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jueves, 24 de agosto de 2023

51. Descubrí el placer de la sumisión 1

Nunca en mis dieciocho años de vida había experimentado el deseo sexual. Pensé durante mucho tiempo que era mi problema pero todo cambió el día en que lo conocí; fue el hombre capaz de hacerme temblar con su sola presencia, y aquel por el cual descubrí que los chicos que me rodeaban no eran lo que yo quería.

Todo comenzó una noche de verano, mi cuerpo todavía era tierno en esa época, mis pezones rosados no se endurecían y aunque regularmente disfrutaba de deslizar mis dedos por en medio de los pliegues de mi intimidad, seguía teniendo buena parte de mi inocencia. Por lo menos hasta que Julián vino de visita, el mejor amigo de mi tío. Julián era un hombre fornido y maduro, en ese tiempo estaba alrededor de los cuarenta, con gran fuerza y un aire de masculinidad que me retorcía las entrañas.

Julián comenzó a trabajar en las remodelaciones de la casa familiar y era común que se paseara sin camiseta mientras cargaba los materiales de construcción. Sin él saberlo, me regalo mi primer orgasmo, lo que nunca antes había alcanzado hasta el día en que lo vi, esa primera noche comenzó mi deseo impuro. Me odia por fantasear con él pero gemía como nunca imaginando sus grandes brazos apretándome contra la cama y penetrándome sin contemplación, tampoco ayudaba el verlo todos los días. A pesar de mi deseo, seguía teniendo miedo de las consecuencias de mis actos y no creía que un hombre tan mayor y experimentado cayera por una niña pequeña como yo, pero para mi sorpresa, después de tres meses de constante fantasía, por fin recibí aquello que tanto anhelaba.

Mis padres y mi tío habían salido a la capital y tardarían mucho tiempo en volver, tal vez incluso un día entero. Teniendo la casa solo para mi aproveché para hacer lo que quisiera y pasearme en un traje de baño rosado y diminuto, sin ninguna intención oculta, pues sabía que Julián no venía los fines de semana. Al medio día, me había desafiado a mi misma a utilizar la gran pantalla de la sala para reproducir mis videos favoritos y masturbarme sin miedo a ser escuchada. Los gemidos en la televisión aumentaban mi libido y se mezclaban con los míos, mi mano se hundía con profundidad en mi entrepierna mientras mis jugos comenzaban a escurrir. Primero un dedo y luego otro pero seguía sintiendo que no era suficiente, necesitaba más, necesitaba la fuerza de un hombre empujando contra mis caderas y sentir aquella dureza palpitante abrirse paso dentro de mis paredes vírgenes. Los gemidos salían descontrolados y cuando estaba a punto de alcanzar mi dulce liberación me pareció escuchar un ruido por la cocina, me detuve se inmediato aterrorizada de haber sido encontrada por mis padres e intentando disimularlo me atreví a ver por un segundo. No eran mis padres, desde una esquina de la cocina y par de ojos marrones me observaban abiertos de par en par.

Nunca había estado con un hombre, así que no podía diferenciar la lujuria de cualquier otra emoción en el rostro de aquella persona, pero algo se encendió dentro de mí. El deseo de ser vista por el mientras me recorría, después de un par de segundos fingí no haber visto nada y continúe masajeando mi clítoris con delicadeza, quería hacer que el momento durara y mientras suspiros se escapaban de entre mis labios, descubrí con dicha que Julián seguí allí, no había abandonado la escena y sentía su mirada recorriendo mi cuerpo pequeño y suave. No importaba si era una alucinación o no, no lo creía, no podía creer que fuera real así que fui aún más valiente. “¿Te quedarás viendo o vas a venir a follarme de una vez por todas?” –pregunté en un tono provocador, aunque estaba de espaldas a él no volteé a verlo. Espere y solté un suspiro de alivió cuando escuche el golpe de sus pesadas botas de trabajo contra en piso. Julián se acercó y lo primero que hizo fue colocar sus manos contra mis senos, apretándolos y jugando con los pezones con mucho cuidado. Cuando comprobó que yo me retorcía pidiendo más en lugar de gritar su confianza fue aumentando y comenzó a recorrer mi cuerpo, sus manos raspaban en algunos lugares y eso me calentaba a un más. El hombre maduro frente a mi estaba confundido pero no iba a dejar pasar la oportunidad de follarse a la péquela hija de sus jefes en su propia sala o por lo menos eso esperaba. No esperaba que la niña de la casa fuera una zorra tan caliente. Sonrió, me pareció alucinante ver la expresión de su rostro, sus ojos parecían estar encendidos y preguntó sin soltarme las tetas: “¿Quieres que un hombre de verdad te folle, no es así?”. “¡Cógeme por favor! –rogué sin vergüenza alguna, no podía perder esa oportunidad de perder mi virginidad con quien tantos orgasmos me había regalado en la soledad de mi habitación.

Julián me tomó del cuello con una mano mientras deslizaba la otra en mi vagina rebosante de fluidos y se acercó a mi oído para susurrar: “Escúchame bien, te haré el favor de enseñarte lo que es una buena verga en tu pequeña vagina pero ni una palabra de esto a nadie. ¿Está bien?”. Cuando asentí en respuesta pude sentir que todo cambió para él, sin previo aviso introdujo uno de sus dedos en mi interior y mis paredes se contrajeron. Lo movió dentro de mí sin piedad causando que comenzara a chapotear por la cantidad de fluidos que estaba produciendo. Su lengua me recorría el cuello y de vez en cuando las tetas, me había convertido en un manojo de nervios bajo su poder pero aún no era suficiente, quería mas y él podía sentirlo, porque no perdió más tiempo en juegos previos y desabrochó su cinturón, se bajó sus pantalones rebelando un miembro grueso y palpitante.

Me asustaba que eso no pudiera entrar en mí, pero sentía curiosidad del dolor que me causaría. Julián estaba a punto de tirar a un lado su ripa cuando el sonido de la televisión llamó su atención. La protagonista del video sollozaba mientras era castigada cruelmente y sus ojos tomaron otro brillo. “Esto significa, que puedo hacerte lo que quiera ¿Y me obedecerás como una buena niña, no?” –dijo con perversión en su voz. Yo me quedé pasmada, la idea de follar me hacía querer acabar pero la imagen de Julián golpeando con fuerza mi trasero era algo extra. “¿Eres una buena niña o no?” preguntó con su voz grave. “Sí, soy una buena niña. Señor, por favor” –respondí automáticamente. Julián tomó su cinturón de vuelta y sin previó aviso me dio vuelta en el sofá y me presionó contra las cojines, con mi trasero al aire, ondeó un par de veces el cinturón antes de dejar hacer el primer golpe. Las lágrimas salieron de mis ojos pero él no se detuvo, siguió golpeando hasta que un delicioso ardor se extendía incluso en la entrada de mi vagina. Esos azotes quedaron grabados en mi piel como una marca indeleble. Las sensaciones que me producía eran tan alucinantes que sollozar por ellos no era un castigo, sino un regalo que él me estaba dando; en mi excitación le decía que me azotara con más fuerza. “No se compadezca de esta zorra, azóteme como una sucia puta que merece ser corregida” –le decía suplicante. No sé de donde salían esas palabras, era como si algo hubiera detonado en mí y salían en completa rendición ante la figura de aquel hombre que me enloquecía. 

“¡Qué buena puta me he conseguido hoy! ¿Quién lo diría? –dijo satisfecho con el color de mi culo empezó a abrir con sus dedos mi vagina y acariciando con la yema de los dedos mi hinchado clítoris. Estaba al borde de la locura; mis gemidos se hacían intensos, no podía percibir nada más que sus caricias candentes e indecentes en mi vagina. ¡Era una delicia! “No tienes permiso para acabar” –me dijo. Era casi imposible intentar contenerme, ya que me masturbaba tan perversamente que no sabía si podría cumplir esa orden, pero había dicho que le obedecería en todo; estaba haciendo mi mayor esfuerzo en controlar mi orgasmo, luchaba con el alma para que se sintiera satisfecho. La vagina me palpitaba, mis fluidos escurrían por mis piernas, él sonreía torturándome, hasta que el fin dijo: “¡Puedes acabar puta!”. Solté un agónico gemido que me estremeció por completo; el orgasmo fue idílico, perverso y sucio, pero a la vez fue sublime, ya que sus manos fueron el ingrediente perfecto para ese fin. Fue una dulce tortura que me llevó al límite, que disfruté como una puta agradecida. “Ahora falta probar si esto es tan bueno como todo lo demás” –dijo para sí mismo y acercó su la cabeza de su miembro a la entrada de mi aun palpitante vagina. Al instante me alteré pensando en que él quería entrar sin prepararme un poco más, ya que mi himen aún no había sido desgarrado, pero Julián no dejó que me moviera, me sostuvo con fuerza mientras se abría paso dentro de mí. Un intenso dolor se apoderaba de mis entrañas, temblaba, ya que ni siquiera la mitad de su verga estaba dentro. “Veo que es tu primera vez” –dijo no sé si con asombro o con perversión, pero la compasión en él era algo que tal vez no conocía. Embistió con fuerza un par de veces hasta que mi himen cedió a la presión y se rompió permitiendo que me penetrara de una vez hasta el fondo. “¡Mierda, me duele!” –grité. “La primera vez siempre es dolorosa, pero ya te vas a acostumbrar y sentirás el placer de ser cogida como una puta” –me dijo. , su gran verga se sentía como si fuera a romperme pero no se detuvo a pesar de mis gritos. Acariciaba mi pelo tratando de tranquilizarme, después de unos minutos eternos parecía que mi vagina había cedido a su verga, porque se tomó de mis caderas, me la empezó a meter violentamente, el dolor había dado al placer, aunque me ardía un poco; sentía que llegaba hasta lo más profundo de mi ser, mis gemidos estaban como sincronizados a sus movimientos.

Como un animal, entraba y salía de mí sin ningún cuidado, como si quisiera partirme en dos. El ardor era demasiado pero de alguna manera me encantaba la manera en la que me la metía, como si fuera nada, me agarraba del cuello o de la cadera para empujar cada vez mas fuerte. Hasta que un escalofrío me recorrió de punta a punta, apreté mi vagina en uno de los orgasmos más deliciosos de mi vida pero para Julián no había acabado. Seguía metiéndomela con fuerza y nalgueándome de vez en cuando. Él gemía como una bestia pero no podía quejarme, me encantaba que me usara como un objeto. Mi cuerpo estaba sin fuerzas, Julián me empujaba contra el sillón y me daba verga sin piedad al punto de quedarme sin aliento. De repente, comenzó a dar fuertes empujones,  su verga entraba por completo en mí y luego la sacaba casi completa para hacerla entrar de golpe. Su cuerpo cayó sobre el mío aplastándome y poco tiempo después comencé a sentir un liquido desconocido en mi interior, caliente y cremoso. Disfruté la sensación de estar llena de semen y de haber dejado satisfecho a un hombre. Julián se incorporó y sentí como su verga se deslizaba fuera dejando que gran parte del semen escapara y manchara el sofá.

Yo no podía moverme, solo escuchaba el sonido de su ropa cuando él la tomaba. Se acercó a mi después de unos minutos y me tomó del pelo para levantar mi cabeza y ordenó: “Limpia lo que queda en el sofá con tu lengua”. No tenía fuerzas para moverme pero obedecí su orden, lamí con devoción el regalo que me había dado, hasta no dejar rastro de semen, lo tragué y me encantó su textura y el sabor que tenía. Fue sin duda algo que recordaré con agrado. Después, con un beso ardiente me hipnotizó, metiendo su lengua dentro de mi boca, me pareció perverso y lujurioso. “Me encantas, te cogería hasta que te desmayes pero temo que debo contenerme esta vez” –dijo mirándome con lujuria contenida, se veía que quería hacer cosas aún más pervertidas pero tenía poco tiempo. “Limpia este desastre antes de que tus padres regresen y si te portas bien te enseñaré más de lo que es ser una puta sumisa” –prometió, yo asentí emocionada de solo pensar que volvería a enseñarme más de este mundo que había conocido y que me cogería hasta dejarme tendida. “Bien. ¡Qué buena perra eres!” –dijo con una sonrisa oscura que solo un adulto experimentado podría tener. “Te entrenaré para que seas aún mejor, verás todo lo bueno de la sumisión” –me dijo y me besó esta vez con dulzura.

Con esa promesa se fue como había venido, dejándome desnuda, abierta y sucia en la sala de estar. Fue un encuentro corto debido a la situación. Arreglé todo antes de que mis padres llegaran.Ttomé una larga ducha que no pudo borrar los recuerdos de lo que había hecho. Mi vida había cambiado, ya no podía volver a ser la niña inocente, me había convertido en una mujer y no cualquier mujer, una que disfrutaba siendo sometida, en la puta que disfrutaría de la experiencia de un hombre mayor, en esa puta que espera deseosa cumplir las órdenes de un Amo que la puede conducir a los placeres más inquietantes que se pueden experimentar.

 

Había perdido mi inocencia pero había descubierto los placeres de la sumisión. Me entregué a él por completo, era una deliciosa atracción que iba más allá de lo sexual; tenía la capacidad de hacerme estremecer solo con mirarme, oír su voz era algo majestuoso, esa hombría que lo hacía parecer un ser superior al resto era lo que admiraba de él. Si son pacientes, volveré y les contaré lo que sucedió la vez siguiente en que estuvimos juntos.

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®

 

5 comentarios:

  1. Mmmmm que rico...
    Me encanta, muy delicioso y excitante relato mi amor
    Tus letras despiertan sensaciones exquisitas.
    Un deleite a los sentidos😈

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  2. Que ricoooo ser cogids de esa manera y poder suplicar por ese exquisito placer y ese orgasmo anhelado y esas líneas como lo describe Caballero fantástico me encanto.
    Como siempre Caballero muchas gracias

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  3. Que buena descripción y que delirante experiencia tan lujuriosa y perversa al mismo tiempo. JOL

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  4. Excelente relato señor. La verdad que al principio me sentí muy identificada con la chica porque es difícil encontrar una persona que cumpla todas las fantasías.

    Y como siempre es tan correcta la escritura que estimula muy bien la imaginación

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  5. Mil gracias por este relato gratificante y caliente

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