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viernes, 7 de junio de 2024

139. La casa de subastas

 


Me llamo Grisell, tengo 30 años. Mido 1,75, ojos café, pelo castaño hasta la cintura. Muchos dicen que tengo bonita figura, no sé si será cierto, pero me gustan mis senos, mi culo y mis piernas. Generalmente visto de jeans ajustados, ya que me hacen ver el culo gigante. Llevo un tiempo sin trabajo y las deudas se empiezan a acumular, eso me desespera un poco, ya que siempre he sido responsable con el pago de mis cuentas. No quería pedirle ayuda a mis padres, ya que cuando me independicé lo hice para no tener que generarles gastos, aunque ellos son de buena situación económica.

Empecé a mandar currículums en varios correos. En mi vida profesional soy secretaria y me gusta mi trabajo, me destaco sobre el resto ya que hablo inglés y francés de manera fluida, pero lastimosamente no he conseguido nada. En la tarde recibí un correo para una empresa transnacional que requería una secretaria. Respondí qué estarían en la mañana según me habían indicado y llevaría las referencias de mi último trabajo. Esperanzada en que todo saldría bien, preparé la ropa con la que iría a la entrevista. Nada del otro mundo, una falda blanca, blusa del mismo color, una chaqueta a tono con la falda y tacones. Me di una ducha y me acosté ya que me esperaban a las nueve de la mañana.

Al despertar, una ducha y a prepararse para lo inesperado. Ya estaba lista para salir, me miré al espejo y me dije: “Te ves sensual Grisell. Si no los impresionan tus habilidades, lo más seguro es que tú culo lo haga”. Me reí por la estupidez que había dicho, desempleada y pensando como puta. Salí a la dirección indicada en el mail. Isidora Goyenechea con Enrique Foster, Barrio El Golf. La entrevista era en el piso 24, tuve que dar mis datos en la recepción del edificio para ingresar. Los guardias no dejaban de mirarme el culo y las tetas, se notaba ya que lo hacían de manera descarada, Me calentó sentir esas miradas libidinosas, mi conchita se mojó por las miradas impúdicas de los guardias. No tenía tiempo para ser morbosa pero les dije: “Se nota que les gusta lo que ven”. Me fui a los ascensores y llegué al destino. La recepcionista de la oficina anuncia mi llegada, a los pocos minutos sale un hombre de unos cuarenta años y me dice: “Srta. Grisell, pase”. Fuimos por un amplio pasillo con una oficina al fondo. “Por favor, tome asiento” –me dice. “He revisado su currículum y veo que tiene experiencia. Su perfil se ajusta a lo que buscamos, pero hay algo que quiero saber” –me dice serio y mirándome a los ojos. “Claro, pregunté con confianza” –le dije. “Somos una empresa que se dedica a diferentes rubros, tenemos una casa de subastas, en dónde se venden al mejor postor artículos valiosos. Con clientes que pagan grandes sumas de dinero cuando algo es de su agrado. Usted, sería la secretaria de la Casa de Subastas y su jefe sería don Juan Pablo Urrejola” –me dice. “Suena interesante” –le respondí. “Claro. Además, es un trabajo tranquilo, solo que requiere discreción, como le dije son clientes exclusivos y les gusta mantener su privacidad. ¿Está dispuesta usted a mantener lo que usted vea de forma confidencial? No puede hablar de su trabajo con nadie ni mucho menos comentar quienes son los clientes”. “Pierda cuidado con eso. Seré discreta y profesional” –le respondí. “Bueno, sin más que decir. Sea bienvenida a nuestra empresa. Leticia, la chica de la recepción preparará el contrato y lo firmamos” –me dijo serio. “¡Estupendo! ¡Gracias por la oportunidad!” –le dije. Después de unos minutos ya estaba listo el contrato, lo firmé y la persona que me entrevistó me dijo que empezaba mañana y por ser primer día me pasarían a buscar para llevarme al lugar. El horario era en la tarde, entraría a las cinco de la tarde y saldría a eso de las dos de la madrugada.

 

Salí de la oficina y estaban los guardias, como regalo por mi nuevo trabajo caminé lentamente para que se deleitaran con mi culo y dejarlos calientes. Me fui a la casa y como una buena niña me quité la ropa y me tiré en la cama. Desnuda y recordando las miradas de los guardias me empecé a humedecer y dije: “Veamos lo que el porno tiene para ofrecer”. En mi búsqueda de inspiración estaba jugando con mis tetas. Me las tocaba, las apretaba y retorcía mis pezones. Estaba con mis dedos hurgando en mi clítoris despacio y gimiendo con suavidad, la imagen de la chica que era follaba violentamente por un hombre enmascarado me tenía demasiado caliente, sus agujeros eran usados sin piedad y en su cara se veía como disfrutaba la violencia de las embestidas que recibía. Mis dedos aceleraron el movimiento y al igual que ella me encontraba gimiendo poseía por la morbosa escena, me retorcía en la cama, ya el teléfono estaba a un lado y disfrutaba masturbándome, sentía como el cuerpo me temblaba, estaba tan sumergida en el placer que mis dedos buscaron el camino a la entrada de mi concha que palpitaba y sin permiso me invadieron. Me penetraban con la misma fuerza que había visto en el video, mi boca se secaba, así que aprovechaba mis fluidos vaginales para hidratarlos. Fue solo cosa de minutos para caer dominada en un intenso orgasmo. Me retorcía en la cama por el placer, mi vagina anhelaba la brutalidad de una intensa cogida, gemía al punto de que esos gemidos se transformaban en alaridos, no dejaba de penetrarme con mis dedos, tampoco me detendría ya que ese fue solo el principio del camino lujurioso al placer. Seguí con la placentera tarea de cogerme con los dedos hasta que el orgasmo llegó y mis fluidos salieron desparramados, mojando mis sabanas y mis muslos; hace tiempo que no tenía un orgasmo tan exquisito como ese, al punto de quedar rendida sin hacer ningún movimiento, solo el movimiento de mi pecho por la respiración agitada y el movimiento involuntario de mis piernas que temblaban por el placer.

 

A la mañana siguiente recibo una llamada de la oficina, era el hombre que me había entrevistado que me dice: “Srta. Grisell se le pasará a buscar dos horas antes, ya que se me olvidó mencionarle que debe usar el uniforme de la empresa y deberá pasarlo a buscar y luego ser llevada al lugar donde efectuará su trabajo. Como le indiqué en la entrevista, la discreción es fundamental para nuestro tipo de negocio, por la clase de clientes”. “Estaré esperando con ansias y pierda cuidado, de mi boca no saldrá ninguna palabra” –le respondí. “Muy bien, prepárese porque minutos antes de las tres de la tarde pasaran por usted” –me dijo y cortó la llamada. No niego que existía algo de morbo en mí por saber que tan exclusivos eran los clientes y que tipo de artículos se ponían a la venta, ya que era mucho el secretismo. Mi mente siempre ha sido un tanto especulativa y ahora no era excepción, cada vez me sentía más ansiosa para saber el lugar que iría y a quienes iba a recibir para la subasta. Me fui a dar una ducha, ya que mi vagina se había mojado de solo pensar en lo que sucedería en ese lugar, me vestí normal, ya que debía pasar a buscar mi uniforme a la empresa. Estaba atrapada en mis pensamientos cuando mi móvil suena y escucho una voz que dice: “Srta. Grisell, soy el chofer que enviaron de la empresa. Estoy abajo esperándola”. “Salgo enseguida, no tardo” –le dije. “Muy bien” –dijo el hombre y cortó la llamada. Al salir me sorprendió al ver al chofer, un tipo fornido, de unos 40 años, pelo corto, lentes oscuros, traje negro y camisa blanca, corbata a tono con el traje y con seriedad en su rostro. El auto también era un deleite a los ojos, un Jaguar de color negro con los vidrios polarizados. “¡Buenas tardes!” –dijo el conductor con voz grave. “¡Buenas tardes caballero!” –le respondí y abrió la puerta. Nos dirigimos a la oficina, iba callado pendiente del camino. Llegamos al edificio y entramos al estacionamiento subterráneo. “Espéreme aquí, voy por sus cosas” –dijo. Se bajó, no tardó más de cinco minutos cuando volvía con lo que tendría que usar en mi trabajo, dejándolo en el maletero del auto.

 

Emprendimos el rumbo hacia el lugar de la subasta. “Me dijeron que le recordara que debe ser discreta, hablar lo justo y necesario cuando se le indique hacerlo” –me dijo. “Sí caballero, me lo dijeron también cuando me llamaron en la mañana” –le dije. “Una cosa más, pero es a título personal. Siempre sonría, a las personas les gusta que quien los reciba lo haga con una sonrisa en lo labios” –dijo. “Muchas gracias por su consejo” –le dije. Llegamos a una casona en el campo, no había casas cerca, era del tipo patronal, como una mansión inmersa en la nada, el viejo portón de fierro se abrió cuando estábamos a unos metros. A media me di cuenta que habían varios hombres vestidos como el conductor, eran como guardias de seguridad que custodiaban el recinto, pensé que se debía a lo valioso de los objetos a subastar y por el tipo de clientes. Se detuvo, se bajó a abrir mi puerta. “Sígame por favor” –dijo sacando las cosas del maletero. Entramos a la casa y caminamos por un estrecho pasillo. “Aquí puede cambiarse de ropa” –dijo sin expresión en su rostro. Me dio las cosas, estaba la ropa que debía usar y el maquillaje, habían pensado en todo, hasta en el tipo de ropa interior, no me pareció raro ya que en la entrevista me habían dicho del tipo de clientes que manejan y hay que dar una buena impresión. Al ver las cosas que se me habían entregado, ropa interior blanca con encajes, una falda bastante corta de color negro y una delgada blusa blanca, el maquillaje era sobrio pero el labial era de un rojo intenso, zapatos de tacón negros. Al salir de la habitación donde me cambié de ropa, el chofer me llevó por un estrecho pasillo tenuemente alumbrado. Llegamos donde estaba el martillero y le explicó que yo sería la secretaria de la casa de subastas y como la anterior estaría presente para recibir los pagos y ayudar con algo en caso de ser necesario, que era nueva y que si veía potencial en mí lo hiciera saber en su informe. El hombre me miró de pies a cabeza y asintió. Se acercó y me tendió su mano para saludarme: “Mucho gusto, mi nombre es Rubén” –dijo pausadamente. “Encantada don Rubén, soy Grisell” –le respondí con una sonrisa. “Como me dijeron que es nueva, supongo que le explicaron el protocolo que sigue la empresa con respecto a sus clientes y la privacidad” –me dijo. “Claro, eso lo tengo claro y no tiene de que preocuparse, soy una tumba” –le respondí. “Eso es bueno. Como estará enterada, los productos que aquí se subastan nos son convencionales pero ellos pagan mucho por quedarse con el que es de su gusto” –dijo don Rubén. “Algo me habían dicho, pero no sé qué productos son” –le dije. “Bueno, cuando comience la subasta se dará cuenta” –dijo él.

Poco a poco comenzaron a llegar los clientes, todos varones vestidos con impecables trajes y un antifaz o mascara para no mostrar su rostro, aunque ya se conocían muchos y se saludaban como grandes amigos. Los hice pasar a una sala que estaba preparada para la ocasión, con cómodas sillas y un pequeño escenario de no más de cincuenta centímetros de alto. Les ofrecí algo para beber, muchos de ellos fanáticos del bourbon y otros del whisky. Puntualmente comenzó la subasta, el martillero estaba en posición. “Sean todos bienvenidos. Espero que pasen un momento agradable y lo que hoy se va a subastar espero que sea del agrado de nuestras distinguidas visitas”. Presiona un botón y baja un telón blanco y las luces disminuyen su intensidad, se empiezan a proyectar imágenes de una chica preciosa en poses sugerentes e incluso fotos desnuda. “Este es nuestro primer producto. Como ustedes saben primero son las imágenes y luego la tendrán en frente, pero mientras abramos la subasta en mil dólares”. Una mano se levantó. Luego el martillero dijo: “Ahora, que sean mil quinientos. Recuerden que es solo para tener una base antes de tenerla presencialmente” –otra mano se levantó de atrás ofreciendo el precio que se pedía, antes que don Rubén dijera algo, otra mano se levantó y ofreció dos mil. Me pareció morboso ver como hombres elegantes pagaban elevados precios por putas, claro que no eran cualquier puta, eran de esas que atienden solo empresarios y hombres adinerados. “Bueno, es tiempo de hacerla pasar” –dijo don Rubén. Sale la chica al escenario completamente desnuda, luciendo sus sensuales atributos, en ese momento las manos se levantaban solas elevando la puja. Se la adjudicó un hombre por quince mil dólares.

Cuando le fue entregada salieron rápidamente de la sala. Después se proyectó la imagen de otra mujer igual de sensual que la anterior. La puja inicial se cerró en cinco mil dólares. Cuando salió al escenario la escena se transformó en una cacería de lobos hambrientos, pagando por ella treinta y ocho mil dólares. A pesar no dar crédito a lo que mis ojos veían me sentía excitada al saber que una mujer sensual desataba las pasiones ocultas de hombres que quizá eran referentes para sociedad y que nadie se imaginaba lo que hacían en su tiempo libre. Así la sala se fue desocupando, quedando cinco puestos libres, ya que eran cinco “productos” los que estaban en subasta. Cuando don Ruben iba a dar por cerrado el evento, uno de los hombres le pregunta: “¿La señorita que nos acompaña puede ser subastada?”. Él cortésmente le responde: “No, ella no es parte de los productos a subastar porque es parte del staff de la empresa”. “Yo estoy dispuesto a pagar diez mil dólares como puja inicial” –dice otro. Habían puesto en una encrucijada a don Rubén, les pidió un poco de tiempo para hablar conmigo, yo me encontraba húmeda, jamás pensé que alguien estaría dispuesto a pagar tanto por pasar un momento conmigo. Bajó del escenario y me dijo: “Srta. Grisell esto es inusual, nadie nunca propuso pujar por alguna de las chicas del staff. Le seré honesto, es una buena oportunidad para destacar pero también es una oportunidad para hacer crecer más el prestigio de la empresa, ya que estos clientes hablaran de lo que pasó aquí y como fueron satisfechos sus requerimientos. No le puedo obligar a que lo haga, pero tenga en cuenta lo que le digo”. No tenia mucho que pensar, quería hacerlo, pero también estaba el nerviosismo de saber lo que pasaría. Era obvio, el que ganara la puja me iba a coger. Pero ¿Por cuánto tiempo? ¿Qué tendría que hacer? Eso me ponía nerviosa. “Entiendo lo que me dice, aunque quiero hacerlo, igual tengo algo de miedo por lo que pueda pasar, ya que solo sé que son hombres adinerados y nada más” –le dije. “Comprendo, entonces les diré que no” –dijo él. “Espere, está bien, acepto” –le dije convencida.

Don Rubén volvió al escenario e informó que estaba dispuesta a ser subastada y que tomaba la puja inicial de diez mil dólares. Como vio el interés dijo: “Ya que ustedes son los que pidieron que la chica fuera subastada, ahora quiero diecisiete mil”. Al instante una mano se levantó, otro hombre dijo: “veinte mil”. Así varias manos se levantaron dando diferentes cifras. Cuando me pidieron pasar, lo hice como estaba vestida, pero como me gusta jugar con la sensualidad me empecé a mover lentamente y a quitarme la ropa, a media que me iba quitando una prenda la puja subía. Cuando me quité la última prenda fue como un estallido, ya que la puja se había elevado demasiado. Aún tenía más para ofrecer y seguir elevando el monto. Me senté en el borde del escenario con las piernas abiertas y empecé a jugar con mis dedos hurgando en mi vagina. Los hombres estaban boquiabiertos, venían como me masturbaba frente a ellos y subían la puja, mis gemidos los tenían enloquecidos, nunca antes había pasado algo así.

No sé cuánto se había recaudado hasta el momento, solo sabía que estaba demasiado caliente dándole ese espectáculo a los hombres. La vagina me palpitaba y yo gemía descontrolada, estaba al borde del orgasmo cuando escuché a don Rubén decir: “¡Vendida por setenta y cinco mil!”. La verdad el dinero era lo de menos, me interesaba coger en ese momento. Seguí tocándome como si nada hasta que pude tener un perverso orgasmo. Cuando el ganador pasó a reclamar su premio yo seguía igual de caliente, por lo que decidí dar el mejor espectáculo que jamás hayan visto. El hombre me tomó de la mano y me puso de pie, le dije que por favor me diera un minuto. Me puse de rodillas quedando a la altura de su verga y le bajé el cierre del pantalón, al meter la mano encontré su verga que estaba tiesa y sin pensarlo me la metí en la boca para chuparla. Al instante que el hombre sintió mis labios envolviéndole la verga dio un profundo suspiro y acarició mi rostro, los otros hombres permanecían en sus asientos contemplando con miradas libidinosas lo que estaba pasando.

Me sentía caliente, me gustaba como me miraban y como enloquecía al hombre con mi boca. “¡Tengo ganas de que me cojan!” –le dije. El hombre no se hizo esperar y me puso de pie haciendo que me apoye sobre el pulpito, abrí mis piernas deseosa, cuando sentí su glande abriéndose paso en mis labios vaginales fue casi imposible no gemir de placer. Él se tomó de mis caderas y empezó a meterla lento, suave. Me sentía ansiosa, quería que me la metiera con fuerza, que reclamara con vigor lo que había comprado y se luciera ante los demás para que sintieran envidia de él por estar cogiéndome. “¡Hágame gritar! ¡Usted es mi dueño por ahora y haga conmigo lo que quiera!” –le dije. Esas palabras para él fueron un delicioso detonante de lujuria. Me la empezó a meter con fuerza, yo gritaba como loca de placer. “¡Eso, así! ¡Deme duro!” –le decía entre mis alaridos. Me cogía con tanta fuerza que mis tetas se movían perversamente, no quería que se detuviera. De pronto el ambiente cambió, los hombres que quedaron se estaban masturbando viendo como me cogían duro. Ya sin poder resistir dejé que otro intenso orgasmo. No pasó tiempo cuando sení ue el hombre vació su verga de forma exquisita. Luego de un momento el hombre que había comprado mis servicios decidió que también debían participar. “Vengan y entreténganse con la puta” –dijo. Los hombres se pusieron de pie y se acercaron al escenario, en sus ojos se mostraba la perversión. Me hizo ponerme rodillas y los otros se pusieron alrededor. Tenían sus vergas cerca de mí, entonces la orden no se hizo esperar: “¡Chupa puta! Quiero que los hagas acabar!”. Hasta don Rubén estaba en ese lujurioso círculo. Él fue el primero a quien se la chupé, mientras tenía dos vergas en mis manos y muchas manos recorriendo mis tetas. Una a una degustaba esas vergas, me sentía en la gloria y toda una puta. Estuve varios minutos tragando y tragando vergas, me ahogaba y babeaba, tenía el maquillaje arruinado pero valía la pena con tal de vivir esa intensa experiencia. Los caballeros empezaron a eyacular en mi cara, en mi boca, en mis tetas, por todos lados de forma copiosa, inundada de semen tuve otro orgasmo, era una escena deliciosamente perversa y sucia.

Estuve toda la noche entretenida con los señores y con don Rubén cogiendo hasta que ya mi cuerpo era solo un inerte bulto de carne que era usado para saciar a esos hombres. Cuando la mañana llegó, y estaba bañada en semen recogí mi ropa y me vestí, no quise arruinar la mágica sensación de ser puta por una estúpida ducha, me fui en el auto que me trajo con el semen en mi cuerpo. Llegué a mi casa y mi cuerpo temblaba, me cogieron por todos los agujeros, al tirarme en la cama sentía como ese cause de blanquísimo líquido salía de mis orificios y me provocaba sensaciones inimaginables, tanto que me tuve que masturbar para calmar una vez más mi calentura. Cuando desperté tenia un mensaje de don Juan Pablo, el que me entrevistó diciendo que don Rubén había hablado muy bien de mi en su informe y lo que había hecho para no arruinar la reputación de la empresa. A los pocos minutos de haber leído su mensaje y me dice: “Srta. Grisell, estamos muy orgullosos por lo que hizo por la empresa, pero nuestros clientes no quieren que usted siga trabajando como secretaria sino que desean que sea parte de los artículos que subastamos. El pago es mucho mejor, demasiado mejor”. “No me esperaba esa oferta, pero la acepto con gusto. Solo quiero decirle algo, yo no seré como las otras chicas que se subastan, ya que me di cuenta lo que los señores quieren y no tengo problemas en dárselos” –le dije. “Muy bien, eso me parece perfecto” –dice él.

Solo les puedo decir que soy la que mejor recauda y la más codiciada por los clientes, ya que saben que después de que los artículos iniciales se subastan es tiempo para en verdad dejar salir esos lobos hambrientos que devoran mi cuerpo sin contemplación y me dejan satisfecha al saber que fueron complacidos.

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®

2 comentarios:

  1. Waoo que rico y exitante relato que hace volar mucho la imaginación de quien lo lee que rico sentirse así usada y codiciada como siempre Caballero exquisito relato

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  2. Muy buena historia , demasiado excitante , me hizo volar.

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