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domingo, 9 de junio de 2024

140. Encontré a mi suegra masturbándose

 


Hace un mes, con Carla mi esposa, Sofía y Pedro, mis suegros fuimos a pasar una semana de vacaciones al sur de Chile, a un lugar hermoso, lleno de arroyos, vegetación, pequeñas playas sobre los cauces de agua. Alquilamos una cabaña, con dos habitaciones muy cómodas y por el pronóstico del tiempo, esperábamos tener muy buenos días.

A mí, con 30 años, me encanta el senderismo, pasear por lugares casi vírgenes, disfrutar de la naturaleza. A Carla, no, prefiere sentarse junto a los arroyos, y tomar sol. Mi suegra, una mujer de 48 años, con muy buen culo y tetas, en nuestra ciudad Sofía solía caminar casi cien cuadras por día. Era un espectáculo de mujer y ella lo sabía, a veces se aprovechaba de eso para despertar más de algún pensamiento libidinoso de mi parte solo por jugar a ser perversa.

Al segundo día de llegar, después de desayunar puse un par de botellas de agua en una mochila, me puse un short, zapatillas y una polera y salí a caminar por esos inhóspitos parajes. Cerca de dos horas después, estaba regresando y veo a mi suegra, que caminaba como buscando algo. Me detuve a observarla y vi que se sentaba detrás de unos arbustos, a uno cien metros de la casa y se empezaba a acariciar la concha por sobre los leggins que le marcaban toda la vagina. Lo hacía con ganas y unos minutos después bajó los breteles y la parte de arriba esa camiseta que le quedaba moldeada a las tetas, andaba sin brasier, ella se apretaba las tetas con una mano mientras con la otra seguía acariciando su concha con más lujuria.

Mi verga se empezó a poner dura y cuando ella se bajó los leggins, la muy zorra tampoco tenía puesta bragas. Se metió dos dedos y empezó a gemir despacio, a media que sus dedos entraban y salían de su humedecida concha gimió como poseída en la privacidad que le daban los matorrales, sin pensar si quiera que estuviera viéndola en una faceta que no le conocía. Saqué mi verga y me masturbaba lentamente mirándola. Ella gemía de manera intensa, ya no podía más con la calentura que me tenía loco, me subí el short y sin que me viera me acercaba sigiloso. “¡Hola Sofía! –le dije cuando estaba a un par de metros. “¿Martin? Yo…” –alcanzó a decir cuando la interrumpí. “Estas caliente, como yo, mira” –le dije y saqué mi verga del short. “¡Martín, por favor! Carla” –dijo.  “Sofía, yo no voy a contar nada, supongo que tú tampoco” –le dije con audacia mientras me masturbaba. “No, me moriría de vergüenza si le digo que me viste masturbándome” –dijo avergonzada. “No tengas vergüenza, lo putita no lo puedes esconder. Además, podemos tener más razones para no decirle” –le dije en tono morboso.  “¿A qué te refieres?” –me preguntó.  “Piensa. Estamos solos y calientes. ¡Chúpame la verga!” –le respondí. “¡No Martín, no me pidas eso!” –dijo Sofía. “No te lo pido, te digo que lo hagas, se te nota que quieres hacerlo” –le dije.

Me acerqué para dejar mi verga junto a su boca y ella tímidamente al principio la besaba, para luego empezar a chupar y volver a meterse dedos en la concha. ¡“Que buena que eres chupando! Tu marido debe estar loco contigo. Ahora veo de donde Carla heredó esa hambre de chupármela” –le dije con calentura. “¡Ay Martín por eso estoy aquí! Él ya ni me toca y yo…” –dijo cuándo la interrumpí. “Eres muy caliente por lo que veo, sigue chupándola” –le dije. Ella siguió chupándomela y yo me agaché un poco para apretarle las tetas. Ella gimió y se puso más caliente. Luego de un rato, le dije: “¡Ponte en cuatro!”. “¡Martín, por favor no!” –dijo ella. “Sofía, hazlo de una puta vez” –le dije con perversión. Ella sin volver a protestar se puso en cuatro, en realidad en tres, porque de inmediato se apretaba las tetas con una mano. Me puse detrás y se la metí de a poco y Sofía cuando la empezó a sentir empezó a gemir y a moverse lentamente. ¡Qué concha más apretadita, me encanta!” –le dije. “Hace cuatro años que nadie la usa” –dijo ella. “¡Mentira! Te vi metiéndote los dedos” –dije. “Bueno, eso y algún que otro consolador, pero no es lo mismo” –me respondió.

La tomé de la cintura y se la metía con fuerza, ella gemía con un exquisito placer, la imagen de mi verga entrando y saliendo de su concha era por demás excitante, muchos de mis pensamientos lujuriosos se estaban haciendo realidad en medio de los matorrales, era todo un deleite tenerla en cuatro y estar dándole verga como un enfermo. De pronto, mi mirada se clavó en su orto, era una hermosura, se notaba apretado y por supuesto una tentación irresistible. Mojé uno de mis dedos con saliva e intenté penetrarla. “¡No Martín, mi culo no!” –dijo Sofía. “¿Por qué no? Tienes un culo exquisito y quiero cogértelo” –le dije. “Ay Martin, hace tiempo que mi culo no se come una verga y está apretado, me va a doler. Intenté otra vez y esta vez mi dedo entró sin problemas, le estaba cogiendo el culo con mi dedo mientras su vagina se comía mi verga, ella gemía y jadeaba de lo más caliente. “Ves que tu culo tiene ganas” –le dije. Para mi sorpresa, Sofía mojó dos dedos con saliva y se los empezó a meter y sacar de su culo mientras yo le daba verga. “Me gusta mucho que me cojan el culo” –dijo con voz de caliente.

Escucharla me calentaba y no me pude resistir a las ganas de meterle la verga en el culo, ya no opuso resistencia dejó que entrara, se sentía apretado y caliente. Mi suegra gritaba al sentir como mi verga le perforaba el culo sin compasión, ya no era de dolor, era placer. “¡Dame duro Martín! ¡Cógete mi culo!” –decía entre sus alaridos. Cada vez con más fuerza se la metía y ella en su calentura se metía dos dedos en la concha, era excitante verla de esa manera, disfrutaba como puta de la cogida que le estaba dando. Fue solo cosa de minutos para que ella tuviera un orgasmo que la hacía retorcerse e incluso revolcarse en el piso como una cerda caliente. Seguí dándole verga hasta que acabé en su culo de manera tan caliente que le dije: “¡Eres toda una puta Sofía!”. Ella limpió mi verga con la boca, llevándose los rastros de semen que habían quedado, aunque su culo iba rebosando. Nos arreglamos y decidimos volver a casa por caminos distintos. Unos quince minutos de haber llegado, llegó ella como si nada. “¿Cómo te fue amor?” –preguntó mi suegro. “De maravilla mi amor, disfruté mucho. Mañana voy a hacer otro paseo” –dijo ella y me miró de reojo.

Al día siguiente, nuevamente salí a hacer senderismo y cuando regresaba, decidí pasar por donde había encontrado a mi suegra el día anterior. Ella estaba sentada, como esperando. “¡Hola Martín!” –me dijo. “¡Hola Sofía! ¿Pasa algo?” –le pregunté. “No, solo tenía la esperanza de que pasaras por aquí” –me respondió. “Entiendo, también esperaba encontrarte aquí” –le dije. “Entiéndeme, años sin estar con un hombre y ayer desataste un fuego. No dejé de pensar en ti y en tu verga que me hizo gemir como loca” –dijo Sofía. “Veamos qué tan caliente estás hoy. ¡Quítate la ropa!” –le dije. “Pero…” –dijo ella. “Pero nada, si estás aquí es para coger no para mirar la naturaleza. Chúpamela y no perdamos tiempo” –le dije. Obediente se quitó toda la ropa, quedando desnuda y entregada a mis deseos, se puso de rodillas y me la empezó a chupar de la manera más perversa, tanto que se ahogaba y babeaba cuando se la tragaba completa, hice que se pusiera de pie con el cuerpo inclinado para que no dejara de chuparla, le metí dos dedos en la concha, que ya estaba mojada y gimió como loca. “¡Sí que te gusta chupar verga suegrita!” –le dije. “Me encanta y que me rompan en culo también, pero si me hacen las cosas a la vez me vuelvo muy puta” –dijo Sofía. “¡Le gustan los tríos a la puta de mi suegra! ¿Quién lo hubiera pensado? Tienes una cara de que no rompes ni un plato pero saliste bien puta” –le dije. “Me encantaban, pero como mi marido no se puede, sabes que es más tradicional para el sexo y creo que aunque se lo propusiera no se le pararía” –dijo con una sonrisa en los labios.  “Podrías proponerle que viera como te coge otro y así sería un cornudo feliz” –le dije. Ella rio con perversión. “¡Basta de hablar y chupa puta!” –le dije. Ella siguió como la mejor de las putas comiéndose mi verga, en sus ojos veía la lujuria y como disfrutaba. Yo seguí metiéndole los dedos como loco. De pronto, se me ocurrió una idea para probar hasta donde llegaría.

Sabía que en su calentura haría cualquier cosa por complacerme, así que dejé que mi imaginación tomara el control de la situación. “Quiero ver cómo te coges el culo con algo, si te veo gozar realmente, te acabo en la boca, si no, al arbusto ira el semen” –le dije. “No Martín, si quieres me la metes por el culo” –dijo ella. “¡Ya te dije lo que quiero! ¿Quiero ver cómo te coges el culo, no sé cómo lo harás pero quiero verte hacerlo ahora!” –le dije en tono de orden. Ella me miró con los iluminados y de su mochila sacó un pepino bastante grande. “Viniste preparada puta” –le dije. “Deje mi consolador en casa, y por si no venías, tenía algo con que entretenerme” –me respondió. “¡Entonces hazlo, cógete ese culo” –le ordené. Sofía lo chupó un poco y lentamente se metió. Era grande pero lentamente le entró. Le di una nalgada y ella gimió, de una se lo metió y se empezó a coger el culo perversamente, gemía y jadeaba como la buena puta que es, pasé mi mano por su concha que chorreaba sus tibios fluidos. “¡Ay Martín, qué caliente me tienes!” –me decía. Su culo invadido por ese pepino era un deleite para mis ojos. “ahora puta, chúpamela hasta hacerme acabar” –le dije.

Se acomodó un poco y poniéndose de forma que vea como se cogía el culo con el pepino, empezó a chupármela como loca. Estaba tan caliente viendo a Sofía que me hizo acabar con todo y se tragó todo mi semen, me limpió la verga con lujuria y siguió cogiéndose el culo hasta tener un orgasmo. Cayó de rodillas con el pepino ensartado y diciendo: “¡Eres un pervertido! ¡Te aprovechas de lo puta que soy!”. “¿Para que más te podría querer? Si las putas son para cogérselas” –le dije. Hice que se pusiera de pie y la besé de forma candente. Después de besarla hice que se sentara en el piso y se metiera el pepino en la concha. Sin dudarlo obedeció y se empezó a penetrar, con sus ojos inyectados en deseo me miraba y gemía, mientras yo me masturbaba viéndola. “¡Sí que eres una puta suegrita!” –le dije. Esbozó una sonrisa y siguió, con su otra mano se retorcía un pezón y me decía: “¡Me tienes demasiado caliente! ¡Hace tiempo que no estaba así!”. Yo no podía entender como el idiota de mi suegro no se la cogía, era toda una puta que necesitaba atención y él la estaba desperdiciando.

Más luego que tarde otro orgasmo llegó y Sofía empezó a gemir y a gritar de placer, si hubiera pasado alguien cerca la hubiese escuchado y quizá hasta la hubiesen visto, pero nadie pasó por ahí. Yo también estaba a punto de acabar y me acerqué a la puta que gemía, me esperaba con la boca abierta esperando recibir mi semen, el que cayó en su boca y en sus tetas. “Por ser una buena puta, te mereces un premio suegrita” –le dije. Me moví dos paso atrás y le mié su cara y sus tetas. “¡Oh, qué delicioso Martín!” –decía ella tratando de beber lo más que pudiera de mi orina. “Sabía que te gustaría tu premio putita” –le dije. Nos vestimos para volver a casa, el olor a sexo que salía de Sofía se mezclaba con el de mi orina pero a ella no le pareció importar demasiado. Antes de separarnos y seguir distintos caminos le dije: “Esta noche le voy a dar por el culo a tu hija y vas a escuchar como goza, así te darás cuenta que es tan puta como tú”. “¡Eres un pervertido!” –me dijo. “Sí, y no sabes cuánto” –le respondí. “Lo único malo de eso, es que no podré comerme tu verga” –dijo ella con una sonrisa maliciosa. Cuando llegué a casa, Sofía aún no había llegado, tal vez se quedó jugando con el pepino un rato más. Como a la hora llegó y mi suegro le dice: “Hoy fue más largo el paseo”. “Si querido, tú sabes que me gusta el campo y caminar en medio del bosque es algo que relaja” –le responde.

Mi mujer preparó la cena y mi suegra le ayudó, nos sentamos a comer y era inevitable no mirar a Sofía y no querer cogérmela encima de la mesa, pero no sería un bonito espectáculo para Pedro ni para Carla, solo puedo decir que mantuve la compostura estoicamente. Después de comer nos fuimos a la habitación, Carla se iba a poner pijama y le dije: “¿Para que te lo vas a poner? Sabes que me encanta verte desnuda”. “¡Ay, cariño! ¡No sigas porque vas a ser que me ponga como una niña mala!” –me responde. “¡Es lo que quiero mi amor!” –le dije. Sonrió y me dijo: “Me gusta la idea, pero mis padres están en la habitación de al lado”. “¿Qué tiene? ¿Seguro ellos no cogen?” –le dije. “Mi amor, no me hagas pensar en eso, no es algo que quiera imaginarme” –me responde. Me levanté de la cama y fui donde ella, la tomé de las mejillas y le di un beso apasionado, mis manos la empezaron a recorrer, Carla gemía al sentir como mi mano se posó en su vagina y al sentir mis dedos buscando su clítoris. La llevé a la pared y la di vuelta para acariciar sus ricas nalgas. “Si no cogen, al menos que escuchen que nosotros sí lo estanos haciendo” –le dije. “¡Qué perverso! ¡Me gusta cuando te pones así!” –me dice. “A mí me calienta saber que nos pueden escuchar, ¿dime que no lo has pensado?” –le dije con perversión. “La verdad sí, así se motivan” –me respondió. Abrió sus nalgas y me dijo: “¡Métemela por el culo!”. Fue como si ella supiera mi plan y sin dudarlo se la ensarté de una. Ella dio un delicioso grito seguido por gemidos intensos. “¡Ah, qué rico Martin! ¡Dame verga!” –decía. Los gemidos de mi esposa se escuchaban por toda la cabaña, en verdad Carla estaba caliente disfrutando de mi verga. Esa noche, con mi mujer tuvimos un sexo tremendo. Debo decir, que parte de mi morbo era hacer que Sofía escuche como gozaba la hija y logré que mi mujer se hiciera parte sin saber el porqué.

Al día siguiente, hice mi recorrido más corto sabiendo que Sofía estaría en el mismo lugar de siempre, al encontrarme con ella se estaba cogiendo el culo con un pepino. “¿Parece que estas muy caliente?” –le pregunté. “Anoche me calenté tanto escuchándolos coger que tuve que encerrarme en el baño a masturbarme, ya que mi marido se durmió como un tronco y ni siquiera se despertó” –me respondió. “¿Celosa de tu hija suegrita?” –le pregunté. “Eh, yo, puede ser” –contestó. “Puede ser que sí o puede ser que no. Dime” –le dije. “Sí, quería estar ahí y que me la metieras. Quería que nos cogieras a las dos” –dijo ella. “Te propongo algo. Hagamos un acuerdo que resulte beneficioso para los dos. Desde hoy serás mi puta, cuando y donde quiera te voy a coger, ya sea solo, con un amigo, dos o con una amiga” –le dije sabiendo cuál sería su respuesta. “¡Martín! Es algo difícil lo que pides” –dijo Sofía. “¿Cómo difícil? Es solo decir sí o no” –le dije. “Es que tu mujer, mi marido, tampoco he estado con alguna chica” –me dice ella. “De mi mujer me ocupo yo, de tu marido te ocupas tú. Aunque no me molestaría cogerte delante de él para que vea lo puta que eres” –dije. “¡Eres un desgraciado!” –me dijo. “Como si no te gustara, y tú eres una puta, tanto como lo es Carla” –le dije. Me miró sonriendo perversa y dijo: “Yo creo que más. Pero, ¿si no quiero?”. “Fácil, se acaba todo, solo serás una desconocida para mí y eso sería mucho decir” –le dije. Después de un momento de silencio respondió: “Bueno, acepto. Seré tú puta, tu amante, me podrás coger cuando se te pare la verga”. “Me gusta esa idea, serás mi puta y mi amante entonces” –le respondí. “Recuerda que si jugamos con fuego nos podemos quemar” –dijo ella. “Bueno, entonces que ardamos en el infierno. Ya te quemaste, por no haberme esperado, termina sola, hoy no tendrás verga” –le dije.  Nos vemos. “¡No Martín! ¡Cógeme por favor!” –suplicó. Hice que se metiera el pepino en la boca y que lo chupara como una verga mientras se la metía por el culo, Sofía gritaba como loca. La nalgueaba y ella me pedía que siguiera, que no tuviera compasión de su culo. Cada vez era más salvaje al embestirla y ella babeaba como una perra cuando mi verga le llegaba al fondo. Le quité la ropa y nos tiramos al suelo, en un solo movimiento se enterró mi verga en su culo y se movía como enferma, se apretaba las tetas y gemía deliciosamente. Ambos lo disfrutábamos como adolescentes, estábamos unidos por nuestra perversión y lujuria, saciando nuestras ganas de sexo, ese sexo prohibido y a escondidas que resulta ser más placentero. “¡Qué rico te mueves putita!” –le decía. Ella seguía moviéndose sensual hasta que ambos acabamos a la vez. Nos vestimos y nos fuimos a casa, de manera descarada llegamos juntos con la excusa de habernos encontrado en el camino. Los días de la semana que quedaban, todos la cogí en la soledad del campo, no pensé en que mi suegra fuera tremenda puta.

Llevamos nuestros juegos de vuelta a nuestra realidad. Nos veíamos en la semana por varias horas, nos encerrábamos en esos moteles escondidos de la capital solo para coger hasta que el tiempo se salida se agotara, incluso por el solo hecho de complacerme se hacía pasar por puta y seducía a más de alguno y terminábamos los tres cogiendo en su casa, en la cama que comparte con el cornudo de mi suegro Tremenda puta mi suegra. En uno de esos encuentros, Sofía fue a mi casa, ya que Carla estaba en el trabajo y yo tenía un día libre, no hizo más que entrar y yo la empecé a desnudar, al tenerla ya sin ropa me la llevé a la habitación y sin siquiera un juego previo empecé a cogérmela. Yo estaba caliente y mi puta siempre estaba disponible. La tenía en cuatro dándole por su delicioso culo, ella gemía descontrolada sabiendo que nadie podría escucharnos. Después de darle por el culo, hice que me la chupara, su boca era todo un deleite cuando lo hacía, yo estaba con los ojos cerrados bufando de placer cuando la puerta del cuarto se abrió. “¿Qué mierda están haciendo?” –escuché decir. Nuestra sorpresa fue mayúscula cuando vimos a Carla parada en la puerta viendo a su madre chupándomela. La reacción de Sofía fue cubrirse y la mía quedarme petrificado como si eso ayudara a que no me viera. De nada iban a servir las excusas, ni el típico “no es lo que crees”, las evidencias eran más que claras.

El rostro de Carla mostraba enojo, por primera vez no sabía que decirle, pero Sofía fue la que tomó el toro por las astas y le dijo: “Ninguno de los dos lo buscó solo se dio. Desde las vacaciones que estamos juntos y el sexo es lo que nos mueve”. “¡Eres una –le puta! ¡Te metiste con mi marido!” –le dice Carla con enojo. “¿Me dices puta? Qué no se te olvide que por muy puta que sea sigo siendo tu madre, a mí no me hablas en ese tono. Además, tienes el descaro de decirme puta, ¿acaso olvidaste el espectáculo que diste una noche cuando Martín te estaba cogiendo?” –le dice Sofía. “Eso es distinto, era mi marido quien me estaba cogiendo” –le responde Carla. Ya la discusión se estaba tornando un poco agresiva, las dos se insultaban, no niego que igual la situación era excitante. “Claro, es tu marido, pero él quería que los escuchara coger y me pajee muy rico en el baño escuchándote gritar” –le dice Sofía. “¡Puta!” –le dice Carla. Sofía se paró frente a ella y le dijo: “Sí, muy puta, la puta de tu marido aunque te pese”. Me quedé de una pieza al escucharla. “Si tanto peleas por una verga, entonces putita ponte de rodillas y chúpasela” –dice mi suegra tomando del pelo haciendo que se arrodille. “Aparte de puta, eres una loca” –dice Carla. “No me vengas con esos discursos de moralista, mira que tú también eres bien puta Carlita” –le responde Sofía.

Dicen que las oportunidades hay que aprovecharlas, entonces obviamente no iba dejar pasar esa oportunidad, me acerqué pero mi mujer se negaba a abrir la boca. “¡Te dije que se la chupes!” –le dice mi suegra apretando sus mejillas. La boca de Carla se abrió y metí mi verga, me empecé a coger su boca ya que Sofía no la soltaba. “Ves que eres putita, no puedes decir que no te gusta chuparle la verga a tu marido” –dice mi suegra. Carla ya había cedido a las órdenes de mi suegra y sin presión ya se estaba devorando mi verga de la forma que me gusta, con Sofía nos besábamos de manera lujuriosa mientras yo jugaba con mis dedos en su concha haciendo que gimiera de placer. Entonces le dije a Sofía: “Esta es la oportunidad de que debutes con otra mujer”. Me miró con perversión y preguntó: “¿Tú crees?”. “¡Claro que sí! Además, que mejor que hacerlo con la zorra de tu hija” –le respondí. Levanté del piso a Carla y la desnudé con rapidez, no podía dejar que el momento se enfriara. Al verla desnuda mi suegra se mordió el labio y sin pensarlo se lanzó sobre Carla. Le sonrió y le dijo: “Tu marido quiere que cojamos y yo estoy para complacerlo”. La empujó a la cama y se subió encima de ella, la besó con lujuria, mi mujer no opuso resistencia, se dejó llevar por aquel beso lleno de perversión. Las manos de Sofía bajaron por su pecho y se posaron en esas deliciosas tetas de mi mujer para jugar con ellas un rato, luego su boca se posó en uno de sus pezones, lo lamía y mordía haciendo que Carla gimiera. “¡La puta de mami sí que sabe comerse mis tetas!” –decía mi mujer. La lujuria de Carla se encendió cuando sintió que Sofía bajaba con su lengua hasta llegar a su vagina. Yo las observaba, me calentaba demasiado la escena y no paraba de masturbarme. “¡Ay mamita, que rica lengua!” –le dice Carla al sentir la lengua de su madre hurgando su vagina.

La estuvo martirizando por varios minutos con esa juguetona lengua haciendo que gimiera con lujuria. Después fue el turno de Carla, Sofía se recostó en la cama y abrió las piernas, pero Carla se puso encima de ella quedando vagina con vagina y empezó a frotarse. Ambas gemían de manera armónica y yo caliente viéndolas. “¡Eso putitas! Sigan” –les decía. Ellas igual de calientes que yo seguían frotando sus conchas con perversión. No pasó mucho tiempo para que las dos cayeran en los brazos de un incestuoso orgasmo, ambas gemían desaforadas de placer hasta que Carla cayó sobre su madre, se besaron y Sofía le dijo: “Las dos somos igual de putas hija”. “Creo que lo heredé de ti” –le dice ella. Como la cereza del pastel, hice que las dos me chuparan hasta que acabé en sus bocas, verlas compartir mi semen como dos niñas buenas era excitante. Nos quedamos un rato tendidos en la cama, Carla dice: “Ya tienes dos putas para tu deleite. Aunque lo más morboso es que somos madre e hija”. “Estamos dispuestas a hacer lo que nos pidas, sabes que puedes llamarme cuando quieras y aquí estaré para complacerte junto con la putita de mi hija” –dice Sofía. Nos vestimos y llevamos a mi suegra a su casa, para que el cornudo no se preocupara. Nunca se enteró de lo que pasó con Sofía en las vacaciones ni mucho menos de lo que ella hacía en nuestra casa cuando iba con la excusa de visitarnos, incluso se la mandaba llena de semen y él pensando que todo estaba bien.

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®

3 comentarios:

  1. Que relato para más excitante caballero😈🔥🔥🔥💧

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  2. Que rico exitante y muy lujurioso relato el incesto es humor.

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  3. Wao tremendo relato ufff incestuoso y lujurioso a la vez como siempre exquisito Caballero

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