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jueves, 10 de agosto de 2023

44. Reviviendo viejas glorias

 

Hola soy Gabriel tengo 63 años una edad ideal para saborear el sexo, sin grandes proezas y con una teoría que es más vale la calidad que la cantidad, ya jubilado y viudo hace algunos años. Hice de mis paseos y la bicicleta una rutina casi diaria. Además, tomando en cuenta las recomendaciones de mi hijo mayor, me hacen estar en buena forma. A pesar de mi edad las ganas de pasarlo bien eso no ha decrecido, como buen abuelo intento ayudar a mis hijos en la medida que puedo entre otras cosas en llevar a mi nieto a la escuela todos los días y ahí es donde comienza mi última relación. Se llama Carmen también abuela de 66 años, pelo blanco, 1,65 de estatura, pero con unas buenas tetas algo caídas y un buen culo y su nieto va a la misma escuela que el mío.

Todos los días coincidimos sobre todo a la hora de la salida de los nietos que son buenos amigos y se quedan a jugar en rato en el parque que hay al lado de la escuela, así comenzamos a conocernos, conversando de nuestro nietos y poco a poco de nuestras vidas, así supe que era casada, que su marido tenía casi 80 años, que tan apenas salía de casa salvo para ir al médico con su marido, para llevar a su nieto al colegio e ir la compra eran su únicos ratos que tenía para ella.

Las conversaciones se fueron haciendo cada vez más personales, después de unos cuantos meses y ya cuando había más confianza, empezamos hablar de nuestras relaciones personales, de mi situación sentimental, divorciado desde hacía algunos años de mis relaciones y lo que me atraía de las mujeres maduras y que curiosamente coincidía en muchos aspectos, que me sentía muy a gusto estando con ella, Carmen se ruborizó y de su boca salió un suspiro, se quedó sorprendida pero una sonrisa iluminó su cara, no se lo esperaba y no sabía que decir pero apretó mi mano y me dio un beso en la mejilla.

Carmen también se abrió a contarme sus vivencias, de joven había sido muy abierta y tuvo varios novios hasta que conoció a su marido, tuvieron que casarse rápido pues ella se quedó embarazada y en esa época era casi obligatorio el matrimonio, la rutina se apoderó de su vida sexual que se limitaba a unos poco encuentros que se fueron alargando en el tiempo y ya hacía tiempo que dormían en habitaciones separadas y del sexo ni se acordaba, y ya era mayor para pensar en ello, le hice saber lo que opinaba al respecto, lo hermosa que me parecía, que en el sexo no hay edad, es el deseo y las ganas y saber las limitaciones además en estos tiempos hay muchas ayudas externas que facilitan el gozar de buenas relaciones, me confesó que estaba desfasada en este tema que alguna vez se le había pasado por la cabeza pero que enseguida lo había descartado.

La invité a desayunar después de dejar a los nietos en la escuela y ponerla al día, al principio era reacia, hasta que por fin aceptó y fuimos aumentando la confianza ya comenzamos hablar de nuestros gustos de todo tipo incluidos los sexuales, comenzó a venir más coqueta, con un maquillaje discreto pero con ropa más ajustada que acentuaba su figura, con escote que dejaba insinuar los que había debajo de su vestido.

 

Ya los encuentros eran por la mañana y por la tarde y procurábamos que fueran lo más largos posible, cualquier excusa era buena para estar juntos. El día de su cumpleaños en su casa su marido ni se había acordado y sus hijos por su trabajo tan apenas habían pasado de las felicitaciones protocolarias, por la mañana tan apenas hablamos pues me dijo que tenía asuntos que atender que lo celebraríamos por la tarde, vino deslumbrante había ido a la peluquería y  lucía un vestido vaporoso y con una sonrisa cautivadora, había dejado a su nieto en casa para poder celebrarlo conmigo, nada más verla ya me dieron unas ganas locas de besarla y comérmela entera pero bueno y se lo dije con toda intención era lo que el cuerpo me pedía, le regale unas rosas rojas y un  Satisfyer, se extrañó de la cajita, le expliqué que era un succionador  de clítoris que tenía fama de ser muy apreciado por las mujeres, se puso un poco nerviosa, pero le encantaron las rosas en cuanto al aparatito. “Nunca he utilizado ningún aparato, pero me gustaría que me enseñaras como funciona" –me dijo con una sonrisa tímida.

 

Me dio un beso en la boca y nos abrazamos, por fin pude notar que tenía unas tetas más duras de lo que me había imaginado, esa tarde estuvimos planeando como podría ser nuestro encuentro, nos fuimos a un pub tranquilo y entre unos tragos nos dimos nuestro primer beso con lengua, puede acariciar sus tetas por encima del vestido y notar como se endurecían sus pezones, sus manos rozando por encima del pantalón mi verga ya despierta y mis manos pudieron comprobar su coño húmedo, los dos encendidos pero no era cuestión de montar un numerito en un sito aunque apartado era n pub, así que nos fuimos calientes cada uno a su casa, nada más llegar a la mía me faltó tiempo para hacerme una paja descomunal, cuando ya estuve más relajado llamé a Carmen hacer como se encontraba y me contó que ya había estrenado el aparato y que era una maravilla, que se había corrido pero que le había sabido a poco que necesitaba sentirse de nuevo como mujer. 

Al día siguiente cuando nos encontramos en la puerta de la escuela me dice: “De hoy no pasa, ya le he dicho a mi marido que tengo comida con las amigas que no me espere que llegaré tarde a casa, tenemos todo el da para nosotros”. Casi me caigo de la impresión, era cuestión de improvisar sobre la marcha, pero las ganas que tenía de follar me abrieron la imaginación. Primero nos fuimos a desayunar, una vez alejados de la escuela comenzamos a comportarnos como unos adolescentes, tomados de la mano, rozándonos con disimulo y nos fuimos para mi casa, nada más entrar nuestras lenguas se encontraron y nos besamos como dos posesos. Las manos de ambos no paraban de acariciar todos nuestros cuerpos hasta que llegamos al sofá de salón, en un momento de respiro comenzamos a serenar nuestros instintos, los besos fueron más suaves y, entre gemidos y suspiros nos desnudándonos lentamente, pude contemplar las maravillosas tetas de Carmen y sus pezones color café, majestuosos, duros como piedras y deseos de ser mordidos, mientras saborea sus pezones  noté como sus manos se deslizaban hacia mi miembro.

Como dos jóvenes calientes nos tiramos en el piso, nos besábamos con locura, nos masturbábamos mutuamente, lo que hacía que el placer fuera más intenso. Sus delicadas manos masajeaban mi miembro con rapidez y mis dedos causaban alaridos de placer al deslizarse por su clítoris. “Hace mucho que no me como verga, mi marido es demasiado aburrido y siempre se queda dormido. Quiero que me cojas como si fuera la última vez” –me dijo. Sonreí y le contesté: “Haz lo que quieras con ella. También, desde que enviudé no he tenido oportunidad de probar una deliciosa vagina”. Hicimos un perverso 69 para inaugurar los juegos lujuriosos de dos adultos. Sí, los mayores también disfrutamos del sexo tanto como lo puede hacer un adolescente que empieza a descubrir que se siente rico masturbarse y lo hace a diario.

Su vagina con vellos canosos y unos labios vaginales bien marcados y escondido un clítoris de buen tamaño que los pude saborear hasta que sus gemidos se hicieron más intensos, aproveché la posición que tenía para ir combinando las lamidas en su vagina con su culo, sentía como se estremecía y gemía de placer, mientras Carmen masajeaba mis testículos y se metía mi miembro hasta casi la campanilla, así hasta que los fluidos de su vagina  comenzaron a brotar, sin ella dejar de chupar mi verga me bebí todos los tibios fluidos que su orgasmo me regalaba. Ella siguió pegada a mi miembro buscando satisfacer su sed de lujuria hasta que acabé en su boca, cosa que ella disfrutó y tragó hasta la última gota de semen que salió de mi verga. Nos quedamos tendidos mientras pellizcaba sus pezones y nos besábamos con suavidad. Después de relajarnos nos fuimos a dar una ducha, aprovechamos para acariciarnos y besarnos por todos los lados de nuestros cuerpos, ese momento fue sublime, ya que la masturbé hasta que ya no resistió más y me regaló otro intenso orgasmo. “me tienes en las nubes” –me dijo. “La idea es llevarte al infierno, preciosa” –le dije con una sonrisa maquiavélica en los labios. Al salir le di una camiseta ancha, que la hacía verse más sexi, le cubría justo su culo y su vagina, parte de los muslos y piernas bien torneadas, creo que se debe a que también se ejercita, pero lo que me cautivaba más eran sus pezones bien marcados.

Con una sonrisa de oreja a oreja y tomados de las manos nos fuimos al salón a tomar unas copas de vino, conversando sobre lo que habíamos gozado, pedimos el almuerzo para recobrar las fuerzas. Después de una buena comida regada con un buen vino, llegó una sobremesa muy jugosa y nos fuimos a la cama a echarnos una siesta que resultó muy corta pues nada más acostarnos se quitó la camiseta y desnuda me abrazó. Mi miembro comenzó poco a poco a enderezarse y más con la ayuda de sus manos que suavemente lo pajeaban, así que comencé a besar su cuello, los lóbulos de sus orejas y su respiración empezó a ser más agitada y los gemidos comenzaron a surgir, de su cuello pasé a sus pechos y de ahí a mordisquear sus pezones, poco a poco nos íbamos calentando y más cuando mis dedos se los introduje por su vagina, cuando me dijo que parara, se levantó y fue a buscar su bolso de dónde sacó el Satisfyer, volvió  a la cama y me lo dio para que le trabajara su clítoris, enseguida comenzó hacer efecto y sus movimientos pélvicos se hicieron más rápidos y noté que estaba a punto de acabar cuando sustituí el aparato por mi polla que estaba ya ardiendo y deseos de penetrar ese chocho tan goloso, el resoplido que se oyó cuando notó mi polla dentro de su vagina retumbó en toda la habitación. “Si, así te quiero, dentro de mí, dale fuerte y métemela toda” -gritaba.

Con la lubricación que tenía no tuve problemas de penetrarla hasta que mis testículos chocaron con sus nalgas, y para facilitar más la embestida le puse las piernas en mis hombros un espectáculo era grandioso una concha hermosa que se tragaba todo mi aparato, mientras sobaba sus tetas y estiraba de sus pezones, después de un rato en esa postura, se volteó y se puso encima, y se fue introduciendo el miembro poco a poco hasta que lo enterró todo, comenzó a cabalgar mientras yo jugaba con sus tetas, los movimientos se fueron haciendo cada vez más rápidos y sus gemidos también hasta que no pudo más y se desplomó inundando mi pija con sus fluidos. “Hace tiempo que no acaba así, ni me acordaba lo rico que se siente” –me dijo mientras seguía encima de mí. Sin sacarla continúe bombeando un rato más hasta que acabé dentro de ella, su vagina se convirtió en un cóctel de fluidos, con mis dedos los recogí y se los día a probar y como le gustó se bajó y comenzó a escarbar su concha, buscando esos fluidos que habían embriagado sus sentidos. 

Después de semejante cogida nos quedamos tumbados en la cama, agotados pero llenos uno del otro y planeando otro día para repetir un nuevo encuentro. Cosa que no sería tan difícil ya que ella se convertiría en una hábil mentirosa y yo en el amante perfecto para darle lo que ella necesitaba y no le era dado en su casa. Lástima que tenía que volver a su aburrida vida de mujer casada y abuela ejemplar, pero así son las cosas, ella tiene su vida y no le puedo reprochar porque fue honesta desde el principio. Cuando nos despedimos nos besamos con la misma intensidad que al principio. “Te veo mañana” –me dijo Carmen. “Te esperaré con ansias” –le respondí. Subió a un taxi, fue demasiado triste pero estaba la promesa de un próximo encuentro.

La siguiente tarde hicimos la rutina de abuelitos tiernos, aunque por dentro ardía el deseo de hacernos el amor en la banca del parque. Sin que los niños se dieran cuenta nos tomábamos de la mano furtivamente, quien nos viera pensaría que éramos dos viejitos enamorados y que llevaban tiempo casados pero la realidad es que solo éramos amantes que apagan sus ganas. “Hoy pasaré la noche contigo” –me dijo. No podía esconder mi alegría, ya que sería una noche llena de placer. “¿De verdad?” –le pregunté. “Claro que sí. ¿Por qué te mentiría? A mi marido sí, pero solo por estar contigo, me devolviste algo que había perdido hace muchos años. Él sabe que saldré con unas amigas y que me quedaría en casa de una de ellas” –me dijo. Nos despedimos y me fui a mi casa a preparar todo lo necesario para atender a Carmen de la mejor manera. Las horas pasaron rápido y a eso de las nueve de la noche llegó el taxi con ella, cuando la vi el corazón se me aceleró demasiado, se veía perfecta, vestía unos jeans ceñidos que resaltaban sus atributos.

El saludo solo fue parte de la rutina, ya que la verdadera intención era coger como si en eso se nos fuera la vida. Cuando cerré la puerta, se abalanzó sobre mí para fundirnos en un beso lleno de lujuria. Con la agilidad de un muchacho le quité la ropa, no había tiempo que perder. Desnuda y aun tomada de mi cuello continuamos besándonos hasta que el sofá de la sala se interpuso en nuestro camino, la puse de espaldas y separé sus piernas buscando su ya húmeda vagina. Con desesperación me sumergí en su sexo y empecé a lamer como un cachorro. Escuchar sus gemidos era excitante, ver como sus manos se iban a sus tetas para masajearlas y apretarlas con vehemencia. “¡Te había extrañado mi amor!” –me decía, mientras seguía explorando con mi lengua su concha. “¡Ah, que rico mi vida!” –decía con lujuria. Sus gemidos se tornaban intensos, se escuchaban como una dulce melodía que acompañaba nuestra perversión. Movía su pubis siguiendo el recorrido de mi lengua, se notaba que lo disfrutaba tanto como yo. Estaba al borde del orgasmo y yo no me detendría por nada del mundo, quería sentir sus tibios fluidos saliendo de su vagina y saborearlos como la primera vez. “¡Oh, mi vida, voy a acabar!” –gritó con desesperación. Se retorcía en el sofá, hasta que al fin el orgasmo la acarició con fuerza. Entre sus agónicos gemidos la miraba y me calentaba mucho más. 

Con ganas de más se incorporó y soltó mi cinturón, desabrochó mi pantalón y buscó con ansias mi verga. Desesperada se la metió en la boca y empezó a chuparla con esa lujuria impregnada en su ser, la tragaba hasta la base y la sacaba casi por completo para volver a engullirla. Sentir como su lengua resbalaba por mi verga era alucinante, me desesperaba la forma en que se comía mi miembro, ya que me daba sensaciones que creí olvidadas, pero el hecho de tenerla en mi casa y disfrutar de ella era revitalizante. Me miraba con sus ojos llenos de deseo, percibía esa pasión que la había revivido y me hacía pensar en lo afortunado que era al ser yo quien despertó. “Quiero que me cojas” –me dijo con voz sensual. Me quitó la ropa con lentitud, acarició mi pecho  y dijo: “¡Me haces sentir viva! ¡Contigo puedo ser sensual y perversa!”. La besé en los labios, no hubo tiempo de ir a la habitación, ya que la lujuria nos llamaba con insistencia. Nos tumbamos sobre el sofá, ella tomó mi verga y la puso en la entrada de su vagina, solo tuve que empujar un poco para que se deslizara por completo dentro, ella gimió y se retorció envuelta en deseo. Se abrazó de mi cuello y me besaba mientras la penetraba lentamente. Carmen intentaba no gemir y concentrarse en besarme pero le era imposible, ya que sus gemidos se escapan y resonaban en mis labios.

Poco a poco empecé a penetrarla con más fuerza, sus gemidos aumentaban, rodeó mi cintura con sus piernas, solo existía el placer entre nosotros, al punto de perdernos y dejarnos llevar por las enormes olas de lujuria que golpeaban nuestros cuerpos. Le susurré al oído: “Eres toda una putita”. Ella intentó sonreír y dijo: “Si no lo fuera no estaría aquí”. Me detuve por un momento, no quería que acabara aun, le dije que subiera sobre mí y ella obediente se montó encima de mí. Con movimientos rápidos cabalgaba mi miembro que se hundía completo en su húmeda vagina. Me aferré a sus tetas para apretarlas. Ella gimió al sentir mis manos apretando sus exquisitos senos; siguió moviéndose endemoniadamente haciéndome gemir extasiado. “Me gusta cómo te mueves” –le dije. Ella dijo: “Me gusta tu verga”. Se detuvo por un momento, acomodó sus nalgas en mi verga, sentía como quería metérsela en el culo, le ayudé hasta sentir que mi glande la penetraba. “¡Me duele!” –decía pero la lujuria estaba tan marcada en ella que dijo: “No importa que me duela, quiero tu verga dentro”. Alaridos de placer salían de sus labios cuando sintió que poco a poco se estaba metiendo, se empezó a mover suave a medida que su culo se abría y se amoldaba a mi miembro. Ya con mi verga dentro, se tumbó en mi pecho y empecé a moverme, se sentía tan apretado que me encantaba esa dulce presión que poco a poco cedía a mis embestidas. Carmen temblaba de placer y ya no había gemidos sino alaridos, estaba teniendo un riquísimo orgasmo que la hacía gritar con desesperación. Yo estaba extasiado, perdido en la más absoluta perversión, sentía mi miembro palpitar, hasta que la sensación del orgasmo me recorrió por completo, sin poder contenerme acabé en su culo, dejando mi semen en su culo, bufaba al sentir como mi verga se descargaba; un suspiro de alivio salió de mis labios, la besé y le dije: “Ha sido maravilloso”. Ella me miró a los ojos y me dijo: “Lo maravilloso es darnos cuenta que podemos disfrutar del sexo sin culpas ni remordimientos. Aunque no pueda pasar mucho tiempo contigo, siempre seré tuya”. Nos quedamos unos minutos en la posición que estábamos; no sé cuánto tiempo pasó y nos fuimos a la habitación.

Ustedes podrán imaginar lo que sucedió y lo mucho que lo disfrutamos. Es verdad lo que dicen, que para el amor no existe la edad, pero podría agregar que no importa la edad para el buen sexo y no porque pasen los años el árbol se tenga que marchitar. Con Carmen así lo entendimos y siempre que podemos revivimos viejas glorias.

 

 

Pasiones Prohibidas ®


4 comentarios:

  1. Eso es verdad, para el placer no hay edad ni limites.
    Delicioso disfrutar del momento y dejarse llevar por el deseo, entregarse a la pasión...
    Excitante relato Mí Perverso.

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  2. Buen relato, la descripción es excitante y de poder disfrutar del sexo en cualquier edad y con esa intensidad es espectacular.JOL

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  3. Me encantó este relato tiene de todo y es verdad para el.sexo y para el amor no hay edad y se puede disfrutar sin. Remordimientos y saciar las ganas de ser una puta y no importa la edad gracias Caballero por ese relato

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  4. Para algunos entre más edad más se disfruta!

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