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martes, 25 de julio de 2023

36. La visita de mi tía Bárbara

 

Mi madre tiene una hermana que vive en la Región del Bío Bío, se llama Bárbara. Recuerdo de haberla visto pocas veces cuando era un niño. Ahora acababa de divorciarse y venía a pasar con nosotros un par de semanas, quizás para dejar atrás el amargo momento por el qué estaba pasando. Fui con mi madre al aeropuerto a recogerla. Cuando la vi salir por la puerta me quedé asombrado; la recordaba más alta que yo. Sin embargo, ahora yo con mi metro ochenta y seis, era más alto que ella, que debe haber medido un poco menos de un metro y setenta. Tenía más o menos la complexión física de mi madre, con cabellos oscuros recogidos en un sofisticado moño que le daba un aire distinguido. Abrazó a mi madre y luego me abrazó a mí y pude sentir sus durísimas tetas que presionaron con fuerza mi torso.

Mamá manejaba el auto de regreso a casa y mi tía se sentó en el asiento delantero. La escuché y la miré todo el tiempo. Bueno ella estaba un poco rellenita, su culo era bastante amplio, pero su cara era tan bonita como la de mi madre con su tez suave y blanca. Ella tenía treinta y dos años, dos años menos que mi madre y como dije, sus tetas me dejaron un tanto impresionado. Mientras escuchaba el divertido parlotear de ella con mi madre, pensé en esas tetas gigantes. Había visto hasta ahora solo las de mamá y pensé que sus enormes mamas serían tema para mis masturbaciones diarias. En ese tiempo era un adolescente cercano a cumplir dieciocho años y como tal mi pene estaba siempre duro y con ganas. Mentalmente me prometí echarle un buen vistazo a las tetas de la tía Bárbara y no solo a esos senos suyos inmensos, sino también al culo maravilloso que ostentaba bajo esa estrecha falda y que hacía juego con sus esplendidas tetas. Al menos para mí era la mujer ideal para tenerla en mis pajas, ya estaba cansado de fantasear con las tetas de mamá y ahora ella sería la musa de mi inspiración perversa

De vuelta a casa me convertí en su sombra. En parte por qué no tenía nada mejor que hacer y en parte por esas cosas suyas que llamaban tremendamente mi atención; culo y tetas preciosas, estaba con ella todo el tiempo. Por las mañanas holgazaneaba en la cocina vestida con su bata de levantarse, me percaté por el pesado movimiento de sus pechos que giraba por la casa sin sujetador, sus tetas se columpiaban y mecían que era una hermosura, y a veces su bata se abría ligeramente permitiéndome ver su redondez, su solidez, pero nunca lograba ver sus pezones. Tal vez eran como los de mi madre, oscuros y puntiagudos como frijoles, deliciosas tetas también las de mi madre.

Su mirada era suave y afectuosa, lucía muy sexy con su cabello mojado envuelto en una toalla en una especie de turbante que periódicamente ajustaba levantando sus brazos y haciendo sobresalir esas maravillosas masas de carne protuberantes, que se erguían majestuosas como montañas. Me quedaba boquiabierto a contemplar sus gráciles movimientos muy sensuales y femeninos. Miraba sus suaves y blancas pantorrillas que asomaban bajo su bata, y cuando esta se abría un poco, podía apreciar su rodilla y parte de su terso muslo pálido. Todo material perfecto para mis masturbaciones que, con la presencia de ella en casa, habían aumentado al doble.

Mientras tomaba café, yo le preguntaba sobre Concepción y Talcahuano, como era la gente de esos lugares del sur de Chile. Ella me hablaba un poco de todo, de actualidad, de deportes, de cultura y me entretenía mucho su modo claro y conciso de explicar las cosas. Después de cuatro días con ella en casa todavía no podía tener una buena vista de sus gloriosas tetas y esto me tenía un poco desanimado.  Ella se duchaba siempre en el baño de mamá y no había cerradura ni ventana por donde poder espiarla. Mi baño estaba en el extremo opuesto de la casa y eso no me servía en absoluto, excepto para masturbarme con toda privacidad pensando a cómo debía ser ella bajo esa bata blanca que cubría su cuerpo desnudo todas las mañanas.

Mi madre y padre trabajaban, yo estaba de vacaciones de verano y no asistía al colegio, así que salí con ella a dar vueltas por la ciudad y mostrarle algunos lugares de interés cuando ella quería. Era muy cariñosa y siempre comprábamos deliciosos helados para deleitar nuestros paladares y paliar un poco los efectos de los calurosos días estivales. Caminábamos tomados de la mano y a veces ella me abrazaba haciéndome sentir esos túrgidos pechos suyos. No pensé que ella estuviera en algún modo queriendo demostrar algo sexual conmigo, pero eso no impedía que mi cuerpo adolescente reaccionara y como la mayoría de los chicos de mi edad, pasaba el cincuenta por ciento del tiempo tratando de ocultar mis espontaneas erecciones. Estoy casi seguro de que ella se dio cuenta de mi condición. Creo que soy un voyerista nato, siempre ando tratando de fisgonear. Un día mamá salió temprano del trabajo y se llevó a tía Bárbara de compras. Segundos después de que ellas salieron de casa, me fui de cabeza a mirar las cosas de mi tía. Revisé primero que nada los cajones de la cómoda y muy ordenados estaban sus blusas y otras prendas de vestir, pero yo andaban en busca de otros indumentos. Abrí el armario, habían colgados un par de vestidos, pero en los cajones laterales encontré lo que andaba buscando, la lencería íntima. Había un par de bragas negras muy grandes, de esas como para levantar los glúteos y comprimir el abdomen, otras normales como las de mamá y también unas tangas pequeñísimas que imaginé cubriendo su sexo peludo. No encontré ningún par de bragas usadas, probablemente había lavado todo esta mañana.

Un poco decepcionado me fui a revisar su mesita de noche, ¡Guau!, apenas abrí el cajón, vi un consolador mediano y un vibrador pequeño junto a un envase de lubricante. No encontré ninguna revista. Mientras olía el consolador y el vibrador buscando su olor de mujer, me saqué el pene de los shorts, pero por más que los olfatee no sentí el aroma de su vagina, solo olían a limpios. Bastante frustrado por no haber encontrado nada, me disponía a cerrar el cajón, cuando al fondo vi un tubo como pasta de dientes, con curiosidad lo tomé y leí la etiqueta “Lubricación a base de agua, recomendado especialmente para la penetración anal” ¡Guau! Mi mente se colmó del culo de tía Bárbara y la imaginé jugando con sus juguetes penetrándose su pequeño agujerito trasero. De prisa, tome una de sus bragas y corrí a mi cuarto a masturbarme furiosamente pensando a mi tía. Nunca había pensado al sexo anal, lo consideraba sucio y realmente me repugnaba. Sin embargo, ahora todo cambiaba, imaginando el voluptuoso culo de tía Deborah metiéndose cositas por ahí mientras jugaba también con su vagina peluda. Eyaculé  en sus bragas, a los pocos minutos volví a excitarme, no podía quitarme esas imágenes de mi mente y volví a masturbarme, dejando esta vez sus bragas manchadas de semen como un perverso regalo.

El sábado siguiente, tía Bárbara no podía usar el baño de mis padres ya que ellos lo estaban utilizando, así que decidió usar el mío. Esta era la oportunidad que había estado esperando, yo ya me había duchado y vestido. Salí sigilosamente de la casa y me dirigí al patio trasero donde esperaba espiar a mi tía a través de la ventana que siempre estaba ligeramente abierta. Mi baño no tenía bañera, solo una cabina de ducha y cuando salía de la ducha siempre estaba de espaldas a la ventana, supuse que también ella lo estaría. Me encarame en una vieja silla y esperaba que nadie me viera fisgoneando dentro de mi propio baño a las nueve de la mañana. Esperé con impaciencia, ya estaba bajo la ducha y a través del vidrio esmerilado no podía apreciar mucho de su cuerpo, la escuche canturrear alegremente bajo el agua caliente. Cuando finalmente salió chorreando agua con los ojos casi cerrados, pude ver claramente sus inmensas tetas, eran enormes, incluso más grandes que las de mamá, sus areolas y pezones eran pequeños y rosados. Su piel era tersa. Sus inmensos pechos colgaban ligeramente sobre su vientre liso, las gotas de agua parecían brillantes diamantes sobre su abdomen blanco y pude ver fugazmente la hendidura de sus labios vaginales, para mi sorpresa sin ni un solo vello. Mi verga al instante se puso dura viéndola moverse con sus tetas cimbreantes. Me distraje tanto que mis pies se movieron, la silla crujió ruidosamente y se rompió, terminé de bruces en el suelo. Como un resorte me puse de pie y me apreté contra la pared debajo de la ventana, podía escuchar a tía Deborah tratando de ver hacia afuera, pero la ventana tenía un tope metálico y no se abría toda, solo podía rezar para que no me viera apretado contra la pared. Luego de un rato escuché que abría el grifo del lavamanos, me levanté y corrí a mi cuarto pensando en su hermosa, cálida y depilada vagina, y en sus maravillosos pezones rosados. Durante el desayuno sentí los ojos de mi tía fijos en mí como si tratara de averiguar algo. Estaba seguro de que ella sabía muy bien que yo la había estado espiando y estuve aterrorizado de que ella dijera algo a mis padres, pero no lo hizo y me relajé. El resto del día pasó sin problemas y esa noche la pase masturbándome pensando en tía, sus grandes tetas, sus tiernos y pálidos pezones rosados, y su vagina cuidadosamente depilada. La imaginé  en todas las posiciones metiéndole mi dura verga y rociando su cara con mi semen.

Al día siguiente me levante tarde, mi noche había estado bastante ajetreada; entré a la cocina y encontré a tía Deborah sentada bebiendo un café. Mis padres habían ido a la iglesia y ella se había disculpado para no ir. Charlamos de todo un poco mientras mis ojos iban de sus piernas a sus pechos con la esperanza de ver algo más. Su escote estaba ligeramente abierto y se apreciaba el surco de sus grandes tetas. Me mencionó que su piel se estaba resecando y me pidió de acompañarla más tarde a comprar un frasco de crema humectante. Ella había estado usando el jabón de mis padres y al parecer no andaba bien para su tipo de piel delicada.  Le dije que tenía una loción especial para pieles delicadas y corrí por el pasillo a buscarla. Me senté en una silla cercana y observé extasiado cómo aplicaba la loción lenta y sensualmente en sus brazos y el cuello. Me dijo que una de las ventajas de estar casada, era que su esposo solía frotarle los pies con loción. Inmediatamente me ofrecí para hacerlo, me entregó el envase con una amplia sonrisa, me arrodille en el piso y me senté en mi talones frente a sus piernas, ella apoyó sus pies en mis muslos; con cuidado me versé un poco de loción en mis manos y comencé a frotar su pie izquierdo, me alarmé un poco cuando sentí que mi pene comenzaba a ponerse duro casi justo debajo de su pie derecho. No queriendo importunarla, rápidamente tomé ese pie y seguí con los masajes. Parecía muy relajada y su bata comenzaba a deslizarse sobre sus muslos dejando ver cada vez más de sus piernas desnudas. Comencé a frotar sus pantorrillas y ella encorvó un poco su espalda y gimió sensualmente. Con esto su bata subió a más de la mitad de sus muslos blancos y macizos, cada vez que ella se movía yo podía ver un poco más arriba. No sé si es posible, pero mi polla dura se puso todavía más dura que casi explotaba. Mis manos llegaron a sus rodillas y empecé a palpar con las yemas de mis dedos sus muslos de terciopelo, su piel era tan suave y diáfana. Ella no mostró ningún signo para detenerme, así que delicadamente fui sobajeando el interno de sus muslos de seda, metiendo mis manos cada vez más arriba, sus muslos estaban pegaditos, mi tía separó sus piernas, me pareció sentir su aroma y mis dedos percibieron una tibieza que los atraía como un magneto.

Ella se quedó suspirando y gimiendo, luego me dijo: “¿Sabes? Mi esposo me masajeaba también más arribita, se sentía maravilloso”. Su comentario me saco de mi fantasía, entonces vino lo mejor e inesperado, ella agregó muy suelta de cuerpo: “¿Te molestaría si vamos a mi habitación y me masajeas un poco más?”. Me dio un temblor en todo el cuerpo, me fue imposible emitir alguna palabra, solo agarré la botella y asentí con mi cabeza, entonces ella con una feliz sonrisa en su rostro de niña mala, me dijo: “¡Qué bien! Dame solo un minuto y vienes, ¿de acuerdo?”. No podía mover mis labios, estaba casi paralizado. Ella se levantó y se arregló la bata mientras caminaba a su dormitorio. Yo corrí al baño,  con una toallita húmeda limpié mis genitales, me miré como diez veces al espejo y me pasé el rastrillo por si acaso. Realmente no sabía que iba a ocurrir, tal vez iba a tener sexo, pero cada vez que surgía esa posibilidad remota, mi ritual era ese; luego me fui al cuarto de mi tía, con un nerviosismo natural de adolescente, llamé educadamente a su puerta y escuché su voz para que entrara. Mi tía estaba acostada boca abajo con una toalla que cubría su majestuoso culo. La piel delicada de su espalda y muslos estaban expuestas, también podía ver los costados de sus granes tetas aplastadas sobre el colchón, sin voltearse me preguntó: “¿Estás bien?”. “Sí, tía” –le respondí con un hilo de voz y casi me sale un gallito. Torpemente me subí a la cama al lado de ella, esparcí unas gotas de loción en su espalda lisa y templada y, comencé a masajear su tersa piel lentamente con manos nerviosas, poco a poco fui tomando confianza y aumenté la presión de mis manos y dedos sobre su piel. Al cabo de un rato, me coloqué a horcajadas sobre sus pantorrillas y sobajee por un rato sus piernas y comencé a moverme hacia arriba. Levantó un poco su culo y separó un poco más sus muslos. ¡Oh, Dios mío! Vi estupefacto su vagina que se estaba poniendo húmeda y la curvatura donde iniciaban sus glúteos, me temblaron hasta las piernas y sentí una dolorosa erección presionando mis shorts.

Observé como la toalla se movía, pero no era la toalla, era el culo de mi tía que subía y bajaba sicalípticamente mientras ella gemía como una gatita, casi ronroneando y no parecía importarle que mis manos estuvieran tocando sus labios vaginales y subiendo por sus nalgas. Creí que mi mente me estaba jugando una mala pasada cuando me pareció que levantara más su culo y abrir más sus piernas, como para mostrarme el estrecho agujerito rugoso de su ano. Entonces me recordé de su crema de lubricación anal y rocé su agujerito con la yema de mi dedo pulgar derecho. Tía Bárbara encorvó su espalda y levantó sus poderosas tetas de la cama quedando en cuatro. Froté la parte baja de su trasero y pude deslizar mis dedos hasta donde estaba seguro de que ella podía sentir mis dedos acariciando sus mojados labios vaginales.  Ella me regaló un gemido encantado y de repente levantó su trasero y luego se volvió a acomodar. Con ello la toalla se deslizó totalmente de su cuerpo y ahora tenía ante mí a mi tía completamente desnuda, con sus redondas nalgas y su peludo coño expuestos a mis lujuriosos ojos.

Me quedé un poco tieso con mi pene agarrotado bajo mis shorts. Mis ojos trataban de escudriñar en esa exquisita vagina mojada y adivinar las delicias de su rosado agujerito anal. Entonces ella me dijo con su sexy voz: “¡Vamos, cariño! ¡No te detengas! ¡Se siente tan rico!”. Froté nuevamente el interno de sus muslos empujando sus piernas más abiertas y puse una mano sobre su trasero y también froté sus nalgas. Mis pantaloncitos tenían una mancha de mis fluidos mientras mi verga agonizaba dura en una tortura, encerrada entre la fina tela. Con mucha lentitud sobajeé sus posaderas, deslizando mis dedos en ese surco caliente de su culo, con cada movimiento empujaba la punta de mi dedo dentro de ese estrecho hoyito, le eché un poco más de crema y empujé dos de mis gruesos dedos en su ano. Bárbara gemía sin decir una sola palabra mientras follaba su culo con mis dedos, con mi otra mano, metí mis dedos en su coño, ella jadeó y abrió un poco más sus piernas. Lentamente y sin palabras, sentí que ella empujaba sus caderas hacia arriba y hacia abajo contra mis manos y su trasero rotaba con mis dedos enterrados profundamente en su culo apretado. Habíamos andado más allá de todo límite, esto ya no era un simple masaje, pero todavía yo no sabía que decir, pensé en algo cómo: “Qué tal si te la doy por el culo ahora. Pero no quería adelantarme a nada, a pesar de que la idea daba vueltas en mi cabeza una y otra vez mirando el estrecho culo enrojecido por mis dedos que lo penetraban profundamente. Una vez más, fue ella la que tomó la iniciativa: “¿Sabes?  Mi esposo solía excitarse mucho con esto. ¿y tú corazón?” –me dijo. Me las arreglé para encontrar algo de mi voz y casi en un graznido le dije: “Bueno, yo, también”. Tía Bárbara se giró y sus enormes tetas cayeron sobre su vientre, se sentó frente a mí y dijo: “Puedo ver que tú también te excitas, querido”. Miraba la mancha en mi pantalón y el bulto que dibujaba mi verga en la entrepierna, me dijo: “Creo que es mi turno de darte un masaje”.

Me empujó sobre la cama como un bebé, me recostó y me quitó los pantalones. Yo estaba tan tieso como mi verga que palpitaba enfurecida. Me acarició un poco los muslos y cuando sus dedos rozaron mis bolas, una serie de chorros de semen salieron disparados  y mi vientre se cubrió de semen, me sentí tremendamente avergonzado por no haber podido resistir, pero yo no sabía que podía acabar sin tocarme, nunca me había sucedido. Ella pareció darse cuenta de mi estado abrumado y me aseguro con una suave voz que no me preocupara, que era del todo normal y que se alegraba mucho de que ella pudiera producir ese efecto en mí. Eso me tranquilizó y me hizo sentir mejor. Lamió hasta la última gota de semen, dejándome limpió y caliente. Luego volvió a tocar mi pene que casi no se había reblandecido nada y en pocos instantes estaba otra vez duro como palo, mi tía se inclinó y lamió mis bolas ligeramente con su lengua.  Mi verga se balanceaba blandiendo desafiante el aire, moviéndose arriba y abajo, ella deslizaba su lengua por toda su longitud y de tanto en tanto se tragaba mi glande. Se sentía como si su boca estuviera en llamas y comencé a follar con mi pene entre sus labios, ella mientras me chupaba me hablaba: “Te gusta mi culito, ¿verdad? ¿A cuántas chicas le has dado por el culo con esta verga deliciosa? Quieres follar a tu tía, ¿verdad?”. Seguía chupando y lamiendo mi pija mientras me hablaba, no pude resistir los candentes lamidos de su lengua ardiente y me corrí en su boca. Parecía dichosa de recibir una descarga entera de mi semen y me la chupó con ahínco hasta dejar mi verga completamente seca y limpia. Luego se arrastró a mi lado y, por vez primera, bese sus carnosos labios saboreando el gustillo de mi propio semen.

Mis manos exploraron su cuerpo ansiosamente. Toqué y torcí sus pezones del tamaño de frijoles y mi mano se fue a ahuecar su ingle, deslizando uno de mis dedos en su vagina ardiente y mojada. Ella gimió empujando su entrepierna contra mi mano mientras la toqueteaba rápidamente. Susurró casi siseando en mi oído que quería sentir mi lengua en su vagina. En instantes estaba abajo empujando mi boca entre sus piernas. A decir verdad, esta era mi primera vez y no sabía muy bien que hacer, pero había visto alguno que otro video y traté de improvisar lo mejor posible presionando firmemente mi boca en su hendidura, meneando mi lengua arriba y abajo. No tenía ni idea de si lo estaba haciendo bien o haciendo mal, pero lo estaba disfrutando desde el primer momento, sus jugos eran abundantes y exquisitos, ella me animaba a seguir y pronto me mostró donde estaba su clítoris y con un poco más de destreza comencé a chupar ese tierno botoncito rosado envuelto en delicados pliegues, cosa que la hizo gemir y apretar mis mejillas con sus muslos, después abrió y cerró sus piernas y se acabó en mi boca. Me sentí satisfecho teniendo sus fuertes muslos apretando mis orejas con el espacio apenas suficiente para lamer los hinchados labios de su vagina. Con un profundo gemido, mi tía me tiró un poco de los cabellos y me dijo con una voz gutural: “Te quiero dentro de mí”. Me subí sobre ella con mi pene durísimo otra vez y busque a tientas su hendidura mojada y ardorosa, encontré esa cuevita de placer y empujé lentamente, quería saborear el momento, mi primer momento, sentí cada centímetro de mi verga sumergiéndose en ese océano de fluidos candentes. Era tan sexy y caliente para mí ver mi verga perdida en esa caliente vagina. Sus ojos me miraban fijamente, estaban brillosos y vidriosos. El hecho de que fuera la hermana de mi madre lo hacía todo mucho más caliente, un sinfín de veces me pajeé fantaseando con follar a mamá y esto era lo que más se parecía a eso. Cuando mi pene no entró más en su vagina, nos detuvimos y nos quedamos quietecitos mirándonos y saboreando la sensación del momento, cuando comencé a bombear dentro de ella, sus piernas se cerraron alrededor de mi espalda y yo seguí follando su coño gordito con mucho placer. Bárbara estaba gimiendo en modo audible y levantó sus piernas hacia arriba, agarré una de sus piernas y la pasé sobre mi hombro derecho haciéndola voltear sobre un costado, a momentos esto pareció abrir más su vagina y sentí que mi pene alcanzaba nuevas profundidades. Ella gimió un poco más fuerte y bombeé más rápido contra su sexo, poco a poco bajé su pierna sobre su otra pierna y me dediqué a acariciar sus redondos glúteos mientras empujaba más fuerte dentro de su conchita.

Mi tía se inclinó un poco más y gimió cuando mi mano se deslizó en el surco de su culo y comenzó a explorar ese estrecho agujerito ya lubricado anteriormente, estaba girada casi sobre su estómago con su trasero empujando hacia arriba. Yo estaba a punto de explotar cuando penetré su apretado culo con dos de mis dedos. Su ano aprisionó mis dedos con demenciales contracciones que se replicaban en su vagina, tía Bárbara estaba acabando en modo salvaje y yo también exploté con copiosos brotes de esperma fresca y copiosa llenando su vagina mojada profundamente. Nos quedamos sin respiración y sin movernos.      Finamente fue mi tía que reaccionó y dijo que era hora de limpiarnos antes que llegaran mis padres.

 

Durante la semana siguiente, fueron los días más felices de mi corta vida. Fueron cinco días maravillosos, teníamos todos los días más ocho horas para hacer y deshacer en placeres sexuales. El lunes por la mañana, tan pronto como mis padres se fueron al trabajo, me fui a la habitación de mí tía y ella inmediatamente me tiró sobre la cama y comenzó a chupar vorazmente mi miembro.  Le dije que había visto su lubricador anal y que quería que ella me enseñara como hacerlo. Ella me sonrió contenta y se puso de rodillas, luego me pasó el tubo para que lubricara su culo y entonces follé su estrecho ano hasta con tres de mis dedos, después deslice el vibrador pequeño dentro de ella, empujé mi polla dentro de su vagina, comenzando un mete y saca del vibrador en su estrecho culo, lo que la envió rápidamente a un poderoso orgasmo.

Continué con este sistema por algunos minutos asegurándome de que su trasero estuviera listo para mi verga. Retiré el vibrador y presioné la cabeza de mí verga contra su diminuto y enrojecido agujerito, empujé lentamente y vi como centímetro a centímetro mi pene desaparecía en su hermoso culo blanco. Estaba tan estrecho que me lo tomé con calma para no acabar tan rápido. Tía Bárbara tomó su consolador y penetró su vagina, se sentían las vibraciones del artilugio en mi propio pene, pero aguanté estoicamente. A medida que me volví menos sensible comencé a bombear con más y más fuerza. Mi tía gemía lujuriosa bajo mis embestidas al mismo tiempo follaba su sexo con el consolador dentro y fuera a un furioso ritmo. Quería que el momento durara una eternidad, pero por supuesto como joven adolescente esto no podía suceder, como en dos o tres minutos ya estaba listo para explotar otra vez.  Bombeé con fuerza y pronto estaba acostado encima de ella bombeando semen dentro de su culo caliente que se contraía en pavorosos espasmos. Por suerte pude darle por el culo varias veces en esos días antes que se marchara. También en esa semana probamos todas las posiciones, ella era mi maestra y me enseñaba con lujo de detalles como quería ser follada. Incluso se sentó sobre mi cara y me dijo que le chupara la vagina mientras ella hacia lo mismo a mi verga, después me dijo que eso se llamaba sesenta y nueve, me causo risa cuando me explico el significado. Me dejó follar sus grandes tetas y lo sentí espectacular, pero sus tetas eran tan grandes que no alcanzó para salpicar su cara, así en otra oportunidad se colocó sus lentes ópticos y me dejo que me corriera en su cara. Por sobre todo eso, ya sea en su culo o en su vagina, mi posición favorita era follarla desde atrás y contemplar su magnífico culo blanco que se estremecía con cada una de mis embestidas.

Nos separamos tristemente el día en que tuvo que irse. Me invitó a su casa del sur y me dijo que me mostraría los alrededores de Concepción. Nos hemos mantenido en contacto por WhatsApp y de tanto en tanto recibo una fotografía de sus tetas y/o de su culo donde dice que me están esperando. Mamá ya me dijo que me mandaría donde ella para las vacaciones de invierno.  Hasta ese momento no me queda otra que pajearme con sus fotos calientes. Incluso iba al armario de mi mamá y le sacaba uno que otro calzón para llamar a mi tía y que viera como me pajeaba con ellos, llenándolos de leche. A ella le gustaba ver como jugueteaba con la ropa interior de mi madre y me decía: “¡Qué suerte tiene ella de ponerse esos calzones con tu semen!”. Siempre estábamos conectados haciendo travesuras mientras mis padres no estaban en casa, ya se había vuelto casi un ritual sagrado en el que estábamos por horas masturbándonos frente a la pantalla e incluía alguna braguita de mamá en nuestro juego perverso. 

Un día antes de salir a su casa pasó algo que no esperaba. Estábamos en nuestros jueguitos, cuando mamá entró a la habitación  y me sorprendió con las manos en la masa, tenía una de sus bragas envuelta en mi verga y con la pantalla del celular apuntándome para que mi tía no perdiera detalle, lo más lógico hubiese sido que ella cortara la llamada, pero se quedó ahí como testigo de lo que iba a suceder, por alguna razón eso me calentó más. “Ahora entiendo porque me encuentro con los calzones pegoteados” –me dice. Yo no sabía que responder, al otro lado estaba mi tía escuchando lo que pasaba. “Esa no es la forma que te criamos; desde que estuvo mi hermana acá me encontrado con estas sorpresas en mi calzones” –me dice. Dejé el teléfono en la cama pero mi tía soltó un gemido. “¿Estás hablando con alguien?” –me pregunta mamá, no me salían las palabras, pero tampoco atinaba a sacar sus bragas de mi verga. Entonces se escuchó la voz de mi tía por el auricular. “¡Está hablando conmigo!” –le dice. Ahora sí que iba a quedar la cagada pensé. Entonces mamá toma el teléfono y ve a mi tía masturbándose o con indicios de haberlo estado haciéndolo. “¿Cómo te atreves a involucrar a mi hijo en tus cochinadas?” –le pregunta. “¿Qué cochinadas? Es algo normal entre un hombre y una mujer. ¿Acaso tú no lo haces con tu esposo cuando sale de viaje?” –le dice Bárbara. “Eso no tiene nada que ver, mi hijo todavía es menor de edad” –le dice ofuscada mamá. “Pero hace cosas de adultos” –le responde mi tía. Sin que mamá se diera cuenta yo seguía masturbándome escuchando la conversación.

“¿No te recuerdas de la vez que viniste a Concepción antes de divorciarme?” –le pregunta mi tía. “¡No digas nada Bárbara!” –le responde mamá. “¿Acaso tienes algo que esconder hermanita?” –vuelve a preguntarle. “No es eso, solo quiero borrar esa parte” –le responde mamá. “No me vengas con esas cosas, ya eres una mujer no una niña. Además, lo pasaste muy bien metida en la cama conmigo y mi ex” –le dice mi tía. ¿Había escuchado bien? La señora que presume de santa era una puta que se había comido a su cuñado y a su hermana. Me calentó mucho más saberlo, lejos de parar, seguí pajeándome, esta vez descaradamente, total mamá ya no tenía moral para decirme que el sexo debe ser solo dentro del matrimonio. “Además, cuando estuve por allá no te escuché ni una sola noche coger. ¿Tan mal están?” –le dice tía Bárbara. Mamá no dijo nada. “Ves, lo sabía. Tienes que agradecer que al menos tu hijo se preocupa de dejarte las bragas con semen y no sé porque tengo la impresión que cuando las descubres no las lavas, porque eres y siempre serás una puta” –le dice mi tía. Yo estaba a punto de acabar oyendo la conversación, no me podía contener, empecé a sentir esos espasmos placenteros que indicaban que la eyaculación estaba cerca. Gemí con descaro para que mi madre se diera cuenta que estaba listo para dejarle las bragas llenas de semen, ella me miró y en silencio observó como mi verga disparaba chorros de semen en esas bragas. “Aprovecha lo que tienes a mano y disfrútalo, mira que mi sobrino sabe muy bien lo que tiene que hacer. Solo no te olvides de mandarlo para acá, porque quiero que me deje llena con su rico semen como lo hizo cuando estaba allá” –le dijo y cortó la llamada.

Mamá se quedó viendo como me limpiaba la verga con su calzón, sus mejillas estaban ruborizadas, su respiración más agitada, pude notar que hasta su mirada cambió. ¿Será que seguiría el consejo de su hermana? No quise apresurar nada, dejé que ella decidiera lo que haría, aunque yo solo quería que se tirara en la cama a comerme la verga, me imaginaba lo que había hecho con mis tíos y me calentaba más, mi verga seguía tiesa a la espera de la sucia decisión de mamá. Después de suspirar casi de manera agónica, me quita el calzón y lo lleva a su boca, me sorprendí al ver cómo le pasaba la lengua por donde estaba desparramado mi semen. “Tu tía tiene razón, siempre he sido puta, pero con tu padre tengo que ser una mujer recatada” –me dice mientras seguía degustando mi esperma. No lo podía creer, tremenda confesión la que acaba de oír. Seguí tocándome y gimiendo, incitándola a que me mostrara ese lado oculto. Se puso a mi lado y me agarró la verga, me empezó a masturbar con delicadeza, me gustaba la forma en que lo hacía, cerraba mis ojos disfrutando del momento, aceleró el ritmo y se acomodó en la cama, puso su cara cerca de mi miembro, deseaba en ese momento que se lo metiera a mi boca y me lo chupara, ya no podía más con mi excitación y le dije: “Chúpamela de una vez”. Me miró a los ojos y sonrió. “¿Eso quieres hijo?” –me preguntó. “Desde que tengo catorce he fantaseado con este momento” –le respondí. Sin decir nada, se la metió a la boca de una, se la tragó toda y empezó a mover esa rica boca que me tenía prisionero. Sentía como su lengua se movía y rozaba mi glande, haciendo que gima con lujuria. La más sucia fantasía que tenía se estaba cumpliendo y obviamente disfrutaba del momento.

La tomé del cabello y le marqué el ritmo que debía seguir, mamá me la chupaba tan rico como lo hacía la tía Bárbara, era difícil no caer en esas comparaciones, ya que tenía el placer de estar con las dos hermanas más zorras que he conocido.

 Mi excitación crecía, en medio de su alucinante felación se quitó la ropa, verla desnuda era un deleite, sobre todo cuando se subió sobre mí en horcajadas y ensartarse la verga en mi vagina, lentamente comenzó a bajar hasta que entró completa en su vagina. Con movimientos lentos empezó a subir y a bajar, el placer reflejado en su cara me indicaba que disfrutaba lo que estaba haciendo, tía Bárbara tenía razón, mamá era una puta y lo estaba disfrutando. Tomado de sus muslos, mamá empezó a moverse más rápido sobre mí y a gemir descontrolada, sus tetas rebotaban con el ritmo frenético que ella tenía sobre mi verga, no resistí la tentación de agarrarlas y apretarlas, ella gimió y me dijo: “¡Eso hijo, juega con las tetas de mami!”. Ella seguía con sus movimientos estrepitosos y yo seguía jugando con sus tetas y sus pezones. “¡Ay muchachito! Tu tía te enseñó bien” –me decía y lamia sus labios con sensualidad. Se bajó y se tumbó en la cama, abrió sus piernas y dijo: “¡Veamos si te enseñó también a usar la lengua!”. Sabía lo que insinuaba, así que me sumergí en el océano de su húmeda vagina, acariciando con mi lengua su clítoris y sorbiendo sus deliciosos fluidos. Apretaba sus tetas y gemía, no daba crédito al placer que la recorría y empezó a seguir moviendo su pubis el recorrido de mi lengua. “¡Me tienes loquita hijo!” –me decía sin parar de gemir. Más pronto que tarde estaba siendo presa de un intenso orgasmo que la hacía retorcerse en la cama gimiendo y gritando de placer.

Se quedó inmóvil por unos segundos, respirando agitada y tratando de recobrar fuerzas, estaba sudada, se veía sensual, bella, como siempre me la imaginé después del placer. “Te ganaste un premio” –me dijo. Me hizo colocarme de pie en el suelo y ella se puso de rodillas, acomodó mi verga entre sus tetas y me comenzó a masturbar, apresado a sus tetas ella hacia los perversos movimientos agitando sus tetas con frenesí. Sus ojos con mirada perversa y su cara de puta sonriente me calentaban tanto que no pude contenerme y eyaculé entre sus tetas, dejando caer los chorros de semen en su boca, cuello y tetas; mamá pasaba su lengua por sus labios y levantaba sus tetas para intentar lamer lo que había quedado en ellas. Como les decía antes: “La más sucia de mis fantasías se había cumplido”. Me sentía más que satisfecho, acaricié su cabello y le dije: “¡Mamá, eres fenomenal! Me encantó follar contigo”. Me miró con una sonrisa en los labios y me dijo: “¡Hijo, esto que pasó seguirá sucediendo, ya que mami siempre tiene ganas de verga y como tu papá no me atiende como me debe, serás el hombre que apagará el fuego en mi concha”.

Después de quedarse un rato conmigo en la cama, se vistió porque ya era hora que papá estaba por llegar del trabajo. Antes de salir me dio un beso apasionado y me dijo: “Arregla tus maletas porque tienes que ir donde la puta de tu tía”. Obviamente al terminar llamé a mi tía y le dije que todo había salido perfecto, mamá se había comportado como una puta y que mañana saldría para allá. “Te voy a estar esperando querido, no sabes cómo mi concha te extraña”. Mamá me llevó al aeropuerto y al llegar a Concepción estaba mi tía esperándome, después de saludarnos como dos amantes pervertidos ante la gente nos fuimos a su casa, las dos semanas que estuve por allá no salimos a ningún lado, estuvimos cogiendo todos los días como dos malditos calientes que solo querían desfogar su pasión con el otro. Incluso llamábamos a mamá por videollamada para que nos viera coger como locos, cosa que ella esperaba y disfrutaba a diario.

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®

3 comentarios:

  1. Infierno L©Fiorella de Mr. P25 de julio de 2023, 8:16 a.m.

    Muy candente relato Mí Perverso.
    Tu narrativa es tan sucia y pervertida que alimenta el morbo de forma tan deliciosa.
    Con esos detalles que despiertan tanta excitación y fuego en mi entre pierna, así como te gusta, como tu puta caliente y deseosa,
    es tan placentero liberar los demonios y disfrutar.

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  2. Excelente relato, una descripción muy excitante y muy pervertida. Gracias JOL

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  3. Demasiado delirante y excitante a la vez como siempre un excelente relato Caballero

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