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viernes, 28 de julio de 2023

38. Cuando es necesario ayudar

Vivíamos en una zona rural del  país, mi padre se dedicaba a las tareas del campo, fundamentalmente la siembra. Luego de mucho trabajar había conseguido comprar un hermosa cosechadora, con ella tenía trabajo asegurado casi todo el año y podíamos vivir sin lujos pero cómodamente. Además, teníamos en nuestro lote, nuestra propia siembra, era una vida tranquila y sin la locura que se vive en las grandes urbes. Mi padre era un hombre sereno y demasiado tranquilo, todo lo contrario que mi madre, que era una mujer sumamente activa y arriesgada en sus decisiones, tales diferencias se daban entre otros motivos por la diferencia de edades.

Mi padre era un soltero sin ningún tipo de apuro para casarse, su vida era solamente el trabajo, así era feliz, solo tenía como tema de conversación la cosecha, a sus 42 años conoció en una doma. Reunión de gente de campo donde se doman caballos y los huasos demuestran sus destrezas, hay comidas y bailes, hasta la madrugada, así  los paisanos se divierten. A la que  sería mi madre, una hermosa campesina de ojos vivaces y negros como la noche, ella tenía en ese entonces 16 años, como ya he dicho mi mamá es una mujer decidida, y vaya Dios a saber porque se decidió por mi padre entre muchos candidatos, tal vez mi abuelo, buscaba casarla con un hombre serio a sabiendas que no podría controlarla por mucho más tiempo, le insistió con mi padre, y ella para sacarse de encima a mi abuelo, aceptó. En ese tiempo mi madre ya era una hembra hecha y derecha, sus pechos eran grandes y firmes, media 1.65 cm, y era una mujercita realmente bella, es lógico que mi padre se halla enamorado de ella con solo verla, para colmo el viejo ladino de mi abuelo viendo como venía el tema, lo invitó a comer un asadito en su rancho para el próximo domingo, luego de la misa. Así dadas las cosas, luego de la misa de las 10 subieron a sus camionetas y se dirigieron hacia el rancho de mis abuelos, la comida fue solo el argumento necesario para una charla de hombres entre mi abuelo y mi padre."Don Pedro gracias por invitarme a su casa, es usted un hombre respetado en la zona, y yo no quiero faltarle el respeto, pero debo decirle algo que me da un poco de vergüenza" –dijo mi padre. "Hable nomás hombre, no sienta pudores, que entre machos nos vamos a entender" –le respondió mi abuelo. “Yo quería pedirle su permiso para ver a la Rosaura, no se me vaya a ofender. Usted sabe que soy hombre de trabajo, no bebo ni juego naipes, y mis intenciones son serias, ya soy hombre grande y pensaba arrimarme a una mujer buena. Sé qué la muchacha es chica, pero ya es una hermosa mujer y creo que esta en edad de merecer, dicho con respeto" –dijo mi padre. Mi abuelo lo miró y le contestó: "De arrimarse nada, que mi hija no es pared para andar apoyándose, será bienvenido si enfila para el casorio, así que don Julián, usted dirá". “Pues claro que sí, pero no sé si la Rosaura me aceptara” –le dijo mi padre. “Quédese bien tranquilo que de eso me encargo yo, y como no me gustan las vueltas y que la gentes del pueblo anden hablando, para e fin de mes es el casorio, ahora vaya  para su casa y prepare todo, pinte el rancho y agrande la cama, que quiero nietos y rápido, véngase el domingo de vuelta luego de la misa, que la niña lo estará esperando como debe ser” –dijo mi abuelo. Viejo ladino, cada vez que mi padre me contaba la historia se me cerraba la garganta de bronca. ¿Cómo puede ser que no se haya dado cuenta que le estaban metiendo el gol de mitad de cancha? ¿Quién carajos seria mi padre?

En un verano muy caluroso viniendo de la recolección de la uva, la camioneta que traía a los hombres del pueblo tuvo un terrible accidente, volvían contentos por el fin de la recolección y a 120 km del pago se dieron vuelta al tratar de esquivar un conductor ebrio, fallecieron cuatro buenos hombres, entre ellos nuestro vecino, el Eulalio, hombre joven y fuerte para el trabajo, casado con la Margarita, nuestras chacras lindaban por el costado del oeste, eran buenos vecinos, no tenían hijos aun, y mi madre con  la señora se llevaban realmente bien, ella una mujer hermosa, gringa, rubia de ojos claros y manos fuertes, un poco gordita, pero con tremendas tetas y un culo inmenso, sus piernas demostraban su fuerza, con gruesos tobillos. Por ese entonces yo tenía 16 años, mi madre 32, y mi padre ya estaba cercano a los 60, sin dudas ahora se comenzaba a notar la diferencia de edades entre ellos, mientras mi madre vivía caliente todo el día, mi padre solo pensaba en cosechar, el ya no podía satisfacer a semejante hembra, mucho más aun debido al apetito voraz por el sexo que ella demostraba.

Cierta noche, a los pocos días del accidente mi padre me pidió que lleve a mi madre a visitar, en la mañana siguiente a la Margarita, mi madre trató de negarse diciendo que era cerquita nomas y que no necesitaba compañía. “No mi vida, que el muchacho vaya contigo y le dé una mano a la viuda que anda necesitando arreglar el establo” –le dijo a mamá. Después me dijo a mí: “Mijo cárguese en la camioneta los clavos y algunas tablas, y pórtese como le enseñado” Partimos hacia la chacra a las diez de la mañana, al terminar mi mamá de arreglar las cosas en la cocina, y preparar un budín. “No se cae de visitas con las manos vacías” –decía ella. En cinco minutos llegamos, solo era cuestión de salir a la ruta y pegar una pequeña vuelta, que me hubiese evitado si no tendría que haber llevado las tablas y las herramientas, era mucho más sencillo cruzar el campo y entrar a su terreno. Al llegar se le iluminó el rostro a esta bendita mujer, estaba realmente sola y extrañaba al Eulalio, la soledad a veces destruye corazones, y nosotros éramos buenos vecinos y no íbamos a permitir eso. Llegamos y nos saludó con un beso a mí y con un abrazo a mi mamá.

“Chamaco vaya a hacer sus cosas que nosotras tenemos que charlar cosas de mujeres” –dijo mi madre. La verdad que el Eulalio era un flor de vago, el establo se estaba cayendo a pedazos, no sabía por dónde empezar, así que me decidí por empezar a hacer una limpieza a fondo para poder ver bien que trabajo debía realizar, me dirigí a la casa para pedir una escoba, una pala y la manguera para baldear, al llegar sin ninguna intención pude escuchar lo que estaban conversando las amigas, charlaban sin ocultamientos, ya que se creían solas, y por el calor dejaron las ventanas abiertas. “Mi amiga debes sobreponerte a tu dolor, él ya no está, sin embargo tu si, y bien que se te ve, debes encontrar macho para calmar tus calores, que nada hay más lindo que recibir un macho con las patas abiertas. ¿A qué sí?” –le dijo mamá. ¡Qué loca eres Rosaura, mira las cosas que dices! Solo fui mujer del Eulalio, no sé si podré montar otra verga” –dijo Margarita con una sonrisa. “¡Que una verga es una verga, y da lo mismo el nombre del dueño! Además, tienes ese culote, que varios ya quisieran montar” –dijo mamá sonriendo.

“No me digas eso, no seas mala, sabes que ando necesitada y tú me metes ideas en la cabeza, si solo vieras como tengo la conchita ahora mismo no te lo creerías, que me hablan de vergas y se me abre como una flor” –dijo Margarita con voz de incendio. “Pues estamos iguales, que el mío ya no funciona para nada y solo para traer plata sirve, no me quejo, es un buen hombre, pero que vino fallado de fábrica, se olvidaron ponerle la verga” –dijo con soltura mamá. “No me digas eso, pensaba que Julián era como un toro” –le dice Margarita. “Si, pero es un toro capado, no más”. Que te digo, que vivo caliente todo el día, si no fuera por…” –dijo mamá deteniéndose abruptamente.” Deja no me hagas hablar, porque no quiero que pienses que soy una suelta” –le dijo. “Bruja, ahora me cuentas con quien te calmas” –dijo Margarita con curiosidad. A estas alturas, yo también quería saber quién le quitaba las ganas a mamá y masturbarme pensando en esos momentos morbosos en que su deseo era saciado; estaba caliente escuchando. Te lo contaré, pero porque eres como mi hermana y sabes lo que te quiero. ¡Qué calor no? ¿Te molesta si me saco la falda? Total no verás más que mis calzones y saca la tuya también, sino me da vergüenza, anda muestra el culo, la concha que no muerdo” –dijo mamá.

Las dos rápidamente se sacaron las faldas quedando en calzones, entre risas y bromas el ambiente entre ellas subía de tono, yo espiaba todo por una rendija en la pared, que el vago del Eulalio nunca tapó como era debido. Mi madre se levantó y echo tranca a la puerta, y moviendo exageradamente el culo se sentó junto a su amiga, ésta la abrazó y le agradeció su amistad, mi madre tenía una tanga azul medio descolorida que dejaba escapar por sus costados su abundante vello negro y rizado, en cambio su amiga traía una tanga, esas de hilo dental, que se le encajaba en el culo y solo se veía un triángulo de color blanco en la parte superior de la cola. “Anda pues, ya cuéntame, quien te apaga el fuego zorra” –le dijo Margarita. “En este pueblo tener amigos es imposible y como me quema la concha me arreglo solita” –le dijo mamá. “Y ¿cómo es eso?” –peguntó con curiosidad su amiga. “Compré en la ciudad cuando fuimos a visitar a mi tía la Paula, un juguetito que ella misma me enseñó a usar, y no vieras, lo bien que me llena” –le dijo mamá. “Yo debería comprarme uno. ¿Cómo es? ¿Es grande?” –Margarita preguntó. Mamá le dijo: “¿Quieres verlo?”. Sin esperar respuesta agarró su bolso y tras buscarlo por el fondo, sacó un consolador color rosado, de un tamaño singular, lo apretó y viendo como su amiga abría los ojos le dio una chupada, al hacerlo dejo escapar un gemido y separó sus piernas. “¿Quieres tocarlo? Anda, te lo presto, que se te moja la conchita, mira si ya la tienes toda mojada. Manchaste tu tanga con lo caliente que estás” –le dijo a su amiga. Si serás zorra, me has calentado hasta mojarme y me preguntas. Claro que deseo tocarlo y también chuparlo, así que pasa para acá ese juguete” –le dijo Margarita.

Sin poder creer lo que veía, Margarita comenzó a chuparlo con desesperación, lo babeaba todo y se puso muy colorada, mi madre separo sus piernas y corriéndose la tanga comenzó a pajearse con furia. Si serás puta, mira cómo te lo comes. ¿Te gusta la verga zorra? ¡Se te mojaron las bragas de lo caliente que te has puesto! Abre las piernas y déjame ver esa concha caliente que traes, si hasta acá puedo sentir el olor de hembra en celo” –le decía mamá. No podía creer lo que estaba oyendo, mamá era una pervertida. Eso me ponía mucho más caliente y no paraba de masturbarme oyendo a mi mamá hablar de forma soez. Margarita abrió sus piernas y enseñó su concha totalmente depilada a mi madre, mientras esta se pajeaba con una mano y con la otra comenzó a manosear a su amiga. “Saca la mano de ahí, puta, que me pones más caliente y ya no puedo controlarme. ¡Me estás pajeando Rosaura!¡Me estás pajeando rico! ¡Sigue, ah. Sigue que voy a acabar y te meo toda la mano!” –le decía Margarita entre gemidos. De manera sorpresiva ella acabó con alevosía, saliendo chorros de agua o de orina por su vagina, para ese momento ya estaba pajeándome como un enajenado, tenía la verga inflamada y hasta sentía dolor en el glande de lo dura que la tenía. Mi madre sonreía y la incentivaba a seguir. “¡Qué rico acabaste zorra! ¿Lo necesitabas? Ahora métetelo y veamos hasta donde lo aguantas, yo me lo como todo, me encanta. ¿Te gusta verme la concha? ¿Te gusta ver cómo me pajeo para ti? ¡Ah, que rico! ¡La tengo bien caliente por tu culpa pedazo de puta! Me calenté mucho pajeándote y ahora quiero acabar yo” –dijo mamá.

“¡Sí me gusta, ah, me calienta! ¡Me gusta verte con la concha abierta! ¡Oh, estás toda mojada pedazo de puta! ¡Estás igual de caliente que yo y necesitamos un macho que nos use y nos llene de semen!” –le decía Margarita con la libertad que la excitación brinda. “¡Mira zorra, mira como me lo clavo! ¡Me entra todo igual que a ti! ¿Te gusta verme empalada con la concha llena de verga? ¡Ven siente su calor, siente su olor, es olor a hembra caliente!” –decía Margarita retorciéndose en la silla. Mi madre se inclinó y comenzó a chuparle la vagina consiguiendo que su amiga grite de placer, le agarraba la cabeza y se la enterraba entre sus pliegues, ahogando a mi madre, que mientras tanto con una mano libre se daba gusto y con la otra ya había perforado el ano de Margarita, mientras del consolador solo se veía su tapón negro, Margarita había logrado metérselo en su totalidad. No me pude contener más y acabé profusamente, manchando la pared y hasta podría asegurar que mi madre me escuchó gemir cuando acabé. ¡Fue una deliciosa paja!

Así ambas acabaron y al hacerlo se abrazaron y se besaron como dos putas, mi madre llevaba la voz cantante del asunto y su amiga era una perrita sumisa y obediente. “Rosaura que placer me has dado mujer, gracias lo necesitaba, y espero que nuestra amistad sea duradera, me ha gustado mucho todo lo que hemos hecho” –le dijo Margarita. “Ya veras, tengo mucho más que contarte, solo imagínate que en mis fiebres no me he podido aguantar y he espiado al Mariano y ni te imagina la verga del mocoso, ahora que eres mi hermana y mi amante te lo voy a contar todo, pero ya es tarde y el mocoso debe andar dando vueltas, pongámonos decentes y llamémoslo a almorzar” –al decir esto se dio vuelta y me miró a través de la rendija de la pared. ¡Mierda, me había descubierto! Con un gran susto me subí los pantalones y como pude huí hacia el granero. Mi madre me llamó a los gritos desde la casa y hacia allí fui, cuando llegue a la entrada, estaba avergonzado y me costaba levantar la mirada, mi madre se dirigió hacia donde estuve escondido espiándolas y viendo mi semen en el suelo y chorreando por la pared, pasó un dedo y tomó  una muestra, no lo podía creer, se lo puso en su boca y se lo tragó. Me sonrió y me dijo: “¡Eres un mocoso caliente, te pajeaste de lo lindo viéndonos!”. “Mama yo lo siento” –le respondí. Poniendo su dedo índice en mis labios me dijo: “Calla, que los machos no se disculpan, y tú eres mi machito, no tengas miedo, pasa”.

Las palabras de mi madre me envalentonaron y sacando pecho entré en la vivienda. Me recibió un olor agrio y ácido, que no conocía, luego me enteraría que era el olor a hembra en celo. Margarita me invito a tomar asiento en el sillón y se ubicaron una de cada lado, no sé de donde saqué el valor pero levanté mis brazos y a ambas las abracé. Mamá dijo a Margarita: “Este es mi machito”. Su amiga solo sonreía con subido color rojo en sus mejillas. En el fondo de mi alma, siempre desee a mi madre, la veía como una mujer con demasiada fuerza y tirando ella sola del carro de la vida, mientras mi padre solo pensaba en su cosechadora, íntimamente desee poseer a esa hembra, y como si estuviese en una película donde yo era el personaje principal, decidí tomar el control, yo no sería como mi padre.

Me levanté y tomé de la mano a mi madre, obligándola a ponerse de pie, acaricié sus mejillas, la tomé de la cintura y le di un beso, al principio solo fue un roce de labios, pero yo quería más, sabía que era una hembra en celo, y lo iba a aprovechar al máximo, abrí la boca y busque su lengua, me la dio con un suspiro de pasión que me encendió el alma, comencé a tocarle su concha y sus tetas, vi con el rabillo del ojo como su amiga se estaba masturbando con la falda enrollada en la cintura, ya no traía calzones, y esa concha rubia y gorda era atacada por los dedos de la caliente hembra. “¡Mi hombre! ¡Ah, no me toques ahí, no seas malo papito mío! ¡Me pones caliente si me tocas de esa manera! ¡Ah, Dios mío, qué caliente estoy!” –decía mamá entre gemidos. “¡Tócala Mariano, la zorra esta por acabar! Hace rato que está caliente contigo. ¡Dale en el gusto a la puta de tu madre! ¡Mira como se está meando la muy puta! ¡Acaba pedazo de puta, acaba mientras tu hijo te pajea y te mete los dedos! –decía Margarita de manera caliente. No era necesario ver, podía sentir como los tibios fluidos de mamá escurrían por mi mano, era algo que me calentaba mucho. Tras el orgasmo de mi madre se recostó en el sillón resoplando y tomando aire, y ahora era el turno de la viudita, bajé mi pantalón y saqué mi verga totalmente erguida, se la pasé por la cara haciéndola que la desee. “¡Déjame chupártela muchacho! ¡Mi boca quiere tu verga!” –me decía. Siente el olor de tu nuevo macho pedazo de puta y chúpala, que me muero de ganas de acabar en tus labios y llenarte la boca de semen” –le decía a Margarita. Ella se pegó a mi verga como si la vida le fuese en ello, me la chupó con gran devoción, se la tragaba completa, la escupía y volvía a metérsela en la boca. Sabia como se come una verga, sus ojos estaban llenos de lujuria, su boca apresaba mi verga y la sacaba babeando. Me gustaba como lo hacía, ya que se notaba que era una puta como mamá. En pocos minutos acabe en su boca mientras veía a mi madre metiéndose el consolador a tope y orinándose encima. “¡Qué pedazo de verga te cargas hijo mío! Vamos a ser muy felices los tres, porque para que lo sepas, ahora tienes dos mujeres que atender” –dijo mamá.

Esa tarde mi madre se transformó en mi mujer y también Margarita, la viuda calentona. Las idas a casa de Margarita eran constantes, aprovechábamos el tiempo de coger rico mientras mi papá se pasaba el día con su puta cosechadora, no tenía idea de que su hijo le estaba dando duro a su mujer mientras el a la luz del sol quedaba rendido. Margarita siempre nos esperaba lista para coger como endemoniados. Hicimos un pacto de silencio los tres, en donde solo nosotros sabríamos el secreto de las idas a la casa de la vecina con la excusa de ayudarle en las cosas de su rancho.

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®

 


5 comentarios:

  1. Infierno Lujurioso©Fiorella de Mr. P28 de julio de 2023, 4:21 a.m.

    Como siempre un verdadero placer el que trasmites en tus letras amor,
    Es muy estimulante y sumamente excitante dejarse llevar por cada lectura
    Y disfrutar de cada letra, detalle a detalle, tras un resultado vibrante
    Y orgásmico.
    Delicioso leerte siempre...
    Pero lo es mucho más sentirte Mí Perverso. 💋😈


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  2. Uffff q rico ser cogida así con esa intensidad y más que todo ayudaron a una mujer Necesitada y caliente exquisitas letras Caballero

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  3. Cómo siempre, me dejas ardiendo de deseó y la que me termina pagando es mi mujer, ya hasta piensa que le traigo ganas a una de las compañeras del trabajo y con ella me desquitó

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