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sábado, 6 de abril de 2024

119. Mi mejor fan


 

Las cafeterías bohemias siempre tienen un aspecto que grita por todos lados “arte”. Ya sea por estar casi siempre dentro de construcciones antiguas, que ponen para amenizar música indie o underground, con las paredes llenas de lienzos de aspirantes a pintores que se las dan de únicos y porque el aire del ambiente está impregnado por el olor de una mezcla de café y alcohol, el primero para que el establecimiento tenga el derecho a ganarse el nombre de “cafetería” y el segundo porque es bien sabido por todos los artistas, aunque Stephen King diga lo contrario, que el alcohol siempre es un buen aliciente para hacer fluir las ideas.

En la ciudad de Santiago, ciudad que por más que se modernice siempre será bohemia por sí misma, hay muchas cafeterías de este estilo, sin embargo, la más conocida siempre fue, es y será la conocida como “Bar Berri”, establecida en una casona de dos pisos en el Barrio Lastarria, sobreviviente de casi 40 años, ya que ahí se habían dado cita varios personajes que habían cambiado el mundo artístico del país, y esa tarde se había dado cita uno de estos artistas, un escritor prominente y de ascendente carrera, pero no estaba solo, junto a él estaban un par de personas que para nada eran comunes en esta clase de establecimientos.

Se encontraban en una de las esquinas del bar, siendo vistos por una cámara y un director. En la mesa junto a un vaso que todavía tenía un poco de boilermaker, estaba un tipo moreno, que llevaba un sobrero de copa, unas gafas de culo de botella, un prominente bigote y un elegante traje negro adornado con una corbata de moño alrededor del cuello, junto a él se encontraba una mujer ya algo mayor, pero todavía así atractiva, de largo cabello rubio oscuro que se peinaba de tal forma que cayera por sobre su hombro derecho, de bonita sonrisa de labios rojos, de prominentes tetas, grandes caderas y un culazo que por desgracia para los espectadores, no se podría ver por el ángulo de cámara. “Y para ya no hacer el cuento largo Carmen, así fue como en estas cuatro paredes terminé de escribir mi más grande éxito literario, “Historias Candentes –decía el tipo del sombrero. “Wow, esa fue toda una historia de superación señor Charlie. Muchas gracias por compartirla con nosotros” –dijo Carmen, la conductora de ese programa, con una encantadora sonrisa. “El placer fue todo mío” –dijo Charlie levantando la copa en un brindis. Luego, Carmen se giró hacia la cámara y dijo: “Bueno queridos espectadores, por el día de hoy ha sido todo. Quiero agradecerle una vez más al escritor Pasiones Prohibidas por pasar esta tarde con nosotros contándonos acerca de su vida de escritor y quiero recordarles que nos vemos en la siguiente edición de su programa cultural favorito: la página en blanco. ¡Hasta luego!”. Ella y Charlie se despidieron con un gesto de la mano hacia la cámara. “¡Y corte!” –dijo el director y así, el camarógrafo detuvo la grabación.

Horas más tarde, un servicio de uber se detuvo enfrente de un hotel cercano un tanto retirado del centro de la ciudad y de este bajaron Carmen, el director y el camarógrafo. Mientras caminaban al hotel, Carmen se pasaba la mano por el cuello y decía: “¡Ay, estoy muerta! ¡Fue un día muy largo!”. “Al menos tu parte ya terminó. Joaquín y yo todavía tenemos que editar el video y mandarlo a producción, por eso queremos ir a relajarnos un poco, comer algo y beber unos tragos antes de volver al trabajo. ¿No quieres venir?” –dijo el director con las manos en los bolsillos. Carmen negó con la cabeza y luego dijo: “No, lo que quiero es tomar una ducha y luego irme a dormir, creo que ni ganas traigo de cenar”. “Bueno, tú te lo pierdes” –dijo el director encogiéndose de hombros.

Entraron a la recepción, pidieron las llaves de sus respectivas habitaciones y marcharon a ellas, el director con la que compartía con Joaquín para dejar sus cosas antes de irse a recuperar fuerzas, mientras que Carmen iba a la suya para ya prepararse e irse a dormir. Entró a su habitación, encendió las luces, dejó su bolso sobre la cama y fue al baño a abrir la regadera para que empezara a salir el agua caliente y mientras tanto, fue a su maleta para sacar un cambio de ropa interior y un pijama para ya irse a dormir. El vapor que salía del cuarto de baño le indicó que el agua ya había alcanzado la temperatura que le gustaba, así que se quitó la ropa y entró a la regadera, el chorro de agua caliente sobre su piel le ayudó sobremanera a relajarse en gran medida luego del pesado día que había tenido grabando. Terminó de asearse, secó su cuerpo con una toalla que muchos hombres habían vendido su alma con tal de ser ella, se colocó la ropa interior y la pijama. Tras secarse el pelo y cepillárselo, ya estaba lista para irse a la cama, pero ahora tenía otro problema: el agua caliente le había espantado un poco el sueño que le llegó durante el viaje de regreso al hotel en el uber. Sabiendo que le costaría un poco volver a tener sueño, miró su laptop que descansaba en el escritorio que venía con la habitación y decidió navegar un poco por el internet, tal vez ver videos de YouTube o revisar redes sociales le ayudaría a conciliar el sueño más pronto. Se sentó en el escritorio, abrió la laptop y la encendió. Entró a la página principal de YouTube y navegó un rato por la página principal buscando algún video que la página le recomendara y que le pudiera parecer interesante, pero esa noche era una de esas raras ocasiones en lo que todo lo que YouTube te recomienda te parece aburrido y llegas al fondo de la página principal. Viendo que YouTube no podría ayudarla mucho, decidió entonces abrir su página de Instagram para ver qué mensajes le habrían dejado sus fans. Entró a su página y lo primero que le recibió fue su foto de perfil, donde se veía sonriente al lado de un escritorio con varios libros en él y detrás de ella el logo de su programa “La página en blanco”. Al verse así en pantalla, suspiró, sonrió un poco, recargó su mentón en su puño; jamás se imaginó que iba a terminar así.

Cuando estaba en la flor de la juventud y entró a estudiar comunicaciones como carrera universitaria, en esos días de juvenil ingenuidad Carmen tenía como plan a futuro terminar trabajando en alguna novela o volverse conductora de algún programa de variedades de una de las dos cadenas más grandes de televisión del país para así, terminar casada eventualmente con algún galán de telenovelas, algún productor o incluso un jugador de futbol, pero sus planes no se cumplieron, ya que nunca se le presentó la oportunidad, quizá tuvo algo que ver el hecho de que no quiso “darle las nalgas” a uno de los productores cuando fue a buscar la oportunidad. Como sea, Carmen entonces pasó los siguientes años siempre teniendo roles muy chicos en todas las producciones a donde se presentaba, y así su belleza de juventud pasó y aunque había adquirido una belleza que otorga llegar bien cuidada a la madurez, sabía que había perdido su oportunidad de incursionar a las grandes ligas, no obstante, un día un productor se acercó a ella y le ofreció ser la conductora de un programa en un pequeño canal cultural enfocado en recorrer el país y así entrevistar a escritores para dar a conocer la literatura nacional. No era el gran salto que ella esperaba, pero al menos cumpliría su sueño de conducir un programa y después de comunicaciones, la literatura era otra de las cosas que le gustaban mucho, así que aceptó. Así, luego de un rato, ahí estaba, ya a punto de completar la segunda temporada y por lo que le había dicho el productor, era alta la probabilidad de que les autorizaran una tercera debido al éxito, para los estándares del canal, que había obtenido.

Aunque de cierta forma Carmen había cumplido su sueño, sentía que le faltaba algo, algo que todos, aunque busquemos el sucio dinero, queremos: reconocimiento que nos hinche el ego. Y mientras se pasaba por su página de Instagram, veía que sus fans no eran tantos como a ella le hubiera gustado tener, sus fotos de ella presumiendo los lugares a donde iba, junto a escritores de mayor o menor renombre o con nuevos libros, apenas sí tenían reacciones y comentarios, y se sentía un poco mal al ver que, para variar, las fotos que más tenían participación de sus fans eran donde salía en trajes de baño. Bajó la mirada hasta la más reciente foto de ese estilo en dónde estaba ella en traje de baño al lado de la piscina de ese hotel, pues había sido su primera parada cuando se registraron, ya que le gustaban mucho nadar, y sintió un poco de molestia al ver que justo tal y como se esperaba, tenía muchas reacciones y comentarios. Pero como su ego estaba falto de adulación, decidió meterse a explorar los comentarios.

Nada nuevo bajo el sol. La mayoría de los comentarios podían resumirse en “Estás bien sabrosa” y “Mándame inbox. “Te invito a salir”. Soltó un suspiro, pues por lo menos esperaba ver comentarios que no dieran tanta vergüenza. Estaba por cerrar la pantalla y mejor irse ya a la cama con algún video random de YouTube sonando desde su Smartphone, cuando se fijó en el último comentario de esa publicación: “¡Qué guapa sales! ¡Me gustó el último programa! ¡Un saludo!”. Carmen levantó las cejas. Era un comentario bastante amable y que además apreciaba su trabajo, no solo su físico. Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios y se dignó a ver quién era la persona que había dejado el comentario. Las sorpresas siguieron apareciendo: Era un perfil con nombre y foto normal y no una payasada tipo “Daddy Caliente” con la foto de una camioneta de lujo como imagen de perfil. Su nombre era Luis Hernández y en su foto de perfil se podía ver a un hombre ya arriba de sus treinta, moreno y de cabello negro, con la barba algo mal afeitada, vestido con un estilo un tanto bohemio, pero que se veía en buena forma. Movida por la curiosidad, decidió entrar al perfil de este tal Luis y se topó con la confirmación de todas sus sospechas que había pensado nada más con la foto de perfil confirmada. Luis era un músico, tenía un estilo de vida bohemio, hacía ejercicio y por sus publicaciones, era un tipo bastante profundo. Bastante diferente a la media de sus seguidores. Se relamió los labios y se frotó ¡n poco las piernas. Qué diablos, la noche todavía era joven y posiblemente sería hasta divertido hacer eso que tenía en mente. Así que lo hizo.

En su pequeño departamento, adornado de forma bastante humilde pero aun así arreglándoselas para seguir luciendo con alma artística, en una comuna de Santiago, Luis Hernández se encontraba sentado en su silla al lado de su computadora, con los audífonos puestos y su guitarra en el vientre, pues estaba practicando una canción aunque ya fueran altas horas de la noche. Había terminado parte del coro de la nueva canción que había estado queriendo sacar y a su gusto no había quedado nada mal, por lo que decidió que se había ganado un descanso. Se quitó los audífonos, los dejó descansando sobre su cuello y tomó su taza de café 100% orgánico (lo que sea que significara eso) y le dio un trago mientras empezaba a manipular su computadora para entrar a su perfil de Instagram, con la intención de dar un update a sus pocos seguidores acerca de cómo iba el proceso de la nueva canción que quería aprender a tocar. Sin embargo, se detuvo porque el icono que indicaba que había recibido un mensaje privado llamó su atención. Rodó los ojos con un poco de hastío, ya que por lo general cuando recibía un mensaje privado era de algún perdedor queriendo invitarlo a hacer una colaboración con él. Su plan era directamente borrarlo, pero para eso tendría que entrar a la bandeja de mensajes privados, así que dio clic en el icono, se desplegó esa sección de la plataforma, pero antes de que pusiera hacer algo más, sus ojos fugazmente lograron leer el nombre del remitente del mensaje privado y sus ojos se abrieron cual platos y casi escupió el café que estaba bebiendo al notar el nombre de la persona: Carmen Losada. “No” –dijo Luis con incredulidad justificada mientras veía el nombre de la conductora, pues no había forma en que una celebridad se bajara de su nube para escribirle a él, un simple mortal. Se apuró a abrir el mensaje y en cosa de nada, sus ojos volaron por sobre esas letras que decían: “¡Hola Luis! Muchas gracias por tus bellas palabras. Te mando un beso”.

Una sonrisa nerviosa se dibujó en los labios del músico y luego negó con la cabeza. No, simplemente no podía ser que su conductora favorita le hubiera mandando un mensaje, de seguro era alguna cuenta fake que le había robado la foto de perfil y el nombre y se estaba haciendo pasar por ella, de seguro cuando le respondiera le iba a decir que si quería fotos intimas le diera clic a un enlace que lo llevaría a una página llena de virus o quizás que le depositara alguna cantidad de efectivo a cambio de fotos. Solo para comprobar su teoría, le dio clic al nombre de usuario  de ese perfil que le había mandado el mensaje, ahora, esperaba ver una cuenta que estuviera privada, tuviera pocas fotos y las que tuviera, solo fueran de la conductora en bikini, pues para atrapar más fácil a incautos pajeros, pero se llevó una sorpresa al ver que le había llevado al mismo perfil de Carmen que solía visitar de tanto en tanto. “No puede ser” –dijo Luis todavía con incredulidad. Revisó un par de veces más, entrando desde otro navegador, escribiendo la dirección manualmente, comparando las URLs de los perfiles, pero todo indicaba que ese perfil efectivamente era el de Carmen. Ante esa abrumadora evidencia, llegó a una conclusión lógica y así pensaba hacerlo saber mientras redactaba una respuesta a ese mensaje privado.

Carmen se había quedado un rato esperando respuesta por parte del tal Luis a su mensaje, pero luego de un rato, parecía claro que no iba a responderle, ya fuera porque todavía no veía el mensaje o porque sí lo había visto, no le había tomado importancia. “Pero qué desfachatez de su parte. Todavía que me bajo de mi nube para mandarle un saludito y no tiene la decencia de responder ni con un gracias guapa” –dijo ella con el orgullo un poco herido. Pero ya sin nada más por hacer, decidió ahora sí que fuera todo por el día y ya irse a dormir. Apagó la laptop, la cerró y con su teléfono en mano fue hasta su cama. Puso el primer video en YouTube que se le hizo medianamente interesante, luego dejó el dispositivo en la mesa de noche, se metió debajo de las cobijas, apagó la luz de la habitación y se dispuso a dormir. Arrullada por el sonido del video que había puesto, apenas estaba empezando a quedarse dormida, cuando una alerta interrumpió el video por unos breves segundos. Carmen se giró, reconoció el sonido como la alarma que había configurado como las alertas de Instagram y sonrió un poco. “¿Si me contestó?” –pensó con una sonrisa. Tomó el teléfono, lo desbloqueó y vio la notificación en pantalla: “Luis Hernández te mandó un mensaje privado”. Sus cejas se levantaron y como una adolescente emocionada por un mensaje de su crush, se apuró a abrirlo y lo que leyó hizo que aunque inesperado, soltara una leve carcajada: “¿En serio tú eres tú?”. Eso le había mandado como mensaje privado Luis en respuesta. Le parecía una pregunta obvia, después de todo, como le dictaba la lógica era imposible que una conductora se pusiera en contacto con un simple mortal como él. Ahora, lo que seguía era esperar el clásico “sí, yo soy yo” y entonces empezar a pedir pruebas hasta que la verdad saliera a la luz.

Claro, Luis podía simplemente ignorar todas las evidencias y dedicarse a hincharse el ego con el pensamiento de “¡Carmen se dignó a mandarme un mensaje!”, pero la situación se le hacía algo divertida. Así que ahí estaba él, con los codos sobre su escritorio y los dedos entrelazados, mirando fijamente la pantalla y esperando la respuesta cuando sobre el icono que indicaba los mensajes recibidos apareció un número 1 de color rojo, indicando que había llegado mensaje. Se apuró a abrirlo y vio que tal y como esperaba, venía de parte de Carmen. Lo abrió y vio lo que decía: “¡Pero claro que yo soy yo!”. Pero por supuesto que esa respuesta era la que él esperaba, así que se preparó para su siguiente movimiento. Carmen miraba expectante la pantalla de su teléfono, acababa de mandar el mensaje, ahora solo faltaba que Luis le respondiera. Apenas acababa de bajar el teléfono para tomarse un respiro de eso que estaba haciendo, cuando sonó la alerta de mensajes de Instagram. Con la velocidad de una adolescente enamorada abrió el mensaje y vio lo que decía: “No creo que Carmen tenga tiempo de andar contactando en persona a sus fans, de seguro eres su community manager que me anda jugando una broma”. Carmen soltó una carcajada, ya que era una respuesta bastante válida, así que decidió seguirle la corriente. Luis seguía esperando la respuesta de Carmen, y esta no tardó en llegar: “¡Claro que yo soy yo! ¿Qué quieres de prueba?”. Los labios de Luis se curvaron en una sonrisa, sabía exactamente qué quería de prueba. Si lo conseguía, pues qué bien, y si no lo conseguía, por lo menos ya había descubierto al bromista. Así que con esa idea en mente, empezó a redactar su respuesta. La respuesta llegó y Carmen se apuró a abrirla y cuando la leyó, sus ojos se abrieron grandes por la sorpresa, pues no esperaba que la cosa escalara tan pronto: “Ok, si tú eres tú, mándame una foto de ti como estás ahorita”. Tras leer el mensaje, Carmen no pudo evitar soltar una carcajada, pues era obvio que eso era lo que le iban a pedir, ahora la pregunta era: ¿le daría gusto al tal Luis?

Una vez más el uno sobre el icono de mensajes privados apareció en pantalla, Luis se apuró a abrir el mensaje y se sorprendió por lo que vio: era una foto de Carmen, de ella frente a un espejo, tomándose la foto usando su teléfono de tal forma que la pantalla de su teléfono apareciera en la toma y en esta, podía ver su conversación con ella en pantalla, en ese caso, no cabía la menor duda: sí estaba hablando con la verdadera Carmen. Se apuró a redactar una respuesta. La respuesta de Luis no tardó en llegar. Carmen hubiera querido darse el tiempo de responderle por haberse atrevido a dudar de que ella era ella, pero la verdad también estaba emocionada y por eso mismo, se apuró a abrir el mensaje en cuanto lo recibió: “¡Wow! ¡No puedo creerlo! ¡Tú sí eres tú! Vaya, que honor que dignaras a mandarme un mensaje”. El ego de Carmen empezaba a darse por satisfecho. Se apuró a responderle: “¿Ya ves? Para que dejes de ser tan incrédulo”. La respuesta de Luis fue: “Aunque me decepciona un poco el pijama”. Carmen levantó una ceja y preguntó: “¿Qué tiene de malo mi pijama?”. Ahora sí la respuesta fue más rápida: “Esperaba que una mujer tan atractiva como tú durmiera con algo más sexy”. Carmen rodó los ojos. Ese era un viaje de trabajo, obviamente no iba a estar durmiendo con babydoll. Justo eso iba a responderle a su fan, cuando recordó algo: Sí había empacado un babydoll de encaje negro, solo por si se daba la oportunidad. Como bien decía un dicho: “Es mejor tener un arma y no necesitarla, que necesitarla y no tenerla”. Contempló un poco la idea, ¿no sería ir demasiado rápido con un tipo que apenas conocía de hacía un par de minutos? Entonces tomó su decisión. La respuesta de Carmen tardó en llegar, pero llegó. Luis se apuró a abrir el mensaje y una vez más casi escupe el café al ver lo que le había llegado: Solo una palabra: ¿Así? Pero junto con una foto: Carmen, acostada en la cama, llevando un sexy babydoll de encaje negro, con una diminuta tanga que apenas cubría lo necesario y un brasier que se las arreglaba para contener sus grandes tetas junto con una tela de seda que le cubría el vientre plano. La respuesta de Luis llegó casi de inmediato: “¡Ufff mami! ¡Qué rica que te ves!”. El ego de Carmen siguió creciendo. Pero había más en el mensaje: “Pero me gustaría que me muestres más los hombros, bájate los tirantes”. Carmen soltó una carcajada. Vaya que eso sí que iba escalando rápido, pero le gustaba, por lo que decidió darle gusto a su fan. Se bajó los tirantes del babydoll y del brasier, sin ese soporte tuvo que abrazar la prenda para que siguiera cubriendo sus tetas, adoptó una pose sexy, se tomó una selfie y se la mandó a Luis.

Una vez más la respuesta de Luis no se hizo esperar: ¡Qué rico mami! ¡Las tetas! Quiero ver tus tetas. Las risas se terminaron cuando vio eso. Ahora sí, la cosa había escalado bastante rápido. La salida fácil hubiera sido terminar ahí la conversación y bloquear al tipo por haber terminado siendo un cerdo como todos los demás cuando ella había pensado que podía ser más agradable, pero había algo en la forma en la que él había escrito que le había gustado, casi podía escucharlo ordenando, no pidiendo, que hiciera eso. Ella decidió obedecer. Se sacó el brasier, se acostó en la cama y con las tetas al descubierto, se tomó otra selfie que no tardó en mandársela. Luis respondió más rápido que el trueno: “Bájate la tanguita”. Carmen obedeció. Se puso en cuatro, se bajó la tanga hasta las rodillas y se las arregló para mandar una foto de ella de perfil de tal forma que se le vieran las nalgas y nada más. La respuesta llegó casi de inmediato: “¡Mastúrbate!”. De nuevo Carmen obedeció. Se terminó de quitar la tanga, se tumbó boca arriba en la cama, abrió las piernas y llevó una de sus manos a su sexo el cual empezó a acariciar con pasión y con la otra, se tomó la foto que le mandó a Luis. “Mastúrbate hasta que acabes” –le dijo Luis. Carmen sintió como un fuego que ardia en su entrepierna y deslizó los dedos hasta su vagina, al sentir el contacto fue un detonante que la llevó casi al orgasmo. Ella quería mostrarle a Luis que estaba obedeciendo sus deseos y la mezcla entre calentura y obediencia la hizo realizar una videollamada. Siempre se había cuidado de no ser vista haciendo tonterías, pero en ese momento su razón la abandonó por completo. Al responder el afortunado fan lo primero que escuchó fueron los gemidos descontrolados de Carmen que miraba a la cámara de su móvil con los ojos perdidos y la respiración agitada. “¡Sí que te ves exquisita así! ¡Me gusta esa mirada de puta que pones en la cámara!” –le dice Luis observándola con detenimiento. “¡Oh, sí! ¡Así me tienes!” –le dice ella. Él estaba con cara de no creer lo que sus ojos veían pero disfrutaba que la mujer a quien seguía y admiraba se estuviera masturbando porqué él se lo pidió. “¡Quiero ver cómo te tocas!” –dice Luis. Carmen baja el teléfono y le muestra lo que estaba haciendo. Sus dedos masajeaban con maestría sus labios vaginales, mientras que de tanto en tanto se metían en su vagina húmeda y caliente para aumentar el placer, mientras que su otra mano ya había soltado su teléfono y se dedicaba a pellizcar sus pezones, ya erectos por lo cachonda de la situación. Solo se escuchaban gemidos y alaridos de placer. Luis ya no puede más con la candente escena y saca su verga para masturbarse mirando ese espectáculo caliente y morboso.

Luis le dice que tome el teléfono, quiere ver su cara y que ella lo vea masturbándose. Carmen se había convertido en la musa de sus deseos lascivos. Al verlo pasando su mano por ese miembro erecto, ella dice: “¡Qué ganas de sentirla dentro!”. “¡Abre la boca y chúpamelo!” –dice Luis. Ella imaginando como esa verga metida en su boca empieza a chupar dos de sus dedos. Él la miraba y sonreía, no podía creer que Carmen accediera a sus peticiones. “¿Así te gusta?” –le dice ella, metiéndose los dedos hasta su garganta, lo que le provocaba arcadas y placer a la vez. “¡Oh, sí, lo chupas delicioso!” –dice Luis. En medio del éxtasis Carmen se retorcía de placer la bajar otra vez su a su vagina y penetrarse con los dedos. El orgasmo no tardó en llegar, explotó consumida por el lujurioso placer que la recorrió como un vendaval, provocando que sus fluidos salieran expulsados, dejándola temblando en la cama por el intenso orgasmo. Su mano, la colcha de lama se empaparon. Se quedó un momento boca arriba jadeando y saboreando lo delicioso que había estado el momento.

Luis siguió masturbándose violentamente hasta que eyaculó como un volcán lujurioso que expulsaba ese semen tibio y viscoso que la boca de Carmen desea saborear. “Verte caliente y dispuesta a complacer fue un golpe de lujuria para mí. ¡Qué ganas de haberte cogido!” –le dice él. Carmen sonríe y le dice: “Eso hubiera sido exquisito, pero ya sabes cómo encontrarme para seguir jugando cuando lo desees”.

Se despidieron pero no hicieron promesas, ya que el trabajo de Carmen era demasiado como planear algo, pero si esas noches intensas de placer al otro lado de la pantalla se volvieron recurrentes. Desatando en ellos demonios contenidos pero a la hora de encontrarse los llevaban a ese espacio de placer furtivo que ambos disfrutaban. No importaba el lugar en donde ella estuviera, cuando le llegaba alguna notificación a su teléfono ella sabía lo que debía hacer para que la llama de la lujuria no se extinguiera.

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®

3 comentarios:

  1. Me encantó este relato fuera d lo.comun delicioso exquisito en donde a lujuria y la.pasion nublan la razón que rico

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  2. Me encanto el relato. Y más porque lo vivo en carne propia
    A.P.

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  3. Termine empapada de tan exquisito relato . Y que rico masturbarse por alguien que no tienes cerca pero lo deseas tanto
    Con ganas de la segunda parte
    L. T.

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