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viernes, 23 de febrero de 2024

106. El demonio toma diferentes formas

 

El demonio con forma humana salió una vez más a rondar las calles de la ciudad. La tarde ardía con el color del deseo y las masas humanas se distribuían como fluidos en movimiento por las calles.

En uno de los vagones del metro el demonio encontró a su primera víctima, un hombre alto y bien parecido de cuerpo tosco y musculoso. El hombre iba cansado y el demonio lo siguió al salir del vagón e internarse en las calles que se oscurecían al paso lento de las sombras. Conforme se iba internando en las calles de un viejo barrio, el demonio comenzó a jugar su juego sutil: puso la semilla del erotismo en los pensamientos de aquel hombre. La semilla se presentó como una idea fugaz que al principio parecía pasajera, pero poco a poco, como un trastorno obsesivo, iba creciendo mientras se retroalimentaba.

En algún punto de su trayecto nocturno, el hombre solo pensaba en salvajes actos sexuales. Se veía a sí mismo en orgías con cientos de insaciables jóvenes, con sus vaginas mojadas y sus ojos trastornados por la lujuria. Él, con su verga perfectamente erecta, su glande pulsante y sensible, las penetraba insaciablemente, acabando a chorros en cada una de ellas. Su semen era inagotable al igual que sus orgasmos y los orgasmos de las chicas, quienes se retorcían de placer con cada embestida. Los pensamientos del hombre habían tenido un efecto en su cuerpo y ahí, en la calle solitaria, su erección pulsaba aprisionada entre sus ropas. Así, embriagado por el deseo, perdiendo casi totalmente el uso de la razón, el hombre bajó su bragueta y comenzó a masturbarse. Se masturbó furiosamente perdido en sus pensamientos mientras el demonio se acercaba.

Cayeron varios chorros de semen sobre la banqueta y, para la sorpresa de aquel hombre, su erección no disminuyó. Fue entonces que el demonio se hizo presente y atacó: tomando la forma de un grupo de hombres de mala muerte, el demonio hizo uso de su magia para poseer a su víctima. Cada una de las manifestaciones del demonio se desvistió dejando ver un cuerpo duro, sudoroso y con una erección formidable. La magia del demonio también poseyó el cuerpo de aquel hombre preparando su ano para la penetración. El hombre, al verse rodeado sintió todas las respuestas psicológicas ante el peligro inminente, con una adición inesperada, la excitación sexual. Su erección no disminuyó, al contrario, su verga pulsaba y se sentía casi a reventar mientras que su ano se sentía de pronto sensible y erógeno. La idea cayó sobre su mente de golpe: sería violado por este grupo de extraños y la idea le causó una impresión tal que inició una reacción en cadena desde sus adentros. Sintió una potente y creciente emanación de placer desde sus testículos que creció hacia su ano, su verga y su glande. Poco después acabó sin siquiera tocarse.

El demonio violó a su víctima: siempre alguna de sus manifestaciones penetrándolo analmente mientras otro lo masturbaba y otro más le obligaba a chupar su verga. El hombre sentía una marea de sensaciones pero ninguna más poderosa que el ser penetrado analmente por estos monstruos. Una y otra vez uno u otro pene se movía incansable en su ano y la sensación lo saturaba, enloquecía y hacía llegar al éxtasis. Los demonios eyacularon incontables veces en su ano, su boca y sobre todo su cuerpo y él acabó más veces de las que podía contar. Finalmente el demonio emprendió su retirada condensando su ser en un solo cuerpo el cual caminó lento por la calle oscura hasta que desapareció.

Siguió su camino camuflado por las sombras buscando otra víctima de su lujuria. De pronto, su mirada encuentra a una mujer que espera el bus en una parada. Estaba sola, sigilosamente la empezó a volver con imagines sugerentes que la mujer no podía evitar. Ya tenía algunos años, aunque se veía sensual y con una mirada tierna. El demonio recorrió los rincones más recónditos de la mente de esa mujer. Le gustaba fantasear cosas morbosas cuando veía perros callejeros copular en la calle, muchas veces se sintió ser la perra que era cogida de forma furiosa por un macho en celo. Llegaba a su casa a masturbarse, sintiendo las estocadas bestiales en su vagina. Se estremecía por completo cada vez que la vida le regalaba esa candente escena para ella y que para muchos pasa desapercibida. El demonio sabía muy bien que botones oprimir para hacerla caer en su red.

Con el sigilo de la noche adquirió la forma de un rotweiller de ojos brillantes y pelaje oscuro. Se acercó a la mujer, al verlo ella se asustó, ya que se veía imponente, por alguna razón ella se sintió movida a acariciar su cabeza, el demonio dejó que ella se deleitara acariciándolo. “¿Qué haces solito a esta hora en la calle?” –le pregunta la mujer. Él solo dejaba que lo acariciara. De pronto, se acercó más a la mujer y metió la nariz en la entrepierna; la mujer sintió una corriente eléctrica que la estremeció. “¿Qué buscas?” –le pregunta cómo si el endemoniado animal pudiera responderle. Su vagina dejó escapar torrentes de fluidos al sentir como la nariz del animal venido del infierno hurgaba en su sexo. Casi sin darse cuenta empezó a desabrochar su pantalón para palpar la humedad que la inundaba. Miraba a su alrededor si alguien la observaba, esos pensamientos morbosos se hacían latentes, su mirada se perdía en el horizonte y su respiración se agitaba imaginando a ese animal montándola y dándole verga como a una perra en celo. El demonio había conseguido meterse en la mente de esa mujer y no la dejaría irse hasta que se sintiera satisfecho.

Los minutos pasaban y era imposible para la chica intentar controlarse, ya que era tan real lo que estaba viviendo que la excitación la recorría por completo. De repente, se dio cuenta que el animal se había metido entre sus piernas pero no para olfatearla, sino para deleitarse con la humedad de esa vagina deseosa, palpitante. La primera lamida hizo que la mujer se estremeciera por completo, dejando que saliera un gemido de intenso placer. El demonio siguió con su juego perverso pasando su lengua una y otra vez por la caliente vagina de la chica. Su cuerpo ardía con la intensidad del fuego del infierno, se dedicó solo a gemir y a resoplar, ante las intensas lamidas que recibía. Era una tarea titánica no gemir, contenerse; pero su cuerpo era empujado a un abismo de sensaciones que la tenían presa de la más placentera tortura. Ya sin poder resistirse se dejó envolver por esa sinfonía de gemidos reprimidos en su interior, no le importó estar en la parada del bus, mucho menos le importó que alguien pudiera verla, dio rienda al placer que la invadía.

De pronto, sintió que su cuerpo se desvanecía, era un intenso orgasmo que la estaba poseyendo, era como si su cuerpo estuviera embrujado por el más exquisito placer que jamás haya experimentado, su cabeza daba vueltas, su corazón parecía que iba a explotar en su pecho, y su vagina liberó un torrente de tibios fluidos que la llevaron al más infinito éxtasis de lujuria. “¡Oh, es demasiado! ¡Ah, no te detengas perrito, sigue!” –decía en medio de sus gemidos. La mirada del demonio la invitaba a ser perversa, ella no se podía resistir a tal invitación y sin dudarlo se puso de pie, acomodó su ropa y le dijo al animal venido del infierno a que la siguiera. Caminó por algunos minutos por la calle, llegando a ese mismo parque el donde el demonio se había entretenido con el hombre minutos antes. Todo era tan real que miró a ambos lados y sin percibir a nadie cerca, se bajó los pantalones y las humedas bragas, sin dudarlo se puso en cuatro en medio del pasto esperando a que ese infernal perro la tomara. El perro siguió deslizando su lengua por el ano de la muchacha, sus planes eran demasiado perversos como para ceder a los caprichos de su presa. La mujer suplicaba, el placer era demasiado, no quería irse sin que ese animal la montara y la hiciera suya, pero el demonio no atiende suplicas, se deja llevar por lo que su plan maquiavélico dicta. Cuando la mujer ya estaba al borde del orgasmo, decidió que era el momento de cogérsela como tanto lo ha pedido, se puso en dos patas y la tomó firmemente de sus caderas y con el peso de su cuerpo la dejó en la posición que él deseaba, con su culo expuesto. De una certera estocada se metió en ese culo, la mujer dio un grito apabullante de dolor, pero que casi de inmediato se transformó en placer absoluto. Las brutales embestidas del can venido del infierno la hacían gemir con una incontrolable fuerza.

Estaba con la cabeza enterrada en el pasto siendo penetrada con violencia, hasta que sintió como la bola se metía en su culo, la que la hizo gritar: “¡Mierda, qué rico!”. Quedó pegada al perro disfrutando poseída por ese infernal placer. En medio de su delicioso placer nota que se acerca otro perro con la misma mirada intensa del que estaba pegado en su culo, en ese momento se da cuenta que la verga del otro animal venia completa afuera de su funda, su deseo se incrementó al verlo y sin pensarlo dos veces hizo que se acercara, para deleitarse con esa gruesa y venosa verga. La tomó con delicadeza y suspiró, luego se la metió en la boca y la empezó a chupar con suavidad, lentamente, hasta que aumentó el ritmo y se la tragaba completa, era ese perverso complemento que hacía falta para hacerle perder por completo la razón. Ya no sabía si estaba soñando o era real, no podía ser una coincidencia, era como si todo estuviera perfectamente orquestado, así era porque el demonio conocía por completo las más torcidas fantasías que se albergaban en lo más recóndito de su mente.

El animal que estaba en su culo se despegó de ella, dejando salir torrentes de semen de su agujero que corría por su vagina y muslos. El otro infernal perro al ver el agujero libre de la mujer se liberó de esa boca y se acomodó para cogérsela con la misma fuerza del anterior y el otro se acostó frente a ella esperando sentir su boca. “¡Me van a matar!” –decía mientras su culo era invadido sin ni un ápice de compasión y se llenaba la boca con esa verga que ya había causado estragos en su culo. La mujer gemía en cada embestida hasta que nuevamente se encontró pegada al otro perro infernal. Ya su cuerpo no podía resistir más, cuando sintió la bola llenando su cuerpo las llamas del infierno ardieron en su interior y le azotó otro orgasmo. Al mismo tiempo sintió que su boca era quemada por el candente semen del primer animal, obnubilada de placer cerró los ojos y se dejó llevar por el placer. El perro en su culo también eyaculó, dejándola llena de ese ardiente semen, con el culo chorreando semen y bebiendo la eyaculación del otro quedó tendida en el pasto. En la oscuridad de la noche los animales desaparecieron ante sus ojos y en un pestañeo ella estaba en la parada del bus envuelta en esas sensaciones placenteras. Cuando se dio cuenta, se puso de pie e hizo parar el bus que la llevaría de vuelta a su casa, disfrutando en su mente de la noche distinta que le tocó vivir.

La noche aun deparaba más para el demonio que siguió su recorrido, posándose en la entrada de un edificio en la calle Los Capitanes, frente al 1355. Con astucia trepó por los balcones y llegó al departamento 603, una mujer de unos cincuenta años estaba en su cama con el control remoto en la mano, se había quedado dormida viendo televisión. El demonio usó sus poderes para despertar en la mujer el deseo y las ganas de masturbarse. Estaba sola, cuando abrió los ojos sintió como el placer recorría su cuerpo, debajo de la delgada tela de su camisón notó que sus pezones estaban duros y su vagina se empezaba a mojar cada vez, sin saber lo que ocurría deslizó sus manos por su cuerpo que ardía en la lujuria y sin dudarlo se quitó el camisón, quedando expuesta ante la mirada libidinosa del endemoniado ser. Él sonreía, ya que la mujer no opuso resistencia, sino que dejó aflorar sus instintos y se empezó a tocar la vagina con candente lujuria. Empezó a gemir, se retorcía en la cama, deseaba tener una verga en su palpitante concha, pero no había quien apagara ese fuego de perversión que la quemaba por dentro. Tomó el control remoto que dejó a un lado cuando empezó a recorrer su cuerpo y como si de una verga se tratara lo metió en su vagina, provocando agónicos gemidos de placer mezclados con dolor. Con sus piernas abierta por completo se penetraba con delirio, disfrutaba la manera en que se cogía a sí misma, pero el demonio iría más allá de un calentón que se podría apagar con ese artefacto. Él conocía lo que ella quería y la instaría a llevarlo a cabo.

La mujer se levantó de la cama como una autómata y se puso unos leggins negros, que resaltaban su culo y marcaban su vagina y una polera que apenas tapaba su ombligo y dejaba ver sus duros pezones. Salió del departamento y tomó el ascensor, al llegar al primer piso estaba el conserje sentado mirando una serie en su computador. Al verla la saludó con cordialidad. Ella se acercó al meson con la intensión de provocar al hombre que estaba cercano a los cuarenta y dos años. Tambien lo saludó con cordialidad pero con un tono distinto en su voz, cosa que el conserje se daría cuenta de inmediato que algo sucedía. Él se coloca de pie y se percata de la escasa ropa que la mujer tiene puesta, ya que su cuerpo no dejaba detalle alguno sin resaltar. Se ponen a charlar un tanto distendidos, en eso la mujer le dice: “¿Me podría acompañar al estacionamiento?”. El hombre responde de inmediato que sí, sin siquiera pensar lo que sucedería. Camina al ascensor, pero ella le dice que bajen por las escaleras, le responde que no hay problema, solo con cerrarse la puerta el demonio invade el sexo de la mujer, lo que le provoca un gemido que no pudo aguantar, el conserje le pregunta: “¿Se siente usted bien?”. Ella lo mira a los ojos sin responder nada, solo esboza una pequeña sonrisa llena de perversión. Se detiene en uno de los escalones y coloca su mano en la entrepierna del hombre, sintiendo su verga y testículos. “No sabe usted cuanto he deseado esto” –le dice ella. El conserje intenta resistirse pero la mujer estaba empecinada en apagar su lujuria con esa verga que deseaba hace tiempo. Le bajó el cierre y la sacó entre el pantalón. Se puso de rodillas y empezó a masturbarlo hasta que se puso dura en su mano, para engullirla de un solo bocado.

En las escaleras no había testigos, tampoco cámaras que dejaran algún registro de su acto lujurioso. Ya sin la resistencia del conserje, la mujer disfrutaba de su verga, la escupía, la mordía, la lamia; la honorable dama se había transformado en una sucia puta que haría lo que fuera con tal de satisfacerse, el demonio observaba con detenimiento la escena y lanzaba carcajadas al ver como su obra se consumaba. Bajo el embrujo del demonio la mujer se quitó la ropa y se apoyó contra la pared. El conserje con la calentura que estaba sintiendo se puso de rodillas y empezó a deslizar su lengua por las nalgas de la mujer que hervía de deseo. “¡Oh, eso me gusta!” –decía moviendo su culo siguiendo el recorrido de esa perversa lengua. La boca del conserje se perdió entre turgentes nalgas y sus dedos penetraban la húmeda vagina que ardía de deseo. Los gemidos de la mujer no se hicieron esperar, llenaban el ambiente, era morboso y delirante para ambos. Siguió penetrándole la vagina con los dedos y su lengua escarbando ese agujero con lujuria. El hombre se detiene y se pone de pie, se baja los pantalones y el bóxer, le dice a la mujer que ponga su culo en pompa, ella obedeció de inmediato y separó sus nalgas, dejando sus agujeros expuestos para que el conserje los usara a su antojo.

El conserje metió su verga por la vagina de la mujer, de la embestida apoyó sus manos en la pared mientras era cogida con vehemencia por aquel hombre. “¡Eso, métamela toda! ¡Deme su rica verga!” –decía entre gemidos que se hacían ensordecedores. El conserje estaba firmemente aferrado de las caderas de la mujer, haciendo que esta delirara de placer cada embestida. No tardó mucho en llegar un orgasmo, pero el demonio se encargaría de que fuera duradero. Jadeaba, babeaba y sus fluidos escurrían por sus piernas, el cuerpo de la mujer se retorcía y decía: “¡Oh, mierda, nunca había acabado así! ¡Por favor no se detenga!”. El hombre al escucharla la penetraba con más fuerza, estaba a la merced de aquel conserje que se la metía como un pervertido. El hombre se recostó en las escaleras y ella de inmediato se montó sobre él, encajando esa verga en su culo. Empezó a moverse lento y sus movimientos se hicieron intensos casi de inmediato. Subía y bajaba con perversión, se agarraba las tetas y pellizcaba sus pezones, todo bajo la atenta mirada del demonio que estaba agazapado en un rincón. El conserje le apretaba los muslos, quedando con sus dedos marcados, no había reparos, cogían como locos al grado de olvidarse del lugar donde estaban. No importaba nada más que el placer, no había más que disfrutar de la exquisita cogida que estaban protagonizando.

La verga del conserje se descargó en el culo de la mujer profusamente, dejándole chorros de semen tibio en el interior. La mujer se bajó y se tendió en las escaleras a chupar esa verga que había estado en su culo para chuparla y dejarla limpia, sin ningún rastro de semen. La voz del demonio se dejó escuchar en los labios del hombre: “Esto todavía no termina sucia puta”. Ella sonrió sabiendo que aún había más para su deleite. Sin que nadie le dijera nada se puso en cuatro y el conserje aun con su verga erecta poseyó su culo nuevamente. Se movía con fuerza, incluso le daba algunas nalgadas que se confundían entre los gemidos de la mujer. Para ella ser cogida con esa brutalidad era un premio a su paciencia, ya que se había imaginado el momento, ahora lo estaba disfrutando y estaba sintiendo todo ese placer reprimido. “¡Eso, cójame el culo! ¡Déjelo abierto!” –le decía al conserje que estaba embobado cogiéndosela. Ya sin fuerzas, la poseída mujer se deja caer en otro delicioso orgasmo que la dejó casi tendida en el piso. EL hombre no se detuvo y siguió dándole verga hasta que gritó: “¡Voy a acabar!”. Con las pocas fuerzas que le quedaban la mujer se acomodó de tal forma, que quedó casi con la verga del conserje en la cara, abrió su boca y espero con deseo a que el semen saliera expulsado, no tardó mucho. Los chorros de semen salieron cayendo en su cara y en su boca. Ella lo saboreó como si tratará del mejor licor que haya bebido. Acto seguido, se la chupó con lujuria, sorbiendo hasta el último rastro.

El hombre se acomodó la ropa, la mujer se vistió, su hambre de sexo había sido saciada a cabalidad; el demonio se dio por satisfecho. Ambos salieron de las escaleras como si nada pasara, ella caminó hasta el ascensor y él a su puesto de trabajo. Al abrirse la puerta del ascensor entró al departamento, el demonio la esperaba con una sonrisa llena de lujuria, ella no podía verlo pero sintió una presencia extraña. De pronto, abrió sus ojos y estaba en la cama con el camisón puesto, no sabía si había sido un sueño húmedo porque tenía la sensación de haber cogido, su culo y vagina palpitaban de forma exquisita. Quiso corroborarlo y llamó a la conserjería, le contestó el citofono el hombre y ella le pregunta si había ocurrido algo extraño, a lo que le responde que la noche hasta el momento había sido tranquila. Se fue a su cama y se acomodó para dormir, con la inequívoca sensación de que sus agujeros fueron usados, pero no le importó, se durmió feliz.

El demonio salió de la habitación, sabiendo que nadie puede resistirse cuando sus oscuros deseos son expuestos. La conclusión fue, que entre más prohibidas pueden ser esas fantasías más intenso es el placer. Ocupa su trono en medio del infierno y se regocija al saber que muchas de las almas penitentes están ahí pagando por el placer de sus deseos perversos y tiene toda la eternidad para atormentarlos con ellos.

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®


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