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martes, 20 de junio de 2023

20. Las locuras de la Pandemia

 

Después de tantos días de cuarentena, al fin pasamos a fase tres y pude salir a pasear por la plaza y beber un café en medio de la gente, todos usando mascarillas sanitarias y tratando de no acercarnos entre seres humanos, este es el nuevo mundo cambiado por un ente microscópico que ni siquiera podemos ver con nuestros ojos desnudos, todos asustados mirándonos alrededor con desconfianza, cual de todos estos estarán infectados y no lo saben, una cosa de terror.

Me encontré con mi amiga Valeria a la cual no veía desde hace un mes o algo más, ella estaba desesperada porque como toda su familia vive en el norte, ella no sabía a quién acudir para dejar a su perro e ir a visitar a su madre, me decía que con tanta gente de la tercera edad contagiada y muriendo, ella estaba muy preocupada por la salud de su madre, me pareció tan frágil y desamparada que inmediatamente me ofrecí para hacerme cargo del perro, ella vive en una casa pequeña sola con su perro, así que programamos y en dos días más yo me transferiría a casa suya hasta que ella regresara de su viaje.

Terminamos de servirnos el café y nos dirigimos a su casa, una vez allí ella me presentó a Rufus, su bellísimo Rottweiller de tres años, el cual me recibió muy alegre moviendo el mocho de su corta cola, intentó oler mis partes pudendas y mi amiga lo reprendió enérgicamente y él cabeza gacha se alejó hacía su colchoneta, me pareció muy tierno y obediente. Al día siguiente mi amiga logró tener pasaje de autobús y la acompañé al terminal, nos despedimos nada más que con señas porque en este nuevo mundo los humanos no se pueden tocar, me fui a la casa de mi amiga y me encargué de cambiar el agua a Rufus y luego me fui a mi departamento para traerme algunas cosas y vivir por un par de semanas en casa de mi amiga.

Desafortunadamente soy viuda desde hace cinco años, pero gozo de una muy buena pensión de viudez, lo que me permite estar sin trabajar, cuando comenzó esta pandemia decidí de renunciar a mi trabajo y cuidarme en casa, por lo tanto dispongo de mucho tiempo libre, tanto que me aburre estar sin actividades, por lo que cuidar de Goliat, es para mí una entretención y una ocupación que me ayuda a estar activa.

No soy una mujer con una libido muy fuerte, así que todo este tiempo de viudez, lo he pasado sin tener relaciones con hombres, me refiero al campo sexual, tampoco sentía una gran necesidad de buscarlas, después de muchas luchas con mi ser interior, me atreví a ir a un sexshop de aquí de la capital y me compré dos consoladores, uno pequeñito y uno grande, los dos con capacidad vibratoria, debo decir que me enamoré de estos artilugios y no pasaba día sin que los usara, temprano en la mañana antes de irme al trabajo o a veces en la tarde antes de dormirme, algún fin de semana hasta dos veces al día, gozaba como una chanchita en el barro, porque eran tantos mis fluidos que formaban un charco. De ese modo una de las primeras cosas que me llevé fueron mis consoladores, luego elegí mis pijamas, también me llevé un poco de lencería que me gusta vestir cuando me masturbo, necesitaba tener todas mis cosas que me tienen entretenida y viva, porque me encantan mis orgasmos, mis juguetitos han despertado mi libido, porque soy relativamente joven, tengo 43 años, mi marido tuvo un cáncer al páncreas que fue detectado cuando ya no había nada que hacer, mi esposo no alcanzó a vivir dos meses después de haber sido diagnosticado.

Mi vida con mi consorte había tenido altos y bajos, pero en línea general, tuvimos un matrimonio bastante bueno, él me inició en muchas prácticas sexuales y juntos exploramos muchas variantes en nuestra relación matrimonial, como cuando él me introdujo su pene en mi trasero, en un principio me pareció disgustoso, pero como él me lo había pedido insistentemente, un día accedí y luego de sentir un dolor lacerante, comencé a sentir una excitación diferente que entrañaba algo de lujuria y el sabor de saber de estar haciendo una cosa morbosa y prohibida, me termino gustando y los hicimos todas las veces que él me llevaba a un nivel de excitación donde yo me sentía eufórica de sentirlo dentro de mi recto.

Los primeros días en casa de mi amiga pasaron muy rápidos explorando los diferentes lugares de la casa y organizándome para habituarme al régimen de mantención de este, mi nuevo hogar, Rufus no me daba ninguna molestia hasta ahora, yo le mantenía su tazón con agua fresca y le daba sus alimentos a los horarios que me indicó Valeria, ella también me dijo que los fines de semana lo bañaba, así que para mañana sábado, había programado bañarlo, él tenía sus propias toallas, sus cepillos, su shampoo, su bálsamo y todas las cosas necesarias para asearlo bien, además, la tina de baño era con capacidad como para dos personas lo que se traducía en un abundante espacio para bañarlo. El sábado en la mañana me desperté tan caliente que mi concha parecía un geiser, me salían chorritos de jugo de ella, tenía mi pijama mojado porque duermo sin calzoncitos, así que en el silencio del alba, se oyó el zumbido de mi consolador pequeñito, el más pequeño es más ruidoso que el grande, lo puse sobre mi clítoris y me demoré menos de tres minutos para estirar mi torso con mis tetas en alto y revolcarme en la cama con un delicioso orgasmo.

Me levanté y me quedé sin el pantalón de mi pijama, andaba con mi culito al aire, por cierto mi trasero es redondito y echadito para atrás, por eso mi difunto esposo me lo pedía con tanta insistencia, pues a él le resultaba tremendamente atractivo y creo que lo conservo bien bonito. Estaba en el pasillo dirigiéndome a la cocina cuando sentí el ruido de las uñas de Rufus que trotaba detrás de mí, me hizo dar un salto hacia adelante cuando su fría nariz se metió entre mis nalgas desnudas, lo reprendí lo más enérgicamente que pude, porque cuando me giré a reprocharlo, me di cuenta que bajo su vientre había un pene de dimensiones colosales que me dejó casi sin palabras, es más, lo tomé del collar y le admiré su verga por un par de minutos, porque era un pedazo de carne que cualquiera se podía fascinar por tamaña belleza roja y brillante, como de aspecto húmedo. Se mantuvo quieto y respetó mi recriminación, no volviendo a tocarme con su nariz, pero quedé maravillada con ese pene gigante, mi cabeza de mujer no es tan caliente, pero se convirtió en un torbellino de ideas locas, hasta pensando de follarme a Rufus, luego entré en razón y me pareció una locura que yo pudiera imaginarme de ser penetrada por la verga de un perro, me parecía repugnante.

Lo llamé y vino corriendo, le tenía su tazón de agua y alimento listos, las estaba posando por tierra y este perro de mierda, otra vez me metió su lengua entre los muslos desde atrás, su lengua me recorrió la vagina y el ano en una sola lengüeteada, fue como una descarga eléctrica, mi vahina se estremeció de verdad. "¡Concha de tu madre! Perro de mierda! No lo vuelvas a hacer" –le dije cubriendo mi sexo con la mano, su baba cubría mi vagina y mi culito. "¡Uf! ¡Qué asco!" –pensé, pero mi vagina había comenzado a generar fluidos y mis labios vaginales se habían inflamado. "¡Estoy loca! ¡No, no puede ser!" –pensaba. Otra vez me imaginé ese pedazo de carne roja y brillante perforando mis entrañas. Goliat se dedicó a comer su alimento, mientras yo me senté a contemplarlo, un hermoso ejemplar de perro, su pelo negro y lustroso, sus ojos marrones y despiertos, mostrando afecto y ateniéndose, no molestó, claro que como todo macho no acepta un “no”, estaba segura que volvería a insinuarse con su lengua, pero mientras me hiciera caso no me importaba mucho, total lo podía controlar.

Después que terminó de comer le abrí la puerta del él salió trotando y saltando hacía los árboles de la casa, se veía un perro feliz, me fui al dormitorio para hacer la cama y ordenar un poco, pues tenía planeado bañar a Goliat antes de mediodía, estaba estirando las cubiertas y las sabanas de mi cama y encontré mis consoladores, miré la hora y era temprano todavía, alcanzo a complacer con mis juguetitos, pensé.

Me senté al borde de la cama y puse el vibrador pequeño entre mis muslos, en contacto con mi pubis, luego me eché hacía atrás y comencé a jugar con mis grandes tetas y a pellizcar mis pezones que muy luego se endurecieron; sin siquiera tocarlo, el pequeño dildo vibraba casi entre los labios de mi vagina, mis dedos acariciaban mi vientre y mis senos, estaba ensimismada gozando de mis sensaciones cuando sentí una vez más la lengua de Rufus, me senté rápidamente y mi consolador cayó por tierra bajo la cama. "¡Sale perro de mierda! ¿Por qué no me dejas tranquila?" –le dije y mientras lo empujaba con rabia su lengua rozó mi clítoris. "¡ay, perro de mierda! ¿Qué me haces? ¡No me toques!" –le decía casi a gritos, pero su peso era mucho para mis fuerzas, lamió mi vagina un par de veces más y logré sacarlo de entremedio de mis muslos, pero irresponsablemente me agaché a recoger mi dildo que continuaba ronroneando bajo la cama, estaba alcanzándolo con mis dedos cuando sentí que los labios de mi conchita se separaron y la lengua de Rufus la invadió, quedé paralizada con el culo en el aire y a exposición de su órgano lingual.

No sé cuántos centímetros de su larga lengua entraron en mi vagina, pero la sentía enorme y muy placentera, me quedé quietecita gozando esa penetración nueva, estaba siendo lamida por un perro y me gustaba toda esa perversa sensación, su lengua se movía diestramente, como si hubiese nacido para lamer vaginas de hembras humanas, se deslizaba con golpes rápidos entre mis labios vaginales, rozando repetidamente mi clítoris haciéndome bramar con quejidos y gemidos de deseos intensos, yo no estaba preparada para este tipo de placer nuevo, extraordinario, irresistible e irrefrenable, no quería que se detuviera por ningún motivo.

Lo que sucedió a continuación, es algo aproximado a la realidad, porque mi cabeza se perdió en alguna parte desconocida para mí. Sentí que este perro me saltó sobre la espalda, rasguñándome cerca de uno de mis senos y después como que atenazó sus patas delanteras a la altura de mi cintura, me mordí mi labio inferior, la respiración de Rufus estaba muy cerca de mi cuello, me plegué en mis codos por el peso del perro, sentía sus pelos en mis nalgas y presionando fuertemente contra mi trasero, su pene entró sorpresivamente en la ranura de mi sexo, luego al segundo lo tenía todo dentro de mí, estaba todavía con la cabeza gacha, grité y pataleé, pero al parecer todos mis movimientos hacían que me tomara mejor por la cintura y me enterrara su verga en lo más profundo de mi vagina, mi concha estaba llena del pene del perro, por primera vez y descubrí que era excitante y deliciosa.

Rufus sabía muy bien que hacer, porque cuando sintió que sus testículos tocaron mi trasero, aguantó la penetración por un momento, se acomodó con un par de saltitos y luego comenzó a follarme con fuerza y rapidez, solo ahora me sentí una perra de verdad, mi vagina le pertenecía completamente a este poderoso animal y me regocijaba placenteramente sentir su pene en mi vagina. "Fóllame Rufus, dame fuerte. Soy tu perra caliente, hazlo más fuerte mi amor" –le decía. Estaba como una loca, como una adolescente entregándose a su príncipe azul, un príncipe peludo que no me daba tregua, mis tetas tocaban el piso y me hacían sentir más caliente, ahora Rufus me regalaba su baba en mi espalda, lo sentía gruñir casi en mi oído, sentía la verga del glorioso animal que se movía por toda mí vagina y mis gemidos se transformaron en quejidos y gruñidos.

Mis respiros eran cortos y jadeantes, la aguzada punta de su pene estaba a las puertas de mi útero, me estaba muriendo de gusto y espasmos. "¡Oh mi Dios, ayúdame! ¡No dejes que me muera! Me encontrarán con cogida por un perro y muerta" –decía entre gemidos. Mil cosas me pasaban por la mente, pero no sentía ningún temor ni remordimiento, estaba feliz empalada en esta gruesa verga canina. Mi interior estaba ardiendo en cada embestida y sentía como se estiraba para acomodar la inmensa verga de Rufus. su bola que en un principio me hizo sentir un poco de dolor, ahora estaba soldada a mi vagina y por nada al mundo la dejaría salir de mí, me estremecía y mis elásticas paredes se dilataban haciéndome temblar de pies a cabeza. Estaba sintiendo que el cuerpo del perro también temblaba mientras se quedó quieto, estábamos pegados. El placer que sentía era tan intenso que empecé a moverme yo para seguir disfrutando como una endemoniada. Fueron varios minutos de intenso placer, hasta que sentí como el miembro del can empezó a palpitar y llenar mi vagina de su tibio semen que escurría por mi vagina y se deslizaba por mis piernas. De un tirón sacó su verga, mi vagina palpitaba y dejaba salir mis fluidos mezclados con los de Rufus. Cuando creí que todo había terminado, él decidió que aún quedaba algo pendiente. Nuevamente me tomó de la cintura y volvió a metermela.

Los poderosos empujones del gran perro me hacían gemir y chocar con la cama, la inmensa verga provocaba cosquillitas en mi vagina, lo que me excitaba aún más. Sentía mi clítoris inflamado como un carbón ardiente, moví mi culito hacía atrás para obtener más fricción de su miembro gigante y palpitante, en esa posición sus testículos golpeaban como con tiros de ametralladora, mi indefenso clítoris, haciéndome sentir una sensación maravillosa. "¡Qué perro más rico! Si sigues dándome así me voy a incendiar –pensé. Al Rottweiller no le interesaba si me hacía daño o no, a él le interesaba follarme como un martillo neumático, era lujuria pura a su máxima expresión y yo estaba disfrutando cada segundo de esa enorme verga, raspando mis paredes vaginales con una dulce fricción. Mi cuerpo estaba al borde del colapso, era algo tan delicioso lo que estaba experimentando que por momentos cerraba los ojos y me perdía en ese placer intenso que estaba recibiendo. Cuando nuevamente su bola de metió en mi vagina, esto sobrepaso mi limite de resistencia, creo que perdí mi conciencia y el control de mi cuerpo, estaba a la merced de este bruto que me jalaba con sus patas delanteras y me enterraba fuertemente su pene, que no dejaba de crecer dentro de mí, pensé que de un momento a otro mi cuerpo explotaría, pero me tenía sin cuidado porque contemporáneamente estaba sintiendo un inmenso placer, no me importaba si moría en ese momento y lugar, total estaba ya en el paraíso.

Estaba con mi rostro sobre la alfombra, con naturalidad agarré sus patas traseras para que no me arrastrara con su mole, yo peso cincuenta y cinco kilos e imagino que este perro tendrá un peso igual o ligeramente superior al mío, pero sus fuerzas eran muy superior a las mías, así que lo único que atiné a hacer, fuer agarrarlo firmemente de sus patas para que no me halara por toda la casa, afortunadamente lo logré y él aun cuando se giró y quedamos trasero con trasero, luego se quedó relativamente quieto y solo de vez en cuando me tironeó, causándome más que dolor, unos gustitos increíbles que me hacían sentir lo que es estar a merced de un macho así de poderoso, sexualmente hablando era algo abrumador, nuevo y que volvería a repetir muchas veces más, era su perra y él me trataba a ese nivel.

Trató de zafarse del agarre de mi conchita pero su bola se había engrosado demasiado, lo que resultaba que fuera imposible que nos despegáramos, por un momento me afligí, pero luego otros espasmos y convulsiones orgásmicas me estremecieron y ya solo el placer se apoderó de mi cuerpo. Acabé otras veces más, sentía como si mi concha fuera a estallar, de repente sentí que la hinchazón de su pene comenzaba a disminuir, luego con un estruendoso sonido su verga salió de mi coño empapado, sentía muchas sensaciones ricas, pero al mismo tiempo viendo el tamaño de la verga de Rufus, me preocupé pensando me hubiese dañado de algún modo, nada me dolía, mi vagina temblaba autónomamente y el efecto se transmitía como un hormigueo en todo mi cuerpo, me levanté rápidamente a mirarme mi conchita abusada, el semen me corría por mis piernas, una mancha de esperma se había formado en la alfombra, pero por lo demás, estaba magníficamente bien. Rufus vino a lamerme entre mis piernas y yo ya estaba totalmente entregada a todos los placeres que me pudiera provocar este perro grandioso, abrí mi vagina con mis dedos y le permití que me diera más placer lamiendo mis labios hinchados y palpitantes.

Me hizo gozar por algunos minutos más, lo estaba adorando, le acaricié su cabeza y le rasqué sus orejas, me había hecho mujer-hembra más que cualquier hombre que había conocido hasta ahora, me tenía sonriendo de oreja a oreja, acaricié mis tetas, me mordí mi labio inferior y pensé ‒ y serás mío por las próximas dos semanas, cariño. Rufus se había convertido en el amante perfecto, cada vez que me pillaba con el culo en pompa intentaba montarme. "No te desesperes cariño, tu perra ya está lista para ti" –le decía con ternura. Parecía entender claramente lo que le decía y esperaba a que me pusiera en posición. Al estar ya en cuatro, él solo se acomodaba y me daba su exquisita verga. Cada vez que me cogía era un mar de sensaciones diferentes, un orgasmo tras otro me invadía, me había olvidado por completo de los vibradores, era la perra de Rufus, hasta que Valeria volviera de su viaje.

En uno se esos juegos perversos que tenía con el perro de mi amiga suena mi teléfono, por razones obvias no pude contestarlo, ya que estaba pegada a la verga del insaciable macho que me hacía gozar como loca. Después de los incontables orgasmos que tuve, Rufus eyaculó en mi conchita. Recobré aire y tomé mi teléfono, era Valeria quien llamaba, la llamé de vuelta. "¿Cómo estás amiga?" –me preguntó. "Muy bien, Rufus es un amor" –le respondí. "Lo sé chiquita, es muy tierno" –dijo. "Demasiado" –respondí. Te llamaba para decirte que mañana viajo de vuelta a la capital"–me dijo. "¿En serio?" –pregunté con algo de tristeza. "Sí, chiquita. Gracias a Dios las cosas aquí están bien y además extraño a mi pequeño" –dijo. "Bien, prepararé mi maleta. Me avisas a qué hora llegarás" –le dije. "Sí chiquita, te tendré al pendiente". Entre besos y nos vemos cortamos la llamada. Entonces mi mente me llevó al primer día que conocí a Rufus. Él se fue directo a oler mis partes, entonces una idea descabellada me cruzó la mente. ¿Será que Rufus está acostumbrado a hacer este tipo de travesuras? No creo, Valeria se ve que es una persona no haría tal cosa, tal vez me equivoco pero me dio a pensar.

"Cariño, hoy es la última noche que pasaremos juntos, así que te has ganado el derecho de cogerme en la cama" –le dije. Esa noche me acosté desnuda, esperando a que mi amante me poseyera. Su instinto no se hizo esperar y buscó mi vagina. Empezó sin que le dijera nada a lamer como endemoniado. "¡Eso mi macho! ¡Haz gemir a tu perra!" –le decía mientras pasaba mi mano por su cabeza. Otra vez ese pensamiento me invadió. "¿Así se lo haces a Valeria? ¿Ella es mejor perra que yo?" –le decía. Él seguía concentrado lamiéndome y yo imaginaba las travesuras perversas que mi amiga podía disfrutar con Rufus. Me calentaba pensando que ella recibía placer de este macho caliente y deseoso de sexo. Los orgasmos que me provocaba con su lengua era constantes, mi cuerpo ardía y sudaba por la intensidad con la que golpeaban mi cuerpo. 

Me puse en cuatro y le dije: "¡Metemela como lo haces con Valeria!". Él obediente se apoderó de mi cintura con fuerza y empezó con sus movimientos. Sentía como la punta de su verga apuntaba a mi culo y estaba dispuesta a entregárselo. Lo dirigí y sentía como en cada brava embestida mi agujero se mojaba y se abría para permitirle el ingreso. "¡Oh, cariño, me gusta!" –le decía. Su verga se estaba desenfundando entrando de a poco hasta que se metió completa. "¡Ay, Dios!" –grité. El dolor que sentí al principio se transformó en placer. Siguió moviéndose hasta que su bola se metió y me arrancó otro grito. Hace tiempo que no me la metían por el culo, había olvidado el inmenso placer de ser sodomizada. Estaba a merced del animal. "¡Mierda! ¡Qué placer!" –le decía. Sentía mi culo demasiado abierto, me gustaba esa maldita sensación. "¿Tu dueña deja que se la metas por el culo? ¿Soy mejor perra que ella? –le preguntaba cómo si me fuera a responder. No sé cuánto tiempo estuve unida a él no cuántos orgasmos tuve, solo podía pensar en el placer que me recorría con furia y me hacía perder la perspectiva del tiempo y el espacio.

Su verga explotó en mi culito, desatando en mi un temblor que me recorrió por completo. Sentir el semen tibio de Rufus en mi agujero era un deleite morboso que me hizo caer rendida sobre la cama. Él se separó de mi. Empezó a lamer su verga que estaba en su esplendor. "No es necesario que tú lo hagas cariño, para eso está tu perra" –le dije. Me metí entre sus patas y empecé a chuparla. Era tan excitante ya que no me cabía completa en la boca, aún seguida lanzando chorros de semen, los que bebí sin ningún pudor. En mi calentura abrí mis piernas para tocarme pero la lengua de Rufus me lo impidió. ¡Perro de mierda! Estábamos haciendo un perfecto 69 que me tenía al borde la locura. Otra vez torrentes de placer invadieron mi cuerpo y me perdí en ese lujurioso momento. Ya no tenía fuerza para más pero no quería perderme el momento en que eyaculara en mi boca, así que seguí chupando con más vehemencia, hasta que su verga soltó lo que tanto buscaba con mi boca, su tibio semen, el qué tragaba como una verdadera puta.

Rufus cuando ya estuvo satisfecho se bajó de la cama y se tiró en el piso a dormir, se veía tan tierno aunque era un demonio que me había generado el más intenso de los placeres en las dos semanas que estuve cuidándolo. Cerré mis ojos y dormí plácidamente. La mañana llegó. Me di una ducha y empecé a arreglar mi maleta. Me puse un vestido que llegaba un poco más arriba de mis rodillas y sin ropa interior. Eran cerca de las cuatro de la tarde cuando Valeria me llama al celular. "Chiquita, ya estoy en el terminal. Estoy esperando un Uber, creo que en menos de una hora estaré por allá" –me dice. "Bueno amiga, aquí estaré esperándote" –le respondí. "Gracias por todo lo que has hecho en ayudarme a cuidar a Rufus" –dijo. "No tienes que darme las gracias, ha sido un placer" –contesté (literalmente lo fue). "Te dejo, porque ya está por llegar el auto" –dijo y cortó.

Tal como Valeria dijo antes, pasaron cuarenta minutos cuando se abrió la puerta. Nos abrazamos por el reencuentro ya que en el terminal cuando se fue no habíamos podido despedirnos de la manera tradicional, por la emergencia sanitaria que estábamos viviendo. Rufus estaba en el patio jugando pero cuando oyó la voz de Valeria empezó a arañar la puerta. Pensé: "Su perra ha vuelto". Fue a abrirle la puerta y lo primero que hizo Rufus fue posar su nariz en la entrepierna de Valeria. "¡No hagas eso!" –le dice. Él se paró en dos patas y la aprisionaba, ella reía y lo acariciaba. "Se nota que me extrañaste pequeño" –le decía. No sé porqué pero me calenté al verlos y esos pensamientos volvieron a mi mente. Ya que Rufus estaba tan "contento" que se asomaba la punta de su verga. "Sé nota que te extrañaba" –le dije no sé si por curiosidad o morbo. Ella se rió y me preguntó: "¿Por qué lo dices?". Debía responder la pregunta o simplemente callarme pero creo que el morbo ganó. "Por qué te quiere, eres su dueña y por otras cosas más" –respondí. Entonces Valeria miró hacia la verga de Rufus y la vio que ya sobresalía. "Eres muy observadora chiquita" –me dijo. "Desde el primer día se comportó así conmigo. ¿Supongo que contigo tiene más libertad?" –le pregunté. Sus ojos se abrieron y se quedó sin decir nada. 

Fuimos a la sala, Rufus iba detrás nuestro olfateando nuestros culos. Estaba tan mojada que sentía una ganas impresionantes de bajarme el jeans y dejar que me lamiera él con esos bríos de macho pero deja comportarme. Nos sentamos a charlar y Rufus se acomodó entre mis piernas. Creo que mi cara de caliente se notaba demasiado ya que Valeria no dejaba de mirarme. "Veo que se encariñó contigo" –me dijo. "Nos hicimos muy buenos amigos" –respondí. "Con lo que me preguntaste me moviste un poco el piso, pero no quiero dejarte con la duda. Somos amigas desde hace mucho y por eso tengo la confianza de contarte" –dijo. ¿Había llegado el tiempo de las confesiones? –pensaba.

"Tal vez pienses que estoy loca, pero sí, Rufus tiene libertad plena conmigo" –dijo ella muy normal. ¿A qué te refieres? –pregunté haciéndome la desentendida. "A qué le gusta olfatear las partes íntimas" –respondió. La respuesta no me sorprendió, ya que mis pensamientos resultaron ser ciertos. "La primera vez que pasó fue por un descuido y bueno jamás pensé que pasaría algo así. Pero así tan tierno como lo vez, en realidad es un maldito demonio. Fue una noche que no lo saqué al patio y yo estaba en la cama jugando conmigo, cuando se subió y empezó a olfatear" –dijo. Escucharla me ponía más caliente de lo que ya estaba y quería seguir oyendo de sus labios lo que tenía que decir. "Estaba con mi mente en el placer que no me había dado cuenta de lo que estaba pasando, hasta que sentí su lengua. Al principio me asusté pero al insistir él me di cuenta del tremendo placer que estaba recibiendo" –dijo. La miraba con detenimiento, no sé si la expresión de mi rostro me delataba pero intentaba mantenerme serena, la humedad en mi vagina no me dejaba en paz, era perturbador estar caliente y no poder desfogar mis ganas. "Dime qué estoy loca, lo entenderé, pero después de varios orgasmos ví su verga sobresalir y sin pensarlo me puse en cuatro, el instinto de Rufus salió y me montó, me dio su verga hasta que quedamos pegados, no te miento fue sublime" –dijo. "Decirte loca sería hipócrita de mi parte, ya que te entiendo perfectamente" –le dije con lujuria en mi voz. "¿Lo hizo contigo?" –preguntó. "Desde que te fuiste" –respondí. Ahora ambas sabíamos el secreto de la otra y era cuestión de tiempo para ver quién actuaría para romper el ambiente lleno lujuria que nos rodeaba.

Separé un poco mis piernas y Rufus se metió rápidamente entre ellas para olfatear mi sexo. Mordí mi labio y di un pequeño gemido, ya que el roce de su nariz fría en mi vagina me causó una exquisita sensación. Luego la sensación se intensificó más al sentir esa lengua deslizarse por mi clítoris, ya estaba mojada por completo, tanto que noté como mis fluidos corrían por mis piernas. "¡Ves que nos hicimos buenos amigos!" –dije a Valeria mirándola a los ojos. Pude ver la excitación en sus ojos, jamás pensó en ver a su perro darle placer a una de sus amigas. Se acercó por detrás de Rufus y empezó a tocar su verga para masturbarlo, él se quedó quieto ya que estaba concentrado en mi vagina. Cuando el miembro de Rufus se desenfundó, Valeria se metió entre sus patas y empezó a chuparsela. Yo gemía y manoseaba mis tetas. El placer recorría mi cuerpo y temblaba, tampoco pensé que viviría algo así con Valeria y eso me calentaba demasiado. Me quité el vestido, ahora estaba desnuda disfrutando de esa perversa lengua que recorría mi sexo completo y lo mejor de todo es que lo podía hacer con libertad, sin esconder mis perversiones, ya que con mi amiguita compartíamos el gusto por su mascota.

Valeria también se quitó la ropa y fue el turno de ella para recibir placer, se tiró en el piso con las piernas abiertas y Rufus enseguida se dispuso a lamer su vagina. Yo estaba masturbándome mirando como ese precioso y perverso can la hacía estremecer. Un estrepitoso espasmo me sacudió y dio paso al placer absoluto. Un orgasmo me estaba visitando con fuerza. "¡Ah, Dios mío, me muero!" –gritaba mientras mi cuerpo se retorcía. Era un cóctel de sensaciones que me embriagaba al punto de temblar sin control. Mi amiga tan presa del placer como yo se retorcía y jadeaba, no importaba si alguien nos escuchaba, solo importaba en ese momento la lujuria que nos tenía sometidas al frenético placer.

Me puse al lado de ella y la comencé a besar, Rufus no despegaba el hocico de su sexo, ella me regalaba su lengua, la que chupaba como si fuera la deliciosa verga del animal. Entonces puse mi vagina en su boca y ella lamió como una buena perra para darme placer. "¡Lame perrita!" –le decía. Si lengua hacía largos recorridos de mi clítoris a mi culo, lo hacía jadeando y gruñendo, se había transformado en una perra en celo. Era tan exquisito oírla como gruñía y como su lengua entraba en mi sexo para beber de mis fluidos. Estábamos tan entregadas a ese momento perverso que nos fuimos a la habitación, ella caminaba en cuatro patas a mi lado y Rufus al otro lado. Al llegar a su habitación le acaricié la cabeza a Valeria y le dije: "¡Ahora subete a la cama y ponte en cuatro para que satisfagas a este macho que te estaba esperando!". Movió su culo como si hubiese tenido cola y se subió a la cama. Rufus no se hizo esperar y como buen macho la montó para satisfacer su instinto. "¡Oh, Dios Santo! ¡Cómo extrañaba tu verga!" –decía mientras el can se la metía de manera perversa. Observaba la escena y pensaba que así debí haberme visto cuando Rufus me cogía. Sin duda era una escena excitante, llena de morbo que me tenía con la vagina hirviendo.

Me tiré a un lado de ellos y me masturbé como nunca antes lo habia hecho. Mis gemidos eran tan audibles como los de Valeria y el placer que experimentaba me llevaba a esos momentos previos de anoche en que ese mismo animal me estaba follando como a una perra. Cuando la bola de Rufus entró en Valeria, dio un grito de placer tremendo. Ya no podía más con mi calentura, era cosa de segundos que pronto estaría gimiendo descontrolada por un intenso orgasmo. Ella me miraba y jadeaba jugando con mi lujuria. "¡Jadea perrita!" –le decía. Cómo ya estaba enganchada a la verga de Rufus, se volteó para lamer mi vagina. "¡Oh, sí! ¡Eso me gusta!" –le decía entre gemidos. Sabía usar la lengua con habilidad y me tenía al borde del orgasmo. "¡Así Valeria! ¡No pares! ¡Eres una buena perrita!" –le decía casi ya sin aguantar.

Valeria por su parte ya había tenido varios orgasmos, yo estaba a punto de explotar. Hasta que sucedió. Mi vagina empezó a palpitar de forma despiadada, mis fluidos salían despedidos de tal forma que el rostro de mi amiga quedó cubierto por ellos. Mi cuerpo temblaba y mis dedos se fueron a mis pezones, los que retorcí hasta que ya no podía sentirlos. Era una sensación exquisita y única que casi me hace perder la razón. Fue el turno de Rufus de acabar, al ver que su verga había salido de la conchita de Valeria me fui hasta su verga, la metí en mi boca y se la chupé, quedando llena de semen, el que compartí con Valeria en un apasionado beso. Después me acomodé en el sexo de mi amiga y lami hasta el último chorro de semen que el can le dejó y bebí como otra veces ya lo había hecho. Rufus ya había tenido su dosis de placer, se bajó de la cama lamió su verga hasta que se enfundó.

Nos quedamos tendidas en la cama, exhaustas, con una cara de satisfacción y con la lujuria a flor de piel. "Puedes quedarte unos días más si gustas. Rufus y yo estaremos complacidos de tenerte en casa" –dijo Valeria. Le di un beso apasionado y le respondí: "Siempre que lo pasemos así de rico, por mi no hay problema". Esos días se transformaron en un mes y obviamente fue muy placentero. Debía atender algunas cosas en mi departamento, ya que lo había dejado mucho tiempo solo, así que dejé mi maleta en casa de Valeria para volver cuando tuviera ganas de estar con ella y con Rufus para tener ese placer que había descubierto.



Pasiones Prohibidas ®

2 comentarios:

  1. Infierno L©Fiorella De Mr. P20 de junio de 2023, 7:19 a.m.

    No cabe duda que independientemente de la trama tus relatos permiten disfrutar de exquisitas sensaciones atravez de tan impecables detalles.
    Ahí está el gran poder que tienen las letras,
    Liberar emociones con cada momento, cada situación , cada fantasía
    Y despertar los sentidos.
    Me encantan tus relatos Mí perverso, bien lo sabes.💋
    Siempre despiertas mis demonios. y disfruto en demasía de ello, mucho más cuando nos entregamos al placer de la Lujuria y la perversión.
    Ese exquisito placer que surge cada vez que estamos juntos.😈

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  2. Mmmm q rico relato impresionante ver cada detalle de cada momento y ser tratada así como puta a merced de su mascota rico
    Como siempre Caballero felicidades 👏

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