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jueves, 13 de julio de 2023

29. La esposa del Pastor 1

Me llamo Matías, desde pequeño fui a la Iglesia Evangélica, al principio iba porque me llevaban, pero ya en mi adolescencia descubrí que era lo que me gustaba. A pesar de ser una iglesia de las “tradicionales” la que iba con mis padres, siempre me gustó la música, digamos cantantes como Marcos Witt, Jesús Adrián Romero, Danilo Montero, era lo que siempre escuchaba. A pesar de que en la iglesia el único acompañamiento que se usaba para la música era un teclado que solo los domingos sonaba cuando el coro polifónico cantaba. Ahora, ya adulto voy a una congregación Bautista, en dónde las alabanzas son más alegres y hay todo tipo de instrumentos y las predicaciones son más animadas. 

Ya llevaba un tiempo ahí y no me había fijado, pero una mañana en el servicio de domingo no sé por qué noté que la esposa del pastor es muy atractiva. No sé qué tenía esa mañana diferente a todos esos domingos de meses anteriores. Alicia, así se llama, es una mujer, a ver, ¿cómo podría describirla? Delgada, de compleción blanca, cabello negro hasta más abajo de la cintura y unos ojos verdes maravillosos. Ese domingo en particular usaba un vestido ceñido al cuerpo que resaltaba su figura. Dejaba lucir un trasero de ensueño y unos pechos que sin ser exuberantes se veían apetitosos. No tiene más de cuarenta años y sin lugar a dudas sabe cuidar su cuerpo.

Durante el servicio la estuve mirando hasta que ella se dio cuenta. Pensé que iba a llamarme la atención, ya que las miradas que le daba no eran muy cristianas que digamos, pero no dijo nada. Así por varias semanas sin dirigirle la palabra más allá de un “buenos días”, o, “Dios le bendiga”. La miraba cada vez más con lujuria, una parte de mí sabía que estaba mal pero otra me hacía alucinar con hacer varias cosas que no son dignas del cielo. Al pasar los días su falda fue subiendo hasta las rodillas e incluso apenas cubriendo sus muslos. Algunas de sus blusas se apegaban a su cuerpo haciendo que la temperatura debajo de mi pantalón subiera considerablemente. Recuerdo de Alicia en el culto. La imaginaba metiéndose mi miembro en la boca,  chupándolo hasta que mi semen era expulsado y ella lo tragaba sin contemplaciones. Otras tantas la imaginaba en cuatro y yo dándole por su exquisito culo haciéndola gritar de placer. Si bien es cierto, en el día podía mantener mi mente ocupada pero en la noche el demonio de la lujuria de soltaba y me hacía tener esos sucios pensamientos libidinosos que me hacían pecar al desear la mujer de mi prójimo.

Alicia no se mezclaba mucho con los feligreses, no por creerse superior, sino porque su marido era celoso. Digo celoso porque no dejaba sola a su mujer mucho tiempo dentro de la Iglesia y cada vez que algún hermano se le acercaba, si se demoraban el pastor la llamaba. Aunque él era un tipo carismático, creo que a la vez era inseguro, ya que sus celos eran evidentes.

Un domingo de esos donde no cabe un alma más en el templo, Alicia a los pocos minutos de haber empezado el servicio me indicó que la siguiera, se acercó al pastor y le dijo algo, a lo que él asintió, luego supe que le dijo que se sentía mal y que se iba a acostar un rato en la oficina de su marido. Esperé unos minutos y me levanté en un momento que todos se pusieron de pie, caminé hacia el pasillo de los baños, por donde había salido Alicia, ni el pastor ni nadie se percataron de que salí del salón. El corazón me latía a mil por hora y poco a poco mi miembro empezó a reaccionar.

Miré en el baño de mujeres y no había nadie, luego un saloncito de estudio y también estaba vacío, solo quedaba una puerta que daba a la calle por la parte trasera del templo por un pasillo que conectaba a la oficina del Pastor. Abrí la puerta, allí estaba Alicia parada en la mitad de la oficina, había un sofá grande, un escritorio de esos pesados de madera sólida, y una mesita de centro. Me acerqué a Alicia, y sin mediar palabra la tomé de la cintura y la besé en esos labios, que hacía rato quería tener entre los míos. Fue un impulso movido por la excitación al encontrarme solo con la mujer de mis perversas fantasías. Alicia me devolvió el sensual gesto, su respiración se aceleró un poco, en el circuito cerrado de cámaras veíamos a su marido gesticulando en medio del sermón.

Bajé mis manos a sus nalgas y las apreté contra mí para que pudiera sentir mi  erección. Allí mismo de pie, le empecé a quitar su blusa y quedó en un brasier que no me esperaba, de encaje sedoso y rojo, media copa, sus senos se veían divinos. Los acaricié y pasé mis labios suavemente sobre ese sensible lugar entre la seda y la piel de sus senos. Temblaba un poco, pero suspiraba mientras mis labios seguían besando sus bellos senos, los liberé de esa sedosa prisión, al quedar sin sostén estos se mantuvieron erguidos, con los rosados pezones apuntando un poco hacia arriba, perfectos para ser chupados y lamidos. Todavía de pie, seguí bajando a su abdomen, fui soltando su falda la cual se desprendió totalmente de su cuerpo, descubrí nuevamente sorprendido, una tanguita negra con ligueros morados qué sostenían sus medias negras.

Alicia llevaba tiempo preparándose sin yo saberlo, seguí bajando y corriendo su tanga hacia un lado encontré uno labios vaginales delicados, totalmente depilados, un olor dulce a vainilla deleitó mi olfato, y me invitó a saborear ese manjar que se me ofrecía en la Casa del Señor. El sexo de Alicia tenía sabor a “Gloria”.  Lamí y besé su sexo hasta qué sentí que temblaba. Sabía que en cualquier momento llegaría el orgasmo. Aceleré el movimiento de mi lengua hasta que poniendo sus manos detrás de mi cabeza acabó fuertemente. Me embriagué con el sabor de sus fluidos, me deleité como un pecador con los gemidos que salían de su boca y su sensual voz que decía: “¡Dios Mío, qué placer!”. La soledad de la oficina era nuestra cómplice, nuestros cuerpos encendidos en lujuria se habían convertido en un arma poderosa en las manos de ese ser demoníaco que nos había poseído.

Aún estaba de pie intentando recobrar el aliento, sin mediar palabra caminó hasta el sofá. Podía percibir fuego en esa mirada y con una sonrisa perversa se sentó, tomó mi mano y quedé parado frente a ella, me bajó los pantalones y mi bóxer, tomó mi miembro entre sus manos y lamió el glande, puso su lengua en el meato y la deslizó con lujuria. Luego se la metió a la boca, no tenía mucha práctica, pero la calentura hacía de la mamada una delicia. A sus espaldas el televisor mostraba al Pastor todavía predicando, lo que era excitante. Cada vez que engullía mi verga me hacía estremecer y dar suaves gemidos. Sus pecaminosos ojos verdes buscaban los míos, se veía preciosa comiendo verga como una puta, incluso mordía mi glande, lo que incrementaba mi placer. Ya no podía aguantar más y acabé en su boca, mientras la congregación cantaba “Aleluya”, le dio un toque más de morbo al verla tragarse hasta el último chorro de semen.

“Quiero que me cojas Matías” –me dijo. Estaba con la excitación a mil por hora y solo repetía que se la metiera. “¡Hazme gozar! ¡Quiero tenerte dentro!” –decía. Su voz era candente, se percibía que quería más y yo estaba dispuesto a darle el placer que estaba pidiendo. La levanté del sofá y la llevé al escritorio, la puse boca abajo y empecé a lamer esas nalgas y ese culo que virgen debía tener. “¡Oh qué delicia!” –decía mientras gemía y movía ese culo restregándolo en mi cara. Sus gemidos se hacían intensos, su respiración estaba más agitada y el placer se encargó de darle otro orgasmo. “¡Me llevas del cielo al infierno!” –decía. Entonces me puse de pie y le di un par de nalgadas que aumentaron la intensidad en su excitación. Seguí nalgueándola con fuerza, la piel estaba tomando un color rosado pero ella quería que siguiera castigándola por ser una caliente que se estaba entregando en las manos de otro hombre para satisfacer sus deseos más íntimos.  

Mi verga se había puesto dura una vez más, por lo que seguí dando rienda a la perversión y seguí jugando con ella. Metí lentamente mi dedo índice en su ano, luego el dedo medio. Ella se retorcía y jadeaba al sentir como su culo era invadido pero aún no lo tomaría, ya que quería en otra ocasión usarlo a destajo para mí placer.  La puse boca arriba, al borde del escritorio. Levanté sus piernas y de una vez penetré esa probable mal utilizada vagina. Se aferró a la orilla del escritorio mientras se la metía con fuerza. “¡Mierda, me la metes tan rico!” –decía mientras cerraba los ojos y sus tetas se movían al ritmo frenético de mis embestidas. Se la metía hasta el fondo una y otra vez, mientras ella veía al cornudo del Pastor en los monitores de CCTV a mis espaldas. Ella apretaba sus pezones y gemía, era una perversa escena que disfrutábamos.

“No sé qué me hiciste pero hace tiempo que tenía ganas de metértela” –le dije. Dibujó una sonrisa en los labios y dijo: “No sé porque estoy haciendo esto, pero sé que me gusta, lo disfruto y quiero que siga pasando”. “Míralo predicar, ni se imagina que la puta de su esposa se está comiendo la verga de otro en su oficina” –le decía. Ella reía entre gemidos y decía: “Sí, es un cornudo que no sabe que su mujer se convirtió en una puta”. Alicia acabó deliciosamente mientras los feligreses cantaban alabanzas al Señor. No pasó ni un minuto y le llené la vagina con mi semen. Me senté en el sofá mientras ella permaneció en el escritorio tendida hurgando en su vagina para sacar algo de semen con sus dedos y comérselo.  

El servicio estaba terminando, Alicia y yo nos vestimos rápidamente y salimos de la oficina, me dio un beso apasionado y dijo: “Hasta la próxima!”. “Otro día disfrutaré de tu culo. Ahora vé al salón y sé la esposa del Pastor, aunque ahora eres la puta de Matías” –le dije. Ella sonrió. Le di unos minutos y después salí yo como si nada. Cómo siempre al terminar el culto estaban los dos en la puerta despidiéndose de todos. Alicia con su porte de señora y él como el Siervo de Dios, y claro le quedaba de maravilla el apelativo.

Alicia, estaba en mis pensamientos, no podía sacarla de mi cabeza, era recurrente en la soledad de mi habitación cuando decidía darme placer, habían pasado ocho días de nuestro intenso encuentro. El pastor seguía predicando, Alicia y yo solo nos mirábamos durante el servicio, al cual yo no fallaba en asistir. Creo que mi fidelidad a la religión se debió a un cambio profundo en mis convicciones, ya que si le queremos dar un nombre correcto pero en el fondo ustedes saben que es por mi calentura hacia la mujer del Pastor, así que no me culpen, ya que de una u otra forma estoy haciendo lo que me gusta.

El servicio de este domingo empezó como todos los servicios, solo que hoy Alicia estaba de voluntaria recogiendo el diezmo. Pasaba por cada fila con una canasta en dónde los feligreses dejaban un sobre con su donativo. Cuando llego a mí, me pasó un papelito y siguió. Me quedé mirando su trasero, hasta que llegó al final de la fila y se perdió de vista. Desenvolví la nota y la leí cuidando que mis vecinos de fila no pudieran leerla. La nota decía que su marido después del servicio debía ir a hacer una visita a la prisión y a ella no podía llevarla, así que me esperaba en la oficina cuando el pastorcito se fuera y no quedara nadie.

Terminó el servicio, en la puerta el Pastor y su mujer se despedían de los feligreses. También le di la mano a la señora y le di la mano al pastor y salí como si me fuera para mi casa crucé la calle me senté en la parada del bus y esperé a que todo el mundo se fuera. Por momentos Alicia cruzaba la mirada hacia mí nos mirábamos, esperábamos, hoy estaba vestida extrañamente, con un pantalón negro ajustado a sus caderas una blusa de media manga, con el pelo suelto y esos ojos verdes divinos y vivaces que me volvían loco. Estos días que pasaron, me preguntaba, como esta mujer tan sensual podía reprimirse y no expresar su sensualidad. ¿Sería la primera vez que le era infiel a su marido? ¿Tenía sus aventuras con otros? No sabía que pensar. El pastor salió en su auto y unos minutos después me dirigí a la puerta trasera del templo.

Entré y abrí la puerta de la oficina lo primero que vi fue a Alicia sentada sobre el escritorio y me sorprendí de ver que en el sofá a mi derecha estaba sentada la esposa del tesorero del templo, Rocío, otra mujer un poco alejada del resto de los feligreses. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué estaba Rocío ahí? Mil y una cosa pasaban por mi mente, aunque debo reconocer que Rocío también es muy sensual, aunque intenta disimularlo usando ropa “acorde” a su asistencia a la Iglesia. Cerré la puerta detrás de mí, y me acerqué a Alicia, me indicó con un gesto que me quedara callado, tal vez sería porque Rocío no sabía lo que había pasado entre nosotros y había que inventar una historia para justificar mi presencia. No tardé mucho en darme cuenta que no había mucho que explicar.  Alicia se acercó, agarré su bello rostro y la besé en los labios. Pase mis manos por su trasero, su cintura, su entrepierna, sin duda esta mujer estaba caliente. Me indicó me quitara mi ropa, la vez pasada solo me había quitado los pantalones, quedé desnudo frente a ambas mujeres. Me sentó en el escritorio y le indico a Rocío que se acercara, la tomó entre sus brazos y la besó dulcemente en los labios, la puso frente a mí, la puso entre en mis piernas. Alicia tomó mi verga y se la puso en los labios; Rocío comenzó a chuparla y lamer, solo con su boca, sus manos las tenía Alicia agarradas Alicia en la espalda de Rocío. “Chúpasela puta” –decía Alicia con voz de mando. Rocío obedeció la orden y no paró de chupar como poseída.

Parece que Rocío era una chica sumisa en su aparente relación con Alicia, ya que en ningún momento se detuvo si quiera tomar aire. Alicia se puso detrás de Rocío y le empezó a quitar la ropa mientras esta me la seguía chupando. Ya desnuda, Alicia la tomó del cabello y la apretujo contra mi miembro, casi hasta que la ahogaba, su saliva salía por las comisuras delos labios y su rostro se ponía rojo, pero no cesaba de chupar. “¡Cómetela como la zorra que eres!” –le decía mientras le daba bofetadas. La escena era excitante, ver cómo Rocío obedecía sin poner resistencia, incluso se veía en sus ojos que disfrutaba de cada bofetada. Alicia se arrodilló detrás de Rocío y le tomó los senos, los cuales apretaba y le pellizcaba los pezones. Rocío gemía y seguía chupando.  Yo estaba caliente viendo como una dominaba a la otra. Creo ni el pastor ni el tesorero sabían de los gustos de sus mujeres. ¡Vaya secreto que había descubierto! 

Sin dejar de chupar mi verga, Alicia levantó las caderas de Rocío quedando esta como en cuatro alto, esas piernas largas estiradas por completo y con el torso doblado y su boca soldada a mi verga. Alicia le soltó una palmada en la nalga a Rocío, fuerte, le dejó marcados los cinco dedos y luego le dio otra en la otra nalga y así le dio como cinco palmadas en cada nalga. Se arrodilló detrás de su amiga y empezó a darle besitos en sus  marcadas nalgas, le acariciaba los senos, con un apetito voraz empezó  a lamer el culito de Rocío. Ella movía su culo de lado a lado y apretaba su culo contra la cara de Alicia quien se lo comía con la misma intensidad que ella devoraba mi verga. Alicia, la estaba penetrando con sus dedos por el culo y la vagina, haciendo que Rocío gimiera de placer. No sé cuánto tiempo estuvo Rocío chupándomela, solo sé que lo hacía con gran expertica.

De repente Alicia se puso de pie, ella estaba aún vestida. Tomó a Rocío y la jaló para ponerla sobre el escritorio. “Se nota que lo has disfrutado zorrita” –le dijo. “Sí, Matías tiene una verga deliciosa” –le respondió. Alicia me tomó de una mano y con la otra agarró mi verga, me indicó que se la metiera en el culo a Rocío. Obviamente deseaba hacerlo, tomar ese culo exquisito que tenía frente a mí, llevaba mi lujuria a lugares insospechados. Con mi presa al frente esperando a que desatara a la bestia hambrienta que estaba en mi interior, acomodé mi verga en la entrada de ese culo que esperaba ser cogido, empujo duramente, permitiéndole a mi miembro entrar de una en ese culo apretad. Rocío dio un grito que debió escucharse en todos lados. Alicia rió de forma maliciosa y le dijo: “¡Grita puta! Disfruta de cómo te cogen el culo”. Luego supe que  era su primera vez por el culo. Alicia me ordenó suavemente en mi oído, casi en un susurro que le diera duro a su amiga. Así que empecé a darle de la forma más despiadada posible. Los gemidos mezclados con gritos de Rocío eran el afrodisiaco perfecto para mi lujuria. Se la metía de manera violenta aferrado a sus caderas. “¿Lo disfrutas perra?” –le decía Alicia. “¡Sí, no sabes cuánto” –respondió Rocío entre sus gemidos y gritos. Se la sacaba y se la metía hasta el fondo, haciendo que sus tetas se deslizaran por la madera del escritorio.  Alicia se fue al otro lado del escritorio y empezó a besar a Rocío con perversa lujuria, incluso le mordía los labios, lo que aumentaba la excitación de la indefensa presa que estaba sodomizando con perversión.

Los gemidos de Rocío eran como angelicales cantos que resonaban en mis oídos. Su espalda extendida y sin una sola peca la hacían ver sensual, su cabello negro hacia el contraste perfecto. Su culo ya estaba preparado para recibir la tibieza de mi semen pero me aguantaba las ganas de acabar, quería seguir metiéndosela por más tiempo y que siguiera deleitándome con la sublime expresión de placer que salían desde lo más profundo de su perversión. Ya no podía contener mis ganas de eyacular, así que sin mediar aviso acabé en ese culo perfectamente dilatado y lo llené de semen. Mi verga se descargaba frenéticamente, haciendo gemir a Roció. El semen se desbordó y corría por las piernas de Rocío. Caí sobre su espalda y le dije: “¡Has sido una buena puta!”. Mordí el lóbulo de su oreja y ella gimió. Dejé que mi verga perdiera vigor pero sin sacársela del culo, quería que saliera sola. “¡Matías, me cogiste como nunca antes nadie lo ha hecho!” –me dijo y cayó sobre el escritorio intentando recuperarse. Cuando mi verga salió de su culo Alicia volteó a Rocío y empezó a lamerle la vagina  y el culo, probando mi semen una vez más  y los fluidos de Rocío. La lamio hasta que Rocío tuvo un orgasmo que la hizo temblar y gemir como loca, mientras yo desde el sofá observaba poseído por esa candente escena.

Me levanté del sofá, me puse detrás de Alicia y le dije: “Llego la hora de cogerte”. “¡Sí, quiero que me la metas” –respondió. La empecé a desnudar lentamente. Le quité esos pantalones, esta vez Alicia tenía un liguero negro con medias negras con diseño y unas bragas de encaje del mismo color, con orificios para su vagina y culo. Le quité la blusa y tenía un brasier también negro de pezón abierto. Estaba muy sexy, nadie hubiese pensado o visto lo que tenía esta pecadora debajo de su ropa. Resaltaba su estampa de zorra aunque se escondía debajo de la ropa, pienso que ni el Pastor sabia los modelitos que usa su esposa. Rocío la miró con deseo en sus ojos, se acercó a ella y se besaron con pasión, se manoseaban como si el mundo se fuera a acabar ese día, yo me acerqué y empecé a tocar sus nalgas y a meter mis dedos en sus culos. El culo de Alicia estaba más apretado ya que aún no había recibido su dosis de verga, pero el de Rocío se abrió y le permitió el paso a mis dedos. Ambas gemían con delirio y a la vez no paraban de besarse.

Yo deseaba el culito de Alicia desde la primera vez. Me puse de rodillas para lamer ese suculento culo, ella se estremeció por completo y dijo: “Me gusta como mueves tu lengua en mi culo. Eres un perverso demonio”. Ya tenía el culo bien mojado por mi saliva, me senté en el sofá y la puse encima de mi verga, dejé que solita se la metiera en el culo. Estando dentro, Roció se acercó y le lamia la vagina, le metía los dedos mientras yo bombeaba ese maravilloso y sagrado culo. La puta gemía como loca, se retorcía los pezones y decía: “¡Matías me duele el culo! ¡No pares, sigue!”. Ella se movía de forma circular moviendo deliciosamente las caderas. No tardó mucho en acabar a causa de mi verga y de Rocío que no cesó hasta probar esos tibios fluidos que salían de la concha de Alicia.

Las tomé a ambas y las apoyé en el escritorio, mi calentura estaba a tope. Se las metía a las dos, alternando un rato en el culo de cada una, se veían tan sensuales tomadas de la mano y gimiendo de placer, sentía que mi miembro palpitaba y la sensación de eyacular se estaba haciendo presente. Ya no me podía aguantar por más tiempo, entonces hice que se pusieran de rodillas y juntaran sus tetas. acabé dejando caer los chorros de semen en sus rostros y en sus tetas. Se veían bellísimas cubiertas de semen y con cara de haber recibido una recompensa por haberlo hecho bien. Ambas se lamieron el rostro para degustar mi esperma, se fundieron en un candente beso con el que sellaron el secreto de Alicia y que fue compartido a Rocío. Después de estar un rato desnudos en el sofá, nos vestimos para que cuando el Pastor llegara no tuviera que esperar demasiado. Estábamos en eso cuando el celular de Alicia sonó, era él para avisarle que estaba a diez minutos de llegar. Nos besamos y quedamos de vernos otro día y repetir el momento con Rocío. Salí por la puerta de atrás mientras el Pastor estacionaba al frente del templo desconociendo lo que habíamos hecho en su oficina. Rocío y Alicia se subieron al auto con sus culos abiertos y con la satisfacción de una buena cogida.

  

 

Pasiones Prohibidas ®

7 comentarios:

  1. Infierno Luj©Fiorella de Mr. P13 de julio de 2023, 7:49 a.m.

    Ufffff Me has robado un gran suspiro con la lectura, Maravilloso Relato Mi Perverso.
    Una escena Muy excitante
    Deliciosamente Candente.

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  2. Excelente escrito, gracias por hacerme volar la imaginación JOL

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  3. Muy buen relato👍 Caballero.
    Tiene razón su señorita candente historia.
    Saludos.

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  4. Uff muy buen relato caballero.

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  5. Relato, que despierta deseos de perversión, gracias señor

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  6. Ufff q rico ser cogida con esa intensidad delicioso como siempre excelente relato Caballero

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