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jueves, 11 de enero de 2024

89. Soy la puta de los novios de mis hijas


Hola soy Verónica, 50 años, y 30 años de casada.  Tengo dos hijas Estefany de 22 años y Dominique de 20 años, las dos son muy hermosas y con un cuerpo favorecido, afortunadamente heredaron mi belleza. Por mi parte, a pesar de mi edad me conservo bien, tengo una figura que a muchos hombres les hace aflorar pensamientos un tanto obscenos, incluso me han dicho piropos en la calle que harían sonrojar a la más puta de todas. Debo confesar que me gusta que lo hagan, incluso muchachos jóvenes, lo que me pone no solo cachonda sino también el ego en las nubes. Ambas tienen sus novios. Los cuales son guapos, jóvenes, educados, altos, se nota que son de estos típicos jóvenes que van al gimnasio gran parte del día, lo que los hace verse bien, lo que me gusta de ellos aparte de su trato hacia mis hijas.

Era viernes por la tarde, fui a dejar a mis hijas al aeropuerto de Santiago, ya que irían a Antofagasta para pasar el fin de semana con unos familiares, mi esposo debido a su trabajo no pudo acompañarnos. Sin embargo, los novios de mis hijas si nos acompañaron, incluso estaban ahí cuando llegamos para sorprenderlas. Darío, novio de Dominique y William novio de Estefany. Yo acudí, vestida con un vestido pegado de color dorado, muy sexy que resaltaba mi figura, medias color carne, tacones dorados, pelo suelto y labios color rojo, en el aeropuerto varios caballeros no me quitaban la mirada y a mí me encantaba que me miraran con deseo.  A las 19:00 hrs. llegó el momento de abordar, por los que nos despedimos, observé como Darío tomaba de su diminuta cintura a Dominique, le daba besos y manoseaba de forma sutil, después abrazarla y decirle de forma sutil te amo. En cuanto abordaron. Lo mismo hizo William con Estefany. A los minutos de haber abordado nos fuimos al estacionamiento y se despidieron de mí con un beso muy sonoro cerca de mis labios. Sin embargo, no le di importancia. Tomé mi auto y me dirigí a mi casa.

Aproximadamente a las 20:00pm, regresé a mi hogar, minutos después, tocaron el timbre, quien podría ser a esa hora me pregunte, cuando abrí la puerta, oh sorpresa era Darío y William. “Buenas noches señora Verónica” –dijeron de manera educada. “Buenas noches, muchachos ¿Qué se les ofrece?” –dije con sorpresa. “¿Podemos pasar?” –dijo William. “Claro, adelante” –respondí intrigada. En cuanto cerré la puerta, Darío se lanzó sobre mí, llegó por la espalda y me acercó a él con fuerza, sentí su miembro en mis nalgas. “¿Qué haces?” –dije molesta. “Discúlpame Verónica, pero me encantas y ya no pude resistirme, eres un manjar que quiero probar” –dijo. Mientras decía esto me abrazo y me seguía arrimando su miembro erecto, por favor Darío, suéltame esto no está bien. Me dio la vuelta y me dijo: “Estás preciosa Verónica”. Ya no me dio tiempo de nada, tomó mi cara y me dio un beso en la mejilla. “Estás bien rica suegra” –dijo. Me besó los labios, no me pude resistir y correspondí dejando que su lengua recorriera mi boca. Entonces hubo un momento de cordura y le pregunté: “¿Qué haces?” Alcancé a decir eso, pero ya su lengua estaba entrando en mi boca nuevamente, intenté cerrarla pero ya era demasiado tarde, medio abrí mis labios y buscó mi lengua, yo se la di tímidamente, me acariciaba todo mi cabello, me mordía los labios –“¡Ah Verónica, qué rico besas!” –me decía mientras me agarraba las nalgas.

“¡No Darío! ¡Yo no puedo hacer esto!” grite, suéltame o pediré ayuda” –le dije. El muy cínico se rio, dijo: “No hay nadie solamente William. Dominique me ha dicho que tu marido los viernes llega pasada la medianoche”.  Inmediatamente William me arrimó su miembro entre las nalgas, Los dos me tenían como un lujurioso sándwich, me manoseaban la concha y las tetas, mientras me besaban la boca y el cuello. Les dije: “Son los novios de mis hijas, por favor, esto no está bien, por favor, por qué se encaprichan conmigo”. Respondió Darío: “Porqué a tus 50 años estas bien buena, te vistes bien provocativa, eres bonita e inteligente, te encanta la verga no lo niegues”. Le dije “Esta situación está muy mal”. Al decir esto me metió su mano en mi entrepierna. “Mira que rica vagina tienes, húmeda y deseosa de verga” –dijo. La empezó a frotar y fue lo que hizo despertar mi lujuria. Sabía que no me podría quitar a esos dos jóvenes calientes, por lo que mi lujuria accedió. “Está bien, pero por favor, no les digan a mis hijas” –les dije.

Dicho esto, se les iluminó el rostro. William se volvió a acercar a mí y me comenzó a besar, yo me dejé. Me dio la lengua y se la empecé a chupar. De vez en vez le daba mordiditas. Yo sentía mis pezones duros, tiesos, mi cuerpo sudando y mi entrepierna mojada. “Suegra te veías tan rica en el aeropuerto” –me dijo. Se pegó más y empezó a acariciar mi brazo, después subió a mi cuello y llegó a mis senos, los apretaba y amasaba. Senos pequeños pero firmes. Me acarició los pezones encima del vestido, yo ya estaba con la lengua de fuera, dándole unos besos húmedos. Bajé la vista hacia su entrepierna y le vi el bulto inflamado. “¿Cómo la tendrá?” –pensé.  “Verónica mira” –me dijo William. Lo que vi me puso ansiosa. Se había sacado la verga del pantalón. Una verga gruesa, con el glande mojado por sus fluidos. Se le balanceaba de un lado a otro, las venas parecían a punto de explotar. Tomó mi mano y la llevó hacia ese pedazo de carne. La rodeé con mi mano, estaba dura, fibrosa, le pasé la mano el glande y sentí sus fluidos, deslicé mi mano por todo el tronco. “Ay suegra que rico” –decía William con voz de caliente. “No, no está bien, esto no puede ser. ¡Váyanse!” –les grité. Tenía la mano mojada, mientras caminaba hacia la puerta iba oliendo sus jugos. Darío me alcanzó a medio camino. “Verónica, espera, tranquila” –dijo mientras me tomaba de la cintura. Me cargó y me subió a la habitación de Dominique. Convencida de que no se irían sin cogerme, finalmente terminé por ceder. Ahora lo besé frenéticamente, le introduje la lengua a lo que Darío respondió de la misma forma, tomó una mano y la llevó hasta el bulto entre sus piernas que estaba a punto de estallar. “¡Qué dura se te ha puesto la verga! –le dije. “Sí suegrita usted me pone así” –respondió. “No me trates de usted ni me llames suegra, dime sólo Verónica” –le dije. “Está bien Verónica, tómame la verga, es sólo tuya” –dijo Darío. “¡Que rica y dura verga tienes! ¡Te la quiero chupar!” –le dije. Me arrodillé y metí su verga hasta la mitad, comenzando a mamármela despacio y rápido, pasando mi lengua por su glande y bajando hasta sus testículos. “¡Qué rico la chupa suegra, lo hace como una profesional” –dijo él. “Dime sólo Verónica” –repliqué. “Disculpa, es la costumbre Verónica, sigue así métetela toda, mi verga es tuya” –dijo él con lujuria. “Sí, ahora es mía sólo mía” –le dije.

Posteriormente, le dije: “Ahora tu dame placer”. Me senté en la cama, él subió mi diminuto vestido, dijo: “No quiero quitártelo, quiero follarte con él puesto”. Retiró mi tanga y la olió. Entonces yo abrí mis piernas y dejé a merced de él a mi conchita, recién en la mañana me había depilado, se acercó a ella y saboreo mi vagina con locura, lamía y chupaba mis labios vaginales, por momentos introducía su lengua en mi agujero y se centraba en mi clítoris que se encontraba hinchadito de placer. “Así cómeme la concha Darío, sí que lo haces bien, mueve más la lengua” –le dije. Entonces comenzó a lamerme el clítoris aún más rápido, le sujeté la cabeza y hacía que la presión contra mi vagina fuera más fuerte; empecé a mover cada vez más rápido mi cadera contra su boca. “¡Voy a acabar Darío! ¡Sí! ¡Qué rico!” –decía gimiendo de placer; entonces él se puso sobre mi cuerpo, yo gimiendo y el aprovechó para meterme su verga de una embestida en mi mojada y muy caliente conchita.

Darío le dijo a William: “Deja que me coja primero, hace tiempo que le tengo ganas a esta zorra. Después te la coges tú”. “No tengo problemas cuñado, dale duro a la puta” –responde William. Yo solo era esclava de mis yernos, En la clásica posición de misionero me la volvió a meter su poderosa verga, me penetró y me hizo gemir. “¡Ah, así, no la saques, empuja más y métemela toda!” –le decía gimiendo, mientras me besaba, nuestros labios se mordían,  me agarraba de mi cintura y empujaba, eso me hacía sentir su verga en lo más profundo de mi concha. Mientras me la metía me dice: “¡Qué lindos zapatos! Como para tenerlos de aretes”. Subió mis piernas a sus hombros y me la metía despacio y luego de un solo empujón me metió toda. Me dejaba caer todo el peso de su cuerpo y hasta brincaba, y empujaba para metérmela más, para partirme en pedazos ¡La sentía delicioso en mi concha! Me levantaba las piernas, me las separaba con fuerza, hasta causarme un dolor y luego se acomodaba, me la metía hasta el fondo con fuerza, con saña, con mucho ardor y placer.  Me sacaba su verga; la frotaba contra de mi clítoris, me la paseaba por encima de mis labios, los recorría sin meterla y luego, de repente, ¡me la clavaba de nuevo! “¡Qué verga! ¡Qué rica manera de coger! ¿Así se la metes a Dominique?” –le decía. Lo disfrutaba como toda una puta e imaginaba lo mucho que disfrutaba siendo cogida por Darío.

William dijo: “Ahora es mi turno”. Al estar completamente abierta de piernas y tan húmeda, su verga entró muy fácil en mi vagina hasta el fondo. La verga de William tenía una curva, que penetraba de una manera diferente a la de Darío y me hacía gemir muy rico. Mis piernas lo envolvieron dándole la más deliciosa de las bienvenidas. William comenzó a metérmelo rico, muy rico una y otra vez, haciéndome gemir de forma deliciosa: “¡Ah, sí, así, dame rico!” –decía mientras me hacía suya, pensé en mis hijas, en la forma en que disfrutaban siendo cogidas por estos jóvenes impetuosos. Me sentí culpable pero estos jóvenes hacían olvidarme de todo. Así transcurrieron varios minutos, cuando William se levantó su verga estaba muy erecta. Darío se puso a lado, y dijeron: Chúpalas como lo hacen las putas de tus hijas”. Eso me calentó demasiado, sin pensarlo me hinqué y miré esas vergas llenas de venas gruesas, intentaba meterme las dos al mismo tiempo, aunque era casi imposible, posteriormente, una por una me las tragaba, ellos gemían. “¡Que rico lo chupas! Ahora sé a quién salieron las zorras que tienes por hijas” –dijo William. Mientras seguía chupándoselas, de sus vergas ya escurrían algunos fluidos y yo me los bebía. “¿Te gusta la lluvia dorada perra?” –preguntó William. A lo que respondí: “Sí, me fascina”- , e inmediatamente me bañaron con sus orines, abriendo la boca sentía que me ahogaba con tanta agua de riñón. Posteriormente, Darío, ingreso todo su miembro y me tapaba la nariz, haciendo una rica sensación y a la vez dolor. No podría creer que estuviera en esa situación, con los novios de mis hijas.

William agarró una toalla y me empezó a limpiar, posteriormente me mordió el cuello, y me quitó el vestido, solamente quedé con medias y tacones, nos empezamos a besar, muy rico y a manosear como adolescentes. Me la metió de pie, fue una sensación tan exquisita que casi tengo un orgasmo al solo sentir como su glande se metía en mi vagina. Así pasaron varios minutos, su verga entraba y salía con una rapidez que me dejaba sin aliento.  Después me cargó y me encajó en su verga, empecé a cabalgar ese rico miembro que me tenía al borde del éxtasis. “¡Eso, cógeme, métemela toda así como lo haces con Dominique!” –le decía gimiendo. Él acallaba mi voz con su lengua que se metía hasta mi garganta. Me tenía al borde del orgasmo pero se detuvo, me bajó y fue el turno de Darío, siguió la misma táctica que William, me besó el cuello y nos empezamos a besar. Lo empecé a masturbar y él hacía lo mismo conmigo. ¡Qué delicioso! Nos dejamos caer en la a cama e hicimos el famoso 69, chupársela era exquisito, pero el placer que me daba su lengua recorriendo mi vagina y mi culo era abismal. Nuevamente vinieron los pensamientos morbosos, imaginaba lo rico que lo pasaban mis hijas con estos jóvenes pervertidos que no se reservaban nada con respecto al sexo, ya que sabían muy bien como complacer a una mujer. Me subí a horcajadas sobre él y lo comencé a cabalgar, mi vagina se tragaba su rica verga y yo gemía como una puta en celo.

Ambos decidieron que era hora de la doble penetración, a lo que me mordí los labios en señal de placer, Darío, me puso en cuatro y me la metió, dijo William: “Ábrela con tus manos para que, entre también el mío”. Estiraron mi ano, sentí mucho dolor, ellos intentaban meter las dos vergas a la vez, era complicado, se salían y volvían a acomodarlas hasta que pudieron sincronizar y me hicieron gemir de dolor y placer. “¡Ah, mi culo!” –grité muy fuerte, debió escucharse en toda la casa. Sentía que me partían en dos, ya había tenido muchas penetraciones dobles, pero era especial pues eran mis dos yernos y además, las veces anteriores fueron por el culo y la vagina, era la primera vez que recibía dos vergas en mi culito. Mi ano se extendía y vibraba, continuaron con su rimo los dos enormes machos, era un martirio y delirio al mismo tiempo, acariciaban mis piernas, de repente, Darío me puso sus enorme manos en mi cuello, jalándome y apretándome sutilmente, esto me ocasiono sentirme asfixiada, fue una sensación de miedo y placer, sentir las tremendas embestidas era un suplicio delicioso, llegó otro orgasmo que me hizo gritar, rasguñaba la cama. “Así mismo gritan las putas de tus hijas” –dijo Darío.

Me tomaron en brazos, Darío me daba verga por mi vagina y William por mi ano, yo abrazaba a Darío, pues lo tenía de frente, mis manos arañaban su espalda en señal de placer y nos besábamos, mientras William me daba muy duro por mi culo. Sentí sangrar mi ano, era muy doloroso, pero aquellos machos seguían penetrándome duro. De repente, Darío dijo: “Cárgala tú y quedé sostenida de la verga de mi ano, yo gemía de dolor y placer. Después, me puso en cuatro en el piso y me la metió por mi culo, sí que tenía una obsesión con mi ano este muchacho. Me la metía con fuerza y después lento; era un maldito desalmado que me daba verga sin parar. Mi celular sonaba, pero no pero no podía contestar, éramos animales en celo y yo la perra de mis yernos. Mi cuerpo se estremeció por varios minutos. Sentí como una descarga eléctrica por todo mi cuerpo poniéndome la piel de gallina. “Verónica, eres deliciosa, estás riquísima. No sabes cuántas veces quise cogerte, imaginé tu cuerpo, tu olor, tu sabor. Eres mucho mejor de lo que esperaba” –dijo William. Después fue el turno de Darío. “¡Quédate así como estás!” –me ordenó. Sin decir nada más me ensartó su verga en mi culo. “¡Ah, sí, qué rico!” –dije con lujuria. Me tomó de la cintura y me embestía con fuerza, tanto que sentía que mi culo ardía. Siguió con esos movimientos perversos que me hacían estremecer, mis tetas se deslizaban por la alfombra de la habitación, provocando un roce excitante que me hacía gemir. Aunque mi culo dolía y sangraba estaba disfrutando como una zorra la cogida que recibía, al punto de perderme por completo en el placer. Me hicieron ponerme de rodillas y se empezaron a masturbar como enfermos hasta que ambos eyacularon en mi cara. Su tibio semen recorrió mi rostro y cayeron algunos chorros en mis tetas, me sentía tan puta así que no tarde en buscar los rastros de esperma con mi lengua y los llevé a mi boca para probarlos.

Estábamos bañados en sudor, William y Darío, limpiaron sus vergas con una camisa de Dominique. “¿Qué hacen desgraciados?” –les pregunté. Solamente se rieron y pusieron sus vergas calientes en mi cara, me quemaban, ya que sentía lo caliente que ellos estaban, tanto como yo. William me tomé y me llevó al borde de la cama, él se sentó y yo encima de él dándole la espalda, metió su verga en mi ano que ardía de dolor. Gemí muy fuerte, mientras William se encargaba de jugar con sus dedos en mi concha y mi culo engullia su verga, era un placer fenomenal que me hacia estremecer. Después subía sus manos en mis pechos, mordía mi espalda. “¡Qué rico no pares mi amor!” –le decía delirando de placer. Darío me ordenó: “¡Levanta las piernas puta!”, Obedecí sin cuestionamientos y metió su verga en mi vagina que estaba humeda y deseosa. William se acomodó al medio de la cama y me empezaron a dar verga los dos a la vez. La sensación era placentera pero a la vez dolorosa, ya que entre mas pasaban los minutos eran más animales al cogerme. Despues de un rato llenaron mis orificios con su caliente semen. Estaba en extasis, perdida en el placer al recibir su caliente semen. No contentos con eso, me hicieron chuparles la verga a los dos, obviamente no me negué, me las comía hambrienta y deseosa, tragándolas una a la vez hasta ahogarme por sus apetitosos miembros y lamiendo hasta el último rastro de semen que hubiera quedado. Despues de estar comiéndome sus vergas los impetuosos jóvenes se orinaron en mi boca, no puse resistencia y la bebí como si se tratara del más delicioso licor, estaba tan caliente que me encantaba sentir esa orina caliente que bajaba por mi garganta. Nos quedamos tirados en la cama, con nuestros cuerpos sudados, llenos de fluidos, orina, Me sentía tan puta al ser capaz de satisfacer a esos dos machos que me habían cogido como nunca antes me habían cogido. Estábamos en silencio cuando volvió a sonar mi celular, eran mis hijas, pero me dio vergüenza responder. Les envié un mensaje de WhatsApp preguntándoles si habían llegado a Antofagasta y ellas me respondieron que ya estaban en la casa de mi cuñado. William y Darío, también tenían mensajes de ellas, pero se limitaron a mandar solo mensajes.

Ya casi era media noche y dije ya váyanse por favor, ya no tarda en llegar mi marido, espera decían, y yo les decía no ya váyanse, ya obtuvieron lo que deseaban. Cuando decíamos esto oh sorpresa, mi marido me marco y tuve que responder, para mi fortuna me decía que iría a Viña del Mar con unos socios y que llegaría hasta medio día, le colgué. Sin pensarlo le dije a mis machos, por lo que sonrieron y dijeron: “¡Tenemos toda la noche para seguir cogiéndote!”. “No, esperen, estoy muy adolorida” –les dije pero no les importó, fue como si hubieran estado esperando esa llamada.  Saltaron de la cama y Darío me tomó en brazos. “¿Qué hacen?” –les pregunté. Agarraron unas toallas y me llevaron al baño. “Vamos a bañarte” –dijeron. Abrieron la regadera y me comenzaron a enjabonar mis partes íntimas, mi ano, estaba muy adolorido pero lo masajeaban bien, “Despacio por favor” –les pedí. Así lo hicieron, en diez minutos me bañaron y regresamos a la habitación. Me di cuenta que ya había pasado el periodo refractario y ya tenían sus vergas tiesas, listas para la acción. ¡Bendita juventud! “Vamos a tu cuarto para que te cambies” –dijo William. “¿Qué dices?” –le pregunté. “¡Buena idea!” –añadió Darío. Entramos a mi cuarto y abrieron mi closet, eligieron la ropa, dijo, Darío “A mí siempre me ha gustado como se te ve este vestido negro” –dijo Darío. Me empezó a vestir, ese vestido negro, entallado que dejaba ver mi vientre plano y mi exquisita silueta, tenía un brazo descubierto, me puso unas medias negras y la tanga, los tacones del mismo color. “¡Qué rica quedaste!” –dijeron. “Siempre te he querido coger con este vestido, desde que te conocí” –dijo Darío. “Es toda tuya, cógete a la puta” –dijo William. Yo estaba adolorida, pero llena de lujuria, por lo que lo abracé y comencé a besarlo, sabía que debía dominarlo para que mi ano no se desgarrara, empezamos a manosearnos, me besaba despacio y luego mordía mi labio, le acariciaba la verga, al borde de mi tocador quitó unas cosas y subió mi vestido hasta la cintura, hizo a un lado mi tanga y me ensartó la verga en la vagina. Mis piernas totalmente abiertas le daban un espectáculo único que lo hacía moverse de forma violenta, metiéndomela sin compasión, solo podía gemir de placer sintiendo esas brutales embestidas que sacudían mi cuerpo en un ritmo siniestro que era acompañado por mis gemidos agónicos.

“Es tu turno cuñado” –le dice a William, pero él contestó: “Dale más verga a la puta, se nota que lo está disfrutando”. Darío, se sentó en una silla y me dijo: “Móntame, puta como tu sabes hacerlo”. Obediente a sus deseos me subí sobre él. Comencé a montarlo, mi vagina y tanga rozaban ese enorme miembro duro, quería que la metiera solamente por la vagina, porque mi ano aun me ardía. Subia y bajaba como loca sobre sobre su verga. “¡Ay, qué rico se siente!” –le decía gimiendo, lo estaba disfrutando como una puta. William salió del cuarto y al volver traía consigo una botella de whisky, también estas galletas y fruta. No podía pensar en lo que tenía en mente porque la manera en que estaba cogiendo Darío me hacía pensar solo en ese perverso placer. Me detuve por un momento y le dije: “Espera”. Me bajé de él y empecé a chuparle la verga, quería que acabara pronto para saborear su semen una vez más, mordía su glande y lo lamia, a la vez me tragaba su verga. “¡Ah, qué rico lo chupas perra!” –me dijo. Me dio una cachetada y dijo: “No quiero acabar aun”. William sirvió el whisky y dijo: “Tomen un descanso la noche es joven”. Por fin tendría un respiro. Bebimos whisky, el cual nos relajó. “¿Las galletas para qué?” –preguntó Darío. William sonrió de manera perversa y respondió: “¡Para esto! Acuéstate zorra y abre las piernas”. Metió una galleta en mi vagina y la mordió, alcanzando incuso mis labios vaginales, “¡Ay, corazón, qué rico!” –grité con fuerza. Me dolió pero a la vez me encantó. “Tranquila perra, tú nos muerdes la verga y no te decimos nada” –dijo William. “Ahora si te la voy a meter” –dijo William otra vez. Me quitó la tanga y me puso en cuatro, me la metió por el culo muy duro, parecía un títere, una muñeca de trapo, me cogía sin piedad, a su voluntad. ¡Ay, me duele!” –grité y sentí como mi culo se rompió. Ahora el que salió del cuarto fue Darío, le decía a William que se apiadara de mí pero no tenía ni una muestra de misericordia. “Sube a la cama, quiero cogerte en la cama que duermes con tu marido” –ordenó. Yo obedecí, quedé tendida de espalda, levantó mis piernas y me la metió por el culo otra vez. Fue un momento de clímax, se movía salvajemente, era muy rico aunque doloroso.

Darío, regresó con una botella de lubricante y unas bolas chinas, miró a William y le dijo: “Espera, ya está muy adolorida. Le hemos roto el culo dos veces y mi verga está irritada de tanto coger”. “¿De dónde sacaste las cosas?” –preguntó William con su verga embutida hasta el fondo de mi culo. “Del cuarto de Estefany” –respondió Darío. La idea me pareció perfecta. Nos paramos de la cama y nos servimos otro whisky, se sentaron en las sillas que había en mi cuarto y yo como si fuera una puta de club nocturno me senté en sus piernas de Darío y luego en las de William, estuvimos así varios minutos, bebiendo y besándonos, tuve una idea, bailarles para que mi cuerpo descansara, sobre todo mi ano. Les bailaba y ellos me nalgueaban, manoseaban, besaban, el alcohol fue haciendo efecto, y aquello era una gran fiesta, sexo, alcohol, pasión prohibida, un trio exquisito. Dijeron: “Sigamos cogiéndonos a la zorra”. Ya nos habíamos tomado la mitad a la botella, sacaron el lubricante y me lo untaron en el ano, dijo Darío: “Mira estas bolas chinas que le encantan a Estefany”. Me las metió una por una en el culo. “Ya viste entran más rápido sin tanto dolor” –dijo William. Darío se acostó en la cama y me subí encima de él y su verga entro deliciosamente en mi vagina. William de pie en la cama me daba su verga en la boca, después cambiaron de posición. Me sentía tan caliente que mi cabeza solo pensaba en el placer. Darío sacó las bolas chinas de mi culo, se untaron lubricante en sus vergas y se acostaron casi juntos de cuerpo, pero lo que si juntaron con sus manos fueron sus vergas. “Siéntate puta. Rápido, porque se van separar” –dijo Darío. Obedecí a la indicación que se me dio. ¡Dios Mío! Entraron las dos vergas en mi culo gracias al lubricante. “¡Ah, qué rico!” –dije. Subía y bajaba por sus vergas, el lubricante, la cantura que me consumia t e alcohol me hacían gemir de placer y olvidar el dolor, parecía que el whisky me había anestesiado. Fueron varios minutos de placer, hasta que sus vergas se salieron. Sentia mi culo tan abierto pero me encantaba esa sensación.

William quedó acostado y lo monté perversamente, metiendo su verga en vagina que rebosaba de fluidos- Darío se acomodó detrás y la ensartó en mi culo. Me la metían duro pero rico. Despues de estar un buen rato dándome placer, William me tomó de las piernas y me puso en la posición de la carretilla y me la metió por mi culito, era un animal salvaje el que me estaba cogiendo y me sentía como una puta deseosa que complace sin medir las consecuencias. Despues Darío hizo lo mismo. “¡Ah, sí que rico me la meten!” –les decía y gemia por enésima vez en la noche. Se pusieron de pie y me tomaron en brazos y me la metieron entre los dos, inmediatamente vino otro incontable orgasmo que hizo que mis fluidos salieran y dejaran empapados a esos machos fogosos. “Sirve más whisky” –me ordenó Darío, casi no podía caminar pero obedecí. Bebimos otra vez y se acabó el whisky. “Trae tu copa puta” –me ordenó William y empezó a orinar sobre él para que bebiera su orina que olía y sabia a semen, pero lo bebí encantada, Darío dijo: “Yo no te voy a orinar”. Me empujo a la cama y me puso en cuatro, por varios minutos me dio su verga en mi culito, hasta que me orinó el ano, fue una sensación rara pero me gusto. “Voy a acabar” –dijo Darío, me puso la verga en la cara y se empezó a masturbar y salió todavía buena cantidad de semen, tomó una galleta y limpió el semen me la dio y me la comí, William sentado en la cama me invitó a que se la chupara, yo encantaba metí su miembro en mi boca y lo tragué completo, pero me vengué de que había mordido los labios vaginales y le mordí suavemente· su glande. “¡Perra! ¿Qué haces? –dijo ofuscado. Quiso darme una cachetada pero su dolor lo dobló. “Estamos a mano” –dije riéndome; en unos minutos se recuperó y me abofeteó. De una manera, sucia y sensual a la vez, se masturbó y su semen lo echó en una fresa, la que me  hizo comer. Dario, Mientras Dario salió de la habitación y tragó otra botella, servía otra vez el Whisky y tomábamos un descanso, ya eran las tres de la madrugada.

No quería que la noche terminara, quería seguir siendo cogida salvajemente por los novios de mi hija. Me tendí en la cama y me empecé a masturbar, tomando la iniciativa, se acercaron y los empecé a masturbar a ellos y a chupárselas, poco a poco se iban poniendo duras sus vergas. William empezó a besarme de forma caliente, me manoseaba, bajó hasta pasar su lengua por los muslos, mi cuerpo ardía de placer, cerraba los ojos y gemía descontrolada. Me la metió y sentí que estaba en las puertas del infierno, llena de placer. “¡Qué rica verga ya está otra vez dura! ¿Así te coges a Dominique? ¡Dime! ¿Grita cuando se la metes?” –le decía. “Sí, grita y gime como tú, es toda una puta como su madre” –me dijo. Escucharlo decir eso me calentaba más de lo que ya estaba. Me la metía tan rico que tuve otro orgasmo sumado a la larga lista de esa noche. “Ahora es mi turno” –dijo Darío. “Puta, súbete encima de mí” –me ordenó. Agarró su verga y la hizo entrar en mi culo, me empecé a mover rápido, quería que usara mi culo y lo dejara abierto, me puse en cuclillas, mis tacones, le daban una altura muy rica a esa posición lo que permitía entrar mejor la verga a mi ano, “¡Ay, sí! ¡me gusta como entra” –le dije entre gemidos. Sentí nuevamente dolor en mi culo, pero quería seguir montada encima de él. Darío me mordió los pezones: “Ay, desgraciado, me encanta!” –le dije con lujuria mientras mi culo seguía siendo taladrado con su deliciosa verga. No sabía cuanto más podría aguantar ese ritmo e ímpetu desenfrenado de esos lujuriosos jóvenes, el corazón parecía que se me iba a salir del pecho, mi en mi juventud había cogido tanto como esa noche. Darío me ordenó: “Arrodíllate en el piso”. Sirvieron más whisky. Eran casi las cinco de la madrugada y estaba de rodillas esperando a esos machos. “Te vamos a orinar de nuevo” –dijo William. Abrí mi boca y recibí su orina tibia que bebi con perversión. Se empezaron a masturbar y me ponían sus vergas calientes en mi cara. Ver sus rostros llenos de perversión era excitante, ver que se masturbaban para mí y querían dejarme bañada con más semen. “¡Toma perra!” –decían dejando caer su semen en mi cara, obviamente ya no salió tanto semen, como la primera vez, sin embargo, aún me dieron semen caliente. En señal de agradecimiento, les mordí sus miembros. “¡Qué rico puta!” –dijeron. Ya muy cansados, sudados, me llevaron a la cama y nos acostamos, nos limpiamos con una toalla, me quite el vestido, quedé con solo con las medias y ellos desnudos, nos tapamos, yo en medio, me empezaron a manosear y besar. “¿Te gustó puta?” –me preguntó William. “¡Me encantó!” –respondí sin dudar. ¡Qué bueno, porque de hoy en adelante serás nuestra puta!” –dijo Darío. “Sí, lo seré, igual como lo son las putas de mis hijas. Podrán usarme cuando quieran, solo quiero coger con ustedes” –le dije. Ahí estaba, bien cogida, medio borracha, adolorida, cansada, Me quedé dormida, supongo que al poco tiempo ellos también.

De repente, desperté sobresaltada, me estaban orinando mis yernos. “¡Ah, que rico! Esperen malditos, casi me ahogo” –les dije. Se empezaron a masturbar y salieron gotas de semen, dijeron: “Ya nos vamos puta. “Esperen, el colchón apesta a meado, lo tengo que botar. La basura pasa a las 10:00 AM, bájenlo y déjenlo afuera. Yo toda adolorida me fui a bañar aunque casi no podía moverme, regresaron y me bañaron, me enjabonaban deliciosamente mis partes íntimas. Es temprano y tu marido llega a mediodía. No podía moverme, y me William me toma en brazos, me lleva al cuarto de Estefany, para poderme vestir, también me ofrecieron fruta y un jugo, desayunamos sanamente, después Dario fue por un vestido a mi cuarto. “Vas a ponerte solo el vestido, no usarás ropa interior” –me dijo. Finalmente elegí, un color morado, con unas medias transparentes, ellos muy amables me lo pusieron, mientras besaban cada una de las partes de mi cuerpo y nuestra lujuria volvía a aumentar. Podía sentir que aún estaban calientes, pero les dije que ya volveríamos a coger que mis agujeros estaban dispuestos para ellos. “Ahora es momento de que se vayan” –les dije. “Está bien” –respondieron. No se fueron sin antes limpiar mi cuarto, trapearlo y borrar todas las evidencias de su estadía. Me llevaron a mi habitación y me dejaron acostada, se despidieron con un tierno beso y también en mis labios vaginales.

Cuando se fueron, sonó otra vez mi celular, con las pocas fuerzas que me quedaban lo respondí, eran mis hijas. “¡Aló, mamá!” –dijo la voz de Estefany. “Si hija, aquí estoy, algo agotada" –le dije. "Mami, tenemos que decirte algo” –dijo Dominique. “¿Pasa algo?” –pregunté con preocupación. “No mamá, no te preocupes” –dijeron a la vez. “Entonces díganme, no me preocupen de esa manera”. “¿Te gustó el regalo que te dimos?” –preguntaron. “¿Qué regalo?” –les dije preguntando también. “Mamá, ¿te cogieron rico nuestros novios?” –preguntaron con curiosidad. Sentí como si mi corazón se hubiera detenido, no sabía que responderles, pero si ellas lo sabían no podía negar mi respuesta. “Sí, me cogieron como nunca antes me habían cogido. Además, ustedes también se divierten entre los cuatro” –les respondí. “Bueno, eso sí, lo pasamos muy bien compartiendo” –dijo Dominique. “Se nota” –les dije. “Ahora déjenme dormir un poco, ya que todavía me duele el culo” –le dije y corté la llamada. Para mi fortuna mi marido ese día llegó a las tres de la tarde, lo que me permitió descansar un poco más.

Nunca olvidaré esta rica y prohibida experiencia con los novios de mis hijas, me cogieron por todos lados, me hicieron su puta, trague su semen, me partieron literalmente en dos, pero me encanto, quedé muy adolorida, irritada, pero satisfecha. Ahora nos vemos cuando mis hijas no están pero ellas saben ese secreto, ya que ellas me habían regalado a sus novios. Cada vez que nos vemos no puedo esperar para tener un sexo tan rico, con gusto puedo decir que soy la puta de mis yernos.

 

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®

4 comentarios:

  1. Wao que deliciosa experiencia ser cogida así.
    Como siempre exquisito relato Caballero

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  2. Excelente relato, lleno de lujuria y perversión. Gracias por compartir JOL

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  3. Muy bueno el relato.
    A mí me tocó ver a amigos de mi Sra estar con mi hija y en ocasiones a las dos juntas. En ocasiones me hice pasar por amigo y jugar con ellas y sus amigos.

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