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sábado, 17 de junio de 2023

19. La casa del placer y la depravación 2

Recibimos una orden del Amo. “Vayan al salón principal desnudas a la espera de nuevas órdenes”. Aquel día el prostíbulo estaba cerrado. Obedecí sin mayores reparos. Al salón llegaron chicas que no había visto nunca. Una chica de unos veintitrés años, de pechos normales, me miraba con complicidad. Jana la besó, y ella le siguió el juego. Le entregó Jana una verga de mentira y le dijo: “Demuestra lo que sabes”. La chica le hizo una demostración de cómo se hace una mamada. Le pasaba la lengua, la metía en su boca, la escupía y mordía con suavidad, nuevamente se la metía en la boca completa. Era excitante ver como se manejaba a la perfección con algo inerte, verla hacia palpitar mi concha y se humedecía con esa habilidad que la chica demostraba sin pudor. Jana le dio su aprobación. Yo me acerqué va la segunda, una mujer que tenía sus cabellos blancos no por el paso de la edad, sino que ese era su color natural, ojos azules pero bastante joven. Me miraba con superioridad. ¿Qué se te da bien a ti?” –le pregunté. Su respuesta fue: “La pregunta será que no se me da bien. No me gusta ser sumisa, esa es la única objeción que pongo, quien intente someterme o agarrarme del pelo saldrá mal parado”. “Una mujer con carácter. ¿Sabes que esto es para  contratar nuevas esclavas? Si no estás dispuesta a amoldarte puedes largarte” –le dije en tono autoritario. “Yo follo y mamo, y a cambio me gano un techo, una chimenea y comida” –dijo en tono altanero. “¡Eres una puta insolente!” –le dije. Ella no dijo nada, solo bajó la mirada. Después de unos minutos de frio silencio Jana le dice: “Eso es justo, aquí tendrás todo eso. Placer, seguridad, y comida”. “¿Cómo te llamas?”–pregunté a la puta insolente. “Mis padres me llamaban Eva” –respondió. “Yo me llamo Antonieta, bienvenida” –le dije con desprecio. Jana despachó a tres chicas, una por no estar a la altura, ya que tenía deformidad que no la haría deseable para los clientes  y dos por qué se notaba que no querían estar ahí.

Al final solo quedó una muchacha joven, de ojos rasgados. Me acerqué a ella con curiosidad, era tímida pero dejó que la desnudase. Levanté su cabeza y la obligué a mirarme. Tenía un buen tamaño de pechos. “¿Por qué estás aquí?” –le pregunté. “Huyo de una gente muy mala” –respondió. “¿Y quieres que nuestro Amo te proteja?” –volví a preguntarle. “Sí, necesito protección y estoy dispuesta a hacer lo que se requiera de mí” –me respondió. La miré a los ojos durante unos segundos. “Serás camarera hasta que tú decidas hacer algo más que servir platos” –le dije.  “Yo también sé chuparla” –dijo totalmente roja por la vergüenza. “Aquí no te obligaremos a hacer nada que no desees” –le contesté. “Gracias. Mi nombre es Haiye” –dijo. “Eva, Haiye y Scarleth, quédense. Necesitaré mujeres para catar nuestros nuevos esclavos. El Amo quiere tener también aquí, unos cuantos prostitutos, para atender todas las necesidades de alguna clienta. Quiere conseguir que no solo hombres frecuenten su prostíbulo” –dijo Jana.  “Eso es muy difícil de conseguir, si todas las trabajadoras somos mujeres esclavas” –dijo la puta insolente de Eva y no le faltaba razón, eran muy raras las mujeres que venían como clientas, ya que lo hacían porque venían con sus maridos para tener cumplir alguna fantasía del hombre o por gustos de alguna chica de la aristocracia por algún encuentro con otra mujer.

Entraron al salón veinticinco hombres, todos con cuerpos fuertes, muchos habían sido trabajadores en las minas del reino y habían quedado sin trabajo porque el avaro del rey no pagaba por sus servicios, solo se preocupaba de que no les faltara nada para comer a ellos y sus familias se quedaban en el abandono total.  “¡Mierda, tendemos un día muy agitado” –dije con una sonrisa. Nosotras éramos cinco. Así que Jana se quedó con siete, yo con seis y las otras chicas con cuatro. Eva no parecía avergonzada por la tarea que nos tocaba hacer. Haiye permaneció en su lugar.  “Si no les gusta, digan fuera. Si les gusta, no dejen que acaben y tómense el tiempo necesario” –indicó Jana.

Tomamos a nuestros postulantes y nos pusimos en diferentes lugares del salón. Haiye se puso de rodillas y empezó a chupar vergas. Al primero echó.  Me besé con el primero, en vez de simplemente cogerme me masturbó. Me metió su verga, y yo me abrí de piernas para facilitar la tarea. Gemí varias veces al ritmo al que me penetraba. Recordé las palabras de Jana, lo aparté con una sonrisa. Eva ya había despachado a dos que no le gustaron. El mío tenía una normal, pero me tomó y me puso sobre una mesa, me separó las piernas y me lamió la vagina.  Me agarré a la mesa gimiendo, dejé que lo siguiera haciendo durante unos segundos. “¡Oh, por la jodida Luna! ¡Para, tú te quedas, me gustas! –le dije. Se detuvo y quedó de pie esperando instrucciones. “¿Lo chupas también?” –le pregunté. “Sí” –me respondió. “Ve con la chica que está de rodillas y chúpaselo al que sigue” –le dije. Obedeció y se la chupó al que seguía. Estaba tan caliente viéndolo, hasta que le dije que se detuviera y que dejara a Haiye que siguiera con su labor.

 El tercero mío tenía una verga demasiado grande y gruesa, como la de un caballo,  lo despaché nada más vérsela. Los dos siguientes  no me gustaron así que les eché. Jana era montada por los esclavos. En unas pocas penetraciones decidía si se quedaban o no. Eva estaba disfrutando con dos vergas a la vez, por el culo y la vagina. Se olvidó totalmente de que estábamos probando esclavos. Los apartó y se puso de rodillas en suelo. Mientras uno de los míos penetraba mi coño, observé el espectáculo. Ordenó a uno de ellos que se acostara en el suelo, mientras por su boca pasaban las vergas de todos sus hombres. Al cuarto mío después de chupársela le dije: “Te quedas” –aparté al hombre y seguí observando. El que estaba debajo de Eva acabó en su vagina, le sonrío y otro se puso debajo. Los hombres que la rodeaban acabaron encima de ella, uno en su boca y los otros dos en sus tetas. Más tarde el que estaba debajo eyaculó en su vagina. Se quedó con tres de esos hombres. Eva se acercó a Jana y le preguntó algo que no llegué a entender. Sin embargo, ésta no podía ni hablar de la follada que le estaban pegando. Se acercó a mí y me dijo: “Antonieta, ¿puedo preguntarte algo?” “¿Puede esperar?”–le pregunto. Al último que me quedaba no le dije nada, por lo que éste siguió. De haber tenido a todos esos hombres follándome hubiera acabado más rápido mi tarea, no tardé en tener un orgasmo. El siguió y tardó algo más en eyacular en mi vagina. Yo quedé libre de mi labor. De todos solo quedaron diez pero sentíamos un tremendo cansancio después de tan perversa orgia.

"Fue muy inteligente tu forma de despacharlos. Te felicito por esa iniciativa” –le dije. “Así al menos he tenido varios orgasmos. Te iba a preguntar, ¿dónde están los baños?” –me dijo”. Me reí, me pareció gracioso. Después de aceptar a aquellos nuevos esclavos, y quedarnos servidas. Eva,  Haiye y Scarleth fueron a ser marcadas. El Amo Aníbal nos dijo  que abríamos por la noche. Las cuatro fuimos a los baños, y nos quedamos preparadas para la velada. Para cuándo fue la noche. Entró un regimiento de soldados, tuve miedo por si me habían encontrado ya. Haiye llevaba un vestido de camarera que enseñaba mucho escote, y marcaba el culo. Fue sirviendo bebidas y comida a los recién llegados. Se anunció que también había hombres, alguno discretamente pagó a unos cuantos de ellos. Cuatro amigos me pidieron un par de mamadas mientras comían. Cómo sola no iba a poder, detuve a Eva y ambas nos colocamos debajo de la mesa. Ambas metimos sus vergas en nuestras bocas y nos pusimos manos a la obra. Nos repartimos los miembros mientras estos comían. Me tragué la eyaculación del primero, y la del segundo poco tiempo después también. Nos pagaron y lo llevamos a dónde debíamos. “¿Por qué ser esclava de este lugar?” –le pregunté a Eva. “Necesito un lugar seguro en donde vivir y no me importa trabajar con mi cuerpo” –respondió. “¿Tanto como para perder tu libertad?” –pregunté. “Si hubiera sido libre no habría terminado aquí” –dijo. Por unos segundos me apartó la mirada y me dijo: “Vamos, esos soldados nos están llamando, nos quieren a las dos”. Había más que no me contó, pero si no quería decir nada no insistiré. Cada una tiene su historia. Fuimos con los cinco soldados, estos querían compañía así que nos sentamos entre ellos. “¿Están de celebración, ¿Qué ganaron?” –pregunté. “Una nueva ciudad se añade al Reino” –respondió uno de ellos. “Eso si es motivo para celebrar. Felicidades” –les dijo Eva.

Ella se dejaba manosear por dos de esos tipos, al igual que yo, pero ella les daba indicaciones para que al menos sus manoseos fueran más agradables. Subimos nuestros vestidos mientras ellos seguían bebiendo, así podían manosearnos mejor pero de vez en cuando besábamos a uno y a otro. “Oigan chicas, ¿porque no vamos a un lugar privado y nos atienden a los cinco?” –propuso uno de ellos. “Claro que sí, síganme” –les dije. Nos acomodamos el vestido y les llevé a mi habitación. Allí nos lo terminamos de quitar y nos entregaron una bolsa llena de monedas. “¿Quieren que llame a una amiga?” –les dije. “Sí, rápido” –exigieron. Miré por el salón, Scarleth estaba ocupada masturbando a dos soldados. Seguí recorriendo con la vista el salón buscando a Jana, al principio no la vi hasta que me dio por mirar debajo de las mesas. Haiye y Jana estaban chupándosela a los soldados. Mientras las dos se masturban. Me metí debajo de la mesa y le di un toque a Jana. “Necesito una ayudita con unos clientes, y pensé en ti. Somos Eva y yo” –le dije. “Espera” –me dijo y siguió haciendo aquella mamada hasta que este acabó. Tomo a Haiye y la besó traspasando el semen a su boca y lo recibió gustosa tragándolo todo. Antes de salir de la mesa le dice a Haiye: “Si alguno se propasa, defiéndete o pide ayuda”.

“Haiye es toda una mamadora” –le dije a Jana. “Esta chica ha llegado hasta aquí a base de mamadas, te lo juro. ¿Tú has visto cómo las hace? Se las mete hasta la garganta. Es una zorra muy trabajadora” –me responde ella. Cuando llegamos a mi habitación vimos a Eva masturbando a algunos soldados. Nos indicaron que querían por el culo, Jana y yo obedecimos con presteza, Eva dudó un poco más. Solo puso una condición, que no le cogieran del pelo o del collar. Así, las tres fuimos sodomizadas. Otro más se animó y metió la verga en mi boca. Con Jana hicieron lo mismo. Mis gemidos quedaron contenidos por la verga que cogía mi boca. Aunque Eva pudo gozar libremente. Todo iba bien por el momento. Hasta que el cliente desobedeció la petición de no tirarle del pelo y ella protestó. Siguió protestando pero éste siguió, incluso sus protestas le animaron a seguir. Los míos acabaron dejando mi culo y boca llenos de semen, aunque siguieron un poco más. Las protestas de Eva se transformaron en agobio y en miedo, en ansiedad. Se quedó paralizada. Los soldados acabaron por irse, se enroscó y acurrucó en la mesa, temblaba con un terror que en años no había visto. “¡Va a venir! “¡Va a venir, estoy segura!” –dijo Eva en estado de shock. Ya había visto cosas así. Aquel gesto debió despertar un trauma, eso explicaría por qué no le gusta ser una mujer sumisa. “¡Ya está! ¡Ya se fue! Tranquila, Eva” –le dije mientras puse mi mano en su hombro.

Me puse detrás de ella, y la abracé. Su respiración volvió a la normalidad, y pareció que se calmaba. “No quiero seguir por hoy, Jana” –le dijo Eva con los ojos llorosos. “¿Qué te ha pasado? Si todo iba normal hasta que te cogieron del pelo. Entiendo que no te guste pero, hay algo más” –dijo Jana con preocupación. “Yo pertenecía a un clan,  de más allá del mar helado” –dijo Eva. “Entonces eres enemiga del Reino” –dijo Jana. “Lo sé, no tuve la culpa de nacer ahí” –contestó Eva. Siguió diciendo: “Mi clan se caracteriza por ser los más agresivos e insensatos. Si queremos algo, lo tomamos y luchamos por ello. El jefe de mi clan, mató a mi pareja para quedarse conmigo”. “No te preocupes, a nosotros no nos importa de dónde seas o como sea tu gente, no nos asusta. Puedes confiar en nosotras” –dijo Jana con un tono compasivo. Besé su mejilla y le dije: “¿Asocias lo que el jefe de tu clan te hizo, con la tozudez del soldado y seguir cogiéndote a pesar de tus reclamo de jalarte del pelo?”. “Sí. No me importa ser una prostituta, pero hay cosas que no quiero hacer, y esto no ha hecho más que recordarme el sufrimiento de ser sometida por ese perverso demonio sin alma” –respondió. “Mañana o cuando te veas en posición de volver a trabajar. Quizás podríamos darte un papel más dominante u otro que se te acomode a ti” –dijo Jana. “¿No es el Amo el que decide esas cosas?” –le pregunté a Jana. “Él toma las decisiones importantes, yo llevo lo relacionado con las chicas” –me respondió. Añadió: “No quiero que sufras, Eva. Si tampoco quieres dar espectáculos, toma un tiempo para recuperarte”. “Gracias por comprenderme” –dijo Eva. “¿Me levanto?” –pregunté a Jana”. Yo seguía abrazada a Eva. “No, quédate ahí y acompáñala”-me dijo.

Ella se fue y cerró la puerta. Seguí abrazada a Eva, a ella parecía haberle calmado y a mí el contacto corporal no sexual me reconfortaba. Así estuvimos durante un largo tiempo. Ajenas al jaleo que estaban montando en el prostíbulo. Una vez que noté que estaba bien, bajé mi mano hasta su entrepierna, y metí dos dedos ahí abajo. La masturbé como yo sabía, buscando su máximo placer posible. Se acostó boca arriba, y no hicieron falta palabras. Bajé hasta su vagina y empecé a lamerla lentamente. “¡Oh, Antonieta! ¡Sí! ¡Es tan placentero lo que me haces!” –me decía entre gemidos. Ella apretaba sus tetas y gemía sin parar. Mi experiencia le hizo ir al cielo, y algo me decía que era la primera vez que le comían el coño. No levanté la cabeza hasta que llegó al orgasmo. Jadeó y reía. “Es la primera vez que…” –intentó decir. “Lo imaginaba Eva, si quieres tomarme, en ese armario hay vergas falsas, arneses para las chicas” –le dije. Se levantó y abrió el armario. “¿Esto?” –preguntó”. “Sí. Póntelo y fóllame con él” –le respondí. Tuve que levantarme para ayudarla a ponérselo. Me acosté en la cama y me abrí de piernas. Lamió mi vagina hasta que me mojé más de lo que ya estaba, entonces se recostó sobre mí y me penetró con él. Nuestros rostros estaban uno junto al otro mientras me penetraba la abracé. Sus movimientos me parecían tan eróticos y excitantes que me hacían gemir delicadamente.  

“No recuerdo la última vez que el sexo se volvió tan íntimo” –le dije entre gemidos. “¿Siempre lo haces como los animales?” –preguntó. “Lo hago como les gusta a los que me follan. Esta posición parece más para hacer el amor” –le respondí. “¿Nunca has hecho el amor?” –volvió a preguntar. “¿Quién amaría a una puta?” –le pregunté entristecida y miré hacia otro lado. “Yo” –Eva mientras me hacía mirarla me besó en la boca. “Pienso hacerte esto todos los días. Que siempre estés húmeda y caliente para follarte y regalarte orgasmos, aprender a hacerte eso con la lengua en tu vagina” –me dijo. “¡Oh Eva me tienes tan caliente!” –le dije. “¡Sigue, no te detengas! ¡Por los dioses sigue moviéndote así!” –le decía sin contener mis gemidos. Tuve un exquisito orgasmo, mientras ella metía su lengua en mi boca para besarme. “Apenas me conoces, Eva” –le dije. “Pues quiero conocerte” –me dijo. Eva se quitó el arnés, y ambas descansamos en la cama. Las dos acabamos por dormirnos. Yo soñé que me encontraba en una cama, desnuda y acostada boca arriba. Eva en el sueño era una hermafrodita. Ella me habría de piernas y me penetraba. Al despertar, Eva dormía abrazada a mí. Dada la ternura del momento, decidí no despertarla. Por suerte no tardó mucho en despertar, puso una mano en uno de mis pechos, y lo manoseó como si fuera una almohada. Se frotó los ojos con una mano, mientras seguía con mi pecho. Cuando se dio cuenta de que estaba jugando con mis pechos, sonrió y usó sus dos manos para acariciarlos. “Vaya suerte hemos tenido, de que a ambas los dioses nos hayan dado pechos grandes” –me dice. “Si, gracias a ellos” –le dije mientras pellizqué sus pezones y ella jugaba con los míos. “¡Ay, Antonieta, me pones caliente!” –me decía entre gemidos. “¿Sobre lo que dijiste ayer?” –pregunté. “Lo dije en serio, me gustas” -respondió. “No nos conocemos, este es tu segundo día aquí. ¿Cómo puedes amarme? Soy una puta lunar adicta al sexo, casi hedonista” –le dije. “No soy muy versada en la magia, ni en las ciencias, ni en la historia, pero sí sé algo con certeza es que no se ama con la vagina” –respondió. “Eso es muy bonito, pero tendrás que demostrarlo” –dije. “Vamos a los baños, Antonieta. Te lo demostraré allí” –me dijo con voz sensual.

La curiosidad se apoderó de mí, debíamos limpiar nuestros cuerpos. Echábamos peste a semen de ayer. El prostíbulo estaba cerrado, apenas había amanecido. En los baños se encontraba el Amo, con Haiye, Scarleth  y Jana. Él nos hizo una señal para ir con él. Scarleth danzaba sensual para el Amo y se masajeaba las tetas. “Eres el único sin collar. ¿Tú eres nuestro Amo?–preguntó Eva. “Sí, soy tu Amo Eva. Oí del incidente de ayer, espero que estés bien” –le dijo con amabilidad. “Lo de ayer fue un error que no volverá a suceder mi Amo. Reviví un trauma de mi pasado. Seguiré con las mamadas, con el sexo, evitaré el anal, no deseo hacerlo sentir vergüenza por mi comportamiento” –respondió Eva bajando su mirada. “Está bien, pero yo no me avergüenzo de mies esclavas” –le dijo. “Gracias por ser tan compasivo con esta sucia perra mi Señor” –le respondió. “Haiye diles cuantas vergas has mamado ayer” –dijo el Amo. “Cincuenta y seis, mi Señor, aunque el alcohol me ayudó –dijo Haiye con una sonrisa. “Incluso para mí eso era demasiado” –pensé en mis adentros, pero se notaba que la chica hacia bien su trabajo. “Cuéntales tus hazañas Scarleth” –le dijo el Amo. Dejó su sensual danza de lado y dijo: “Esta zorra ha estado con veinte hombres a la vez, me cogieron entre todos y les mamé a todos su verga, quedando con mi cuerpo lleno de semen por todos lados; fue una experiencia sublime mi Señor” –respondió ella. Como les había dicho antes, estaba con la curiosidad encendida: “¿Y cuántas son las mamadas que te han llevado hasta aquí?” –le pregunté. “Dos para que un mago me llevara con él, durante cinco días me gané un techo y comida a punta mamadas, unas dos al día. Me dejé tocar por un mercante que iba a caballo, y le hice unas cuantas mamadas a él y a su caballo, diez a cada uno en todo el viaje. Allí un noble se encaprichó conmigo y me poseyó durante varios días. Pensé en quedarme en su castillo, siendo su zorra, su cortesana, pero me sentí mal;  no me gustó ser desvirgada por aquel noble. Cinco días después estoy aquí” –respondió Haiye.  “Entre tú y Antonieta  pueden traernos problemas si sus perseguidores las busca, lo bueno que muchos de nuestros clientes son opositores a la Corona, por ese lado podemos estar tranquilos. Además, tenemos espadas y pólvora para defendernos” –dijo el Amo.

“Amo, quiero me veáis comerle la vagina a Antonieta  y que me diga si lo hago bien o mal. Claro, si usted está de acuerdo” –dijo Eva. “Tienes mi permiso” –contestó el Amo. Eva bajó a mi entrepierna y metió su lengua dentro de mí. Lo hacía bien, pero sabía que podía hacerlo mejor. El Amo fue hacia ella  y la interrumpió. Él sí sabía hacerlo. Tras un par de lecciones Eva volvió a mi vagina y esta vez lo hizo mejor. Me agarré del borde de la tina mientras me comía la vagina de la manera más exquisita. El Amo masturbaba a Jana mientras Haiye ponía erecta su verga y Scarleth lo besaba. Acaricié la cabeza de Eva y le dije: “Lo haces bien. ¡Aprendes rápido!”. La escena era de lo más lujuriosa, Haiye le dice al Amo: “Quiero que me coja, si voy a ser su esclava quiero ser también su puta”. Se montó encima de él a horcajadas y de una esa verga entró provocando el Haiye el éxtasis. Yo estaba casi al borde del orgasmo, cuando la puerta se abrió, era una prostituta. “Perdón Amo por interrumpir pero hay algo urgente que debo comunicar” –dijo bajando la vista. “Habla” –respondió él. “Alguien quiere ver a Antonieta, dice que es su padre” –dijo la mensajera. “¿Solo está él?” –preguntó el Amo. “Si, solo él. Los esclavos varones verificaron que no hubiera caballos ni soldados cerca” –contestó ella. “Ve, Antonieta, si corres peligro grita, porque abran esclavos con espadas cerca para protegerte”–dijo el Amo. “Voy contigo, si el Amo lo permite –dijo Eva. Él asintió.

Nos secamos y nos tapamos con unas túnicas. Me daba miedo estar a solas con él, por lo que pudiera decir o hacer. En mi opinión me lo merecería y no me extrañaría que me quisiera hacer daño, después de todo había arruinado su reputación. Estaba en una mesa, fue educado al principio, si estaba enfadado no lo mostraba. Nos invitó a sentarnos. “Anwen te está buscando, quiere tu cabeza, se ha aliado con dos generales con los que también te has acostado” –me dijo. “¿Y qué papel desempeñas tú Padre?” –le pregunté. “Siempre supe que llegaría este día, lo vi venir pero no fui capaz de actuar. Desde aquel día que te encontraron con la verga del herrero en la boca sabía que esto ocurriría. A pesar de todo no quiero que mueras, eres mi hija” –respondió. “No me creo que hables en serio, siempre haces las cosas a tu antojo, no te importa lo que los demás digan o piensen, siempre se hace tu puta voluntad en el castillo” –le dije. “Eres mi hija, a pesar de que hayas aceptado la esclavitud. He venido para avisarte y quizás para beneficiarme a alguna esclava” –dijo mirando a Eva. “Vete Eva, a no ser que quieras ver esto” –le dije. Eva me obedeció. Sin saber si aún me miraba o no, me quité la túnica y caminé hacia él. “Esto es lo que soy Padre, siempre lo supiste y aun así me llevaste con las sacerdotisas. Ahora no tienes a una sacerdotisa como hija” –le dije. Él me observaba con esa mirada lasciva que siempre vi en sus ojos cuando me miraba. “Estar conmigo, te costará cuatro bolsas de monedas, ya que soy un gusto caro para muchos. ¿Estás dispuesto a pagar ese precio?” –le dije mirándolo con repulsión. Se puso de pie y de su cinto sacó las cuatro bolsas y las puso sobre la mesa. Sonreí con lujuria y liberé su verga, lo masturbé hasta que se puso dura y me senté sobre ella.

 

“Ahora soy una zorra capaz de follarse a su propio padre, y existe gracias a ti” –le dije mientras lo cabalgaba con lujuria, él puso sus manos en mi culo siguiendo mi ritmo. “Vamos, Duque, demuestre que tan hombre es y haga gozar a esta puta” –le decía. En sus ojos se veía placer y desenfreno, me calentaba ver esa mirada perversa. Sin hacer que me baje me colocó de lado y siguió metiéndomela mientras acariciaba mis tetas. “Mmmmmmm, Duque, usted sabe coger, pero quiero más” –le decía. Eso lo calentaba más porque aumentaba su ritmo llegando hasta el fondo. Cada embestida me causaba placer, pero seguía pidiéndole más. Me tomó y me puso en cuatro. “Si quieres usar mi culo son dos bolsas con monedas más” –le dije. Metió su verga en mi vagina que rebosaba de humedad y me la metía tan fuerte que me hacía gemir. Se aferró con fuerzas a mis caderas mientras aumentaba sus embestidas. De pronto, se detuvo y la metió en mi culo. “¡Oh que placer!” –gemía descontrolado. Entonces era mi turno, empecé a moverme rápido, cosa que ni siquiera pudiera respirar. “¡Voy a acabar!” –gritaba con lujuria. “Hágalo Duque, usted pagó por placer, no se contenga” –le dije. A los pocos minutos tenía mi culo inundado por su semen. Se arregló su ropa y dejo las otras dos bolsas con monedas sobre la mesa. “Ves Padre, solo así te darías cuenta que criaste a una puta” –le dije. “Volveré” –me dijo. No supe de él por un tiempo. Hasta que un mensaje llegó desde su castillo para mí. Decía que debía estar prepara porque un centenar de soldados había salido para invadir el burdel y las órdenes eran traerme cautiva, y no dejar con vida a quien se opusiera.

 

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®


4 comentarios:

  1. Que exquisito relato, las escena y la historia son un deleite👌la prolijidad en cada párrafo hacen una lectura muy amena, espero cada uno de sus relatos caballero, siga así. Saludos

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  2. La parte del sexo entre las 2 mujeres es especialmente candente al igual que con el papá!!! Gracias

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  3. Infierno L©Fiorella de Mr. P18 de junio de 2023, 10:24 p.m.

    Sabes que me gustó mucho
    Esta saga tiene un encanto particular.
    Ya te lo había dicho.
    Se cuán dedicado eres con cada relato y es un placer ver siempre los resultados en cada entrega.
    Me encanta que me hagas parte de tus proyectos
    Porque sabes muy bien que cuentas con todo mi apoyo
    Tienes un talento increíble con las letras mi amor. 😘

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  4. Me encantó este relato cada parte encierra lujuria y placer y hacerles sentir demasiado putas y cogerlas así sin remordimiento alguno
    Como siempre exquisito Caballero

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