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jueves, 2 de noviembre de 2023

67. Gangbang inesperado


Me llamo Beatriz y tengo 28 años, Me gradué de periodismo en la Universidad Autónoma. Llevo algunos años trabajando en una revista haciendo investigaciones y reportajes. Hace tiempo que me daba vueltas la idea de crear un artículo sobre las personas privadas de libertad, por lo que hablé con mi editor y le conté sobre mi idea. Me dijo que estaba bien pero que no hiciera la típica historia de los crímenes que habían cometido, sino que lo centrara en la lo que éstos esperaban al cumplir su sentencia, sus sueños, sus esperanzas, el trabajo de la sociedad en cuanto a la reinserción y las intenciones para cuando salieran de prisión. Me pareció una idea genial, por lo que me contacté con Luis, el fotógrafo que siempre me acompañaba para hacer buenas imágenes. Hablé con la Dirección de Comunicaciones de Gendarmería para ver cuándo podría hacer el reportaje. Me dieron la fecha y que se me darían algunas instrucciones para seguir el día de la visita.

Estaba entusiasmada, ya que era un desafío para mí, nunca había entrado a una cárcel y eso me tenía ansiosa. Se concretó una entrevista con diez presos, de diferentes edades, que iban entre los veinte y cuarenta años, de distinta condición social para que así el reportaje aglutinara el mayor número de sujetos. Un día antes me contactó Gendarmería para darme instrucciones. No podíamos llevar objetos de valor, nuestros celulares y llaves deberían quedar en custodia, y las típicas medidas de seguridad que se tomarían para ponernos a resguardo en caso que sucediera algo. Llegamos a eso de las ocho y media de la mañana. Al entrar nos hicieron las revisiones respectivas y pasamos a una sala acompañados por un Gendarme. Yo sería la encargada de grabar la entrevista y hacer las preguntas, Luis tomaría fotos de los presos para capturar sus emociones.

Esperamos unos minutos y otro gendarme llegó para llevarnos al lugar de la entrevista. Pasamos por un pasillo largo, era un tanto lúgubre y mal oliente, parecía interminable. Una sensación de ansiedad recorría mi cuerpo, sentía ganas de correr para huir de ahí pero como una buena profesional de las comunicaciones contenía mis emociones y seguía caminando detrás del gendarme. Llegamos a una gran sala en dónde había una mesa y una silla. Antes de que entraran los reos, el funcionario nos dio instrucciones adicionales. Nos dijo que algunos de los reclusos estaban por homicidio, otros por robo y otros por violadores, pero no eran especialmente conflictivos, por eso habían sido seleccionados, ya que tenían buena conducta. N guardia nos acompañó a una gran habitación a través de un largo pasillo, cuando cerró la puerta tras nosotros, estábamos en una habitación de grandes dimensiones y unos 5 metros al frente estaban los 10 presos a los que tendríamos que hacer la entrevista. El guardia nos dio varias indicaciones, nos dijo que algunos de ellos estaban en prisión por delitos de sangre, que no eran especialmente conflictivos pero que sería mejor que las preguntas fueran directas y rapiditas. Nos dijo que teníamos 2 horas para hacer las 10 entrevistas, que a las 11 de la mañana es la hora de salir al patio a realizar los ejercicios y para entonces ya tendríamos que haber terminado. El guardia dijo que debía hacer la ronda, que las puertas no se abrían por fuera, así que si teníamos algún problema, lo que tendríamos que hacer sería pulsar el botón rojo que estaba al lado de la puerta, en menos de 1 minuto vendrían a ayudarnos. Salió de la habitación y cerró la puerta, pudimos ver a través de la ventanita de la puerta como se alejaba y salía por la puerta de la derecha. No teníamos por qué tener ningún problema así que yo estaba bastante tranquila y comencé con las entrevistas.

A los 15 minutos las entrevistas iban por el curso esperado hasta que a la pregunta: “¿Qué desea hacer cuando salga de la cárcel?”. Uno de los hombres me respondió: “Lo primero será follarme una zorrita como tú, pero me parece que no esperare a salir de aquí para hacerlo”. En ese instante me asusté, el resto de reclusos sonrieron ante la gracia del hombre que parecía ser el cabecilla del grupo, mi fotógrafo que hasta ese momento había permanecido en silencio tomando fotos de las entrevistas estaba a punto de pulsar el botón rojo cuando 2 de los hombres me sujetaron y le gritaron: “¡Oye cabrón, un minuto es mucho tiempo y antes de que vengan los guardias podemos romperle el cuello a la linda reportera y darte una buena paliza a ti!”. Ese cerdo tenía razón, por muy rápido que vinieran los guardias, esos hombres eran bastante grandes y fuertes, sobre todo el cabecilla que a simple vista me daba la impresión de poder romperme el cuello como si de una ramita se tratase. Nos dijeron que si me portaba bien con ellos, todo saldría bien y volveríamos a casa, yo imaginaba lo que pretendían y les dije que nos dejaran en paz pero ellos se rieron y me dijeron que todos estaban condenados a bastantes años, el cabecilla al parecer era el único condenado a cadena perpetua, me dijo que 2 muertos más le daban lo mismo, así que sumar más años a una condena de la cual no saldría le valía madres.

Los 10 hombres se desnudaron con rapidez y le dijeron a Luis que se estuviera quietito en una esquina de la sala, que como hiciera el más mínimo movimiento para acercarse al botón de alarma, me matarían. Me dijeron que ahora me tocaba desnudarme a mí. Había ido bastante tapadita, sabía que una cárcel no era el lugar idóneo para ir provocando pero al parecer a esos presos les hacía faltas bastante poco para ponerse calientes después de llevar años sin tocar hembra. Las lágrimas caían por mis mejillas, sabía lo que me esperaba pero no podía hacer nada por evitarlo, me quite el jersey que llevaba, también los zapatos y pantalones, quedando en brasier y bragas ante aquellos indeseables. Luego liberé mis tetas y baje mis bragas hasta el suelo, quedé completamente desnuda ante aquellos desgraciados. La visión de mis pechos y la ausencia de vello púbico en mi vagina los puso calientes, sus vergas se levantaron con impresionante rapidez y ante mis ojos quedaron 10 penes de buen tamaño, listas para hacer conmigo lo que quisieran.

Se pusieron en fila india y me pidieron que me arrodillara, sabía perfectamente lo que querían, así que cuando el primero se situó a un palmo de mi cara, me introduje su pene en la boca y comencé a chuparlo, una a una fueron pasando por mi boca, las chupaba como mejor sabia, tragándolas enteras hasta que la punta me llegaba a la campanilla, no quería que nos hicieran daño así que me esforcé por parecer una autentica experta en el arte de comerse un pene y comencé a devorar vergas sin parar, era terriblemente humillante, ver como esos hombres iban pasando uno a uno por mi boca para introducir su pene, yo seguía llorando a pesar de tener la boca llena de vergas, no podía dejar de pensar en Luis, en como él estaba viéndome chupar una a una las vergas de esos cabrones. No sabía si estaba excitado o simplemente aterrorizado, ya que sabía que su vida dependía de lo buena que fuera con esos mal nacidos.

Cuando el primero de ellos comenzó a jadear como un loco, sabía que estaba a punto de eyacular en mi boca, su verga palpitaba y el jadeaba, iba a acabar, intenté separarme de él pero me agarró del cuello y empujó mi cabeza contra su verga, en el mismo instante que acababa en mi boca. No podía separarme así que hice aquello que siempre le negué a mi novio por darme tremendo asco, empecé a tragarme el semen de ese hombre, sentí se deslizaba por mi garganta, llenar mis entrañas de su esencia. Todos quisieron acabar en mi boca y yo no tuve más remedio que tragarme todo el semen que esas putas vergas vertían. Luis miraba impotente en la esquina de la habitación, no podía hacer nada por evitarlo y encima debía estar presente ante tal humillación, viendo a su compañera de trabajo tragar el semen de esos hombres, uno tras otro.

Cuando la fila llego al final, allí estaba el que había organizado todo, ese hombre despiadado que había tomado el control y me tenía sometida a la lujuria de ellos esperando para meterse en el interior de mi garganta, para ese momento yo ya tenía el estómago lleno de semen y a pesar de lo humillante de la situación, algo empezó a calentarme, siempre había fantaseado con los hombres de ser cogida por varios hombres a la vez, ahora tenía una ante mí un sequito de hombres que llevaban tiempo sin follar y deseaban desahogar sus ganas conmigo, la situación no era la esperada pero tenía ganas de terminar cuanto antes, así que me fije como objetivo darle a ese cerdo la mejor mamada se su vida para que así nos dejaran en paz de una vez. Comencé en la base de su verga y lamí hacia arriba lentamente. Mi mano izquierda entre tanto estaba tocando sus testículos, arañándolos ligeramente con mis uñas, levanté su pene con la mano y chupe sus bolas, primero una y luego otra, sorbiéndolas con lujuria, mi vagina se humedeció, debido a que dejé que mis fantasías se hicieran parte del momento, para olvidar el lugar en donde estaba y los malditos que me cogerían sin piedad. Lamí la punta de su verga como si de un dulce se tratase, su enorme glande sonrojado era succionado por mis labios una y otra vez. Metí todo su glande en mi boca y cuando le oí gemir hundí su verga, metiéndome casi toda su verga por completo en la garganta. Pasaba mi lengua contra su verga mientras la mantenía dentro, sujeté el resto de su pene con mi mano dando así la sensación de que me había tragado su verga hasta el fondo. El resto de presos parecía disfrutar del espectáculo, ya que aplaudían y alentaban al cerdo que estaba frente a mí: “¡Sí, compadre, fóllate la boca de la zorra!”-gritaban. A mí me decían: “¡Vamos zorrita, cómetela entera! ¡Parece que esta puta estaba hambrienta de vergas!”. El último no tardó en derramarse, ya ni me molesté en apartarme, abrí mi boca todo cuanto pude, esperando que su eyaculación impactara contra mi garganta, me tragué toda la carga de sus testículos como una autentica puta.

Creía que todo había terminado, pero no era así, tenían una putita a su disposición y solo habían pasado 50 minutos, tenían más de una hora para hacer conmigo lo que quisieran y al parecer su idea era follarme hasta reventar. “Déjame a mi primero”. “Dale, hazla gemir hasta que ya no pueda más” –escuché que decía uno de ellos. Sentí como apoyo la punta de su verga en mi vagina. Empujo y la metió toda dentro de mí. No puede evitar emitir pequeños gemidos. Estaba en la posición donde más siento la verga cuando me follan, a cuatro patas como una perra en el suelo mientras tenia a uno de los 10 reclusos bombeando en mi vagina. “¡Ah, sí! ¡Qué rica puta!” –decía. No sé cuál de ellos me estaba cogiendo pero por sus gemidos estaba disfrutando mucho metiéndomela hasta el fondo. “¡Ay, uffff, por favor acaba afuera!” –fueron mis únicas palabras mientras podía ver al resto pajearse para que sus vergas estuvieran preparadas cuando llegara su turno. “Claro que no puta, vamos a acabar todos dentro de ti, para que así tengas un río de semen en tu sucia choca” –me dijo el muy cerdo mientras no paraba de embestirme. La verdad que para aquel entonces yo ya no parecía tener en cuenta nada externo a la cogida que estaba recibiendo, no pensaba en el pobre de Luis, ni en mi novio, ni siquiera en lo horrible que sería quedarme preñada de uno de esos cerdos. La verga de ese hombre entrando y saliendo de mi vagina, me había puesto caliente, no lo había podido evitar y ahora ya solo ansiaba ser follada por todos ellos. “¡Ah, sí, dame duro! ¡Fóllame maldito cerdo!” –le decía.  Sentí su pene a punto de explotar dentro de mí, llenando el interior de mi vagina con sus fluidos. Fue deliciosamente perverso.

Nada más terminar, otro de ellos tomó el relevo y empezó a darle duro a mi vagina. La violencia de sus embestidas fueron cada vez más fuertes. Mi conchita se fue poco a poco habituando a la follada y la verdad es que al cabo de un rato estaba disfrutando como una cerda. El preso me follaba con una violencia terrible, con lo que no tardó mucho en acabar, inundando mi concha con unos tremendos chorros de semen. Como había ocurrido con el anterior, nada más terminar otro se situó en mi vagina mientras yo ya estaba agotada de estar a cuatro patas, en esta ocasión uno de ellos no pudo esperar a follarme y se acercó: “Cómeme la verga pedazo de puta” –me ordenó. Acto seguido me metió la verga hasta el fondo de la garganta. La verdad es que más que haciéndole yo una mamada, lo que estaba haciendo él era follarme la boca, pues tenía mi pelo agarrado con sus dos manos y me movía la cabeza adelante y atrás para que su verga entrase y saliese de mi boca con violencia. Al mismo tiempo el de atrás me follaba con la misma violencia, sus embestidas hacían que la verga de su compañero me llegara hasta el fondo de la garganta hasta que sus testículos chocaban en mi barbilla. El que me follaba se situó debajo de mí de un rápido movimiento y empecé a cabalgar sobre él a horcajadas, me sujetaba de las caderas y cada vez que bajaba sobre su verga, esta se clavaba por completo hasta lo más profundo de mi vagina. Mis tetas bailaban con cada perforación, subían y bajaban, estaba gozando tanto que no noté como el cabecilla se había situado detrás de mí y empezó a meterme un dedo en el culo, supuse cuál era su intención e implore que no me dieran por detrás. “No por favor, por el culo no, no me la metas por el culo” –le decía.

El muy cerdo no hizo caso a mis suplicas, supuso que por ese agujero nunca me lo habían echo así que llamó a Luis pensando que era mi marido y le que estuviera atento para que viera como sodomizaba a su mujercita. Luis había visto que estaba gozando como una perra, ya no parecían obligarme, ya no me dejaba llevar, ahora yo los follaba igual que ellos me lo hacían. Sus ojos parecían encendidos en lujuria y claro tenía razón de estar así ante semejante escena que estaba viendo. Después de tantear con sus dedos, situó su verga en mi culo y empujando poco a poco, ayudado por la penetración de su compañero, su verga se metía más y más en mi culo hasta que de un empujón me la clavó de golpe. Hubiera gritado de placer al sentir esas vergas llenar mis agujeros sino hubiera sido porque aún tenía otra en mi boca.

El líder acabó en mi culo y los que faltaban siguieron probando mi vagina, el baile de vergas por todos mis agujeros comenzó hasta que los 10 hubieron terminado dentro de mí. No podría decir cuántas veces tuve orgasmos pero mis piernas temblaban y mi concha rebozaba de semen. La mirada de Luis se había vuelto morbosa, ya no había miedo en sus ojos, sino excitación y la verdad que a mí también me calentaba la forma en que me miraba. Aún faltaban 20 minutos para las 2 horas, momento en que el guardia llegaría para sacar a los presos al patio de la prisión. Tiempo más que suficiente según el jefe. “Bueno cielo, has sido muy buena, te has portado como una puta así que en estos minutos que restan te mereces una buena cogida de culo” –dijo con una maldita sonrisa. “Háganlo de una vez, hijos de puta” –le respondí. Yo misma me sorprendí ante tamaña ordinariez, me había convertido en una puta o tal vez siempre lo fui, pero la zorra que llevaba dentro aun no había encontrado el momento de darse a conocer.

Dicho y hecho. Al oír mis palabras volvieron a hacer una fila, me volvieron a poner en cuatro pero esta vez mirando hacia Luis, a unos 2 metros de distancia de donde el se encontraba. Querían que él viera con todo detalle cómo me daban por el culo, como me la metían como a una perra. Uno de ellos agarró su verga y con la otra mano separó mis nalgas, empezó a meter la punta de su glande con cuidado, para acto seguido bombear con más fuerza, hasta que el mete y saca se hizo continuo.

Al cabo de un rato dejó sitio a su compañero, me sorprendió que no acabara en mi culo, pero al parecer tenían una sorpresa para el final. El que tomó el relevo de su compañero en mi culo comenzó a metérmela con ganas, mis gemidos iniciales de placer pronto se convirtieron en auténticos gritos. “Tranquilos que ahora me toca a mí. ¡Voy a darle bien por ese sucio culo a esta puta” –dijo el líder. Después del trabajito que habían hecho en mi culo, no tuvo demasiadas dificultades para meterme toda su verga. Sus manos apretaban con fuerza mi cintura, mientras su verga golpeaba brutalmente mis intestinos, haciéndome sentir una cascada de sensaciones que me tenían en éxtasis. Todos estaban completamente calientes y no tardaron ni diez segundos en volver a llenarme el culo con verga cuando su líder salió de mi culo. Todos pasaron por mi culo pero sin llegar a eyacular. Me habían cogido de manera terrible y estaba agotada, con un sueño tremendo. Ya eran las 11:00, el guardia tenía que estar a punto de llegar, los 10 hombres se pusieron en círculo a mí alrededor y empezaron a pajearse. Arrodillada en el suelo y con la boca abierta recibía el semen de cada uno, llenando no solo mi boca, también mi cara y mis tetas; me sentía una sucia puta, pero lo había disfrutado, ya que en cierta forma como les comenté se estaba cumpliendo una de mis fantasías más sucias.

Cuando el guardia entró en la sala, encontró a Luis en el suelo, él vio como las 10 vergas dispararon su semen, vio como me follaron y me escuchó gemir como puta. “¡Malditos bastardos!” –gritó el guardia, pidió apoyo por radio, pero mientras se dio el gusto de golpear a los prisioneros hasta que se cansó, ellos no pusieron resistencia, ya que su cometido estaba cumplido; tampoco podían hacerlo porque el apoyo llegaría más rápido que tarde. En medio del charco de sangre estaban los presos cuando llegó el apoyo, guardias fuertemente armados y a rostro cubierto entraron y se llevaron a los reclusos esposados y arrastrándolos por el piso, no merecían un trato más digno que ese, incluso antes de sacarlos de la sala los patearon el suelo. “Los llevaremos a la zona de alta seguridad con los presos más peligros, ellos sabrán que hacer con ustedes malditos violadores” –dijo uno de los guardias.

Yo no sabía cómo reaccionar, estaba shockeada por la situación. El guardia que llegó primero me ayudó a ponerme de pie y a cubrirme para llevarme a un ala donde estaban los vestuarios de los gendarmes femeninos, donde vendrían expertos a tomar muestras y así alargar la estadía de esos cerdos en la cárcel. Le dije que no era necesario, solo quería darme una ducha y olvidarme de lo que pasó. Verlo de pie sin emociones en el rostro me tenía un tanto consternada, estaba desnuda frente a él pero parecía no importarle. ¿Era tan profesional como para controlarse? En mi mente se forjó la idea de averiguarlo. “Señor oficial, ¿podría usted ayudarme?” –le dije con un tono sensual. Me miró impávido y dijo: “Claro, ¿qué necesita?”. Me acerqué a él y puse mi mano en su pantalón, pude sentir que su verga estaba dura y le dije: “Esto necesito en mi boca”. “Señorita. ¡Por favor contrólese!” –me dijo. “Usted es el que sabe controlarse, ya que su verga dice otra cosa” –le dije bajando el cierre de su pantalón. Ya pareció no estar tan controlado, sino que dejó que metiera mi mano y sintiera esa erección que intentaba disimular. Saqué su verga de ese encierro y me puse de rodillas, se la empecé a chupar con suavidad, lentamente, su cara de placer era el indicativo de que le gustaba la sensación que mi boca le brindaba. “Por eso los presos te cogieron, por ser una puta. No creo que sean tan culpables” –me dijo. Yo seguí concentrada en lo que estaba haciendo. La verdad que tenía razón, era puta y lo que dijeran ya no parecía importarme, había descubierto los placeres del sexo a manos de esos 10 cerdos. “¡Sigue chupando puta! Parece que quedaste con más ganas de verga” –decía mientras me daba de bofetadas. Sentir sus manos golpeándome el rostro en cada mamada que le daba me ponía más caliente, ya no había nadie que nos estuviera observando así que podía ser tan puta como se antojara serlo.

Seguí chupándosela como posesa, él tenía tomado mi pelo y marcaba el ritmo con que quería que mi boca siguiera el ritmo. En mi mente estaba hacerlo acabar y disfrutar de la tibieza de su semen recorriéndome la garganta, así que aceleré el ritmo. El gendarme jadeaba, bufaba, su verga me palpitaba en la boca. “¡Qué rico lo haces! ¡Sigue, no pares!” –me decía mientras hundía su verga en mi boca, sabía que pronto estaría saboreando su semen. “¡Vamos oficial, deme lo quiero!” –le dije ya presa de la lujuria que me estaba consumiendo. Me miró al piso y dijo: “¡Calla puta, sigue chupando!”. Seguí con demencia comiéndole la verga hasta que el fin el primer chorro salió expulsado, luego otro y otro, dejando mi boca llena con su espeso semen. Al ver que mi objetivo estaba cumplido tragué todo ese tibio líquido y me quedé en el suelo con una sonrisa perversa. “Date una ducha zorra y vístete, es hora que te vayas” –dijo, saliendo del lugar. Me duché y vestí, podría decir que fue un calvario pero no es así. Claro, al principio sí, pero se convirtió en un vendaval de sensaciones y un descubrimiento de lo que era en verdad.

Después de dar declaraciones de lo sucedido me puse reencontrar con Luis que fumaba un cigarrillo esperándome fuera del auto. Un silencio sepulcral reinaba entre ambos. Condujo hasta que llegamos a la revista, en donde ya sabían lo que había sucedido. Obviamente todos estaban consternados, pero ninguno se atrevía a preguntar nada. Mi editor me dijo que tenía los días de permiso que quisiera, ya que entendía los traumas que lo vivido me podría haber causado. Cuando salí de la oficina Luis me estaba esperando, me llevó a casa. Al llegar le dije que pasara ya que él igual había sido víctima de aquello y que no me gustaría que por eso nuestra amistad se terminara. Estacionó y entramos al edificio, subimos al ascensor en silencio, ninguno de los dos se atrevía a decir algo pero nuestras miradas decían todo. Aun en sus ojos se percibía esa lujuria que me miraba cuando me estaban cogiendo los presos. Cuando entramos, él me tocó las nalgas. Sonreí y le dije: “Parece que no estás tan traumado”. Me miró y dijo: “Tú tampoco parecías estarlo”. “Estamos aquí porque sé que te quedaste con las ganas de participar” –le dije. No sé en qué momento ya estábamos desnudos y estaba encima sobre su verga moviéndome como puta. Él me tenía tomada de las caderas y me nalgueaba con fuerza. “¡Eso castiga a esta sucia puta!” –le decía mientras me movía con más fuerza. Me puse en cuatro y Luis no perdió tiempo en metérmela por el culo, ya lo tenía abierto así que no tuvo que esforzarse mucho. Siguió con un movimiento bestial, si hubiera descubierto antes lo puta que era hace tiempo que estaríamos cogiendo. Cada brutal embestida me hacía recordar la sala de la cárcel y lo estaba disfrutando. Mis gemidos eran estrepitosos, casi guturales. Me tenía en las nubes, me hacía gritar de placer. Me importaba una mierda si me escuchaban los vecinos, solo quería disfrutar y retribuirle a Luis el susto que tuvo que pasar por querer contar una buena historia, digna de algún reconocimiento. Se tumbó en la cama y me lancé sobre su verga para devorarla, se la chupé como loca, él gemía y yo me la hundía hasta la garganta. Luego de un rato frenético de estársela mamando eyaculó y me tragué todo su semen. “¡Lo has hecho de maravilla!” –me dijo. Se vistió rápidamente y salió. Me quedé tendida en la cama sonriendo, no podía creer lo puta que me había vuelto por culpa de ese Gangbang inesperado.

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®

4 comentarios:

  1. Uffff que deliciosas letras cada línea trae un olor a lujuria vivita que esta ahí floreciendo y sacando todos los demonios a relucir para ser lo más puta posible
    Como siempre Caballero un estupendo relato

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  2. Todas las mujeres tenemos una puta en nuestro interior pero hace falta un empujoncito para sacarla a flote. Esta más decir que me encantó...

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  3. Si así se pierden los miedos para entregarse al disfrute; es un paso gigante desde lla vista de una pequeña; a su vez un colosal salto al vacio; que la lujuria y el placer se encargue de todo; gracias por tan bien relato, como siempre un viaje a lo desconocido.

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  4. Exquisita lectura hiso qué la p... De mi se masturbara gracias por regalarme este exquisito placer

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