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sábado, 28 de octubre de 2023

65. ¿Quién podría saberlo?

 

Había despertado en mí la sexualidad hacia poco, mis senos comenzaron a crecer y el vello púbico comenzaba a aflorar tímidamente en mi entrepierna. Yo era una niña normal de 15 años, de pelo liso, negro y de tez clara, que destacaba de las demás por tener unos fuertes ojos color celeste. “¡Que lindos ojos!” –me decían seguido y eso me hacia sentir linda, pero quizás, pensaba yo, era lo único lindo que tenia. Mi nombre es Paulina, o la Pauli como me dicen mis amigas.

La primera vez que sentí cosquillas es mi entrepierna fue cuando se me acercó la Catherine, que era una amiga y me dijo: “¡Oye Pauli! El José y el Marco te están mirando las piernas. ¡Tratan de verte el calzón!”. La sala de clases se dividía en cinco filas de pupitres, cada pupitre era una mesa de tipo escritorio en la que alcanzaban dos sillas. Yo compartía pupitre con la Ayleen y nos sentábamos en el sexto pupitre de la fila central.

El José y el Marco eran compañeros de curso que se sentaban en la segunda fila en el segundo pupitre. “Mira, se recuestan sobre el pupitre y miran por debajo de su brazo” –me explicó la Catherine. Yo los mire y me causaron molestia, cerré mis piernas y me ajuste mejor la faldita, pero no puede evitar sentir un cosquilleo extraño en mi vagina.

Nuestro uniforme consistía en una camisa blanca, y nos colocábamos encima de la camisa el llamado “Jumper” que era como un vestido azul de una pieza. Mi “Jumper” me había comenzado a quedar pequeño, pero como mis padres no tenían buena situación económica tuve que seguir utilizando el del año anterior. Me quedaba un poco apretado y algo mas corto de las piernas, ya la falda estaba sobrepasando mis rodillas. Claro, como tenia la falta más corta que las de mis amigas me convertía en el objetivo de los mirones. Cuando me daba cuenta que me estaban mirando, cerraba mis piernas y me quedaba petrificada en mi asiento. Creo que eso hizo también que comenzara a fijarme cuando un hombre me miraba, cuando estaba en la calle caminando con mis amigas comencé a tomar mas atención a eso. Me daba cuenta claramente cuando un hombre me miraba y luego dirigía su vista hacia abajo, hacia mis piernas y caderas. Me daba cuenta también cuando se daban vuelta a mirarme el trasero.

Creo que mis ojos no eran lo único bonito en mi, comencé a pensar, pero me perturbaba la situación. Casi siempre cuando descubría que me miraban no sabia que hacer, me petrificaba. Me ocurría lo mismo que cuando alguien hacia notar lo lindo de mis ojos, no sabia que hacer ni que decir. De a poco me fui acostumbrando a las miradas y me gustaba. El pináculo de todo fue cuando vi en la calle a un chico que me gustó y lo sorprendí mirándome, por esas cosas descubrí que yo tenia justo en ese momento los cordones de un zapato desabrochados, así que, dándole la espalda al chico me agaché sin doblar las rodillas y me abroché el zapato. No lo miré, volví a reincorporarme, y salí caminando como si nada. Sabia que le había mostrado todo, de seguro se me vieron hasta los calzones y eso me dio mucho morbo. Caminé hasta la esquina y cuando llegue ahí, comencé a caminar mas rápido, como huyendo, con una risa nerviosa que no me podía sacar de encima. Me recordaba de lo que había hecho y me calentaba, mi vagina se comenzaba a mojar y las ganas de tocarme no las aguantaba. Había intentado masturbarme otras veces, pero nunca como esta. Fue mi primera masturbación disfrutada de verdad, mi vagina parecía un humedal y me llegaba a mojar la mano.

Ya en el colegio, cuando estaba sentada en clase y descubría que me miraban, me mordía el labio de la excitación y mirando para cualquier lado abría mis piernas y mostraba mis calzones. Yo me daba cuenta que al José y al Marco les gustaba y se volvían locos, porque uno le pegaba un manotazo al otro avisando lo que había pasado y hablaban bajo entre los dos. Me gustaba mostrarme, me gustaba mucho, pero tampoco quería quedar mal, como la mas caliente de la sala o que me trataran de puta o cosas así, eso hubiera sido horrible para mi y mi perdición, por lo que todo lo hacia de forma inocente, como si me hubiera descuidado solamente.

Me comenzó a ir un poco mal en los estudios, me saque una muy mala nota en matemáticas y mis padres me castigaron, me dijeron que si no subía la nota no me dejarían salir con mis amigas. A mi tampoco me gustaba sacarme malas notas, así que comencé a estudiar más, con tan mala suerte que cuando quedaba poco para una prueba importante de matemáticas me enfermé de gripe. Me quedé en casa esos días, intentando estudiar junto al malestar de la gripe. Me quedaba sola ya que mis padres salían a trabajar, mi mamá me dejaba el desayuno y luego se despedía con un beso. Yo me quedaba en cama acostada, sacaba mis cuadernos y me ponía a repasar las materias.

Mi pieza era chica, pero solo para mi. Tenia una cama y un escritorio, además de la camita del Loquito. El Loquito era nuestro perro, un Cocker Spaniel, de esos café como la perrita de la película “La dama y le vagabundo” de Disney. Tenía orejas largas y pelo largo, lo manteníamos siempre con su corte de pelo, bien corto el lomo, pero le dejábamos el pelo largo hacia abajo, también tenia pelo largo en las patitas. La camita que tenia en mi pieza era para que entrara a veces, cuando hacia frio en las noches, pero él tenia su casa en el patio. Yo lo quería mucho y muchas veces lo invitaba a dormir conmigo en la cama. Dormía abrazada a él en las noches de invierno, cuando hacia frio, porque era calientito y suave.

Mientras estudiaba, el Loquito se acostó al lado mío en la cama, yo le acariciaba el lomo mientras miraba mi cuaderno, el Loquito se estiró y se acostó de espalda con las piernas abiertas. Entre todo el pelo, distinguí claramente los testículos del perro y los quede mirando, empecé a acariciar la barriga del perro, y descubrí su pene. Nunca había tomado en cuenta que los perros al igual que los hombres tienen pene, mi corazón empezó a golpear fuerte y de apoco fue corriendo el pelo que tapaba el pene del perro, hasta dejarlo descubierto totalmente. Su pene era chico, al menos la parte que se despegaba del cuerpo ya que el resto del pene corría pegado al estomago terminando en los testículos al final. Comencé a tocarle el pene y los testículos al perro, excitándome en sobre manera. Tenía un pene y unos testículos para mí y nunca me había dado cuenta de ello. Miré para todos lados de mi pieza y afiné el oído tratando de sentir si había alguien en casa si ya todos se habían ido. “No hay nadie” –pensé, y luego de un golpe agaché mi cabeza y le chupé el pene. Lo sentía chiquitito en mi boca y muy blando. Quedé como con 4 pelos en la boca, y no los podía sacar, en especial uno que me quedó por la garganta. No sé, le toqué el pene al perro y también quería saber el sabor, pero la tonta de mi no pensó en el pelo. El perro se molestó cuando lo hice, pataleó y cambió de posición, y yo me quedé helada. “¿Qué estoy haciendo? ¡Que tonta soy!” –pensé. Quedé con la sensación de que alguien me podría descubrir, alguien podría saber que le chupé el pene de perro. “Tonta, el perro no habla” –me dije a mi misma. ¿Cómo alguien podría saberlo?

Al siguiente día, volvió a pasar por mi mente el tocar al perro y lo hice. Termine haciendo una especie de sesenta y nueve con el perro, yo con mi cara apoyada en el pene y los testículos del perro, mientras le acariciaba el lomo. Me gustaban sus bolas, eran calientitas y suaves. No intente chuparle nada porque el perro se incomodaba. No aguante la excitación, y estando los testículos del perro en mi cara comencé a masturbarme, cuando ya me corría saque la lengua y le lamí las bolas, pero el perro se molestó, se paró y se fue de la pieza. Yo comencé a convulsionar con el orgasmo que estaba teniendo, luego me tapé en la cama y me dormí. Luego de eso, cuando ya volví al colegio y me había mejorado, me sentía enormemente caliente, andaba ardiente. Incluso miraba la entrepierna de mis amigos imaginando como serán sus penes. De vuelta a casa ya no estaba sola, mi mama y mi hermano chico siempre estaban, así que ya no podía hacer mis cosas con el perro, porque podían entrar a mi pieza en cualquier momento. Me masturbaba en la ducha y me masturbaba en mi cama cuando me acostaba. El Loquito dormía en su casa en el patio, porque era verano, y me daba miedo entrarlo. Igual lo hice y al verlo mi mamá me pregunta: “¿Por qué entras al perro si no hace frio?”. No supe que responder, solo que quería que acompañara para estudiar. Lo metí a la pieza y ahí estábamos. Me tuve que comportar para no llamar la atención, aunque me moría de ganas de sentir la lengua de Loquito hurgando mi vagina. Un momento me perdí fantaseando y dejé que Loquito jugara con su lengua en mi vagina, me tapé la boca para contener mis gemidos y disfrutar casi en silencio sus lamidas. Me olvidé incluso de una tarea que debía entregar al día siguiente.

Ya en la escuela di un grito de espanto: “¡Ah no! ¡Lo olvide!”. Ayleen me había preguntado si ya había terminado la tarea que había que entregar en la clase de química, y no, no había hecho nada. Le pedí un poco más de tiempo a la profesora, le dije que había tenido unos problemas y no pude hacerla. Por suerte se apiadó de mi alma y me dio solo un día. Llegué del colegio directo a mi escritorio a hacer la tarea, ni siquiera me cambie de ropa. Me aterraba no tener la tarea para mañana, ya que química era uno de los ramos del colegio en el que me iba mal, y la nota de la tarea iba a ser una gran ayuda.

El Loquito entró a la pieza y se recostó a mis pies, como siempre lo hacía, mientras yo preparaba mi tarea. Cuando terminé de escribir una sección de la tarea, lo miré y lo llamé. Él siempre apoyaba su cabeza para que le hiciera cariño, o se paraba en dos patas y yo le hacía cariño en la cabeza y le daba un beso. Esta vez se paró en dos patas, entre mis piernas. Yo estaba con mi uniforme y me di cuenta que el pene del perro al estar yo sentada quedaba justo apuntando hacia dentro de mi falda. Me calenté mucho y acerqué más al perro hacia mí, lo tomé de la cintura con mis manos y lo atraqué contra mi abriendo mis piernas. Él quedó apoyado justo con su estómago en mi vagina, ahí empecé a mover mis caderas y a friccionar mi vagina contra él, mientras miraba nerviosa la puerta de la pieza, porque no estaba sola en casa. El pene del perro era pequeño y no le vi el problema en ese momento, me levanté y me bajé el calzón quedando desnuda bajo la falda y volví a sentarme en la silla. La silla podía configurarse, es decir, podía subirse o bajarse. La coloqué lo más abajo que podía, me senté arqueando la espalda y abriendo las piernas. Llamé al perro y lo acomodé al centro entre mis piernas. Esperé a no sentir ruidos de pasos cerca, y acomode más al Loquito, al final quedé con su pene apoyado en mi vagina, y su cabeza casi en mis tetas, y comencé a mover mis caderas rozándome contra él mientras agudizaba mi oído por si alguien venía. El pene se salía, era blando, no era duro así que no entraba para nada en mi vagina. En mi desesperación le agarré el pene con una mano e intentaba forzarlo a entrar, al parecer al perro eso le gustó porque sentí de pronto que se movió como queriendo follar, movió las caderas de forma acelerada. Luego se bajó de la posición en la que estaba rápidamente y metió su cabeza entre mis piernas, se me pararon todos los pelos del cuerpo cuando hizo eso, le agarré la cabeza y se la alejé de mí. “¡No seas tan bruto! Recuerda que no estamos solos” –le dije. Lo tome de las patas delanteras y volví a subirlo encima mío, en ese momento olvidé completamente que había mas gente en casa, porque en la posición en que estaba, con las piernas abiertas se me veía toda la vagina, ya no estaba teniendo ningún cuidado. En el forcejeo, me anduve cayendo de la silla, así que volví a intentar sentarme, cuando lo estaba haciendo, el Loquito me pilló desprevenida y me oloroso la vagina. Me asusté y volví a alejarle la cabeza de mi entrepierna con un manotazo. Luego lo dejé,  me quedé mirando mientras él me olía la vagina y de repente me la comenzó a lamer. Me dio susto y le agarre la cabeza, pero él porfiaba, él hacia fuerza con su cabeza para seguir lamiendo mientras yo intentaba alejarle la cabeza. Al final, afirmándole la cabeza, lo dejé lamerme. Con cada lamida me daba más confianza y aflojaba la fuerza con la que le tenía afirmada la cabeza. Él se volvió loco, movía la cola y agachando la cabeza, comenzando a ladrar. “¡Cállate Loquito! Si alguien nos ve será la última vez que podremos jugar” –le dije yo, lo tuve que sacar de la pieza mientras mi mamá me preguntó: “¿Qué pasa? ¿Por qué está así el perro?”. “No sé, se puso a molestar de repente” –le respondí a mi mamá. Saqué al perro al patio y volví a mi pieza. Al sentarme otra vez sentía que mi corazón se iba a salir de mi pecho. Las lamidas que me dio habían sido espectaculares, lo mejor que había sentido hasta ahora, me costo mucho volver a concentrarme en la tarea. Aunque el día anterior también me había hecho llegar a las nubes, pero ahora sus instintos de macho salieron y lo hizo más salvaje.

Estuve todo el día pensando en eso y ya entrada la noche, estando acostada en la cama casi no aguantaba las ganas de entrar al perro a mi pieza, pero me daba miedo que este se pusiera a ladrar como lo había hecho en la tarde; tenía que esperar a quedarme sola. Llegó el fin de semana, estaba viendo televisión cuando mi madre se acercó y me dijo: ‘Termina de ver televisión. Vamos a ir a ver a tu abuela”. Yo siempre iba a verla, porque la quería bastante, pero cuando mi madre me dijo eso, mi corazón dio un brinco. “No quiero ir, me duele el estomago un poco y siento nauseas” –le dije mintiendo. Quería quedarme sola, y estaba decidida a intentar todo para lograrlo. Mi mamá no hizo mayor problema, pero me dio unas gotas de Viadil, un remedio que según ella me iba a ayudar y me dejó almuerzo, unos tallarines con pollo. Estaba ahí, toda nerviosa esperando que mis padres se fueran a ver a mi abuela, y no se iban nunca. “No se les valla a olvidar algo” –les decía yo, para que no se fueran a devolver. Mirando por la ventana, los vi subirse al auto y partir. Esperé y esperé, tenia miedo de que decidieran volver por alguna razón. Cuando sentí que era un tiempo prudente, salí al patio a buscar al Loquito. Lo llevé conmigo a mi pieza y cerré la puerta con llave.

Me bajé el pantalón que tenia puesto y los calzones, sentándome en la silla de mi escritorio. Le tome la cabeza al perro acercándolo a mi vagina, yo abrí las piernas y me acomodé mejor en la silla echando mi cuerdo hacia atrás. Después de olfatear, me comenzó a lamer y luego hizo lo mismo de antes, comenzó a mover la cola y a ladrar. Después me saltaba encima y yo lo trataba de acomodar entre mis piernas, pero él con su locura no se quedaba quieto. Comencé a masturbarme con locura mientras el perro me ladraba, luego cuando me saltaba encima, lo trataba de afirmar entre mis piernas y buscaba su pene con una mano, tratando de agarrarlo. Cuando logre agarrarle el pene sentí su pene extraño, lo tenia mojado y suave, pero lo que me causo sorpresa era que estaba duro. Pude mirarlo mejor, y del pene del perro sobresalía una punta roja, algo que yo nunca había visto. En una de esas veces en que el perro volvió a saltarme encima, lo afirme con mis piernas y lo tome con mis manos de las patas delanteras, tire de sus patas delanteras hacia arriba para que este quedara mas apretado contra mi y justo en ese momento lo sentí, su pene me penetro. Él también lo sintió, porque justo en ese momento él comenzó a bombear, con el movimiento de mete y saca, penetrándome profundo. Fue una penetración intensa, él me lo hizo muy fuerte y rápido, como si la vida se le fuera en ello. Pero luego se detuvo y se quedó quiero sobre mí jadeando. Yo quería mas, lo sentía muy rico y mi vagina vibraba, intente que el perro reaccionara moviéndome, pero él nada. Al rato el perro se sintió incomodo y comenzó a querer bajarse, cuando sentí su pene saliendo de mi interior me dio la impresión de que era enorme, y cuando lo miré. ¡Era enorme!. Era un pene grande y rojo. No podía creer que tuviera eso adentro de mi vagina, me toque la vagina media asustada y estaba súper mojada, como si fuera una gran babosa. Me comencé a masturbar y el perro se acercaba, me lamia la vagina un poco y luego se lamia el pene. Ahí tuve mi orgasmo. Tuve que ducharme luego, ya que el líquido me corría hasta por las piernas cuando me levante. Cuando llegaron mis padres mas tarde, me sentía nerviosa, como si pudieran de alguna forma descubrir lo que hice. Luego pensé: Soy una tonta. ¿Quién podría saberlo?

Perdí mi virginidad con el Loquito y no fue para nada lo que yo esperaba. Él duro muy poco. Pensé para mi que nunca mas lo volvería a hacer ¿Para que?, si no era demasiado rico. Este pensamiento me duro la semana, porque volví a quedarme sola luego, y volví a hacer lo mismo. El Loquito no duraba mucho, pero solo la sensación de ser penetrada, aunque sea un poco era mejor que solo masturbarse. Aprendí a hacerlo mejor, ya que luego de penetrarme, el perro me lamia la vagina más tiempo. Me penetraba y luego lo dejaba lamerme todo lo que quisiera. También comencé a usar leche o yogurt con la que me mojaba la vagina y él me lamia más.

Ocurrió que, un verano fuimos a la cabaña de un tío cerca de la Serena, una ciudad de Chile. Fuimos a veranear por una semana y ahí tenían un perro Pastor Alemán, grande. También estaban allí dos de mis primos a los que tenia medios locos, cuando estábamos en la playa no me quitaban los ojos de encima. La cabaña tenia duchas, pero estas estaban afuera de la casa. Eran como piezas hechas de madera. Cuando volvíamos de la playa, nos duchábamos allí para quitarnos la sal, como las duchas estaban afuera y no estaban muy selladas, es decir, podías mirar entre la madera y aparte el agua era poca, yo me bañaba junto con mi mama, y nos bañábamos con el traje de baño puesto, por si alguien nos miraba. Mi mamá ya me había advertido que ella pensaba que mis primos eran un poco pervertidos, tenían 3 años mas que yo y me dijo que tuviera cuidado con ellos. No tenía idea de que yo era una pervertida también ¡Si supiera que tenía sexo con el Loquito casi todas las semanas! Me gustaba calentar a mis primos, mostrarles el trasero en la playa y cosas así. Un día descubrí a uno de los dos, intentando mirar entre las tablas de las duchas cuando yo me estaba bañando con mi mama, pero no dije nada. Me hice la tonta y le dije a mi mamá que me iba a sacar la parte de arriba del traje de baño, porque me estaba molestando. Me lo solté y lo deje a un costado, y comencé a jabonarme las tetas y a sobajearlas hacía el lado en el que sabia estaba uno de mis primos mirando. Mi mamá también se sacó la parte de arriba del traje de baño, estábamos las dos mostrándole las tetas a mi primo pero ella no sabía. Me calentó saber que nos miraban, tanto que mis pezones se pusieron duros, obviamente mi mamá se dio cuenta pero no me dijo nada. “Tengo arena entre las piernas” –dijo ella. Se quitó la parte de abajo del traje de baño, supongo que mi primo estaba igual de caliente que yo, ya que por alguna razón ver a mi madre desnuda prendió mi calentura al máximo. Le dije: “También me molesta, debe ser arena”, y también me quité la parte de abajo del traje de baño. Le jaboné las tetas y sus pezones se pusieron duros, mamá se había calentado o era por el roce de la esponja. Como buena niña curiosa decidí explorar y ver lo que realmente pasaba. Pasé mis manos por sus tetas y ella no dijo nada, seguí y noté que no era el efecto del roce de la esponja sino el roce de mis manos por sus pechos. Apreté uno de sus pezones y ella dio un pequeño gemido. Se volteó y me dijo: “Déjame jabonar tu entrepierna para sacarte la arena”. “Sí mamá” –respondí. Abrí mis piernas, pero no tenía intenciones de pasar la esponja con jabón, sino sus dedos. Cuando pasó sus dedos por mi clítoris di un pequeño suspiro, ella sonrió y me susurró: “No sé qué me hiciste hija, pero tenía ganas de tocarte hace tiempo. Entonces mi perversión se encendió y le dimos un espectáculo al mirón de mi primo. La bese en los labios tiernamente, ella siguió jugando con mi clítoris a un ritmo vertiginoso, tenía que apretar mis dientes para no gemir. Yo estaba con los brazos en alto disfrutando de esas perversas caricias en mi entrepierna, mamá sabía que lo estaba disfrutado, estaba casi al borde del orgasmo cuando se detuvo y se puso de rodillas. Separé mis piernas cuanto pude y empezó a lamer. “¡Oh, por Dios mami!” –decía con mi cuerpo estremeciéndose. Al instante mi mente se transportó a las lamidas que me daba Loquito. Ahora era la perrita de mi mami quien me daba placer con su lengua. No me podía aguantar más, mi cuerpo comenzó a temblar y mi vagina palpitaba violentamente, mamá sabía que el orgasmo me estaba azotando pero no se detenía, le gustaba el sabor de mis fluidos como a Loquito. No podía decir nada, solo gemir de placer, estaba exhausta, pero ,e gustaba en la forma que me hacía disfrutar. Cuando se sintió satisfecha se detuvo y dijo: “Ahora es tu turno hijita”. No me negué así que me puse de rodillas y ella separó sus piernas, mi lengua se deslizó despacio por su vagina, el sabor que tenía me encantó, era primea vez para mí y era todo un deleite. Imité los movimientos que ella hizo y empezó a gemir; nunca la había oído gemir, es más nunca la había escuchado si quiera coger con papá, así que todo era nuevo y perverso. Al cabo de unos minutos ella también acabó ahogando sus alaridos de placer. Nos besamos y ella salió primero de la ducha, al poco rato lo hice yo y me fui a mi pieza, sabiendo que mamá y yo teníamos un secreto que compartiríamos.

Cuando salí de la pieza descubrí a mi primo sentado tomando una tasa de leche y mirándome con una cara de tonto. Yo hice como si nada hubiera pasado y me senté también a comer algo mientras hablaba distendida. “¿Qué tanto me miras?” –le pregunté. Puso cara de inocente y dijo: “Nada, prima, solo te miro”. “Dime, ¿acaso tengo monos en la cara?” –insistí. “No es eso,” –respondió. “Entonces, ¿qué es?” –dije. “Déjalo así” –dijo él. “¿No te gustó lo que viste en la ducha?” –le insistí. Quería saber si era tan valiente para decirme algo al respecto, ya que era muy valiente para espiar.  “No digas eso, claro que me gustó, pero nunca imaginé que pasaría lo que vi” –dijo. “Bueno, al menos lo disfrutaste y supongo que te pajeaste viéndonos” –le dije con una sonrisa. “Claro, incluso tenía ganas de entrar” –dijo. “Lástima que te quedaste solo en las ganas por pajero” –le dije y me fui dejándolo solo. Desde que llegamos me causó curiosidad el perro que tenían, cada vez que podía le acariciaba la cabeza. Pese a ser un perro grande, era muy regalón, era un grandulón tierno. Se me pasó por la cabeza muchas veces, como será tener sexo con él. Debería de tener un pene bestial, si él del Loquito era grande, pues este debería ser fuera de toda proporción. Difícil saberlo de verdad, porque como ya había descubierto el pene erecto de un perro no tiene nada que ver con el pene que uno les ve de forma normal. Fuimos a la playa otro día, y resultó que a mis primos los invitaron unos amigos a ir a algún lado. Me invitaron, pero la cara de mi mama me lo dijo todo. “No puedo ir” –les dije. En mi cabeza loca, había estado haciendo planes de como quedarme sola con el Pastor Alemán. Ya no estaban mis primos y todos los demás estaban en la playa, era mi oportunidad. “Voy a ir a la cabaña, quiero dormir un poco” –le dije a mi mamá. Ella me lo permitió, así que yo tomé mi toalla y mis cosas, y me fui caminando. Entré a la cabaña, guardé mis cosas y luego salí al patio. Tenia susto y me dije a mi misma: “No hagas tonterías ¿Qué podría pasar si alguien te descubre con el Pastor Alemán?”. Eso me daba mucho miedo.

Fui a la ducha mejor, para sacarme la sal y la arena, entré y el perro andaba dando vueltas por afuera. Corté la llave del agua y saqué la cabeza hacia afuera, por al puerta de la ducha que en realidad era un pedazo de plástico. Lo llamé y le acaricié la cabeza, de a poco lo hice entrar conmigo a la ducha. Me agaché y le acaricié el cuerpo, y mientras lo hacia me fue creciendo la calentura, hasta ese nivel en que pareciera que nada importa. Había intentado con el Loquito muchas veces cambiar de posición, que él me lo hiciera en cuatro patas, pero no quedaba cómodo, como era chico no me alcanzaba a tomar de la cintura. Me saqué la parte de abajo del traje de baño y sentada en el suelo de la ducha le ofrecí mi vagina al pastor alemán. El me olfateó y luego me lamió, y yo con una mano le toque el pene. El perro ya estaba listo, porque comenzó a mover las caderas. Me puse en cuatro patas y el tonto del perro me agarro desde la cabeza, luchando un poco, logré que me tomara de las caderas. Comenzó a moverse, pero no me apuntaba, en esos intentos sentí su pene peligrosamente cerca de mi ano, el que penetró en un momento, pero inmediatamente se salió más por mi susto que otra cosa porque yo corrí mi trasero para un lado cuando sentí que me iba a penetrar por el lado incorrecto. Él me montó nuevamente, pero aún no me apuntaba, de a poco descubrí la forma, debía levantar más mi culo. Levanté el culo, doble mi espalda, le tome el pene con una mano y lo apunte a mi vagina. Cuando el perro sintió el contacto con mi vagina húmeda, me afirmó con fuerza y comenzó a bombear. Me penetró de forma violenta, muy fuerte, era como si me estuviera golpeando las nalgas mientras me penetraba y con cada estocada me empujaba hacia adelante.

Terminé con la cabeza contra la pared de la ducha. Duro mucho más que el Loquito, bastante más, sentí que no paraba nunca. De pronto sentí dolor, un dolor punzante e intenso que me agarró totalmente por sorpresa. Grité, grité bastante, pero ya no había caso, estaba enganchada con el perro. El pene no salía y me dolía, no sabia que hacer. Miré hacia atrás y me di cuenta que el perro se había girado, estábamos pegados cola con cola, no me di cuenta en que momento el perro hizo eso. El perro comenzó a caminar, y eso dolió como el demonio. “¡No por favor! ¡Para!” –le dije. Con una mano, agarré la parte de su pene que estaba fuera de mi vagina y lo afirmé, para que este no me siguiera tirando. Yo, pobre de mi, no tenia idea que los perros quedan enganchados cuando tienen sexo, con el Loquito nunca me había pasado. Estaba ahí, pegada al perro, con dolor y con la horrible sensación de que me iba a quedar así quizá hasta cuando. De pronto, el perro soltó y casi inmediatamente salió de la ducha y se fue. Yo me quede ahí en el suelo, gimiendo y chorreando el semen de ese animal. Me costó ponerme de pie, me sentía destrozada. Estando ahí, sentí que alguien venia llegando, así que como pude, me volví a colocar la parte de abajo del traje de baño y di el agua de la ducha.

“¿Recién te estas bañando?” –me decía mi mamá que venía llegando. “¡Sí!” –le respondí y ella volvió a preguntar: “¿Y qué estuviste haciendo todo este rato?”. No sabia que decir, mi mamá se asomó a la ducha y me preguntó: “¿Estás bien?”. A lo que respondí de inmediato: “¡Sí mamá”. Ella se había venido de la playa porque tenía ganas de jugar conmigo, no podía decirle que me dolía la vagina, así que se metió a la ducha y quitarse la arena, y nos fuimos a la habitación. Tendríamos más tiempo, ya que mi tío con mi papá se habían quedado en la playa y estaban bebiendo cervezas, así que el tiempo era nuestro. Mi cabeza daba vueltas, mientras me dolía todo al caminar. Al final decidí aguantarme el dolor. Ya que las lamidas que me daría mi mamá aparte de darme placer podrían calmarme un poco el dolor. Tuvimos sexo como poseídas, hicimos un delicioso 69, acabando las dos a la vez. Mi vagina palpitaba y escurría, la de ella igual; después cruzamos nuestras piernas y nuestras vaginas quedaron juntas y nos frotamos como locas, alcanzando otro intenso orgasmo. La conexión que teníamos era tan sublime a la hora de ponernos perversas, eso me encantaba, aunque siempre fue una madre estricta, en la cama era una mujer caliente como yo, que disfrutaba del sexo en todas sus formas. Afortunadamente, al otro día ya estaba mucho mejor, dolía mucho menos.

Ya quedaba un dia para que volviéramos, entonces nos fuimos a recorrer la cuidad. En un momento en que estuvimos solas dijo: “Yo sé lo que haces en casa. También lo he hecho y lo he disfrutado”. Sus palabras me dejaron paralizada, mamá se había cogido a Loquito, era tan caliente como yo, compartir ese secreto con ella me puso más caliente y no tardamos en ponernos de acuerdo para que al llegar le diéramos a Loquito lo que él ha estado esperando toda la semana.

 

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®

2 comentarios:

  1. Excelente relato Mr. P.

    No hay mejor momento para disfrutar la excitación que uno siente, con quien se quiera, donde quiera y se pueda, gozarlo en fin.

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  2. Wao que magnífico escrito lleno de lujuria y perversión tener un gran secreto así y poder gozar como una perra en celo que exquisito relato.
    Como siempre Caballero felicitaciones

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