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viernes, 11 de agosto de 2023

45. La esposa del Pastor 2

Tres semanas, un lunes, después de nuestro encuentro con Rocío, me encontré con Alicia, en el estacionamiento de un centro comercial, estaba sola y cargaba unas bolsas, me acerqué y me ofrecí ayudarle con ellas hasta su automóvil. A diferencia de las dos ocasiones que estuve con ella, hablamos, le pregunté por su marido, y sus dos hijas de 18 y 21 años. Me dijo que el Pastor había viajado con el tesorero a buscar donaciones en otra ciudad y regresaría el próximo sábado y que las chicas estaban preocupadas de otras cosas, así que había decidido tomarse un tiempo a solas, comprar algunas cositas y jugar en casa con algunos juguetes.

 

La invité a tomar un café y charlar, muy cautelosamente accedió, ya que alguien podría malinterpretar la salida y pensar quien sabe que cosas. Le dije que mientras no se enteraran de lo que hacíamos en la oficina  de la Iglesia, no tenían nada más que decir, que la esposa del Pastor estaba tomando un café con un hermano de la Iglesia. Nos sentamos en un Starbucks a hablar, le pregunté por qué había sido el elegido para su aventura y el hecho de incluir a Rocío en ese juego. Su respuesta fue: “No hay mucho que decir en cuanto a eso. Me gusta el sexo pero mi marido se la pasa más tiempo en las cosas de la Iglesia y me ha tenido descuidada. Además, no soy tonta, me di cuenta en la forma en que me mirabas y obvio decidí poner a prueba hasta donde llegabas, me sorprendí gratamente al saber que eras tan caliente como yo”. Le dije: “Es inevitable no fijarse en ti, supongo que muchos han fantaseado tener sexo con la esposa del Pastor. Aunque supongo que no soy el primero en esa aventura”. Me miró y sonrió, me dijo: “Sí lo eres. Mi aventura con Rocío es aparte”. Le pregunté sobre Rocío, y me contó que su relación con ella, fue el resultado del mutuo conocimiento de la falta de sexo en casa con sus maridos. Me dijo: “Creada la necesidad, también estaba la solución, el resto ya lo sabes Matías”. Me aventé y le pregunté si quería divertirse un rato antes de irse a casa, sus ojos brillaron, estaba ávida de recuperar tiempo perdido. Le dije me siguiera en su auto y fuimos a las afueras de la ciudad donde no hubiese peligro de que nos vieran. Estacionamos en un lugar no muy concurrido y la tomé de la mano y caminamos por una avenida de pequeños negocios y cuando ella se dio cuenta, estábamos en un sex shop. Se pegó a mí y miramos lo que vendían, le dije que escogiera algunas cosas, terminamos comprando, un arnés, un vibrador de bolsillo, y uno largo, unas esposas y lubricante con sabor a fresa.

Pagué y nos metimos a un cuarto pequeñito donde se puede ver porno de 20 minutos. Una sola silla así que se sentó en mis piernas. Empezó el corto y en pocos minutos nos besábamos, mi verga se puso dura, así que aprovechamos el reducido espacio para hacer travesuras. Saqué mi verga con esas malditas ganas de follarla hasta el cansancio pero el maldito tiempo era escaso. Se subió la falda, movió su tanga a un lado y se sentó mirando la pantalla. Enseguida empezó con esos diabólicos movimientos que me vuelven loco, gimiendo mientras su vagina era penetrada. Sus gemidos se confundían con los de alrededor, ya que había varios cubículos ocupados por pajeros que buscaban saciar su lujuria con una película, mientras yo tenía a la mejor protagonista meneándose como loca sobre mi verga. “¡Qué rico, viendo un porno en un sex shop con la mujer del pastor!” –pensaba. Era algo exquisitamente pecaminoso, pero la sensación que ambos percibíamos nos ponía más calientes. Saqué el vibrador de bolsillo, mientras subía y bajaba se lo puse en el clítoris, sus gemidos fueron más estrepitosos, ya que lo hacía fuerte. “¡Eres un hijo de puta!” –gritaba mientras el placer se acrecentaba en ella. “¡Grita, qué todos sepan que eres una zorra!” –le decía mientras aumentaba la velocidad del vibrador. “¡Me vas a matar!” –decía mientras no paraba de moverse ni de gemir como endemoniada. A los pocos minutos ella ya estaba siendo presa de un orgasmo que la tenía casi sin respiración y gimiendo perversamente. No faltó mucho para que yo también acabara dentro de su conchita rebosante de fluidos. Nos besamos, arreglamos nuestra ropa y salimos. Le pregunté  cuando la podría ver de nuevo, me dijo que sus hijas tenían planes esta semana la mayor salió hoy y regresaba el miércoles, y la menor hasta el jueves. Así que quedamos para mañana martes. Sin duda Alicia estaba con la libido desatada y yo aprovecharía cada momento para follarla sin escrúpulos. Nos reímos como niños que habían hecho una travesura y cada quien emprendió su camino. Cuando llegué a casa, no podía estar tranquilo, me encontraba tan excitado que puse el computador y me senté a ver porno para masturbarme para calmar mis ansias pero no era imposible, la calentura era mayor. Amaneció, la llamé para confirmar nuestro encuentro, me dio la dirección de su casa, y quedamos para las cuatro de la tarde.

Llegué a las cuatro, la casa en una calle sin salida y al fondo, espaciada de otras casas. Estacioné algo lejos y caminé para no llamar la atención. No alcanzó a tocar cuando la puerta se abrió y entré. Alicia estaba, esperando, estaba vestida como una Dominatrix, pero no usaba prendas de látex, solo botas con tacón alto, un top pegado acentuando sus senos y esas bragas con orificios que ya había visto antes, me dio un beso y me invitó a sentar en el sofá. Me dije a mi mismo, que le seguiré la corriente. Menos mal sus hijas Angélica y Tabita se habían ido temprano, no me imagino la escena donde vieran así a su madre. Me ofreció un traguito de whisky,  luego entrando en el papel, me ordenó ir a su alcoba, desnudarme y bañarme. Como mandona la pastora esta vez, creo quería ser mandona al ser sumisa con su marido. Llegué a la alcoba, me desnudé y me metí a la ducha, me bañé, me sequé y entré de vuelta a la alcoba. Sobre la cama había una tanga para hombre de cuero con tachas plateadas. Me dijo Alicia que me la pusiera,  me quedaba algo pequeña era como un hilo dental atrás y un frente donde había una especie de bolsillo que cabía mi miembro y testículos.

Me ordenaron acostarme en el piso y Alicia se sentó en mi cara y me ordenó que le lamiera la vagina. ¡Que obligación tan deliciosa! Lamí, chupé y mordí, Alicia gemía y me decía lo rico que se lo estaba haciendo; solo me permitía usar mi boca, debía mis manos quietas. Llegó el momento en que la visitó el orgasmo y esta mujer que en el templo es un ejemplo para todas las personas que son parte de la congregación, pero en la intimidad es una perversa puta deseosa de sexo, acabó sobre mi cara, chorros de sus fluidos inundaron mi boca y nariz, me ahogaba y Alicia no me dejaba de presionar su vagina en mi boca. Me hizo ponerme de pie y ella se arrodilló para chuparme la verga. ¡Qué rico! ¡Su piadosa boca y lengua de serpiente hacían maravillas.

La pastora Dominante me amarró a la cama boca abajo y me arranco la tanga, me lamió desde el cuello hasta los pies, subió y me comió el culo, jugaba con el ano y metía su lengua, alternando con un dedo o dos, esto lo sentía, ya que no podía ver, tenía una pesada almohada sobre mi cabeza, y además le seguía el juego. Sentí como se bajó de la cama y por varios minutos no se a donde fue si es que se fue. No sé cuantos minutos pasaron cuando sentí el peso de su cuerpo sobre la cama, sentí cómo acariciaba mis piernas, me tocaba las nalgas, sentí cómo introducía uno de sus dedos en mi culo. Deslizó sus manos sobre mi espalda y sentí algo duro a la entrada de mi ano, Empujó suavemente y sentí como algo penetraba, caí en cuenta qué Alicia estaba metiéndome el falo en el arnés que habíamos comprado el día que estuvimos en la tienda de sexo. Gemí de dolor y me quejé un poco, me dijo: “Tranquilo, déjame disfrutar tu culo”. Me lo metía despacio y me lo sacaba rápido, Alicia estaba disfrutando de mi cuerpo y de su sexualidad. Al poco tiempo se retiró, me quitó los amarres y nos fuimos a dar una ducha.

Nos duchamos juntos, nos acariciamos, metimos nuestros dedos por todos nuestros orificios. La mí su vagina bajo el agua y disfruté otra vez bebiendo sus fluidos después de un intenso orgasmo. Luego nos secamos y nos fuimos a la cama. La empecé acariciar, en pocos minutos el frío de la ducha había desaparecido dándole entrada nuevamente al calor y placer del sexo por venir. Ahora era mi turno de jugar perversamente con ella, le dije que se pusiera en cuatro, le empecé a lamer la vagina y su culito, ese orificio que era capaz de llevarte al cielo o al infierno, según la perspectiva con que se viera. Ella jugaba con sus dedos estimulando su clítoris. Otra vez estaba rebozando de humedad. Me acomodé y se la metí en su dulce vagina deliciosamente. Ambos hacíamos gemíamos  de placer,  pedía que se la metiera más fuerte: “Dámela con fuerza, quiero que tu bolas choquen con mi vulva” –me decía. Con la calentura a mil, estábamos al borde de ese instante en que las almas se pierden en el placer y el desenfreno, gimiendo como dos endemoniados, noté un movimiento donde está la puerta de la alcoba y alcancé a ver un pie que se escurrió escondiéndose. ¡Alguien estaba allí! No me importó saber quién era, ya que estaba concentrado metiéndosela a esa candente mujer. En un momento dado logré ver a una chica, no sé quién era, debía ser una de las ovejitas del pastor y la pastora, cual no sé. Ella no se dio cuenta que la vi, estaba con los ojos cerrados masturbándose con la mano entre el pantalón y su piel. Dejé de mirar y me concentre en llenar de semen esa vagina hermosa de Alicia. “¡Mastúrbate zorrita!” –le dije mientras seguía embistiéndola con fuerza. Ella obediente se comenzó a masturbar y yo seguía con la meta de hacerla acabar y también acabar yo. Era alucinante ver como la señora bien potada era solo una puta que buscaba la satisfacción que no tenía en su casa. Casi sin darnos cuenta acabamos casi a la vez, estallando en gemidos que se pudieron escuchar en toda la casa, así quien nos estaba observando también podía disfrutar de ese delirante espectáculo.

Nos dormimos un rato. Desperté con la lengua de Alicia recorriendo mi verga, en voz alta le dije: “Alicia quiero comerme ese culo tuyo, pónmela dura y traviesa. Esperaba que quien fuera que nos observaba hace un rato regresara si es que no estaba esperando allí afuera. Alicia se puso boca arriba y vende los ojos con unas medias de sedas, le subí las piernas sobre mis hombros y metí mi verga en su vagina, sus gemidos no se hicieron esperar, de su boca salían palabras sucias, lo que encendían más mi lujuria y creo que la de quien nos espiaba. Ya la luz detrás de la puerta creaba una sombra en el piso al lado de la cama, la chica estaba ahí observando. Puse mi verga en el ano de Alicia y de una embestida se la metí, la tenía doblada casi en forma de V, la imagen de mi verga entrando y saliendo de su culo debió ser un espectáculo aterrador o divino para quien estaba mirando. Seguí dándole con fuerza hasta que suplicó que por favor me detuviera, le dolía el culo, sentía que se lo iba a partir. “¡Calla putita! ¿Ahora vas a decir que no te gusta?” –le dije. Ella me dijo que estaba cansada. Que nos viéramos otro día, me besó. Nos bañamos nuevamente, me vestí y como una buena amante me despidió en la puerta de la casa con un beso. “Hasta volvernos a ver hombre perverso” –me dijo. “Así será, zorrita” –le dije. Salí a la calle y mirando a ambos lados vi a la chica escondía detrás de un árbol al frente, no dije nada, caminé hasta mi auto y me fui.

Eran cerca de las once de la noche cuando llegué a casa, después de pasar la tarde y parte de la noche en casa de Alicia, me tiré exhausto en la cama. Miraba al techo y decía en mis adentros: “¡Tremenda mujer y el idiota ese no la disfruta!”. Me había vuelto adicto a Alicia, a esa hipocresía que profesa en el templo y a la lujuria que exhibe cuando estamos juntos. Rocío, también es una mujer desaprovechada, un entretenido juguete que se puede usar hasta el cansancio. Lo que me más me intrigaba era saber quién era la chica que nos espiaba, imagina el morbo que sentía al ver como Alicia era cogida, tanto que la llevó a masturbarse y a no perderse detalles. Poco a poco el sueño fu ganando terreno y me dormí tendido en la cama, no tuve tiempo siquiera de quitarme la ropa.

Pasaron unos días y como todos los miércoles, día en que prácticamente soy el único que va a utilizar uno de los tres cubículos de estudio que hay para los feligreses y estando concentrado leyendo la biblia y tomando apuntes, tocaron a la puerta, extraño yo era el único en el templo. Abrí la puerta y ¡Oh sorpresa! Era la chica que ya conocía mi verga, después se estar espiándonos en la casa de Alicia. “Hola, soy Angélica, Alicia es mi madre. Los vi teniendo sexo el otro día en mi casa” –dijo. Me quedé helado, no sabía que decirle. “No te preocupes, no se lo voy a contar a mi padre. Además, lo que haga mi madre no es de mi importancia, ya que sus razones tendrá para serle infiel” –dijo ella. “Entonces si no vienes a amenazarme con hacerme arder en el infierno, ¿qué quieres?” –le dije. “Es tan simple, yo quiero que me cojas como lo hacías con ella” –respondió. La miré a los ojos y sonreí, le dije: “Wow, eres bastante directa”.

Angélica, un poco más alta que su madre. “Para que andar con rodeos, soy una chica adulta que sabe lo que quiere y lo obtiene” –me dijo. “Ten cuidado con lo que quieres, ya que puede ser tu perdición o puede ser que te vuelvas adicta” –le dije. Me miró con lujuria y me dijo: “¿No crees que es vale la pena el riesgo de perderse o ser adicto?”. “Esa respuesta la debes saber tú, ya que como dices eres adulta y debes saber hasta dónde llegar” –le respondí. “Los límites son para los cobardes caballero y yo no soy una” –dijo. Me quedé pasmado. Se acercó y se empezó a quitar la ropa lentamente, antes que pudiera decirle algo se sentó en el pequeño escritorio con las piernas abiertas. “Lámeme la vagina” –me dijo. ¿Quién soy para no hacerle caso a una mujer hermosa y llena de vida? –pensé.

En ese cubículo del templo, me arrodillé frente a ese joven altar del sexo y probé de esa bendita y deliciosa conchita. Lamí su clítoris, mordí esos labios todavía rosados y metí mi lengua lo más profundo que pude. Sus suaves gemidos eran un deleite para mi morbo. Angélica estaba extasiada y temblaba. “¡Oh, qué rico!” –decía mientras apretaba sus tetas. Metí un dedo en su vagina, aunque no era virgen estaba muy apretada. Lamia su clítoris y la penetraba con mi dedo; ella no paraba de temblar por causa de la excitación. Tomaba mi cabeza y la hundía entre sus piernas moviendo sus caderas con un ritmo exquisito que la hacía gemir mucho más fuerte. “¡Así, qué rico lo haces!”-decía entre gemidos. No sé, pero no daba crédito a lo que estaba viviendo, era demasiado irreal, tener la “bendición” de coger con la madre y la hija era algo impensado para mí, aunque a estas alturas ya solo quedó en un pensamiento. “¡Voy a acabar!” –gritó y tuvo un delicioso orgasmo. La tomé de la cintura y la senté en la silla, saqué mi verga y se la puse en los labios, sacó su lengüita y lamió el glande, lo chupó y lamió otra vez. Hasta que abrió su boca y comenzó a chupármela entera. Le tenía la cabeza entre mis manos, la tome con fuerza y me cogí esa boquita, su saliva mojaba todo, le metí la totalidad del miembro hasta lo más profundo de su garganta, hasta que acabé en ella; con una mirada perversa abrió la boca y me mostró el semen mezclado con saliva y lo tragó completo. “Saliste igual de puta que tu mamá” –le dije mientras acariciaba su rostro, se tragó mi semen sin ningún reparo. Se veía tan hermosa desnuda que mis ganas de cogérmela crecían con desesperación, no fuimos a la oficina del cornudo y me contó que se tuvo que  regresar de donde iba a quedarse un par de días y al entrar a casa escuchó los ruidos que su madre y yo hacíamos y la curiosidad le hizo quedarse a ver. Se calentó y esa noche decidió que intentaría comerse la verga del hombre que se cogía a su madre con descaro en su misma casa. Me dijo que sabía que yo estaba en el templo los miércoles y generalmente no había nadie más. También me dijo que su padre había ido a una reunión de pastores y ella le dijo que iría al templo a estudiar un rato. El pastor la pasaría a buscar en unas horas.

Me desnudé por completo, ella también hizo lo propio y la acosté en el sofá como un sacrificio al dios del placer. La bese, jugué con sus pezones jóvenes de chica de 21, masturbaba con vehemencia sobre el sillón mientras mi verga crecía en su boca. Ya lista me subí al escritorio y la penetré, se la metía y se la sacaba, despacio y por momentos a toda velocidad, Angélica gemía y se movía como la serpiente del paraíso. Tenía tiempo para seguir siendo perverso con esa no tan inocente chica. Se la metía hasta el fondo, miraba su boca abierta exhalando su respiración más que agitada y acompasada por gemidos celestiales que me hacían alucinar. En su inocente mirada se notaba un poco de perversión que la hacían perfecta, esa combinación de ángel y demonio que me encantaba, cosa que en su madre no estaba, ya que ella es una endemoniada en el sexo.  Nos tocábamos y besábamos mientras disfrutábamos de este delicioso encuentro. “¡Voy a acabar!” –gritó. Podía sentir como su vagina palpitaba y succionaba mi verga con intensidad. Acabó deliciosamente y gimió descontrolada. Su pecho estaba agitado, sus exquisitas tetas se movían al compás de su agitación. Resistí eyacular, ya que tenía una idea loca en mi cabeza.

Todavía tenía ganas de seguir cogiéndomela, salimos de la oficina y fuimos al salón central del templo, subimos al pulpito donde el pastor predicaba. Nos paramos detrás del pulpito y Angélica se dobló sobre él. Me puse detrás de ella, la vista era magnifica, las bancas vacías, y el culo de la hija del pastor en mi visión, imaginé el salón lleno, me acerqué a su oído y le dije que se la metería por el culo, y sin pestañear escupí en su ano, metí mi glande. Esperé unos segundos y empecé a profanar ese culo y el pulpito de la Iglesia. ¡Qué delicia! Esta chica aprendería que hay veces que desear algo puede ser un pecado satisfactorio. “Eres mía como es la zorra de tu madre” –le dije mientras se la metía con todas mis fuerzas. Me imaginaba el templo lleno de feligreses viendo la cara de placer y satisfacción de Angélica; aceleré mis movimientos, ella gemía con descontrol, me pedía que le diera más fuerte, que no tuviera compasión de culo; me decía que le encantaba mi verga invadiendo su culo. No tuve misericordia de ese agujero y se la metía como un endemoniado; ella se movía siguiendo el ritmo de mis embestidas y con un par de Amén le llené el culo con mi perverso semen. Cansados y pendientes del tiempo, notamos que faltaba bastante para que vinieran por ella. Decidió que se iría a su casa y estando en casa le avisaría a su padre que no pasara por ella.

Me ofrecí a llevarla, y salimos para su casa. En el camino Angélica insaciable me la chupaba mientras conducía y mis dedos jugaban con su vagina y culo. Llegamos y Angélica me dice: “Parece no hay nadie en casa, papá estaciona afuera y no está su auto. Esther debe estar donde alguna amiga vecina su ventana está cerrada”. Me ofreció una rápida bebida, riesgoso pero ni modo, asentí y caminamos hacia la puerta, abrió con su llave y entramos en silencio, la besé en el cuello y escuche un gemido delicioso, pero no era de Angélica. Nos miramos y caminamos hacia el ruido, llegamos a las alcobas y el sonido crecía, una chica gemía, pareciera se estuviera masturbando, nos fuimos acercando y al mirar por la puerta abierta. ¡Oh sorpresa! El pastor estaba con su verga al fondo de la vagina de Esther. Angélica y yo retrocedimos, nos miramos asombrados, el hijo de puta no era tan inocente y moralista como se presenta. Volvimos a asomarnos con cuidado, el pastor seguía metiéndosela a su hija menor, ella gemía y pedía le diera más duro, yo ya tenía la verga parada nuevamente, me puse detrás de Angélica, y subiéndole la falda, corriendo a un lado su calzón la penetré y follamos  mientras su hermana disfrutaba de la verga del pastor.

El pastor acabó dentro de su hija, ella se sentó y limpió con su boquita el miembro de su papá. El pastor le dijo que debía salir a buscar a Alicia. Esther se quedó acostada y nosotros nos escondimos. Angélica le mando un mensaje a su padre diciéndole que ella había terminado y que salía para la casa. El pastor, abrió el garaje, sacó el auto y se fue. Angélica, y yo decidimos ir a terminar nuestra calentura con Esther. Entró solo ella a la habitación, yo me quede espiando, Angélica se desnudó y entró despacio. Esther dormitaba boca arriba con su exuberante vagina depilada y escurriendo el semen de su padre. Angélica se deslizó como una astuta serpiente por la cama y lamió suavemente la vagina de su hermana, la voraz lengua hacia figuritas entre los labios vaginales de Esther.

Una disfrutaba dando lengua y la otra recibiéndola, ya  que probablemente pensaba era su padre comiéndosela. Esther se dejó llevar y recibió un orgasmo delicioso, se movía y gemía ya ruidosamente. Abrió sus ojos y vio a su hermana sonriente entre sus piernas, se sobresaltó y sentó rápidamente, no tenía palabras. Angélica se levantó y puso su vagina frente a ella y le dijo: “Cómeme, hacerme venir como tú lo acabas de hacer”. Tentativamente, Piadosa extendió su lengua y lamio el coño de hermana. A medida que pasaban los minutos, y aprendía, se susto se fue perdiendo y su entusiasmo creciendo. Angélica le tenía la cabeza y la presionaba contra sus labios vaginales. Yo tenía una erección de tracamandaca, y la mantenía húmeda y excitada con mi mano, entré despacio y poniéndome detrás de Angélica la agarré las tetas y le metí mi verga en su vagina despacio, para cuando Esther se percató, ya estaba su lengua lamiéndome a medida que entraba y salía. La maldita escena era tan caliente como perversa, me sentía bendecido por Dios al encontrar a esa familia pervertida, y bueno, pervertido yo también; me sentía como el diablo tentando y asechando. La calentura era tremenda y el placer era un aliado poderoso en medio de la perversión que estábamos viviendo. Sin poder contenerse por más tiempo Angélica cayó en el trance de un delicioso orgasmo. Esther y yo no nos deteníamos, parecíamos demonios atormentando a esa pobre alma en pena. En medio de la calentura, saqué mi verga y Angélica se tumbó en la cama. “Aun no hemos terminado, las hermanitas calientes ahora me la van a chupar hasta que acabé en sus perversas bocas” –les dije. Entre las dos empezaron a la lamer mi verga y alternarse para chupármela, era tan excitante verlas, estaban hambrientas y sus ojos perversos suplicaban que les diera mi semen. Fue cosa de minutos y ya estaba eyaculando, los chorros de semen que mi verga escupía profanaron sus bocas, rostro y tetas; las dos hermanitas perversas lamieron y compartieron como buenas cristianas el sabor de mi semen. Satisfecho me acosté en medio de ellas, jamás pensé que estaría cogiendo con las hijas y la esposa del pastor, sin duda era un premio por ser un buen cristiano.

Ya no tan sobresaltados, Esther nos contó de su relación con el pastor. Nos dijo que se la empezó a coger desde que cumplió los dieciocho. También nos contó que le dio muchas vueltas al asunto, no sabía si contarlo, pero su calentura fue más, ya que él fue su primer hombre y le gustó como se la había cogido. Le dijo a Angélica: “Me ha gustado lo que hicimos y espero que sigamos haciéndolo”. Angélica sonrió y le dijo: “Claro que sí hermanita, lo seguiremos haciendo y lo vamos a disfrutar tanto como ahora”. Nosotros le contamos del porque estábamos ahí y como una cosa llamó a la otra. Dejamos afuera de la ecuación a Alicia por ahora, ya que eso sería mucho para procesar en la mente de Esther. Decidimos planear algo para lograr que el pastor se cogiera a Angélica, lo que resultaría en que yo pudiera cogerme a Esther y a Alicia. ¡Mierda! ¡Qué pervertido soy! Tampoco quería desaprovechar la oportunidad de coger con Alicia y Rocío, ya que esa experiencia fue demasiado excitante.

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®

4 comentarios:

  1. No esperaba menos de este relato
    Como siempre muy excitante leer cada linea.
    Placer en letras
    Excelente relato Mí Amo.

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  2. Ufff q rico relato delicioso y muy perverso entregada al.placer de ser profano cada parte del cuerpo de esas almas necesitadas sedientas de una buena cogida.
    Como.siempre excelente relato Caballero

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  3. Que buen relato caballero. Tan candente y perverso, sus letras me secaron la.boca, pero me mojaron en otras partes 😈😈😈🔥🔥🔥🔥👏👏👏👏

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  4. Relato lleno de morbo lujuria y placer, lectura que llena la mente de fantasías y perversión, gracias

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