Entradas populares

miércoles, 19 de julio de 2023

32. La casa del placer y la depravación 3

 

Otro día más allí. Yo me puse a trabajar. Después de chuparle la verga a un cliente que consumía una jarra de cerveza. Cuando terminó de beber se fue. Eva había tomado un descanso y “La casa del placer” seguía recibiendo clientes. Después de un rato de atender clientes, una mujer con armadura entró por la puerta con dos guardaespaldas siguiéndola. El Amo fue enseguida a recibirla. Yo solo de curiosa fui a ver quién era. Mi sorpresa fue grande al ver que era la princesa heredera. Me quedé con los ojos abiertos por el asombro. Al verla tuve que preguntar: “¿Que hacéis aquí, Majestad?”.  “Quiero tomarme un tiempo de descanso, y como no quería ir con las sacerdotisas, he acabado aquí. Dicen que dan un buen servicio” –respondió ella con total naturalidad. “¿Cuánto se va a quedar?” –preguntó el Amo. “Durante un tiempo indefinido, descansar de todo lo relacionado con la realeza, y fornicar como si no hubiera mañana. Necesitaré una habitación para mis chicas, y una para mí sola” –respondió ella. “Como usted desee, tengo habitaciones de sobra. Antonieta la llevará a la suya, le atenderá en todo lo que necesite, Alteza” –Dijo el Amo.

“Por favor, tú eres el anfitrión, puedes llamarme Tinuviel. Nunca me acostumbraré a ser llamada Alteza” –dijo la Princesa. “¡Está bien! Cualquier cosa que necesites, Antonieta estará a tu servicio, no dudes en pedirle nada, porque ella obedecerá como si lo mandase yo” –dijo el Amo, Tinuviel me tomó del brazo y la llevé a su nueva habitación, el Amo se llevó a las guardaespaldas. Yo temblaba por los nervios, no esperaba recibir a la mismísima Princesa. Ella notó mi nerviosismo. “Tranquila, muchacha, soy como tú. Ambas tenemos pechos, culo y una vagina. Solo nos diferencia el estrato social. Bueno, ¿qué placeres puedo encontrar aquí?” –dijo ella. “Tenemos esclavos, esclavas, masajistas y unos baños que son limpiados cada día. No importa lo que usted elija, todo estará a su disposición” –le dije. “De momento quiero bañarme, y mis chicas también querrán. Dejé a mi amante con mi hermana, se lo presté, es todo un semental. Cuando le dejo libre, es capaz de ligarse y follar con cualquier mujer en el castillo. Traedme dos esclavos bien dóciles. Nos lo vamos a pasar bien” –dijo ella con una sonrisa. Se desnudó, toda su ropa la doble y la dejé a buen recaudo. Lo único que dejó su habitación fue su armadura y espada. Tinuviel poseía un cuerpazo digno de una princesa guerrera, un cuerpo fuerte con alguna cicatriz y con unos pechos normales. Al verla desnuda me excité. Nunca la había visto desnuda pero era todo un monumento divino. “¿Entras tú también a la tina?” –preguntó. “Si usted lo desea Majestad, pero primero avisaré de su petición” –le respondí. Al avisarle a una de las esclavas, entré a la habitación y me desnudé para entrar a la tina. Mis ojos no podían despegarse del cuerpo de la Princesa, sus tetas estaban firmes, con unos pezones que estaban erectos por el cambio de temperatura. Estiró su cuerpo fuera del agua y bostezó, se notaba que estaba agotada por el largo viaje a caballo.

Golpearon la puerta y gritó: “¡Pasad!”. “Ahí están nuestros chicos” –le dije. Me costaba no quedarme embobada. Los esclavos traían alcohol. Ambos se metieron con nosotras en la tina. La princesa se besó con uno de los esclavos, yo con el otro no me anduve con tonterías. Mientras ella hacía todo el ritual antes del sexo, yo ya había conseguido que la verga del esclavo se pusiera tiesa. Salimos de la tina, él se puso contra la pared del baño y me agarró de los brazos. El resto lo hizo él, penetrando mi culo. Me la metía con fuerza, mis tetas se bamboleaban con el ritmo frenético de las embestidas, gemía con lujuria, ya que me encanta que me cojan el culo. La Princesa levantó la cabeza y gimió, se había sentado en la verga del esclavo, clavándosela así en la vagina. Mientras yo era sodomizada, la princesa cabalgaba la verga del esclavo con total habilidad, hasta que se detuvo y frunció el ceño. “¿Por qué voy a hacer yo todo el trabajo?” –dijo en tono de pregunta.  

Cambió de posición, saliendo de la tina se apoyó en ella y dejando su cuerpo a merced del esclavo, le dijo: “Sucio cerdo, métemela en la concha y hazme gritar como una puta”. dejó que él siguiera dándole placer. Tinuviel debía ser muy ruidosa en la cama, gemía demasiado alto. Era un deleite a mis ojos presenciar esa escena, ver a la Princesa ser cogida por un esclavo y escucharla gemir me calentaba más de lo que ya estaba. Ambas éramos folladas por aquellos esclavos. El mío se acabó en mi culo, dejándome llena de su semen. “No quiero que dejes tu semen en mi culo, límpialo” –le dije. Se puso de rodillas y empezó a lamer mi agujero, probando su semen y escarbando mi culo con su lengua, el maldito me hacía estremecer y gemir, era tan caliente la sensación que no pude resistir y tuve un placentero orgasmo. El de la princesa siguió un poco más. Yo me acerqué a ella, me sonrió al verme otra vez. Entonces el esclavo acabó, inundando la vagina de la Princesa con su semen, pero Tinuviel no. Al separarse de él, ella intentó conseguir otra erección. Por suerte el esclavo tenía aguante. Tuvo una erección, y se metió la polla en la boca. La Princesa le dio una perversa mamada. Besó la verga del esclavo, la lamió. No se dedicó a sacarla y meterla en su boca como siempre. Usó sus pechos para masturbarlo. Cuando este le avisó de que iba a eyacular se la metió en la boca y tragó cada chorro de semen. “Menos mal que habéis traído a esclavos competentes” –dijo. “A mi amo le gustará saber que le gusta el servicio que damos” –le dije. “Todavía no lo he probado todo, quiero que me den un masaje. Una buena follada no está nada mal, pero quiero un masaje” –me respondió. La curiosidad me tenía presa, por lo que le pregunté: “¿Por qué hacerle sexo oral al esclavo?”. “Simple. Me gusta recompensar a los que me dan placer” –respondió.

En vez de salir con la ropa puesta, nos tapamos con mantas. “Quiero ver que están haciendo mis chicas” –dijo ella. La llevé a la oficina del Amo Aníbal, allí estaban sus chicas. Abrimos lentamente la puerta, y nos asomamos para ver qué hacían. Ambas guardaespaldas estaban desnudas, con sus manos apoyándose en la mesa. El Amo se la metió en el culo a una de ellas, mientras la otra esperaba paciente a que mi Amo se la  metiera. Tinuviel observaba atenta lo que sucedía, se estaba masturbando y aún no se había limpiado la vagina del semen del esclavo. “¡Oh, sí! ¡Oh, sí, por los dioses” –exclamó la que era follada en la mesa. “¡Amo, rompa mi culo!” –gritaba con fuerza. Tinuviel me dijo: “Les conté dónde vendría y quisieron venir. Querían saber cómo es ser esclava. Son muy sumisas en la cama, quizás sean putas que les gusta coger y querían probar algo nuevo y por lo que se ve, están siendo consumidas por el deseo. La Princesa cerró la puerta y nos fuimos de allí. La guíe hasta los masajes. En el camino me crucé con Eva, me dio un abrazo y me tomó de las manos, me besó con cariño. “Jana me ha dicho quién ha venido, una Princesa” –dijo con asombro. Tinuviel la miró y preguntó: “¿Sois amantes?”. “Sí” –respondió Eva por mí e hizo una reverencia en son de respeto a la Princesa. Añadió: “Es la única persona en este lugar que parece sentir algo de cariño por mí, y no solo desea mi vagina y mis tetas”. “¿A dónde ibais? Si me es permitido preguntar Señora” –dijo Eva. “A darnos unos masajes. Puedes venir con nosotras” –dijo la Princesa.

Desde que Eva confesó que le gustaba y que quería amarme no lo había olvidado. Éramos putas con todo lo que eso conlleva, pero nuestro trabajo no cambió. Es más, normalmente hacemos los trabajos juntas. Tinuviel no hizo ningún comentario, pero no despegaba su mirada de ella. Una muchacha desnuda daba un masaje a un hombre, una esclava de piel oscura, que había llegado de un lejano país y que había sido comprada por el Amo, su nombre era Sanza, que significa hermosa melodía. El hombre se dio la vuelta y la muchacha terminó el masaje chupándole la verga hasta que eyaculó en su boca. Entonces se fue y pasamos. “Hola, Mi Señora, ¿quiere un masaje para usted y sus chicas?” –preguntó Sanza. “En efecto, y de ser posible con final feliz” –respondió la Princesa.  “No se preocupe Señora, final será tan feliz e intenso como usted desee” –dijo la esclava de piel oscura con una sonrisa. La chica nos llevó a una sala privada, donde había bastante espacio para las tres. Nos quitamos las mantas y Eva se desnudó, la chica quedó impresionada como yo con el cuerpazo de Tinuviel. “¡Por los dioses y la puta creadora! Con el respeto que usted merece, me comía esa vagina pero ya. No puedo creer que me ponga caliente tan rápido” –dijo Sanza. “Sé que sin duda lo harías Sanza, y que harías gozar a la princesa con la habilidad de tu lengua” –le dije. “Es bastante bella la Princesa” –dijo Eva. “Si les gusta mi vagina, se la pueden comer; tienen mi permiso” –dijo Tinuviel.

Nos colocamos las tres en las camillas y nos pusimos a la merced de nuestros masajistas. Fue una experiencia muy placentera y que agradecí. Me dejó como nueva. Levantó mi cadera, pensé que iba a penetrarme pero metió su lengua dentro de mí. Levanté la cabeza y gemí con placer. Sanza y la Princesa se comían la vagina entre ellas, una encima de la otra; se veía tan caliente la escena que me mojaba más de lo que ya estaba. Detuve a mi masajista y le pedí que me trajera un arnés de esos que las putas usan para penetrar a hombres con esos gustos. Eva también le dijo a su masajista que se detuviera de lamer su vagina, había entendido lo que quería sin decírselo. Me trajeron el arnés y se lo tiré a Eva para que se lo pusiera. Vino hacía mi camilla y me levanté. Me apoyé en la camilla, y ella supo que hacer. Se abrió paso a través de mi culito dócil con facilidad.  La verga falsa entraba y salía con rapidez, ella sabía manejar muy bien el vaivén de sus caderas. Mientras me la metía acariciaba mis nalgas y me decía: “No hay placer más excitante que cogerte el culo”. Intentaba seguir su ritmo y obtener más placer. La masajista y la Princesa tuvieron un orgasmo simultáneo, que las hacia jadear como perras, sus gemidos, sumado a como Eva me cogía me tenían al borde del colapso. “Paren lo que están haciendo, chicas, háganlo en mi habitación. Me acabo de acordar de una cosa” –dijo Tinuviel. “¿Qué cosa?–preguntó Eva quien se había detenido pero no salido de mí. “Algo que me ha puesto caliente  y quiero ponerlo en práctica” –respondió.

La Princesa nos sacó de allí y fuimos de nuevo a la habitación. La masajista iba con nosotras, Tinuviel se encariñó con ella. Nos quitó el arnés y se lo dio a ella. “Las vi con el arnés y recordé aquella vez que mi esposo y yo follamos sobre la mesa de guerra. Quiero escenificar aquel momento” –dijo con una mirada perversa en sus ojos. Se vistió con ropa de prostituta que tenía Sanza y movió la mesa. “Yo estaba en la mesa de guerra. Nos estaban asediando, teníamos las de perder. Mi esposo vino a mí, me abrazó por la espalda. Él venía con la intención de tener sexo, y lo cierto es que yo también lo necesitaba. Al principio fue un abrazo inocente” –Sanza abrazó por detrás a la Princesa. Siguió: “Pero metió una mano por debajo de mi vestido y manoseó uno de mis pechos” –la chica metió la mano por el vestido y manoseó uno de sus pechos con delicadeza. Tinuviel se acercó más a la esclava, y esta liberó los pechos de Tinuviel.  “Mi esposo lo hacía bien, me tocaba bien. Después de sentir mis pechos, una de sus manos bajó a mi entrepierna” –decía. Tinuviel gimió levemente al ser masturbada. No dijo más pues lo estaba disfrutando. Eva se estaba tocando y yo hacía lo mismo. La perversión que la Princesa ponía en su relato era algo que nos calentaba demasiado, no podíamos contener las ganas de acariciar nuestro clítoris al ritmo de su erotizante voz. “Ponte el arnés, ahora empieza lo bueno” –le dijo a Sanza. Ella se colocó el arnés, como la princesa ordenó. “Me di la vuelta, y correspondí a mi esposo. Masturbé su miembro hasta que estuvo duro. Me empujó hacia la mesa y me puso contra ella. Me penetró vaginalmente” –siguió con su relato. Tinuviel gimió de forma tan exquisita que oírla casi me lleva al orgasmo.

Metí mi mano en la entrepierna de Eva y la masturbé, excitándola hasta la locura, su clítoris estaba hinchado y sus gemidos se escuchan de forma deliciosa, mientras ella hacía lo mismo con mi entrepierna. Tinuviel ya no siguió con el relato, Sanza le estaba dando bien rico, haciendo que gimiera descontrola. La penetraba sin piedad. Nosotras también estábamos calientes. En vez de tomar nosotras un arnés. Nos comimos la vagina mutuamente. De fondo se oían los gemidos de Tinuviel y los jadeos de Sanza, también se oían el rebote de sus pechos. “¡Oh, Sanza, me tienes caliente! ¡Métemela hasta el fondo, ahora soy yo la puta!” –le decía entre gemidos a la esclava. Sin darle respiro la embestía con fuerza, haciendo que las tetas de la Princesa se balancearan en un ritmo frenético. “¡Sanza, me tienes loca, voy a acabar!” –le decía mientras se retorcía de placer, no pasó mucho para que se dejara envolver por el orgasmo, haciendo que su vagina destilara sus fluidos, como el arroyo que fluye cerca del prostíbulo. Eva y yo tuvimos un orgasmo al mismo tiempo. Tinuviel se derrumbó sobre la mesa con una sonrisa en el rostro. “Así de rico cogíamos con mi esposo. ¿Y tú, Antonieta? ¿Cómo lo hacías con los generales?” –me preguntó. “Entonces, me conoces” –le respondí. “Claro que sí, me costó acordarme, pero tú eras aquella zorra. Estabas al servicio de mi hermana” –me dijo. “Majestad, tú eres una puta de hoguera” –dije, ya que también la conocía perfectamente. “¿Qué es eso?” –preguntó Eva. “Un festival que celebramos cada dos años, un festival del amor y de la fertilidad. Está prohibido usar hechizos anticonceptivos, a no ser que seas una puta de hoguera. Es decir ponerte a cuatro patas, desnuda en una hoguera y dejarte follar por quien sea. Para más humillación, a la puta de hoguera debe dársele una moneda por cada follada. Solo pueden serlo mujeres solteras o viudas” –le respondí. “Yo controlo mis propios impulsos, Antonieta” –dijo la Tinuviel. “¿Tú sabes la de generales que desean literalmente follarte y violarte cual puta?” –le dije. “¿Eso es cierto?” –Tinuviel, apartó a Sanza y me miró escandalizada. “Podría decirte quienes me han dicho esas cosas cambio de una promesa. Echarme una mano con los líos en lo que me ha metido tu hermana” –le dije. “Trato hecho” –respondió.

“Eva, yo me voy a buscar a Jana, no sé dónde está” –le dije. Salí de la habitación y fui en su busca. No estaba atendiendo clientes, pero me encontré con Haiye, que le sirvió una cerveza a un hombre para bajarse a la mesa y sacar la verga del hombre para chupársela. Era una chica muy trabajadora, que hacía lo que le pedían. En este caso mamadas, no rechistaba, aunque desearía saber qué opina de su trabajo, pero no me interesaba para eso. Esperé a que terminase, para preguntar.  “No lo sé, creo que vio a la chica de la armadura y se fue a no sé dónde. Busca en las habitaciones del ala izquierda” –me dijo. Le hice caso y busqué allí a Jana. Tras cinco intentos fallidos yo di con la puerta apropiada, tras oír su voz. Entré y me encontré a Jana acurrucada y con las rodillas en su pecho. Fui hacia ella y la abracé. Levanté su cabeza y vi que había llorado. “¿Esto es por tu sobrina?” –pregunté poniendo mi mano en su hombro.  Jana no me respondió, simplemente asintió. Apoyó su cabeza en mi hombro, y pude ver que llevaba un puñal. Intenté quitárselo pero ella no me dejó. “¿Qué vas a hacer con él?” –le pregunté. “Matarla y luego matarme” –dijo muy seria. “No digas eso por favor”–dije muy dolida. “Mírame, Antonieta. Soy una miserable puta. Yo no era así, yo era una orgullosa Princesa y mejor general. Lo era hasta que una sacerdotisa usó su influencia mental para destrozarme. Ahora soy una zorrita que no puede parar de follar. No quiero seguir viviendo así. Cada vez que follo se me olvida, para después sentirme culpable por tener sexo” –me dijo entre sollozos. De pronto, golpearon la puerta. “¿Estás ahí Antonieta” –preguntó Tinuviel. Jana miró con furia la puerta, apretó fuerte el puñal en su mano. Se levantó y fue hacia la puerta. Tinuviel iba a abrirla. “¡No! Por favor no abras, me ha bajado el sangrado, no entres Tinuviel” –le dije mintiendo. “Sí, te entiendo. A mí tampoco me gusta que me vean con un vestido ensangrentado. Quería invitarte a hablar y beber, nada de sexo” –me dijo. “Luego iré, ¿está bien?” –le dije. “De acuerdo, perdona las molestias” –me respondió.

Suspiré de alivio al no tener que ver ninguna desgracia. Me puse contra la puerta. “Por favor, no le hagas daño, Jana” –le dije. “Vete, Antonieta. Tengo una verga falsa con la que tener orgasmos, con eso me basta. No saldré de aquí, y dile a Haiye que venga a traerme comida” –me dijo aun con lágrimas en los ojos. No debería estar sola en estos momentos, pero no quise contradecirla. No obstante, antes de irme le arrebaté el puñal. Me encontré con la que hubiera sido la posible víctima, Tinuviel. Me saludó y me hizo espacio a su lado en la mesa. Llevaba un vestido más informal, que tapaba más que los de puta. Me senté con ella a charlar. “¿Estás bien? ¿Te sientes mal?” –me preguntó. “Sí, tranquila” –le respondí. “Eva creo que se ha puesto a trabajar, dice que al anochecer la esperes en la puerta de la habitación. ¿Estás mal Antonieta, te ocurre algo malo? ¿Es la menstruación? Sabré si me mientes” –me dijo. “Podemos dejar de hablar de mí. Cuéntame algo de ti, ¿cuánta familia tienes?” –le pregunté. “No sé qué pregunta es esa, mis hermanos, mis padres y mis propios hijos. Todos los demás murieron. Tendré más familia cuando mi hija mediana se case” -respondió.  “No debería contarte esto, pero, tienes una tía llamada Jana” –le dije. “Jana Therinde-Inovelos ¿sigue viva? Pensé que había muerto en la masacre de mi abuelo” –dijo ella asombrada. “Ese es el problema, siguió leal a él y lo pagó caro. Tu padre para librarse de ella, se confabuló con las sacerdotisas y estás la convirtieron en una puta. En una adicta al sexo y perdió su puesto” –le conté. El horror se dibujó el rostro de Tinuviel, creo que ella no tiene nada que ver. “Eso explica por qué me pareció conocida cuando llegué. ¡Por los dioses! Mi padre entonces es un maldito desalmado” –dijo. La sorpresa no salía de su rostro, se sintió molesta por todo lo sucedido con su tía. “Debo hablar con ella” –me dijo. Hizo ademán de levantarse pero la detuve, y le entregué el puñal. “No quiere verte” –le dije, frenando su determinación. “No querías que abriera esa puerta, no por el sangrado mensual, ¿verdad? Ella quería matarme” –me dijo. “Sí” –reconocí cabizbaja. Insistí: “No le digas a Jana que yo te conté. Me odiará” –le dije en tono de súplica. “Iré con Sanza, necesito asimilar esto, pero hablaré con ella de todas formas” –me dijo.

Busqué a Eva y me la encontré con un joven cliente, de pelo corto y sin barba, algo raro, ya que todos parecían barbaros de pelo largo y frondosa barba. “¿Necesitas ayuda, Eva?” –le pregunté. Ella tenía su mano agarrando la verga del cliente. “Este muchacho tiene una singular petición, siéntate”-dijo. Me senté mientras Eva lo masturbaba. “Díselo” –le ordenó Eva. “Quiero un bebé,  mi mujer no puede tener hijos, pero deseamos uno” –dijo gimiendo por las sensaciones que le causaba la mano de Eva en su verga. Cuando estaba por acabar, ella apretó su verga y le dijo: “Si lo tengo yo, ¿qué te asegura que quiera dártelo luego? ¡Estás pidiendo a una mujer que sea madre y que renuncie a su propio hijo! Vete, chico y busca a otra mujer. Habla con alguna de las hermanas de tu mujer y dile lo que quieres, quizá alguna acepté tu condición por amor a su hermana”. Entonces, soltó el apriete y el muchacho acabó en las tetas de Eva. Cuando se fue lejos se rió. “Pobre inocente, bueno. ¿Te gustaría chupar algunas vergas?” –me dijo. “Eso déjaselo a Haiye, yo quiero sexo” –le respondí.

Estuvimos el resto del día trabajando. No podía dejar de pensar en Jana y en la inestabilidad mental que sufría. Todo aquello se acabó cuando el Amo me llevó a sus aposentos, Eva pidió permiso para ir también. “Me han dicho que un puñado de soldados se acerca, vienen decididos a llevarte. Dicen que son desalmados y dispuesto a matar para cumplir con sus órdenes” –me dijo el Amo. Si usted desea entregarme mi Señor, lo entenderé. No quiero causarle problemas” –le dije poniéndome de rodillas ante él. “¿Entregarte?” –preguntó con una sonrisa. “Si hace falta haré uso mi espada para echarlos. Diles a los clientes que cerramos, que se vayan todos. Ve, Eva” –dijo. Me miró y me dijo: “Ser de mi propiedad también significa tener mi protección, saldrás viva un día más. Los esclavos ya están al tanto y están armados para dar pelea” –dijo mientras acariciaba mi pelo. “Gracias mi Señor por querer conservarme” –le dije. “Eva, avisa también a la Princesa, tal vez no sea necesario el derramamiento de sangre estando ella aquí, pero ve con esclavos, ya que puede ser que ella está aquí como espía y conocer nuestras vulnerabilidades y de ser así que los esclavos actúen en consecuencia y no les perdonen la vida” –dijo el Amo.

Al ser avisada Tinuviel, se puso su armadura, buscó a sus guardaespaldas, las que se también se vistieron para la batalla. Era solo cosa de horas para que el ejército estuviera aquí pero nunca se imaginan con la valiosa aliada que tenemos para hacerles frente.

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®

4 comentarios:

  1. Infierno L©Fiorella de Mr. P19 de julio de 2023, 7:25 a.m.

    Maravilloso! Que relato tan lleno de matices, el suspenso, los personajes, la perfecta descripción de cada uno de ellos y los detalles por supuesto permiten
    Una fina entrega a la lectura muy emocionante además de excitante.
    Excelente relato Mi Amo.
    Siempre delicioso leerte Mí perverso

    ResponderBorrar
  2. Excelente forma de describir cada uno de los detalles JOL

    ResponderBorrar
  3. Que rico señor ud sabe lo que me produce

    ResponderBorrar
  4. Ufff rico relato hace que se mojen las bajas por tremendas cogidas que se les da a las putas mmmm delicioso
    Como siempre gracias por el.relato Caballero

    ResponderBorrar