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martes, 8 de agosto de 2023

42. Camila

 

Camila es de esas chicas que aunque quieran parecer angelitos su cara dice que si coges con ella, te va a dar la revolcada de tu vida y vaya que lo sé. Es del tipo que me gusta, delgada, cabello oscuro, cara lujuriosa y linda, con un buen culo que invita a imaginar cosas sucias y lo que siempre la ha identificado: tetas grandes, de esas que no puedes evitar ver.

Yo sabía que muchos se la habían cogido y que se movía muy rico, así que quise comprobarlo y planeé invitarla a salir y cuando fuera a recogerla vería la forma de quedarnos en su casa a coger. Cuando abrió la puerta me recibió con una blusa blanca de tirantes que a pesar de no estar tan escotada dejaba ver ese camino de placer de sus tetas y obviamente lo grande de ellas.

“Pasa, voy por mi cartera y bajo” –me dijo al tiempo que subía las escaleras y se perdía de vista,  me quedé parado en el recibidor esperándola. “¡Wow!” –le dije cuando bajó corriendo y vi sus tetas rebotar. “¿Qué?” –me preguntó mirándome con extrañeza. “¡Tienes tremendas tetas!” –le dije con naturalidad y sin dejar de mirarlas. “¡Eres un estúpido!” –dijo en tono de molestia. “Perdona si mi comentario te pareció fuera de lugar, pero es cierto; son grandes” –le dije. No me dijo nada, solo me miraba con enojo. “¿Me dejas verlas?” –le pregunté. “¡No! ¡Estás idiota!” –exclamó con enojo. “Sólo quiero verlas, prometo ser un caballero” –le dije intentando convencerla. Entrecerró los ojos y me miró por un momento. Al final me tomó de la mano, me llevó al sofá de la sala y me sentó a un lado de ella.

“No debería. Además, quien me dice que eres un degenerado, si con la actitud que tienes, es lo que demuestras” –me dijo. No sabia que responderle, mis intenciones no era solo verlas, también tocarlas, morderlas, apretarlas y hacer todas las cosas perversas que me vinieran a la mente con ese tremendo par de tetas. Me miró a los ojos y dijo: “Sólo verlas, ¿ok?”. Asentí, ansioso por ver a sus delirantes tetas. Se bajó la blusa dejando al descubierto su brasier blanco, el cual también bajó y desnudó sus senos. Se me hizo agua la boca al verlos, tan suculentos y grandes, acentuados por sus rosados pezones. Acerqué mi mano hacia ellos pero Camila se alejó. “Te dije que sólo verlas” –dijo con un poquito de susto. “Y tocarlas un poquito, anda” –le dije. De nuevo me miró pensando en su respuesta. “Tocarlas poquito y ya, ¿ok?” –dijo. “Sí, sólo poquito” –le respondí.

Las tomé en mis manos y las apreté suavemente; las recorrí de arriba abajo y me detuve en sus pezones, los acaricié con los pulgares y poco a poco se pusieron duros invitando a probarlos. Ella soltó un leve suspiro dejando claro que le gustaba lo que hacía; me acerqué a su seno derecho y metí el pezón en mi boca, ella en vez de oponerse apretó mi cabeza contra su teta, acarició mi cabello suavemente y apretó mi otra mano contra su otro seno y lentamente la movió para que lo acariciara. “¿Te gustan?” –me preguntó con la respiración entrecortada. “Me encantan” –le respondí. Mordí levemente el pezón provocando en ella un sobresalto, tomó mi cabeza y la colocó entre sus tetas y la apretó, lo que aproveché para lamerlas, besarlas despacio y darles pequeños mordiscos. Comencé a bajar las manos por su espalda hasta llegar a su culo, lo tomé en mis manos y la jalé poniéndola encima de mí sin quitar mi cara de entre sus senos. “No pares” –dijo ella respirando agitada.

Comencé a apretar su culo mientras ella se quitaba la blusa y el brasier. Nos levantamos y empezamos a besarnos furiosamente, nuestras lenguas se encontraban y entrelazaban; apretaba más su culo acercándola hacia mí y le bajaba el pantalón junto con la tanga blanca. Era una delicia ver su vagina desnuda que invitaba a comérsela, sólo con un pequeño triángulo de vello. Me quité la ropa y dejé ver una fuerte erección causada por saborear sus tetas, tomó mi miembro con una mano y lo jaló lentamente de arriba abajo hasta llegar a mis testículos y acariciarlos suavemente; lentamente deslicé mi mano hacia su vagina y con los dedos la recorrí con lentos movimientos que llegaban hasta la entrada de su sexo a la par de nuestros labios envueltos en una lucha frenética llena de deseo. Comenzó a besarme lentamente y con suavidad recorrió mis labios despacio dándome pequeñas mordidas; sin dejar de tocarnos, recorrió mi mejilla con pequeños besos hasta llegar a mi oreja. “Hazme tuya” –susurró.

La jalé hacia mí agarrándola por las nalgas y me recosté en el sofá, ella subió en él y se arrodilló sobre mí dejando su vagina al alcance de mi boca y pude sentir la delirante fragancia de su sexo. La tomé por el culo y la acerqué a mi boca para saborear su vagina; al instante ella dejó escapar un leve gemido. Lamí lentamente los labios de arriba abajo saboreando sus fluidos. Poco a poco subí mis manos por su abdomen hacia sus tetas y las apreté suavemente, los acaricié despacio con toda la palma; mientras seguía comiéndome su deliciosa feminidad y moví la lengua hacia el clítoris y al mismo tiempo apreté fuertemente sus tetas, a lo que ella respondió con un gemido apretando fuerte mi cabeza contra su sexo. “¡Qué rico! ¡No pares!” –gritó ella. Le imprimí fuerza a mis lamidas y a la par comenzó a frotarse contra mi cara haciendo que sus fluidos resbalaran hacia mi boca, mientras mis manos se encontraban dibujando círculos en sus pezones y por momentos me detenía para pellizcarlos y tirar de ellos suavemente provocando en ella leves gemidos y expresiones de placer en su rostro que después se convirtieron en movimientos más furiosos sobre mi boca. De repente, deslizó su mano por mi abdomen y la llevó hasta mi miembro jalándolo con suavidad y con rapidez cuando mis lamidas eran más furiosas; sentí mi miembro lubricar aprisionado en su mano, la vi llevársela a la boca y lamer la palma para probarlo; me excitaban su cara de niña buena y su actitud de zorra, de nuevo llevó su mano a mi pene y siguió jalándolo hasta que sentí que lo apretaba con fuerza y su cuerpo se tensaba por un furioso orgasmo que pude notar por su humedad mojando mis labios.

“¡Quiero chupártelo!” –dijo con la respiración entrecortada. Se levantó, yo estaba sentado en el sofá  y se arrodilló frente, tomó mi verga y me empezó a masturbar suavemente; bajó la cabeza y comenzó dando pequeños besos en el glande para después envolverlo con la lengua y lamerlo mientras con la otra masajeaba los testículos, poco a poco la metió en su boca y sin dejar de masturbarme empezó a mover su cabeza hacia arriba y abajo. Acaricié su cabello y guie sus movimientos; sentía sus labios y lengua envolver con maestría mi verga y recorrerla por los lados hasta llegar a mis testículos sin dejar de masturbarme. Estaba perdido en el placer que su boca me daba, sin duda era tremenda puta y sabía muy bien que hacer para dar placer. “Ya quiero metértela” –le dije. “¿Me la vas a meter bien duro?” – me preguntó en un tono de voz lujurioso mientras seguía lamiendo mi verga”. “¡Ay, chiquita! Te quiero dar durísimo, hasta que me pidas por favor que pare” –le respondí. La acomodé en el descansabrazos del sofá, recorrí su cuerpo con mis manos, deseoso de llevar a cabo todas las cosas indecentes que había planeado antes. Me coloqué detrás de Camila y ella agarró mi verga y la metió lentamente en su vagina, sintiendo como cada centímetro la invadía con propiedad, colocó sus ojos en blanco por el placer, mi verga se deslizaba fácilmente por lo mojada que estaba. Acerqué mis manos hacia sus nalgas y las apreté con fuerza; saqué un poco mi verga para volver meterla de una embestida tan dura que hizo chocar sus tetas en apoyabrazos y que un gemido escapara de su boca. Con mis manos en su culo guié el ritmo de sus movimientos y lentamente la penetré llevando mi verga hasta el fondo, las paredes de su sexo aprisionaban mi verga y podía sentir su calor y su humedad resbalar sobre mí. Las expresiones de su cara, su respiración entrecortada demostraba que estaba disfrutando el momento. “Dame más duro” –me dijo en un susurro.

Me detuve por un momento y al instante la embestí con fuerza jalándola hacia mí, sosteniendo fuerte sus nalgas. No le daba tiempo de respirar, cada penetración era seguida de un gemido. Ambos estábamos sumergidos en ese exquisito placer que nuestros cuerpos se brindaban. Me senté sobre el sofá y ella se subió en horcajadas sobre mí. Deslicé mi boca hacia uno de sus pezones y lo chupé a la par de mi verga entrando en ella. Movía sus caderas de manea salvaje, su cara de puta era un deleite, deslizó una de sus manos a su clítoris  y lo masajeo con fuerza a la par de sus movimientos; sus tetas tambaleaban ligeramente con cada movimiento, las tomé en mis manos y jugué con ellas apretándolos con fuerza y acariciando los pezones. De repente, su vagina se sintió más húmeda y caliente; a pesar de los temblores que le provocaba el orgasmo no dejaba de moverse ni de masturbarse ni yo de jugar con sus deliciosas tetas. “Qué rico te mueves. Me gusta que te mojes” –le dije. Me sonrió y poco a poco disminuyó sus movimientos. La tumbé en el sofá, metí mis dedos en su vagina y la penetré con fuerza, haciéndola jadear y gemir como loca. Ella tomó mi verga y me masturbó rápidamente, cerraba sus ojos para sentir mis dedos en su vagina y dejaba escapar gemidos de placer. “Métemela bien duro otra vez” – me pidió. Me acomodé y se la metí con fuerza, provocando en ella un grito de placer. La tomé por la cintura y comencé el furioso vaivén que hizo temblar su cuerpo; sus tetas se movían descontroladas y sus manos se aferraban al sofá con frenesí con cada embestida; el calor y la humedad de su interior no me permitían parar ni tampoco quería hacerlo. “¡No pares! ¡Sigue!” –gritaba suplicando. Aumenté la fuerza de mis penetraciones tomándome el suficiente tiempo en cada una y haciendo que su cuerpo temblara y viendo sus expresiones de placer. “¡No me lo saques! ¡Acaba dentro de mí!” –gritaba enloquecida.

Sus manos se aferraban a la tela del sofá mientras las mías aprisionaban sus tetas y las apretaban con fuerza; sentía que yo estaba cerca de acabar y no quería sacárselo, quería llenarla de semen. Lejos de bajar la velocidad, la penetré más y más rápido, mis jadeos se mezclaron con sus gemidos y entre temblor delicioso de su orgasmo, y sus ojos llenos de lujuria. Mi semen salió disparado, invadiendo su interior, lejos de detenerme, seguí moviéndome hasta que mi verga palpitaba, estaba como un animal en celo. Acerqué mi boca a sus tetas y chupé sus pezones lentamente mientras seguía moviéndome como loco, ella apretó mi cabeza contra sus senos. Su cuerpo estaba cubierto por el brillo perlado de su sudor, temblaba por el orgasmo que había tenido. Saqué mi verga de su exquisita vagina y mi semen escurrió bajando hasta llegar a su culo lentamente. Tomó mi miembro y lo apretó con suavidad, llenando su palma con restos de semen. “¡Qué rico, sigues duro!” –dijo ella con la respiración agitada. Mi verga seguía dura, con suficiente energía para penetrarla de nuevo o para que me diera una buena mamada, pero me sorprendió con lo que hizo. “Siéntate y apóyate  en el sofá, esto te va a encantar” –me dijo mientras se levantaba. Untó entre sus tetas  el semen que tenía en la mano, lo que me hizo pensar que era la chica más puta que había conocido. Se hincó frente a mí dejando sus deliciosas tetas a la altura de mi verga. Sin necesidad de tomarlo, lo cubrió con ellas y apretó sus manos alrededor; su piel se sentía suave y mojada por el semen y la sensación de sentirlas apretarme la verga hizo que casi acabara pero me contuve ya que quería sentirlos por más tiempo. “Me gusta cómo se sienten tus tetas” –le dije. “Tu verga se siente bien rica entre ella” –me respondió sonriéndome con esa cara de zorra que me excitaba tanto.

Suavemente, movió sus tetas de arriba abajo, tomándose su tiempo para que sentir mi pene entre ellas; lo liberaba y lo tomaba para acercarlo a uno de sus pezones y rozarlos con el glande y frotarlo por completo sobre aquellas tetas que me volvían loco y después volverlo a poner entre ellas para seguir masturbándome. “¿Te gustan mis tetas?” –me preguntó. “Me encantan, las mueves muy rico” –le respondí con la respiración agitada. Entre sus dedos sobresalían sus pezones así que los pellizqué lo que hizo que soltara un exquisito gemido mientras seguía moviendo sus suaves y grandes tetas sobre mi verga. Por momentos los movía lentamente y liberaba mi verga para masturbarme con la mano y meterlo a su boca para lamerme el glande haciendo círculos. Volvía a ponerla entre ellas y comenzó a moverlas con más fuerza mientras tomaba sus pezones y se los apretaba; la suavidad de sus senos alrededor de mi miembro me estaban haciendo gemir, sentía mi verga a punto de explotar. “¿Quieres acabar en mis tetas?” –me preguntó con una voz caliente y casi infantil. En vez de responderle, aferré mis manos al sofá y de mi boca salió algo parecido a un rugido y mi semen comenzó a salir a chorros y a caer sobre sus senos y a resbalar hacia sus pezones, no dejó de moverlos de arriba a abajo hasta que ya no salía nada de mi verga, la liberó de sus tetas y untó el semen en ellas con delicadeza tomándose su tiempo para jugar con sus pezones.

Se levantó y se recostó en mis piernas; sus tetas tenían un ligero brillo por el semen que esparció. Estaba exhausto, pero había logrado cogerme a Camila y hacerle todo cuanto había querido y me había dado una cogida para recordar. Nos quedamos platicando desnudos sobre el sofá y me dijo: “La próxima vez que cojamos te la voy a chupar hasta tener la última gota de tu semen en mi boca”. “Por qué esperar la próxima vez si puedes hacerlo ahora” –le dije. “Pervertido!” –me dijo. Sin decirle nada me empezó a masturbar para ponerla dura otra vez, cuando ya estuvo lista la metió en su boca y empezó a chuparla con suavidad, sintiendo cada centímetro y después empezó con movimientos rápidos. Era toda una puta y sabía perfectamente que hacer con esa boca perversa. Aferrado al sofá, me deleitaba en la manera exquisita que se comía mi verga, metiéndosela entera a la boca, aunque se ahogaba seguía con esa excitante faena. No sé cuantos minutos estuvo chupando pero a mí se me hizo eterno, ya que lo disfrutaba tanto que sentía que el tiempo pasaba en cámara lenta. Sin parar de gemir y aguantar lo más que podía, ya que esa boca no me daba tregua, la tomé del pelo y le marqué un ritmo frenético. Ella lo seguía a la perfección, incluso había instantes en que dejaba de respirar pero no se detenía. Al fin acabé en su boca y ella se tragó hasta la última gota de semen, tal como me lo había prometido.

Fue una de las mejores cogidas que he tenido, al punto de repetirlas varias veces sin importar el tiempo que nos tomáramos para quedar satisfechos. Ya se había hecho demasiado tarde y debía volver a casa, me vestí y ella quedó en el sofá. Antes de salir me dijo: “Mi vagina estará esperándote para cuando quieras usarla”. Como les dije repetimos la aventura varias veces y cada una fue más intensa que la otra.

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®

1 comentario:

  1. Disfrutar del buen sexo es de los mejores placeres que tiene la vida.
    Que valga la pena todo, el riesgo, el momento.
    Que delicia beber hasta la ultima gota, bien lo sabes mí Perverso
    Excelente relato amor

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