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jueves, 6 de julio de 2023

27. Día de limpieza

 

Me levanté temprano por la mañana, desayuné, pues me desperté con muchísima hambre. La noche anterior apenas había cenado y eso se notaba. Me preparé una buena taza de café con leche, unas tostadas con mantequilla y mermelada de fresa, que me encanta, y un jugo de naranja. Lo devoré, pues el hambre era increíble.

Mientras estaba sentada a la mesa, tomando mi desayuno, empecé a sentir mucho calor. Eran apenas las 9 de la mañana y ya el termómetro había alcanzado los 29 grados. Mi casa es solo de un piso con concepto abierto, tres habitaciones, con un jardín y una pequeña piscina. Así que pensé que, en cuanto termine las tareas de la casa, saldría fuera a darme un buen baño. Puse manos a la obra. Empecé a barrer, tirar la basura que  iba encontrando a mi paso y a sacudir los muebles. Estaba ya sudando, por el calor y por no parar. Tenía el volumen del aparato de música bastante alto, para poder escuchar la música por todas las partes de la casa, conforme me iba moviendo por ella. Además, iba cantando, pues me encanta, es que hasta me emociono. Así que quien pasase por la calle se reiría al escucharme cantar, seguro.

No sé por qué empecé a excitarme. Bueno, quizás fuese porque para hacer las tareas de la casa suelo llevar un simple vestidito muy corto, sin nada debajo y según qué movimientos haga como, por ejemplo, agacharme, pues asoma por el cortito vestido mi culito y mi sexo. Es ese hecho el que produce cierta excitación. Empecé a sentir deseo y un calor demasiado abrumador, seguido de la necesidad de tocarme, de acariciarme. Me tumbé en el sofá, subí mi vestido y abrí las piernas. Estaba perdida en el placer y fantaseando cosas sucias, cuando de repente, escuché un ruido, parecido a un portazo. No pude distinguirlo bien, debido al volumen de la música. Dejé de darme placer y decidí para asegurarme, dar una vuelta por la casa, me asomé al jardín, sin encontrar nada. "Habrá sido una corriente de aire" –pensé. Seguí con lo mío en el sofá, masajeando mi clítoris y dejarme llevar por el placer. Mis dedos se metieron en mi vagina y me penetraba con fuerza, menos mal que la musica enmascaraba mis alaridos. Sudaba y mis vagina chapoteaba en sus fluidos, tenía los pezones duros, se notaban por encima de la tela. Tan caliente estaba que a los pocos minutos ya tenía un intenso orgasmo. Me quedé con mi sexo palpitando a causa del placer y secando el sudor que tenía en mi rostro. Ahora "lo mío" era más bien terminar de limpiar el polvo de los muebles. Así que me dispuse a limpiar la mesa de centro.

Es una mesa de centro, bajita, con un cristal transparente en la parte de arriba y un espejo en la parte de abajo. Me agaché para limpiarla y otra oleada de calor me sacudió. Esta vez la excitación fue mucho mayor, pues me veía reflejada en el espejo y me encantaba la cara de deseo que tenía. Comencé a levantar el vestido, aunque poco había que levantar. Lo subí otra vez hasta mi cintura y comencé a masturbarme. Estaba increíblemente mojada, demasiado. Me gustan mucho los espejos, así que me coloqué sobre la mesa, con las piernas bien abiertas, viendo mi sexo totalmente abierto, chorreante, mientras no paraba de acariciar mis labios, mi clítoris. Mi calentura estaba exacerbada por la imagen de mi vagina reflejada en el espejo de la mesa. Me sentía como una sucia puta al verme, me encantaba la sensación exquisita de mis fluidos emanando de mi sexo.  Me puse más en la esquina de la mesa, de modo que quedaba totalmente en mi vagina.  Evidentemente, no podía entrar en mi, pero solo la sensación de sentir el borde curvado de la mesa rozándome me tenía al borde de la locura, tan frío y duro al tiempo que no necesitaba mis dedos, ya que el borde con mis movimientos me daba el placer perfecto. ¡Era sumamente delicioso! Me llevaba a un segundo orgasmo que me pareció tremendo. Seguí meciéndome, el placer se hacía insoportable, apretaba y retorcía mis pezones, mis gemidos eran verdaderos alaridos que solo yo escuchaba. Cuando estaba a punto de acabar otra vez, agarrándome más fuertemente a la mesa, sentí una especie de brisa a mi alrededor y tras ella, unas manos me levantaban de la mesa. Me dispuse a girarme, pero unas fuertes y grandes manos levantaron mi pelo y aquel desconocido empezó a besarme la nuca, impidiendo así que lo hiciese. ¡Alguien había entrado en casa! Me asusté, pero, por otro lado, sabía que no me haría nada, bueno, nada que yo no quisiese. Por lo cual, le dejé hacer lo que quisiera.

Me levantó de la mesa y siguió masturbándome desde atrás, no podía verle. Acariciaba mi húmedo sexo, empezando a meter primero un dedo y luego dos, mientras me susurraba al oido: "¡Acaba! ¡Quiero que acabes y beber tus fluidos!". Ese sensual y varonil tono de voz me ponía más caliente, mi cuerpo no ponía resistencia, mi lujuria tampoco, por alguna razón que desconozco estaba entraba entregada a sus deseos. "¡Sí, quiero acabar como una puta y darte lo que deseas!" –le decía entre gemidos. "Eres una zorra complaciente" –decía él. "¡Mierda, que rico!" –exclamaba mientras sus dedos se movían por mi clítoris de manera frenética. No sabía cuánto tiempo iba a resistir pero el placer era una dulce tortura. Me hizo recostarme sobre la mesa y alzó mis caderas, dejando mi sexo y el culo a  su entera disposición. "Te he observado hace tiempo y sé lo puta que eres" –dijo. Mi corazón empezó a latir con fuerza, esa maldita voz me descontrolaba. ¿Cómo podía ser posible? Mis instintos más bajos se despertaron y me dije: "Lame mi vagina y hazme acabar". Sentí como sus manos grandes separaron mis nalgas y lamió primero mi culo. "¡Por Zeus! ¡Qué rico!" –suspiré. Mientras su lengua dibujaba círculos en mi ano, mis fluidos salían a borbotones, ya que su lengua se pasó directo a mi vagina. "¡No pares! ¡Sigue así!" –gemía. Su lengua se metió en mi sexo y no pude resistir más, tuve un delicioso orgasmo que me dejó tendida sobre la mesa. Mis tetas aplastadas sobre el vidrio y mi vagina escurriendo eran un morboso espectáculo que presenciaba por el espejo debajo de la mesa. Me dijo: "Aún puedes resistir más". ¡Mierda! Esa voz me ponía más caliente.

Me tomó de las caderas e hizo apoyarme en la mesa, siempre a mi espalda, empezó a penetrarme. No paraba de moverse; bueno, de movernos. Me excitaba mucho verme en el espejo, como mis tetas bailaban al son que tocaba su pene, mientras yo gemía, entrecerraba los ojos y solo disfrutaba. La metía hasta el fondo, volvía a sacarla. Sus fuertes manos me tenían tomada por las caderas y eso me encantaba. Yo no paraba de gemir. Ahora pienso que menos mal que tenía la música tan fuerte, pues gritaba como loca. Su pene crecía más y más dentro de mí, consiguí otro orgasmo más fuerte que los anteriores.

Sentí que iba a explotar y le susurré que quería comerla. Por alguna razón no quería que le viese.. Eso me resultó aún más morboso. Sacó su verga de mi sexo, me tapó los ojos, me dio la vuelta y empecé a lamer y chupar su erecto y duro miembro. Húmedo de mis jugos. Me gusta comerme la verga de un hombre que previamente me ha penetrado, es tan delicioso. La comí con avidez, agarrándola con una mano fuertemente y moviendo esta de abajo arriba sin parar, mientras la devoraba con mi caliente lengua, con mis labios, con mis dientes, suavemente, pasando a un ritmo mucho mayor, que le llevaba a la locura, pues ahora él también gemía sin parar. Intenté destaparme los ojos para ver su cara de placer, pero no me lo permitió. Seguí un rato más comiendo su verga, la tenía toda dentro de mi boca. Y empecé a sentir algo caliente... Comenzaba a eyacular e iba a hacerlo en mi boca. Su orgasmo fue espectacular pues, aun sin poderlo ver, sentí la gran cantidad de semen que salió. Bañó mi cara, bajó por mi pecho y una gran cantidad quedó en mi boca. Así, con mi boca llena de semen, volví a chupar su miembro otra vez. Ahora, para que terminase su orgasmo y quedara satisfecho. Acarició mi rostro dijo: "Lo hiciste de maravilla". Sentí que se marchaba, no me dio tiempo a nada, no a quitarme el pañuelo que me había tapado los ojos.

Incluso pensé si lo había imaginado. Pero no, tenía pruebas de que aquello había sido real, de que había tenido un encuentro sexual algo rápido pero muy, muy placentero. Estaba llena de su semen y eso no se podía negar. La curiosidad por saber quién había estado dentro de mi casa y me había follado mayor a cada momento que pasaba. Quizás algún día lo supiese, eso esperaba. Así terminé de limpiar la casa. Tratando muy bien, a partir de entonces, la mesa que había sido testigo de todo aquello.

Los días pasaron y no dejaba de pensar en aquel desconocido que me había follado sobre la mesa. No era miedo, eran ganas de revivir aquello y esta vez estar mejor preparada. Llegó el fin de semana y tenía la esperanza de que volviera en la mañana y me sorprendiera otra vez pero no sucedió nada. Por alguna razón me sentí frustrada pero los azares de la vida me tenían preparada una perversa sorpresa. Era miércoles, fue un día atroz en el trabajo, me sentía exhausta. Ya en casa, me desnudé para darme una ducha y tratar de dormir. No quise comer nada, solo quería descansar. Me fui a la cama y desnuda me acosté sobre las sábanas e intenté dormir.

Era cerca de la medianoche cuando un ruido ya conocido me despertó. Sabía que en algún momento regresaría, solo sentir sus pasos subiendo la escalera ya me tenía húmeda, mi corazón latía rápido por la excitación. Sentía como abría las puertas de las habitaciones; por alguna razón él jugaba con mis emociones de forma despiadada. Al llegar hasta mi habitación, me quedé quieta y sin decir nada. Al verme pude escuchar una pequeña sonrisa. Ahora, si bien la ventaja era mayor que la vez anterior, se quiso tomar el tiempo para observarme en la tenue penumbra de la habitación. De pronto, sus manos rompieron la quietud y deslizó su mano por mi rostro. Intentaba no esbozar ningún gesto, su mano marcaba el camino que recorría y me hacía estremecer por completo. Siguió el viaje por mi pecho y mis senos, bajó por mi abdomen y se posó en mi sexo. Su mano acarició mi vagina, se abrió espacio en mis labios y tocó con toda libertad mi clítoris. Esas morbosas caricias despertaron en mi in vendaval de emociones, por un lado quería gemir y decirle que estaba esperando su visita y otra muy distinta, quedarme quieta y dejar que disfrutara de mi cuerpo en silencio.

No sé por cuánto tiempo más podría resistir las frenéticas ganas de gemir y que viera que lo estaba esperando para que jugara con mi cuerpo de esa manera perversa que ya lo había hecho. Con sigilo se metió entre mis piernas para con su lengua encender mi calentura mucho más. La habilidad de su lengua me hacía estremecer pero no quería abrir los ojos, para que no se diera cuenta que sabía perfectamente lo que estaba haciendo y de la forma tan exquisita que me hacía delirar de placer. En un momento fue inevitable que de mis labios se escapara un gemido. “¿Estás despierta zorrita?” –dijo. Esa voz otra vez causó estragos en mi cuerpo, el que reaccionó al instante, entre gemidos les respondí: ¡Sí! Te esperé el fin de semana y no llegaste”. “Quería que me extrañaras” –dijo. “Mi cuerpo lo ha hecho desde que me tomaste por sorpresa en la sala” –le dije. “Ni si quiera sabes quién soy y me dices eso” –dijo él. “No lo sé, pero no me importa ser el juguete de un desconocido, solo quiero que me hagas sentir como una puta adicta a tu perversión” –le respondí. No bastó más que decirle eso para que se desnudara, aun no sabía quién era pero su objetivo era claro, hacer que nunca me lo pudiera sacar de la mente. Sin decir nada y como aquel día sobre la mesa me la metió; mi cuerpo se estremeció por completo, me aferré con mis piernas a su cintura y empezó con sus movimientos bruscos, sentía como si vagina se partía ante la fuerza de sus embestidas, solo podía gemir descontroladamente disfrutando su exquisita verga. Mis brazos rodearon su cuello, estaba aferrada a él no solo con mis extremidades, también con mi deseo y mi placer. Ese ímpetu que tenía al cogerme era demasiado excitante; sentía como llegaba hasta el fondo para después sacarlo casi completo y volver a empujar con fuerza.

Me hizo ponerme en cuatro, sus manos empezaron a jugar con mi sexo que estaba a su disposición, la humedad era total y sus caricias perversas hacían que le pidiera gritos que me cogiera. “¡Por favor, métemela de una vez!” –le decía aguardado la estocada que me hiciera subir al cielo. Yo misma me abrí mientras le suplicaba ser embestida brutamente. No se hizo esperar y su verga se metió en mi vagina de una haciendo que de mis labios saliera una agónico grito de placer: ¡”Oh, sí, qué rico!”. Sus fuertes manos se aferraron a mis caderas y el frenesí de sus movimientos me hacía estremecer, intenté seguir su ritmo despiadado, aunque no lograba armonizarlo por completo, mi placer se incrementaba. “¡Eso, dámela fuerte!” –le decía entre gemidos. “¡Qué rica concha tienes putita!” –Me decía mientras seguía con su perverso cometido, enloqueciéndome más con su perversa voz. Me aferraba a la cabecera de la cama ya que sus potentes embestidas me hacían deslizarme por la cama, mi vagina empezó a palpitar, la señal inequívoca que pronto tendría un orgasmo. Ya no podía contenerme y esa corriente de placer invadió mi cuerpo, mis gemidos se hicieron más intensos  y mi cuerpo se retorcía. “¡Ah, Dios mío, siento que desfallezco!” –le decía, pero él seguía con sus movimientos. Se detuvo solo por unos segundos solo para acomodar su glande entre mis nalgas y empujar con fuerza, su verga se metió en mi culo y grité: “¡Mierda, me vas a partir el culo!”. Eso pareció no importarle, porque así como se movía estando dentro de vagina lo hizo con mi culo, ya la cabecera de la cama no podía contenerme, mi refugio fue mi almohada, me abrecé a ella y la mordí para no gritar, por el dolor de estar siendo follada por el culo, sino porque el placer era demasiado para ser expresado por gemidos. Era una bestia y yo era su presa, él lo disfrutaba tanto como yo.

Cuando sus movimientos se hicieron más brutales, noté como su verga se hinchaba más, incluso percibí que empezó a palpitar. Se tomó con más fuerza de mis caderas y explotó en mi culito, recibí la descarga de su tibio semen con placer, el macho había cumplido su objetivo, vaciarse en el interior de su puta. “¡Eres una zorra exquisita!” –susurró en mi oído. Sentía mi culo abierto y su semen saliendo a borbotones de él, era una sensación exquisita. Me quedé en cuatro sobre la cama y él se puso a mi lado, sentí su verga en mi mejilla, entonces la devoré como una cerda hambrienta, extrayendo los restos de semen que quedaron en ella. Un delicioso placer que me encantó. “¡Ya es hora que me vaya!” –me dijo. Rápidamente se vistió y salió de la habitación, tendida boca abajo en la cama y con esa indescriptible sensación de placer se dibujó una sonrisa en mis labios.

Nunca le he visto el rostro, porque ha sabido mantenerse en el anonimato, solo sé que cuando lo siento entrar mi cuerpo reacciona y se entrega por completo a esa manera tan exquisita de cogerme y dejarme exhausta de placer. No sé cuándo regresará pero siempre que él lo desee me tendrá a su entera disposición.

 

 Pasiones Prohibidas ®

5 comentarios:

  1. Infierno L©Fiorella de Mr. P6 de julio de 2023, 7:19 a.m.

    Delicioso, muy excitante Mí Perverso ...
    Sabes, yo le llamo "Presa del placer" me conectó a ello.
    Sin duda esa sensación es sumamente placentera
    Y tus palabras las tengo grabadas en mi piel
    se me vinieron a la mente momentos fantásticos a tu lado. Tu forma de escribir es maravillosa Amor siempre te lo he dicho tienes un gran talento 😘
    Exquisito relato Mí Amo.😈🔥💋

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  2. Excelente relato, gracias por publicar

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  3. Ufffff excelente relato ser cogida de esa manera,gemir y suplicar ser cogida fe esa manera tan brutal que delicioso ser la puta de un desconocido.

    Como siempre exquisito relato Caballero

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