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miércoles, 16 de agosto de 2023

47. La puta Ruth Zamorano

 

Me llamo Alejandro, 37 años, vivo solo. Soy de Santiago de Chile. Estaba aburrido en casa, era mi día libre. Sin saber qué hacer, tomé mi teléfono y me puse a ver porno. Mi actriz favorita, Abella Danger. Sus gemidos y su cuerpo son de ensueño, estaba tan caliente mirando la pantalla que sin darme cuenta me estaba masturbando sentado en el sofá. En eso una notificación de WhatsApp, era Ruth mi jefa. “Buenos días. ¿Cómo está?” –me dice. “Aquí, bien. Usted, ¿cómo está?” –dije. Seguí viendo a la musa de mis pajas esperando a que respondiera. “Bien, pero algo complicada” –dice ella. “¿Qué le pasó?” –le pregunté. “Usted sabe, el trabajo. Disculpe que lo moleste con mis tonterías” –me responde. “No se preocupe. Además, no es molestia, no hacía nada importante” –le dije.

Decidí dejar mi paja de lado y hablar con la jefa. Cabe mencionar que tenemos casi la misma edad, yo soy mayor por diez meses. Ella, mide 1.70, ojos café, pelo castaño hasta un poco más abajo de los hombros. Senos no tan exuberantes pero que no pasan inadvertidos, un culo redondo, que sabe lucir muy bien cuando se pone jeans. También de sonrisa fácil y cara angelical, aunque siempre supuse que era una diablita.

Seguimos la charla tranquilamente y me pregunta: “¿Qué hacía?”. “La verdad, nada importante” –respondí. No podía decirle ‘me estaba pajeando viendo porno’. Aunque para ser sincero si no hubiera estado tan concentrado en la conversación se lo hubiese dicho.  “Siempre hay algo que uno puede estar haciendo don Alejandro” –escribe. “Tal vez sí. Usted, ¿qué hace?” –le pregunté. “Nada importante” –me responde y finaliza con un emoji sonriendo. “¡Ah, no! ¡Me copió la respuesta!” –escribí. “¡Uy qué sensible! ¡Tan grande y sensible!” –escribe ella. “Así somos los artistas” –le respondí, finalizando con su mismo emoji.

La charla se tornaba interesante, ya que siempre por mi parte había mantenido la distancia por las razones laborales y todo tiende a malinterpretarse pero por un momento nos olvidamos de esa barrera y seguimos la conversación. “Bueno, como usted no me dijo que hacía, yo tampoco le diré” –escribe. Analicé la situación por unos minutos, pensé que responderle pero mi imaginación no estaba para inventar algo tan trivial, entonces le escribí: “Bueno, no me diga. Me dice que soy sensible y usted se comporta como niña”. De pronto miro y debajo de su nombre dice: Grabando audio. Mi primera impresión fue: ‘Me va a putear’.  Cuando me llega el audio de diez segundos, al escucharlo lancé una carcajada porque había puesto voz de niña para decir: ”Sí, soy una niña y usted un viejo gruñón”. Mi respuesta a su audio fue: “No importa, prefiero ser gruñón a ser un niño malcriado”. Se rió y me escribió: “¡Ay don Alejandro! No se enoje o se va a poner más viejo”. “Nos llevamos por diez meses, así que si soy viejo, ¿qué queda para usted?” –respondí. El jueguito me estaba excitando un poco, esa voz de niña traviesa y esa risa despertaba mi perversión. Así qué insistí con mi pregunta: “Dígame, ¿usted que hacía?”. “Aún acostada, aburrida y no tenía a quien molestar” –me dice. “Tiene a su marido y a sus hijas para molestarlos” –le dije. “Sí, pero no están y usted sacó el número premiado” –responde. Me la imagina tendida en la cama, vestida solo con un camisón transparente. Mi miembro reacciono al estímulo imaginativo y me empecé a masturbar despacio, fantaseando con Ruth y con todas las cosas perversas que podría hacerle.

“Ahora le toca a usted. ¿Qué hace?” –me preguntó. “Lo mismo que usted, pero sentado en el sofá” –le respondí. “Tremendo panorama tenemos” –dijo. Me reí y escribí: “¡Na’ qué hacer!”. “Espéreme un minuto” –dice. Me quedé un rato esperando así que recurrí a los vídeos de mi musa Abella Danger para mantenerme caliente. Otra vez en medio de mi paja aparece Ruth. “Perdón por la demora pero tuve que sacar a Rocky al patio a hacer sus necesidades” –dijo. “Yo pensé que se había aburrido hasta de escribir” –le dije. Me envió una foto de ella con su perro en la cama. Se veía preciosa, con esa sonrisa que cautiva. “Ve, yo no miento” –me dice. “Yo sé que no. ¿Por qué dice eso? Además, si tiene a quien molestar” –le dije y lo acompañé con un emoji sonriendo. “No, Rocky es para molestarlo, aunque sí él es molestoso” –responde. Yo estaba en el punto de no retorno, ya casi a punto de acabar; no sabía quién me calentaba más, si la actriz porno o la conversación con mi jefa. Entre palabras y palabras seguimos indagando más sobre nuestros personales, ya que nuestra relación es más laboral que cualquier cosa. Cuando va a mi trabajo, si es que está media hora y después se va. Hablamos sobre la música, la comida, lo que nos gusta ver y todas las trivialidades que se podrán imaginar. Seguía masturbándome, mirando la foto que me había enviado y la foto de su perfil.

Después de unos minutos de conversación me vuelve a preguntar con curiosidad: “¿Qué hace?”. Qué ganas de responderle con la verdad pero no tenía claro cuáles eran sus intenciones, “Sigo en el sofá escuchando blues. ¿Usted qué hace?” –le dije. “Disfrutando de mi cama y de la compañía de Rocky –me responde y me envía otra foto de ella y su perro apoyado en su vientre. “Se nota que está cómodo” –le dije. “Sí, tiene la costumbre de ponerse ahí cuando quiere descansar” –me responde. Me quedé sorprendido por un momento ya que me hizo una videollamada. La rechacé para averiguar el por qué y me dice que es mejor, ya que se cansó de escribir. Entonces la llamé de vuelta y me responde. Para mi sorpresa, si estaba en la cama junto a ese pulgoso invasor, vestía un camisón aunque no era transparente se notaba que no llevaba nada debajo. “Veo que no mentía, si estaba en el sofá” –me dijo. “No tendría para que mentirle. Además, donde estuviera es algo que no es relevante, ya que estoy en mi día libre” –le respondí. “Lo sé, no se enoje” –me dice. Me reí, porque siempre ella piensa que ando enojado, si supiera que ahora estoy caliente, no creo que diría eso. “Espéreme” –me dijo y se levantó de la cama, no sé si fue un descuido o intencional pero al levantarse abrió sus piernas y me dejó ver la línea de su vagina, me calentó más, por lo que al salir de la pantalla me pajeé con rapidez para disfrutar esa vagina que se me había exhibido. Al volver se sentó en la cama y me dice: “Mire donde está ahora Rocky”. Voltea la cámara y me muestra que el perro está en su entrepierna con la cabeza en su vulva que está tapada por el camisón. “Sí que sabe encontrar los mejores lugares para acomodarse” –le dije. “¿Usted cree don Alejandro?” –me pregunta. “Jefa, esa pregunta está de más” –le dije. “¡Ah, no sea malo! Dígame” –dice ella. “¿Qué quiere que le diga?” –le pregunté. Miró la cámara con cara de niña traviesa y me responde: “Lo que piensa”. “Si usted supiera lo que pienso, no seguiría hablando conmigo” –le dije.  “Somos adultos, además usted dejó en claro que está en su día libre, por ende no está hablando con su jefa” –dijo en tono serio. En mis adentros pensaba: “Esta puta me está poniendo a prueba”.

“Bueno, si quiere saber envidio a su perro por estar donde está” –le dije. Me miró con ojos de traviesa y me dijo: “¿Seguro? ¿Solo eso?” –preguntó. “Sí que salió curiosa. ¡Por Dios! ¿Qué más puedo decirle?” –le respondí. Estaba tan caliente que se me cayó el teléfono de la mano y al levantarlo vio mi verga erecta. “¡Ahora entiendo lo que dice!” –dijo ella. “Ahora sabe por qué envidio a Rocky” –le dije. “No tiene que envidiarlo, solo se queda ahí y no hace nada, aunque yo sé que usted no se quedaría quieto” –dijo ya avanzando varios pasos a la vez en la conversación. “Obviamente, no estaría tranquilo, estaría haciendo lo que Rocky debería estar haciéndole” –le dije. Mordió su labio y dijo: “Sí, me gustaría y cambió la cámara para mostrarme como levantaba su camisón. La puta de mi jefa se había puesto caliente. Su vagina depilada estaba a mi vista, ella empezó a tocarse lentamente y me pregunta: “¿Así estaría pasándome la lengua?”. “Sí, sin perderme lamer cada chorro de su fluidos” –le respondí. “¡Oh, es usted un pervertido!” –me dijo. Lejos de descolocarme sus palabras, sabía que lo decía por la calentura que la recorría por completo. Ahora era mi turno de mostrar, cambié la cámara para que viera lo caliente que me tenía, ella gimió y dijo: “¡Qué ganas de sentirla dentro!”. Se quitó el camisón y con sus tetas al aire, me mostraba lo duro que estaban sus pezones. “¡Qué ganas de morder esas tetas!” –le dijo. Sonrió y dijo: “Tengo los pezones tan duros que me gustaría que los mordiera don Alejandro”. Esa carita de niña traviesa me gustaba, pero también me gustaba lo puta que podía llegar a ser, me gustaba la manera en que sus gemidos se volvían intensos, la lujuria con la que me miraba masturbarme y como pasaba su lengua por los labios imaginando que la estaba lamiendo. “Mire como me tiene” –me dice mostrándome sus dedos empapados por sus tibios fluidos, que después lamió gustosa para seguir masturbándose. Puso la cámara cerca de su vagina, la que estaba mojada por la excitación, para mi era un maldito deleite y una dulce tortura, sabía que la puta se había puesto caliente por mí pero no podía estar ahí apagando el fuego de su entrepierna.

Yo estaba tan caliente que las ganas por acabar eran tan fuertes, que no pude contenerme. Ella vio cuando mi verga explotó y el semen salió a borbotones. “¡Ay, que ganas de comérmelo!” –dijo en su cara se veía las ganas de estar chupándomela y llenarle esa boca de semen y degustarlo como una buena puta. ¡Ay don Alejandro! Es usted un demonio” –me dice. “Usted es una puta” –le respondo. “No sabe cuántas ganas de que me la meta y me haga gemir como puta” –me dice. “Cuando usted quiera jefa” –le respondo. “Ya verá por qué se lo digo y me encontrará la razón” –me dice ella entre gemidos. Pone la cámara del otro lado y el remolón de Rocky se daba vueltas a su alrededor, inquieto y dando pequeños ladridos. Ella no paraba de masturbarse, entonces el animal se acercó a su entrepierna y le olfateó la vagina. “¿Se da cuenta?” –me pregunta. “Claro que me doy cuenta, quiere hacer lo que me muero de ganas por hacerle” –le dije. La escena me calentaba, mi verga volvió a ponerse tiesa. Sin mediar aviso, la lengua de Rocky se paseó por su vagina, ella se retorció y el perro siguió con aquella dulce faena en la que se había metido. “No salió tan flojo su perro” –le dije mientras no me perdía detalle. No decía nada, solo gemía por esa lengua que la había invadido sin permiso. “Imagino que es su lengua” –decía entre gemidos. El Cocker Spaniel seguía prendado a esa vagina que secretaba más y más fluidos.

Me pajeaba viendo a mi jefa retorcerse de placer. “¡Así Rocky, lámele la concha a esta perrita” –decía. “Se ve que le gusta” –le dije. “Lo hace mucho mejor que mi esposo” –me decía. “Qué ganas de que me la estuviera chupando mientras Rocky le come la concha” –le dije. “¡Es perverso usted! Me gusta la idea” -respondió. “Los espero en mi casa entonces, usted sabe dónde vivo” –le dije. “¿De verdad?” –preguntó. “Obvio, no me lo perdería por nada” –le respondí. “En diez minutos estoy por allá” –dijo. “La espero. No sé si pasaron diez minutos o menos pero me mandó un mensaje avisando que había llegado. Se había puesto solo un jeans, venía con el camisón y con Rocky en brazos. Le abrí la puerta, no hizo más que entrar y me lancé como un animal hambriento, la besé con lujuria y ella correspondió de la misma forma, Le quité el puto camisón y sus tetas quedaron a mi disposición, sus pezones estaban tan duros que los apreté y se los retorcí. “¡Oh por Dios! ¡Qué rico!” –dijo. Rocky estaba ansioso, mejor dicho caliente, ya que la punta roja de su verga se asomaba. Nos fuimos a mi habitación, ahí terminé de desnudarla, la tiré en la cama y ella con las piernas abiertas me dice: “Quiero sentir su lengua don Alejandro”. Sigilosamente me acerqué a su sexo, ella se agarra las tetas esperando sentir mi lengua. Sediento por sus fluidos la empecé a lamer con vehemencia, ella se retorcía de placer y gemía como enferma. Me decía lo rico que se lo estaba haciendo y que estaba disfrutándolo. Cayó presa de un intenso orgasmo que la hizo jadear y gemir con descontrol. “¡Oh, es usted un perverso!” –me decía sin dejar de apretar sus tetas y gemir. “Aún no sabe cuan perverso puedo llegar a ser” –le respondí.

Sin darle respiro, me puse a su lado y le dije: “Chupe, como la buena perra que es”. Giró la cabeza y se metió mi verga en la boca. La chupaba como una experta, se la tragaba completa, y la sacaba llena de saliva para volver a metérsela toda, envolviéndola con sus exquisitos labios. Rocky entendió al verla con las piernas abiertas que era su turno para degustar esos fluidos que se derramaban. La puta Ruth cerró los ojos y disfrutó perversamente de mi verga y de las lamidas de su perro. Gemía tan exquisito, se veía tan puta que me encantaba. Rocky al parecer sabía muy bien lo que debía hacer, ya que en cada lamida le sacaba un intenso gemido. De pronto, el travieso perro ya no quiso seguir lamiendo, sino que tenía otra cosa en mente, se puso sobre sus patas traseras intentando embocar su verga en la vagina de Ruth. “Mire, parece que tiene ganas de más” –le digo. Dio una pequeña sonrisa perversa y dijo: “Sí, quiere más. Es un perrito muy caliente”. “¿Ya lo ha hecho antes?” –le pregunté. “Cuando no está mi esposo, él sabe darme cariño” –me respondió. “Entonces dele usted cariño también” –le dije. Se sentó en la cama y lo acomodó en la entrada de su vagina, le dijo: “Ahora, cariño te vas a coger a la perrita”. Rocky empezó con sus movimientos hasta que encontró esa abertura y se la metió; Ruth gemía y se puso de espaldas para seguir chupándomela tan perversamente como hace instantes. Era excitante lo que había descubierto de mi jefa, tan señora que se ve cuando va al trabajo a supervisar y en el fondo era una puta que se cogía con su perro para apagar sus deseos. El perro se quedó quieto, había metido hasta su bola y estaba pegado a la concha de Ruth, ella no paraba de chuparme la verga, mientras acariciaba a su perro para tranquilizarlo. Otra vez cayó en los brazos de un intenso orgasmo y la putita empezó a mordisquear mi glande, gruñendo como una perra. Me gustaba que se comportara así, ya que me calentaba demasiado.

No sé cuantos minutos pasaron hasta que Rocky se despegó y la vagina de Ruth empezó a derramar el semen del animal. Tomó a Rocky y lo puso al otro lado, entonces empezó a chupar la verga del perro para degustar los últimos chorros de esperma que salían despedidos. Se puso en cuatro y me dijo: “Don Alejandro, métamela por el culo”. Ante tal invitación, quien puede negarse. Acomodé mi verga en la entrada de ese hoyito rosado. Empujé y entró apretado, ella dio un grito de dolor, pero a la vez dijo: “¡Qué rico cuando entra así!”. Me tomé firmemente de sus caderas y empecé a moverme con violencia, ella seguía pegada chupando la verga de Rocky, quien otra vez estaba disparando chorros de semen en esa sucia boca. En cada embestida Ruth parecía disfrutar como su ano se amoldaba a mi verga, tanto que se olvidó de la verga del animal y se dedicó solo a gemir y a jadear como buena perra. “Eso cójame, deme por el culo con fuerza; no tenga piedad” –decía. Sus palabras me calentaban más y se la metía con fuerza, chocando mis testículos en su culo. “¡Eso, deme duro! ¡Quiero que me deje con hoyo abierto!” –me decía. La muy puta gozaba con locura de mi verga en su culo, la apretaba y soltaba; el placer era tan intenso como mis ganas de dejárselo inundado de semen. “¡Me encanta como me coge!” –me decía gimiendo. Ya estaba lista para otro orgasmo y yo para explotar en su agujero. Se retorció con fuerza y comenzó a gemir descontrolada, su cuerpo cubierto por el sudor era una imagen excitante, pero más lo era la forma en que se sacudía a causa del placer. No pasaron ni dos minutos y yo estaba eyaculando en su culo, la sensación era infinitamente placentera. Sentir como la presión que ejercía su culo en mi verga, sumado a la sensación de estar eyaculando, lo hacía completamente lujurioso.

Nos quedamos tendidos en la cama, ella trababa de dosificar su respiración mientras mis dedos recorrían su espalda. “Es usted insaciable” –me decía. “Por qué no serlo con una mujer excitante como usted” –le respondí. Su ano palpitaba dejando escurrir mi semen, se veía tan bella y tan perversa que me encantaba. “Hoy descubrí una cosa” –me dijo. “¿Qué cosa?” –pregunté. “No necesito a Rocky para ser una perra, usted me ha hecho sentir así desde el principio” –me respondió. Me hizo que me volteara y ella se abalanzó sobre mi verga, me la chupaba de una forma tan excitante que no tardó en ponerse dura. Ambos teníamos ganas de más y aprovecharíamos hasta el último segundo. Se subió encima de mí en horcajadas y mi verga se deslizó hasta meterse en su vagina, comenzó con movimientos suaves, de adelante hacía atrás, sus tetas se movían en ese exquisito y excitante vaivén. “Soy una perra don Alejandro y usted es mi macho” –me decía entre esos delicados gemidos que salían de sus labios. Aferrado de sus muslos le dije que se moviera más rápido, con una sonrisa traviesa empezó a moverse más rápido, sus tetas se sacudían ya con ese delirante movimiento. Mirar esos ojos llenos de perversión mientras gemía era lo que en cierta forma había deseado, saber que tan sucia podía ser detrás de esa cara de niña buena, me estaba demostrando con creces que era una pervertida que disfrutaba del sexo pero a la vez no tenia en casa lo que necesitaba para saciarse. “¡Ay ya no aguanto, quiero acabar!” –me decía. Aceleró un poco más sus movimientos y en agónico gemido su cuerpo empezó a temblar, sus gemidos se intensificaron y se desplomó sobre mi pecho. Nuestras bocas se buscaron y comenzamos a besarnos con lujuria. Nuestras lenguas danzaban armónicamente con el ritmo del placer. Seguí ahora moviéndome yo, dándole con fuerza a esa conchita que palpitaba. “¡Ah, que rico! ¡Es un maldito! –me decía. “Me gusta cómo me coge” –decía sin parar de gemir. Le dije que iba a acabar, pero a ella no le importó que lo hiciera en su vagina. “No se detenga por favor” –me decía. Al fin mi verga se vació en su interior, haciendo el momento excitante para ambos.

 

Se quedó recostada en mi pecho, podía sentir los latidos acelerados de su corazón y su respiración agitada. Me dice: “Le pido que mantengamos esto en secreto en el trabajo, no por lo que puedan decir. “No se preocupe, en el trabajo usted es mi jefa y nada más, eso no quiere decir que en algún momento le escriba para que me envíe alguna foto” –le dije. “¡Uy, qué pervertido!” –me dijo con una sonrisa. Acaricié su rostro y me dijo: “Desde ahora Rocky solo será la mascota de la casa, cuando mi marido salga con las niñas, estaré aquí para que sigamos disfrutando de este perverso secreto que tenemos”.

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®


2 comentarios:

  1. Uffff q rico que le hayan cogido como una puta en celo que grado de perversión y tan lujuriosas letras demasiado calor.
    Como.siempre Caballero un excelente relato

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  2. Que buen relato, excitante de principio a fin y que lujuriosos detalles en cada una de sus palabras. JOL

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