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martes, 16 de mayo de 2023

7. Graduada con honores

 

Raquel estaba angustiada, aunque había logrado aprobar casi todas las materias, miraba su calificación de geometría. Había obtenido de calificación 4 que no le daba opción al certificado de preparatoria. Ya fallado el año anterior, y el recursar no le molestaba, pero su padre le advirtió, sin certificado: Adiós fiestas, adiós viajes, adiós tarjeta de crédito y adiós escuela. Tendría que buscar trabajo y un lugar donde vivir. Qué para eso ya era mayor de edad y tendría que batirselas sola. Desde el inicio del ciclo, Pablo, su profesor se ensañó con ella y su poca habilidad con los números. "Pase al pizarrón señorita Echeverría y resuelva este problema" –le decía en medio de una clase solo con el afán de avergozarla frente a sus compañeros. Sabía que Raquel estaba negada a los números, aun así en cada clase era la misma tortura.


"Mínimo borre el pizarrón, ¿eso si puede hacerlo srta.?" –le decía aumentando en ella la presión y haciendo que la vergüenza fuera su compañera en ese amargo momento. La espera hasta que el pizarrón quedaba limpio. "Lo peor señorita es que nos vamos a ver por acá el próximo año" –le restregaba en su cara la triste realidad. "No creo" –le respondía ella tratando de defenderse . "Seguro necesitará un milagro o abandonará el estudio, ya que solo se dedica a ser una princesita consentida de su papi" –le decía, lo que desatada las risas entre los demás alumnos.

Cada clase la misma cantaleta, para colmo de males siempre se topaba con él en las escaleras, que por ser tan angostas tenían que subir de uno en uno. "¡Después de usted señorita!” –le decía con cierta amabilidad. "Gracias" –le contestaba, ya que no tenía intenciones de entablar algún tipo de conversación, pero la amabilidad de Pablo era solo por un motivo. . La incomodidad de saber que ese profesor insoportable le miraba el culo cuando subía las escaleras la ponía furiosa, pero debía soportarlo. Ahora que sabía que no podría lograr graduarse, lo odiaba más, pero debía de hablar con él, no podía reprobar. Así que tomó fuerza y fue hasta su oficina.

"¡Hola! ¿Puedo pasar?" –le pregunta algo nerviosa. "¡Hola señorita Echeverría! ¿Se perdió?" –le pregunta en tono irónico. "No, vengo a verlo" –le responde con más nerviosismo. "¿A mí? ¡Vaya! ¿Dígame para que soy bueno?" –le responde con esa ironía característica en sus palabras. "Me reprobó y no alcanzó el promedio para terminar el curso" –le dice ella, sabiendo la respuesta que le daría. "La calificación es de acuerdo a su desempeño académico y lastimosamente no le dió para más. Además, su curso ya terminó. Lo bueno es que nos veremos de nuevo el próximo ciclo" –le respondió sin ninguna muestra de compasión.

"No puedo reprobar" –le dice ella casi llorando. "Eso debió pensarlo antes y haber puesto más de su parte en aprobar" –le dice levantando los hombros. "¡Es que usted no entiende!" –le dice Raquel. "¿Entender qué? ¿Entender que una alumna mediocre que nunca se esforzó ahora viene a mi oficina a llorar para que le coloque la nota que necesita? ¡No me haga perder tiempo srta. Echeverría!" –le contesta apoyando sus manos en el escritorio y levantándose. No sabía que responderle, tenía razón. Raquel no había mostrado un poco de interés en aprobar la clase y ahora le pesaba su irresponsabilidad. "Dígame, ¿qué es exactamente lo que quiere? ¿Sobornarme?" –le pregunta Pablo. "¿Cuánto me costaría?" –responde Raquel haciendo una pregunta. "¿Dinero? No necesito" –Pablo le responde con enfado. "¿Le compró algo?" –volvió a preguntar. "No, no creo. Mis gustos son demasiados caros para ser pagados por una niña como usted" –le responde saliendo detrás del escritorio. "Entonces dígame. ¡Haré lo que usted quiera o me pida!" –le dice Raquel con la voz cortada. "No creo que lo diga enserio" –responde el profesor. Se tiró al suelo llorando y con ambas manos buscó el cierre de su pantalón. Cuando apenas se asomaba su verga él la detuvo. "¡Espera espera! ¿Qué mierda haces?" –le dice retirando las manos de Raquel. "Estoy desesperada, necesito pasar" –le responde. "¿Entonces, ¿hará lo que sea?" –le pregunta Pablo. "Sí, solo usted diga lo que quiere y lo complaceré"–le responde Raquel secando las lágrimas de sus ojos y Pablo algo consternado guarda su miembro. 


"¿Ya cumplió dieciocho verdad?" –pregunta Pablo. "Sí, hace dos meses?" –le responde. "Entonces la edad no es impedimento para salir y terminamos eso que usted quería empezar" –le dice con una sonrisa siniestra dibujada en los labios. "Sí, sí, lo que me pida. Haré todo cuánto desee sin oponer resistencia" –dice Raquel. La veo el sábado a las once de la noche a la entrada del parque que está a dos cuadras de aquí. Vea usted la excusa que inventa, pero no llegue tarde. Ah, vaya vestida sensual, ¿no querrá reprobar también en eso srta. Echeverría. Sí lo hace bien puede que saque una nota que le sirva para aprobar" –le dice mirándola a los ojos. "Está bien, seré puntual. ¿Cómo quiere que me vista para usted?" –le pregunta. "¿También quiere que le diga cómo vestir? Creo que debe tener algo que la haga verse sensual" –dice el profesor en tono sarcástico.

Raquel salió de la oficina sabiendo que había vendido su cuerpo por una calificación. Las sensaciones que tenía eran un tanto extrañas. Por un lado sabía que había hecho mal al ofrecerse en bandeja y por otro había un poco de excitación al saber que sería usada de la forma en que su profesor decidiera. Cuando llegó a su casa se fue a su habitación, se encerró con llave ya que no quería ser molestada, necesitaba un tiempo a solas para pensar y ordenar sus ideas, ya que intentaría sacar provecho de la situación en la que estaba para tener una mejor nota y su padre no le quitara los privilegios de niña rica. Con su cabeza divagando en lo sucedido, tomo su celular para calmar su ansiedad, lo malo fue que decidió ver porno, lo que según ella le ayudaba para calmar su ansiedad y así también obtener algo de placer. No tenía categoría favorita, solo se dejaba por lo que el algoritmo de la página le mostraba. Fue así que con el correr de los minutos su mano estaba hurgando debajo de su falda, sintiendo la humedad en su vagina, era presa de las imágenes, de los gemidos que escuchaba. Imaginaba lo que podría pasar la noche del sábado y el abanico de posibilidades en que la mente torcida del docente lo llevara a tomarla. Se quitó la tanga que traía para explorarse con libertad y dejar que el placer hiciera lo suyo en su cuerpo. Sutiles gemidos salían de los labios de Raquel mientras recorría su vagina y hacía que sus dedos la penetraran, cada segundo será intenso y sus piernas empezaban a temblar a causa de la lujuria. La ropa le empezó a molestar, se desnudó y así el deseo podría recorrer su cuerpo con libertad, entre sus gemidos casi enmudecidos tenía la imagen de Pablo poseyendo su cuerpo hasta dejarla rendida. No se dió cuenta cuando el orgasmo llegó y sucumbió ante ese encanto divino lleno de placer y morbo.

Se fue a dar una ducha para así calmarse, la ansiedad la había abandonado, se vistió más cómoda a esperar que llegaran sus padres. La empleada le había servido algo de comer pero no tenía hambre, cosa rara en ella porque cuando llegaba del colegio lo primero que hacía era pedir algo para comer. Llegaron sus padres y ella estaba en la sala viendo televisión. Casi la ignoraron por completo, la hora de cena fue casi igual, apenas la tomaron en cuenta pero era normal en ellos, ya que siempre cualquier tema era más importante, salvo cuando de las notas se trataba, en ese momento mostraban preocupación ya que le tenían el futuro planeado y eso importaba para ellos. Terminaron de comer y Raquel pidió permiso para ir a su cuarto. "Bueno, vé si quieres ya que teníamos una sorpresa" –le dice su madre. Eso despertó su curiosidad, al igual que una niña pequeña sus ojos parecieron iluminarse. "Tenemos algo para ti, pero te lo daremos cuando recibamos el informe final de notas" –le dijo su papá. Eso la puso contra la espada y la pared, ya que su destino dependía de como su profesor evaluara su desempeño sexual el sábado por la noche. Ahora sí el miedo la invadió, sus padres tenían las expectativas altas y obviamente su papá cumpliría su amenaza. "Tengo sueño, me voy a acostar" –les dijo Raquel. "Está bien, nosotros también, ya que estamos algo agotados" –dijo su papá.

No podía conciliar el sueño, esas palabras habían dejado en ella más dudas que certeza. Se daba vueltas de un lado al otro intentando dormir. Contó ovejas y nada, era imposible para ella dormir, tal vez debería resignarse y simplemente esperar a que pase lo que tenga que pasar aunque eso signifique que pierda sus privilegios. Ya era de madrugada y estaba resignada a no dormir, así que pensó en que diría para obtener permiso el sábado. Ya era miércoles y el profesor le pregunta: "¿Ya tiene todo listo para el trabajo extra srta. Echeverría?". "Aún no Sr. pero hoy hablaré con mis padres" –le respondió Raquel. "Recuerde que es su última oportunidad de subir su nota" –le dijo él el tono desafiante. "Pierda cuidado, tengo claro lo que sucederá" –le responde ella con angustia en los ojos. 

Al llegar a casa, la empleada la estaba esperando con algo para comer. Raquel la mira y le dice: "No tengo hambre Susana". "¿Cómo no va a tener hambre mi niña?" –le pregunta. "Tengo nervios, hay un ramo que es difícil para mí y estoy peligrando repetir el año" –le responde. "¡Ay Raquelita, por Dios! La escuela puede ser difícil, yo sé que usted es inteligente y logrará superar ese obstáculo" –le dice Susana. "¿Tú crees Susana?" –le pregunta después de un suspiro. "¡Claro! He visto el esfuerzo que pone en estudiar para las pruebas y sé que puede" –le responde. "Gracias Susana por escucharme. A veces siento que me prestas más atención que mis padres" –le dice Raquel y le da un abrazo. Raquel se fue a pensar un rato en como armar un plan para conseguir permiso, estaba frente a su laptop, se puso audífonos y empezó a oír música, entonces su cabeza comenzó a divagar en los pensamientos más eróticos y perversos que su mente pudiera tramar. En medio de esas imágenes perversas se dio cuenta que su entrepierna estaba húmeda, buscando su sexo entre su falda solo con rozar sus bragas ya estaba siendo presa de un intenso orgasmo. Quedó prácticamente tendida sobre el escritorio. Su mente se había despejado pero su sexo seguía hirviendo. 

Susana le avisó a su móvil que sus padres habían llegado. Rápidamente se cambió de ropa y salió a recibirlos. Entre los saludos les dice: "El sábado tenemos una fiesta en casa de Eduardo, irán muchos del curso y será épico. ¿Puedo ir?". Sus padres se miraron como intentando ponerse de acuerdo y el padre responde: "No tengo problemas en que vayas, pero ¿van a ser solo ustedes?". "También estarán los padres de Eduardo, si es que te preocupa que estemos solos" –le responde Raquel. "Está bien. Nosotros iremos el fin de semana al campo" –dice su padre. "No queremos que te quedes sola en casa el fin de semana, hablaré con Susana para ver si se queda este fin de semana, ya que quizá sigan la fiesta aquí el domingo" –le dice la madre. "Bueno, solo que llegaré de madrugada, a las mas tardar a las 03:00 AM". Después de hablar con Susana, tenía el permiso de ir a la "fiesta", eso puso a Raquel contenta, ya que tendría motivos para tener una excelente noche y no decepcionar a su profesor.

Viernes en la tarde y otra vez la conversación de pasillo con Pablo, ahora ya tenía una respuesta y cuando le comunicó que tenía el permiso, él le dijo: "Va a venir lo más sensual que pueda srta. Echeverría, lo contrario no tendrá la calificación que busca. "Lo sé. Además, no lo voy a decepcionar" –le responde. "Eso espero, ya que de usted puedo esperar cualquier cosa. Entonces nos vemos mañana a las diez de la noche como habíamos acordado" –le dice Pablo con un tono indiferente. Al llegar a su casa sus padres se habían ido, estaban solas con Susana en esa casa gigantesca. "¿Va a comer hoy mi niña?" –le pregunta Susana con cariño. "Sí Nana, tengo más hambre que el Chavo del 8" –le responde. "Bueno, le voy a preparar algo rico" –le dice la empleada. "Nana, ¿te puedo pedir un favor?" –pregunta Raquel. "Claro mi niña, lo que usted quiera". 'A mi no me gusta que uses ese uniforme, porque no te vistes normal; total mis padres no están" –dice la chica. "Bueno, pero que sea nuestro secreto" –asiente Susana. Fue a su cuarto y se puso uno jeans que eran de infarto, ceñido completamente a su cuerpo, no dejaban nada a la imaginación y una pequeña polera, igual ceñida. "Listo mi niña" –le dice. "¡Wow, Nana!" –dice Raquel con asombro. Susana había llegado a trabajar con ellos cuando Raquel tenía quince años, es una mujer que borbea lo cuarenta. Los viernes por la tarde cuando siempre salía bien arreglada, mostrando sus atributos. Según se sabía que no se casó ni tuvo hijos, por eso veía a Raquel como su niña, ya que le tenía tanto afecto como si fuera su hija. "¿Qué pasa mi niña? ¿No te gusta como me veo?" –le pregunta Susana. "Sí Nana, pero me sorprendí, es todo" –responde. "¿Eso por qué? Siempre me ha visto salir los viernes y es como acostumbro a vestirme cuando salgo libre" –le dice Susana. "En verdad no sé Nana, pero te ves guapísima" –dice Raquel. "Ya, déjeme prepararle algo rico para comer" –le dice la Nana. Raquel no podía despegar su vista de ese culo bien formado, por primera vez se fijó bien en Susana y trataba de pensar otras cosas y no en el culo de su empleada.

La inquietud en su entrepierna se hizo presente, pensamientos perversos venían a su mente. Raquel intentaba luchar con ellos pero le era casi imposible. Nunca había pensado que una mujer podría despertarle ese tipo de interés, se había quedado en casa de sus amigas, dormido con ellas pero nunca pasó por su cabeza si quiera pensarse en una escena sexual con ellas, por eso se le hacía raro tener esos pensamientos con Susana. Acariciaba sus piernas y mordía su labio para contener cualquier gemido que quisiera escaparse y dejarla en evidencia. No era normal en ella pero la sensación de lujuria era más grande que su cordura, intentó por un momento no pensar en nada y cerrar sus ojos, pero fue peor; ya que esas imágenes se hicieron más vívidas. Ya estaba con los dedos entre sus bragas, acariciaba su clítoris con su suavidad pero reprimía sus gemidos, no quería alertar a su Susana con su juego perverso bajo la mesa. Cuando la Nana termino de preparar la comida y la sirvió vio algo extraño en Raquel. "¿Qué le pasa mi niña? Te noto rara" –le dice. "No es nada Nana, debe ser cansancio" –le respondió. "¡No me asuste! Algo le pasa. Recuerde que la conozco muy bien" –insiste Susana. "Nana, ya te dije estoy bien" –replica Raquel. Ahora la lucha de la chica estaba en mantener sus ojos mirando a otro lado, ya que solos se le iban a las tetas marcadas de Susana en esa apretada polera. Ella se dio cuenta que Raquel escondía la mirada y para que no se sintiera nerviosa ni culpable le dice: ”A mi me gusta como le queda el uniforme del colegio mi niña". Los ojos de Raquel se abrieron y le dice: "¿En serio Nana? Es de lo más normal, la típica falda a cuadros , tableada y medias hasta un poco más abajo de la rodilla y la blusa blanca. Yo lo odio". "Pero le queda muy bien" –responde Susana. "No me mientas Nana, ya sabes que soy sensible" –dice Raquel. "¿Por qué le mentiría mi niña?" –le dice Susana. "No sé Nana, tal vez solo por adularme" –arremete Susana. "Usted me dijo que me veía guapísima y claro que también usted lo es" –responde Susana. Aunque Raquel no dijo nada, en sus ojos se notó que le encantó escuchar eso.

Definitivamente necesitaba desahogar sus ganas, ya se estaba conteniendo demasiado. Cuando terminó de comer, Susana le pregunta: "¿Hay algo más que pueda hacer por usted mi niña?". Balbuceó una respuesta que salió de forma espontánea. ”No entendí mi niña" –le dice Susana acercándose a ella para mirarle a los ojos. "¡Ay Nana!" –dice Raquel. "Dígame pequeña" –insiste Susana, buscando una respuesta coherente de parte de Raquel. "Me gusta que estemos en confianza Nana, me siento bien contigo, sin esa preocupación que lleguen mis padres" –le dice tímidamente la chica. Susana comprendió al fin lo que pasaba por la cabeza de Raquel, pero no le insinuó nada, solo dejó que ella fuera quien tomara la iniciativa. "¿Te gusta como me veo con uniforme Nana?" –le preguntó Raquel, ya con más confianza. "Sí mi niña, es una joven preciosa y le queda muy bien" –le responde. "¡Gracias Susana!" –dice Raquel ruborizada y excitada. "¿Por qué gracias mi niña? Solo le digo la verdad. Póngase de pie" –le sugiere Susana. Raquel obedeció y se puso de pie. Se dio una vuelta mostrándole a su Nana ese uniforme que tanto odia. "Le queda perfecto, un poco más arriba de los muslos, lo que resalta sus piernas y esa blusa siempre con el botón del cuello desabrochado y la corbata a medio subir. Es una nenita bella" –dice insinuante Susana. "Ahora te toca a tí Nana" –dice Raquel. Susana se paró frente a ella y se dió una vuelta para que pudiera verla mejor. "¿Le gusta como me veo mi niña?" –le dice. "Sí, me gusta, pero no me digas mi niña, no están mis padres y ya no soy una niña" –dice Raquel. "¡Está bien, entonces serás Raquel desde ahora" –dice Susana.

Hay momentos en la vida en que debemos decidir parar o seguir pero ninguna quería detener ese juego de miradas lujuriosas. "¿Hay algo más que quieras Raquel?" –le preguntó Susana. "¡Ay Susana!" –dice Raquel contrariada. "No seas tímida, me dijiste que eras una mujer" –le dice Susana. Al ya saberse descubierta, la chica no tiene más que asumir lo que sucedía y me dice: "Me gustaría que te quitaras la polera". "¿De verdad? No tengo brasier puesto" –responde Susana. Le mostró como sus pezones se pegaron a la tela, Raquel quedó alucinada al ver la tela había envuelto tan bien los duros pezones de su Nana. "¿Aún quieres que me quite la polera?" –le preguntó. "¡Sí, hazlo!" –le respondió. "Bueno, pero tú también te quitas la blusa" –dijo Susana. Ambas se quitaron las prendas pero Raquel estaba con brasier. "Has hecho trampa Raquel, yo estoy con los senos al aire y tú con brasier" –reclama la Nana. Raquel sin perder un segundo se quita el brasier quedando en igualdad de condiciones. "Te dije que eras una mujer preciosa" –dice Susana. Raquel estaba temblorosa, no por miedo, por la ansiedad de lo pasaría después. Esta vez la compostura de Susana sufrió un quiebre y se acercó a la chica, acarició su rostro y le dijo: "Tranquila, es normal, yo también estoy temblando al verte así". Raquel se tranquilizó un poco, al menos en sus temblores, aunque su entrepierna estaba ardiendo, además su humedad hacía que sus bragas se pegaran a su vagina.

Estaban frente a frente esperando a ver quién daba el siguiente paso. La excitación en ambas era evidente, a tal punto que podían leerse muy bien entre ellas y saber lo que pasaba por la mente de la otra. Raquel no se pudo contener más y tocó los pechos de su Nana, los acarició y apretó, Susana emitió un delirante gemido de placer al sentir las delicadas manos de su "niña" explorar sus tetas con libertad. "¡Ah, qué rico! No sabes cuánto esperé esto" –dice Susana, quien son pedirle permiso mete su mano bajo la falda de la chica. ¡Oh! ¿Así estás por mí?" –le pregunta. "Sí, desde que te quitaste el uniforme" –le responde. "Lo sé, me di cuenta como me miraste cuando volví" –dice la Nana. Hizo a un lado la braga de Raquel y recorrió su vagina húmeda e hinchada. Le desabrochó la falda, la que cayó sin objeción al piso, besó lujuriosamente los labios de Raquel mientras iban caminando hacia el sofá. La hizo acomodarse en él y le quitó las bragas. La vagina de Raquel estaba a su merced. Siguió acariciando su clítoris, la chica gemía con vehemencia. "¡Ay Susana que rico lo haces!" –le decía entre gemidos. Ya nada importaba, no había pudor, solo deseo desenfrenado. Susana ahora empieza el recorrido con su lengua, haciendo que Raquel se retorcida de placer al ser invadida por esa lengua que le regala ese exquisito placer. 

La tomaba de la cabeza y la hundía en su sexo. "¡No pares! ¡Sigue así Susana!" –le decía presa de ese tortuoso placer, cada lamida era un paso más al orgasmo, quería disfrutarlo con libertad. Su cuerpo se retorció al sentir como los dedos de Susana entraron en su vagina y la comenzó a penetrar. Sus gemidos se hicieron más intensos, ella tampoco detuvo el recorrido de su lengua. Raquel acariciaba sus senos con lujuria y gemía con perversión. Susana hizo que se volteara y la acomodó el cuatro, haciendo más largo el recorrido de su lengua hasta el culo de la chica. Raquel sentía como una descarga eléctrica en toda su intimidad, jadeaba y se dejó abrazar por el orgasmo. Cada alarido era una muestra genuina de placer, cada jadeo le demostraba lo mucho que Susana la hacía disfrutar, hasta que casi inerte se quedó en el sofá con su respiración agitada. "¡Susana ha sido maravilloso!" –le dice. "No hemos acabado. Tenemos todo el tiempo del mundo para seguir disfrutando" –le dice. La toma de la mano y se van a la habitación de los patrones. Susana se quita el jeans y tampoco tenía bragas puestas. En ese momento la excitación en Raquel creció aún más. Susana se tumbó en la cama y le dijo: "Ahora es tu turno". Separó las piernas y le indicó a Raquel la forma en que debía hacerlo. La chica se recostó y su boca se acomodó en la húmeda vagina de Susana. Su lengua empezó un recorrido lento, pausado, el cuerpo de Susana se estremecía al ver cómo la chica inexperta hacia que su lengua se paseara por su cuerpo con calma. "Mueve tu lengua más rápido" –le dice. Raquel obedeció y más rapidez empezó a masajearle el clítoris. "¡Ahora sí! ¡Sigue! Aprendes rápido" –le dijo entre gemidos.

Cada segundo era una eternidad por la forma que era torturado su clítoris. Raquel la tenía al borde del colapso, se retorcía, gemía y jadeaba, su vagina palpitaba y su ano se contraría de manera perversa por causa del placer. "¡Penetrame con los dedos!" –le dice casi en éxtasis. Al sentir como los delicados dedos de Raquel entraron, exclamó: "¡Oh, qué rico!". En eso la chica no necesitaba ser guiada, ya que siempre lo hacía cuando se masturbaba. El frenesí del momento llevaba a Susana al orgasmo con pasos agigantados. Para ella dejarse atrapar por el orgasmo fue algo liberador, entre gritos de exquisito placer se entregó por completo a sus demonios y disfrutó cada segundo como si fuera el último. Ya había oscurecido, ambas estaban desnudas en la cama besándose tiernamente, no decían nada, sus lenguas y sus labios eran los encargados de decirlo todo. Entre besos y caricias lujuriosas Susana le dice: "Ahora te enseñaré otra cosa". Con los ojos llenos de expectativas Raquel le dice: "¡Sí, quiero aprender más!". Le dice que se siente en la cama con las piernas abiertas y ella hace lo mismo, entrelazando sus cuerpos aún con hambre de placer. Quedaron unidas sus vaginas y Susana comenzó a moverse estimulando a Raquel. "Ahora tú también muévete" –le dice. Ambas en un ritmo coordinado frotaban sus vaginas, provocando intensos gemidos en ellas. La chica jamás pensó que su Nana era una experta en tener sexo con mujeres, eso la calentaba, ya que estaba aprendiendo una forma distinta de placer. No pasó mucho para que ambas quedaran tendidas en la cama por otro intenso orgasmo que las invadió a la vez. Ya presas del cansancio se durmieron sin mirar la hora. 

En la mañana despertaron abrazadas. Con un dulce beso de buenos días Raquel saluda a la que fue su maestra y su primera mujer. Eran cerca de las once de la mañana cuando se levantaron. Raquel para ir de compras y Susana para realizar sus labores en la casa. En el centro comercial Raquel no sabía que comprar para ponerse en la noche, entonces se decidió por un conjunto de lencería diminuto y con encajes que mostraban demasiado, unos ligueros negros a tono con la ropa interior y un vestido de "puta" pensó ella cuando lo vio porque era demasiado corto, a eso le siguió un par de zapatos con tocones aguja. Las horas pasaron rápido y Raquel se moría de ansias. "¿Qué compraste para la fiesta?" –le pregunta Susana. "Algunas cosillas que te sorprenderán" –le responde. "A ver, muéstrame" –dice Susana. "¡Wow! ¡Te verás hermosa!" –dice la Nana al ver las cosas que había comprado Raquel. "¿Vas a una fiesta o tú serás la fiesta?" –le pregunta. "No lo sé Susana, lo compré porque quiero variar de los jeans" –responde Raquel. Comenzó a arreglarse para llegar a tiempo a la cita con Pablo, se miraba en el espejo y le gustaba como se veía, sabía al menos que en vestimenta no lo defraudaría. Susana la miraba con ternura y le decía lo precioso que le quedaba todo lo que se había comprado. Llamó un taxi y emprendió el viaje hasta la plaza cercana al colegio.

Cuando Pablo la vio, se acercó hasta donde estaba ella, ya salivaba. Lucía espectacular con ese vestido extremadamente corto y medias a tono. Definitivamente borraba la imagen de estudiante que tenía en su mente. "¿A cuánto la hora mamacita?" –le pregunta, haciendo alusión de que parecía puta. "Pensé que no vendría" –le dice Raquel. "No me lo perdería por nada, déjeme ver qué hay debajo de su vestido" –le dice. Con vergüenza y enojo levantó un poco su vestido para dejarle ver las medias hasta sus muslos y el liguero.

"¡Vaya, que bonito! ¡Qué bonito señorita Echeverría!" –le dice mirándola como un lobo hambriento. "¿Me va a llevar a un hotel?" –le pregunta Raquel. "No, Yo tomó en cuenta las decisiones de mis alumnos y usted dijo que lo que sea" –le respondió. Abrió la puerta de su auto y la llevó a un conocido Cabaret de la cuidad. Se estacionaron cerca de la puerta y el valet parking lo saludó de manera fraternal, luego le abrió la puerta y mientras caminaban al local le pellizcó las nalgas, para que los del valet lo vieran. Le dio un poco de vergüenza pero lo disfrutó. Cuando entraron, le pareció extraña tanta revisión. Hasta que escuchó en los parlantes al animador: "Con ustedes, dejo en la pista a la bellísima Ashley". "Parece que conoce muy bien este lugar" –le dice Raquel. "Es mi segunda casa" –dice Pablo con naturalidad. "Así veo" –dice ella. "Srta. Echeverría, no soy maestro las 24 horas del día. Además, no tengo que darle explicaciones de lo que hago fuera de mi horario de trabajo ni mucho menos los lugares que frecuento" –le dice frunciendo el ceño. 

"Hola Pablo, tu mesa ya está lista, pasa" –le dice una chica vestida con un diminuto bikini. "Gracias querida. Nos traes una botella de whisky" –dice él. "Claro que sí, pónganse cómodos" –responde ella. A Raquel le parecía fascinante, un mar de chicas semidesnudas se paseaban por el salón, sin importarles que las vieran. Sobre todo que en la pista se desnudaban por completo. "¿Te gusta?" –le preguntó. "No sé" –le respondió. Pasaban las horas y solo veía a su profesor hablar con el gerente del lugar, movía la cabeza y negaba con la mano. Hasta que un fajo de billetes paso de mano a mano. "¡Pero te esperas a las 3 que cerramos el acceso!" –le dice el gerente. "Sí, esperamos. ¿Verdad?" –preguntó. "No sé" –le respondió Raquel. "¿Solo sabes decir eso? ¿Me vas a hacer perder el tiempo?" –preguntó Pablo con enojo. "No se enoje, se va a poner viejo" –le responde Raquel con una sonrisa. En cuanto el gerente hizo una seña, Pablo fue al baño y regresó sonriendo. "¡Es hora!" –exclama mirando a Raquel. El animador anuncia: ¡Damas y Caballeros, me es grato anunciar que está noche serán testigos de algo especial! ¡Presenciarán el debut de una nueva chica! ¡Denle la bienvenida a Raquel que nos va a deleitar con un baile!". El gerente le sonrió y le dio la mano. "Es tu turno amiguita" –le dice. "¿Yo? ¿Cómo se le ocurre? Jamás he hecho algo así" –le responde. Pablo se pone de pie y le susurra al oído: "Dijiste lo que fuera". La guiaron hasta una pequeña escalera para subir a la pista, el lugar estaba repleto, entre meseros, clientes y chicas eran unas doscientas personas chiflando y gritándole: "¡Rica! ¡Mueve esas nalguitas zorra!".

El rostro juvenil, combinado con aquellas piernas torneadas y su culo redondo la hacían aún más atractiva ante los ojos de todos. A media canción subió una de las bailarinas y le puso una venda en los ojos, ella estaba desconcertada. El volumen de la música y el ruido en el lugar más el alcohol la tenían confundida, hasta que sintió que algo tocaba sus labios y la gritería explotaba. "Es hora de terminar lo que empezó Raquel en mi oficina" –le dijo Pablo. "¿Qué?" –preguntó. Bastó que abriera un poco los labios para que la verga de su profesor entrara, la bailarina le sujetaba la nuca y solo le quedaba recibir aquella verga una y otra vez. Aquello era una locura, gritaban, chiflaban y se tomaban la cabeza incrédulos. Mientras sentía que otro par de mano le bajaban los tirantes del vestido y le bajaban el brasier, dejando sus tetas a la vista de todos, otro par de manos le levantó el vestido hasta la cintura, dejándola casi desnuda. Luego la levantaron y la cargaron. "¡Agárrate de mi nuca!" –le dice Pablo. "Pero, ¿por qué aquí?"–le preguntó. "Para que todos vean cómo te esfuerzas por lograr tus metas" –le responde. Le hizo la braga a un lado y su verga se metió casi por instinto en su vagina. "¡Ah, ah! Haa! ¡Quítame la venda!" –le dijo. Ya rebotaba sobre su profesor, cuando le quitaron la venda. Alrededor de la pista estaban todos amontonados, babeando y gritando como locos. La chica que le sujetaba la nuca y que ahora la sujetaba, aprovechaba para meter un dedo en su culito. "¡Trae una mesa!" –le gritó Pablo a la mesera. De inmediato la mesa llegó para recostarla encima. La abrazó y la miró a los ojos. "Por mi quédese diez años más en preparatoria srta. Echeverría" –le dice. "¿Pensé que me odiaba?" –le pregunta. "Pasó la mitad de la clase mirándote y la mitad del día esperando a que subas las escaleras" –le responde el profesor. "¡Ah, qué rico!" –gimió ella. Pablo hundió su verga y la gritería le recordó que estaba en una pista a un metro de altura siendo penetrada por su profesor. Se sentía sucia, tenía vergüenza, pero extrañamente estaba disfrutando. Ahora eran dos bailarinas las que la manoseaban sin parar, mientras su profesor seguía penetrándola.

"Ven, date vuelta" –ordenó el pervertido profesor. Obedeció al instante. Ahora veía de frente como la mayoría de los hombres alrededor de la pista se tocaban por encima del pantalón, la mirada lujuriosa de cada persona ahí la calentaba, además sentía como su profesor chocaba contra sus nalgas. ¡Qué rico te están cogiendo nena!" –le dice Pablo. "¡Sí, muy rico! ¡Deme duro profe! Castígueme por no hacer la tarea" –le decía Raquel. "¡Eso putita disfrútalo!" –le dice él. "Por cada vez que no resolví el problema en el pizarrón metámelo con fuerza" –le decía entre gemidos. "¡Se te movía bien rico el culo mientras borrabas la pizarra puta!" –decía Pablo mientras se la metía con más fuerza. "¡Cógeme con fuerza, así, dámela toda!" –le decía Raquel. Ya no importaban las miradas ni los gritos de los demás, estaba disfrutando el momento. Ya era insoportable el ruido, estaban todos a punto de acabar, pero su profesor aún no terminaba. "¡Desnuda a la puta! ¡Queremos verla!" –gritaba la gente. Pablo se acostó en la pista y las bailarinas se encargaron de dejarla desnuda satisfaciendo el morbo del público. Raquel se montó sobre él. Rebotaba sobre su profesor y gemía mientras se apretaba los pezones.

"Levántate, te la voy a meter por el culo" –le dijo. "Sí, qué rico!" –le dijo ella. Sola fue a recargarse en la mesa y con ambas manos abrió sus nalgas para que su profesor metiera su verga en ella. "¡Ah, qué rica verga tiene profe!" –le dice después de un delirante grito. "¿Te gusta que te vean?" –le pregunta. ¡Sí, me gusta sentirme puta!" –le responde. "¡Qué rico culo tienes puta! ¡Debimos coger desde principio de curso!" –le dice. "¡Sí, perdimos tanto tiempo peleando! Si hubiera sabido que cogías tan rico antes, te habría dejado cogerme cada vez que quisieras Pablo" –le contesta Raquel. Su profesor no podía más, por más que trataba no se podía contener. Raquel sentía como la verga de Pablo se hinchaba en su culo y palpitaba. "¡Ah, que rico!" –gemía ella. "¡Sí profe, llene mi culo de leche!" –le decía. El semen de su profesor llenó el culo de su joven alumna y todos aplaudieron, chiflaron festejando.

"20 mil por llenar de semen las nalgas de esta puta" –dijo Pablo. De pronto una fila enorme esperaba turno. Raquel seguía empinada y su profesor estaba ahora metiendo su verga en la boca, podía saborear los restos de semen mientras los primeros chorros calientes caían en sus nalgas, y otro llegaba apresurado. Todos con su billete de 20 mil en la mano. Apenas iban unos diez y ya no se veían sus nalgas, el semen le escurría por las piernas, muchos usaban su tanga para limpiar los restos de semen. "Resultó que es una puta señorita Echeverría" –dijo Pablo. "¡Se siente bien rico toda ese semen!" –le dice ella. Siga chupándola que faltan muchos. "¡Qué rico!" –dijo Raquel y siguió chupando la verga de Pablo. Después de un rato, el semen escurría por sus nalgas hacía las piernas, incluso había en su espalda y en su pelo. Todos aplaudían y su profesor volvió a acabar ahora en su boca. Después de limpiarse un poco, salieron del lugar y el gerente los alcanzó. "Disculpe señorita, estos 450 mil son suyos" –le dijo. "¿Cuanto?" –le preguntó. "Solo tomé un poco para propinas, pero esto es suyo, se lo ganó" –dijo el gerente. Raquel no daba crédito a lo que escuchó. "Sí alguna vez quiere trabajar con nosotros, las puertas del local están abiertas para usted" –dijo el gerente antes de despedirse. 

Cuando llegó a su casa, aún tenía las piernas pegajosas, entró directo a su cuarto y se tocó el culo, todavía estaba húmedo por el semen de Pablo. Sabía que se graduaría, pero también sabía que volvería cada vez que pudiera al cabaret. Susana la esperaba desnuda en la cama y le pregunta: "¿Cómo lo pasaste?". "Muy bien, estuvo entretenida la fiesta" –le responde. "Se nota porque tienes el culo abierto. ¿Cogiste rico?" –preguntó. "¡Demasiado!" –le respondió. "Se te nota en la cara de zorra satisfecha que traes" –le dice Susana. Raquel sonrió y Susana se levantó para bajarle el vestido, se dio cuenta que venía cubierta de semen. Lamió cada espacio de su espalda, nalgas y piernas. Cuando le quitó las bragas aún quedaban rastros del semen de Pablo, el cual degustó del culo de la chica. Estuvieron casi hasta el mediodía cogiendo, un orgasmo tras otro fue la perversa prueba del placer que sentían. 

Un mensaje entró en su teléfono: "No te pregunté" –decía. "¿Qué cosa?" –le pregunta. "¿Eres mi puta?" –escribe Pablo. No respondió, pero la respuesta paseaba en su mente mientras se mordía el labio. Ya que la respuesta era demasiado obvio, si lo era y también lo sería de Susana cada vez que estuvieran solas.




Pasiones Prohibidas ®

5 comentarios:

  1. Infierno Lujurioso©Fiorella16 de mayo de 2023, 4:42 p.m.

    Que perverso eres, te gusta despertar mis sentidos...
    La verdad me gustó mucho es tan sucio y morboso
    Muy muy excitante
    Placentero leerte como siempre
    Lo demás pues lo sabes😈
    Gracias por compartir conmigo tus letras siempre💋

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  2. Nunca decepciona sus relatos caballero. Que excitante y placentero leer cada una de sus letras 🔥🔥🔥👏👏👏

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  3. Que exquisito relato graduarse de puta y coger exquisitamente como una perra en celo que ricooo.
    Felicitaciones como siempre Caballero

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  4. Que gran relato Caballero
    Menuda fluidez con la escritura
    mis respetos me ha encantado la historia
    Por supuesto agradezco a su señorita Fiorella por recomendarme sus relatos
    Un encanto de persona ella
    Mis felicitaciones a los dos saludos y mis respetos
    Espero leer mas relatos



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  5. Me encanta la imaginación y como es cada uno de los relatos.
    PD:necesito una novela de este relato

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