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sábado, 22 de julio de 2023

34. La sorpresa de Marta

 

Marta, una mujer de mediana edad, vuelve a casa y encuentra algo que no esperaba. Es una mujer de 48 años, divorciada desde hacía mucho tiempo. Hace tiempo que había decidido que no quería más relaciones, ya que pensaba que solo le traían problemas, salía alguna vez con las amigas, eso sí, cada vez menos, se divertía un poco y volvía para su casa. Está centrada en su trabajo, es abogada y en sus aficiones. Se cuida mucho, hacía mucho deporte y estaba bastante bien. No es muy alta, más bien delgada, aunque con buenas curvas y grandes pechos. Es morena y lleva el pelo hasta casi la cintura, le gusta porque le hace sentir sexy y además cuando lo recoge en moño se siente un tanto poderosa y dura, obviamente es lo que necesita en su trabajo.  Vive en un departamento junto a Cristina, su hija de 20 años que estudia Bellas Artes, la chica también es bastante hermosa, más alta que su madre, con menos pecho pero con un muy buen cuerpo. Es morena, pero iba teñida de rubia platino, aunque cambiaba de color cada cierto tiempo.

Una tarde de abril, Marta había salido a correr con su amiga Susy, sin embargo, a ésta le había dado un pequeño tirón en la pierna, la carrera había durado bastante menos de lo esperado por lo que Marta regresó a casa bastante antes de tiempo. Despreocupada, sacó sus llaves y abrió la puerta. Entró en la cocina, tomó una botella de agua y mientras bebía le pareció escuchar unas risas y unos ruidos extraños, venían de la habitación de Cristina, la chica había salido con unas amigas y parece que también había vuelto antes de tiempo, Marta pensó en saludar a su hija y las amigas con las que estuviese, se acercó a la habitación de la chica, la puerta se encontraba medio abierta y lo que percibió Marta la dejó sin palabras y totalmente sorprendida.

Cristina estaba en la cama con un chico, éste tendría unos 25 años, era alto, de piel clara, tenía poco pelo pero mucho musculo. Justo en aquel momento Cristina, que llevaba solo un tanguita, bajó el bóxer de su amante, dejándolo completamente desnudo. El chico estaba equipado con un trozo de verga considerable. Marta no sabía muy bien como reaccionar, tras varios segundos tomo la decisión de marcharse sigilosamente de allí pues los chicos estaban tan concentrados en lo suyo que no se habían percibido de la presencia de la mujer. “¡Qué rica verga tienes!” –le decía Cristina al chico, mientras se la acariciaba lentamente. Éste sonrió y le contestó: “¡Es tuya amor! Puedes comertela o montarla si quieres”. La chica se acercó a él y le besó mientras seguía masajeando la verga del muchacho. Él también pasaba sus brazos y manos por el cuerpo de Cristina.

Marta parecía alejarse despacio pero una parte dentro de ella no parecía querer hacerlo, quería quedarse y mirar aquello. “Es mi hija, merece tener su intimidad” –se decía a si misma. Sin embargo, esa parte atrevida parecía replicarlo: “Estas deseando ver como follan, ¿Por qué te vas? Quédate, atrévete.” Tras esa breve discusión consigo misma, Marta decidió hacer caso a su parte atrevida y se quedó, eso si buscó una posición detrás de la puerta donde no pudiera ser vista por los chicos y a la vez ella no perdiera detalle de aquel espectáculo que tanto parecía atraerla. Ajenos a que estaban siendo espiados por Marta, Cristina y su amante seguían a lo suyo, el chico se había colocado de rodillas en la cama para que Cristina chupara ávidamente su miembro, ésta lo metía en su boca, lo lamía con ganas y la sacaba, para repetir una y otra vez aquella operación haciendo que el chico se retorciera de placer. “¿Muy bien mi amor! ¡Sigue! ¡ Qué rico la chupas! Esa boquita de puta me tiene loco” – le decía entre gemidos a Cristina. “Me encanta tu verga” –le contestaba mientras la chupaba todavía con más lujuria.

Mientras Marta estaba embelesada viendo aquello, no podía dejar de mirar como Cristina chupaba aquella verga que cada vez se hacía más grande y gruesa en su boca. Se había calentado demasiado, acariciaba sus tetas suavemente, en su cara se notaba la excitación. Una de sus manos se deslizó y se metió dentro de su pantalón de deporte y su tanguita, la hizo un poco a un lado  y notó con un dedo lo mojada que estaba, llevó ese dedo a su boca y lamió sus fluidos para volver a meterlo y masturbarse. No perdía detalle con su cara llena de lujuria pero tenía que contener las ganas de gemir para que no la oyeran. El chico había tumbado a Cristina en la cama, le quitó la tanguita, y había metido la cabeza entre sus piernas y empezó a chuparle la vagina. Lamía sus labios y su clítoris a la vez que metía un dedo en aquella vagina tan mojadita. Cristina disfrutaba y gemía sin parar. Sin embargo, no estuvieron mucho tiempo en esa posición, Cristina quería otra cosa. “!Quiero que me folles! Méteme esa verga, hazme gritar y vuélveme loca” –le decía Cristina. La joven se puso en cuatro ofreciendo su vagina a su amante. Éste, se colocó un preservativo y comenzó a penetrarla, que cuando sintió entrar aquella verga gritó como una loca. “¡Sí, mi amor, cógeme, soy tu puta, cógeme” –repetía excitada. Él se la metía  y la sacaba cada vez más rápido y fuerte, agarrando su cintura, alternando el agarre en sus nalgas, apretándolas. Los dos gemían y gritaban de forma exagerada ya que estaban disfrutando como locos. “¡Me gusta como te mueves!”  –le decía él mientras la penetraba cada vez más duro. “¡Eso, dame más amor, quiero mucho más, métemela más fuerte, quiero sentir hasta tus testículos dentro!” –le contestaba ella gimiendo.

Los dos estaban en el mundo del placer, mientras Marta también disfrutaba lo suyo viéndolos follar, hasta tal punto que no pudo reprimir un pequeño gemido. Cristina pérdida entre el placer que sentía no oyó nada pero el chico sí. Volteó un poco la cabeza y sus ojos percibieron a Marta masturbándose. La sonrió con cara de placer y deseo, pero siguió penetrando con fuerza a Cristina, como si le dijera que así le gustaría tenerla a ella, al menos eso percibió en esos segundos en que se miraron. La chica no dejaba de pedir más entre gritos de placer. ”¡Dámela toda. Así, muy rico!” –decía ella. Marta, de repente, se sintió muy avergonzada y salió corriendo sigilosamente de su posición y se fue a su habitación, por el camino, oyó unos gritos todavía más fuertes, eran la señal de que su hija y su amante habían llegado al éxtasis y habían experimentado un intenso orgasmo. Marta todavía no había llegado a ese punto cuando fue descubierta. Se metió en su habitación pensando en que iba a pasar, ¿Le contaría el chico en el estado en que la había visto? ¿Le diría que su madre no es más que una mirona? Ella pensaba que lo que había hecho no estaba bien. Había visto a su hija ser cogida y lo peor haberse calentado y tocarse viéndola. “No has hecho nada malo Marta. No te ha gustado lo que has visto?”. Esa no es la cuestión ahora, ¿qué va a pensar mi hija de mí si el otro le dice que me ha visto?” –le decía su parte interior que le había incitado a quedarse. “Esa no es la cuestión ahora, ¿qué va a pensar mi hija de mí si el muchacho le dice que me ha visto?” –se cuestionaba a sí misma.

Había una mezcla de emociones en su cuerpo, se había calentado a montones viendo cómo se cogían a su hija y la otra, haber sido descubierta dándose placer observando, ni en sus tiempos de juventud había hecho algo así y ahora se había quedado pasmada, húmeda y caliente viendo a su hija coger con lujuria. La vergüenza que sentía por haber sido una voyeur. El chico se había callado que la había visto, así que su mente decidió pasar el asunto, además estaba preocupada por cosas que tenía que hacer en el trabajo al día siguiente. La calentura se fue como llegó.

Ya era hora de acostarse y Marta deseó dulces sueños a su hija, a pesar de que “dulce” ya había comido y lo había disfrutado. La miró a los ojos y encontró en ellos la satisfacción de una buena follada. “Duerme bien” –le dijo y se fue a su habitación. Todas las noches se duchaba, se secaba bien en su habitación y se ponía su camisón. Esa noche cuando se estaba acabando de secar y estaba desnuda frente al espejo de su habitación volvió a aparecer esa parte de su mente que ella reprimía. “!Te ha gustado mucho lo que has visto esta tarde, Marta!”. “¡No ha estado bien!” –se respondía a si misma. “¿Por qué no? Reconoce que te ha gustado ver como follaban, como penetraba ese chico a Cristina, como gozaba ella y le pedía más” –le replicaba la vocecita.” Marta sentía otra vez ese calor intenso recorrer su entrepierna imaginando ese momento, imaginar que era ella la que esa lengua recorría, hacia que se estremeciera y se humedeciera. “Viste muy bien como le lamia el clítoris y ella gemía como lo que es. También te fijaste en como ella le chupaba la verga. Dime, ¿acaso no hubieses querido ser tú? Reconoce que lo deseas” –insistía esa perversa voz.

Marta se tumbó desnuda sobre la cama y comenzó a acariciar su cuerpo y a imaginar. Estaba en una habitación desnuda sentada en un sillón, cerca había una cama donde Cristina estaba siendo follada por detrás por el chico caribeño. La situación era muy parecida al momento en que el chico escuchó aquel gemido que se le escapó a Marta. Los únicos muebles que había en aquella fantasmal habitación eran el sillón y la cama. Marta se masturbaba apasionadamente recostada en el sillón mientras el chico seguía penetrando con fuerza a Cristina que gemía y gritaba como una loca. A la vez el chico miraba a Marta con cara de satisfacción y deseo lo que hacía que ésta se pusiera más cachonda todavía y se masturbara con más pasión. Poco después Cristina llegaba al orgasmo emitiendo unos chillidos que retumbaban en los oídos de Marta. La chica se levantaba y se acercaba a su madre cogiéndola de la mano y colocándola frente al chico, “Todo para ti, mamá, disfrútalo.” Parecía decirle mientras su figura desaparecía de aquel sueño. Marta agarró al chico por sus nalgas y lo apretó contra ella besando su cuello y su pecho. Acto seguido cogió la polla del chico y la comenzó a acariciar. Seguía besando todo su cuerpo de arriba abajo hasta que se puso de rodillas, lamió despacio la polla del chico, todas sus partes para terminar metiéndola en su boca y chuparla de arriba abajo, cada vez con más avidez. Le encantaba el sabor de aquella polla que iba engordando con cada chupada que hacía Marta hasta tal punto que casi no le cabía en la boca. En aquel momento, Marta decidió tumbar al joven boca arriba y se sentó sobre esa enorme polla que entró en su mojado coño. Marta emitió un gemido tremendo al notarla dentro y comenzó a cabalgar sobre ella. Mientras en su cama real, Marta se acariciaba los pechos imaginando aquellas cosas que sentía tan reales. Pellizcaba sus peones una y otra vez y sus manos llegaban a su vagina que estaba totalmente empapada. Marta acariciaba su clítoris, metía y sacaba sus dedos entre gemidos y gritos de placer. “¡Fóllame, Fóllame así!” –gritaba mientras se masturbaba e imaginaba que estaba con aquel chico.

Marta seguía imaginando que cabalga la gruesa verga del chico. Subía y bajaba sin parar, y con cada movimiento que hacía sentía más placer, el chico la cogía por las caderas y la movía todavía con más fuerza, más y más le pedía Marta sumergida en un océano de lujuria y placer. Ella cambiaba de posición se tumbaba boca arriba sobre la cama y abría sus piernas el chico las sujetaba y comenzaba a penetrarla frontalmente. Empujaba una y otra vez, cada vez con más y más fuerza, mirando la cara y los ojos en éxtasis de Marta que con cada embestida se volvía más y más loca. Toda aquella fantasía tenía su reflejo en el mundo real, donde Marta se masturbaba de manera tan apasionada como nunca lo había hecho antes. De hecho, para ella, era como si estuviera teniendo sexo con aquel joven muchacho. Cada vez que sus dedos entraban en su vagina ella sentía que era la verga del joven. Así, se retorcía en la cama, tenía muchos espasmos y sentía toneladas de placer. Lo que se traducía en ruidosos gemidos y gritos que Marta ni podía, ni quería contener.

Mientras, Cristina estaba sin mucho sueño tumbada sobre su cama jugueteando con su teléfono móvil. Le había parecido oír unos ruidos que provenían de la habitación de su madre. Esos ruidos cada vez eran más intensos por lo que Cristina se levantó, se puso la bata y se acercó a la habitación de Marta, cuando estaba llegando se quedó tan sorprendida como le había pasado a la propia Marta la tarde anterior. Es que la puerta estaba entreabierta y Cristina vio a su madre masturbarse de aquella manera tan frenética. “¡Así, así, fóllame, fóllame más!” –gritaba Marta de un modo descontrolado. Cristina nunca había visto en ese estado a su madre pues era una mujer muy reservada en los temas de sexo, sobre todo con su hija, y ahora estaba totalmente desatada. Se sentía como una puta deseosa de sexo y las imágenes en su mente le ayudaban bastante.

“ A ésta le ha pasado algo esta tarde” pensaba Cristina, “Por eso estaba tan rara” –se decía a si misma la chica, mientras sonreía, “¿En quién estará pensando?”. La chica al escuchar los frenéticos gritos de placer de su madre, le pasó lo mismo que a ella antes, se excitó demasiado, sin darse cuenta su mano se había ido a su sexo, empezó con suaves movimientos. Los alaridos de Marta habían despertado el morbo en ella, su placer se incrementaba a media que sus dedos estimulaban su clítoris. “Si tan solo pudiera saber lo que la tiene tan caliente” –pensaba Cristina. Mordía sus labios para no gemir y ser delataba pero la lujuria era tal que su cuerpo temblaba y su respiración se agitaba. De pronto, Marta ya casi en el éxtasis, de reojo pudo ver qué su hija estaba parada en la puerta masturbándose ante la caliente escena. Marta sonrió de manera perversa y no se detuvo, era una invitación abierta a unirse o seguir mirando. Así lo entendió Cristina, que entre el sigue y el detente estaba luchando, pero sin dejar de masturbarse. La excitación era tan evidente que ninguna de las dos dejaba de tocarse. Era como si algo las hacía comportarse de manera perversa, sus demonios estaban a flor de piel. Cristiana acompañaba los alaridos de Marta con los propios. Hasta que se sintió impulsada a entrar a la habitación y dejar que la lujuria tomara el control de sus actos.

Marta intentaba contener su orgasmo lo más que podía, quería disfrutar del cuerpo de su hija, así como Cristina disfrutaría del de ella. Cuando la chica se acercó a la cama, Marta no hizo más que tomarla del rostro y darle un apasionado beso, sus lenguas se enredaron con perversión mientras las caricias lujuriosas no se hicieron esperar. Marta se encargó de quitar la bata y el pijama de Cristina, dejando su sensual cuerpo al descubierto, no importaba el vínculo, importaba solo el placer que podrían sentir juntas. Cristina bajó a las tetas de su madre y empezó a chupar las, Marta sintió como si los labios de la chica la quemaban, un exquisito gemido salió de sus labios expresando su placer. Cristina jugueteaba con esos duros pezones, rozándolos con su lengua. Las manos de Marta se fueron directo a la vagina de la chica, sintió la humedad en su sexo, sintió como Cristina separó sus piernas para que ella la tocara con libertad, los dedos de Marta jugaban en la vagina de su hija con total descaro, haciéndola gemir de placer, Cristina seguía con su boca adosada a las tetas de su madre, chupando, mordiendo y lamiendo con lujuria. “No pensé que estaríamos así” –dijo Marta. “A mi no me importa, solo quiero disfrutarte” –respondió Cristina.

Cada instante se volvía más placentero, Cristina se subió sobre Marta, dejando su vagina en la boca de su madre y ambas comenzaron a jugar con sus lenguas, los gemidos de ellas estaban sincronizados por el movimiento de sus perversas lenguas. No parecían madre e hija, eran dos mujeres entregadas al placer, seducidas por la lujuria y apagando el fuego interior que les consumía. Solo fue cosa de minutos para que las dos cayeran en los brazos del orgasmo, de la manera más armoniosa se deshicieron en gemidos y en movimientos estrepitosos que las hacían jadear como dos perras en celo. Aún con hambre de más decidieron seguir con el perverso juego. Entrelazaron sus piernas, quedando pegadas sus vulvas, comenzaron a moverse suavemente, mirándose a los ojos que reflejaban el deseo y el placer, aumentando el ritmo de sus movimientos. Cristina dijo: ¡Me encanta como te mueves mami!”. Marta presa de sus gemidos respondió: “¡Se siente rico tenerte entre mis piernas!”. El placer las desbordaba, sus vaginas destilaban los tibios fluidos que mostraban su perversión y corrían por sus muslos. Sentían olas de placer golpeando sus cuerpos, sus labios vaginales estaban hinchados, sus clítoris tan duros como sus pezones y el sudor envolvía sus cuerpos de manera sensual; hambrientas de placer nuevamente el orgasmo se hizo presente dejándolas tendidas y con sus vaginas palpitantes.

Se volvieron a besar con lujuria, tal como lo hacen dos amantes. Marta acariciaba el rostro de Cristina y le dice: “Gracias por tan deliciosa sorpresa”. “La sorprendida soy yo. Jamás había pensado lo mucho que disfrutas cuando te tocas y lo perversa que eres al coger” –le responde Cristina. Esa noche madre e hija hicieron el pacto de darse placer y entregarse por completo a esos placenteros juegos. Pacto que sigue intacto hasta ahora y que lo disfrutan como la primera vez

 

 

Pasiones Prohibidas ®


4 comentarios:

  1. Infierno L©Fiorella de Mr. p22 de julio de 2023, 7:07 a.m.

    Ufff deliciosamente placentero
    Muy excitante cada detalle
    Me encantó amor , tienes una forma tan rica de escribir a lo explicito y morboso
    Excelente Mí Perverso

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  2. Que placentero orgasmo disfrutaron, imaginarlo hace que la mente vuele, gracias muy buen relato

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  3. Excelente relato, lleno de lujuria y mucha excitación y la perversión entre madre e hija JOL

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  4. Que secreto disfrutaron entre madre e hija y tuvieron un exquisito placer entre ambas delicioso como siempre exquisito relato Caballero

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