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miércoles, 28 de junio de 2023

22. Simplemente Pamela 3

 

Mi semana estuvo un poco intranquila, ya tenía el permiso de mis padres para irme a quedar el fin de semana en la casa de una de mis amigas, pero estaba ansiosa con lo que sucedería en casa de don Flavio, Lucia me mandó un WhatsApp que me dejó más intranquila. “Chiquis, lo vamos a pasar de maravilla en casa de don Flavio. Me dijo que irías tú también para continuar esos juegos que hicieron en la bodega y algunas cosas más”. “Me muero de ganas de saber que tiene preparadas para nosotras, pero me da cosita” –le respondí. “¿Por qué amiga? Si las dos la pasamos bien por separado, imagina lo que haremos estando las dos juntas” –escribió ella.  “Lo sé, pero los nervios me tienen ansiosa” –respondí. “No te dejes llevar por los nervios, solo piensa que viviremos algo intenso que nos gustara” –me dijo.

Ya era viernes por la tarde, me había traído un bolso a la escuela con algo de ropa. Al encontrarme con Lucia, ella también tenía un bolso y me dijo: “Vamos en Uber, así llegamos más rápido”. “Bueno, total que don Flavio lo pague cuando lleguemos” –le respondí. Cuando llegamos don Flavio nos esperaba en la puerta, se acercó a pagar el viaje y entramos. Íbamos caminando una a cada lado y él no perdió tiempo en tocar nuestras nalguitas. “¿Parece que nos extrañaba?” –le preguntó Lucia. “¡Claro! Estuve planeando este fin de semana con muchas ansias” –respondió. Nos reímos con Lucia porque nosotras estábamos igual de ansiosas por saber que traía entre manos don Flavio, aunque nosotros imaginábamos ya lo que sería estar con él hasta el sábado en la noche.

Nos pidió algo para comer, ya que tampoco había servidumbre, se nota que se había preparado muy bien para el fin de semana. En aquellos ojos varoniles se notaba la lujuria al mirarnos, nos gustaba que nos viera así, ya que encendía nuestro morbo y al menos a mí me hacía humedecer. Después de comer nos fuimos a una habitación que don Flavio había reservado solo para cambiarnos de ropa y ponernos lo que él había dejado sobre la cama. Había solo ropa interior, de esas que se usan en “ocasiones especiales” y creo que hoy era la ocasión perfecta para lucirla. Mi corazón comenzó a latir de forma acelerada al ver como Lucia se quitaba la ropa. Tenía algo que me gustaba y me hacía pensar en esa tarde en que don Flavio se la cogió en la mesa de billar. Ese culo y ese par de tetas estaban hechos a mano, me encantaba como se veía desnuda, se lo dije y ella sonrió. “Ya lo sé chiquis” –me respondió. “Me encanta como te ves desnuda zorrita” –le dije. “Por eso don Flavio te cogió ese día, no se pudo resistir a tu culo pegado a su miembro” –añadí. “¿Nos viste?” –preguntó. “Claro, lo vi todo, incluso escuché como gemías zorrita” –le dije. Me miró con una sonrisa y me dijo: “Más zorra tú que te quedaste mirando. ¿Por qué no te uniste? Hubiera sido divertido” –dijo. “Sí, lo pensé pero no quise arruinarles el momento” –le dije con una sonrisa. Iba a comenzar a ponerse la ropa interior, pero le dije que no lo hiciera todavía, que me dejara verla desnuda otro rato más. “También quítate la ropa” –dijo. Sin dudarlo me desnudé y me tumbé en la cama para deleitarme con su cuerpo, ya estaba chorreando y no dudé en tocarme mirándola como se agarraba las tetas, me miraba con una sonrisa dibujada en sus labios. “¿Te gustan mis tetas chiquis?” –me pregunta. “¿Acaso no se nota? Sí me gustan mucho. Sobre todo esos pezones duros que tienes” –le respondí. “A mí me gusta ver cómo te tocas” –me dijo. Sonreí. “¿Solo te gusta verme?” –le pregunté entre gemidos. “No solo me gusta, me calienta ver cómo estás de mojada” –respondió. Apreté mi pezón derecho y gemí como perversa. Lucia separó los labios de su vagina y pude ver que también estaba húmeda. El fin de semana estaba empezando de lo más perverso. Además, don Flavio no intuía lo que estaba pasando en la habitación ya que se había quedado bebiendo un vaso con whisky en la sala.

“¡Ven!” –le dije, invitándola a portarse sucia, ya que mi vagina deseaba sentir su lengua recorriéndola. Ella se subió a la cama y me dice: “Hace tiempo te tengo ganas Pamela”. “Entonces, ven y sácatelas” –dije. Se posó entre mis piernas, empezó a pasar lentamente su lengua por mi sexo, el solo contacto casi me hace acabar, pero me contuve. Deseaba que su lengua hiciera estragos en mmi vagina y por Dios, sí que sabía ocuparla con habilidad. Me apretaba las tetas sintiendo como esa perversa lengua hacia un recorrido de mi clítoris hasta mi ano. “¡Ay Lucia, qué rico lo haces!” –le decía mientras apretaba más fuerte mis tetas. Ese exquisito dolor se volvía placentero en cada segundo, pero era más placentera la lengua de mi amiga que me hacía estremecer por completo. “¡No pares amiga!” –le decía, ya estaba por llegar al orgasmo y lo estaba disfrutando demasiado. Con los ojos cerrados mi cuerpo se sacudió violentamente y me dejé apresar por esas divinas sensaciones que me tenían cerca de la locura. Después de esas sacudidas violentas, vinieron intensos gemidos de placer que casi me dejaron sin respiración, incluso un tanto aturdida por el placer. Nos besamos con lujuria, sin duda quería seguir jugando con Lucia pero ya habíamos hecho esperar demasiado a don Flavio. Por lo que decidimos ponernos esa ropa interior que ahora estaba en el piso. Nos miramos y Lucia me dijo: “¡Parecemos putas!”. Era verdad, nos veíamos como putas, mostrando todo por las transparencias que tenían los conjuntos pero a la vez nos veíamos sensuales, como si ese hombre pervertido supiera perfectamente cuál era la talla que nos quedaba mejor.

Nos presentamos ante él y dijo: “Ya se habían tardado, pensé que se habían arrepentido”. “¿Cómo puede usted pensar eso? Estamos aquí listas para lo que usted disponga” –respondió Lucia. “Me parece perfecto que vengan dispuestas a todo, ya que tendremos mucho tiempo para portarnos mal” –dijo. Esas palabras encendieron mi morbo, ya que cuando me lo dispongo soy una putita que sabe portarse muy mal (ustedes ya lo saben). “¡Usted será un señor mal portado?” –le pregunté. Dio una sonrisa perversa y respondió: “¡Claro que sí chiquis! Por eso quería que vinieran para que siguiéramos esos juegos perversos que tuvimos el otro día pero de manera más intensa”. Mi vagina sintió una puntada que casi no pude disimular, ya que mis ojos se cerraron. “¿Te calienta Pamela lo que pueda suceder?” –preguntó. “Claro que si don Flavio. Soy una nenita muy caliente” –respondí con una sonrisa disfrazada de inocencia. Nos llevó por un pasillo en el primer piso, pensé que iríamos a ese lugar en donde me cogió, pero estaba equivocada. Llegamos a una puerta que al menos nunca había visto las veces que habíamos ido a su casa a esas fiestas con mis compañeros y Roberto, su hijo. Con Lucia nos miramos con los ojos llenos de curiosidad. ¿Qué habrá detrás de esa puerta? –pensaba en mis adentros. Se notaba que Lucia estaba algo inquieta, no por la puerta que estaba frente a nosotras, sino porque sentía unas ganas locas por coger, ya que en la habitación donde estábamos a que más placer recibió fui yo. El suspenso nos mataba, la curiosidad se había encargado de mezclarse con la excitación, poco menos que le rogábamos que abriera la puerta pero él disfrutaba de esa tortura sicológica que ejercía sobre nosotras sin decirnos nada.

Al fin abrió la puerta y con Lucia no salíamos del asombro al ver lo que se escondía detrás de la puerta. Había todas las cosas con las que había fantaseado. Cuerdas, cadenas, grilletes y cuantas cosas más que no sabía sus nombres. Lucia dijo: “¡Esto se ve entretenido! ¿Lo usa con su esposa?”. Él la miró serio y le respondió: “Este es un pequeño secreto que tengo y son pocas las mujeres que han estado aquí, así que siéntanse privilegiadas”. Reconocí algunas fustas con las que se adoctrina a los caballos, me pareció demasiado excitante, mi maldita vagina había empezado a escurrir imaginando todo lo que haríamos el fin de semana. “Mira Lucia, acércate” –le dije. Ella se acercó y le dije: “Apoya tu manos sobre la mesa y pon tu culo en pompa”. “¿Qué vas a hacer?” –preguntó con asombro. “Calla zorra y disfruta” –le respondí. Ya con su culo a mi disposición, le azoté una de sus nalgas, ella lanzó un delicioso grito, seguido de un: “¡Qué rico! Hazlo otra vez”. Entonces con todas las ganas le di otro azote en su otra nalga, su cara de placer era majestuosa. Don Flavio me dijo: “Vaya, chiquis. Me sorprendes”. “¿Por qué Señor?” –le pregunté. “Sabes usar una fusta y no te dio miedo azotar a Lucia” –me respondió. “Usted sabe, en la finca he visto cuando montan a los caballos y para sacarles un galope rápido usan las fustas para azotar sus costados, y también he visto algunos videos en donde los hombres las usan para castigar a las mujeres, incluso con látigos” –le dije. “Me sigues sorprendiendo” –dijo. Yo me reí. La cara de Lucia decía que quería más, entonces le pidió a don Flavio que la azotara con mucho más fuerza, ya que le había gustado la sensación que los dos primeros azotes habían dejado en sus nalguitas.

La llevó a una de las paredes de la habitación y le puso unos grilletes en las muñecas, Lucia gemía al sentir como el frio metal la acariciaba. Entonces don Flavio pasó la fusta por todo su cuerpo, ella se movía suavemente siguiendo ese perverso recorrido. Yo estaba mirando caliente lo que sucedía, sentía unas ganas locas de tocarme pero don Flavio no me había dado permiso de hacerlo, solo quería que mirara con detalle la acción que se realizaría ante mis ojos. No entendía porque le obedecí cuando dijo que no me tocara, pero eso me ponía más caliente, más ansiosa y con la vagina más húmeda, tanto que las bragas que traía se pegaban a mi sexo. Al fin la fusta se posó en aquellas exquisitas nalgas y comenzó a azotarla con fuerza. Lucia se retorcía y gemía con cada golpe. “¡Oh, exquisito don Flavio!” –le decía. Cada golpe era alternado, dejando las marcas del cuero en las blancas nalgas de Lucia. Yo suspiraba y decía: “¡Mierda, qué rico!”. Sentir el sonido del cuero y ver como dejaba su marca era un deleite y mi sexo lo sabía. Estaba siendo testigo de cómo mi amiga era flagelada por ese verdugo que con una mirada lujuriosa disfrutaba tanto como yo la forma en que las nalgas de Lucia eran torturadas.

Me ordenó don Flavio quitarme la ropa interior y  subirme a una silla que parecía de ginecólogo, subí mis pies en los estribos de la silla, él puso grilletes de acero en mi muñeca y sonrió. “Veo que ya estás lista” –dijo haciendo alusión de que mi vagina estaba mojada. No sabía lo que sucedería pero el solo hecho de encontrarme así me tenía expectante. Estaba fantaseando con mis morbosos pensamientos cuando me di cuenta que don Flavio estaba acomodando una máquina que tenía un dildo. Lo acomodó de tal forma que apuntaba directo a mi vagina. La incertidumbre me excitaba, quería saber lo que sucedería, aunque no era necesario suponer nada ya que todo indicaba que sería placentero. No sé en qué momento la maquina empezó a funcionar pero el dildo entró de una en mi vagina, haciendo que gimiera de placer, poco a poco la intensidad iba aumentando, así como aumentaba mi placer.

Me quedé atada de las muñecas y con las piernas abiertas, penetrada con intensidad, nunca pensé que recibiría tanto placer en solo unos minutos. Don Flavio se acercó a Lucia pero en vez de usar la fusta, fueron sus manos las encargadas de azotarla. Mi amiga gemía al sentir como sus nalgas eran golpeadas con total libertad. “¡Siento mi culo arder!” –decía entre sus exquisitos gemidos que se unían a los míos. Don Flavio no decía nada, solo sus ojos expresaban aquellos sentimientos perversos que experimentaba. Cuando se sintió satisfecho quitó los grilletes de Lucia y la puso de rodillas, en mis adentros pensé que sería torturada viendo como ella chupaba su miembro pero estaba alejada de la realidad. Puso una venda en sus ojos y la llevó hasta una mesa en donde había varios artículos que él usaría convenientemente para su placer. Yo intentaba mantener mis ojos abiertos pero el placer que recorría mi cuerpo lo hacia una tarea imposible de realizar, ya que varios orgasmos me golpearon con la misma fuerza que lo hacen las olas en las rocas. Intentaba suplicar que detuviera la maldita maquina pero solo podía gemir ya que mis palabras no salían como las pensaba. Sentía como mis fluidos eran expulsados con fuerza y mi cuerpo temblaba por completo. Entre lo que podía ver, Lucia estaba con sus muñecas atadas al otro extremo de la mesa, con su torso apoyado y las piernas separadas, se veía exquisita en esa posición ya que invitaba a la lujuria.

Intentaba pensar que se traía don Flavio entre manos pero mi razón estaba nublada, ya no me pensaba de forma coherente, la perversión anulaba mis pensamientos. “¡Por favor don Flavio! Tenga piedad de mi vagina, ya no puedo soportar más!” –le dije en un momento que pude decir algo. Él sonrió y me dijo: “Pamela, es solo el principio”. Apretó un botón de un mando a distancia y la maquina poco a poco detuvo su frenético accionar, fueron cosas de minutos que tardó en detenerse por completo, quedando el dildo metido completo en mi vagina. No podía moverme, mi cuerpo estaba inerte, no respondía a las órdenes de mi cerebro. Estuve por varios minutos con mi sexo palpitando y tratando de recobrar fuerzas. Ahora si ya más relajada me quedé viendo el espectáculo que estaba preparado. Tomó lo que parecía una cola de zorra con un plug, el cual metió en el culo de Lucia. “Eres una hermosa zorrita” –le dijo y le dio una nalgada que la hizo estremecer. Le quitó las amarras, la puso de rodillas y sacó su miembro entre el cierre del pantalón. “¡Chupa zorra!” –le dijo y le metió la verga en la boca. Lucia comenzó a chuparla como se le había indicado, como toda una zorra. Me gustaba ver como lo hacía, ya que es una experta en eso de comer verga. Bueno, tampoco me quedo atrás en eso, pero ver como ella se comía la verga de don Flavio era un deleite de una película porno. Después de un rato, me liberó de la silla e hizo lo mismo conmigo, me puso una cola de zorro con un plug en mi culito. ¡Me encantó! Pero me gustó mucho más cuando metió su verga en mi boca y me hizo chuparla. Lucia se encargó de acariciar mis tetas. Estaba tan caliente con esas lujuriosas caricias de mi amiga, que sentía que mi vagina estaba más que húmeda, don Flavio le ordenó a Lucia que me comería la concha, ella obedeció al instante; ya lo había hecho antes, así que sabía cómo alimentar a la zorra que hay en mí, aunque ya me estaba comiendo una exquisita verga.

La lengua de Lucia se perdía entre mis labios vaginales, estimulando de manera exquisita mi clítoris, sentía que el corazón se me salía en cada segundo; mi boca seguía el ritmo que le había trazado don Flavio. Las sensaciones eran indescriptibles, estaba llena de placer pero deseaba más, deseaba que me usara hasta quedar exhausta. A mi mente venían esos recuerdos de esa vez que me la metió cuando estábamos con ese juego de adivinanza, quería sentir su verga en mi interior y que me follara como lo hizo. ¡Mierda, si que soy puta! Ya estaba a punto de tener otro orgasmo. Lucia recibió mis fluidos en su exquisita boca, los que bebió con desesperación. Ambas estábamos demasiado calientes. Don Flavio le dijo a Lucia que subiera al borde de la mesa con las piernas abiertas. Su cara mostraba excitación, entonces don Flavio me ordenó que le comiera su vagina, para mí no fue una orden, fue un excitante placer. Al recorrer su vagina, comenzó a gemir suavemente, hasta que de a poco se volvieron intensos. “¡Eso, putita, lame!” –me decía, tomando mi cabeza para hundirla en su entrepierna. Sus fluidos eran exquisitos, su vagina húmeda me tenía loca; deseaba comérsela hace tiempo y ahora lo estaba haciendo con todas las ganas que me consumían. Cada momento pegada a su vagina era excitante, percibía que don Flavio estaba mirando, por la forma en que respiraba se estaba masturbando mirando la escena. Sentía que mi cuerpo ardía por la calentura de ese instante, hasta que sentí sus manos acariciando mis nalgas. Sus fuertes manos las apretaban, incluso me regalaba nalgadas que me hacían gemir de placer. “¡Me encanta tu culo Chiquis” –me decía mientras lo acariciaba con lujuria.

En ese momento, sentí cuando sacó la cola de zorro y como su verga se posó en la entrada de mi culo. ¡Oh, que perversa sensación! Lucia miraba como la cara de don Flavio se transformó en una cara llena de deseo que la hizo exclamar: “¡Te van a coger el culo!”. Respiré profundo y metió su verga de un solo empujón. “¡Oh, mi culo!” –decía mientras él se tomaba firmemente de mis caderas. Me embestía con brutalidad, empujando con fuerza. Mi lengua comenzó con movimientos más que frenéticos en la agina de Lucia, quería que gimiera como la puta que era. El sonido de nuestros perversos gemidos era un. Mi culo intentaba seguir ese ritmo que don Flavio hacía para cogerme el culo con severidad. No pasó mucho tiempo para que Lucia acabara, movió su cabeza hacia atrás y con todas las fuerzas que el aire de sus pulmones le permitió, gritó: “¡Qué rico!”. Al mismo tiempo que su cuerpo temblaba por ese exquisito orgasmo. Ahora la verga de don Flavio tenía toda mi atención, ya que Lucia quedó tirada sobre la mesa apretando sus pezones. “¡Qué rico don Flavio!” –le decía entre gemidos. Me nalgueó con fuerza y siguió dándome duro hasta que mi culo sucumbió a un orgasmo placentero e intenso. Sacó su verga, puso otra vez la cola de zorro en mi culo y le metió la verga a Lucia, ella al sentir como ese duro pedazo de carne entró dijo: “Dame fuerte. Úseme como su puta, así como me cogió en la mesa de billar”. Me dijo que pusiera debajo de él y le chupara los testículos. Eran como los de un macho, grandes, duros y yo los lamia, y los metía en mi boca con dedicación.

Sacaba su verga por un momento y me decía que se la chupara para volvérsela a meter a mi amiga, ambas nos sentíamos tan putas que perdimos la dimensión del tiempo y el espacio, solo importaba complacer de la mejor manera posible a ese macho que nos tenía a su entera disposición. Los gemidos de mi amiga eran tan intensos que me calentaban, me ponían a mil por el solo hecho de saber que disfrutaba de la cogida que le estaba dando don Flavio. Volvió a tener un orgasmo que la hizo estallar de placer. “¡Siento que muero! ¡Por Dios, qué placer!” –decía mientras se retorcía en la mesa. En medio del orgasmo de Lucia, don Flavio la baja de la mesa y la pone de rodillas frente a mí. Sin decir nada empieza a pajearse descaradamente con su glande apuntando a nuestras caras, entendimos lo que iba a suceder y abrimos nuestra boca esperando a que su verga explotara, era una imagen llena de morbo. Estábamos como dos putitas ansiosas por recibir ese exquisito semen que nos daría. Empezó a gemir y sus ojos se pusieron blancos, ya estaba por salir el ansiado pago por ser putitas complacientes. Al fin explotó, llenándonos de su semen. Acabó de forma abundante, quedando desparramado su esperma por nuestra cara, boca y tetas; nos veíamos tan putas con su eyaculación regada que no resistimos las ganas de lamernos entre ambas para degustar ese blanquísimo líquido.

Nos hizo ponernos de pie tomándonos del pelo y nos llevó hasta donde habían unas cadenas que colgaban del techo, nos ató con ellas frente a frente; nosotras jugábamos con nuestras lenguas mientras él nos observaba con lujuria. “Las putas se deben asear para dormir” –dijo mientras tomó una manguera y nos roció con ella. Era tan excitante la situación que con Lucia nos besábamos y rozábamos nuestros pezones. La fuerza del agua nos golpeaba como si fueran candentes azotes. Creo que ambas tuvimos varios orgasmos mientras don Flavio nos lavaba con esa potente manguera. Cuando terminó nos llevó empapadas a esa habitación donde nos cambiamos ropa. Estábamos tiradas en la cama, mojadas por fuera y para qué decir de nuestras vaginas. Por alguna razón no teníamos ni una pizca de cansancio, aunque lo que vivimos fue extenuante, teníamos ganas de más. Él se quedó mirándonos, se pajeaba con cara de pervertido. “Pueden seguir ustedes mientras las observo” –dijo. Saber que estaba ahí parado para observar nuestro proceder era por demás excitante para ambas, ya que estábamos dispuestas a jugar todos esos juegos perversos que a él se le ocurrieran.

Con Lucia comenzamos a besarnos, nuestras manos recorrían nuestros cuerpos, los que ya habían reaccionado a la lujuria, yo mordía su labio inferior con delicadeza, mientras que ella masajeaba mis tetas, haciendo que mis sensibles pezones se pusieran duros. Se subió encima de mí poniendo su culo cerca de boca, ella empezó a lamer mi vagina y a meterme los dedos, mi lengua hizo ese recorrido por su sexo y por su culo, estábamos unidas en un exquisito 69 que nos tenía presas del morbo y placenteros gemidos. La respiración de don Flavio se escuchaba agitaba y decía: “¡Sí que son putas!”. No había palabra más acertada para describirnos, éramos unas putas. Con nuestras lenguas y dedos nos brindábamos ese delirante placer que nos volvía locas en la cama. La atenta mirada de don Flavio era un ingrediente más a ese morbo que nos consumía. Cambiamos de posición y cruzamos nuestras piernas, quedando nuestras vaginas pegadas, por lo que empezamos a movernos para frotarlas. Sentí como una corriente eléctrica que recorría mi cuerpo, seguida de espasmos en el interior que me hacían gemir. La cara de Lucia al escucharme era de placer perverso, ya que ella estaba sintiendo lo mismo. Nuestros gemidos fueron el estímulo para que don Flavio se uniera en este frenesí, nos dejaba chupar su verga mientras seguíamos frotando nuestras conchitas a un ritmo desenfrenado. Esa placentera fricción de nuestros sexos más la verga de don Flavio fue el detonante para que ambas acabáramos a la vez, un maldito orgasmo nos sacudió que nos hizo perder el control de nuestros cuerpos. Como sucias perras tuvimos un squirt que nos dejó empapadas. Seguimos chupando el miembro de don Flavio hasta que acabó en mis tetas y le dijo a Lucia que lamiera su semen. Lo hizo con esa candente perversión de su lengua para después besarme y darme a probar de la viscosidad de los fluidos de ese hombre al que estábamos rendidas. Ahora él orinaba nuestros rostros, lo que fue sublime, ya que corrió su orina por todo nuestro cuerpo.

Nos quedamos tendidos los tres en la cama, don Flavio estaba al medio y nosotras una a cada lado. Nos dormimos como bebés hasta eso del mediodía. Relatarles lo del dia siguiente seria redundar, solo les puedo decir que ha sido una de las experiencias más placenteras que he tenido. Decidimos con Lucia que nuestras visitas a don Flavio serian recurrentes para seguir siendo sus putas, obviamente él no puso objeción, por lo que estaba solo, nosotros estábamos ahí para darle placentera compañía. También les quiero contar que Lucia terminó con su novio y empezamos una relación entre nosotras, ustedes imaginarán el resto.

 

 

Pasiones Prohibidas ®


5 comentarios:

  1. Infierno L©Fiorella de Mr. P28 de junio de 2023, 6:33 a.m.

    Delicioso...
    Sucio y morboso, siempre placentero leer cada linea.
    Las sensaciones producidas son exquisitamente vibrantes muy
    Excitante Mí Perverso.😘
    Siempre es que cada relato tiene ese toque especial de lujuria y perversión que alimenta el morbo deliciosamente.

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  2. Es un relato deliciosamente placentero, cada línea despierta la lujuria y nos hace sentir como parte de el. Excelente caballero, saludos 🤗 👏👏👏👏🔥

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  3. Gracias, excelente relato, caliente lujurioso y morboso, la imaginación goza se deleita con la gama de placer que se genera al leer e imaginar cada escena

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  4. Que exquisitez de relato me encantó cada línea el sentirse tan puta y ser usada así que rico.
    Como siempre Caballero un placer leerlo

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  5. Solo himajinar la escena es alucinante

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