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sábado, 2 de septiembre de 2023

54. El guardia de seguridad

 

Tengo que contarles lo que me ha pasado esta semana, bueno pero antes de nada, les contaré que me llamo Constanza, tengo 19 años, soy una chica normal, con una larga melena negra un poco rizada, unas piernas que me encantan, por lo cual siempre llevo minifaldas y un bonito cuerpo, con bastantes curva. Mi novio se llama Alex, la verdad no sé cómo me aguanta, pues me paso un poco con él. Ya que entre la universidad y un trabajo de medio tiempo los fines de semana es poco lo que me queda por compartir con él. Aunque los mensajes por WhatsApp son algo recurrentes con fotos bastante subidas de tono entre ambos y videollamadas como para encender el infierno.

Cuando me viene a buscar y nos vamos por ahí a hacer cositas, pasamos muchas veces al lado de una obra, y suele haber un guardia de seguridad que me vuelve loca, con su altura, su traje azul, su corbata, ese enorme cuerpazo y esa verga que siempre me imagino poseyéndome. Este día nos sentamos cerca de la obra mi novio y yo, en unos bancos que allí están, mientras estábamos hablando y mi novio no paraba de intentar besarme, mi mirada se clavó en ese hombre misterioso. Allí estaba él, con su traje tan azul, mirándonos detrás de esas gafas de sol, entonces accedí a las propuestas de mi novio y comenzamos a besarnos mientras le echaba miradas furtivas al guardia, y él disimulando no nos quitaba los ojos. Dejé que mi novio me siguiera besando y empezara a manosearme torpemente los pechos, cuando me puso bien caliente, pasé a la acción, mi mano fue al cierre de su pantalón y le saqué su verga, que enseguida se puso dura. La tomé fuertemente con mi mano y mientras le daba miradas al vigilante lo empecé a masturbar suavemente, pude ver la excitación en la mirada del guardia. Entonces, aparte mi pelo y me la metí en la boca, estaba caliente, tiré fuertemente de ella y mi novio se retorcía de placer, mientras ponía los ojos en blanco, chupé su verga y de vez en cuando miraba al guardia que nos observaba fijamente y notablemente excitado desde detrás de la ventana de la obra.

Seguía chupando verga, veía hasta donde estaba el guardia y se acomodaba indiscretamente la erección que su pantalón escondía, estaba caliente viendo como ese hombre deseaba que le hiciera lo mismo, para hacerlo sufrir un poco le dije a Alex que se pusiera de pie; le bajé los pantalones hasta el suelo y me puse en cuclillas para seguir chupándosela, se retórica y me decía que no parase. Por suerte la calle estaba desierta, solo el mudo testigo que nos observaba a la distancia viendo lo puta que podía ser solo para calentarlo. Entonces lleve mi mano hasta su culo, que palpé, deslicé mi mano lentamente llegando hasta su agujero y metí un dedo hasta dentro, se quejó y le dije que se callara, la pena es que no podía ver la expresión del vigilante en estos momentos, pero seguro debía estar alucinando ya que ahora lo único que podía ver era el culo de mi novio. Empezó a mover la polla como si quisiera acabar, le dije que esperase, saqué mi dedo de su culo y le metí de golpe dos, dio un grito y seguí chupando, ahora sí, su espeso semen salió llenando toda mi boca, me tragué lo que pude y apreté con todas mis fuerzas su verga y le di una nalgada, le dije: “¿Po qué no me avisaste?”. No podía decir nada, porque el dolor en su verga y en su culo por mis dedos lo tenían casi al borde del colapso. “¡No puedes aguantar una mamada!” –le dije recriminándole, pero eso no quitaba mi excitación.

Me incorporé y vi al guardia mirándonos sin perder detalle, me senté en el banco y abrí mis piernas, deslicé mi tanga hasta quitármelo y le dije a novio que viniera, tenía la verga totalmente flacida y lo único que hizo fue besarme. Siempre había querido follar en la calle y que alguien nos viera haciéndolo pero el estúpido de Alex no dio el ancho con mi fantasía, me sentí un poco acongojada con la situación pero decidí que debía hacer algo para motivarlo. Tomé su cabeza y la llevé hasta mi sexo ardiente y empezó a comérmelo, no pude contenerme y empecé a gritar de placer mientras no le quitaba la vista a mi ansiado guardia. Las lamidas y chupones que me daba desencajaban el placer en mi vagina que escurría con fluidos, me movía disfrutando su lengua y buscaba la posición del guardia para que me viera como estaba disfrutando de aquella lengua que me estaba enciendo hasta el borde la locura. “¡Sigue querido, lo estás haciendo de maravilla!” –le decía sin quitar la vista hasta la obra en donde estaba el vigilante fumando un cigarro y observándonos. Saber que estaba mirándome y que se acomodaba su erección era tan excitante que casi sin darme cuenta tuve un delicioso orgasmo, apreté con fuerzas mis piernas su cabeza, hundiéndolo para que no se perdiera el coctel de mis fluidos que hervían a causa del placer. Lo miré y vi que su verga ya estaba erecta otra vez, la guíe hasta mi sexo, la metió de golpe, noté su calor y pasé mis piernas por encima de su cuerpo que apreté con fuerza mientras entraba y salía de mi llenándome de placer, cerré los ojos e imaginé que era el guardia con su verga que estaba follándome, cuando los volví a abrir seguía mirándome con descaro.

Las embestidas de mi Alex se hicieron más intensas y mis gemidos aumentaban, ya estábamos en ese punto en donde todo vale mierda y no nos detendríamos por nada del mundo. Entre los gemidos que salían de mi boca y mi novio bufando como animal en brama, él acabó, inundando mi vagina con su semen, lo que fue el detonante para dejarme dominar por otro intenso orgasmo, que me dejó exhausta. Sin duda se había recuperado y dado el ancho para ser cómplice de mi caliente fantasía. “¡Ahora si fuiste hombre!” –le dije y lo besé, mordí su labio hasta hacerlo sangrar, un delicioso premio a mi lujuria. Saqué un pañuelo desechable, me limpié un poco, miré alrededor a ver si había alguien, solo estaba el vigilante tocándose el cierre del pantalón. Entró al recinto de la obra y cerró la puerta. “Amor, ya es tarde, me tengo que ir” –le dije. “Te acompaño hasta tu casa Constanza, ya que no hay nadie en la calle y te puede pasar algo” –dijo con ternura. “después de lo que pasamos, ¿qué me podría pasar?” –le dije con una sonrisa traviesa.

Caminamos de la mano, pasamos por afuera de la obra, pero no vi al guardia, quizá estaba haciendo una ronda o se estaba masturbando en el baño después del espectáculo que había presenciado. Al llegar a casa nos despedimos con un beso lleno de lujuria que me hizo humedecer más. Abrí la puerta de la calle y esperé como todas las veces que tomara un taxi para irse a su casa. Cuando se fue, mi mente comenzó a divagar y me transporté a la obra y comencé a imaginar lo que el guardia estaba haciendo. ¿Se estaba pajeando pensando en mí? Mierda, esa sensación de incertidumbre me tenía intranquila, pero lo que más intranquila me tenía era la profusa humedad en mi conchita. Pasaron unos minutos y seguía con esos pensamientos, lo más lógico era que cerrara la puerta y entrara a casa. Además, mis padres quizá escucharon que llegué, pero no me iba a quedar con la duda de saber. Cerré la puerta y fui hasta la obra. Aunque para ser honesta no fue mi decisión, fue mi calentura la que me hizo caminar hacia allá. Ya estaba cerca y él estaba parado en la vereda fumando un cigarro, eran cerca de las diez de la noche; mi corazón latía con intensidad al verlo pero mi vagina también lo hacía, de solo verlo casi tengo un orgasmo, por primera vez estaba tan cerca de ese hombre que tanto me calentaba.

Cuando ya estaba demasiado cerca, volteó la cabeza y me miró de arriba a abajo, me gustó esa mirada, ya que había algo de lujuria en sus ojos. Por cierto, es un hombre que supera los cuarenta años. Imponente y serio, al verme dijo: “Sabía que volverías”. No podía creer lo que escuché, tan evidente era, me quedé pasmada. “Ahora no hablas puta, pero si sabes gemir” –me dijo. ¡Mierda! Tiene razón, no podía decirle nada ya que mi excitación casi no me dejaba hablar. Tenía unas ganas locas de ahogarme con su verga, pero no salían palabras. “¿Te vas a quedar afuera? Entra” –me dijo. En silencio y no sabiendo que esperar entré. Me sentía pequeña a su lado. Fuimos hasta su lugar de trabajo, una oficina en un conteiner, había un amplio escritorio. Al entrar, me tomó con fuerza de los brazos y me llevó hasta la pared, empecé a gemir al sentir el contacto de sus labios en mi cuello. Él siguió besando mi cuello y lamiéndolo, mis manos se levantaron en señal de rendición, me había entregado por completo a su perversión. Metió una de sus manos dentro de mi falda, mi vagina escurría al sentir como sus dedos se colaban entre mi ropa interior y buscaba mi clítoris, ese guardia de seguridad tenía muy claro lo que haría. Empecé a gemir cuando sus dedos entraron en mi vagina, me derretía la maldita forma en que me tocaba, me enloquecía la voracidad en la que su lengua se deslizaba por mi cuello. Me tenía en éxtasis, no hacía más que gemir entregada por completo a la placentera sensación que provocaba en mi conchita mojada y deseosa de su verga. Me quitó la ropa casi de inmediato, me apoyó en su escritorio y me dijo: “Veamos putita cuanto soportas”. No terminó de decir cuando su lengua se paseó por mi sexo, solo sentir como avanzó me hizo tener un delicioso orgasmo. Tan caliente estaba que no pude aguantar siquiera la punta de lengua rozando mi clítoris. Eso lo motivó más a seguir hurgando con su furtiva lengua el interior de mi vagina. “¡No se detenga, por favor!” –le decía entre gemidos y con la respiración agitada. Me volteó y apoyé mis manos en el escritorio, su lengua invadió mi culo y grité: “¡Oh, mierda, qué rico!”. Pareció reír al escucharme pero no se detuvo. Movía mi culo siguiendo el camino que trazaba su lengua en mi agujero. No podía creer lo exquisito que la estaba pasando con ese guardia desconocido. Él separaba mis nalgas y sentía como su cara se restregaba por completo en mi agujero. Era un maldito pervertido y yo una puta a su disposición. Oh, sí, otra vez estaba siendo azotada por un intenso orgasmo que me hizo poner mi cara en el escritorio y gemir salvajemente.

“Me gusta lo puta que eres” –me dijo y me dio una nalgada que me estremeció por completo. “Soy su puta, caballero” –le dije. Se abrió el pantalón y sacó su verga erecta. Era tal como la había imaginado. Grande, gruesa, con sus venas marcadas. Se sentó en la silla y me dijo: “Chupa sucia puta”. “Ya veremos si mereces ese honor” –dijo con una sonrisa retorcida. Me arrodillé y me puse entre sus piernas, lentamente pose mis labios en el glande de esa exquisita verga y pasé mi lengua por la punta. Me la metí en la boca sin pensarlo y la tragué de la forma en que me había imaginado haciéndolo hasta la base. Empecé a chupársela frenéticamente y con lujuria, mi saliva la embadurnaba y la tragaba hasta sentir como me ahogaba deliciosamente. Me tomó del cabello y marcó un ritmo estrepitoso que seguí como la mejor de las putas. Él miraba como me comía su apetitosa verga, disfrutaba de su mirada llena de perversión, pero también disfrutaba como su verga llegaba a mi garganta cuando me la metía toda en la boca. “Se nota que sabes chupar una verga, por eso tu novio acabó rápido, pero es un debilucho que no sabe cómo resistirse a la boca de las putas” –dijo el guardia con cara de satisfacción. Me sentía atrapada por su hombría, y sí, tenía razón; mi novio no era capaz de aguantar una mamada y necesitaba motivación para ponerse salvaje, pero en cambio este hombre no necesitaba ni un estímulo de mi parte para mostrarme que es un maldito animal en celo.

Me tomó del cabello y me apoyó en el escritorio, empezó a jugar con mis nalgas y las golpeaba con fuerza, era exquisito sentir sus manos marcándose con la fuerza de su palma, estaba tan entregada a lo que él pudiera hacer conmigo que disfrutaba cada nalgada que me daba, aunque mi culo ardía como el infierno. Él conseguía despertar sensaciones que con mi novio no alcanzaba a experimentar, pero este hombre estaba causando estragos con mis demonios. “¡Nalguéeme con más fuerza!” –le decía casi en tono de súplica. Aprisiono mis muñecas con las esposas de su uniforme, dejando mis manos en mi espalda, ahora sí, sometida a todo lo que su mente perversa quisiera hacerme; no podía más que gemir y balbucear al sentir como su verga se abrió pasó en mi vagina. Lo había deseado desde que entré, quería que me tomara sin preguntar nada, solo dejar que su instinto de macho actuara. Tomado de mis caderas me embestía con fuerza, sentía que su miembro me partía en dos por la brutalidad que ejercía. Mi cuerpo desfallecía pero mi deseo porque él saciara su lujuria compensaba cualquier esfuerzo que pudiera realizar. “Me gusta como gimes, eres toda una puta, estás hecha para mi verga” –me decía mientras me daba más fuerte. “¡Usted hace que me vuelva más puta de lo que soy!” –le dije, sabiendo que ese era un punto de no retorno, pero daba lo mismo, ya que mi fantasía estaba siendo cumplida con creces. Decidió cambiar de agujero y sin decir nada me la metió en mi culito, el desgraciado me hizo gritar de placer; él sonrió al escucharme gritar, parecía disfrutarlo. “¡Va a romperme el culo!” –le decía, mientras él me la clavaba sin misericordia hasta el fondo. No sabía cuánto tiempo podría resistir pero mi cuerpo estaba al borde del colapso por el placer y la lujuria; mi ano palpitaba y mis gemidos se hacían más intensos. “¡Aun no vas a acabar puta!” –me dice. Me libera de las esposas y hace que me coloque en el piso. Estaba en cuatro, pero él quería que levantara mi culo lo más que pudiera, por lo que mi torso se fue hacia adelante y mi cara quedó en el piso. Estaba lista para que me siguiera torturando.

Se acomodó de tal forma que quedó encima mío y su verga se deslizo a mi culo abierto, palpitante y deseoso de seguir siendo usado con brutalidad. Escucharlo bufar y resoplar era un toque encantador, me gustaba como se expresaba en el sexo, me sentía en las nubes. Al fin pude sentir el calor abrasador del orgasmo invadiendo mi cuerpo con tal violencia que mi cuerpo empezó a casi convulsionar. Era una sensación inexplicable, ya que me sentía cansada pero con ganas de seguir disfrutando de su verga. Obviamente no se detuvo, siguió dándome por el culo con la misma intensidad. Mi rostro, mi pecho estaban contra el piso, sin contar que era tanto el placer que babeaba de la manera más exquisita. Se colocó de pie, me levantó del pelo y me puso contra la pared, por el sudor el polvo del piso estaba pegado en mi cuerpo, era una escena perversa pero llena de lujuria. Acomodó mis caderas, dejando mi culo a su completa disposición, me la volvió a meter en mi agujero que no ponía resistencia, estaba tan adaptado a su verga, que entró como si nada. Tomado de mi pelo me embestía con fuerza mientras me susurraba al oído: “¿Te gusta puta?”. No me salían las palabras, solo asentí. El guardia continuó con su faena desquiciada, dejando el claro que mi culo era su juguete favorito.

Sentía como su verga se hinchaba y palpitaba en mi culo, esa deliciosa sensación de saber que estaba por eyacular me tenía al borde de la histeria, estaba ansiosa por sentir como se descargaba en mi interior, pero también quería sentir su semen escurriendo en mi boca, de la forma que fuera, sabía que pronto su semen saldría expulsado. Siguió hasta que ya no se puedo contener, me llevó al piso y me dijo: “¡Chupa sucia puta!”. No terminó de decirlo y ya tenía su verga en mi boca, dispuesta a tragármela entera. Ese hombre había despertado algo en mi interior que me hacía desearlo, primero con esas miradas furtivas que nos dábamos cuando pasaba por fuera de la obra y ahora que sabía que era un macho en celo, no me importaba nada más que se sintiera complacido, tampoco me importaba si contaba que había cogido con una puta adolescente, solo quería que su satisfacción fuera plena, así como él me había dado ese perverso placer. Se la chupé como si mi vida dependiera de eso, me la tragué hasta el fondo y en un ritmo frenético degustaba de esa verga que me volvía loca. Al cabo de unos minutos, ya estaba eyaculando en mi boca, su tibio semen me invadió a grandes chorros, sin sacarme la verga de la boca  me ahogaba con su esperma; lo tragué y quedé tendida en el piso, nunca antes había cogido de esa manera tan salvaje, mi culo estaba abierto, me dolía, era una sensación incomoda pero a la vez placentera. Estaba acostada en el piso viéndolo mientras acomodaba su pantalón, me volvía loca; sabía que no sería la única vez que lo visitaría, porque la forma en la que me miraba en el piso indicaba que estaba satisfecho.

Sonó mi teléfono, era Alex. “¿Qué haces?” –preguntó. “Acostada” –respondí. “Estuve pensando en la forma en que tuvimos sexo en la calle esta tarde, me gustó mucho” –dijo. “¡Qué bueno! Alex, lo nuestro no tiene futuro, no das el ancho para lo que quiero y lastimosamente, hasta aquí llegamos” –le dije. Intentó que le explicara el por qué, solo le dije: “¿Recuerdas la obra que está frente a los bancos donde estábamos? El guardia de seguridad de la obra es mucho más hombre que tú. Ahora estoy tirada en el piso de su oficina, desnuda, cogida con el culo abierto y me tragué su semen. Él es el que me hace gozar más que tú. ¿Necesitas saber algo más?”. Corté la llamada, el guardia me miró y me dijo: “Puta, vístete, porque te debes ir a tu casa. Lo que hiciste con ese pendejo estuvo bien, porque si no sabe complacer a una zorra como tú no sirve para ser llamado hombre”. Me vestí y me fui a casa con una sonrisa de oreja a oreja, sabiendo que ese tipo de la obra me follaría todos los días hasta dejarme exhausta.

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®

7 comentarios:

  1. Muy interesante... me gusta la actitud final.
    Excitante y acertado.
    Excelente relato Mi Amo

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  2. Sus relatos nunca decepcionan caballero 💦💦💦🔥🔥

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  3. Gracias siempre una delicia leerlo

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  4. Wooowwww, que relato más excitante y con final feliz.
    Concuerdo con el guardia si un hombre no te complace no es un hombre. Me encantó

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  5. Ricoo cada detalle, cada línea expresa lujuria y pasión y hace volar la mente hasta eses escenas tan deliciosas y ser cogida así,sin miedo al éxito como siempre un placer leerlo Caballero

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  6. Excelente relato y una descripción muy excitante, pocos hombres logran ese nivel de satisfacción. JOL

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  7. Excitante relato, con mucho detalle, que ricooooo, gracias por compartir, saludos

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