondí mientras trataba de encontrar el maldito control remoto. “Ahora lo apagaré, pero no te enojes conmigo, mami” –le dije con mucha vergüenza. “¡Ah! No importa, puedes continuar viendo tu película si quieres” –dijo ella.

Se dirigió hacia las escaleras para subir el piso superior. “¡Mierda, qué problema!” –pensé después de haber conseguido apagar el reproductor. ¡Qué vergüenza, Dios mío! Ahora mamá pensará que soy solo un depravado pajero, considerando mis escasas experiencias sexuales, al menos hasta ahora. Así que decidí ir a buscarla y pedirle disculpas, también aclarar la bochornosa situación.    Corrí a mi cuarto a vestirme, luego de prisa me encaminé hacia las escaleras para subir a su habitación, pero casi me desplomo atónito cuando veo a mi madre que asomaba al inicio de las escaleras vestida con una chaquetita corta de tul negro, un sujetador que a malas penas podía contener sus pechos exuberantes, medias negras transparentes, un par de zapatos negros con taco aguja de al menos quince centímetros, su vagina estaba casi a la vista, cubierta solo con una tanga negra con encaje, estaba apoyada en la baranda de la escalera con su mano en su cadera, sus piernas esplendidas con muslos ebúrneos  y macizos como columnas de mármol. “¡Mamá!” –es la única cosa que pude balbucear en ese momento, mientras sentía que mi verga se endurecía como una roca al mirar a esta mujer maravillosa que se me presentaba delante, todavía estupefacto e incrédulo de verla vestida tan sexy, le dije: “Pero, mami”. “¿Qué? ¿No es así como te gustan las mujeres?” –me preguntó bamboleando las caderas mientras comenzaba a descender al piso bajo. “Mamá, no hay ninguna más bella que tú” –le murmuré profundamente convencido de lo que estaba diciendo y de hecho, no siendo ya una jovencita, mi madre puede considerarse una verdadera MILF.

Bastante alta para ser mujer, uno y setenta y ocho centímetros, piernas largas y torneadas, dos magníficas teta treinta y ocho, copa doble D, su piel es clara como el marfil, pelo castaño claro, liso y largo hasta su cintura, sus ojos azules como el cielo de la mañana y una deliciosa boca con labios carnosos y rojos. “Ahora que estoy yo aquí, ¿no te interesa seguir viendo tu película?” –me dijo. “Bueno, mami, no sé en realidad” –le dije embobado. “¿Qué pasa, Ricardo?  ¿Ya no quieres masturbarte con tu porno?  ¿Te avergüenzas de tu madre? ¿No quieres que te vea mientras te masturbas?” –preguntó con voz sensual. “No, quiero decir sí, pero, quisiera…” –le respondí sin decir nada más. “¿Qué es lo que quieres, Ricardo?” –me preguntó. La miré a sus preciosos ojos que se habían tornado color cobalto y audazmente le dije: “Quiero masturbarme mirándote a ti, mamá”. Me miró abriendo ampliamente sus ojos y separando sus hermosos labios en modo lascivo y dijo en voz baja: “¡Cerdo! ¿Te parece lo apropiado para decirle a tu madre? Retrocedió un poco, se apoyó en el reposabrazos del sofá y cruzó sus largas piernas modeladas finamente con sus medias oscuras. “¡Demonios mamá! Mira cómo me lo has puesto de duro” –le dije. Ella parsimoniosamente se acomodó las tetas y luego estiró sus manos para alcanzar mi verga que había crecido enormemente. “Házmelo ver” –dijo con una sonrisa. Sabía que me tenía caliente y se estaba aprovechando de eso para realizar un juego perverso con mis emociones.  “¡Oh, mami! Me gusta que seas un poco puta” –le dije con audacia. Me miró y dibujó una sonrisa en sus labios, me dijo: “No solo un poco, hijo”.

Ella me acarició sobre mis pantalones y me instó a sacármelos diciendo: “¡Oh, vamos! ¡Saca esa bendita verga y has lo que tienes que hacer! ¡No tengo toda la tarde para esperarte a que te decidas!”. “Bien, si eso es lo que quieres” –le dije. Me puse casi frente a ella para mirarla. Saqué mi verga, mi amoratado glande brillaba y comenzaba a chorrear algunas gotas de semen. “¡Dios Santo, Ricardo! Tienes una deliciosa verga” –me dijo fijando sus ojos en mi verga. “¿Te gusta, mami?  No es el mismo que tomabas en tus manos cuando me bañabas, ¿verdad?” –le dije lleno de morbo y excitación. “¡Ricardo, tócate! ¡Acarícialo, hijo! ¡Mastúrbate mientras estoy aquí casi desnuda y caliente para ti! ¡Hazlo!” –me decía con voz sensual. Me senté al borde del sofá, levanté mis piernas abriéndolas al máximo para mostrarle mis bolas peludas y el orificio de mi culo, luego agarré mi verga y comencé a pajearme con estudiados movimientos en forma lenta y parsimoniosa, echando para atrás mi prepucio y esparciendo mi fluido preseminal sobre mi glande hinchado. “¿Te gusta cómo me masturbo, mami?” –le pregunté. “¡Oh, sí! ¡Me encanta!  A ti ¿te gusta mirarme?  ¿Me encuentras mejor que tu video porno? –dijo cada vez más caliente. “Cierto que sí, mami. Eres mucho más hermosa que cualquiera de esas actrices” –le respondí. “¡Entonces mírame! ¡Mira lo que te muestro ahora!” –me dijo a baja voz y luego con un fluido movimiento subió sus piernas al sofá y las abrió de par en par, mostrándome su pubis apenas cubierto por su tanga traslucida. A continuación, con un veloz ademán hizo un poco hacia un lado ese minúsculo calzoncito, dejando expuesta su maravillosa vulva de labios grandes y oscuros, completamente depilada. “¡Oh, mami! ¡Qué hermosa vagina que tienes!” –le dije desde lo profundo de mi calentura. “¿Te gusta, cariño? Por aquí naciste” –me dijo mientras acariciaba sus labios y los abría para mostrarme lo mojada que estaba. Miré el interior de la exquisita vagina de mamá, con carnosos pliegues de color rosado, relucientes de fluidos que no cesaban de emanar de sus profundidades. “¡Ay, mierda, mami me estás matando!” –le dije mirándola a los ojos. Mamá deslizó sus manos bajo la chaquetita de tul negro y las metió detrás de su espalda aflojando el gancho de su sujetador, inmediatamente sus enormes tetas se vinieron hacia adelante, ella las contuvo con sus manos y pellizcó sus pezones endurecidos diciendo: “¿Te gustan mis tetas, hijo? ¿Te gustaría si me masturbo junto a ti? ¿Qué dices?”.  “¡Oh, sí! Me gustaría mucho, mami. He fantaseado con estarme masturbando y que tú también lo hagas al lado mío” –le respondí embobado. Ella abrió su vagina con dos dedos de su mano izquierda y se penetró  a si misma con tres dedos de su mano derecha lanzando un gemido muy fuerte. ¿De veras, hijo? Podrías habérmelo dicho antes y quitarnos entre ambos este antojo tuyo” –me dijo con voz caliente y lujuriosa. “Bueno, no es solo esa mi fantasía, también tengo otros sueños” –le dije. “¿De qué se trata, Ricardo?” –preguntó, deteniéndose un poco para mirarme. Ella lucía preciosa con una mano sujetando sus tetas y la otra follando su vagina. No le dije nada, seguí masturbándome mirándola embobado. “Dímelo, hijo. Quiero saberlo” –insistió. Envalentonado dadas las circunstancias, le dije: “Mami, me gustaría metértelo en la boca, quisiera que me lo chuparas”. Me miró a los ojos con cierta arrogancia e inesperadamente me preguntó. “¿Quieres que te la chupe como la puta de tu video porno?”. “No como ella, tú sabrás hacerlo mejor” –le respondí. “¿Te das cuenta de lo que me estás pidiendo? No es una cosa que todos los hijos le piden a sus madres, ¿verdad, Ricardo?” –dijo ella.

Aparté las manos de mi pene y lo dejé libre para que pulsara y blandiera el aire frente a los ojos de mamá, logré su atención y ella miró mi verga como si tuviera un embrujo oculto, estaba dura, brillante, mojada. Entonces le dije: “Si mami, eso es cierto,  pero dadas las circunstancias en que nos encontramos tú y yo en estos momentos, creo que deberías probar, mami, prueba mi verga con tus labios, hazlo”. “Pero, Ricardo, eres un cerdo” –murmuró mamá inquieta en su sillón y dándole miradas candentes a mi verga. “Lo sé, mamá, soy un cerdo que está caliente con una puta que se pajea frente a él. Además, tú querías saber lo que pasaba por mi mente. Haz realidad mi deseo” –le dije. Como estaba vacilando y titubeando mucho, le dije lenta y suavemente, pero perentoriamente. “¡Vamos, mami! ¿Me vas a chupar o no mi maldita verga?”. Como si reaccionara saliendo de un trance, se movió del sofá y vino a arrodillarse entre mis piernas diciéndome: “¡Oh, sí tesoro! Quiero comerme tu verga y atragantarme con ella. ¡Quítate todo, mi amor!”.

Entonces me saqué mi remera, quedando completamente desnudo ante ella y a su disposición.      Apenas me senté, sus manos aferraron mi verga rígida y vigorosa, luego se hizo un poco adelante y la colocó entre sus fabulosas tetas y me apretó en sus dulces, tibios y esponjosos pechos. Mi verga alcanzaba hasta sus carnosos labios, pero ella no hacía ningún intento de hacerlo entrar en su boca, solo mecía sus tetas envolviendo por completo mi verga. Mamá aferró mi pene, echó todo mi prepucio hacia atrás, luego apuntó mi glande con gotitas de líquido preseminal a su pezón izquierdo y lo embadurnó con él, luego repitió todo embetunando su pezón derecho, después quiso follar el pequeño orificio de mi glande con su enorme pezón.  Sin duda mamá se estaba divirtiendo. Ella luego tomó un poco de distancia y acarició mi verga en adoración, la miraba y recorría con sus dedos toda su longitud apreciando su sedosa turgencia y lo volvía a repetir una y otra vez, como si no creyera de tener la verga de su hijo en sus manos maternales. Repentinamente se detuvo, con ambas manos hizo retroceder mi prepucio todo hacia atrás, se inclinó y sacó unas renovadas gotitas de líquido preseminal con su lengua, con una mano mantuvo mi glande al descubierto arremangado y con la otra acarició mis afelpados testículos, después su lengua comenzó a barrer mi glande amoratado en círculos y luego lamió mi verga como si fuera un  helado, de abajo hacia arriba, una y otra vez. “¡Oh, Dios! Ricardo, tienes una verga exquisita” –susurró levantado sus ojos para clavarlos en los míos, su mirada expresaba toda su lujuria. ¡Mamá estaba caliente! “¡Mami, que rico que me lo hace!” –le decía con calentura. “¿Si te gusta? Espera a que empiece a chupártela

Mamá abrió su boca cual si fueran fauces y sin apartar sus ojos de mí se lo metió en su boca, engulló centímetro a centímetro mi verga hasta la base. Mi verga descansaba en lo profundo de su garganta. Hacía unos sonidos como si estuviera ahogándose, luego en un estallido de saliva lo hizo salir de su boca. “¡Maldita sea chiquillo! ¡Casi me ahogo con tu verga!” –me dice con una sonrisa, coronada por su saliva que le colgaba en el mentón. “¡Vamos mami! Sigue chupándola, sabes que te encanta” –le decía casi en tono de súplica. Sonriéndome traviesamente y con sus ojitos brillantes, volvió a chupar mi verga con renovadas energías, se la metió en su boca y trataba de estrangularla entre su lengua y su paladar, movía su cabeza de lado a lado y luego verticalmente. Sin embargo, mamá cambió su técnica metiéndosela varias veces hasta el fondo de su garganta, para luego casi hacerla salir toda de su boca y después volverla a engullir enérgicamente con más y más furia, yo gemía ruidosamente. Casi instintivamente, levanté mis piernas y apoyé los talones en el sofá para dejarle más espacio, pero ella pareció enloquecer, clavó sus uñas en mis muslos y los tiró hacia arriba exponiendo mi culo a su lengua. Comenzó a lamer mi rugoso ano, tratando de follarlo con su lengua, me estaba haciendo ver estrellas de todos colores. Iba de mi verga a mi ano en forma fugaz y enérgica, jamás pensé a mamá en estas maniobras cachondas exquisitas, me estaba enseñando y haciéndome experimentar toda su experiencia de mujer.

Sin previo aviso se detuvo, alzó un poco su torso haciendo que sus tetas se bambolearan hacia adelante amenazadoramente sin dejar de masturbarme con sus dos manos, tampoco dejaba de mirar mi verga tiesa, pasó su lengua por la comisura de sus labios y me preguntó: “¿Sabes porque me detuve hijo?”. Miré sus maravillosas tetas que se mecían al ritmo de su afanosa respiración y le respondí: “No mami, dime por qué”. “Porque quiero que me folles hijo. ¿Te gusta la idea?” –me dijo con mirada sensual y pecaminosa. “¡Oh, sí! Me calienta la idea” –le respondí. Se puso de pie con una mirada dominante, se pavoneo ante mí con sus hermosas curvas de mujer madura. Tengo ganas de que me la metas y me hagas gritar como puta” –me decía mirándome a los ojos. “¡Wow, mami; eso será delicioso!” –le dije sin poder controlar mi calentura. Se liberó de sus diminutas bragas y pasó sus dedos sobre su esponjosa y mojada vulva, preparándola para el incestuoso coito. Mirando mi verga, se acercó a mí. “Mantenla firme cariño. Te voy a montar” –me dijo. La obedecí de inmediato, tomando mi vega con una mano y apuntándola a su húmeda vagina, esperando expectante la dulzura tibieza de su interior en mi verga. Se apoyó en mis hombros, levantó su rostro hacia el cielo y con sus ojitos cerrados comenzó a menear su cálida concha sobre mi glande rígido, para después comenzar a descender con su cuerpo y su vagina fue penetrada, no se detuvo hasta sentarse sobre mis testículos. Mamá estaba empalada en mi verga. “¡Uy Ricardo, está toda adentro!” –decía con esa voz calentona y sensual que salía de sus labios. Enterraba sus uñas en mis hombros, bajó sus ojos para mirarme con su rostro deformado por la lujuria. “¡Ay, Dios mío! ¡Qué rica verga tienes hijo! –decía mientras se movía con un ritmo demencial. Me aferré a sus muslos sintiendo su diabólico movimiento, luego las moví hacia arriba y me apoderé de sus sinuosas caderas.  “¿Te gusta mami? ¿Te gusta sentirla dentro de ti?” –le preguntaba siguiendo el vaivén exquisito de su concha. “¡Oh, sí! ¡Me tienes loca con tu verga cariño mío!” –me decía entre gemidos. Se abrió la chaqueta que tenía puesta, liberando sus enormes tetas que se mecían con el movimiento de su cuerpo. Yo se la abrí un poco más para acariciar esos senos maduros. “¿Quieres que me la quite, tesoro?” –dijo con sensualidad. “Sí, mami, te quiero desnuda” –le respondí.

Entonces ella elegantemente y con malicia, empujó sus tetas en mi rostro y se liberó de su chaqueta, lamí sus pezones y aprisioné uno entre mis dientes haciéndola gritar. Mamá movía y giraba su pelvis, casi bailaba sobre mi nervuda pija incrustada profundamente en su vientre. No sé qué me pasó por la mente, pero espontáneamente le grité: “¡Zorra! ¡Maldita puta caliente! ¡Dame tu sucia vagina para follarla como la puta que eres!”. Al mismo tiempo, mis manos se apoderaron de sus tetas que comencé a manosear con lascivia y lujuria. Mamá gimió a alta voz balbuceando: “¡Oh, sí, Ricardo! ¡Soy tu puta caliente como esa de tu video porno! ¡Fóllame, fóllame fuerte! ¡Quiero más de tu verga! ¿Te gusta coger a mami?”. Sí, mami, me gusta; quiero cogerte siempre” –le decía. Mamá con entusiasmo comenzó a casi saltar sobre mi verga, subía y bajaba gimiendo y gritando cada vez más de prisa a medida que su vagina se lubricaba con sus fluidos convirtiéndose en un dulce infierno para mi verga. Ella gemía con descontrol, inclinándose y haciendo enterrar mi cara en sus abultadas tetas, inhalé el embriagador aroma de su perfume, agarré sus nalgas y comencé a enterrarle mi verga caliente en su acogedora conchita con todas mis fuerzas, ella se balanceaba casi con sus piernas levantadas del piso, dejándose caer con todo su peso sobre mi pene hasta estrellarse contra mis bolas gritando con lujuria. “¡Oh, sí, fóllame! ¡Dame duro! ¡Destruye mi concha. Hazme pedazos!” –decía con esa voz sensual que provenían de esos gemidos deliciosos que me volvían loco. Levanté a mamá con fuerza y la lancé contra el sofá, luego sin perder un segundo me puse sobre ella volviéndosela a meter violentamente. Ella se abrazó a mi cuello y me rodeo la cintura con sus piernas, se la metía enardecido, la embestía durísimo, haciendo que gritara y rasguñara mi espalda. En eso sentí el cosquilleo en mis testículos y mi verga palpitar anunciando que estaba a punto de acabar. “¡Oh, mami, voy a acabar!” –grité mientras se la metía con más fuerza. ¡Oh, Ricardo, querido! ¡Acaba en mis tetas y en mi cara! ¡Báñame con tu semen, tesoro!” –me decía suplicante. Me levanté y me aparté ligeramente de ella, luego me masturbé hasta sentir los chorros de semen fluir de mi verga, eyaculando sobre su rostro y tetas, en un momento que abrió su boca, aproveché para rociar sus labios y empujar mi verga dentro de ella, disparando un par de chorros en lo profundo de su boca.

“¡Oh, tesoro! Qué rica cogida me has dado, me encantó el sabor de tu semen. ¿Me das más cariño?” –me dijo con su voz cargada de lujuria. “¡Sí, mami! Es toda para ti” –le dije estrujando las ultimas gotas de semen en su boca. Me miró encantada con su cara y tetas llenas de semen y me dijo: “¡Mira que desastre! Necesito algo, tráeme una toalla”. Corrí al baño y traje dos toallas, con una ella empezó a limpiar su rostro y yo colaboré limpiando sus tetas con la otra. Mi madre se había quitado las medias oscuras y ahora estaba completamente desnuda, había levantado una pierna sobre el sofá y me mostraba descaradamente su hermosa vagina, con labios gruesos y goteando fluidos de su interior. Me miró con una pícara sonrisa y me dijo: “¡Límpiame aquí abajo, hijo!”. Me arrodillé para limpiar sus muslos húmedos, secando las marcas de sus fluidos vaginales que corrían por ellos. Me detuve a admirar su espectacular vulva inflamada y ella me dijo sin más: “¡Lámela! ¡Haz que acabe con tu lengua! Por supuesto no podía despreciar tan exquisita invitación. Me acerqué a su vagina, ella abrió sus labios para dejarme el camino libre a su clítoris.  Primero inhalé esa esencia deliciosa de su sexo, la densa secreción de su vagina me atrajo apeteciblemente, deseaba saborear esos fluidos espesos de su vagina; luego sin freno me sumergí en ese efluvio gustoso de aromas que emanaban sus rosadas paredes vaginales, mientras mamá se contoneaba enloquecida meneando sus caderas. “¡Hijo, vas a hacer que acabe pronto! ¡Sigue tesoro, dale placer a tu mami!” –me decía. Exaltado por los gemidos de mamá, me dediqué a fondo a lamer y chupar su conchita, una vez sus labios y otra su turgente clítoris, concentrándome con placer a comerme su clítoris mientras ella tironeaba de mis cabellos y acababa como una puta. “¡Sí, ah, Ricardo voy a acabar! ¡Hijo, ya no resisto! ¡Ah!” –gemía con desesperación. Gritaba sacudiendo su pelvis que temblaba incontrolablemente, al mismo tiempo había agarrado mis cabellos y me sujetaba firmemente contra su conchita. “¡Oh, Dios! ¡Bellísimo! ¡Eres un demonio!” –me dijo ya perdida totalmente perdida en el placer. “¿Te ha gustado mami? ¿Lo hice bien?” –le pregunté. “¡Sí, cariño! ¡Estuviste fantástico! Pero, Ricardo, me ha dado hambre. “También a mí, mami, el sexo abre el apetito” –le dije guiñándole el ojo. Ella sonriendo dijo: “Entonces ven, vamos a comer algo”.

Nos dirigimos desnudos a la cocina, mamá nunca se había visto tan hermosa con toda su humanidad sin tapujos de ninguna especie. Abrió unas latas y preparó una ensalada de lomitos de atún con tomate y verduras varias. Comimos en silencio, de vez en cuando nos mirábamos y sonreíamos satisfechos y alegres. Cuando terminamos mamá dejó la vajilla en el lavadero y me llamó para que me sentara a su lado diciéndome: “Ricardo quiero mi postre”. Estiró su mano y comenzó a acariciar mi verga. “¿Todavía tienes apetito, mami? ¿Qué te gustaría comer?” –le pregunté mientras mi verga se comenzaba a poner tiesa en sus manos expertas. “¡mmmmmm! ¡Sí, esto!” –me contestó de inmediato. Envolvió mi verga con mano. “Pero mami, si me la pones dura otra vez tendré que follarte” –le dije. “¡Oh,  eres insaciable Ricardo! “¡Eres un semental puro y duro!” –dijo apretándome la verga y dándome una mirada lasciva. “Entonces chúpamela, chupa mi verga como tú sabes” –le dije ya caliente.

Mi madre de inmediato empezó la tarea. Comenzó a masturbarme jadeando y mirando mi verga crecer. Luego me sorprendió diciéndome un montón de obscenidades que al parecer la calentaban aún más. “No eres nada más que un cabrón, un cerdo sucio y lascivo que no piensa nada más que en follarse a su propia madre” –me decía.  De vez en cuando se detenía para chupármela vigorosamente, envolviendo mi glande con su jugosa lengua y después sujetándolo a la base de mis testículos para engullirla repetidas veces. Todo el rato no dejaba de mirarme escrutando mis reacciones a sus deliciosas lamidas y chupadas. En menos que canta un gallo, mamá me tenía pronto para acabar. Su boca era de algodón, de ensueño, acariciando sus cabellos le dije: “Mami me quedaría toda la vida recibiendo tus cariñitos, pero…”. Se quedó mirándome, esperando que terminara la frase, como no lo hice, se aferró a mis testículos con fuerza y dijo: “Pero ¿qué?”. “Pero ahora quiero volver a follarte mamita” –le respondí. “En este momento yo también quiero que me folles. ¡Oh, Ricardo! Quiero sentir tu verga eyaculando en concha” –dijo con su tono de caliente y esa mirada de puta que me volvía loco. “Bueno, entonces siéntate en la mesa” –le dije. Mi madre rápidamente se puso de pie, despejó parte de la mesa y se sentó sobre ella expectante de lo que yo iba a hacer. Le agarré los tobillos y le hice levantar sus piernas, haciéndole apoyar los talones en el borde de la mesa, mamá se recostó en sus codos y su vulva como una obscena flor se abrió con lo hacen las flores en primavera, quedó justo a la altura de mi glande, entonces le pregunté: “¿Estás lista mamá?”. Al tiempo que empujaba mi violácea verga a la hendidura de su vagina, frotándola contra sus hinchados labios. Ella jadeaba evidentemente tan excitada como yo o tal vez más. “¡Oh!, sí  métemela toda! ¡Estoy mojada como una puta!” –decía con lujuria en su voz. Simplemente empujé un poco mi pelvis hacia adelante, su coño lubricado facilitó una inmediata penetración y con una enérgica embestida, enterré mi pija como un cuchillo caliente se desliza sobre la mantequilla. “¡Dios mío, Ricardo! No sé si algún día me acostumbraré a tu deliciosa verga” –decía. “No tienes que acostumbrarte mami. Solo tienes que disfrutarla” –le dije colocando mis manos en sus rodillas para metérsela con fuertes embestidas. “¡Oh, sí! ¡Vamos, Ricardo! ¡Haz que lo sienta y lo goce, hijo!” –decía entre sus deliciosos gemidos.  “¡Toma puta caliente!” –le dije clavando mi verga hasta que mis testículos azotaron sus nalgas. Volví a sacarla y luego otra vez le di una violenta embestida, gruñí como un cerdo mientras mamá gemía y aullaba como una loba en celo, al mismo tiempo que se aferraba a los bordes de la mesa y empujaba la vagina contra mi verga. “¡Qué rico que me la metes hijo! ¡Oh, Dios, nadie me la ha metido como tú!” –me decía con el placer dibujado en su rostro. “¿De verdad mami?” –le pregunté. “Sí, pero estoy muy incómoda sobre esta mesa que parece que de un momento a otro se romperá” –me respondió. Me detuve de golpe, quería hacerla gozar de verdad y si no estaba cómoda, de seguro no lo disfrutaba como debería. “Mami, ¿por qué no vamos a tu cama?” –le pregunté. Se enderezó un poco más y miró su concha ensartada por mi verga empapada en sus jugos vaginales diciendo: “Está bien ¡Rápido, vamos!”. Se bajó de la mesa, me tomo de la mano y me llevó hacia arriba a su habitación, nos tumbamos en su cama y comenzamos a acariciarnos y besarnos. “Me pone muy caliente la forma en que me coges, ¿sabes?” –me dijo mientras acariciaba mis pectorales. Yo no estaba para conversaciones, solo quería seguir cogiéndomela hasta que ambos ya no pudiéramos más. Le dije que hiciéramos el 69, quería sentir el sabor de sus fluidos en mi boca y embriagarme con el olor de su vagina excitada.

“¡Pero, Ricardo! eres un cerdo, no piensas nada más que a follar” –me dijo con una sonrisa maliciosa. “¡Ay mamá! También a ti te gusta que te la meta, pero ahora quiero comerte la concha” –le dije abalanzándome a sus magníficas tetas. “¡Dios mío, he creado un monstruo!” –dijo sonriendo, mientras me tumbaba en la cama y ella se subía encima de mí. Me tumbé en la cama y ella se subió encima de mí. Abrí su afrodisiaca vagina, luego metí mi rostro en ese charco delicioso de fluidos para beber ese tibio y exquisito néctar que secretaba su vagina; la punta de mi nariz se hundía en su hermoso culo, separé sus nalgas y mi lengua recorrió su agujero y me deleité con el sabor de esa ambrosia celestial.

Mamá gemía, gritaba y no cesaba de chupar y engullir mi verga, a ratos se ahogaba, mientras yo le chupaba su culo, estuve a punto de descargar mi semen en su boca. Se detuvo un poco a recuperar su aliento cuando dejé su culo y comencé a follar su concha ardiente con mi lengua. Sus fluidos eran tantos que comencé a beberlos a cortitos sorbos, ¡Qué manjar más delicioso! Mientras follaba animosamente su conchita, mamá comenzó a mover sus piernas aparentemente sin control. Primero las abrió de par en par, luego intentó cerrarlas, después su pelvis se volvió loca, hundió su vientre y comenzó a convulsionar, yo me aferré de sus muslos y no deje de lamer su mojada vagina. Mamá gemía y resoplaba, entonces gritó. “¡Mierda, Ricardo! ¡No te vayas a detener!  ¡Sigue hijo! ¡Oh, voy a acabar, hijo voy a acabar!”. Mamá no cesaba de mover sus piernas y gemir, mientras yo lamía su vagina como poseído, bufando de placer se retorcía, me encantaba verla disfrutar de ese intenso orgasmo, pero yo no le daba tregua, seguía con mi lengua incrustada en su clítoris. Ya enloquecida me dice: “¡Ven, Ricardo! ¡Móntame y fóllame! ¡Quiero sentir tu verga en mi vagina! ¡Dámela hijo, méteme tu maldita verga!”. “¡Qué hermosa puta eres!” –dije mientras me ubicaba entre sus piernas que ella había recogido un poco hacia arriba y las mantenía abiertas de par en par para mí. Mi verga bañada con su saliva, se sumergió como un siluro en ese océano estrecho y cálido de su vagina, sentí como sus músculos envolvían mi polla, nuestros huesos pélvicos se estrellaron y mamá cerró su piernas a mi alrededor como un candado, me abrazó y se refugió escondiendo su rostro en mi cuello, solo escuchaba sus susurros y gemidos. “¡Fóllame! ¿Te gusta sentirme así de caliente hijo?” –me decía casi sin poder articular palabras. “¡Me gusta lo caliente y puta que eres mami!” –le respondí sin parar de metérsela como endemoniado.

Su cama crujía y rechinaba. Mamá me apretó fuertemente contra sus maravillosos senos y gritó: “¡Vas a destrozar mi concha, pero sigue, hijo! ¡Fóllame más! ¡Voy a acabar! ¡Ah, ya no aguanto!”. Metí mis manos bajo sus glúteos y embestí su vagina con todas mis fuerzas, mis testículos azotaban sus blanca nalgas, sentía mi esperma hervir y a punto de explotar. “¡Mami, yo también voy a acabar! ¡Es tan rico follarte que no puedo aguantar más! ¡Voy a llenar esa conchita con mi semen!” –le decía sin detener mis movimientos. “¡Ricardo aguanta! ¡Por Dios, aguanta! No me vayas a dejar así  ¡Espera por Dios! ¡Sí, que rico mi amor! ¡Ah! ¡Oh, me tienes hecha toda una puta! ¡Acaba dentro de mío! ¡Ahora! … ¡Acaba dentro de mi vagina! ¡Llénala con tu semen hijo!” –me decía convulsionando espasmódicamente, su orgasmo la había hecho estremecer y no pude contenerme más. “¡Oh, mami que puta eres! ¡Que rica que es tu vagina!” –le decía mientras descargaba chorro tras chorro de semen. Contorsioné mi cuerpo para devorar sus sudadas tetas y morder sus apetecibles pezones, el placer con mi madre era indescriptiblemente delicioso, mi piel se había sensibilizado de tal manera que sentía los vellos en mis brazos que se erizaban. Mantuve mi verga dentro de ella, hasta que sus piernas se relajaron y suavemente me recosté a su lado, mis dedos acariciaban su vulva y chapotearon en los fluidos que emanaban de ella, mamá tenía su concha rebosante de nuestros tibios fluidos. Puso su mano sobre la mía y acompañó mis dedos que jugaban en sus inflamados labios. “¿En qué piensas hijo?” –me preguntó. “Quisiera estar siempre dentro de ti, mamá. Me parece maravilloso haber salido de esta conchita como un bebé y haber vuelto a entrar en ella como un hombre” –le respondí. Se abrazó a mí y me besó por largo rato. “Es tan maravilloso y perverso, aunque no está bien, pero me encanta la idea de que cojamos como enfermos” –me dijo. Desde ese día nos convertimos en amantes.    

Ella trabaja con tesón, pero regresa a casa temprano y los fines de semana son nuestros, solos ella y yo. Por supuesto que nuestra actividad favorita es botarnos sobre su lecho a coger  y coger por largas horas. Ella parece rejuvenecida y yo he madurado bastante, pero tuvimos que sustituir su vieja cama que no nos dejaba en paz con sus crujidos y chirridos, ahora tenemos una amplia cama de agua y mamá es todo un espectáculo cuando la observo desnuda,  curvilínea, voluptuosa y sus enormes tetas que se mecen al compás de la cama de agua. Nunca me canso de ella ni ella de mí.

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®

6 comentarios:

  1. Que delirante historia Caballero cada línea provoca luburia y pasión .
    Como siempre buen relato

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  2. Uffs exquisitas palabras caballero 👏👏👏🔥💦

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  3. exquisitaaaaa mamita la tuya amigo ojalá pudieras compartir más de esa relación prohibida

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  4. Un placer leerlo Señor como sabrá lo proivido exita y sus letras dan gran placer a la imaginación

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  5. Excelente relato, y que delicia como se la come y esa exitacion de lo prohibido.JOL

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