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sábado, 4 de mayo de 2024

128. Secuestro


Viviana era una mujer es una mujer que bordea los 30 años, atractiva, de pelo negro hasta los hombros, su piel de color mate y unos ojos encantadores de color negro. Era privilegiada, tenía un cuerpo que muchas mujeres envidiaban y que muchos hombres deseaban. 

Era cerca de las nueve de la noche y debe salir en busca de una documentación que había olvidado en la oficina. Se sube a su auto, no había avanzado más de 200 metros cuando siente algo duro que se pone en sus costillas, seguido se la voz de un hombre que estaba escondido en el asiento trasero. “¡Si haces algún movimiento raro no tendré compasión en presionar el gatillo!” –le dijo. Se quedó paralizada de miedo, no dijo nada solo asintió. “Conduce y te guiaré por dónde ir” –dijo la voz amenazante. “Haré lo que me digas, pero no me hagas daño” –dijo ella en pánico. El hombre rio con desprecio, ella avanzó por dónde él le indicaba. Salieron del camino a un lugar alejado y oscuro, Viviana tenía mucho miedo, su corazón latía con fuerza. Se lamentaba por la situación que estaba pasando; además, del hecho de ser apuntada por un arma, hacía que su cuerpo se paralizara.

“Si tan solo hubiese estado más atenta no pasaría por esto” –pensaba mientras conducía. Después de unas pocas indicaciones del hombre llegaron a una casa en medio de la nada. “Detente frente al granero y saca las llaves del auto, tíralas por la ventana” –le dijo el desalmado. Ella obedeció sin poner resistencia. Cuando las llaves cayeron, el hombre se bajó y abrió la puerta, tomándola del cabello la bajó y puso la pistola en el vientre de la chica. “Si intentas escapar sabrás de lo que soy capaz, nunca te encontrarán” –amenazó el hombre. Ella era incapaz de moverse, sentía la fría sensación del miedo moverse por cuerpo. La llevó del cabello al granero, cuando entraron él reiteró la amenaza pero poniendo la pistola en su cuello.  “Ahora obedecerás todo lo que te diga”. Ella asintió. La apoyó en una pared y él al frente le ordenó: “Levántate la falda”. Viviana lo miró con miedo, pero titubeante levantó su falda despacio. Los ojos del hombre se clavaron en la entrepierna de la chica que era cubierta por una pequeña tanga negra. Con lujuria en los ojos le dijo que se volteara y subiera su falda de atrás para verle el culo. Ella se dio vuelta para obedecer el requerimiento, pero el hombre le dijo que lo hiciera lentamente. En medio del terror, levantó su falda exhibiendo su culo y el hilo de esa pequeña tanga se perdía entre sus nalgas. “Mueve tu culo” –ordenó el hombre. Ella titubeó un poco, pero él alzó la voz: “¡Mueve tu puto culo!”. Viviana empezó a moverse lentamente, con un Bamboleo sensual en sus caderas. “¡Ves que puedes hacerlo bien!” –le dijo el hombre. “¡Detente! ¡Quítate la blusa!” –ordenó. Ella se volteó y empezó a desabrocharse la blusa, lentamente, botón por botón mientras lo miraba a los ojos. Sus senos cubiertos por un brasier negro con transparencia dejaba ver sus pezones. Ella dejó caer la blusa al piso. Él en silencio disfrutaba de la vista. “Ahora, quítate la falda” –le ordena. Viviana lentamente se quitó la falda, quedando solo en ropa interior frente a ese hombre que la miraba amenazante. Al verla así de expuesta el hombre se acercó a ella y le puso el cañón de su pistola en la boca y le dice: “Veamos si sabes chupar. Chúpalo como si te estuvieras comiendo una verga”. Ella sintió un escalofrío que recorrió su cuerpo, lo miró con miedo pero el hombre pareció no inmutarse, por lo que recalcó con enojo su orden

No tuvo más remedio que obedecer a ese perverso requerimiento, su lengua se deslizó a lo largo del cañón, recorriéndolo completo. El hombre la observaba con los ojos eyectados de lujuria. “Mételo en la boca” –le ordenó. Viviana sabía que desobedecer no era una opción, así que lo envolvió con sus labios, el grosor hacía que tuviera arcadas, pero lo tragó completo y empezó a chuparlo como si de una verga se tratara. Después de un rato viendo esa boca en acción, la sentó en un banquillo y le bajó el brasier, dejándole las tetas al aire. Los pezones de Viviana estaban duros, él los apretó con fuerza haciendo que gritara por el dolor. “Se ve que te gusta, tus tetas te delatan” –le dice él. Con total libertad recorrió esas tetas, acariciándolas con perversión. Hizo que separara las piernas y tocó su sexo por encima de la tanga, estaba empapada, metió la mano entre ella y sintió la tibieza de esos inconfundibles fluidos. “¡Ves que te gusta! Se nota que eres una zorra fácil” –dice él mientras baja el cierre de su pantalón. El maldito pervertido saca su verga, tiesa, palpitante y le coloca la mano para que lo masturbe. Ella no lo miraba, solo se dedicó a hacer lo que él le había ordenado, empezando suaves hasta sacudirle la verga con rapidez. El hombre gemía de placer por el estímulo de Viviana.

La recostó en el banco e hizo a un lado su tanga, se puso frente a su vagina húmeda y empezó a lamerla, fue imposible para Viviana no gemir, hace tiempo que no tenía sexo y estar en esa situación la había excitado. Prefirió olvidarse por un instante de que estaba siendo forzada y disfrutar de esa lengua que la recorría con habilidad. El pervertido hombre disfrutaba sabiendo que Viviana ya se había resignado y no se detendría por nada. En medio del frenesí de aquel hombre Viviana comenzó a gemir, lo hacía de forma suave pero a la vez excitante, lo que provocaba a ese personaje anónimo a seguir con el recorrido indecente de su lengua, incluso penetrándola con ella. Viviana era invadida por olas de placer que no podía explicar. ¿Por qué se sentía así? ¿Por qué disfrutar de algo que ella no había consentido? Entre espasmos y jadeos vertiginosos se dejaba llevar y se perdía en ese mar de lujuriosas sensaciones.

Al borde del orgasmo y pérdida en ese lujurioso placer los gemidos de Viviana se hicieron más intensos, aquellos alaridos salidos de los labios de la chica solo eran un perverso estímulo para el hombre a no detenerse y hacer que Viviana sucumbiera ante él. El frágil cuerpo de la chica ya no podía soportar más, temblaba y se retorcía, hasta que por fin ese invasor llamado orgasmo llegó y la tomó por todos los rincones de su cuerpo, intentó resistirse pero ya era demasiado tarde, el orgasmo la golpeó con fuerza, haciendo que sus alaridos de placer invadieran el ambiente, con su respiración agitada solo el placer era quien guiaba los armónicos temblores de su cuerpo. “Veo que te gustó, eres toda una puta” –le dice su captor, acariciando su clítoris hinchado. Como no todo había terminado, hizo que Viviana se la chupara una vez más, quería sentir esos labios forzados comiéndose su verga, ya que aunque era forzada a hacerlo, parecía que sabía hacerlo perfectamente y eso al hombre lo calentaba y alimentaba su perversión. La chica no tuvo más remedio que obedecer y chupársela como él se lo estaba pidiendo. “Eso, puta. Se ve que te gusta chuparla. Pásale la lengua como la zorra que eres” –le decía aquel hombre desconocido. Ella engullía y lamia, le hombre no paraba de gemir sintiendo como los labios de Viviana envolvían su verga. Cuando estuvo satisfecho, hizo que se tumbara en el piso en cuatro, dándole una vista privilegiada de su culo.

Movió la tanga de Viviana a un lado y su agujero apareció ante los ojos del hombre, al verle el ano le dijo: “Parece que está apretado”. Ella gimió al sentir como un dedo de su captor buscó entrar bruscamente pero lo apretado de su ano se lo impidió. “Creo que hace tiempo no tienes una verga en ese culo puta” –le dice. Se pone de rodillas frente a ese delicioso culo y pasa su lengua sin ningún pudor, recorría ese agujero dejándolo lleno de saliva. Viviana se estremecía al sentir como esa lengua la invadía, sabía muy bien lo que era capaz de provocar y gemía disfrutando ese perverso recorrido. Su cuerpo ya había cedido a la lujuria, cada movimiento le daba placer, con su cara enterrada en el heno del granero se dejó llevar. Cuando el hombre se detuvo su culo ya estaba listo para recibir esa verga invasora, el hombre no dudó ni un segundo y de una embestida se la clavó hasta el fondo, un grito de dolor salió de sus labios pero a medida que la penetraba se convirtió en gemidos delirantes. El hombre siguió cogiéndole el culo con fuerza, no se detendría por nada del mundo, ya que ese culo había cedido a su verga y lo disfrutaba como un enfermo. La cabeza de Viviana daba vueltas, era un placer que creía olvidado y estaba recordando de una forma no muy convencional. En cierta manera le gustaba lo que estaba sintiendo pero también pensaba que hubiera sido mejor no salir y así no estar pasando por ese calvario lujurioso. Podía sentir los bramidos del desconocido que la embestía con locura, ella solo gemía sintiendo como su culo se abría para recibir esa verga endemoniada. Viviana pensaba en cuanto más duraría su tortura y si ese hombre la liberaría después de cogérsela en medio de la nada. Como él ignoraba los pensamientos de su víctima siguió cogiéndosela con fuerza, los cuerpos de ambos estaban impregnados en sudor, el hombre seguía tomando con fuerzas de las caderas de Viviana sin darle un segundo de respiro. Al cabo de varios minutos gritó con desespero: “¡Voy a acabar puta!”. Sacó la verga del culo de la chica, la tomó del cabello y la puso de rodillas, sin siquiera tener un acto de bondad se la metió en la boca y la llenó de semen; el sujeto reía como endemoniado disfrutando como sus chorros tibios eran dejados en la boca de Viviana. “Trágalo todo zorra, se ve que te gusta” –le decía él. Ella obediente a los deseos de su captor se tragó esa verga completa, sintiendo como el semen le quemaba la garganta, la siguió chupando con avidez, ya entregada al placer y la lujuria. “Haz sido una buena puta” –le dice. La coloca de pie y arregla sus ropas, la mira a los ojos y le dice: “Aún queda más por hacer”. Sin medir las consecuencias de esas palabras, Viviana intenta recomponerse.

Salieron del granero, el hombre la siguió la siguió apuntando con su pistola y le ordena buscar las llaves del auto. Estaba en cuatro buscándolas cuando el hombre le dice: “¡Apúrate puta! Todavía debemos ir a otro lado”. Los nervios ya causaban estragos en la mujer, hasta que al fin pudo encontrarlas. Él se sentó en el asiento trasero apuntando su arma en el asiento del conductor, ella sería la encargada de guiar el auto por el oscuro camino, avanzaron cerca de diez minutos cuando el hombre le dijo que se detuviera, le pidió las llaves del auto y bajaron. Aquel desalmado puso cuerdas en las muñecas de Viviana y puso cinta en su boca. No muy lejos se veía una casa tipo colonial, antigua con muy poca iluminación. “Vas a comportarte como toda una puta si es que quieres sabor con vida de aquí” –le dijo el hombre. Ella solo pudo asentir. Avanzaron por el camino pedregoso en dirección a la casa, al llegar a la puerta alguien abrió, se trataba de un hombre no mayor de cuarenta años, quien los dejó pasar. Caminaron por un amplio pasillo hasta la sala. “Ya era hora que llegaras” –le dijo el hombre que estaba en la casa. “Tuve que domar a la puta antes, tú entiendes” –respondió él. En la sala había una mujer con cabello rubio, largo, sentada bebiendo una copa con vino tinto. “¡Mira lo que tenemos aquí! ¿Te dio trabajo la puta?” –le preguntó ella. “No mucho, ya que ni siquiera se dio cuenta que me escondía en su auto, tampoco para domarla, ya que es una puta que hace tiempo no se la cogían y terminó haciendo cuanto le dije que hiciera” –respondió con frialdad. “Se nota que la revolcaste bien, ya que está llena de paja del establo” –le dice ella. “Claro que sí, es la única forma de domar a zorras como esta” –dice el hombre. “Basta de charlas” –dice el otro hombre. El captor de Viviana soltó las cuerdas y la hizo sentarse en una de las sillas que había en la sala, ató sus manos atrás impidiendo que se moviera.

“En verdad es una puta hermosa” –dice la mujer acercándose a Viviana y acariciando su rostro. Los dos hombres se acercaron a la mujer y la empezaron a acariciar impúdicamente ante la atenta mirada de Viviana. La desnudaron y la pusieron sobre el sofá, la mujer separó las piernas y el captor de Viviana le empezó a lamer la vagina, a lo que el otro jugaba con las tetas de la mujer que gemía de placer. La calentura comenzó a recorrer la sangre de Viviana al ver como los dos hombres se divertían con la mujer, su entrepierna se mojaba a causa de las sensaciones que su vista le provocaba, despertando en ella algo más que simple excitación, quería ser partícipe de esos juegos perversos de los que estaba siendo testigo. Le había prometido a su captor ser una puta pero siendo solo observadora no podía cumplir con su promesa. Los hombres sacaron sus vergas y la mujer enseguida se dispuso a chuparlas, para Viviana era una tortura, sentía su tanga pegada a la vagina. La boca de la mujer era un lujurioso aparato de placer para los hombres que bufaban como animales al ver cómo se las engullía sin problemas.

Su captor se sentó en el sofá y la mujer lo montó en horcajadas, metiendo la verga en la vagina. Quedó inmóvil, mientras el otro hombre metió la verga en el culo de la mujer. Gemía descontrolada al sentir como los hombres se la cogían a la vez, mientras Viviana solo podía observar y apretaba sus piernas para contener las palpitaciones de su vagina. No sabía cuánto más podría resistir estando así, ya que las contracciones en su vagina eran abismales, la calentura la tenía presa de ese morboso espectáculo. Los gemidos de la mujer eran más intensos, se escuchaban tan llenos de perversión en los oídos de Viviana que luchaba con sus demonios internos. Hubo una pausa, el hombre que le estaba perforando el culo a la otra chica se acercó a Viviana y le dijo: “Al parecer te gusta lo que ves”. Ella no respondió nada, aunque en sus ojos se notaba lo caliente que estaba. Empezó a liberarla de las cuerdas, cuando ya estuvo libre le ordenó que se desnudara, ella obedeció de inmediato, se quitó el vestido, el brasier y la tanga. “¡Vaya sí que eres una puta con un exquisito cuerpo!” –le dijo él. Le quitó la cinta de la boca y la hizo ponerse de rodillas. “¡Chupa zorrita!” –le dijo en tono de orden. Viviana no lo dudó y se la metió en la boca. La otra chica seguía rebotando en la verga de su captor como si nada ocurriese a su alrededor. Viviana seguía cumpliendo la orden a cabalidad, con todo el esmero necesario para complacer a ese hombre. Él la tomaba del pelo para marcarle el ritmo a seguir, el que ella seguía a la perfección. La tomó del cabello para ponerla de pie y la llevó ante la otra pareja que cogía como poseídos, le indicó que pasara su lengua por el culo de la mujer, sin pensarlo dos veces empezó a dar cumplimiento a esa orden, su lengua se deslizaba por las nalgas de la chica y se perdía buscando su agujero, la mujer dio un pequeño salto de sorpresa al sentir la lengua de Viviana y dijo cuando la vio: “¡Oh, qué exquisita lengua!”. Dejó de moverse para sentir como Viviana invadía su culo, ella gemía de placer al sentir como la candente lengua de Viviana se movía con perversión por su agujero.

En medio de la lujuria reinante en el ambiente, la mujer se bajó de la verga del hombre y se tumbó en el piso, poniéndose en cuatro para que la lengua de Viviana la pudiera recorrer de mejor forma. Con el culo en pompa y Viviana tomada de sus caderas recorría ese agujero como si no hubiera un mañana. “¡Oh, no te detengas puta!” –le decía la mujer, mientras los dos hombres observaban con una sonrisa perversa. La mujer estaba más cerca del orgasmo al sentir el roce lujurioso de la lengua de Viviana, ya que alternaba el ano y la vagina, los gemidos eran estremecedores, los hombres estaban sentados observando y masturbándose, hasta que la mujer explotó con audibles alaridos de placer y retorciéndose a causa de la lujuria. Viviana se quedó inmóvil observando como la mujer era azotada por el orgasmo, pero la calentura en ella no cesó; le indicó a Viviana que entrelazaran sus piernas para disfrutar de un delicioso tribadismo, frotaban sus vaginas en un ritmo armónico, placentero por instantes Viviana olvidaba que estaba ahí en contra de su voluntad y se perdía en las placenteras sensaciones que recorrían su cuerpo. El espectáculo era tan caliente que los hombres no aguantaron las ganas de unirse a las sensuales mujeres que jugaban con lujuria frotando sus sexos. Cada una recibió una verga para chupar en medio de esos candentes movimientos, el morbo se podía sentir en el aire, cada minuto era más caliente que el anterior. Estaban los cuatro sumidos en un delirante frenesí de pasión que los hacia encaminarse más a las puertas del lujurioso infierno de placer. Los hombres, ya no pudieron resistir más y sus vergas empezaron a soltar borbotones de semen que inundaban las bocas de Viviana y la otra mujer, en medio de esa candente escena bebieron hasta la última gota del tibio semen que bajaba por sus gargantas. No pasó mucho tiempo para que Viviana y la mujer cayeran en hipnótico orgasmo. “Has sido una buena puta” –dice el hombre que la secuestró. En ese momento el golpe de realidad hizo salir a Viviana de estado de lujuria, no sabía porque su cuerpo reaccionaba así, no debía disfrutar, pero lo estaba haciendo y eso le causaba emociones opuestas, aun así sabía que esos momentos por más traumáticos que le pudieran resultar, eran momentos de un innegable placer. La llevaron a una habitación, la mujer la vistió con sensual lencería, la maquilló y peinó. Los hombres pusieron unas correas de cuero para inmovilizar sus muñecas, un collar de cuero con una argolla de metal al frente y como cereza del pastel vendaron sus ojos. La subieron a la cama y le dijeron que se pusiera de rodillas. Le tomaron fotos de todos los ángulos, ya que se escuchaba el sonido del obturador de la cámara. En eso la voz del hombre que estaba en la casa se escuchó: “Bueno, ya tienes juguete nuevo, sigue divirtiéndote con ella”. La puerta se cerró y la voz de la mujer resonó en los oídos de Viviana: “Hoy serás mi puta. Harás lo que te ordene, sino los muchachos se encargarán de hacer que obedezcas”. Viviana no sabía si sentir miedo o excitación pero la humedad en su vagina era más que evidente. “¿Dime si entendiste?” –preguntó la mujer. “Comprendo” –dijo Viviana.

La mujer fue hasta un closet que estaba en la habitación, sacó de ahí una fusta y sonrió perversamente. Tomó a Viviana y la hizo ponerse boca abajo en la cama y la azotó con fuerza haciendo que la chica soltara un grito de dolor que estremeció la habitación. “¡Vaya, qué rico gritas!” –le dijo. Luego hizo que se pusiera en cuatro, pero como tenía las manos inmovilizadas quedó su cara y torso apoyados en el colchón. Ya en posición la mujer comenzó a golpearla con la fusta en las nalgas hasta que su piel se empezó a enrojecer. El evidente dolor en Viviana dejaba evidenciar su llanto al ser castigada sin razón, no entendía porque la mujer azotaba sus nalgas con tanta fuerza. Luego la mujer la puso nuevamente boca abajo y la empezó a azotar con la misma fuerza en nalgas y muslos, los gritos de la chica eran desgarradores, pero la mujer no mostró ni un poco de compasión, solo disfrutaba de ver el dolor que le producían sus azotes a Viviana.

La perversión de la mujer estaba exacerbada por los gritos de la secuestrada, la tomó del cabello y le susurró al oído: “Eres toda una puta”. Pasó su lengua por el rostro y fue al closet, sacó un par de pinzas, con las que adornó los pezones de la cautiva. Otro grito desgarrador salió de los labios de Viviana, el que la mujer acalló con un beso apasionado. Intentó resistirse pero la mujer la tenía completamente dominada, no le quedó más que abrir su boca y dejar que esa lengua la invadiera buscando la suya. Sin pensarlo ambas lenguas estaban entrelazadas en un lujurioso beso que hizo humedecer a Viviana, la mujer al ver la reacción de la chica, siguió con ese beso candente pero buscó su entrepierna y le estimulaba el clítoris de forma demencial, tanto que la hacía retorcerse. Luego dos de sus dedos se metieron en la vagina de Viviana, notó lo húmeda que estaba y la empezó a penetrar con fuerza, esta vez ya no había gritos de dolor sino gemidos de placer. La mujer siguió su juego despiadado con Viviana y metió otro dedo más en su vagina que se dilataba cada vez más. La lujuria se apoderaba del cuerpo de la chica y no podía resistirse a esos furtivos dedos que la penetraban con rapidez.

Sin poder ver nada sintió como la lengua de la mujer se deslizaba por su pecho y bajaba por su vientre, era una mezcla de sensaciones que la invadía, por un lado no quería estar ahí, pero también disfrutaba lo que estaba pasando, era como si la venda en sus ojos despertara sus otros sentidos y la llevara a experimentar más placer. Cuando se dio cuenta que la lengua de la mujer siguió ese viaje perverso automáticamente separó las piernas y dejó su vagina a la completa disposición de esa desconocida mujer. El primer roce de la lengua en su clítoris la hizo gemir de satisfacción, la mujer rio y le dijo: “Se ve que eres toda una puta”. Luego sintió como hundió la cabeza en su entrepierna, Viviana ya no podía más de placer, solo gemía y se retorcía al sentir el recorrido de esa candente lengua que exploraba su intimidad como nunca nadie jamás lo hizo. “Todavía no tienes permiso de acabar, puta” –le dijo la mujer, dándole un golpe a cuatro dedos en la vagina. Viviana gimió de placer y respondió: “¡Perdón, pero no puedo aguantar más!”. “¿Te parecen pocos todos los orgasmos que has tenido ya?” –le pregunta la mujer, dándole otro golpe. “No es eso, pero la forma en que usted mueve su lengua me tiene al borde del colapso” –le respondió Viviana sintiendo que su cuerpo se quemaba. “Lo harás cuando yo quiera, ¿te queda claro?” –le dice la desconocida en tono de orden. Instintivamente Viviana respondió: “¡Sí Señora!”. “Se nota que eres una perra obediente” –le dice la mujer, mientras entierra su cabeza en la vagina de Viviana para seguir hurgando en su vagina.

Viviana ya no podía más, no sabía cuánto más debía soportar, ese placer que sentía era una tortura para ella, ya que su vagina palpitaba y era cosa de segundos para que terminara presa de un orgasmo, pero también entendía que debía obedecer a lo que la mujer le había dicho. Entre más luchaba, más difícil era contenerse; por un momento pensó solo en dejarse llevar y asumir las consecuencias de su desobediencia. Ya cuando estaba casi al límite, la mujer le permitió tener ese anhelado orgasmo, el alivio y el placer fueron los cómplices perfectos para ese lujurioso momento, sin darse cuenta su cuerpo temblaba, mordía sus labios y gemía como poseída, tan intenso fue que sus fluidos escurrieron como si de un manantial se tratara y se derramaron en la cama y en la boca de la mujer. Esa divina sensación de placer la hacía jadear y que sus piernas temblaran sin control. Viviana estaba en éxtasis, en un letargo sensual lleno de lujuria y perversión. Sentía que el corazón le saldría por la boca y su vagina se contraría con espasmos que le causaban extraño placer que la dejó rendida. La mujer al ver lo que había provocado la observaba con una sonrisa maquiavélica. Cuando ya Viviana dejó de sacudirse, la mujer fue hasta el closet y sacó un consolador doble para seguir con su juego. “Te voy a liberar las manos y no quiero que te quites la venda” –le dice la desconocida a la exhausta chica. “Está bien” –le responde.

Una vez liberada, le ordena que se suba a horcajadas encima de ella. La chica gatea sobre la cama buscando el cuerpo de la mujer hasta que encuentra sus tobillos y sube lentamente hasta encontrar el final de sus muslos. Se le sube encima y la mujer le acaricia las tetas, le retuerce los pezones, ya no había dolor, solo el placer sublime de la reacción de sus pezones al ponerse duros. “Tienes unas hermosas tetas, puta” –le dice la desconocida. Viviana sintió como si algo se deslizara entre sus tetas, tembló algo confusa, pero al sentir que seguía el recorrido hasta casi sus labios la mujer le ordenó: “¡Chupa puta!”. Al instante reconoció de qué se trataba y empezó a chupar como loca, la calentura la tenía presa, la mujer tomó el otro extremo y lo metió en su boca, al igual que Viviana lo chupaba de forma caliente y lujuriosa. La desconocida no dejaba de chupar y apretar los duros pezones de la chica. La mujer hizo que se pusiera en cuatro, Viviana obedeció al instante, al verla así de dispuesta la desconocida mujer le da una nalgada que la chica agradeció con un sensual gemido. Tomó un extremo del consolador y empezó lentamente a meterlo en culo de Viviana, la que al sentirlo gimió y se quedó quieta esperando que su culo se dilatara para permitirle mejor acceso. Poco a poco entraba el consolador en culo de Viviana, la que estaba disfrutando del morbo del momento. Cuando ya estuvo bien posicionado la mujer empezó a moverlo de manera pervertida cogiendo el agujero abierto de la sensual cautiva. Luego la mujer hizo lo mismo y se ensartó el otro extremo en su agujero. Ahora ambas unidas culo con culo empezaron a moverse de manera frenética, haciéndolas gemir con lujuria.

Sus culos abiertos y sus movimientos llevados en un compás sensual, mezclados con esos deliciosos gemidos que salían de sus labios eran la combinación perfecta para el morbo y la seducción. Viviana disfrutaba como la mujer lo hacía. “¡Oh, se siente rico!” –decía sin parar de gemir. “¡Sí, es tan placentero tenerte pegada a mi culo!” –le decía la mujer con lujuria disfrutando de cómo entre ambas se cogían el culo. Después del descarnado placer que ambas se daban, la mujer se quitó el consolador del culo y le ordenó a Viviana que se pusiera de espaldas, luego de que la chica obedeciera su orden, volvió a invadir su culo con el consolador, la mujer se subió sobre Viviana e hizo lo mismo, ahora estaba encima de ella cogiéndose el culo mutuamente. La mujer le quitó la venda, quería ver los ojos de Viviana y lo mucho que disfrutaba de estar a su merced. “¿Te gusta zorrita?” –le preguntó, la respuesta era evidente, pero quería oírla de los labios de la chica. “¡Dime! ¿Te gusta puta?” –volvió a preguntar dándole una bofetada. Viviana respondió: “¡Sí, me gusta! ¡Lo disfruto, Señora!”. El orgasmo para las dos estaba a las puertas, la mujer se bajó de Viviana y se puso de espaldas para seguir con la frenética cogida de culos, hasta que ambas explotaron en un orgasmo salvaje. El placer las recorría sin control, era un momento intenso y perverso. Viviana estaba en éxtasis disfrutando y agarrándose las tetas, mientras a mujer gemía y se retorcía.

Después de unos minutos para recomponerse, la mujer sale de la habitación y dice: “Ya está lista, hemos terminado”. Entran los dos hombres y toman a Viviana, es dormida nuevamente con cloroformo. Cuando abrió los ojos, reconoció que estaba fuera de su casa en su auto, desnuda. Habían pasado casi un día pero para ella pareció una eternidad. La oscuridad de la noche fue testigo al verla bajar del auto con evidencias claras de lo que había vivido. El por qué no lo sabía, tampoco podía entender como terminó cediendo y se dejó llevar hasta perder el temor y disfrutar del placer. Como pudo se dio una ducha, su culo y vagina estaban abiertos y satisfechos de haber sido objeto de la lujuria de otros. No se puso nada para dormir, se tiró en la cama desnuda y cerró los ojos, las imágenes aparecieron, cuando fue cogida en ese granero, luego usada por esos hombres y después como la mujer hizo suyo su culo. Si bien fue una experiencia que la llevó al límite y descubrió mucho placer oculto, ahora sale con cuidado y revisa su auto antes de subir.

 

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®

3 comentarios:

  1. Un relato lleno de lujura morbo y pasión exquisitas líneas Caballero

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  2. Me sentí la protagonista, terminé muy caliente... Gracias por compartirlo

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  3. Me encantó. Excitante,morboso y muy sensual

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