Entradas populares

martes, 13 de junio de 2023

16. Como me convertí en Daniela

 

Hola, soy Daniel y tengo 18 años. Vivo en un pequeño pueblo en una casita con jardín y piscina junto con mi madre María y mi hermana Eva que es dos años más pequeña que yo. La relación entre Eva y yo nunca ha sido buena, siempre andamos discutiendo y Eva en muchas ocasiones termina recurriendo a mamá que normalmente le da la razón a esa mocosa malcriada, pero ese día lo que se suponía que iba a ser un castigo resultó que para mí supondría un premio. En primer lugar decir que desde hace unos años me encantaba probarme a escondidas la ropa de mi hermana o de mi madre, siempre que podía tomaba una de sus bragas y me escondía en mi cuarto para probármelas, lo mismo hacía con los sujetadores y cuando me quedaba solo me vestía completamente de mujer, me encantaba ponerme unos panties y sentir su suave tacto en contacto con mi piel y luego ponerme encima un vestido ajustado de mi madre y mirarme en el espejo con esa ropa sentía una, sensación indescriptible.

Pues bien, como les decía ese día tuvimos una pequeña trifulca mi hermana y yo y cuando se lo contó a nuestra madre, enseguida vino a por mí para castigarme. Resignado escuché su sentencia: “Daniel, si sigues haciendo rabiar a tu hermana y en vistas de que los castigos que te he impuesto no sirven para nada, la próxima vez te castigaré obligándote a vestir de mujer durante un día, así te sentirás humillado cuando te vea tu hermana y espero que dejes de hacerla rabiar”.

Cuando mi madre dijo eso sentí en mi interior una enorme excitación. Solo pensaba en ir a hacerle alguna jugarreta a mi hermana, salí corriendo, tomé su móvil y lo tiré al suelo, quedando destrozada la pantalla. La miré de manera maquiavélica y le dije: “Anda niña llorona a contarle a mamá”. “Eres un desgraciado”  –me dijo. Mi hermana, salió corriendo para ir a contárselo a mamá. “Daniel, ¿es verdad que ha tirado el móvil de Eva?” –me preguntó con seriedad. “Mamá, no lo hice con maldad, se me cayó sin querer” –le contesté. Obviamente no creyó ni respuesta y yo reforcé mi punto, diciendo: “Tú siempre le crees todo a Eva, ella puede estar mintiéndote y no te das cuenta”. En ese momento los colores en el rostro de mi madre se transformaron en un rojo furioso y dijo casi a los gritos: “¡Te lo advertí Daniel! ¡Ya sabes cuál es el castigo! ¡Ve a tu habitación que ahora voy para allá!”. No tenía miedo, sabía que iba a disfrutar de ese castigo que me seria impuesto, ella pensó que lloraría y suplicaría pero me fui en silencio, demostrando que asumía la culpa y el castigo. Pasaron alrededor de cinco minutos cuando llegó a mi habitación, venía con las manos llenas de ropa, la dejó encima de mi cama; en esos momentos al ver allí unas bragas, un sostén, unos panties, una falda y una blusa, mi miembro crecía y se endurecía.

“¡Desnúdate Daniel! Hasta mañana sábado estarás castigado” –dijo ofuscada. “¡No mamá por favor!” –le dije. Sabía que no me levantaría el castigo, así que aprovechaba para disimular como que no quería vestirme con esa ropa. “¡Dije que te desnudes! Si no lo haces, te desnudo yo” –me dijo con su tono serio. “Mamá, me da vergüenza desnudarme en frente de ti” –le dije. Me miró a los ojos y dijo: “Vergüenza, ¿de qué? Te he visto desnudo desde siempre. Pudiste haberlo pensado bien lo que hacías Daniel, ya estabas avisado” –dijo. Después de quejarme un poco para no dar la sensación de que estaba deseando ponerme esa ropa, comencé a desnudarme como ella lo había ordenado. Cuando sólo me quedaban los calzoncillos, me di cuenta que seguía mi miembro igual de erecto que al principio, al ver mi madre que no terminaba, tomó mis calzoncillos y me los bajó ella misma. “Vaya, parece que tienes a tu pequeñín excitado. A ver si te va a gustar ponerte ropa de mujer” –dijo mientras se reía. “¡Mamá, por favor, deja de humillarme!” –le dije, aunque en el fondo me gustaba. Mi miembro estaba por reventar al escuchar la manera en que me trataba. No quería que se detuviera, quería que me tratara como una niña malcriada.

Me puse las bragas, por cierto unas bragas que alguna vez me había probado a escondidas, las reconocía y me gustaban mucho por el tacto que me proporcionaban en contacto con mi pene. “No se te baja la erección. Eres una nenita caliente Danielita” –me dijo mientras tomó mi pene en su mano entre su braga. “¿Qué vas a hacer mamá?”-le pregunté. “¡Cállate la boca!” –dijo. Empezó a moverlo lentamente. “¡Mamá, por favor detente!” –le dije, pero sin la intención de que se detuviera, ya que me gustaba masturbarme con su ropa puesta y quería que fuera ella quien lo hiciera. No podía disimular mi cara de placer al sentir la tibia mano de mamá masturbándome, no solo eso, estar con sus bragas puestas mientras lo hace para mí es un deleite. “¡De verdad estás caliente! ¿Te gusta como mami te pajea?” –me dijo sonando llena de morbo. No podía decir nada, porque estaba jadeando. “¡Contéstame Danielita!” –me ordenó. Intenté ordenar mis ideas para responderle, pero de mis labios salió un sí mezclado con gemidos y espasmos. Su ritmo se hizo desenfrenado y mis gemidos intensos, estaba a punto de acabar, al darse cuenta, se detuvo y me bajó las bragas, acercó mi miembro a su boca. “Puedes acabar Danielita y darle esa tibia leche en la cara a tu mamita” –dijo. Al escuchar esa dulce voz llena de lujuria exploté casi sin darme cuenta, llenando la cara de mi madre con semen, recogiendo hasta la última gota con su legua. “Vaya si eres una niña traviesa” –me dijo esbozando una sonrisa.

Después mi madre me pasó el sujetador por los dos brazos y ella misma me abrocho los corchetes de la espalda. A continuación me hizo que me sentara en la cama y poniéndose de rodillas me empezó a colocar las medias, primero en la pierna izquierda y luego en la derecha, cuando las tenía justo por debajo de la rodilla, me hizo ponerme en pie y continuó subiéndolas hasta por encima de las bragas y llegando incluso a cubrirme el ombligo. Después me puse la blusa tenía los ojales en el lado contrario que mis camisas y al ver mi madre que tardaba mucho en abrochármela, ella misma me la abrocho, por último me hizo levantar un pie del suelo y después el otro y me comenzó a subir la falda. “¡Date la vuelta!” –me ordenó. Me di la vuelta mientras metía la blusa por dentro de la falda, después subió la cremallera que tenía la falda en la parte trasera y abrochó un botón que tenía.” Mírate al espejo” –me dijo. Cuando me vi con aquella minifalda ajustada y debajo unos panties color carne quería ir al baño para masturbarme, me sentía tan caliente que hasta mi culo palpitaba, pero enseguida dijo mi madre: “Voy a buscar unos zapatos de tacones que te quedaran preciosos”. No se demoró mucho en volver. “Toma cálzate esto y desde este momento hasta que te levante el castigo serás Daniela. Ahora vamos a la sala para que te vea tu hermana Eva” –dijo y salimos de mi habitación.

Yo no cabía en mí de calentura y placer, salir de mi cuarto vestido así era ver cómo se cumplía uno de mis sueños, llegué a la sala y mi madre le dice a Eva: “Mira a Danielita, si se porta bien mañana le levantaré el castigo pero si sigue haciéndote rabiar, me lo dices y será Danielita todo el fin de semana, incluso para ir a misa el Domingo”. Cuando oí lo que decía, ya estaba pensando en que hacer para seguir castigado hasta el domingo. “Hola Danielita” –me dijo Eva sonriendo y sintiéndose ganadora una vez más. “Hola” –le contesté bruscamente. “Danielita, tienes que hablar con una voz más dulce, no puedes poner esa voz que acabas de utilizar” –dijo mi madre rápidamente. “Perdona mamá, así lo haré” –contesté poniendo una voz más aguda. ¿Puedo ir al baño mamá? Me estoy meando” –le dije. Ella me miró con los mismos ojos que en mi cuarto y me preguntó: “¿Te estás meando o quieres ir a pajearte?”. No supe que responder en ese momento, me había descubierto. Bueno, dicen que las mamás conocen a sus hijos y creo que ella con lo que ya había visto se hizo una idea de mis gustos y pienso que le gustaba como me veía vestido así. Estaban apareciendo inclinaciones que tenía guardadas pero que ella con este castigo que me impuso sacó al exterior. La miré con ojos morbosos y sonreí, ella me dijo: “Si quieres masturbarte hazlo aquí delante de nosotras”. No podía creer lo que oía, ni que Eva pusiera oposición a los deseos de mi madre. Obediente a la petición de mi madre, me subí la falda, le dijo a Eva que me bajara las panties y las bragas, quedando mi verga a vista de ambas. Me tumbé en un sillón y me dispuse a satisfacer el deseo de mi madre. Me sentía perverso masturbándome delante de ellas, nunca se me había ocurrido algo así, aunque si en algunas ocasiones dejaba mi semen en las bragas de Eva o de mi madre por el morbo de vestirme con ellas puestas. “Daniela es muy traviesa” –dijo Eva riendo. “Sí, pero es nuestra traviesa” –le dijo mi madre. ¡Oh que rico saber que me consideraban una mujercita perversa! Mamá me miraba y pasaba su lengua por sus labios, quizá recordando que momentos antes le había dejado mi semen en su cara.

Aumenté el ritmo de mi mano para que vieran que era obediente, mi hermana tenía sus manos en sus pechos, que para su edad eran casi tan grandes que los de mamá. “¿Te gusta lo que hace Daniela?” –le pregunta mamá. “Sí, demasiado. Me gusta tener una hermana con pene y que se masturbe para que lo vea” –le contesta. Mi madre sonrió de manera maliciosa y me dice: “Es la única forma para que te portes bien”. “Lo sé mamita, me gusta obedecerte, me provoca ser tu niña traviesa” –le respondí. “¡Veré qué tan traviesa puedes ser Daniela!” –me dice. Estaba dispuesto a hacer cuanto me pidiera en ese momento, ya que mi calentura esa más que mi razón. Le quitó la blusa a Eva, dejándola solo con el sostén puesto, ella no protestó, solo se dejó llevar. “Si quieres tocarte mejor las tetas, debes quitarte el sostén hija” –le dice. Mi cabeza iba a explotar, no solo era yo parte de ese juego morboso de mi madre, sino que Eva también. Ahora entiendo porque siempre la defendía y creía todo lo que le decía de mí, ya que ambas venían jugando así quien sabe de cuánto tiempo. Seguía masturbándome viendo como mi madre le quitaba el sostén a mi hermana. Eva tenía sus pezones duros, sensibles al estímulo de las manos de mamá, quien los tomaba con delicadeza y apretaba, arrancando pequeños gritos de placer en mi hermana. Estaba casi al borde de acabar, pero me detuve para observar mejor ese juego perverso de ambas.

Estaba tan caliente viendo que no perdía ni un morboso detalle de lo que ocurría ante mis ojos. Mi madre con naturalidad pasaba su lengua por los pechos de Eva, que disfrutaba de esas lamidas en sus duros pezones. Me empecé a masturbar lentamente viéndolas. Mamá se quitó la polera que tenía puesta y el sostén, se veía tan sensual que mi verga parecía hincharse al deleitarme con esa magnífica vista. “Danielita, ¿te gustas las tetas de tu mami?” –me preguntó. “Sí, se ven deliciosas como las de Eva” –le respondí. “¡Ah, niña pervertida!” –me dice con una sonrisa. En cosa de minutos estaban desnudas en el sofá y mi mamá lamia la vagina de mi hermana, ella gemía al sentir como esa lengua la recorría por completo bebiendo sus tibios fluidos. No aguantaba la calentura, pero debía comportarme como una niña buena, ya que no me habían invitado a su fiesta privada, aunque estaba ahí viendo. Estaba preso de la lujuria y mi madre lo sabía, me mira y hace una seña para que me acerque. Me puse de pie y fui donde ellas, me hace que me acomode frente a Eva para que me chupe la verga. “Daniela, tienes una verga apetitosa” –me dice Eva, mientras la toma con una mano y pasa su lengua lentamente desde la punta a la base. Se la tragó completa, haciendo gemir. “Sí que sabes chuparla” –le dije. Los dedos de mamá invadieron la vagina de mi hermana, que se retorcía de placer sin dejar de chupármela. Ella me masturbaba mientras la chupaba más rápido. Mamá le dijo: “No lo hagas tan rápido, deja que Danielita disfrute como tú lo haces”. Al instante empezó a hacerlo más lento, lo que provocó más placer al sentir como sus labios envolvían mi verga.

Mamá levantó sus caderas como señal, entendí lo que quería, me quité la falda y las panties, me subí las bragas y saqué mi verga por un lado, entonces me acomodé detrás de ella y se la metí de una, su vagina estaba tan húmeda que no opuso resistencia. Me empecé a mover con fuerza aferrado de sus caderas, ella no dejó de meterle los dedos a Eva, sino que empezó más rápido, intentando seguir el ritmo de mis embestidas. Estábamos tan calientes disfrutando del placer que los tres gemíamos casi al unísono. “¡Eso Danielita! Dale duro a tu mamita” –me decía. Cada vez la penetraba con más intensidad, sentía que mi verga se hinchaba y palpitaba. Como si hubiéramos estado en completa sincronía acabamos deliciosa y perversamente, dejando mi semen en el interior de mamá, que respiró con alivio cuando sintió que mi esperma salió expulsado en su interior. Eva estaba jadeante y sudada, yo me encontraba en la gloria. “Aún no hemos terminado Danielita” –dijo mi madre. Me hizo ponerme en cuatro en el sofá mientras iba a la cocina, volvió con una zanahoria larga y gruesa, untó mi culo con su saliva y me la metió en mi hasta entonces culo virgen. “¡Me duele mamá!” –grité, pero a ella no le importó. Siguió haciéndola entrar casi por completo. Por un momento se detuvo regalándome alivio pero no duró mucho, ya que empezó con un violento mete y saca. De a poco el dolor se iba transformando en placer y ya estaba gimiendo como un marica al sentir la zanahoria invadiendo mi culo. “No se te olvide que eres una niña traviesa y las niñas traviesas disfrutan que les cojan el culo” –me dijo. “Es verdad mamá, mi novio cuando me coge lo hace también por mi culito y me encanta” –dijo Eva. “¡Así es hija! A mí también me gusta que me rompan el culo cuando me cogen” –le dice mama con una sonrisa. Mi culo resistía la manera en que mamá me metía la zanahoria, yo lo estaba disfrutando, me gustaba como entraba y salía. “¡Más rápido mamita!” –le decía. Comenzó con un ritmo frenético que me hacía imposible no gemir de placer, mi verga estaba igual de tiesa que hace unos minutos atrás y palpitaba de manera exquisita. No tardé mucho en tener un orgasmo en mi culo y a la vez eyaculé, esparciendo mi semen en el sofá. Mamá se sentía orgullosa de la perversa Danielita, y yo sentía que había hecho un exquisito trabajo complaciéndola. “¡Chupa la zanahoria, pequeña traviesa!” –me ordenó. No me dio asco hacerlo, al contrario la chupé con la guía de Eva y mi madre, que me enseñaron a como se come una verga.  Mamá me dijo: “Deja limpio el sofá y recoge el semen con tu lengua”. Mi corazón estaba a cien por hora, pero obediente lamí cada gota de semen que se desparramó en el sofá, me gustó su sabor y lo disfruté con delirio.

Me fui al baño, me miré una y otra vez al espejo, sentía mi culo abierto y esa exquisita sensación de haber sido cogido de manera tan perversa por mi madre y mi hermana, me hacía sentir satisfecho de lo que estaba viviendo. No me podía creer que me estuviera  pasando esto, con lo que lo había deseado ser feminizado y lo estaba llevando a cabo con libertad en mi casa. Me puse la falda, los panties, mojé un poco mi rostro y salí. Volví a la sala y mi madre me dijo que si me iba con ellas a dar un paseo. Les dije que no para que no sospecharan que me gustaba usar esa ropa, aunque ella ya sabía que así era,  pero lo que ella no tenía claro que iba a conseguir que me prorrogaran el castigo hasta el domingo y que me obligara a salir vestido de chica. “De acuerdo Danielita pues si te quedas en casa, aprovecha para ordenar tu cuarto que lo tienes hecho un desastre” –ordenó mamá. “De acuerdo mamá” –le respondí, pero ya sabía que no lo iba a hacer para que no me levantara el castigo. Me puse a jugar con la Play, cuando pasaron dos horas volvieron mamá y Eva de pasear. “Danielita, ¿qué haces jugando Play? ¿Ordenaste tu cuarto?” –preguntó enojada. “No mamá, no me dio tiempo, iba a ir ahora mismo” –le respondí de forma displicente. “¡Ahora mismo! Por desobediente estarás castigada una semana,  por no hacerme caso y como sigas así, te pasarás todas las vacaciones convertida en Danielita” –dijo con el enojo a flor de piel.

No cabía en mí de gozo, me acababa de castigar una semana para seguir siendo Danielita. Continúe jugando a la consola como si nada y pasé el día en casa, solo salía al patio a tomar un poco el sol, pero sin nadie que me viera. No había ningún vecino fisgón que se figara en el cambio que había tenido. Después de cenar me fui a mi cuarto a dormir. Cuando fui a ponerme el pijama no estaba donde lo había dejado y vi que encima de la cama había unas braguitas color beige y un camisón de tirantes. Rápidamente me quité el vestido, los panties y tiré el sujetador y las bragas al suelo y me puse mi nuevo conjunto de noche. El camisón era de flores pero se transparentaba y se podían ver la ropa interior que llevaba puesta, eran unas bragas altas nada sexys que me llegaban casi hasta el ombligo pero que a mí me excitaban igualmente.

A la mañana siguiente entró mi madre al cuarto y me despertó. “Vamos Danielita, a desayunar y ducharse o no llegaremos a misa” – me dijo. Salí a desayunar en camisón, mostrando mis bragas a través de él y allí estaba Eva desayunando. “Hola Danielita, que bien te queda ese camisón aunque las bragas se ve que son de mamá, son para gente más mayor, te voy a dejar algunas braguitas mías más juveniles en vista de que Danielita se va a quedar con nosotras unos días” –dijo mi hermana. Solo pensar que Eva me dejara alguna de sus bragas para usa me ponía caliente, ya que normalmente usaba tangas y braguitas brasileñas, siempre modelitos sexys y que no taparan mucho.

Desayuné y me fui a la ducha, cuando salí, en seguida mi madre me dijo: “Rápido Danielita ve a vestirte”. Fui a mi habitación, esta vez no tenía la ropa encima de la cama por lo que pensé que se habría arrepentido y no iría vestido de mujer a misa, pero mi sorpresa fue que cuando abrí el cajón donde guardaba mis calzoncillos, solo había bragas y sujetadores. Abrí el armario y habían desaparecido mis camisas y pantalones, en su lugar había varios vestidos, faldas y blusas. Tomé unas bragas y un sujetador, me los puse, cuando llamaron a la puerta, pensando que era mi madre le dije pasa, pero era mi hermana Eva. “Toma Danielita, aquí te traigo unas braguitas más juveniles, quítate esas bragas tan altas y ponte uno de estos tangas” –dijo. Se quedó esperando a que me las pusiera. Delante de Eva me quite las bragas que me acaba de poner y me hizo ponerme un tanga de hilo dental, en ese momento estaba a punto de acabar por el solo hecho de que mi hermana me estuviera observando, la erección que tenía era el reflejo de mi calentura. Ella se acercó por detrás y tomó mi verga con fuerza, lejos de asustarme, me quedé quieto. La apretó y me dijo: “Sé que eres un marica que le gusta vestirse de mujer, sé que te calienta que te llamemos Daniela, se te nota”. No dejó que me subiera la tanga y me masturbó. “Si no te gustara no la tendrías así de parada” –me dijo. Me tiró en la cama y quedé con el culo al borde de la cama, no desaprovechó el momento para meter sus dedos en mi culo. “¡Confiesa Danielita! Te calienta que follen el culo” –me decía.  Mi hermana conocía mi secreto y no lo iba a negar. “Sí, me gusta ser Danielita; también me gusta que me follen el culo, aunque ustedes han sido las primeras que me lo han partido. ¿Estás conforme con eso?” –le dije. “Sí, ahora termina de vestirte. ¿Qué te vas a poner para ir a misa?” –preguntó Eva mientras abría mi armario y tomando un vestido, me dijo: “Con este vestido irás muy guapa, anda póntelo. ¿Prefieres medias completas o con ligas?”. A mí llevar ligas me ponía a cien, así que le respondí con ligas. Abrió otro de los cajones y sacó unas que combinaban perfecto con el color de mi piel. Ahí comprobé que ella había cambiado con mi madre toda mi ropa porque sabía dónde se encontraban las cosas. Me puse las ligas con las medias y después el vestido. Era un vestido rosado claro, con la falda de vuelo que me llegaba hasta las rodillas, solo me faltaba el calzado y Eva dijo: “Te traeré unos zapatitos con un poco de tacón e irás monísima”. Me puse los zapatos que me trajo y ya estaba lista para salir de casa.

Nos dirigimos hacia la iglesia y en mí solo iba el pensamiento de que gracias a un castigo estaba cumpliendo otro sueño mío que era el salir a la calle vestido de mujer. Mucha gente se volteaba a verme, incluso hombres. Mi madre se había encargado de esconder los rasgos de mi masculinidad con el maquillaje, aunque había torpeza en mi andar por no estar acostumbrado a los tacones. Cuando llegamos a la Iglesia todos se quedaron viéndome, incluso el sacerdote. Una de las amigas de mi madre le dijo: “¡Acaso estás loca mujer! ¿Cómo se te ocurre vestir a Daniel como mujer y más encima traerlo a la Iglesia?”.  “¡Está castigado! Además, no tengo porque darte explicaciones, él ya es mayor de edad y está siendo responsable de sus actos” –le contestó. “Pero María, hay otras formas de haberlo castigado” –le dijo su amiga. “Lo sé pero este muchacho no entiende por las buenas ni por las malas” –respondió mi mamá. “No creo que sea la forma, pero tú eres la madre. En la iglesia será un centro de miradas que quizá no quieras. Sabes lo prejuiciosa que es la gente” –dijo la amiga. “Lo que la gente diga o deje de decir me tiene sin cuidado. Incluso me importa un bledo lo que el cura diga” –respondió mi madre.

La misa empezó, no podía concentrarme en las palabas del cura, ya que me fijaba que muchos de los hombres ahí presentes me miraban con descaro, me sentía una puta siendo objeto de miradas morbosas y otras no tanto, ya que algunas de las mujeres me miraban como si estuviera loco. Bueno, era la opinión de ellas, yo me sentía el centro de las miradas y eso me gustaba, ya que podía ver como señores supuestamente ejemplo de la comunidad me miraban como si quisieran coger conmigo. La misa terminó, todos se despidieron, el sacerdote tenía la costumbre de ponerse en la puerta para despedirse de todos los feligreses. Al verme, me estrecha la mano y me dice: “Daniel, ¿qué ocurre contigo? ¿Cómo se te ocurre venir a la Iglesia?”. Mamá se aproxima a responderle: “¿Le debería pasar algo? Simplemente está pagando un castigo que le impuse”. Entiendo María, pero que venga vestido así no está bien. Te excediste con el castigo” –le dijo. “La manera en que yo castigue a mis hijos es mi problema. Además, es mayor de edad” –respondió ella. “Como es mayor de edad, no creo que tengas problemas en conversar conmigo Daniel” –dijo el sacerdote. “No Padre, por mí no hay problema, pero soy Daniela” –le dije. “Te esperamos en el auto” –dijo mamá.

Una vez que se despidió de todos los feligreses, fui con el cura hasta la oficina que tenía detrás del altar. “¡Toma asiento!” –me dijo con cara de pocos amigos. “Dígame Padre” –le dije. Lo que decía a tu madre por lo menos a mi juicio no es correcto, no puede hacerte venir así a la Iglesia por más castigo que sea” –dijo él en tono serio. “Tal vez para usted no sea normal, pero para mí si lo es” –le respondí. “¿Cómo? ¿Consideras normal vestirte de mujer?” –me preguntó. “Claro, son mis gustos y contra eso no voy a ir en contra. Además, lo más bien que me miró cuando llegué y no dijo nada” –le respondí. “¿Por qué dices eso?” –preguntó. “Padre, se le notaba en los ojos la sorpresa y si le pareció mal me hubiera dicho algo antes” –le respondí con una sonrisa coqueta. “¡No sabes lo que dices!”-dijo. “Sí lo sé, de lo contrario no estaríamos solos ahora. Cree que no me doy cuenta que me mira las piernas” –le dije incitándolo. Me puse de pie y levanté un poco mi vestido, ya tenía la atención del cura donde la quería. “¿Prefiere verme de Daniel o Daniela?” –le pregunté. “Repito, no sabes lo que dices” –respondió. “¿Por qué agacha la mirada? ¿Le provoca algo verme así?” –le insistí. “No imaginé que fueras así” –respondió. “¿Así como Padre? ¡Dígame!” –le pregunté invadido por el morbo. Me miró a los ojos y respondió: “Qué te guste vestirte de mujer y que además te veas tan bien”.

Me levanté un poco más el vestido y le pregunté: “¿Le gusta así?”. Se levantó en silencio y se dio una vuelta detrás de mí. Sentí como sus ojos se clavaron en mis nalguitas. Me puse demasiado caliente imaginando lo que el cura hacia detrás de mí. “Se te ve muy bien el culo con el vestido” –me dijo. “Gracias Padre” –le contesté. Me hizo darme vuelta y me indicó que me pusiera de rodillas, tenía perfectamente claro lo que debía hacer, se desabrochó el pantalón y sacó su miembro. De forma sensual pasé mi lengua por su glande. Era la primera vez que me comía una verga y lo iba a disfrutar con todo mí ser. Me la metí completa en la boca, casi me ahogo al tenerla toda dentro, pero era algo exquisito. Mi erección no la podía esconder, así que hice la tanga a un lado y me empecé a masturbar mientras le comía la verga al cura. Era una escena de lo más caliente, la cara del sacerdote estaba llena de lujuria, sobre todo cuando me vio masturbándome. Me dejó seguir probando su deliciosa verga sin problemas, ya había conseguido un ritmo que era excitante para ambos. Él me tomaba de la cara y me decía: “Chupa Danielita, se ve que sabes hacerlo”. Me hizo ponerme de pie y me apoyó sobre la mesa de la pequeña oficina, me levantó el vestido hasta la cintura, me quitó la tanga y dejó mi culito al descubierto. “¡Cójame Padre! He sido una putita muy mala” –le suplicaba. Él reía como si el mismo diablo se estuviera dando un festín al verme deseoso de verga. Mi culo palpitaba al son de mis gemidos, el cura no se hizo esperar y me la metió de un solo golpe. “¡Ay Padre, qué rico! Cójame el culo con fuerza!” –le decía. Me la metía con fuerza tomado de mis caderas. Me sentía en la gloria gozando por primera vez de una deliciosa verga por mi culo. “¡Eso Padre, por el amor de Dios, cójame!” –le pedía. Me nalgueaba en cada embestida y mi culo ardía por su verga que taladraba mi ano. Casi al borde del orgasmo se detuvo. Me dio vuelta y al ver que mi verga estaba tan dura como la suya, el muy cerdo se inclinó y me la chupó. “No sabía que le gustaba comer verga Padre” –le dije. Él solo siguió chupando y masturbándome de manera perversa.

Sin darme cuenta, ya que estaba perdido en la lujuria del momento, acabé en su boca. Él no pareció enfadarse; al contrario, le gustó sentir la tibieza de mi semen en su boca, porque lo tragó completo. Volvió a voltearme y me dijo: “Te vas a ir con el culo lleno de semen, por ser una zorrita”.  “¡Sí Padre, sígame cogiendo el culo! ¡Esta zorrita quiere sentir el culo lleno de semen!” –le decía. Otra vez tenia invadido el culo por su verga y era embestido con fuerza. Estaba delirando de placer, gimiendo descontrolado. “¡Mueve el culo Danielita!” –me decía. Intentaba seguir sus diabólicas embestidas. Mis gemidos se hacían más intensos al sentir como la verga del cura se hinchaba en mi culito. Al fin pude sentir como la verga del sacerdote se descargó en mi interior, regalándome su semen que llenó mis entrañas. La dejó por un momento dentro, hasta que dejó de palpitar. Me puse de rodillas y se la chupé para sentir el sabor de sus fluidos mezclados con mi culo. Me puse la tanga y le di un beso apasionado al cura, no se negó, al contrario, lo respondió con lujuria aferrado a mis nalgas. “No hagas esperar más tiempo a tu madre Danielita” –me dice.

Al llegar al auto, Eva y mi madre me esperaban. No tuve que decir nada, sabían perfectamente lo que había pasado. “¿Parece que lo pasaste bien con el cura Danielita?” –me preguntó Eva. Solo sonreí. “Traes una cara de puta que no te la puedes hija” –dijo mi madre. Después de darles los escabrosos detalles, mi madre dijo: “Sabia que el cura es igual de marica que tú”. “¡Ay, mamá!” –le dije. Nos reímos y regresamos a casa. Ahí le dije a mamá: “No quiero dejar de ser Daniela, me gusta, me siento toda una mujer”. “Lo sé hija. Puedes ser Daniela cuando quieras o de forma permanente” –me dijo. “¡Sí! Como Danielita eres más simpática, hasta dan ganas de cogerte. Como Daniel nunca se me hubiera pasado por la mente dejar que me toques una teta” –dijo Eva. “Tiene razón tu hermana” –dijo mamá. Me sentí feliz de que me aceptaran como soy y que despertara cosas en ellas.

Pasó el tiempo, juntamos dinero, y fui a ver a médicos que pudieran cambiar mi apariencia, la única condición de mi madre y Eva fue que me dejara el pene, ya que les entretenía tanto como a mí hacer cochinadas en casa. Ahora soy conocida como Daniela. Antes sin las operaciones y el estrógeno despertaba mirada lujuriosas en los hombres, ahora con mayor razón. También me la paso yendo seguido a la oficina del cura para que vea mi cambio y pueda disfrutar de mis tetas, mi culo y mi verga.

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®

5 comentarios:

  1. InfiernoLujurioso©FiorellaD'Mr. P13 de junio de 2023, 7:52 a.m.

    Interesante trama, no cabe duda que tu creatividad es excelente.
    Morboso, explicito, me encanta lo pecaminoso sabes que tengo un gusto especial con los lugares sagrados para portarnos mal🔥
    Como te dije me gusta que te arriesgues a a escribir cosas diferentes
    Y a explorar diferentes temáticas
    Siempre te lo he dicho tienes un gran talento.
    Excelente relato amor😘

    ResponderBorrar
  2. Muy buen relato, me ha gustado
    Fusionar la perversión con la libertad del ser es exquisito para quien lo disfruta.
    En hora buena
    Saludos a los dos. Me gusta el contenido que publican.

    ResponderBorrar
  3. Exquisito relato caballero, espero que siga así y saludos 🤗 👏👏👏👏👏🔥

    ResponderBorrar
  4. Wao un relato no muy común pero delicioso y muy mórboso como siempre buen relato Caballero

    ResponderBorrar