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martes, 23 de mayo de 2023

8. La monja con vocación de puta


 La hermana Lourdes fue enviada a España, al Convento Casa Grande del Carmen, en la cuidad de Sevilla con la finalidad de aprender más con respecto al servicio religioso. Fue un año intenso, lleno de privaciones y sensaciones que en algún momento vivió y creyó olvidadas. Habían momentos en que por no realizar algunas labores era brutalmente castigada, era colgada con cadenas en un cuarto iluminado solo por velas y era azotada por la Superiora hasta quedar sin aliento y en su espalda quedaban las marcas de la varilla o el látigo que era usado para aquellos fines. La Superiora le decía que solo cumplía la voluntad de Dios al flagelarla, ya que como sierva de Dios ella debía ser perfecta en todo ante los ojos del Creador. Al principio y verse sometida a tales castigos, había llanto, dolor e incluso culpa por no ser digna del hábito que llevaba puesto. Con el correr de los meses, hermana Lourdes se acostumbró a esa tortura recibida y más que dolor empezó a sentir placer en cada azote, lo que la hacía olvidar el castigo y concentrarse en el pecaminoso de placer de sentir su vagina húmeda, en vez de gritos ya de su boca salían armoniosos gemidos que la transportaban a las puertas de infierno lleno de lascivia y perversión.

En algunas ocasiones rezando en su celda pedía perdón a Dios por ser una mala sierva suya y suplicaba la intercesión de los santos para ser ayudada a llevar su vida religiosa de forma digna. En cambio en otras, solo se dejaba llevar por la humedad en su sexo y se masturbaba como cuando era adolescente que descubría su sexualidad, hasta quedar rendida en la cama con la satisfacción recorriendo su cuerpo y esbozando una pequeña sonrisa de victoria. Había momentos en que descuidaba sus deberes a propósito para ser castigada y sentir como su vagina palpitaba después de varios orgasmos. Cuando ya se acercó el tiempo en que debería retornar a Chile, la Superiora le regaló un Rosario para que pudiera ser guiada a la redención y pudiera encontrar el camino de ser una digna sierva del Señor. 

Llegó el día en que volvería a Santiago de Chile, al Monasterio de San Rafael, pero ya no era no era la hermana Lourdes, era Kitty, así fue conocida antes de tomar los votos. Estaba cansada de madrugar, de los Maitines, de rezar por rezar, y además la frialdad de la celda de su convento se volviera insoportable. Ya no tenía la vocación de antaño, no estaba en sus planes ser una devota religiosa, quería recuperar los años perdidos. Su familia la esperaba en el aeropuerto, estaban contentos de verla. Los abrazos del reencuentro fueron para ella como un bálsamo que suavizó un poco la angustia de mostrarse como alguien que no era. Pasó unos días en casa de sus padres en una zona acomodada de la capital. Tenía que masturbarse varias veces cada noche para controlar sus demonios. Las cuentas del rosario que le habían regalado en España, con unas cuentas gordas cómo canicas y alargadas, cuya cadena había roto para que más que rosario fueran bolas chinas que tenía bien escondido, ya perdió las cuenta de las veces entraron y salieron de su vagina y de su culo. Nadie en su familia sospechaba la verdadera naturaleza de quién estaba debajo de ese hábito.

Tuvo que volver a su Monasterio y retomar sus labores, instruyendo a sus hermanas con las cosas que había aprendido en Sevilla. Se habían pronosticado lluvias para la capital con tormentas eléctricas. La hermana Elisa, prima de Kitty, que era una novicia bella cómo un ángel y que solo levantaba la cabeza del suelo para rezar, aquella noche de truenos y relámpagos, muy asustada fue a la celda de su prima, y le dijo con su voz de niña: "¿Puedo dormir con usted, hermana Lourdes? Los truenos me dan mucho miedo". "Sí, hermana Elisa, venga" –le respondió. La cama era pequeña. Al meterse en ella estaban muy apretadas. Elisa le pasó un brazo por encima de la cintura y le arrimó la cabeza a la espalda. Kitty tuvo pensamientos impuros. Su prima le trajo a la mente esos recuerdos al preguntar: "¿Cómo fue su estancia en España?". "Pequé, hermana, pequé mucho" –contestó. Su reacción fue de sorpresa. "Nunca pensé que pudiera pecar. Usted era el espejo en el que me veía reflejada" –le dice la hermana Elisa con cierta congoja. "Pues deje de hacerlo. No soy buena. Soy una pecadora, una mujer que pronto se irá de aquí. ¿Quiere qué le diga quién soy en realidad?" –le dice la hermana Lourdes. "Sí, quiero saber" –responde la hna. Elisa. "Soy una puta, una puta que nació para ser Ama, no una sumisa. Quiero que cuando me besen sea yo la que ordene cuando y donde, que cuando me toquen sea yo la que marque los pasos. Una ama que diga cómo le tienen que comer las tetas, cómo deben jugar con mis pezones. Si me los aprietan o no, si me los lamen, si me los chupan. Una Ama que diga cómo deben follarla, si rápido, o lento. En fin, marcar yo las líneas y los límites del juego en cada momento" –le confiesa. 

Elisa acurrucada en su espalda, le dijo: "Es impresionante. Jamás pensé que usted tuviera ese tipo de gustos hna. Lourdes. Me da curiosidad. "¡Quiero jugar!". "¿Está segura hna. Elisa?" –le pregunta. "Sí, hna. Lourdes. Me gustaría saber lo que es una sumisa, estar al servicio de alguien y hacer todo lo que esa persona diga. Usted tiene el deseo de ser Ama y estaré a su servicio" –le responde. "Llámame Kitty, prima. Tú esta noche solo serás Elisa" –le dijo. Kitty se dio la vuelta. "Saca esa lengüita fuera, putita" –le dijo. Elisa sacó la lengua, Kitty se la acarició con la suya, se la chupó y después le comió la boca hasta que la vagina de su prima dejó las bragas mojadas. Luego le dijo: "Quítame el camisón y después el tuyo. Quiero ver tus tetas". La novicia quitó los camisones, unos camisones que les llegaban a los pies y vio sus tetas, unas tetas medianas, casi piramidales, con las areolas rosadas hinchadas. Kitty se sentó en la cama, y le ordenó: "Frota tus tetas con las mías y bésame". Elisa las frotó y la besó. La novicia se puso caliente y su boca la encargada de emitir dulces gemidos. "Lame mis pezones, mam mis tetas, aprietalas. Lame y mama zorra" –le ordenaba con lascivia en sus palabras. La novicia se estaba dando un festín y sus bragas ya estaban demasiado mojadas con tanto flujo que había salido de su vagina. Kitty siguió dando órdenes. "Toma el cordón del hábito y dámelo. Elisa obediente tomó el cordón y lo puso en las manos de Kitty. "Voy a atar tus manos a la espalda" –le dijo.

La novicia colocó las manos atrás, mientras su prima la ataba, después Kitty a la espalda y después la puso boca abajo. Elisa sorprendida le preguntó: "¿Qué haces prima?". En ese momento la voz de Kitty cambió y se escuchó una voz dominante: "Lo que sale de mi perversión sucia puta! Ahora calla esa asquerosa boca o me veré obligada a amordazarte" –le respondió. Esas palabras hicieron que Elisa se estremeciera por completo. "¡Sí, soy una asquerosa puta! ¡Lo seré hasta que tú quieras prima!" –le decía Elisa. "¿Tú eres la que se miraba en mi espejo queriendo seguir mis pasos?" –pregunta Kitty. "Sí, en el espejo de ser la zorra que necesitas para calmar tus demonios" –responde. "¡Serás mi puta! Pero te dije que si no cerrabas la boca te amordazaria" –dice Kitty. Le quitó las bragas, las mordió para romperlas y le amordazó la boca. "Ahora vas a conocer mis verdaderos demonios, sabrás que mueve mi placer" –le dice a la novicia. Recogió una de las sandalias que debe usar a diario y golpeó el culo de su prima dos veces en cada nalga. "¡Ummm!" –exclamó Elisa. "¡Calla puta!" –le ordena Kitty. Le abrió las nalgas y le lamió el ano, luego le metió el dedo pulgar dentro del culo. Follándole el culo, volvió a golpear las nalgas de Elisa, que intentaba no expresar nada pero le era difícil, ya que el placer era más fuerte. "¡Ummm!" –volvió a exclamar. "¡Qué te calles puta!" –volvió a decirle, está vez la azotó más fuerte con la sandalia dejando su blanca piel marcada.

Kitty la azotaba no con tanta fuerza como para hacer daño, lo que quería era causarle placer. Esta vez dos dedos entraron en la vagina de Elisa follándole sus dos orificios a la vez. No pudo evitar comenzar a gemir y retorciéndose de placer. Los ojos perversos de Kitty estaban llenos de lujuria pero no la dejaría acabar aún. ya que vio que estaba al borde del orgasmo, se detuvo de follarla la volvió a azotarle con más fuerza. Los gemidos de Elisa eran audibles a pesar de estar amordazada. Cada vez eran más intensos a media que los azotes se hacían más fuertes. En su mente solo pensaba como había aceptado ese juego perverso y se arrepentía no haberlo descubierto antes. Tiró con la sandalia. Le dio la vuelta, le abrió las piernas, le levantó el culo con las dos manos, puso su boca en toda la entrepierna mojada de su prima y le clavó la lengua lo más profundo que pudo. Elisa movió la pelvis alrededor y en segundos acabó en la boca de su prima mientras su bello cuerpo temblaba y se retorcía. El placer era tan intenso que su respiración era agitada, como la forma en que se retorcía en la cama. Había pasado tiempo que no tenía un orgasmo de tales proporciones, parecía que su corazón explotaría a causa del placer.

Al acabar Kitty, le dijo la novicia: "Las Amas cogemos así, nos gusta torturar a nuestras putas". Le quitó la mordaza, la desató, y Kitty le dijo: "Has sido una buena puta. Creo que reconsideraré quedarme en el Monasterio". "Sería magnífico Ama estar a su servicio y disfrutar de su perversión" –dice Elisa. "¡Espere un momento! ¿Eso le dijo, hermana?" –dijo el sacerdote que escuchaba al otro lado del confesionario. Ya que Elisa como devota novicia debía confesarse una vez por semana y quería a través de la confesión buscar cierto alivio a tanta lujuria experimentada. "Sí padre" –respondió Elisa. "¿Qué hizo la hna. Lourdes?" –preguntó el cura. "La leona, se quitó sus bragas, no pudo soportar las de tres veces al sentir mi lengua en su vagina y acabó deliciosamente en mi boca". El cura, dentro del confesionario podía disimular perfectamente su excitación y esconder perfectamente la erección que tenía en ese momento. "¿A qué saben sus flujos vaginales?" –preguntó el sacerdote con voz de lujuria. "¡A pecado! Ese pecado infernal de lujuria y perversión, tanto que me sentí embriagada después de beber la tibieza de sus fluidos" –respondió Elisa. "Vaya a la sacristía que allí le daré la absolución" –ordenó el sacerdote. Elisa sabía qué clase de absolución le iba a dar, mejor dicho, pensaba que sabía.

Fue a la sacristía. El cura tardaba en venir y cómo sabía dónde estaba el vino de mesa, se sirvió para hacer más grata la espera. Le dio tiempo a contar los crucifijos, los candelabros, los retablos. Por poco le da tiempo a contar los cuadros de la gran alfombra que cubría el piso. Vio un abre cartas con un mango gordo y no pudo evitar la tentación, lo pasó por su vagina encima de su hábito. Estaba tan caliente después de contarle al sacerdote lo que había hecho con su prima. Levantó su hábito e hizo sus bragas a un lado, paso el filo por su entrepierna, sintiendo como sus bellos públicos se hacían a un lado para darle paso al frío filo del abre cartas. seguido a eso metió el mango y se penetró con rapidez, sus fluidos quedaron impregnados en el cuero del improvisado dildo, lo sacó, lo chupó. Lastimosamente sintió pasos, lo devolvió a su sitio y arregló su hábito. Eran los pasos del cura, que era un tipo alto, con rostro amable y de unos cincuenta años y los de un treintañero, guapo, alto y fuerte, de esos que no necesitan pagar por follar. El cura le dijo: "Este es Pablo, un benefactor de la iglesia". Haciendo una reverencia con la cabeza, le dijo Elisa: "Un placer". "Espero que sea mutuo" –respondió el hombre mientras sacaba su billetera y dejaba sobre la mesa 10 billetes de $100 dólares y le dijo: "Tome, hermana, lo acordado por una hora". Elisa miró con enojo al cura y le dijo: "No soy de ese tipo de puta. ¿Piensa que con dinero me convencerá a qué me acueste con un perfecto desconocido?". El cura trató de justificarse: "Hace un tiempo usted en confesión me dijo que tenía la fantasía de ser penetrada por dos hombres. Pensé que le gustaría hacer real su fantasía y obvio obtener algo más de placer".

La novicia estaba indignada, no tanto para sentirse caliente, ya que el aquel hombre le despertaba ese instinto de puta innato en ella, pero debía dar un poco más de pelea, no se iba a dejar follar de buenas a primeras. Le dijo al cura: "¡Eso se lo dije en confesión! ¿Qué pensará el Obispo si le digo que usted rompió el Sacramento de la confesión? "Lo mínimo que harán sería excomulgarlo". "No es necesario que lleguemos a esa situación" –le dice el sacerdote. Pablo se encontraba en una situación incómoda y dice: "¡Será mejor que me vaya!". A Elisa si le gustaría follar con él, pero no cobrando cómo una puta, pero la novicia le dijo: "Sí, mejor que se vaya, sacrílego. ¿No le da vergüenza querer deshonrar a una pobre monja?". "Lo que me da es morbo, me da morbo saber que hay debajo de esos hábitos" –responde el hombre. 

El cura se puso detrás de ella, la agarró por la cintura, y le dijo a Pablo: ¡Métele mano!". Casi al instante la novicia sintió como las manos de aquel hombre se posaron en sus tetas y las apretó con fuerza. "¡Déjenme pecadores!" –decía la novicia, aunque en su interior la lujuria se había despertado y su vagina estaba húmeda al sentir la brutalidad de Pablo al apretarle las tetas. El hombre, tenía una erección que se dejaba ver por encima del pantalón, le comió las tetas por encima del hábito. "¡Abusadores!" –les gritaba. Pablo le dijo: "Calla puta, calla que te va a gustar". El cura le sacó el cordón y el crucifijo y le tapó la boca para que dejara de protestar. "¡Te callas y te dejas! O ¿te tapo también la nariz hasta que pierdas el conocimiento?" –sentenció el cura. Eso hizo que sus fluidos destilaran y corrieran por sus piernas. Quitó su mano de la boca para que le respondiera. Resignada pero a la vez excitada responde: "Cargaré con esta cruz".

Elisa tenía unas ganas locas de tomar esa verga, agacharse y comérsela, pero así no debía comportarse una monja. Pablo le quitó la cofia y la puso sobre una mesa que tenían al lado, la monja, le dijo: "¡No me beses por favor!". Él mirando su rostro le agarró el cabello y después la besó y metió su lengua. "No, por favor, no me sigas besando que vas a despertar mi instinto animal" –le dijo en un pequeño respiro que tuvo. Pablo, caliente por la situación la siguió besando. "Saca la fiera que llevas dentro, puta" –le dice. El cura se quitó la sotana, con su hermosa verga al aire se puso al otro lado. La novicia giraba la cabeza y dejaba que la besaran, mas no devolvía los besos. Al quitarle el hábito y ver que no llevaba nada debajo, Pablo se puso como loco. se puso burro. Se sacó la verga entre el pantalón y le puso las manos en los hombros e hizo que se arrodillara. "¡Chupa zorra!" –le dijo. Elisa renuente le responde: "¡No lo haré!". El cura la tomó por los pelos y tiró de ellos. "¡Agarra las vergas y chupa!" –le dijo con enfado. Elisa tomó las dos vergas que estaban a su disposición y las chupó sin poner mucho ímpetu al principio, ya que después el calentón que había tenido se perdió. Pablo le dio una bofetada y le dijo: "Sé qué puedes hacerlo mejor puta". En ese momento apareció la puta que se había perdido, las masturbó y chupó cómo si se fuese a acabar el mundo. Cuando se puso en pie de nuevo, el hombre le dijo: "¡Desnúdame!". La novicia ya estaba como perra en celo, lo desnudó, lentamente. Al tenerlo desnudo su vagina comenzó a lubricar tanto que sus fluidos quedaban impregnados en su vello como mocos. Cuando Pablo se los lamió sintió como si las puertas del infierno se abrieran a sus pies. Deliraba y gemía al sentir el recorrido de esa lengua que le daba placer. El cura se agachó, le abrió las nalgas y le lamió y folló el culo con sus dedos. Al poco rato, sin avisar, acabar y le llenó la boca de jugos a Pablo, quien los saboreó perversamente.

Al acabar la apoyó sobre la mesa, el cura se la metió en la boca y Pablo se la metió con una certera embestida que la hizo gritar de placer y la folló sin piedad hasta que acabó dentro de ella. A los pocos segundos el cura eyaculó en la boca de la novicia que estaba en éxtasis. Elisa se había quedado con ganas de más. El cura lo sabía, pero no podía follar su vagina, podía participar, eso era lo acordado, pero follar su vagina solo podía hacerlo Pablo. Así que metió la cabeza entre sus piernas y le lamió la vagina como un demente, solo fueron cosa de segundos cuando la joven tuvo un perverso orgasmo, acabando como una fiera. Su vagina dejó escapar el semen de Pablo junto con los fluidos de su orgasmo y el cura se los tragó cómo un cerdo, cómo el cerdo que era.

Elisa se sentó en la mesa para recobrar un poco el aliento, después se puso de pie, el cura, por delante, le metió mano en la vagina mojada, Pablo le frotaba la verga entre las nalgas y la novicia masturbaba al cura y besaba a los dos. Ahora ya les chupaba las lenguas sin esconder lo puta que era. Sin que el hombre le dijera nada se puso a cuatro patas sobre la alfombra, Pablo le metió la verga en la boca y se la folló cómo si fuera su vagina, el cura le comió su sexo y el culo. Elisa miraba a Pablo con ojos de gata traviesa. Babeaba de forma abundante con la verga de Pablo en su boca. Él se sentó en el suelo, Elisa se arrodilló y le siguió chupándole la verga como loca. El cura embetunó el culo de la joven novicia y su verga con saliva y sin más se la clavó en el culo. Ella dejó de chupar la verga de Pablo y lo empezó a masturbar, quiso decir: "¡Que rico, qué rico, qué rico!", pero dijo: "¡Ay qué penuria!". Su rostro que quería mostrar alegría, reflejó dolor. "¡Me rompió el culo, padre!" –le dijo al lascivo sacerdote que se la metía como si su vida se fuera a acabar. 

Pablo la miraba asombrado. La monja era puta, pero bien puta, pero se creyó que era la primera vez que follaba, eso le puso la verga más tiesa. Se echó sobre la alfombra. El cura le sacó la verga del culo para que cabalgara a Pablo. La novicia metió aquella verga en su vagina, le entró más apretada de lo que le entró la verga en el culo. Al tenerla toda adentro, el cura le untó más saliva en el culo y se la volvió a ensartar hasta el fondo. Elisa nunca había sentido cosa igual. Gozaba de forma perversa goliendony gritando a causa del placer, jamás pensó que en la soledad de una sacristía cumpliría su lujuriosa fantasía de ser cogida por dos hombres. Su respiración estaba agitada y el placer la invadía a raudales. Acabó como una sucia puta en brazos de un orgasmo que la hizo perder la razón. Cuando volvió en sí, taba tirada en el piso, aun salía semen de su vagina y de su culo. El cura estaba despidiendo a Pablo en la puerta de la sacristía. Pensó al verlos que cuando Pablo se fuera se cogería al cura hasta dejarle la verga inservible.

Todavía en el piso el cura se acercó a ella para hacerla recobrar la razón, fue el momento preciso en que lo tomó y le dió un beso lleno de perversión. A pesar de haber sido presa de varios orgasmos, aún sentía ganas de coger hasta el cansancio. "Ahora que estamos solos quiero que me folle como nunca antes ha follado padre" –le dice. El cura estaba igual de caliente que la novicia. Elisa no tuvo que esperar mucho para que el cura le metiera la verga hasta el fondo de su vagina. La follaba como un maldito demente, ella gemía mientras era embestida con fuerza. Con sus piernas entrelazadas a la cintura del cura, disfrutaba de aquella verga. Aferrada a él gemía y jadeaba, le decía cuánto le gustaba su verga y lo mucho que había disfrutado al cumplir su fantasía más oscura. El cura solo se concentró en follar la vagina de Elisa, hasta acabar en su interior. Ella estaba a punto de tener otro orgasmo y le suplicó al cura que siguiera metiéndole la verga unos minutos más. Cuando ya sintió que el orgasmo llegaba gimió como loca y dejó marcadas las uñas en la espalda del cura, quien acabó otra vez dentro de la conchita de la novicia. "Ahora es mejor que se vaya hermana Elisa, ya qué en el monasterio pueden hacer preguntas porque se ha ausentado tantas horas" –le dijo. "Quiero que absuelva mis pecados padre" –le dice la novicia. La hace que se coloqué de rodillas y con la verga en la boca de la muchacha le dice: "¡Por la autoridad que he recibido te absuelvo de tus pecados! En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo". Elisa dejó reluciente esa verga, se puso su hábito y salió satisfecha.

El tiempo transcurrió y se supo que el cura tenía un negocio de putas en el monasterio, cosa que disgustó a la Superiora. Qué fue a hablar con el Obispo sobre la situación, para aquel hombre era algo inapropiado y casi rasgó sus vestiduras del enojo. Hizo caer las penas del infierno sobre ese padre libidinoso y fue excomulgado por su conducta deplorable y haber deshonrado ese lugar sagrado con esas viles prácticas. Buscando más culpables fue como dieron con la hermana Lourdes (Kitty) y también se iban a tomar serías medidas eclesiásticas en su contra. Ella lloró ante el Obispo y la Superiora, pidió perdón por su conducta y les dijo: "Ese siervo del diablo me obligó a ayudarlo. Me amenazó con hacerle daño a mi familia si no lo complacía en buscar hermanas que estuvieran con un pie en el pecado, así sería más fácil usarlas para esos infernales fines. Tenía miedo, le conté a mi prima la Hermana Elsa, una dulce novicia, también ella por temor terminó cayendo en las garras de aquel demonio que se vestía de sotana". Fueron movidos a misericordia y le permitieron quedarse en el convento y seguir con sus labores de servicio. Además, la mandaron a España para ser instruida, lo que para ella fue liberarse y saber que siempre fue una puta y descubrió que siendo Dominante podía calmar sus demonios.

Dicen que toda historia tiene un principio y un final. Ya han conocido el final pero les contaré el principio de este perverso negocio, así no tienen nebulosas en la lectura.

Un tiempo antes, Kitty estaba limpiando el altar de la iglesia cuando llegó el cura a su lado y le dijo: "Es usted muy hermosa, hermana". La monja, avergonzada, bajó la cabeza y le dijo: "No mienta, padre, soy una mujer normalita". "Ahí concuerdo con usted hermana, es una mujer, una mujer que despierta mis más bajos instintos" –dijo el cura. La monja se escandalizó, no podía creer lo que había escuchado. "¡Padre! ¿Cómo puede pensar eso de una humilde sierva de Dios?" –dice Kitty. El cura se acercó a ella, le agarró las tetas, y le dijo: "¡Tienes un cuerpo brutal! Me invita a pecar. No hago más que pajearme pensando en ti". "Necesita confesión, padre" –le responde la monja. "Lo que necesito es tu vagina jugosa en mi boca" –dijo el cura con la perversión a flor de piel. La monja sintió la dura verga del cura en su culo y la vagina le empezó a latir. "¡Pare, padre, pare, pare que está despertando a la mujer que hay debajo de los hábitos!" –le decía intentando poner freno en las intenciones del cura.

Esas palabras le dieron carta blanca al cura, le subió el habito, le bajó las bragas y agarrándole las nalgas le comió el culo. Sintiendo la lengua lamer su ano. La monja estaba siendo cautiva por ese placer que había jurado renunciar cuando tomó los votos. De pronto, sintió unos pasos que se acercaban hasta donde estaba, era una anciana que iba a prenderle una vela a un santo. La mujer quedó perpleja al ver la escena y le dice a la monja con un tono sarcástico: "Tú no debías hacer ese trabajo, hijita". "Siento mucho placer al hacerlo" –le respondió. La vieja era un tanto sorda y le pregunta: "¿Cómo dices hijita?". "¡Tengo mucho placer al hacerlo!" –le responde a la anciana. El cura no dejaba de torturar su culo y vagina con esa perversa lengua, claro que sentía placer al hacer el papel de puta. "Así veo, siempre supe que las monjas eran las putas de los curas y ahora quedó demostrado, solo ten la precaución de no quedar preñada" –le dijo la anciana. "Usted descuide, solo prenda su vela y váyase" –le responde entre gemidos. La anciana hizo lo que debía hacer y salió de la iglesia. La hermana Lourdes sintió que estaba llegando al orgasmo. "¡Voy a acabar Padre! ¡Ay, padre, qué rico! ¡Siga por favor, no pare!" –le decía. 

Tiró un candelabro que estaba sobre el altar, se apoyó con la mano izquierda, mordió la palma de la mano derecha y acabó con tanta intensidad que sus fluidos cayeron por las comisuras de la boca del cura y bajaron por sus piernas. Kitty al acabar se quedó apoyada sobre.la mesa del altar tomando aire, pensó que todo había terminado. El cura se la clavó hasta el fondo de una estocada y la folló despacio. La puerta de la iglesia seguía abierta y en cualquier momento podían volver a entrar por ella. Los santos parecían que la estaban mirando y para ella era como si estuvieran aprobando su comportamiento. Aquella situación la excitaba sobremanera, y aun se excitó más al ver a un joven que era mudo testigo de la escena sentado en una de las naves laterales de la iglesia. Él observaba y se masturbaba viendo como el cura se la metía. 

El cura follaba cómo el diablo. Había empezado clavando hasta el fondo, despacio y aceleró sus movimientos, le apretaba las tetas. Cada vez con movimientos endemoniados se la metía con tanta fuerza que sus testículos chocaban en la entrada de la vagina de Kitty. La monja estaba por acabar otra vez y apretó con fuerza la verga del cura en el interior de su concha, haciendo que el sacerdote acabara, llenándola de semen y ella la recibió con un estrepitoso orgasmo que la hizo cerrar sus ojos sin dejar de gemir. El cura apretó y retorció sus pezones por encima del hábito, lo que aumento el placer y la intensidad de su orgasmo. Cuando Kitty abrió los ojos ya el joven se había ido. Pensó que había sido un desperdicio no invitar a participar al testigo silencioso.

Al acabar, le dijo el cura: "¡Chúpamela!". La monja se arrodilló y comenzó a chuparle y a masturbar la verga del cura. Él le dijo: "Tengo un negocio en mente que nos puede hacer ganar mucho dinero". La monja no entendió a qué se refería y que papel ocuparía ella en el negocio. "¿Qué nos puede hacer ganar dinero?" –le preguntó. "Sí, tú me buscas las putas, yo busco los clientes y hacemos tres partes" –respondió el cura. La monja no entendía nada. "¿Dónde quiere que le busque las putas?" –volvió a preguntar Kitty. "En el monasterio" –le respondió. "¿Se ha vuelto loco? No creo que ninguna de las hermanas quiera participar en algo así" –dijo Kitty sin parar de masturbar al sacerdote. Él no iba a desistir en su empeño de convencerla. "¿Tú sabes lo que llegarían a pagar por follar con una monja? ¡Pagarían mejor si es virgen! Es cosa que busques en medio de aquellas que conversan sin tapujos de las cosas que hacían antes de entrar al monasterio y en aquellas putas arrepentidas que buscaron refugio en los hábitos para tener paz. Te sorprenderás de que incluso muchas rueguen por ser parte" –le dijo. La hermana guardó silencio y se la comenzó a chupar con la idea en su mente. Algo se había despertado en ella y no era el sentimiento religioso de amor cristiano, sino una perversión que hacía arder su entrepierna como las llamas eternas del infierno. El cura acabó sin avisar. La monja chupando el glande se tragó el semen tibio del cura hasta la última gota. Al levantarse, le dijo: "Veré que puedo hacer".

Ya sin el cura dentro de la Iglesia Kitty se había transformado en la "Señora" de todas las que había reclutado, cobrando dinero a montones por las putas que tenía a su cuidado. Las hermanas salían con la excusa de visitar a los enfermos, pero solo iban a entregar sus cuerpos al mejor postor. Kitty se quedó con Elisa y dos monjas más como sus esclavas, las que eran usadas solo por ella y quién quisiera usar a alguna debería desembolsar más dinero. La hermana Lourdes para muchos pero también conocida por pocos como Kitty entendió que su vocación de "Señora" era más fuerte que su vocación de puta.



Pasiones Prohibidas ®

7 comentarios:

  1. Maravilloso caballero, una de las fantasías más erótica y lujuriosa que hay. El placer que da de leer cada una de sus letras es muy excitante. Saludos caballero 🤗🔥🔥🔥🔥🔥🔥😈

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  2. Mr. P siempre exquisito que rico.
    Le dejare algo decentemente perverso como le gusta...
    Igual sabe todo lo que me provoca con cada lectura
    muy Excitante relato
    Ya le diré lo demas besos Mr. P

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  3. Infierno L© Fiorella de Mr. P23 de mayo de 2023, 1:56 p.m.

    Hace días cuando lo compartiste conmigo te di mi opinión al respecto.
    Pero como te lo dije antes, me gusta la precisión de los detalles
    Entre tu destreza gramatical
    Independientemente de la trama,
    Cada historia tiene lo suyo
    Y así mismo despierta el interés del lector y algunas sensaciones.
    Placenteras y Atrayentes
    Adorable narrativa, perverso y muy morboso
    Me gustan las monjas que son putas
    No las putas que se las dan de monjas
    La esencia de puta no se puede ocultar ni disfrazar
    Es lo rico de disfrutar la sexualidad
    Con quien te place
    De la mejor forma.

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  4. Fascinante y excitante relato, excelente como siempre Mr.P

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  5. Excelente relato, calienta las noches frías, gracias

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  6. Exitante hizo mojar mi entre pierna como no tiene idea

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  7. Que exquisito relato ufff sacar todos los demonios que se lleva dentro y ser una puta usada por placer que ricoo me encantó
    Gracias por su relato

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