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lunes, 8 de julio de 2024

151. Soy una puta que se calienta con la lluvia


Hola me llamo Graciela soy chilena, hija única con un padre viudo, mi madre murió cuando yo era muy niña. Dicen los que me conocen que soy una chica sensual, que la naturaleza me dotó con atributos que hacen enloquecer a los hombres. Bonitas facciones, un cuerpo, como dicen esculpido a mano, un par de tetas grandes y un culo que causa infarto. Aunque yo me considero normal, incluso trato de pasar desapercibida, sin llamar mucho la atención. Mi padre, es un hombre que ya bordea los cincuenta, dedicado a su trabajo, tenemos buena relación, somos como amigos, aunque si es muy sobreprotector.

 Mi vida sexual empezó muy tarde, a los 21 años con un chico. Mi primera vez fue en el auto de un amigo, él se llama Bruno, nos conocemos desde que estábamos en la enseñanza media y siempre fuimos grandes amigos; él se llevó mi virginidad. Un día viernes me invita a salir, fuimos al cine a ver una película romántica. Luego fuimos a cenar a un restaurante, más tarde de esa noche el clima empezó a cambiar, se levantó mucho viento, se venía una tormenta terrible. Pensando que era hora de irnos el pago la cuenta del restaurante y nos fuimos. Cuando íbamos a mi casa en el camino empezó a caer una terrible lluvia que no se podía ver nada. Bruno estacionó el auto a la orilla de una calle media oscura nos quedamos ahí hasta que se detuviera la lluvia. Estábamos callados esperando que pare de llover, en un momento nos miramos directo a los ojos y nos besamos apasionadamente, él metía su lengua hasta mi garganta y yo hacía lo mismo con él. Luego tomo una de sus manos y la pongo en mis tetas y la otra en mi culo. Bruno se sorprende  por mi reacción y le digo que me coja, que quiero darle mi virginidad, en ese momento no hubo que decir más, ya que la lujuria se estaba apoderando de nosotros. Sin pensarlo nos pasamos al asiento de atrás. Desabrochó mi blusa y bajó mi brasier dejando mis tetas al aire, como si fuera un niño recién nacido empezó a chupar mis pezones, la sensación hacia que mi vagina se mojara y me mordía el labio. Luego sus dientes aprisionaron uno de mis pezones y los mordía suavemente; un calor inmenso me invadió por completo, estaba tan caliente disfrutando ese candente momento que empecé a buscar su verga entre el pantalón, la tenía dura. Varias veces había fantaseado con una pero esta era real y estaba así por mí, no perdí el tiempo y bajé su cierre para meter mi mano y sentirla. ¡Oh, que rica se sentía! Dura, palpitando, llena de venas que se marcaban por la erección.  

“¿Qué esperas?” –me preguntó. No supe que responderle. “¡Chúpamela!” –me dijo. Torpemente me la metí en la boca para complacerlo, pero él con paciencia me enseñó a hacerlo de la forma que a él le gustaba. Ya sabiendo cómo debía hacerlo, se la empecé a chupar lento, la metía de a poco en mi boca. Se sentía caliente, incluso palpitaba. Empecé a aumentar el ritmo y era alucinante, me encantaba la sensación de tener mi boca llena de su verga, babeaba de placer y tragaba mi saliva cuando me la metía completa otra vez. “Aprendes rápido Gabriela” –me dijo. Me subió el vestido y metió su mano en mi entrepierna, estaba húmeda; era una sensación que me ponía caliente, ya que era la primera vez que la experimentaba, cuando su mano se metió entre mis bragas me sobresalté un poco, pero con solo sentir su dedo medio acariciando mi clítoris fue algo que me hizo sentir en la gloria, la habilidad con la que su dedo jugaba en mi vagina era sublime. Sin darme cuenta estaba gimiendo y delirando por ese grato placer que me entregaba. Me quitó la braguita, la tenia mojada por mis fluidos. “¡Oh, qué rico se siente!” –le decía mientras abría mis piernas para que siguiera haciéndome gemir de placer. Me hizo que me tendiera en el asiento con las piernas abiertas, apoyé mi pierna derecha en uno de los asientos delanteros y le ofrecí mi vagina para que hiciera conmigo cuanto quisiera. Él de manera hábil puso su boca en mi vagina húmeda y palpitante, empezó a jugar con su lengua de manera traviesa, lamiendo y masajeando mi clítoris. ¡Oh, bendita sensación! No sabía porque mi cuerpo temblaba y tampoco sabía porque no podía dejar de gemir, era algo que sin duda me gustaba a pesar de ser la primera vez de experimentarlo. De pronto, mis gemidos se hicieron más intensos, mi corazón empezó a latir con fuerza y mi cuerpo temblaba sin control; estaba viviendo el primer orgasmo en mi vida y por Dios que lo disfruté. Exhausta y agitada pensaba que todo había terminado pero Bruno sabía que era solo el comienzo.

Se acomodó de tal forma que apuntó su miembro directo a mi vagina, empujaba pero no entraba, ya que mi himen le restringía el acceso, me dolía pero le suplicaba que no se detuviera, quería que él fuera el primer hombre en abrir mi vagina. Empujó con más fuerza hasta que sentí que mi himen se rompió y cedió ante la verga de Bruno, entró completa, solo pude dar un grito dolor, pero a media que con calma y paciencia me embestía, el dolor fue cediendo y le dio paso al placer. No creía lo que estaba sucediendo y como lo estaba disfrutando tanto. Poco a poco Bruno aumentaba sus movimientos, hasta que estos fueron intensos, arrancándome agudos gemidos de placer. Por alguna razón, mis manos se fueron a mis tetas que bailaban al ritmo de esas perversas embestidas, las acariciaba, tomaba mis pezones y los apretaba, eso aumentaba más mi placer y lujuria. Mi calentura sobrepasaba mi entendimiento, me encantaba lo que estaba experimentando, al punto de ser invadida por el segundo orgasmo de mi vida, fue igual de intenso que el primero. Mi vagina palpitaba deliciosamente y mis gemidos llenaban cada espacio del auto. En verdad, como les dije antes estaba en la gloria.

Bruno, sacó su verga, estaba con sangre pero aún se veía imponente y lista para la acción. Él se sentó y me dijo: “Ahora, súbete encima de mí”. Me indicó como hacerlo y estaba en horcajadas sobre él, su verga se deslizaba por mi vagina hasta llegar al fondo. Sentí que moría de placer al tenerla dentro completa. Me acariciaba el culo y lamia mis pezones, en eso me dio una fuerte nalgada y me dijo: “¡Mueve, empieza lento y de a poco lo haces más rápido!”. Me empecé a mover lento como me lo había dicho. Aunque al principio mis movimientos eran torpes, al correr de los segundos ya había tomado ritmo. Él seguía comiéndose mis tetas de manera voraz, entonces recordé que debía ir aumentando el ritmo de mis movimientos y poco a poco me movía más rápido, ya estaba descontrolada moviéndome encima de su verga, gimiendo y jadeando. Pensaba en que si alguien nos viera cogiendo y la reacción que pudiera tener pero la calle estaba desierta por la lluvia, solo éramos él y yo en ese delicioso momento. Mientras seguía deleitándome en el placer, Bruno aprovechaba de nalguearme, lo que aumentaba la excitación en mí. Abría mis nalgas y acariciaba con uno de sus dedos mi agujero, era tan perverso y placentero sentir lo que hacía que en algunos momentos me quedaba quieta disfrutando como ese dedo buscaba meterse en mi virginal culo.

De pronto, hizo que me detuviera y me dijo: “Quiero ser el primero en cogerse tu culo”. En ese momento, ya presa total de la calentura no podía negarme a lo que me pedía y le dije que sí, que yo también lo deseaba. Hizo que me diera vuelta y que sentara sobre su verga. Separé mis nalgas y sentí como sus dedos húmedos recorrían mi agujero hasta dejarlo completamente mojado por su saliva. Con las nalgas abiertas bajé despacio, hasta que sentí como su glande se posó en mi culito, yo empujaba y él también lo hacía, lo que facilitó en parte para que mi ano cediera de a poco. Entró despacio, no sabía si era dolor o placer lo que estaba sintiendo pero mi culo estaba siendo invadido por su verga. Sentía que se abría a medida que iba entrando, de pronto un placer intenso me invadió y empecé a moverme. Ya sabía lo que era coger y lo haría de la mejor forma posible. Cuando llegó a tope me empecé a mover rápido, esa mezcla de dolor y placer era excitante, delicioso y lleno de lujuria. Me cogía tan rico el culo que mi cabeza daba vueltas, no sabía cuento más podría resistir, ya que sentía que me estaba acercando a otro orgasmo, el tercero y el más delicioso de todos, ya que el medio ocupado era mi culo y me encantaba. Cerré los ojos y me dejé llevar, en un momento sentí que estaba en el infierno porque mi cuerpo ardía de placer, gemí, me retorcí e incluso babeé por el placer. Bruno dice: “¡Ya no aguanto más, voy a acabar!”. Entonces algo mágico sucedió, su verga explotó en mi culo, sentía como los chorros calientes de semen inundaban mis entrañas. En verdad fue placentero. Él me quitó la virginidad de mi concha, culo y boca. Cuando estábamos arreglando nuestra ropa, la lluvia cesó. Nos besamos apasionadamente y continuamos el camino a casa. La lluvia había sido la testigo muda de aquel momento mágico.

Desde ese días me calienta la lluvia porque tuve mi primera vez cogiendo. Desde esa noche yo tenía sexo con Bruno casi siempre, no éramos pareja solo amigos con derechos a sexo libre; yo tenía sexo con cualquier hombre o mujer que me calentara y Bruno se cogía a cualquier puta con la que él quisiera estar. No había mayor compromiso que el sexual, así nos gustaba y así lo pasábamos bien sin ningún reproche.

Una noche yo estaba con unas amigas en un boliche. Entonces apareció Marina, una amiga que desde hace tiempo no veía. Nos saludamos con cariño, vestía un ajustado jeans negro y una blusa abotonada del mismo color. Dejaba unos botones abiertos para lucir sus deliciosas tetas. Empezamos a charlar de la vida y las cosas que habíamos hecho en el tiempo en que estuvimos sin vernos, una cerveza tras otra y la conversación nos mantenía a tono, aunque era evidente que las dos estábamos ya borrachas. Entre risas y miradas seductoras mi vagina se empezó a humedecer, también podía ver en el rostro de Marina que ella también estaba sintiendo lo mismo que yo. Mis pensamientos se volvieron morbosos y dije: “Voy al baño”. Entré y al encerrarme en uno de los cubículos para darme placer, escucho la voz de Marina llamándome, abrí la puerta y le dije: “Aquí estoy”. Sin decir nada entró conmigo y al cerrar la puerta nos empezamos a besar apasionadamente, mis manos se fueron directo a ese imponente culo, ella hacia lo mismo levantando mi corta falda. La calentura se hacía presente cada vez más, desabroché su blusa y saqué sus tetas por sobre el brasier y las comencé a chupar como loca, ella gemía y me decía: “¡Qué rico lo haces!”. Sus duros pezones estaban en mi boca y yo los saboreaba hambrienta de placer. Estaba con sus brazos en alto completamente al placer de mi lengua, gemía tan deliciosamente que me parecía el canto de un ángel caído. Desabroché su jeans, los bajé junto con sus bragas hasta sus rodillas, ella separó las piernas y me regaló su húmeda vagina, me puse en cuclillas y la empecé a lamer, su sabor era exquisito, la tibieza de sus fluidos alucinante; pero lo que más me gustaba era la forma de gemir de Marina, lo hacía tan delicioso que era imposible no calentarse al escucharlos. En medio de la lujuria reinante Marina tiene un exquisito orgasmo que expulsó sus fluidos a mi boca, los bebí sedienta de ellos mientras se retorcía de placer. “¡Me hiciste acabar tan rico!” –me dijo. Yo seguía lamiendo mis labios para embriagarme más con sus fluidos.

Me puse de pie y la besé con lujuria, entonces me tomó de la cintura, me volteó y me hizo apoyar sobre el estanque del agua que conecta al sanitario. Subió mi vestido y bajó mis bragas. “¡Qué culo tan delicioso tienes Gabriela!” –dijo. No bien terminó de hablar cuando sentí su lengua lamiendo mi culo y mis nalgas. La temperatura subía en mí al sentir el recorrido de su lengua por mi agujero. Estaba gimiendo de placer, disfrutando como loca. “¡Sigue así, no te detengas! ¡Me tienes tan caliente!” –le decía entre gemidos. Era inevitable no acercarme al orgasmo, sobre todo cuando su lengua cambió el recorrido a mi vagina, la deslizaba por mi culo y por mi vagina a la vez; me estremecía por completo, hasta que al fin ese anhelado orgasmo llegó y me entregué a su caliente abrazo. Nos terminamos besando otra vez y regresamos al grupo como si nada. Una de las chicas dijo: “Se demoraron un montón”. “Lo que pasa es que me sentí un poco mal y Marina me ayudó” –le dije a fin de no levantar sospechas. Vi la hora y les dije que me debía ir, me despedí de ellas y salí. Recuerdo que era una noche lluviosa de invierno, por lo que me sentía caliente, ya que recordaba mi primera vez en el auto de Bruno. Cuando salí del boliche llovía como si mandaran el agua en balde, pero caminé lentamente a mi auto.

Conduje despacio por la cuidad desierta, mi cuerpo se empezó a calentar y mi concha empezó a mojarse, mis pezones estaban duros. Estaba tan caliente que pensaba solo en coger, ya fuera comerme alguna verga o llamar a Marina para que pudiéramos terminar el juego que habíamos empezado en el baño. Paré mi auto cerca de mi casa, subí mi vestido, me quité las bragas y me empecé a masturbar, metía mis dedos en la vagina y pensaba en lo caliente que me pone la lluvia, fueron minutos intensos de placer, tuve varios orgasmos que venían como un vendaval que atravesaba mi cuerpo. Cuando terminé de darme placer quise encender mi auto pero no partió. No sabía qué hacer, hasta que se me ocurrió caminar a casa y pedirle ayuda a mi padre. Mi vestido estaba mojado por la lluvia, iba tan caliente pero mientras caminaba percibí que alguien me estaba siguiendo, me sentí intranquila, intentaba caminar rápido pero los tacones no eran de mucha ayuda. Al darme vuelta para ver quien venía detrás de mí, me doy cuenta que eran unos perros callejeros. Entre más intentaba apurar el paso, ellos también lo hacían, me di cuenta que los perros olieron mi caliente mojada concha. Su olfato los había llevado hasta una perra humana en celos. Uno de ellos apuró su paso, en ese momento sentí que abalanzó sobre mí y me tomó de la cintura, por su fuerza caí al piso de rodillas y con las manos apoyadas, mi vestido se levantó lo suficiente para dejar mi intimidad expuesta. Entonces se sujetó con más fuerza y de una embestida clavó su verga en mi conchita. Grité de dolor, ya que se movía con violencia como si el muy depravado supiera lo que estaba haciendo, intentaba zafarme pero su agarre era firme, estaba asustada pero también me excitaba estar así en medio de la calle y con la lluvia cayendo en mi cuerpo. Era una postal erótica y pervertida que me excitaba demasiado. Estaba siendo sometida por la bestialidad de un animal callejero que me tenía convertida en un mar de orgasmos. Mi vagina gozaba de las embestidas y la lluvia torrencial que caía me calentaba, al punto de colocarme a gemir como loca.

Se acercaron varios y uno de ellos me montó por delante, quiero meter su verga por cualquier agujero disponible, pero era demasiado pequeño para alcanzar su objetivo, como premio a su esfuerzo lo tumbé en el suelo y empecé a masturbarlo hasta que su verga apareció. La agarré y me puse a chupársela de la manera más sucia que había aprendido. Para mi gran suerte no había gente esa noche, estaban todos guarecidos de la lluvia y yo pude gozar de esas vergas que estaba devorando con mi concha y boca. Mi cuerpo estaba totalmente fuera de control, era un orgasmo tras otro, hasta que el perro que me estaba metiendo su verga se quieto, sentí que me había entrado algo grueso en la vagina que me hizo estremecer, pero como mi boca estaba demasiado entretenida, solo di un pequeño salto. Estábamos pegados, sentir toda su verga adentro me hizo tener otros intensos orgasmos, aunque mi boca seguía devorando la verga del perro más pequeño de la manada.  En eso sentí como la verga del perro que estaba pegado a mi comenzó a latir con fuerza, los abundantes chorros de semen se esparcieron por mi conchita, haciéndome delirar de placer, sentía como explotaba en mi interior y me hacía enloquecer. Casi a los segundos el perro más pequeño llenó mi boca con su delicioso semen, eran chorros interminables los que arrojaba, los bebía descontrolada saboreándolo como una loca.

Como pude me levanté del piso, mis ojos casi se salieron de sus orbitas al ver que no eran dos, sino cinco perros que estaban a mi alrededor. Pensé: “Graciela, ¿qué vas a hacer? tuviste sexo con dos perros callejeros y los otros no se irán hasta recibir su parte”. Recordé que cerca había una plaza pegada a la vía del tren. Empecé a caminar hacia allá y ellos al instante me siguieron como si supieran lo que iba a suceder, mi conchita estaba mojada todavía y escurría semen camino en cada pasado. Al llegar ahí paso mi mano por mi entrepierna, recogiendo mis fluidos dándoselos a probar a los desesperados canes que lamian como si no hubiera mañana. Ahora dependía de ellos, estaba entregada como nunca a ser cogida de manera brutal. Estábamos en un lugar desierto y con poca luz, así que nadie molestaría. Era tanta la calentura que sentía que no dudé en quitarme el vestido y estar completamente desnuda ante ellos y su instinto. Me puse en cuatro. Uno de los que había esperado su turno al verme me montó y empezó a moverse hasta que le atinó a mi vagina, entrando su verga por completo, se movía tan violento que rápido entró su bola y quedamos pegados. Era tan excitante, un tanto morboso y placentero que solo cerré los ojos y disfruté, sobre todo cuando eyaculó dejándome llena de semen el interior. Seguí en cuatro y otro se acercó y me montó como un salvaje, levanté la cadera y le digo: “Perrito toma, cógete a esta puta humana”. Enseguida su verga se clavó en mi conchita. ¡Oh, se sentía tan grande! Me encantaba como se movía, haciéndome delirar, luego de algunas embestidas se quedó pegado. Fuertes orgasmos me invadieron, gemía y gritaba de placer, total nadie podía oírme. También eyaculó y dejó su caliente semen en mi interior. Al salir pude notar como escurría el semen camino de mi vagina y por mis muslos que estaban temblorosos a causa de tanto placer.

Quise tomar un descanso, pero los perros estaban demasiado calientes como para permitirlo y como buena perra dejé que otro me metiera su verga, era el turno del ultimo, no sabia que esperar, ya que era el más grande los cinco. Se veía imponente, incluso daba miedo solo mirarlo. Este perro me monto me penetró el culo muy fuerte y rapidez nada de violencia solo me cogía empecé a gozar mucho, me estaba rompiendo mi culo; siento su respiración en mi nuca y me doy vuelta, veo su hocico sacando su lengua. Cuando veo su hermosa lengua lo besé y  chupé su lengua. Al parecer le le gustó lo que hice, ya que empezó a cogerme frenético, fuerte; cada vez más fuerte, que me levantó y me lamia la cara,  me metía su lengua en mi boca. Quedamos pegados deliciosamente, mi culo se sentía ensanchado, abierto por esa deliciosa verga. Cuando acabó y dejó mi culo chorreando semen, dejé que los otros me siguieran metiendo la verga por el culo hasta que los primeros rayos de sol empezaron a asomar por medio de las nubes. La lluvia había cesado y ahí estaba tirada en el piso, llena de barro y de semen. Me puse el vestido y caminé adolorida hasta mi casa. Me iban siguiendo el perro más grande y pequeño, los otros ya habían tenido lo que querían y perdieron el interés.

Al llegar los hago entrar y me quito el vestido y me vuelvo a poner en cuatro, enseguida ambos me empezaron a lamer la concha y el culo. ¡Oh, Dios, qué placer! De solo recordarlo un escalofrío me recorre. ¡Ah, qué manera de hacerme gozar con sus lenguas! Intentaba no gemir, ya que no sabía si papá estaba en casa, pero me ahogaba el infinito placer que me recorría por completo. Eran orgasmos terribles los que golpeaban mi cuerpo. Entonces, el más pequeño se tumba frente a mí. “Ay, pequeño pervertido, ya sé lo que quieres” –le dije. Al tocar su funda, su verga se asomó por completo y se la chupé deliciosamente, el perro más grande siguió con su lengua en mi entrepierna, hasta que siento que se toma de mis caderas y me ensarta su deliciosa verga en mi conchita. Se empezó a mover rítmicamente hasta que toda estuvo dentro junto a bola, quedando pegada otra vez a él, está vez se giró y quedamos culo con culo. Al fin mi calentura estaba siendo saciada por completo, me sentía plena cogiendo con estos perros callejeros, que estar dispuesta a complacerlos para mí era un morboso placer. Al fin pude sentir a los descargar sus vergas a la vez y dejarme envolver por un delicioso orgasmo que me dejó tendida en el piso. Mis ojos se cerraron, no se cuánto tiempo dormí pero las lujuriosas lenguas de los animales me despertaron, entonces decidí sacarlos de la casa, porque obviamente mi padre no me vio tirada en medio de la sala con dos perros callejeros. Abrí la puerta y salieron, pero se quedaron cerca.

Como pude subí a mi cuarto, entré a la ducha, al salir, me puse solo una tanga limpia y me tiré a dormir. Desperté exhausta, me dolían las piernas, mi culo y mi concha también dolían pero habían disfrutado bastante. Me puse una bata, vi si mi papá estaba en casa, estaba sola, me preparé algo para comer rápido, miré por la ventana de la sala y estaban los perros echados en la vereda del frente, los llamé, puse unos platos con comida y agua, ellos cruzaron. Los miraba y me calentaba de solo recordar el placer que me hicieron sentir. Cuando terminaron de comer y beber, los metí otra vez en la casa, al cerrar la puerta ellos sabían que hacer. Me tumbé en el piso sin quitarme la tanga, empezaron a olerme, se sentía tan rico sentir sus narices frías hurgando en mi entrepierna, que mi conchita se mojó copiosamente. El más grande empezó a lamer mis tetas mientras el pequeño buscaba meter su lengua en mi vagina, entonces hice mi tanga a un lado, esa lengua deliciosa me recorría con libertad la vagina, mientras que la otra se encargaba de estimular mis tetas de manera perversa. Acariciaba la cabeza del más pequeño y le dije: “Tú no me la has metido”. Me quité la tanga y lo tomé para acomodarlo en la entrada de mi vagina, al sentir la humedad el pequeño empezó a moverse hasta que me metió su verga. Me cogía rico, me gustaba, a pesar de ser pequeño su verga no proporcional a su cuerpo, mi boca lo sabía perfectamente. Cuando su bola entró, tuve un delicioso orgasmo, me aferré a él con las piernas sin permitirle que se moviera. Entonces quedó pegado y quieto esperando acabar. Cuando lo hizo, un torrente de semen me invadió por completo. ¡Oh, bendito animal! ¡Qué manera más deliciosa de eyacular! Me regaló varios orgasmos intensos antes de él acabar.

Me quedé tirada en el piso intentando recomponerme, el perro más grande se acercó a mi vagina que palpitaba y destilaba semen para lamerla, Mis ojos estaban cerrados, disfrutando de esa maravillosa lengua, pero tenía ganas de más, quería seguir cogiendo. Me puse en cuatro y él entendió el mensaje directo. Se apoderó de mi cintura como ya lo había hecho antes, empezó a moverse, buscando donde hacer entrar su verga, me acomodé para que se metiera en mi culo, quería sentirlo abriendo mi culito que palpitaba deseoso por ser invadido. “Ah, sí!” –dije cuando entró. Sus movimientos me tenían delirando. Quedamos deliciosamente pegados, me acerqué al perro más pequeño para comerme su verga y disfrutar como una perra en celo. Era morboso estar así, placentero, lujurioso; busquen una definición ustedes; lo único que sé, es que lo estaba disfrutando. Había perdido completamente la cordura, mis gemidos eran intensos, mi cabeza daba vueltas de placer. En eso, se abre la puerta; era mi papá que había vuelto y me vio en cuatro con la verga del perro grande en mi culo y con la verga del pequeño en mi boca. Dio un grito fuerte ante el espectáculo. “¿Qué mierda haces? ¿Ahora te gusta coger con perros?” –gritó con enojo. No sabía que responder, no tenía una excusa creíble ante la situación; ya que jamás pensé que me vería envuelta en algo así. ¿Qué podía decir? Mentir no era una buena opción, ya que no podía alegar: No es lo que crees, las evidencias eran bastante claras. Tomé aire y le dije: Papá, no sé si me creas, pero me calientan los días de lluvia, venia caliente y mi auto se echó a perder cerca de aquí y estos dos perros me siguieron a la casa anoche y terminamos cogiendo. Pensé que se habían ido hoy por la mañana pero estaban afuera. Estaba caliente y al no tener un hombre con quien coger, decidí hacerlo otra vez”.  “¿Cómo que no había hombre? ¿Acaso estoy pintado?” –me pregunta él. “Pero, tú eres mi padre, no podría hacer algo así contigo” –le respondí. “Soy hombre y tu mujer. Prefiero cogerte yo antes de que cojas con animales en mi casa” –me dice. Por alguna razón sus palabras me pusieron más caliente de lo que estaba, no sabía que mi papi me tenía ganas. Mi mente se perdió en pensamientos perversos y quería ver hasta donde era capaz de llegar.

De repente, agarra al perro que estaba pegado en mi culo y lo saca de un tirón con fuerza, eso me dolió mucho, el perro salió con su verga con mucha fuerza que me rompió el culo y grité muy fuerte. Mi papá de manera pervertida metió su verga en mi culo abierto y sángrate, me lo metía con tanta fuerza que sentía que se abría más, lo que me provocó un delicioso orgasmo. En medio del placer que me daba la verga de papi, mis fluidos salieron exquisitamente expulsados de mi vagina como un tibio torrente de perversión. Papá me dejó seguir degustando las vergas de mis dos improvisados amantes, lo que era un verdadero placer para mi boca. Seguí chupando esas vergas suculentas que palpitaban hasta que ambos acabaron en mi boca, tragándome hasta el último chorro de semen que me regalaban. Papá seguía dándole duro a mi culo, tomado con fuerza. Me hizo ponerme de espaldas y empezó a lamer mis tetas, mis pezones estaban duros, su lengua los estimulaba con habilidad y los mordía con suavidad pero con fuerza, era una extraña mezcla de sensaciones que me hacía delirar. Puso mis piernas en sus hombros y la metió en mi conchita que palpitaba. Sentir que su verga entraba hasta el fondo me puso a gemir como loca y a pediré que me diera con fuerza. Obviamente lo hizo, me la metía con fuerza que sentía que mi vagina se partiría ante su ímpetu, pero era demasiado excitante. Papi sabía muy bien como dejar contenta a una mujer, lo estaba haciendo conmigo, me tenía al borde de la locura con sus embestidas. Me apretaba las tetas y retorcía mis pezones mientras miraba la cara de endemoniado de mi papi, dándole verga a la perrita caliente de su hija. Esta feliz, disfrutaba de la verga de mi papi con locura, me encantaba la fuera que usaba para someterme a sus morbosos deseos. Después empezó a metérmela por el culo, alternaba en mis agujeros, era deliciosamente pervertido. El sudor corría por su frente, mi manos seguían jugando con mis tetas y él seguía jugando con mis agujeros. Su verga palpitaba, yo estaba deseosa por sentir su semen derramarse en mi interior. “¡Llena de semen mi conchita, papi!” –le decía con lujuria. Se detuvo y se recostó en el piso y me dijo: “¡Chúpamela! ¡Se nota que sabes hacerlo!”. Me tiré entre sus piernas y le demostré a papi todo lo que sabía, me devoré su verga con lujuria, quería hacerlo sentir orgulloso de tener una hija tan puta que lo complacería hasta que acabara. Los dos perritos se metieron entre mis piernas para recorrerme completa con sus lenguas, Ya sin temor ni vergüenza abrí las piernas para que se deleitaran con mis fluidos, mientras me seguía comiendo la verga de mi pervertido papi. Los perritos ya tenían al borde del orgasmo cuando papá eyaculó en mi boca, llenando mi boca de su tibio esperma. Me sentía tan puta, pero tan satisfecha, había aprendido bien a ser una zorra y me gustaba serlo.

Cuando el orgasmo me invadió quedé rendida ante mi padre, le supliqué que me dejara quedarme con los perritos, no por capricho, sino porque me gustaba sentirme perra para ellos. “Puedes quedarte con ellos y ser la perra de ellos cuando yo no esté, pero cuando esté en casa serás mi perra y me complacerás en todo” –me dijo. “Sí, papá. Seré la mejor puta y perra que hayas tenido, incluso mejor de lo que fue mamá” –le dije. Desde ese día me volví la putita de mi papa y la perra de mis perros y la putita de mis amigos Bruno y Marina.

 


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