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jueves, 8 de junio de 2023

14. La sensual desconocida

 

Hace días había conocido, mejor dicho visto una chica espectacular caminando por uno de los barrios bohemios de Santiago. Su sonrisa era preciosa, un cuerpo de ensueño, con una mirada capaz de atrapar y seducir. Lástima para mí que no había tenido la valentía de acercarme y hablarle, ya que siempre he sido algo vergonzoso. Así que solo quedaron unas miradas furtivas en dónde creo que nuestras miradas chocaron o unas sonrisas al aire.

Por alguna razón que no entiendo volvía todos los fines de semana y caminaba por la misma calle con la finalidad de encontrarla y volver a tener eso tan maravilloso que sentí cuando la vi por primera vez. Una Budweiser en la mano y un cigarrillo en la otra eran mis acompañantes cada fin de semana sin tener resultados. Había perdido la esperanza y bueno, tal vez ni siquiera era de aquí, seguir atado a un fantasma de una noche no resultaba emocionante; así que di el asunto de la chica hermosa cerrado. Decidí quedarme un rato más en el bar y beber otra cerveza. De pronto, la veo, se sienta al lado mío, me sonríe y dice: “Hola”. Cómo buen caballero respondí su saludo. “¿Quieres tomar algo?” –le pregunto. “¿En serio? ¿Cuánto me va a costar?” –responde con preguntas. “No quise faltarte el respeto, solo te estoy invitando un trago por ser amable, no quiero que me pagues de ninguna forma” –le dije. “No te enojes, estoy bromeando” –dijo con una sonrisa. “Ya me había asustado. Sé que hay tipos que buscan más que beber un trago con una chica, pero no son esas mis intenciones” –le dije en tono sereno. Charlamos tranquilamente mientras la música del bar resonaba. “Back of my mind”, de Two Feed se volvió una canción cómplice para nosotros. Después de una media hora de charla entre cervezas, me dice: “Me tengo que ir. Gracias por el placer de permitirme conocerte un poco y por ser un caballero”. Me sentí triste, ya que esperaba superar mi vergüenza y decirle que desde el primer fin de semana estaba como loco buscándola. Se despidió con beso en la mejilla y me dijo que se llamaba Francesca. “Encantado, me llamo Simón” –le dije. “Bueno Simón, será hasta volvernos a ver”. Se levantó y salió con un sensual caminar. Al igual que La Cenicienta se alejó pero no dejó “la zapatilla de cristal” para encontrarla.

Volví a mi casa pensando, tal vez eran solo cuentos que imaginaba en la mente y ella solo buscaba alguien con quien charlar. Como un idiota volvía todos los fines de semana al bar con la remota esperanza de encontrarla pero solo había desilusión. No podía estar obsesionado por un fantasma, me lo repetía pero los viernes y sábado estaba sentado en la barra del bar mirando a la puerta, tanto que ya ni siquiera el bartender me preguntaba que quería para tomar, me veía llegar y abría una Budweiser para acompañarme en mi amarga búsqueda. Estaba en mis pensamientos cuando una hermosa rubia se sentó a mi lado. Vestía jeans y una polera que mostraba parte de su abdomen. Miraba la hora en su celular y miraba a la entrada como si esperara a alguien, tenía cara de enfado, parece que la persona que esperaba estaba retrasada. “Disculpa. ¿Puedo invitarte algo de beber?” –le dije. Me miró y sonrió pero no dijo nada. Al menos hice el intento de ser cortés pero creo que mi ánimo no estaba para sociabilizar tampoco. Salí a la entrada para fumar un cigarrillo cuando llegó a mi lado. “¿Tienes fuego?” –me preguntó. Saqué mi encendedor y encendí su cigarrillo. Dio unos pasos más adelante y sacó su celular, escribió un mensaje y lo guardó. “Perdona por ser maleducada” –me dice. “Pierde cuidado, todo bien” –le respondí. “Sé qué estás siendo amable pero estoy enojada con mi amiga que me invitó a venir y no ha llegado” –dice con un poco de vergüenza. “No te preocupes, entiendo. A nadie le gusta que lo dejen plantado, estaría igual de ser tú” –le dije. La charla duró lo que duró el cigarrillo, le dije: “Aún la invitación sigue en pie”.  Aceptó beber un trago conmigo y nos sentamos en la barra.

Me contó que estaba de visita en la casa de unos familiares y que iba a pasar un tiempo acá ya que estaba en conversaciones con una empresa de marketing y si todo salía bien con el tema del sueldo seria la gerente general. “¿A qué te dedicas?” –me preguntó. Le conté que trabajo en la administración de edificios y condominios, que mis clientes son edificios de oficina y de viviendas en todo Santiago. La charla se hacía amena, incluso nos reíamos de tonterías y de mis chistes malos. “¡Qué maleducada soy! Estoy hablando contigo y no te he dicho mi nombre” –me dice con una sonrisa. Me llamo Simón” –le dije. “Mucho gusto Simón, soy Mariela” –dice. “El gusto es mío Mariela” –le dije en tono ceremonioso. La charla siguió por unos minutos y me dice: “El bar me gusta, pero te propongo una cosa”. A ver, cuéntame, soy todo oídos” –le respondí. “Viernes por la noche y podríamos hacer algo para hacerlo interesante” –dice mirándome a los ojos. “¿Qué propones?” –le pregunto. Piensa por unos minutos y responde: “Fácil, salgamos de aquí y vemos una manera”. “Me parece interesante” –le dije. Pagué lo que habíamos bebido y salimos. Caminamos por un parque que estaba cerca, lo raro es que no hubiera nadie alrededor a pesar de ser un barrio bohemio que estaba con vida.

Nos detuvimos al lado de un árbol gigantesco, en mi mente pensé en todas las historias de las que fue testigo porque para su altura debe estar ahí desde siempre. Su tronco era ancho y se notaba el paso del tiempo en él. Se apoyó en el árbol y me pregunta: “¿No me vas a besar?”. Venciendo mi timidez, me acerqué y la tomé de las caderas, la apegué a mí y la besé con un poco de torpeza; lo bueno es que a ella no le importó y cruzó sus brazos por mi nuca para besarnos ya con lujuria, mis manos recorrieron sus nalgas firmes. Se notaba que a Mariela le gustaba la forma en que la tocaba, ya que no protestó; al contrario, siguió jugando su lengua en mi boca. Mis manos se deslizaron entre su polera hasta llegar a sus senos. Ella dio un suave gemido al sentir como mis manos se posaban en sus pechos. Ya no había besos, sino caricias llenas de lujuria y deseo. No importaba que estuviéramos al aire libre, eso hacía más excitante ese jueguito de “hacer la noche más interesante”. Desabroché su jeans, metí mi mano buscando su sexo, ella gemía al sentir como mis dedos hacían el recorrido por la tela de sus bragas, notaba que ya estaba húmeda, mientras que yo disfrutaba de eso momento como lo hace un niño con un juguete nuevo.

Mariela se aferró con fuerza al árbol y gimió descontrolada, mientras mis dedos acariciaban de forma desesperada su clítoris. La noche estaba perfecta para comportarse de manera perversa y dejar salir esos demonios que rondan nuestros deseos más eróticos. Le bajé el jeans y las bragas, la hice que se girara, se abrazó del tronco del árbol y me dijo: “Métela y hazme gozar”. Bajé el cierre de mi pantalón y me acomodé en la entrada de su vagina, una embestida bastó para meterla de una. “¡Oh, mierda. Qué rico!” –dijo mientras yo comencé a penetrarla con desesperación, esa mezcla de adrenalina y excitación eran la mezcla precisa para encender nuestras bajas pasiones y desatar la locura y el éxtasis en ambos. “¡Eso, así, dame duro!” –decía mientras me aferraba a sus caderas para seguir con mi perversa faena. Ella intentaba seguir el ritmo de mis embestidas, se movía de manera sensual gimiendo y diciendo lo rico que se la estaba metiendo. Al cabo de unos minutos ella estaba acabando, presa de un delicioso orgasmo, al poco tiempo también acabé dejando mi semen entre sus nalgas. Con sus nalgas llenas de semen se subió las bragas y el jeans. Sonreímos de manera perversa y nos besamos con lujuria. Se había hecho tarde y debía volver a su casa con la promesa de reencontrarnos el próximo fin de semana en el bar y disfrutar de otro momento lujurioso.

La semana pasó volando, llegando el día indicado previamente; me arreglé y salí hacia el bar, llegué antes de la hora, ya que alojaba un poco de esperanza de encontrar a Francesca. Estaba en la barra, cuando la veo entrar, ella también me vio y sonrió, se acercó y me saludó con un beso en los labios; me quedé sorprendido por su acción que no esperaba. Se sentó a mi lado. “La noche está para un whisky, ¿no crees?” –me dijo mirándome a los ojos. “Por supuesto” –le dije.  Pedí dos vasos con Johnny Walker Blue Label, sin nada de hielo. “Tienes gustos caros, querido” –me dijo con una sonrisa. “Como tú dijiste que la noche está para un whisky, debe ser uno para disfrutarlo y que mejor que este” –le respondí. “Me parece bien, buena elección” – dijo dando un sorbo. “¿Has hecho al interesante?” –me preguntó. “La verdad había conocido a alguien con quien tuve una noche fenomenal pero no he podido sacarte de mi cabeza” –le respondí. “¿De verdad? ¡No te creo! Habiendo tanta chica linda por aquí y te fijas solo en una” –me dijo. “Bueno, es así, estás en tu derecho de creerme o no” –le dije con un poco de vergüenza. Tenia razón. Mariela es una chica que cualquier hombre quisiera tener. Bebimos el whisky, empezó a sonar nuestra canción cómplice de cuando nos conocimos. “Por alguna razón, cuando escucho esta canción te recuerdo desconocido” –me dijo con una sonrisa traviesa. Me reí también, sabíamos perfectamente nuestros nombres, no me molestó en lo absoluto, solo me dio risa. “¿Te parece si salimos?” –sugerí. “Claro desconocido” –me respondió.

Salimos y dimos una vuelta, hasta que llegamos a un pequeño callejón. “¿Por qué me llamas desconocido si sabes mi nombre?”-le pregunté con curiosidad. Ella me miró y respondió: “A lo mejor no recuerdo tu nombre porque necesito un estímulo”. No alcanzó a terminar la palabra cuando ya la estaba besando. Apreté mi boca contra la suya y al segundo siguiente noté que besaba con una sonrisa. La llevé contra la pared de aquel callejón desierto y saboreé sus labios con avidez. Me atrajo contra su cuerpo y mis manos se escurrieron dentro de su diminuta blusa. Acaricié su piel tibia con mis dedos, queriendo sentir cada centímetro. No llevaba sostén, sus hermosas  tetas no lo necesitaban. Sentí sus pezones pequeños duros en las palmas de mis manos. Sentí las suyas, frías, buscar calor entre mi camiseta y mi piel. Busqué su cuello y lo dejó indefenso para mí. Lo besé, lo mordí y su primer jadeo hizo que mi miembro palpitase de manera salvaje, rozándose contra su vientre a través de mi pantalón.

“Vámonos” – susurró ella, mirándome con ojos de fiera.  La tomé de la mano, corrimos entre sus risas y nuestros besos furiosos. Nos subimos al primer taxi que vimos. Qué importaba que la rubia estuviera esperando?. Nada importaba, ni el conductor echando miradas indiscretas a lo que pasaba en la parte de atrás de su taxi. Viendo por el retrovisor como nos besábamos y manoseaba a Francesca. Llamé a Mariela y le dije que se me había presentado algo, que me disculpara por no llegar a la cita, ella entendió y me dijo con resignación: “Para otra vez será”. También llamé a casa para que Carla, una amiga que se estaba quedando me abriera la puerta ya que había dejado las llaves, en ese momento solo importaban nuestros cuerpos. Cerré la puerta de la habitación  y ella ya me estaba quitando la camisa. Estábamos frenéticos, deseos, con la lujuria corriendo por nuestras venas. Entre beso y beso nuestras lenguas peleaban furiosas, la una contra la otra y a la vez recorrían cada espacio de piel. Sentir su mano tanteando mi miembro fue la gota que derramó el vaso: levanté su top y por primera vez vi sus pequeños pechos desafiándome. Los apreté, los sentí, los acaricié, me llevé uno de sus pezones a la boca y lo devoré. El otro recibía las atenciones de mis dedos, y su voz tembló. Sus manos pequeñas y hábiles forcejearon con mi cinturón y pronto ganaron la batalla, dejando caer mis pantalones al suelo y bajando mi bóxer, húmedo ya de mi líquido pre seminal. También quise ganar y bajé sus pantalones. No pensamos en si era o no una forma torpe de desnudarnos: solo nos sobraba la ropa.  Ella me empujó sobre la cama y se sentó a horcajadas apretando su entrepierna contra mi verga que estaba enloquecida. Sentí su vagina  húmeda y caliente a través de la tela de su tanga. Ella gimió cuando hice el primer movimiento, rozando el tronco de mi miembro a lo largo de sus labios mayores. Un movimiento más y ella me miró muy seria, con la excitación desbordando sus ojos. “La quiero” –dijo jadeando mientras la tomaba con su mano y me masturbaba. “Aún no, pequeña” –le dije y sonreí mientras la levantaba y la dejaba en la cama. Abrí sus piernas, besando sus muslos y mordiendo su ingle. Podía sentir el calor y la humedad emanando de su entrepierna, estaba tan húmeda y se veía tan apetitosa, que sin pensarlo dos veces hundí mis labios en la tela de su tanga, empapada y jugué a buscar su clítoris con mi lengua, a rozarlo a través de la fina tela. Ella gimió y se agarró a mi pelo. Mis dedos buscaron la orilla de su tanga y lo deslicé a un lado dejando su vagina expuesta a mi perversión, mi lengua se coló entre sus empapados labios vaginales rozando su clítoris con libertad.

Sus gemidos resonaban con fuerza, imagino que mi amiga escuchaba la manera sensual de gemir de Francesca, pero como les dije antes, no importaba nada más que saciar nuestros deseo. En medio de la agitación, ella gemía y apretaba sus pezones; entre esos perversos gemidos se aferró de mi pelo y decía: “¡Oh, que rico te la comes!”. Se notaba que estaba casi por acabar pero quería que sufriera un poco más con desesperación. Me detuve y metí mi miembro en su boca, sin problemas la engulló y comenzó a chuparla con ganas frenéticas. ¡Sí que sabía chuparlo! A pesar de su cara de niña inocente se escondía una pervertida a la hora del sexo. Por un momento se detuvo y me dijo: “¡Métemela!”.  “Todavía no” –le dije, aunque lo único que yo deseaba en ese momento, era metérsela hasta quedar exhaustos. “Pídemelo con voz sensual” –le dije. “¡Métemela, por favor!” –dijo de forma sensual y suplicante.

Le quité su diminuta tanga y mi mente perversa en ese momento me indicó no complacer su deseo, sino que le metí mis dedos en su apretada vagina y la empecé a penetrar. “¡Mierda! ¡No pares!” –gritaba y se retorcía en la cama. “¡Voy a acabar!” –dijo agónica. “¡Hazlo!” –le dije sin detenerme. Sentí su interior apretar mis dedos empapados, clavados en lo más profundo de su ser. Acabó durante lo que parecieron interminables y deliciosos segundos. Luego saqué mis dedos de ella y subí hasta su boca. La besé con fiereza, como si necesitase respirar su aire a través de mi boca. Ella me besó con desesperación y se cogió aferró a mi verga. “La quiero dentro” –me dijo mirándome. Entre beso y beso exclamó: “¡Métemela!”. “¿La quieres?” –pregunté. “Sí, toda” –respondió. “¿Así?” –pregunté. “Sí. ¡Dámela toda!” –respondió. Empecé a moverme rozándome contra su vagina. Era una delicia sentir como me empapaba de ella, como resbalaba entre sus labios, como ella se movía acompañando mis movimientos. Me estaba volviendo loco y no aguanté más. Me moví hacia atrás, dejando la punta de mi verga justo en la entrada de su vagina. La miré, sus ojos estaban fijos, su boca entreabierta y empujé. Entró toda de un golpe. Resbaló dentro de ella con la facilidad con la que un cuchillo caliente corta un pedazo de mantequilla. “¡Ah, delicioso!” –gimió ella con sorpresa. Yo me quedé quieto, clavado en su interior.  La besé sintiendo cómo me apretaba, como sus piernas me abrazaban. “¡Fóllame!” –dijo ella casi en un susurro. Empecé a moverme dentro de ella lentamente al principio, sintiendo cada movimiento, cada centímetro, casi sacando mi verga de ella cada vez y volviendo a clavársela al segundo siguiente. Estaba tremendamente caliente. Ella sonreía a veces, y a veces su cara se transformaba en una mueca de puro sexo y placer que casi me hizo acabar a chorros dentro de ella. Yo arreciaba mis embestidas y sentía como algo salvaje crecía dentro de mí. Tomé sus muñecas y  las puse por encima de su cabeza, apretándolas contra el colchón. Ella me miró sorprendida de nuevo, convertida en una diosa del placer.

 “¡Sí, dame duro” –dijo con su voz  entrecortada por culpa de mis embestidas. Su voz hacía que mi verga palpitase con más fuerza dentro de ella. Sus pequeños pechos se movían al ritmo al que mi cuerpo chocaba contra el suyo, incontrolables. Sentí que no podía aguantar más. “¡Voy a acabar!” –le decía, ni siquiera era consciente de que las palabras salían de mi boca. “¡Si, dámela toda!” –me decía ella con tono suplicante. Le saqué mi verga y  ella se lanzó como una fiera, metiéndosela en la boca. Jadeé descontroladamente. Ella acarició mis testículos y me masturbó mientras me la chupaba con una voracidad que pocas veces he sentido. Al sentir mis frenéticos gemidos la sacó de su boca, me miró a los ojos, con esa mirada que nunca supe descifrar, entre placer, excitación y expectación. Siguió pajeándome, hasta que consiguió lo que ella tanto deseaba. Acabé  a chorros en su boca y en su cara, incluso mi semen cayó en sus tetas. Gimió con una sonrisa en sus labios. Esa sonrisa entre satisfacción y morbo que la hacía lucir hermosa. Mi semen corrió por su cuerpo y ella se metió mi verga en la boca para dejarla completamente limpia. Me derrumbé sobre ella, empapándome con mi propio semen, la besé con lujuria, totalmente ido y perdido en una tormenta de placer. “¡Mierda, qué rico!” –me dijo mientras acariciaba mi espalda.

No sé en qué momento nos quedamos dormidos, pero el despertar fue intenso. Estaba acomodada con mi verga en su boca, chupándola y lamiéndola. “Eres una perversa” –le digo. Sonrió y siguió su tarea. No sé cuánto tiempo estuvo haciéndolo, pero ella si lo estaba disfrutando tanto como yo, sobre todo cuando se la tragaba completa. No tenía noción de la hora, tampoco me importó mucho si ya era tarde, Francesca ocupaba toda mi atención y mi lujuria en ese momento. Estábamos tan calientes como la noche anterior, que no nos dimos cuenta del instante en que mi amiga abrió la puerta y vio a la sensual desconocida chupándomela como poseída. Solo su voz nos hizo detenernos cuando dijo: “Ustedes me tuvieron caliente toda la noche”. Francesca le dijo sin siquiera darse vuelta: “¿Te vas a quedar ahí parada o vas a apagar esa calentura?”.  Mi amiga decidió unirse a la fiesta y juntas compartieron mi verga, entre ambas la chupaban de manera exquisita. Me acomodé para disfrutar el momento y verlas como niñas traviesas compartiendo. Carla se quitó el pijama, enseñando sus ricas tetas y esa vagina que ya estaba húmeda.

Francesca dejó mi verga para que mi amiga se la comiera toda, ella tenía otros planes. Carla estaba tragándose mi verga cuando sintió la lengua de Francesca recorrer su sexo, soltó un delicioso gemido y siguió chupándomela y mordiendo con suavidad mi glande. La lujuria se percibía en el aire, el deseo estaba presente y no quedaba más que rendirnos a nuestros pecaminosos pensamientos. Francesca le dijo a Carla que subiera encima de mí y ella obediente me montó a horcajadas. Mi verga se deslizó lentamente en su vagina y empezó con movimientos suaves. Francesca puso su vagina en mi cara y entre ella se besaban y acariciaban sus tetas, mientras yo con mi legua recorría la húmeda concha de la sensual Francesca.

Poco a poco los movimientos de Carla se hicieron más intensos, acompañados por sensuales gemidos; lo mismo pasó con Francesca al sentir que mi lengua no dejaba espacio sin recorrer en su entrepierna. Los gemidos de ambas sonaban como una sensual sinfonía que erotizaba más el ambiente, haciendo que mi excitación creciera más. La primera en alcanzar el orgasmo fue la sensual Francesca, sus gemidos se hicieron lujuriosos y perversos, hasta que el placer la hizo sucumbir por completo. Sus fluidos escurrían como una torrentosa cascada que saciaba mi sed de pasión y deseo. Sacó su vagina de mi boca y me besó con una candente lujuria, todo el fin de probar sus tibios fluidos, para después besar a Carla con la misma pasión. Carla apretaba sus tetas y se pellizcaba los pezones, se veía tan caliente y perversa meneándose encima de mi verga que era un deleite verla. Le dije que se pusiera en cuatro. Obediente se tendió en la cama y levantó sus caderas. Francesca le lamió el culo como si supiera mis intenciones, lo dejó lleno de saliva, listo para ser usado. Me acomodé en la entrada de su culito y empujé con suavidad, cedió de inmediato a mi perversa invasión y se la metí hasta el fondo. Tomado de sus caderas comencé a moverme de manera violenta, Carla solo gemía de placer. “¡Así, dame duro! ¡Rómpeme el culo!” –me decía. Cada vez mis embestidas eran más brutales, sentía como ese apretado culo se expandía y contraía dándome un excitante placer. Francesca se acomodó con sus piernas abiertas, dejando su vagina en la boca de Carla, quien la empezó a lamer de manera exquisita. Era un momento tan lleno de erotismo que sus gemidos se transformaban en uno solo.

Estábamos perdidos en la lujuria, perdidos en el éxtasis de ese frenesí que el sexo nos proporcionaba. “¡Eso, lame zorrita!” –le decía Francesca a Carla, ella obediente seguía con esa tarea, incluso la penetraba con su lengua. Nunca se me había ocurrido su quiera pensar coger con Carla, ni mucho menos hacer un trio pero era algo demasiado excitante. Carla estaba deleitada haciendo gemir a Francesca mientras yo seguía penetrando con fuerza su culo que cedía más a cada embestida. Francesca se retorcía y gemía descontrolada al sentir como la lengua de mi amiga hacia el recorrido perverso por su entrepierna. “¡Me tienes loca zorrita!” –le decía mientras retorcía sus pezones. En los ojos de Francesca se podía ver que el orgasmo era evidente, las señales en su cuerpo la delataban y la encendía al punto de babear de placer. Ya no se pudo contener y se dejó acariciar por un potente orgasmo que la dejó casi desvanecida en la cama, con las fuerzas disminuidas y con cara de satisfacción.

Carla tampoco podía resistir más, sentía que el culo le palpitaba. Aferrado a sus caderas se la metía con más fuerza haciendo que grite y jadee de placer.  “¡Eso, dame más duro!” –decía con lujuria. Apoyó su torso en la cama y se aferraba a las piernas de Francesca que aun intentaba recobrar el aire. Se movía de atrás hacia adelante siguiendo mi ritmo, me tomé de su pelo y cada vez más fuerte hacia rebotar mi cuerpo en el de ella. Hasta que al fin el orgasmo causó estragos en su cuerpo y desató la lujuria extrema en su cuerpo. Hundió la cabeza en la entrepierna de Francesca, posando sus labios en esa húmeda vagina y sorbió los fluidos que habían quedado impregnados en ella. 

Las hice que se arrodillaran en el piso, ambas entendieron el mensaje sin decirles nada. Francesca se dedicó a comerme los testículos, mientras Carla se comía mi verga. Alternaban un rato cada una; sus ojos trasmitían lujuria y solo me dedicaba a disfrutar de esta fiesta improvisada. “¡Voy a acabar!” –les dije. Se acomodaron con sus bocas abiertas mientras me masturbaba con descaro, la exquisita sensación de expulsar mi semen me invadió, cada vez me masturbaba más rápido hasta que explotó mi verga y sus rostros quedaron llenos de mi esperma y en sus labios. Ambas como niñas traviesas lamieron la cara de la otra y así no desperdiciar una sola gota de semen, se besaron compartiendo lo que tenían en su boca, mezclando su saliva y mi semen.

Nos quedamos tendidos en la cama para recuperar fuerzas y aprovechar el fin de semana de la forma más perversa y llena de lujuria que pueden imaginar. Solo les diré que Francesca y Carla se hicieron las mejores amigas y siempre estaban dispuestas a saciar mis demonios, ya fuera una o las dos a la vez. Con Mariela tenemos contacto bastante seguido y también tenemos  unos jueguitos sucios de vez en cuando.

Al terminar de contarles la historia con la sensual desconocida llamada Francesca, estoy en la barra de ese bar donde todo empezó, esperando a que llegue para beber un whisky e ir a casa porque Carla nos espera ansiosa para tengamos una noche en la que nos podamos disfrutar y apagar el deseo que nos hace arder cuando el fin de semana llega.

 

  

Pasiones Prohibidas ®

4 comentarios:

  1. Infierno Lujurioso©FiorellaD'Mr. P8 de junio de 2023, 5:26 a.m.

    Me gustaron muchas cosas del relato.
    En si, la historia es muy buena y excitante.
    Pero me encantó la metáfora del cuchillo y la mantequilla
    Las frases del preámbulo me relajaron plácidamente invitando a continuar la lectura de la forma mas cómoda.
    El nombre principal también me encanta le da ese misticisimo mezclado con elegancia
    Además muy ricas escenas,
    Lo del árbol, bien sabes.....😈
    Y el final morboso y excitante
    Me gustó...
    Un excelente y muy candente relato Mí Perverso💋

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  2. Todo un deleite de relato, escribe de una manera sublime caballero, cada letra es una caricia a los sentidos, siga así 👏👏👏👏👏👏🔥

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  3. Wao que exquisitez de relato ubico para aflorar los demonios que se tienen dentro de uno,hacerle gozar h gemir como puta es increíble.

    Como siempre felicitaciones por su escrito

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  4. Maravilloso, me encanto como siempre, tus relatos logra que uno se transporte a un lugar lujurioso y lleno de placer, fascinante Mr.P

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