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viernes, 20 de octubre de 2023

63. El ladrón se llevó algo más valioso que el dinero

 


Judith, una jovencita con un cuerpo escandalosamente sensual y rostro de muñeca, estaba en la ducha mandándole fotos a su novio, fotos de su culo redondo, perfecto. De sus tetas medianas con pequeñas areolas y pequeños pezones; de su culo, de su vagina depilada y abierta, esa vagina que parecía virgen. El novio le mandaba fotos de su verga. Juegos previos que serían intensos ya que él estaba en el baño de su trabajo jugando un poquito. Cuando terminaron de mandarse fotos Judith ya estaba caliente.

El agua templada de la ducha comenzó a bajar acariciando su cuerpo y cómo un cariñoso amante recorrió cada poro de su piel. Cuando la cerró, enjabonó sus aterciopeladas y duras tetas, su vagina. Andaba con el periodo y eso hacía que sus hormonas estuviesen revolucionadas. Quería verga, pero allí no tenía verga, en la ducha lo que tenía era sus dedos o el chorro del agua. Se quitó el jabón de las tetas y de la vagina. Los finos chorros de la ducha chocaron con sus tetas, las que reaccionaron al estímulo colocando duros sus pezones. Bajó la ducha y la apuntó sobre el clítoris. Los finos y potentes chorros la colocaron a mil. Al final, dejó que su calentura ganara y los chorros estimularon su clítoris. En nada, sus gemidos empezaron a salir, las piernas le temblaban; la ducha cayó de su mano y se dejó llevar por el placer. El orgasmo era intenso, su cuerpo se sacudía de forma armoniosa por su cuerpo, se apoyó en la pared y se deslizó hasta el piso quedando en posición fetal en el suelo de la ducha gimiendo y jadeando.

Al salir de la ducha fue a su habitación, y se llevó un gran susto. Un hombre enmascarado, lo que probablemente significaba que era del barrio, estaba abriendo su guardarropa. Al verla, fue a su lado y le tapó la boca para que no gritara. “No grites o vas a provocar que cometa una locura” –le dice el hombre en tono amenazante. Judith asintió. “¿Eso quiere decir que si te quito la mano de la boca no vas a chillar?” –pregunta el hombre con tono autoritario. Volvió a asentir. Al quitarle la mano de la boca, Judith estaba temblando, pero tuvo la valentía de preguntar: “¿Qué buscas?”. “Dinero, joyas. ¿Dónde están?” –responde el enmascarado. Judith estaba tapada solo con una toalla, miró al ladrón, era muy alto, ella con su poderoso metro cincuenta no era rival para él, ya que aparte de su altura, era de complexión fuerte. Aunque estaba aterrorizada, intentaba mantener la calma. Le dice al hombre: “El dinero está en el banco y las joyas en la joyería, aquí no encontrarás nada de eso”. El ladrón se molestó y de su bolsillo sacó una navaja automática, puso la punta en el cuello de la chica y le dijo: “¡No juegues conmigo! No quiero hacerte daño pero si no cooperas te irá muy mal”. Judith se asustó, temió lo peor. “¡No me hagas daño!” –suplicó. “Entonces no quieras pasarte de lista” –le dijo el ladrón. El hombre la miró y le dijo: “ya que no hay nada de valor aquí, veré que puedo llevarme”. Le quitó la toalla. La chica se tapó las tetas con un brazo y con la otra mano su vagina depilada. “Lo que tienes será un valioso botín” –le dice el ladrón. La dio vuelta para ver ese precioso culo, redondo y respingado. En ese momento el ladrón se olvidó del dinero y las joyas y la empujó sobre la cama, el desalmado ser había cambiado sus intenciones, ahora su cometido era abusar de Judith. “Me voy a divertir contigo” –le dijo. Ella indefensa en la cama cubrió sus senos, suplicaba por compasión pero el hombre no tenía un ápice de piedad de la chica. “Más vale que cierres la boca, ya me tienes harto con tu puta voz” –le dijo. Dio la vuelta dejando que viese su precioso culo, un culo redondo y prieto. Desabrochó el cierre de su jeans y sacó su verga erecta. Judith lo miró con ojos suplicantes, sabía que él no se detendría, aunque guardaba la esperanza de que desistiera y se fuera. Puso su verga entre las piernas de Judith que las apretaba con fuerza para no ceder a que él la violara. “¡No me hagas daño! Prometo no decirle a nadie que estuviste aquí. ¡Por favor no me dañes de esa forma. El ladrón le dio una cachetada y le dijo: “¡Cállate puta! Te dije que algo me llevaría de aquí y como no será dinero, será una rica cogida”.

Le quitó las manos de las tetas y se las tomó él. “¡No, por favor, déjame! –suplicó Judith. El tipo lamió su cara y su cuello, ella intentó escabullirse sin lograrlo. “¡No, no sigas, por favor¡” –rogaba con toda su alma, pero no conseguía hacer que se detuviera siquiera un poco. “Abre las piernas, no hagas usar la fuerza, no quiero hacerte daño pero si no me das opción lo tendré que hacer” –le dijo él. Judith estaba sintiendo la presión de la verga del hombre entre las piernas, la sensación de miedo poco a poco empezaba a desaparecer si se transformaba en excitación. Malditas hormonas revolucionadas por la puta regla, la estaban poniendo en una encrucijada, no sabía cómo reaccionar, si ceder a lo que el ladrón quería o simplemente luchar, le preguntó: “¿Qué me quieres hacer?”. “Lo que me venga en gana hacerte. Tienes un cuerpo escandalosamente sensual y quiero disfrutar de él” –le responde con excitación. El ladrón le metió la lengua en una oreja. Judith le miró la verga al ladrón, estaba erecta y manchada con sangre. “¡Si me la metes me revientas!” –le dijo ella. El  ladrón la volvió a lamerle el cuello. “Ese no es mi problema. Además, sería uno de los mejores botines que me he llevado de alguna casa” –le dijo él. Judith ya se había perdido en la calentura y cedió. “¡No ves que ando con el periodo, estúpido!” –le dijo ella. “¿Y eso qué? Cuando quiero algo no me detengo por detalles. Si lo quiero lo consigo” –dijo el ladrón. ¿Me vas a coger con la vagina ensangrentada?” –le preguntó Judith. “No solo eso, también la voy a lamer hasta que acabes” –le respondió él. El hombre separó las piernas de la chica y le abrió la vagina con dos veos, vio que lo tenía pequeñito y con sangre. “No seas cochino hombre” –le dijo ella pero no le importó. Se puso en posición y le lamió el clítoris, con dos de sus gruesos dedos se la cogía, haciendo que gimiera. Ya totalmente entregada dice mientras le acariciaba la cabeza: “¡Me estás poniendo caliente, maldito!”.

El ladrón la hizo ponerse de pie, la agarró de las nalgas y la tomó en andas, Judith se aferró de su cuello y con sus piernas rodeó la cintura del malhechor; la puso con la espalda en la pared y poco a poco clavó su verga en la juvenil vagina de su víctima. “¡Oh, maldito desgraciado, me la estás metiendo!” –le dijo con lujuria. Judith en un frenético beso mordió el labio del ladrón hasta hacerlo sangrar, a él pareció no importarle, siguió metiéndosela vorazmente, le estaba destrozando la vagina en cada movimiento, pero la calentura era mucho más fuerte que el dolor que sentía. Además, sabia que él no se detendría por más que le suplicara, tampoco le importaba que su verga quedara con sangre, él solo estaba usando ese cuerpo como una recompensa. De una forma u otra ella lo disfrutaba, gemía con descontrol. “¡Voy a acabar!” –gritó Judith. Él siguió con sus brutales embestidas hasta que el cuerpo de la joven empezó a tener espasmos, su vagina se contraía y sus gemidos resonaban en el oído del ladrón. “¡Sigue maricón!” –le decía ella con desesperación, “¡Se ve que te gusta la verga, cerda!” –dijo él mientras su verga entraba y salía con rapidez de la vagina de Judith. En brazos llevó a la chica a la cama y siguió clavándosela con fuerza, Judith levantó sus piernas y las puso sobre los hombros del tipo, para que le entrara más profundo. “¡Oh, mierda, me tienes loca!” –le decía mientras ella apretaba sus tetas. Lo miraba a los ojos, solo se veía el brillo lujurioso de ellos.

Sacó la verga de esa sangrante y húmeda vagina, la vio cubierta de esa sangre en descomposición que emanaba de su útero, la escena al hombre le fascinaba, se sentía más excitado y con ganas de más. La puso de lado y se la ensartó de una estocada, la vagina de Judith estaba amoldada a la forma y dimensiones de esa verga, él puso una de sus manos en el cuello de la chica y la ahorcaba mientras se la metía, ella intentaba respirar de la forma que pudiera, pero las grandes manos de su violador le cerraban la vía aérea impidiendo que pasara el aire; cuando él notaba que la chica estaba por desfallecer, soltaba para que sus pulmones recibieran una bocanada de aire. Judith parecía delirar, el placer era tan intenso que rápidamente cayó en los brazos de otro orgasmo. El hombre sonreía con algo de satisfacción pero su perversión era demasiado grande. “¡Quiero que me la chupes!” –le dijo a Judith. “¿Qué? ¿Estás loco?” –le dijo ella con sorpresa. “¡Lo que oíste puta! ¿Acaso esa boca no sabe chupar verga?” –dijo él con tono molesto. “¡Claro que sé hacerlo! ¡No te la voy a chupar así como está!” –dijo ella. El hombre la tomó del cabello y la llevó al piso, obviamente no aceptaría un no como respuesta, la hizo ponerse de rodillas y le dijo: “Te lo he dicho, no quiero hacerte daño pero estás haciendo que pierda la paciencia”. Le apretó las mejillas con una mano, forzándola a abrir la boca, sin compasión se la metió hasta la garganta y le dijo: “¡Chupa de una maldita vez!”. Judith no tuvo más remedio que obedecer y chupar la verga del ladrón llena de su misma sangre. Jalándola del pelo le marcaba el ritmo que debía seguir. Ella sentía asco de lo que estaba haciendo, ya que ni en sus más torcidas de sus fantasías se había visto haciendo una felación después que se la cogieran por el periodo. “¡No hagas arcadas puta! Si vomitas vas a tener que limpiar el piso con tu boca hasta dejarlo limpio” –le ordenó. Intentaba contener las náuseas pero era casi imposible, solo siguió chupándosela con los ojos cerrados. “¡Ves que no es tan difícil!” –le dijo él. Judith poco a poco empezó a disfrutar de esa verga en su boca, la calentura la sobrepasaba. Sentir como esa verga se hinchaba y palpitaba la ponía tan caliente que sin darse cuenta se puso en cuclillas y empezó a tocarse. Su respiración agitada por los gemidos que salían ahogados la enloquecía. “¡Eres una puta obediente!” –le decía el tipo.

Siguió chupando con más lujuria, hasta que el ladrón acabó en su boca sin previo aviso, El semen inundó la garganta de Judith haciendo que casi se ahogue al sentir esas descargas de fluidos. “¡Haz estado fabulosa puta!” –le dice el hombre, su verga dejó de escupir semen y sonrió. “Abre la boca y muéstrame zorra” –le dice. Judith abre la boca en obediencia y le muestra como el semen había desaparecido por completo. “Déjala así abierta, tengo algo más para ti” –dice él. Ella sin saber lo que vendría deja la boca abierta, el hombre toma su verga y apunta a la boca de la joven, empieza a orinarla. “Hay que lavar esa sucia boca” –le dice. Ella no creía lo que estaba pasando, ni mucho menos la reacción de querer beber la orina del sujeto. Era tanta que le escurría por la cara y el pecho, se sintió tan caliente que casi tuvo un orgasmo espontaneo.

De pronto una voz se escuchó en la casa: “Hija ya estoy en casa”.  Era su madre que había llegado del trabajo. En ese momento su corazón empezó a palpitar con fuerza, no sabía si gritar para alertar a su madre o callarse. El ladrón la amenazó otra vez con su navaja pero esta vez recorrió el cuerpo de Judith con la punta. “No digas nada, si no te dejaré con varias cicatrices para que me recuerdes” –le dijo el hombre. Ella guardó silencio, se tapó con las sabanas y el hombre se escondió. En silencio y temblorosa esperó, sabía que su madre entraría a la habitación para ver si estaba, pero no sabía cuál sería la reacción del ladrón al ver a su madre. La mujer abrió la puerta sin sospechar nada, Judith se hizo la dormida. “¿Hija estás en casa?” –preguntó. La chica no dijo nada, cuando se giró vio al hombre enmascarado, él con su navaja en la mano le dice: “Si gritas, agrandaré la sonrisa en ese bello rostro”. La mujer no hizo intento de nada, quedó estupefacta ante la visión de ese hombre. “No le hagas nada, deja que se vaya” –le dice Judith. El hombre sonrió de forma burlona y le dijo: “Eso lo decido yo puta”. “¿No tuviste suficiente conmigo?” –le pregunta. “¡Cállate la boca! Ahora veré si tu mamita es tan puta como tú” –contesta él. La miró a los ojos y percibió su temor, la mujer temblaba de miedo, cuando la voz del ladrón lanzó la orden: “¡Desnúdate!”. La madre de Judith algo titubeante se empieza a quitar la ropa, obedeciendo la orden sin decir nada, solo pensaba en lo peor si no hacía caso a lo que se le había indicado.

Al tenerla desnuda ante él, le indicó que se subiera en la cama y separara las piernas, la madre de Judith consternada obedeció, entonces el ladrón le dijo a la chica que acariciara los senos de la madre; ella se negó a hacerlo, pero él no estaba para aceptar un NO como respuesta, le dijo: “Creo que no entiendes lo que puede pasar si no obedeces”. Sin pensarlo Judith empezó a acariciar los senos de su madre, mientras el ladrón observaba con su verga en la mano. La chica notó que los pezones de su madre se pusieron duros, el cuerpo de la mujer estaba reaccionando a los estímulos que estaba recibiendo de parte de su hija. El hombre se masturbaba viendo la escena, estaba extasiado de la forma en que Judith manoseaba las tetas de su madre. La lujuria se estaba encendiendo entre madre e hija, era el juego perverso de aquel que se escondía detrás de la mascara y sin duda aprovecharía el momento para dar rienda a sus demonios más pervertidos con el fin de compensar su fracaso al no encontrar nada de valor para llevarse.

Le ordenó que ahora tocara la vulva de su madre, ella obedeció y empezó a acariciar con ternura la vagina de su madre, recorriendo sus labios vaginales y buscándole el clítoris para estimularlo. En los ojos de Judith había lujuria y en el rostro de su madre se divisaba el placer de sentir los dedos de su hija paseándose libremente por su sexo. Pronto los gemidos empezaron a salir de sus labios y las ganas de ella de que ya no fueran los dedos sino la lengua de Judith la que recorriera su vagina, el ladrón como intuyendo los deseos de la mujer, le ordenó a la chica lamer esa humedecida vagina. La chica obedeció sin pensarlo, ya que ella estaba caliente siguiendo las órdenes de ese despiadado ser. Su lengua se posó en la vagina de su madre y la recorrió con delicadeza, encontró el clítoris y lo empezó a masajear lentamente, la mujer no se pudo contener, los gemidos brotaron con lujuria de sus labios; el ladrón ya con la calentura recorriendo sus venas, se acercó para unirse a la incestuosa escena que había orquestado y tomó parte activa de la acción. Puso su verga en la boca de la mujer y le ordenó que se la chupara, la mujer dejó que esa verga se metiera en su boca y empezó a chuparla con perversión mientras Judith seguía con su lengua soldada a ese clítoris, por iniciativa propia la chica empezó a penetrar la húmeda vagina de su madre con los dedos. En eso el hombre ordenó a la madre de Judith que se pusiera en cuatro, se la iba a coger sin misericordia, la chica se puso a un lado de la cama con las piernas abiertas acariciando su vulva para disfrutar en que su madre seria poseída por ese desalmado ser.

Sin decir nada el ladrón se metió en la vagina de la mujer y empezó a embestirla con fuerza, haciendo que la mujer gimiera con delirio. “Se nota que es toda una puta” –le decía a Judith que acariciaba su clítoris disfrutando de esa morbosa escena. Sus gemidos se unían perfectamente a los de su madre resonando como una perversa melodía. La mujer jadeaba al sentir como esa verga se clavaba hasta el fondo. Poseída por la lujuria, la mamá de Judith le decía al ladrón que se la metiera con fuerza, la mujer estaba al borde el orgasmo, por lo que el hombre empezó a taladrarle la concha con vehemencia hasta que ella explotó en un vigoroso orgasmo que la hizo temblar por completo, sumado a los gemidos de Judith que estaba perdida metiéndose los dedos y sucumbió a un perverso orgasmo. El enmascarado estaba tan caliente que les ordenó a ambas que se pusieran juntas en la cama y se empezó a masturbar para eyacular sobre ellas. Se acomodaron según él les indicó, poseído por el morbo se masturbaba con lujuria jadeando y bufando como animal en celo; madre e hija estaban a la espera con sus bocas abiertas y concentradas en la verga de aquel hombre. Con la lujuria desatada, ambas suplicaban ser bañadas por ese espeso semen. Él las miraba como si de dos putas se tratara, indiferente y poco empático a la petición de las mujeres. Se seguía masturbando ahora de manera más enérgica, bufaba y resoplaba hasta que su verga se descargó en copiosos chorros de semen que cayeron sobre las tetas de ambas y parte en sus bocas.

Madre e hija degustaron la tibieza de los fluidos del hombre enmascarado, él salió de forma sigilosa de la habitación y se esfumó tal como entró. Ahora, ambas no sabían si denunciar el hecho a las autoridades o simplemente guardar el secreto; ya que el ladrón se llevó de ambas algo mucho más valioso que el dinero.

 

 

Pasiones Prohibidas ®


5 comentarios:

  1. Me gustó... Nunca pierdas ese toque único que le pones a todas tus historias
    Tienes una gran creatividad y tu fluidez para desarrollar cada relato es maravillosa.

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  2. Waooo que exquisito relato muy buenas letras cada detalle perverso de cómo se las coge un ser desalmado con esa lujuria que se siente en el.aire fantástico.
    Como siempre Caballero un exquisito relato

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  3. Excelente relato, perverso como siempre y bastante lujurioso. Gracias por compartir

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  4. Que relato más perverso, pensar que a algunos coger mientras una está menstruando le parece tan asqueroso y es algo tan excitante.

    Excelente relato Mr. P

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  5. Caballero, excelente relato 👏 😈

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