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martes, 17 de octubre de 2023

62. Rebeca

 

Hola, me llamo Rebeca, tengo 43 años, estoy casada con un hombre maravilloso, tenemos 2 hijos preciosos, gemelos, así que se pueden imaginar que nuestra vida ha sido una locura desde que estos monstruitos llegaron al mundo hace 10 años.

El sector donde trabajo es un poco machista, pero gracias al trabajo realizado me he ganado a pulso el respeto tanto de clientes como de proveedores. Así como de mis jefes y compañeros. Nuestros clientes están repartidos por todo Chile y parte de Sudamérica, y alguien tiene que organizar el transporte de nuestra mercancía. Y ahí es a dónde quería llegar.

Gracias a la pandemia, hubo una restructuración de las funciones, y una de las nuevas funciones que asumí fue la logística. Nuestro principal proveedor de transporte nacional es una empresa ubicada en el Norte del País, relacionada con la minería. Mi contacto era Miguel. Un hombre mayor muy amable y respetuoso, eficaz en sus gestiones. Por cuestiones médicas tuve que faltar unas semanas al trabajo y mi compañera tuvo que gestionar las relaciones con la empresa de logística. Cuando me incorporé, me dijo que ella había estado tratando con Francisco, ya que Miguel había estado de vacaciones y que le había ido muy bien. Como a mí me daba igual, pues empecé a tratar con Francisco. Él era un chico de 30 años, metro ochenta y tres, deportista y por qué no decirlo muy guapo. Además, de tener su autoestima por las nubes, como él mismo dice “Me quiero mucho”. Estuvimos por meses hablando de un modo estrictamente profesional, alguna broma y alguna conversación banal. Pero todo muy profesional.

Recuerdo ese 9 de julio, era un día tranquilo de trabajo y no recuerdo muy bien cómo, pero acabamos hablando por WhatsApp sobre música y series de TV que nos gustaban, nos estuvimos recomendando varias el uno al otro. Ambos coincidíamos en series de fenómenos paranormales, vampiros, FBI, etc…. Pero además de eso, yo también tengo mi lado romanticón. Aquí es cuando la conversación dejó de ser tan trivial, para pasar a ser más picante. Nos intercambiamos fotos para ponernos cara. Los dos dijimos lo mismo, que no éramos fotogénicos, pero he de reconocer, que me pareció muy atractivo.

Como buena romanticona me gustan las típicas series en las que hay amores imposibles, en ese momento estaba enganchada a Outlander. Aunque como le dije a Francisco, me gustan más los libros. Él dice que el tema de las piedras y los viajes en el tiempo son un tema druida y que no es para tanto. La historia en sí me gusta, pero lo que a mí más me llamaba la atención y así se lo dije, eran las escenas de sexo que se describían en los libros. Son verdaderas obras de arte, o al menos en mi cabeza así se representaban. Ese escocés de metro ochenta con falda y camisa blanca que llega y sin precalentamientos le sube la falda a la bella doctora y la penetra con total rudeza mientras la empotra contra un árbol, manteniéndola en vilo en cada embestida, mientras su cabeza se pierde entre sus pechos o se miran fijamente a los ojos. Esa primera vez que la doctora le come la verga, tomando el control de la relación a finales del siglo XVII dejando al hombre escocés perplejo por su dominio de la técnica.

Él no entendía al contarle lo que leía por las noches cómo me podía ir a dormir tan tranquilamente. Nadie dijo que me fuera a dormir tranquilamente, pero llevaba el precalentamiento hecho y cuando llegaba mi marido a la cama me encontraba ya desnuda, invitándole a que apagara el fuego que mi mente calenturienta había encendido. Así se lo expliqué. Me sentía muy a gusto hablando con él, nunca he tenido problemas a la hora de hablar de sexo, pero él era parte de mi vida profesional y no me podía permitir ningún desliz. Como no, esto dio paso a hablar de las típicas sagas de libros como Cincuenta Sombras de Grey o Crossfire. Estuvimos hablando todo el día, sobre la posibilidad de que esos libros fueran realidad, de la “liberación sexual” que supusieron para muchas mujeres, sobre todo para las de mi edad y más mayores. De hecho, esa clase de literatura la apodaron “porno para mamás “. No es que las de mi generación estuviéramos reprimidas, pero nunca antes tantas mujeres habían reconocido consumir “pornografía”, si es que se le puede llamar así. Ese año me tocaba leerme la segunda parte de “Pídeme lo que quieras”, él no sabía de qué iba, ni las diferencias que había entre las otras historias. Le dije que era más probable que ocurriera por el contexto de los personajes y que me gustaba porque trataba más temas sexuales y no estaba centrado solo en el sadomasoquismo. No quiero hacer spoiler por si a alguno le interesa, pero realmente me excitaba mucho las partes en que ella era ofrecida a otros hombres, y los intercambios de pareja.

Francisco me preguntó que si me interesaba el tema, yo le respondí que nunca había practicado nada de eso, pero sí me llama la atención, y mucho. Así que estuvimos hablando de lo que había leído en el libro y de lo que nos gustaba en cuestión de sexo. Hubo unas palabras que se me quedaron grabadas a fuego: “A mí me gusta chupar y lamer hasta el final” –dijo. En medio de una conversación sentí un calambre en todo mi sexo. Él me halagaba y yo recibía los halagos muy ilusionada. Halagaba mi parte profesional y también la parte personal. Aunque le dije: “Casi no me conoces”. Insiste en que soy una “mujer simpática con la que se puede hablar de todo” y que le caigo genial. “Esto me da mucho morbo. El hecho de hablar con total naturalidad de sexo dentro de un entorno profesional” –me confesó. Yo también confesé: “me considero una mujer muy morbosa”. El día había estado lleno de, cómo decirlo, connotaciones sexuales indirectas y no tan indirectas entre nosotros. Confesiones inconfesables.

Llegó el final de la jornada laboral, al menos de la mía, habían sido más de ocho horas hablando y me sentía estupendamente bien. Antes de despedirnos, me confesó que no se podía levantar de la mesa. Yo me hice la inocente y pregunté el motivo. Obviamente lo sabía, porque mis braguitas estaban húmedas, pero aun así, sentía la necesidad de saberlo por él. “Rebeca, la conversación de hoy no me ha dejado indiferente y sobre todo la de ahora por la tarde. Saber que eres una mujer morbosa hace que mi cuerpo reaccione” –me dijo. “¿Así que tu cuerpo reacciona? Efectos físicos por favor” –le dije. “Pues, mi pene se ha puesto duro” –me respondió. “Aunque no me creas, llevo toda la tarde empapada” –le dije. “¡Qué rico suena!” –exclamó. “¡Sí, sí muy rico. Lo mismo que tu pene esté duro!” –le dije en un audio con mucho morbo. “¡Un beso en la parte más húmeda de tu cuerpo!” –se despidió. Cortésmente le dije: “Un lametón para tu pene engrosado”. Húmeda y excitada por un hombre que era más joven que yo y que no era mi marido. Así terminó aquel viernes morboso. ¿O no?

Llegué a casa completamente excitada y mojada. La jornada laboral había sido muy excitante, y como más tarde reconocería también Francisco, me hubiese encantado que hubiera terminado de otra manera. Al llegar, mi marido no estaba en casa y sabía que tardaría un rato en regresar, así que decidí desahogar toda la tensión sexual que llevaba acumulada durante el día. Me desnudé, tomé mi caja de juguetes, me acomodé en mi cama y elegí el que siempre me ha dado los más intensos orgasmos. Estaba excitada, pero necesitaba creerme lo que había sucedido, así que me dispuse a leer toda la conversación que había mantenido durante el día con Francisco. En mi mano derecha el móvil leyendo y en mi mano izquierda, ese juguetito rosa que tanto placer me da, esa máquina succionadora que nos vuelve loca y eso que por aquel entonces, todavía no había descubierto todas sus funcionalidades.

Leía y leía cada una de las cosas que Fran me había escrito, cada vez más excitada, cada vez más mojada, cada vez más cerca de tener el primero de mis orgasmos de esta manera y mensaje de WhatsApp. Era Francisco y yo masturbándome leyéndole, ese sonido hizo desencadenar un orgasmo mezcla de la estimulación que me estaba dando y mezcla del morbo porque él sabía que le estaba leyendo. Esa doble palomita azul en el WhatsApp me delató. Él se percató y el siguiente WhatsApp que mandó fue: “¿Qué estás haciendo en esa vagina húmeda?”. Me quedé sorprendida, pero estaba en medio de la explosión y no fui capaz de reaccionar. Siguiente WhatsApp: “¿Te llamo y acabas conmigo?”. Ese mensaje ya fue el sumun, mi vagina empezó a contraerse, mi clítoris estaba hinchado, subí el ritmo del satisfyer y llegué al clímax. Como pude respondí a Fran con unas risas. “Te llamo” -escribió. Dios, esas palabras, contracciones en mi vagina, le dije que no podía ser, que mi marido vendría en seguida, y que no quería arriesgarme. Francisco se rio, sabiendo perfectamente lo que acababa de producir con esas palabras.

Me dijo que sólo quería despedirse como era debido, ya fuera de la oficina poder oír mi voz, una voz que sabía estaba entrecortada por el orgasmo que acababa de tener. “Me hubiera encantado que el día hubiese terminado de otra manera, ahora cuando llegue a casa me tendré que aliviar y cuando esté acabando  pensaré en ti” –escribió. ¿Cómo sabía lo que había hecho? Me dejó completamente intrigada. Aunque la verdad, era más que obvio el calentón con el que salí de trabajar. Imaginarle en su casa masturbándose pensando en mí y sobre todo cuando estuviera eyaculando, hizo que mis pezones se endurecieran y mi vagina palpitara, más excitada y más caliente, así es como terminé esta tarde de viernes. Aquella noche puse un estado de WhatsApp, no recuerdo cuál, pero a los dos minutos de haberlo colgado, él ya lo había leído. Le escribí en plan broma diciéndole que no se perdía uno. Él bromeó con que todavía era viernes, día laboral.

El sábado estuvimos en la parcela de unos amigos con los niños, nos lo pasamos en grande. Todos disfrutamos mucho, los adultos y los niños, pero una parte de mí que llevaba dormida mucho tiempo, deseaba que llegara el lunes para poder seguir hablando con él, sobre todo para contarle todas las cosas que mi mente calenturienta se había estado imaginando durante este fin de semana. Me saqué varias fotos en la parcela, ya que estrenaba un outfit nuevo y no es por nada, pero me quedaba de hermoso. Me resaltaba el culito respingón que la genética me ha dado y el top que llevaba mostraba un pecho increíble, con un escote de vértigo. Muy pícara yo, fui eligiendo las fotos que mejor me veía. Sobre todo las que se me veía bien el escote, una zona muy sensual si dejas ver lo justo y yo lo hacía.

Estábamos entretenidos, cuando Ignacio, el dueño de la parcela pregunta: “¿Vamos a dar una vuelta?”. Mi marido responde enseguida que sí. Salimos los cuatro, los niños se quedaron en la casa con la hija mayor de ellos, de unos dieciséis años. Caminamos por unos minutos y nos adentramos a un bosque cercano a la propiedad. Me sentía caliente pensando en lo que había hecho la noche anterior, mi vagina se empezó a mojar, imaginaba a Francisco masturbándose en la noche y en todas las cosas morbosas que debe haber pensado de mí, eso me ponía a mil. Me quedé unos metros más atrás para sentir la humedad en mi vagina y probar mis fluidos. Cuando los alcancé estaba Ignacio besando a Mariana, su esposa; él pasaba las manos por todo su cuerpo y mi marido observaba como si se tratara de una película. La escena me prendía, entonces me acerqué a mi marido y le acaricié la verga por encima del pantalón y le di un beso apasionado. No le di tiempo a que dijera nada y bajé el cierre de su jeans para buscar su miembro. Me puse de rodillas y se la chupé con lujuria. Él se quedó atónito, no pensó que lo haría delante de Ignacio y Mariana, la calentura podía más que mi cordura. Ignacio sacó la polera de Mariana que estaba sin brasier y la dejó con las tetas al aire, las acariciaba, se las apretaba y retorcía sus pezones, ella gemía de forma exquisita al ser tocada por su marido; yo seguía como loca chupando la verga de mi esposo mientras ellos tenían su fiesta aparte.

Hay siempre un detonante dentro de las situaciones que vivimos, en mi caso lo eran los mensajes de Francisco que me tenían al punto de ebullición, creo que por eso no me preocupó en absoluto estar arrodillada comiéndole la verga a mi esposo delante de nuestros amigos. Aunque debo reconocer que era una escena bastante excitante, sobre todo cuando Ignacio comenzó a desvestir a Mariana. El paseo se había tornado interesante y escuchar los gemidos de Mariana cuando su marido tocaba de forma prolija su sexo aumentaba más el deseo que recorría mis venas. Mi marido no tardó mucho en dejarme desnuda y meter otra vez su verga en mi boca deseosa por seguir chupándosela. Estaba tan caliente que no me di cuenta cuando Ignacio y Mariana se acercaron a nosotros, sentí las manos de mi amiga posarse en mis hombros y me dice: “Eres exquisita Rebeca”. Sus manos empezaron a bajar por mi pecho hasta posicionarse en mis senos. “¡Qué sensación más placentera!” –pensaba en mis adentros, nunca las manos de otra mujer me habían tocado con tanta libertad, no sabría cómo describir con las palabras correctas lo que sentí en ese momento, solo puedo decir que mi piel se erizó por completo.

A mi esposo pareció no importarle demasiado las caricias que estaba recibiendo, estaba concentrado en el placer que mis labios le daban, eso me encendía mucho más, ya que cada momento en que ella tocaba mis tetas, mi vagina reaccionaba palpitando suavemente pero de forma continúa. Mi lujuria se encendió más cuando Ignacio sacó su miembro y lo acercó a mi boca. Sin duda entendí en el mensaje y me dispuse a chuparlo con la misma intensidad que lo hacía antes con mi esposo. Movía mi mano de manera constante estimulando el miembro de mi marido mientras mi boca le daba placer a Ignacio. Mariana no dejó desatendido a mi esposo y también le empezó a chupar la verga, estar desnudas e intercambiando a nuestros maridos le daba un morbo especial a la situación. Quería ser cogida de manera frenética, mi vagina estaba hambrienta de sexo y no podía aguantar mucho más, mi vagina reclamaba sexo haciendo que me moje y mis fluidos escurran por mis piernas. Me tiré en el piso, en medio de la tierra y de las hojas, separé mis piernas y me empecé a masturbar. Quería gemir, quería que se dieran cuenta de lo caliente que estaba y dispuesta a follar como una puta con tal de obtener placer.

Ignacio acudió a mis silentes suplicas, se desnudó y se subió encima de mí. Sentí como su verga entró y me sacó un placentero gemido, con movimientos frenéticos Ignacio me penetraba, a lo que respondía con lujuriosos gemidos que me dejaban casi sin aire. Buscaba a mi esposo, él estaba entretenido dándole verga a Mariana que estaba apoyada en un árbol, nuestros gemidos parecían sincronizados. Miraba los ojos de Ignacio y le decía: “No te detengas, haz conmigo lo que quieras”. Él sonrió de manera maliciosa al escuchar mi voz siguiendo su frenético ritmo. Acariciaba mis tetas y me las apretaba, eso aumentaba más mi lujuria. “¡Ah, sí, qué rico! ¡Aprieta con más fuerza!” –le decía. Me apretaba con fuerza, tanto que me hacía gritar de placer, sobre todo cuando retorcía mis pezones duros. Cerraba los ojos y disfrutaba de esa idílica cogida que me estaba dando. Me volteó y me puso en cuatro. “¿Me la quieres meter por el culo? –le pregunto. Me dio una fuerte nalgada que me hizo estremecer y chorrear mucho más. “Haré lo que se me venga en gana contigo Rebeca” –dijo él. Escucharlo decir eso me puso caliente y le digo: “¡Métemela por el culo y disfrútalo!”. Separé mis nalgas, quedando con la cara en la tierra. No tuvo compasión de mi agujero, de una fuerte estocada me la metió hasta el fondo; el grito que salió de mis labios debió escucharse a kilómetros. Las embestidas descarnadas de Ignacio me hacían delirar, me enloquecían; jadeaba con locura al sentir como sus testículos golpeaban mi vulva, mi cuerpo se estremecía al sentir sus fuertes manos aferradas a mis caderas. Me encontraba cerca del orgasmo, mi mente fantaseaba en estar siendo cogida por Francisco y pensar en cómo disfrutaría de mi culo. Sin darme cuenta caí en los brazos de ese perverso orgasmo que me invadió. Quedé rendida, tirada en el piso con el culo abierto, fue tan placentero que por momentos me costaba recomponerme. Con los ojos entreabiertos veo que mi esposo viene con Mariana y la pone al lado mío, como pude me puse de rodillas sabiendo lo que venía. Ambos se empezaron a masturbar para eyacular encima de nosotras; como estaba tan caliente no dudé en abrir la boca y esperar a recibir esa deliciosa descarga de semen. Ignacio estaba frente a mí y mi esposo frente a Mariana, quien también tenía la boca abierta esperando a que mi marido le diera ese ansiado premio. No recuerdo cuál de los dos acabó primero, pero si recuerdo la tibieza del semen de Ignacio cayendo en mi cara y en mi boca. Mariana también estaba llena del semen de mi esposo; fue la escena más morbosa que había tenido oportunidad de vivir; con ella nos besamos intensamente intercambiando el semen de nuestros maridos que se mezclaban con nuestra saliva. Nos arreglamos y regresamos a la casa como si nada hubiera ocurrido. Nos quedamos hasta el domingo en la tarde disfrutando de un paseo largo por el bosque lleno de lujuria.

Ya era lunes y había que volver al trabajo, me levanté sintiendo sensual, caliente y con la seguridad de seducir a quien se me pusiera en frente. Me veía especialmente atractiva con lo que me había puesto, pantalón ceñido de color lila, blusa gris con escote y unos zapatos con tacón del mismo tomo del pantalón. Me maquillé un poco y me hice una cola informal. Al llegar a la oficina me sentía sensual caminando por los pasillos, ya que la mirada de los hombres no se hizo esperar, piropos y halagos; sentía que había fuego en mis pasos. La mañana fue intensa, había mucho trabajo, no me di cuenta que ya estaba cercana la hora de comer; me fui a mi casa, no tenia que volver hasta las cuatro de la tarde, ya que tenía una videoconferencia prepara con uno potenciales clientes, tenía tiempo de sobra. Normalmente aprovecho para preparar los informes, pero ese lunes quería dedicarme un tiempo para jugar.  No lo podía creer, No había hablado con Francisco, no era habitual pero alguna vez había pasado por el ajetreo del día.

Me acomodé tranquilamente en la cama, y volví a sacar la caja de los juguetes, esta vez dos. Comencé con el satisfyer, me lo puse en el clítoris directamente, bajito de velocidad, a veces me lo paso por todo el sexo, pero ese día quería sentirlo directamente. Me gusta empezar suave, acariciándome lentamente a la vez mis tetas, para subir progresivamente la velocidad. No suelo necesitar mucha más estimulación, pero cuando me di cuenta me estaba masturbando con la foto de Fran. ¡Madre mía! Mi imaginación volaba, recreando la conversación mantenida el viernes con él, esas palabras que dijo “me encanta lamer y chupar, sobre todo chupar hasta el final” resonaban en mi cabeza una y otra vez, analizaba la foto dejándome llevar, imaginando cómo sería ese torso marcado si no llevara camiseta. Más velocidad, y llegado el momento el consolador penetró mi coño. Imaginaba ser penetrada por él, el viernes reconoció que estaba bien dotado y que no era por presumir. Así que tuve que dejar el móvil encima de la cama para poder tener las dos manos ocupadas. En mi mano derecha el consolador, penetrándome cada vez más rápido y fuerte, activé el vibrador. Y en mi mano izquierda el satisfyer centrado en el clítoris modo succionador, con la inclinación justa para poder sentir más las ondas de succión.

Mi clímax no tardó en llegar, mi imaginación me hacía fantasear con Francisco y gemir descontrolada pensando en que él era quien me daba ese infinito placer. Estaba temblando, gimiendo y resoplando como si la vida se me fuera entre los dedos. Fui a lavarme la vagina, me arreglé la ropa, guardé los juguetes y preparé los informes para la videoconferencia. A las cuatro en punto estaba metida en plena conferencia y a las cinco ya en mi puesto de trabajo. Cuando llegué tenía una nota de que Francisco había llamado varias veces, así que le llamé, no sin antes ponerme un poco nerviosa y sonrojarme. Oí su voz tan profesional como siempre, solucionamos la cuestión de la llamada y al despedirse me llamó Crossfire y colgó. ¡Qué maldito! Cómo me puede llamar eso en voz alta en medio de la oficina. Mi corazón se aceleró. Tomé mi móvil y le mandé WhatsApp. “¿Estás loco? ¿Cómo se te ocurre llamarme así?”. Él se rio, diciéndome que estaba solo en la oficina, pero que seguro que me había gustado. Por supuesto que me había gustado, me había dado un pequeño pinchazo en mi sexo. Le dije que si me llamaba Crossfire le tendría que poner nombre a él también, y le dije que le llamaría Sr. Gideon, como el protagonista de la saga.  La tarde estaba ligera de trabajo, así que empezamos a hablar. Primero sobre el fin de semana, y aproveché para dejarle caer lo de las fotos, como buena mujer, la sutileza por delante. También le comenté de la aventura en el bosque con nuestros amigos, le pareció interesante el hecho de que me haya dado esa libertad de ser perversa y no dejar de pensar en él.

Me pidió una foto de mi escote, como una mujer caliente pero sutil le mostré mis tetas en primer plano “¡Qué ricas tetas tienes! Además, veo esos labios que has puesto de perfil, y ufff mi cuerpo me pide lanzarme, pero mi cabeza me dice que pare. ¿A ti no te pasa?” –me dijo. “A mí mi cuerpo me dice que disfrute, y mi cabeza que tenga cuidado” –le respondí. “Te confieso, de las muchas cosas que soy, soy muy caliente y si te digo todo lo que te haría ahora mismo iría al infierno” –dijo él. Mu vagina se mojó de forma automática. “Bueno ya que estamos en la hora de las confesiones. Te confieso que  además de morbosa, también soy caliente y si nos ponemos a confesar, quizás si te digo algo te vuelvas loco” –le dije. “¿Hay algo que me quieras confesar?” –preguntó. “Pues la verdad es que sí. Te va a sonar muy fuerte, pero al mediodía me he masturbado con tu foto en mi celular” –le respondí. “¡Mierda Rebeca me dices eso! Ahora ¿qué se supone que tengo que hacer? Has hecho que se me pare la verga de solo imaginarlo” –dijo él.  “Tendrás que ir al gimnasio a desfogarte. El ejercicio ayuda, ¿no?” –le escribí. Me despedí, mi jornada había terminado, no sin antes haber quedado para hablar por la noche. ¡Estoy loca! ¿Cómo voy hablar con él por la noche? Estoy con mi familia en casa. Esto es una locura. Se nos va a ir de las manos, pensaba mientras recorría el camino de vuelta a casa. Llegué a casa, estuvimos con los niños en la piscina, y a las nueve regresamos a casa, baño y cena. Mi marido tiene la posibilidad de trabajar desde casa, por lo que por las noches se queda con los niños un rato más viendo la televisión y los lleva al campamento por las mañanas sobre las diez. Yo me fui a mí habitación sobre las once a leer un rato antes de dormir. Llevaba cinco minutos cuando sonó el WhatsApp, era Francisco. Me preguntó que si ya estaba leyendo relajada en la cama, le dije que sí, que estaba cansada y que me había ido pronto a la cama. Hizo amago de despedirse, pero le dije que estaba expectante porque había quedado en hablar por la noche con un hombre que me hacía sentir muy bien. Francisco rio y me dijo que él ya estaba tumbado en bóxer en el sofá del salón, solo. Su mujer estaba en la habitación viendo una serie. Le pregunté por el gimnasio, si le había venido bien, si se había desfogado y me dijo que el deporte siempre ayuda, pero que realmente lo que le apetecía era inconfesable. ¿Inconfesable? Mi corazón se aceleró, no entendía por qué. Y mis dedos empezaron a escribir: “Ponme un ejemplo de inconfesable. Por ejemplo, ¿Te gustan loa juguetes sexuales?” –le pregunto. “Me encantan. Ya sé que tú sí los usas pero dime ¿qué usarías conmigo?” –le respondió y preguntó a la vez. “Yo usaría el consolador, para que mientras me penetro con él pudieras lamerme todo. Además de ponerte un aro estriado en la verga para cuando me penetres” –respondí sin titubeos. “Pues sabes ¿qué me encantaría a mí? ponerte boca abajo, penetrarte con el consolador, lamerte el ano y a la vez de todo eso acariciar tu clítoris” –dijo él morbosamente. “¡Virgen Santa, Francisco! Eso suena delicioso. Llegaría un momento en el que tomaría la riendas, subiéndome encima de tu boca para que pudieras saborearme entera, desde mi clítoris hasta mi ano. Mientras me agarras las nalgas o mejor aún, me retuerces los pezones” –le escribí con toda la calentura que había en mí. Las cosas se estaban calentando y de qué manera. Los dos coincidíamos, lo que estábamos haciendo no estaba bien, pero era tan morboso. Su mujer en su habitación, y mi familia en la sala. Yo, por qué no decirlo, empapada, no sabía qué me sucedía, apenas unas líneas con él y mi vagina ya estaba dilatada, deseosa de ser follado. 

Francisco seguía diciendo cosas morbosas por su boca, bueno realmente por sus dedos, pero para mí era algo que me encendía demasiado: “Quiero tenerte aquí, agarrarte del pelo y con la otra mano meterte la verga en tu boca, para follarte esa boquita, después ponerte a cuatro para que te pueda ver la vagina y el ano, y lamerlo todo antes de follarte”. “Sí, bien lamido hasta que me tiemblen las piernas, y luego me la metes hasta el fondo. Que me nalguees con fuerza. Después me giras y me  vuelves a lamer mi vagina, hasta llevarme al orgasmo para gritar como puta” –le decía. Estaba descontrolada, me estaba tocando tan perversamente que intentaba no gritar por el placer. Me encantaban las cosas sucias que me escribía, me gustaba sentirme como puta por él y sin duda también él disfrutaba sabiendo lo caliente que estaba. “Te subes encima de mí y me la chupas, yo paso mi lengua por tu concha y meto mis dedos para que gimas como zorra, te cojo con mis dedos la vagina y el culo a la vez, mientras chupas mi verga completa” –me decía. No lo podía creer, estaba empapada, mis dedos me recorrían con libertad mientras intentaba aferrarme al celular para seguir leyendo y escribiendo con una mano. Le pregunté: “¿Cómo tienes la verga?”. Me respondió: “Durísima, me estoy masturbando pensando en como te follo todos tus putos agujeros. Se estaba poniendo degenerado y yo también.  Le dije que también me estaba tocando por él y que me acompañara pensando que me la estaba metiendo. Solo quería que me metiera su verga y que me hiciera gritar.

Estaba al borde del orgasmo, me retorcía en la cama, imaginando las cosas más sucias que se pueden pensar, deseaba tenerlo dentro de mí y con solo masturbarme no era suficiente. Quería que me cogiera y me dejara exhausta de placer. Ya mi cuerpo no podía contenerse más, me dejé poseer por ese furtivo orgasmo que me estremeció por completo. Gemí, me retorcí y sudé como una cerda mientras disfrutaba de ese delicioso placer que flagelaba mi cuerpo.

La mañana llegó y las responsabilidades, maldita distancia me tenía demasiado caliente, quería sentirlo, ver su cara de placer al tomar mi cuerpo de manera morbosa y candente. No resistí las ganas y lo llamé para decirle que no volvería a trabajar después del almuerzo y que tendría tiempo para ser perversa y comportarme como una puta ante él, esta vez sin mensajes de por medio, sino por una videollamada.  Obviamente aceptó, ya que tampoco tendría trabajo por la tarde. Estaba ansiosa, quería que la mañana pasara rápido y llegar a mi casa a desatar mi pasión por aquel hombre que me volvía loca. Cuando el reloj marcó las 13:30 hrs., me fui a casa, sin esperar nada me desvestí y me fui a mi cuarto, esperé a que me llamara, no pasaron más de cinco minutos y suena mi celular. Lo veo por la pantalla, imponente, a torso descubierto y acostado en su cama. Estaba nerviosa como una adolescente en su primera vez. Sentía un hormigueo en mi cuerpo por las ansias de estar a su disposición. Con un tímido “hola” comenzó la lujuria.  Los dos nos dejamos llevar, sabiendo que aquello no se volvería a repetir.

Me ordenó que me pasara la mano por mi vagina hasta el ano, haciendo una leve presión al pasar por cada uno de los agujeros. En cada pasada tenía que apretar un poco más e introducirme un poco los dedos. Imaginando que era su lengua, a punto de correrme en su boca, me dijo que me palmeara el coño y me pellizcara los pezones. Lo hice, no podía parar de gemir, no podía mantener las piernas abiertas. Mi mano, su lengua, estaba aprisionada entre mis muslos. No pude más y exploté en un orgasmo maravilloso, lleno de morbo. Ahora le tocaba a él, solo tenía una petición, quería que yo fuera muy puta. Sabía exactamente lo que eso significaba para él; fui hasta donde estaban mis juguetes y saqué un consolador, así que hice lo que mejor se me da, usar mi imaginación, y empecé a decir:

 

“Me pongo a horcajadas sobre ti, con mi vagina empapada por el orgasmo que me has provocado. Te beso el cuello, y comienzo a gemir en tu oreja a la vez que mis caderas se mueven sobre las tuyas. Bajo deslizando mi lengua por tu cuerpo. Hasta llegar a tu verga. La agarro con mi mano y la levanto, mientras mi lengua sigue bajando hacia tus testículos. Me tienes tomada por el pelo, mi lengua pasa por tus huevos y mi boca los succiona, mientras mi mano comienza a masturbarte, despacio de arriba a abajo. Levanto mi cara y miro tu glande brillante, le paso la lengua alrededor. Y la entremeto por su agujero. Me la meto poco a poco en la boca. Juego con la lengua, la succiono y voy bajando y subiendo. Bajando y subiendo”. Todo sobre una almohada que simulaba su cuerpo y el consolador para que viera lo puta que estaba siendo. En ese momento Francisco me dijo que me detuviera por un poco de tiempo, ya que verme jugando como puta lo hacía querer acabar, pero quería disfrutar por más tiempo de la lujuria que le transmitía. Solo por ser él le di tiempo para controlarse. Continué diciéndole: “Mis dedos buscan tus testículos, los aprieto mientras mi boca sigue comiéndose tu verga. Me gusta escuchar que gimas de placer al sentir como mi boca se desliza por cada centímetro de tu miembro, me enloquece saber que pierdes la cabeza por mí”.

 

Ya no se podía contener, estaba al borde del colapso; escuchar sus gemidos era excitante, estaba pronto a eyacular y no quería perderme ese momento. “¡Oh, Rebeca, voy a acabar!” –me dice. “Hazlo, mi boca está llena de tu verga, ahora quiero sentir como tu semen inunda cada espacio de ella” –le dije y abrí mi boca esperando que por fin su verga soltara ese espeso semen. Al fin lo hizo y acabó deliciosamente, sentí que su semen escurrió por mi cara y disfrute de ese morboso momento. “Ahora te voy a montar” –le dije subiéndome a horcajadas sobre el consolador. Me empecé a mover como la buena puta que estaba siendo para él. Entre gemidos le dije. “Solo quiero que disfrutes y veas lo que provocas en mi”. Estaba desenfrenada gozando de ese placer de pensar en que era su verga la que me penetraba, me apretaba los pezones y le decía: “¡Mirame! ¿Te gusta lo putita que soy?”. “¡Me encanta!” –decía sin perder detalle. Mis movimientos eran tan intensos que no tardó en azotarme con fuerza un delicioso orgasmo. Lo disfruté gimiendo y diciéndole lo mucho que me gustaba ser una puta para él. Quedé rendida en la cama con la concha palpitando y húmeda, jadeando y satisfecha. Pasaron unos minutos y le dije que me iría a bañar porque mi marido estaba por llegar y creo que pasaría a buscar a los niños al colegio. “¡Hasta pronto, hermosa!” –me dijo.

 

Ya en la ducha creía lo que acaba de ocurrir, nos habíamos dejado llevar. Éramos conscientes de que pasara lo que pasara esto no podría afectar a nuestra relación profesional y mucho menos a nuestras empresas. Lo hablamos y los dos lo teníamos claro. Cabe decir que esas videollamadas candentes se repitieron y ambos las disfrutamos como adolescentes. No teníamos miedo de frenar nuestros impulsos, ya que dejábamos de lado la vida profesional y nos abocábamos a ser unos malditos pervertidos que jamás por la distancia llegarían a cogerse, pero estábamos siempre deseando el momento oportuno para  dejar que el morbo y la lujuria hicieran su parte. También tengo que decir que gracias a él mi libido creció desproporcionadamente. Las noches son más intensas con mi esposo y nuestros encuentros con Ignacio y Mariana se han vuelto habituales solo por el placer del sexo.

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®

6 comentarios:

  1. Exquisito caballero, sus letras son una maravilla. .e encuentro igual que Rebeca en este momento 🔥💦😈

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  2. Ufff q rico relato deja al borde del abismo con tales palabras me encanto mucho
    Como siempre Caballero un exquisito relato

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  3. Que más decir, excelente relato Mr.P.
    Además que tengo el privilegio de haber leído "PÍDEME LO QUE QUIERAS" y opino igual que Rebeca, excelente saga.
    Respecto al relato muy bien detallado como usted sabe escribir y me encantó.

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  4. Que rico, muy excitante relato, haces volar la imaginación y que se despierte el lívido, saludos

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  5. Excelente relato, en desear tener sexo con la lujuria con el protagonista de la serie así de bruco y fuerte, y los encuentros con los amigos uff y tener esos encuentros virtuales con el compañero de trabajo dan ganas de tener esas vergas y disfrutarlas hasta el final. Gracias por compartir JOL

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